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miércoles, 13 de julio de 2022

RESEÑA DE “EL PRIMER AMOR” DE IVÁN TURGUÉNEV


 


 

Por Carlos Valdés Martín

 

Circunstancias de la novela

Esta obra maestra de la literatura europea posee cualidades de intensidad y sinceridad sostenidas por la verosimilitud. Esta cualidad de verosimilitud surge de que la anécdota fue autobiográfica, alimentada por los recuerdos del primer enamoramiento de Iván Turguénev (también traducido como Turgueniev). Un autor clave del realismo ruso y con raíces en la Rusia Imperial, hijo de hacendados acomodados que optó por emigrar a Europa y asentarse, de manera definitiva, en Francia. Él forma parte de las estrellas del periodo del realismo literario de la Rusia zarista, compitiendo frente a Tolstoi y Dostoievski por la preferencia del público.

El ambiente existencial de este gigante de la literatura se alimentó por el contraste entre la Rusia aristocrática frente a una Europa donde bullía la modernidad en todos los ámbitos de la cultura. En su juventud, Turguénev padeció hostilidad oficial por la denuncia social implícita que mostraron sus primeros relatos, cuando sus cuentos sobre cazadores reflejan la opresión que agobia a los campesinos. Tras un simple obituario por el fallecimiento de Nicolás Gógol, el censor zarista consideró que su pluma incurría en excesos, que precipitaron su censura y hasta una corta prisión de un mes más dos largos años de “exilio” en su domicilio en el interior del país.[1] Ese tipo de situaciones, empujaron a Turguénev a salir del país y luego radicar definitivamente en Francia.

Europa en 1860

Escrita en 1860, la novela corta El primer amor, es calificada de literatura realista, cuando acontecía una transición del romanticismo previo, aunque por su temática cabría señalar en El primer amor su interés mayor por la subjetividad y las pasiones, predominando sobre el detalle descriptivo de la realidad contemporánea. Su prosa es ágil y las pