Por Carlos Valdés Martín
OBRA
DE MADUREZ
Los ensayos de
reunidos en el título Cultura y simulacro
son los más famosos por su repercusión cinematográfica y emblemáticos del
pensamiento definitivo de Jean Baudrillard. Sus obras anteriores representan un
arduo trabajo intelectual para desbrozar el ambiente humano del siglo XX,
partiendo de las premisas intelectuales europeas más avanzadas y tras las
experiencias traumáticas de la Europa de las grandes Guerras, sucedidas por un
boom de bienestar y desencanto con la utopía marxista por las atrocidades
estalinistas. El caldero intelectual de Occidente, en materia de ciencia social
y filosofía, se concentraba alrededor de Francia, y ahí la actitud fue innovar
perspectivas; entonces las ciencias sociales se tachonaron de estructuralismo y
posestructuralismo, aunque los pensadores originales preferían no quedar
clasificados. El propio Baudrillard comenzó con cercanía a las posiciones de
Sartre y del marxismo, así su primera etapa cabe comprenderse más como un
diálogo con el marxismo; empujando su teoría hacia la frontera que heredó el
materialismo histórico, tejiendo sobre el consumo y los símbolos, donde resultan
reveladores títulos como Crítica de la
economía política del signo y El
espejo de la producción. En ese periodo transita sistemáticamente desde la
producción (eje de Marx) hacia el consumo, para comprender sus modalidades,
estructuras, tendencias y terminar definiendo que entrábamos en una “sociedad
de consumo”; incluso ese término se volvió popular.[1]
Mientras El capital se elabora
alrededor del valor económico (conceptos de valor trabajo y plusvalía),[2] los
primeros textos de Baudrillard atrapan al “valor de uso” entendido como el
cuerpo material-social de las mercancías, por lo que sus modalidades de
apropiación y su integración en el consumo definen su objeto preferido, tal
como lo muestra su Sistema de los objetos.
En ese periodo, sus interpretaciones son el “otro lado de la moneda” respecto
del marxismo y otras perspectivas sociológicas, como la de Veblen, colocándose dentro
del territorio de las distribuciones socio-económicas y los posicionamientos de
clase, con una integración desde el signo (con la lingüística y semiótica) hasta
el diseño.
Este periodo de
madurez cumple una síntesis apretada de la etapa anterior, abandonando su
interés por los detalles de la estructura social, para ofrecer un nuevo gran
cuadro de la irrupción de la hiperrealidad y la “desaparición de lo real”. En
esa etapa de propuestas más llamativas y totalizantes, Baudrillard adquirió más
notoriedad junto con andanadas de críticas, como en su posicionamiento
alrededor de la Guerra de Irak,[3] que
fue duramente cuestionado por las izquierdas. En la madurez se presentó como un
pensador crítico con tendencia pesimista, que cuestiona al sistema sin pretender
una salida; siendo sus cuestionamientos complejos pero con una presentación muy
sintetizada, que obtenía aceptación por sus metáforas irónicas y
pesimistas.
PRECESION
DE SIMULACROS
Rescatando una
metáfora de Jorge Luis Borges, cuando en un lejano imperio los cartógrafos
terminaron por fabricar un mapa que cubría al territorio entero, lanza
Baudrillard su cuestionamiento sobre lo real mismo. Contra las suposición espontánea
de que habitamos en lo real, él se mueve hacia la perspectiva del mundo de
ficción, a modo como Descartes efectúa una eficaz hipótesis de duda o Berkeley
desliza su empirismo hacia lo irreal, pues “será el mapa el que preceda al
territorio —PRECESIÓN DE LOS SIMULACROS— y el que lo engendre”[4]. Una
distinción tan esencial entre mapa (el instrumento mental) y el territorio se
convierte en una ironía, considerando que la dimensión espacial (como indica
Kant), es tan importante. Además el territorio se desnaturaliza, para
convertirse en un espacio dramático que es el desierto, ya que “Son los
vestigios de lo real, no los del mapa, los que todavía subsisten esparcidos por
unos desiertos (…) El propio desierto de lo real.”[5] Al
principio del ensayo, Baudrillard insiste en la radicalidad de esa desaparición
de lo real, dándonos a entender que su situación es peor que la muerte; el
diagnóstico de Baudrillard no recurre a la muerte de Dios, como si Marx hubiera
sustituido a Dios por la Materia y a Cristo por el Proletariado dispuesto a
revivir al tercer día, al renacer tras la revolución en una sociedad perfecta. ¿Qué
pierde el territorio para convertirse en desierto? En especial, los
significados se atrofian mediante una hipertrofia a modo de basura,
transpirando por lo que oculta. Ocurre una “una suplantación de lo real por los
signos” y a eso se le llama hiperreal[6]
por la gran proliferación de los signos
que se tragó a lo real y a lo imaginario, mediante sistemas de signos que
ocultan, aunque sin tapar en sentido estricto, pues ya no hay realidad para
ocultar.
El nivel del simulacro
Define la
diferencia entre la simulación y el simulacro como un salto cualitativo: “Disimular
es fingir no tener lo que se tiene. Simular es fingir tener lo que no se tiene.
(…) Pero (…) simular no es fingir”.[7]
Sucede algo más profundo, desaparece la frontera entre lo real y lo que se está
simulando; la nada gana el terreno, pero elaborando una coartada para la falta
de realidad, simulando que se guarda algo oculto. Ese “algo” que se busca como
real, sería microscópico o hasta nada, sustituido por “un circuito ininterrumpido
donde la referencia no existe”.[8] Lo
ejemplifica con la oposición entre los formadores de imágenes religiosas y los
iconoclastas, quienes enmascaran mejor cualquier sospecha sobre una muerte de
Dios. Da una jerarquía de la desaparición de lo real y su suplantación más
radical por la simulación, hasta que la última se devora todo vestigio[9].
Entonces, lo que se simula no remplaza una realidad, sino que con el simulacro generalizado resulta que ya no
hay un contenido, sino un desierto, en conclusión, el estado de simulacro
en una totalización suprema que lo devora todo. Entonces, con ironía, destaca
Baudrillard que crece una nostalgia por lo real y se “produce” en la selva de
los signos, incrementándose el simulacro de lo real[10].
La invasión de Disneylandia
Para él todos
los rescates y restauraciones son artificiales, por tanto, la vuelta a los
orígenes son operaciones tipo simulación y son “Disneylandia con las
dimensiones de todo un universo.”[11] A
ese dispositivo del mega parque de diversiones, Baudrillard lo revela como el
medio para ocultar que la nación norteamericana entera (la capital del Imperio)
se ha convertido en un parque de diversiones que se comió a la nación en lo que
mantenía de real, si es que alguna vez lo tuvo. Comienza como una crítica al american way of life, para denunciar la
caricaturización el globo entero.
Producir lo real muerto
A despecho que
la precesión de simulacros se comió a lo real; la respuesta del poder es
intentar revivirlo de tantas maneras. “De ahí la histeria característica de
nuestro tiempo: la de la producción y reproducción de lo real (…) resucitar lo
real que se le escapa (…) se convierte hoy en hiperreal (…) el alucinante
parecido de lo real consigo mismo”.[12]
Entonces, nuestro entorno artificial y simulador se tensa para crear efectos
realista de millones de maneras; una clave es multiplicando la miseria y la
crisis, para que el deseo de los individuos grite pidiendo migajas de realidad
en mercancías tangibles. Este argumento implica que ya no hay trabajo sino su
simulacro, ni hay poder sino teatralidad, ni hay guerra sino cinematografía…[13]
Cuando la simulación falla
Si aseveramos
que cualquier simulación es un artificio y su efectividad puede desnudarse o
anularse por una equivocación o un acercamiento distinto al objeto, entonces se
cae el velo a manera de una escena esencial de Matrix cuando el protagonista
Neo mira una fila de números, descodificando a los montones de agentes Smith
que lo perseguían. Pero con esas filas de números no surge lo real sino otra
ficción y otra simulación atrás de la ilusión primera; viene la ilusión del
protagonista, que se encuentra con el creador que es un programa que simula ser
Dios, llamado el Programador, dando otra vuelta de tuerca a la ficción. El
intentar criticar las ideologías para desenmascararlas sería restituir la
verdad y la realidad, que para Baudrillard es una tarea inútil y otra
repetición del simulacro.
EFECTO
BEAUBOURG
Expone una acre
sátira del Museo Georges Pompidou o Beaubourg que le parece un epicentro negativo,
pero que atrae masas en un sentido grotesco y recomienda su demolición, pero de
manera irónica por la asistencia de visitantes ya hay el riesgo de derrumbe. El
nuevo museo diseñado en el estilo de refinería trasparente, provoca su crítica
despiadada, ya que de por sí es un concepto negativo pues “La masa es la esfera
cada vez más densa donde implosiona
todo lo social y es devorado en un proceso de simulación ininterrumpido.”[14]
Baudrillard advierte que ese edificio anuncia una implosión, pues el simulacro
gigante entre redes no genera explosiones sino implosiones[15]. El
museo es despreciable por horrendo, por eso atrae a las masas. El futuro,
advierte Baudrillard, es de la miniaturización genética y no de las
reproducciones ni las explosiones.
El simulacro devoró al arte
Fiel a su
postura que denuncia al simulacro general y señala la disolución de las formas
sociales, el arte mismo decae en esa implosión. Mientras la cultura se banaliza
al reducirse en copias secundarias de simulaciones originarias, que llama
“grado Xerox”[16]
de cultura. Mientras el mundo se atesta de efectos estéticos patrocinados, que
son mal llamados cultura, le parece a Baudrillard que acontece el extremo de la
banalización ejemplificada por el Museo-refinería. La comercialización del arte
sucede desde mucho antes, y lo nuevo es la “estetización” de la mercancía,
entonces “Mucho más que a la comercialización del arte hay que temerle a la
estetización general de la mercancía”[17].
Desde siempre el arte fue un simulacro, pero heroico y que provocaba la
ilusión, pero se ha vuelto un simulacro ordinario. “El arte era un simulacro
dramático en el que estaban en juego la ilusión y la realidad del mundo, y hoy
no es más que una prótesis estética.”[18] Y es
de lamentarse que el arte haya entrado a este mundo, pues eso mismo lo
convierte en una simulación, y hasta una simulación de la simulación, entonces
el arte desapareció y su tarea es simular su desaparición, creando la ficción
de que reaparece pero repitiendo y por eso concluye con un simulacro del
simulacro.
Como resultado
del gran simulacro y la hiperrealidad se anula la posibilidad de juicio
estético; así, el arte se aglomera en tendencias contradictorias. El mundo del
arte expresa todas las tendencias y en una gran abundancia, para Baudrillard el
eclecticismo prolifera en una jungla negativa, a modo de una “jungla de
objetos-fetiche”, pues “se está en el mundo del arte como en una especie de
jungla, una jungla de objetos-fetiche o más o menos fetichizados, y como se
sabe ese objeto fetiche no tiene valor o tiene tanto valor que ya no se puede
intercambiar.”[19]
Un destino de desatino para el arte
Abandonada la
grandeza del arte (noción nostálgica), para Baudrillard quedaría una tarea
hipotética en el arte, consistente en ahondar en su hundimiento; un arte
mostrado en su extrañeza y carácter efímero, a manera de cuentos de hadas[20], que
provoca un efecto por su banalidad redoblada. El destino del arte actual para
Baudrillard es continuar un suicidio fallido, empujándose por el barranco del
mercantilismo y la reproducción mecánica. A Andy Warhol lo define como el ícono
de tal tendencia, pues su reproducción mecánica de un objeto industrial —la
famosa lata Campbell’s— evidencia la mercancía más honda por explícitamente
mercantil, así con la intervención del artista la máquina es más máquina, en
lugar de la tradicional oposición entre arte versus maquinismo. [21].
Para
Baudrillard, el arte presente está efectuando un suicidio fallido, resultado de
una conjunción entre iconoclasta y un agnosticismo extremo. Es iconoclasta
cuando el arte destruye la representación, las formas anteriores, las academias
previas, las vanguardias precedentes; labor de trituradora para el arte.[22] Es
agnóstico porque el arte no cree en su vocación de sacralizar, ni en lo
trascedente del arte y, entonces resulta una destrucción del arte, que grita en
un último gesto pseudo-heroico del artista, tipo Warhol. La propuesta de
Baudrillard no busca volver a sacralizar el arte ni recuperar su aureola, sino
hundirlo más en las dispersión mercantil, cumpliendo su destino de simulacro
que seduce al mostrarse tal.
A LA
SOMBRA DE LAS MAYORÍAS SILENCIOSAS
Retomando una
frase de la política de derecha, que argüían contar con el respaldo de “las
mayorías silenciosas” aquí Baudrillard se dedica a destrozar al sujeto
colectivo, mediante el cuestionamiento de las masas, como un objeto de
pasividad y foco de una perspectiva antihumana, a modo de un nihilismo
colectivo. Desde la primera línea queda claro su ataque contra las masas: “Todo
el montón confuso de los social gira en torno a ese referente esponjoso, a esa
realidad opaca y traslúcida, a la vez, a esa nada: las masas (…) Todo las
atraviesa, todo las imanta, pero todo se difunde en ellas sin dejar rastro (…)
Son la inercia, el poder de la inercia, el poder de lo neutro”.[23] En
este confrontar a las masas, emplea repetidamente el término implosión para denunciar su
comportamiento colectivo, de tal manera que expresan el espejo oscuro (Tezcatlipoca)
de la revolución, que denota “el hundimiento central del sentido”, por tanto,
su metáfora astronómica es el agujero negro, esa curvatura que devora todo y
nada desprende.
Afirma que la
masa misma no es un concepto sino que integra “una noción blanda, viscosa,
lumpenanalítica”[24],
sin embargo, lo que ha hecho la sociología para enmendar ese error mediante
conceptos teóricos (como clase, estructura social y demás) le parece otro
enorme contrasentido, pues “nunca fueron otra cosa que nociones confusas”. La
tarea es desechar a las masas (con un irradiación supuestamente positiva) junto
con lo social (la ilusión de lo real), pues el camino desemboca en el callejón
sin salida; por eso hay que definir con radicalidad lo negativo que contienen y
su fondo irrecuperable: “La masa es un ser sin atributo, sin predicado, sin
cualidad, sin referencia. Esa es su definición o su indefinición radical.”[25]
Rechaza que esté alienada, por lo mismo no se des-alienará jamás.
Abismo del sentido
Respecto del sentido, las masas son un abismo; de tal
modo que la información no es capaz de proveerles de sentido; aunque se
pretenda entregarles una información con contenido político o cultural, incluso
el término “información” adquiere un matiz negativo.[26] Pretender
dar cultura a las masas es hundir al sentido en el lodo. Ellas idolatran lo
espectacular con juegos y efectos, pero rechazan lo que proporciona sentido,
son impermeables al influjo cultural en el horizonte de lo trascendente. En
este argumento, lo espectacular implica sinsentido “per se” y lo único que fascina a las masas, cuyo “trabajo” es el destruir
cultura, social o política… cavando el gran agujero negro de la implosión.
Drenando cualquier sentido para convertirlo en sinsentido, las masas vacían el
horizonte; la interpretación es antagónica ante cualquier culto a la masa, como
lo fueron el comunismo y el fascismo, incluso la democracia de masas.[27] Paradójicamente, hay una “demanda para el
sentido”, las masas buscan esa lucecita para escapar más allá de su nivel
inercial, pero sin resultado, pues hay “deseo de sentido” que explicaría la
masificación de la educación y los productos culturales. Acompañando esa
demanda de sentido, viene una exigencia de realidad o hambre general por
obtener realidad, de ahí el flujo masivo de información que se demanda y, su
figura específica, para dar sentido de realidad.[28]
Con la masa,
asimismo, la especialización y aventuras del campo político se disuelven; ya el
marxismo postuló la desaparición del Estado como un objetivo emocionante, pero
Baudrillard indica que sucedió de facto,
aunque sin beneficio alguno. La decadencia de lo político es parte de la
irrupción de una irrealidad arrolladora, por tanto declara inútiles cualesquiera
luchas políticas, y abandona el objetivo de la conquista del poder.
La mayoría silenciosa
El silencio de
las masas, para Baudrillard adquiere un rango de hecho y también metafísico,
como una condición absoluta que devora a las demás.[29] La
evidencia empírica es la búsqueda de la respuesta de las masas, ya sea como
sondeo de opinión[30] o
como política izquierdista que pretende hacerlas despertar sin lograr ningún
resultado. Ese silencio es como el “silencio de Dios”, pero convertido en el
acontecimiento del absurdo, pues es la única voz que daría sentido al sistema
—por ser el fundamento de la Soberanía Popular o del cambio mediante la
Revolución. Cualquier arenga y encuesta se topa con un muro inamovible en el
silencio profundo de las masas-mayorías, operando a la manera de una entropía
universal, pues cualquier respuesta es una opinión baladí, tendiente a hundirse
en el lodo de la nada. Con tal telón de fondo, las pretensiones de hablar por
el Pueblo o la Nación son demagogia, palabras sin cimientos.
Imposible el sujeto-objeto colectivo
La
característica de la masa hace imposible su conversión en sujeto, por tanto los
sueños de la conversión de la clase en sí en para sí mediante la toma de
conciencia, son vagas ilusiones. El argumento es una imposibilidad definitiva,
su naturaleza es refractaria a cualquier cultura y sentido. Por si fuera poco,
tampoco sirve para interrogarla como objeto, para definir su contorno final y
obtener la información precisa, pues escapa a las leyes objetivas; la denomina
browniana y molecular,[31] sin
ser atrapada, únicamente se aproximan a ella la ley de los grandes números y
los sondeos la acosan, pero quedan en “signos flotantes” sin capturarla. Cuando
la masa esboza un falso objeto, puede jugar el papel irónico de la femineidad
que pretendiendo pasividad y obediencia resulta impenetrable;[32] o en
un ejemplo más grotesco del soldado Schwelk que pretende servir inutilizando
sus actos; de modo similar el ser masa transpira humor y desprende una
falsificación —generalizada— que resulta cómica.
La conclusión de
Baudrillard condena cualquier intento
para rescatar a la masa por medio de la micropolítica; pues los actos puntuales
y cotidianos le parecen integrantes de ese circo del sinsentido, lo desprecia
cual “exaltar la insignificancia”; denunciando que quienes promueven la
banalidad ahora “se están convirtiendo en revolucionarios”. A ese movimiento lo
sintetiza en “Microrrevolución de la banalidad, transpolítica del deseo”,[33] en
un argumento que pareciera apuntar en directo contra las tesis freudomarxistas
o sus variaciones al estilo Foucault o Deleuze.
De resistencia a híper-conformismo
Lamenta los
comportamiento de las masas que son impermeables a los mensajes, para lo cual
elabora una frase ingeniosa en inglés: “Mass
(age) is message”. Sus respuestas pesimistas las define parcialmente
como una “astucia” que malversa lo recibido. Considera que las señales o
emisiones desde las masas son indescifrables para la economía; por ejemplo, la
interpretación racional de las necesidades ha fracasado.[34] La
tendencia espontanea es hacia un consumismo irracional, que sigue desmesurada
al valor-signo,[35]
entonces rebasando al valor (trabajo) y tocando un réquiem de “lo económico”.
De tal modo, cualquier análisis económico de las masas lo desprecia por irrelevante. En lugar de asimilar las propuestas de
liberación y cambio, las masas optaron por consumir “siempre más y cualquier
cosa”[36];
casi como denuncia de una mala fe, indica que la demanda de más medicina vía la
seguridad social enfila hacia un camino ruinoso e insostenible. Pesimista,
asevera que su presente no conlleva lucha de clases ni irrupción del deseo,
sino la simple implosión de las mayorías silenciosas que dan a traste con “lo
económico”.
Masa y terrorismo
En la recta
final de la década de 1970, ya vaticina el emparejamiento entre el término masa
y el fenómeno del terrorismo, advirtiendo su apareamiento lógico. Mientras la
masa implosiona el significado, el acto del terrorismo hacia explotar el
sinsentido, siendo el “único fenómeno que está en afinidad con ella”[37] y
“Tienen en común que son la forma actual más radica, más exacerbada, de
denegación de todo sistema representativo”[38],
abatiendo hasta la opción de representar algo. En una ominosa profecía,
Baudrillard señala la sinrazón del terrorismo presente que no tiene enemigos
definidos, sino que mata inocentes y “los inocentes pagan el crimen de no ser
nada”[39].
Sistemas implosivos / Sistemas explosivos
Define su
presente bajo el término implosión, para oponerse al optimismo de los modelos
de “sistemas explosivos” del desarrollo (ideología burguesa) y al de la
revolución (ideología de izquierda), explicando que la apelación a la violencia
en la masa es “violencia de lo vacío (la fascinación es la extrema intensidad
de lo neutro)”[40].
Es implosión no necesariamente es una catástrofe, puede aparentar otro ritmo,
balancear la implosión con lo centrífugo; incluso las sociedades primitivas
paralizadas tuvieron su propia “implosión dirigida”. Lo moderno obtuvo un
momento de explosión dirigida (siglo XIX, digamos) con una liberación de
energía encaminada hacia afuera, que se terminó pues “alcanzó los límites de lo
universal”[41];
por lo mismo, para Baudrillard es un gesto inútil continuar la liberación de
fuerzas por vía molecular al modo de psico-marxismo, existencialismo, etc., ya
que el modelo se agotó. La implosión se compone de la falta de sentido
universal, las tendencias anti-universalistas y anti-sentido. Vaticina que ese
camino de implosión terminará “también él violento y catastrófico”.[42]
EL
FIN DE LO SOCIAL
En la parte
última, de estos ensayos está la explicación sobre los modos en que falla el
concepto de “lo social”, tan estimado por las ciencias sociales y las
tendencias políticas. Baudrillard en “El fin de lo social” y “Exkrus: lo social
o el desglose funcional del resto”[43] explica
qué sucedió con “lo social” y cómo colapsó ese recurso teórico optimista, mediante
tres hipótesis principales. En principio, “lo social” es un concepto de suma
importancia para las teorías modernas, en especial, para la sociología o las
críticas como el marxismo. Ese conjunto de teorías de enfoque “social”
resultaban predominantes cuando escribió Baudrillard sus ensayos y todavía importan.
Lo “social” era indispensable para Marx como base del presente y el futuro; de
modo claro, la superación del capitalismo se justificaba por la “socialización
de las fuerzas productivas”, que tanto estimó y debían alentar al proletariado
como clase ascendente. Asimismo, las “relaciones sociales” se convierten en
clases sociales y la clave para entender la historia completa, que fue definida
como la “historia de la lucha de clases”.
Cuestiona lo social
Lo primero que
hace Baudrillard es colocar un signo de interrogación sobre “lo social” y
aspectos como “las relaciones sociales”, pues “Lo social no es un proceso claro
ni unívoco (…) El mismo término ‘relación social’ es enigmático”[44]. En
parte, pareciera abundar lo social y estarse produciendo, confirmarse las tesis
marxista de más y mayor socialización; al mismo tiempo, pareciera caer en
crisis agónica, perderse en la trama del simulacro y las conflictividades
colectivas. Plantea muchos dobleces en la presencia y ausencia de lo social,
donde predominan las críticas y explicaciones sobre su desaparición. Para el periodo
anterior, concluye retador que no hubo eso “social” sino sociedades sin tal
“social” (en el sentido positivo), correspondientes a “sociedades sin
historia”.
Motivos de “energía” o importancia de lo cuestionado
Mientas
confronta lo social, explica motivos para que tantos pensadores le den gran
importancia y que tal “lo social” resulte “productivo” para la perspectiva
teórica. Por ejemplo, Baudrillard compara “lo social” con un panóptico tipo
Foucault, que da una gran perspectiva del espacio, pero abriendo un infinito
engañoso[45].
También descubre que ha sido desde hace dos siglos un concepto pleno de
energía, aunque ese atributo lo adquirió, pues “La energía ininterrumpida de lo
social (…) le llegó desde la desterritorialización y de la concentración bajo
instancias cada vez más unificadas”[46]
Aunque haya producido algunos efectos de verdad, “lo social” queda sentado en
el banquillo de los acusados, pero ¿cuál es su delito? De ahí vienen las tres
hipótesis de este reo de “lo social” que clamó ser inocente.
1) Jamás existió
Este argumento
más radical es el más corto para exponerse, al suponer que lo social hoy no
está, porque jamás estuvo aquí, “no hubo jamás otra cosa que simulación de lo
social y de la relación social”[47] Por
tanto, para Baudrillard lo modificado es la evidencia, una nueva luz donde la
simulación queda denunciada al incrementarse; con lo que desaparece el fantasma
del “principio de realidad y de racionalidad social”.
2) Y existe cada vez más pero como deyección
A este
argumento, Baudrillard le dedica un fuerte análisis para explicar el tipo de
“social” que sería eso entonces, pues aquí le reconoce fuerza a “lo social”
pero convertida en negativa, pues integra un residuo arrollador, es “Residuo
creciente y pronto universal de la dispersión del orden simbólico (…) es (…)
muerte más sutil”[48] La
línea de argumentación de Baudrillard se mantiene señalando que “lo social” cristaliza
modalidades de basura simbólica y “trabajo muerto”, en efectos de “deyección
pura (…) acumulación de lo muerto (…) Desperdicio y reciclado”[49]
Entonces el completo sistema acumula un enorme residuo, al basurero de la
historia no enterró al pasado capitalista sino al todo, convertido en el
Basureo Único. A diferencia de la hipótesis marxista antigua, donde la crisis
del sistema surge por la pobreza, para Baudrillard se avanza en el umbral de
una colectividad rica, pero que esa misma riqueza fabrica su problema, por lo
cual el excedente es liquidado pura y
simplemente, provocando una dilapidación controlada. Aunque a ese absurdo le
concede el único tinte positivo de estos ensayos, pues “hay una especie de
inteligencia y de sabiduría en la institución de lo social y su despilfarro
‘objetivo’”[50].
Por si fuera poco “lo social” produce la escasez de un modo artificial, para
mantener la frontera entre bien y mal, cimiento del orden moral autoritario.
Para Baudrillard el esfuerzo de repartir riquezas que mantiene una escasez, le
resulta en enorme banalidad. En fin, bajo esta hipótesis el sí existir cada vez
más de “lo social” desencadena la explosión de una mancha voraz que expande la
simulación universal disfrazada y santificada como “realidad social”.
3) Sí existió totalmente, pero ya no más
Como haciendo
concesión a los amigos de “lo social” y, en especial, al marxismo, señala que
cabría aceptar un periodo anterior cuando “lo social” sí existió como espacio
coherente. Lo presenta como un pasado, a la manera del sitio de la producción,
presencia de estructuras y asiento de los conflictos de clase, incluyendo sus
estrategias y luchas; sin embargo, lo deja en un pretérito irrecuperable. Para
el presente señala a la ciudad de Los Ángeles, indicando su modelo distinto,
pues ha desaparecido el ámbito de lo
social, sustituido por “diseminación total” y “terminales de información”.
Da más detalles de cómo ve la construcción de lo hiperreal que sustituye a lo
demás “Anticipación, disuasión, transfiguración preventiva, etc.: el modelo
opera como esfera de absorción de lo real.”[51] Los
medios de comunicación aplican un zoom que fabrica realidades hiperreales que aniquilan
la distancia, en generando una especie de pornografía sobre lo observado. Al
abolirse la distancia entre lo real y su representación “pone fin a lo real
como referencial exaltándolo como modelo”[52].
Exkurs: Hacia el simulacro como respuesta final a “lo
social”
A manera de
ampliación del fin de “lo social” Baudrillard insiste en su carácter de basura
o desecho global, así como la producción de modelos y anticipaciones que aniquilarían
cualquier “real” en favor de sus imitaciones “hiperreales” que no dejan de ser
una abundante “basura” de significados excedentes y vaciados. Uno de los
dispositivos más curiosos que cuestiona es la esterilización del exceso de
riqueza, la cual opera para prevenir la utopía y mantener a los individuos en
un ámbito útil; mediante el mecanismo de “producir resto y aniquilarlo”.[53] Por
la abundancia de valores de uso se estabiliza el sistema creando fugas o frenos
de operación. La perspectiva socialista o utópica le parece funcional al
sistema, a modo de un equívoco más para producir un falso “social”, pues el
“social”-ismo no puede producir lo que nunca tuvo esa plataforma “social”,
pues… “Y lo social mismo murió antes de haber entregado su secreto”.[54]
Según la
explicación de Baudrillard lo social
fracasa de tres modos: o no nació, o sí surgió desde el inicio pero representa
lo contrario de la potencia benéfica y explicativa que se creyó, o surgió
impotente y se hundió bajo la marejada del simulacro. Al presente lo desestima
cuando dibuja la “precesión de simulacros”, que es danza entre ciegos,
pisoteando inmundicias y engendrando montañas de basura al filo de los
precipicios. El haber creído en “lo social” mostró una “increíble inocencia del
pensamiento social y socialista”[55]. En
la teoría social pretérita lo que fue un ideal de transparencia se desenmascara
“ahora abolida en su simulación misma: lo social”[56]. ¿Se
toma tan en serio Baudrillard su diagnóstico apocalíptico? A cierto nivel, su
teoría se convierte en diatriba, que se regodea a un
valorar-desvalorizando, lo cual incluye una paradoja de superioridad, pues
¿quién adquiere el punto de vista de la superioridad sobre el mundo entero? La hipocondría
moral no posee fundamento filosófico, por más que ha presentado enormes
obras creativas desde hace milenios como el Eclesiastés bíblico, pasando por las sátiras moralistas y las
cumbres filosófico-estéticas de Así habló
Zaratustra. Sin duda Baudrillard ganó admiración por su filo e innovación,
sin cimentar una escuela teórica, cuando su originalidad trasmina en el predicar
del anciano sabio que condena las “decadencias inmorales” durante el ocaso, alertando con voz enérgica: “simulacro, todo es simulación de simulacros”.
NOTAS:
[1] Cabe señalar que en
ese periodo Jean Baudrillard se ocupa de fundamentar el concepto de “sociedad
de consumo” y explicar por qué el eje de la producción marxista ha sido
remplazado por un mar de objetos-símbolo que provocan el predominio del consumo
con eje de lo social. En este nuevo periodo desplaza hasta “lo social” mismo.
[2] Roman Rosdolsky, Génesis, estructura y método de El capital.
Anota lo mínimo que aparece el “valor de uso” a lo largo de la obra monumental.
[5] Jean Baudrillard, Cultura y simulacro. La precesión de los simulacros, p. 10.
La frase se convierte en lema del personaje Morfeo cuando convence a Neo que
vive dentro de una enorme ilusión. Cabe preguntarse si Baudrillard cumple una
agenda de inmanencia filosófica completa escapando a la trascendencia,
ejerciendo su inversión para sacar al noúmeno inalcanzable kantiano junto con
“lo real”. El término desierto es revelador de una vocación de superficie,
rechazando la caverna platónica como referencia y la montaña del Zaratustra de
Nietzsche.
[6] Antagónico a lo que significa en pintura el “hiperrealismo”, que
expresa esa emoción del descubrir lo más próximo a lo realista; con lo cual
también llama a extrañeza el camino mental del autor, que sigue la senda
opuesta a quien se embriaga de descubrimiento. Cuando los conquistadores
ibéricos miraron por primera vez el magnífico Valle de Anáhuac rodeando a la
antigua Tenochtitlán, según describe Alfonso Reyes en Visión de Anáhuac.
[7] Baudrillard, Cultura y simulacro. La precesión de los simulacros, P. 8. En
lugar de concentrarse contra la apariencia o el fenómeno, según la tradición
filosófica, Baudrillard da un salto hacia el simulacro, a manera de una
artificialidad vacía; sin haber transitado por la evaluación de si ya se superó
la pseudo-concreción de la apariencia, como en Kósik de Dialéctica de lo concreto.
[9] En su equivalente
religioso el retirarse de lo real sigue la vía: sacramento
(buena representación directa a lo real-divino), maleficio (distorsión de la
representación, desviando de lo real-divino), sortilegio (acceso restringido a
lo real-divino) y simulación es ignorar lo real-divino. Jean Baudrillard, Cultura y simulacro. La
precesión de los simulacros, P. 14.
[10] “Todo el mundo es cómplice de salvar el principio de realidad” Cultura
y simulacro. La precesión de los simulacros, P. 71.
La estructura del razonamiento asemeja al armado de la división kantiana entre
nóumeno y fenómeno, cuando el primero resulta inalcanzable; aquí la primera
definición de Baudrillard ya saca a lo “real” del acceso, por tanto será
inalcanzable. Otra manera sería compararlo con el mundo deslumbrante del sol de
la Idea de Platón saliendo a la caverna, también inalcanzable.
[11] Jean Baudrillard, Cultura y simulacro. La precesión de los simulacros, P. 24.
Con gran acierto, señala hacia la fascinación posmoderna por el espectáculo y
su reino “infantil-adolescente”, para sacar su propia conclusión del
mundo-Disneylandia. Ese engolfarse en la posición
juvenil ya había sido observado por Ortega y Gasset desde El tema de nuestro tiempo., pero éste lo vio como el tema
generacional.
[13] Mientras la tesis de
la pantomima del Poder resulta muy aplaudida, su interpretación de la guerra
como show fue denostada. ¿El acontecimiento crucial de la muerte masiva no se
presta a ese tipo de denuncia? La noción de Acontecimiento de Deleuze quizá
ayude a entender el motivo de tal repulsión, Cf. Gilles Deleuze, Lógica del sentido. “Por ello, la muerte y su herida no son un acontecimiento entre
otros. Cada acontecimiento es como la muerte, doble e impersonal en su doble”,
p. 126.
[15] “Las respuestas a un
universo de redes, de combinatoria y de flujos son la reversión y la implosión.”
Jean Baudrillard,
Cultura y simulacro. Efecto Beaubourg, P. 93.
[16] En juego de palabras con el “grado cero”. Baudrillard, “La simulación en el arte”, La ilusión y la desilusión estéticas, Monte
Ávila Editores, 1998. P. 19
[17] Jean Baudrillard, “La
simulación en el arte”, La ilusión y la
desilusión estéticas, Monte Ávila Editores, 1998. P. 19.
[18] Jean Baudrillard, “La
simulación en el arte”, La ilusión y la
desilusión estéticas, Monte Ávila Editores, 1998. P. 20.
[19] Jean Baudrillard, “La
simulación en el arte”, La ilusión y la
desilusión estéticas, Monte Ávila Editores, 1998. P. 21. La tesis del
fetichismo de El capital abre la
teoría de la enajenación, a la cual Baudrillard le da un enorme giro, al asumir
su universalización y conversión en un sistema de signos que ha devorado al
planeta.
[20] “La obra de arte debe
adquirir un carácter extraño, Un carácter de choque, de sorpresa, inquietante,
y al mismo tiempo un carácter de liquidez, de circulación, e igualmente, como
la mercancía, una especie de valor instantáneo y autodestructivo.” Jean Baudrillard, “La
simulación en el arte”, La ilusión y la
desilusión estéticas, Monte Ávila Editores, 1998. P. 22.
[21] “Warhol se adentra más
que nadie en la Vía Ritual de la desaparición del arte, de toda sentimentalidad
del arte, y lleva lo más lejos posible el ritual de la transparencia negativa
del arte y de la indiferencia del arte ante su propia autenticidad.” Jean Baudrillard, “La
simulación en el arte”, La ilusión y la
desilusión estéticas, Monte Ávila Editores, 1998. P. 23.
[22] Danto mayor énfasis al
efecto temporal, Jean Francoise Lyotard desarrolla el concepto de posmodernidad,
que está ligado a la disolución de las vanguardias artísticas; lo cual no posee
el acento negativo que aquí da Baudrillard. El resultado es el eclecticismo
generalizado pues ha desaparecido la posición delantera del destacamento
artístico, para alcanzar una mezcla como la tendencia del arte posmoderno. Cf. La (pos)modernidad explicada a los niños.
[25] Jean Baudrillard, Cultura y simulacro, p. 112. Recupera la
línea argumental contra la masa misma, que había esbozado Ortega y Gasset en La rebelión de las masas, como
antagonismo del espíritu civilizado y de la élite egregia, lo contrario a lo
mejor del ser humano.
[26] “Eso es la
información, NO un modo de comunicación ni de sentido, sino un modo de emulsión
incesante, de input-output y de reacciones en cadena” “La información produce
siempre más masa”, Jean Baudrillard, Cultura y simulacro,
p. 132.
[27] Aunque esta
interpretación acepta las advertencias de Ortega y Gasset, como irrupción, o la
comprobación de Canetti en Masa y poder.
Aquí se ha potenciado el aspecto negativo del ser colectivo y la masificación
se vuelve sinónimo instantáneo de nihilismo absoluto.
[28] Freud explica la
importancia de obtener ese nivel de realidad, a partir de las exigencias
básicas de la psique mediante un instinto de conservación que atraviesa un
principio de realidad, que requiere manejar el yo para ubicar su mundo. Sigmund
Freud, Más allá del principio del placer.
[29] “el único verdadero
problema hoy en día es el silencio de las masas”, Jean Baudrillard, Cultura y simulacro, p. 131.
[30] Insiste Baudrillard
que las masas son insondables por
naturaleza, a manera del kantiano ser en sí o mundo del nóumeno, que jamás se
alcanza por definición. Sin importar el método de las encuestas, la respuesta
nunca alcanza el fondo de la sonda: el abismo es absoluto.
[31] En cierto sentido, se
repite el principio de incertidumbre de Heisenberg, pero en el terreno social:
imposible establecer la objetividad por tanto no hay leyes sociológicas ni
históricas precisas.
[32] Remite a Hegel cuando
plantea esa paradoja en la femineidad pasiva que no logra ser atrapada. Cf.
Hegel, Enciclopedia de las ciencias
filosóficas.
[33] Baudrillard, Cultura y simulacro, p. 146. La dureza
en este argumento recuerda la retórica marxista que condena en bloque las
tentativas pequeñoburguesas para suavizar las condiciones de explotación y
sufrimiento de las masas. En conjunto, cualquier desviación del curso se
integra en un “carnaval de la conciencia fetichizada” según Lukács en Significación actual del realismo crítico.
[34] “los economistas no
pudieron nunca racionalizar el consumo”, Baudrillard, Cultura y simulacro, p. 150.
[35] Evoca con brevedad sus
teorías anteriores, donde explica la irrupción del valor-signo y el dominio del
consumo sobre el conjunto social para dar estatus. Cf Economía política del signo y El
sistema de los objetos.
[39] Ibíd., P. 162. Sin embargo, a modo psíquico y cultural la defensa del
inocente contra la violencia es una herencia judeocristiana muy arraigada, como
se muestra en la legendaria muerte de los inocentes por el tirano al nacer
Cristo.
[40] Jean Baudrillard, Cultura y simulacro, P. 165. La
fascinación del vacío de lo hiperreal ¿es la sustitución de la estética de la
sublime kantiana?
[41] Ibíd., P. 166. Recuerda la sutileza de Rosa Luxemburgo cuando vaticinó un cambio
funcional de la acumulación del capital, por agotamiento de los campos de su expansión,
en La acumulación de capital,
problema de fondo sobre la redondez del sistema económico.
[42] Ibíd., P. 168. En sus términos se formaría una especie de fascismo del
sinsentido, donde la masa sin atributos se satisfaga en más consumismo ciego;
un pesimismo generalizado.
[45] Ibíd., p. 173. Al referirse a lo social, esto es “Espacio perspectivo
centralizado que da sentido a todo lo que se inserta en él por simple
convergencia sobre una línea de fuga al infinito (…) No hay definición de lo
social más que en esa perspectiva panóptica”. Foucault en Vigilar y castigar recordando al diseño de Bentham para las
cárceles.
[47] Ibíd., p. 176. Bajo esa perspectiva, muy a lo Matrix, lo real entero no
existe, porque “lo social” es lo verdaderamente real para el ser humano, como
lo sostuvo Marx.
[48] Jean Baudrillard, Cultura y simulacro, “El fin de lo
social”, p. 177. Nos recuerda a la ironía de La piel de zapa que conforme se desea más, la vida misma se achica,
a modo de maldición paradójica inventada por Balzac.
[49] Ibíd., p. 178. Ese efecto negativo del “trabajo muerto” lo observa el primer
Foucault de Las palabras y las cosas, cuando relaciona la economía política de
David Ricardo, con la visión del joven Hegel, enlazando el trabajo muerto como
una desgracia creciente.
[50] Ibíd., p. 185. Reúne en tal noción de “despilfarro” extremos como el avión
Concorde y la Seguridad Social para integrar a los trabajadores.
[51] Ibíd., p. 189 y 191. Asimismo, Baudrillard anota que la hipótesis 3 se
desenvuelve para dar cabida a una “hipótesis 4” que es su variedad, al dar otra
forma mediante la “implosión de lo social en las masas” con la fusión entre lo
social, el simulacro y la masa.
[52] Ibíd., p. 190. El sistema construye eso hiperreal, por tanto es un artificio
sistemático, de ahí la simulación universal. Un argumento de Deleuze sobre el
actor que defiende los efectos de superficie, muestra que el recorrido de
Baudrillard implica un callejón sin salida; la actuación misma crea sentido.
Cf. Gilles Deleuze, Lógica del sentido,
p. 125. “una paradoja del comediante: permanece en el instante, para
interpretar algo que siempre se adelanta y se atrasa, se espera y se recuerda”
[54] Ibíd., p. 191. Si miramos, la literatura previa al socialismo, notamos como el
universo mental de lo social se creaba, por ejemplo, en La madre de Máximo Gorki, donde ya existe una unificación literaria
e ideológica definiendo ese “ser social” por venir. De ahí, la importancia que
Gorki da en esa novela a la obtención de la verdad para el pueblo llano.
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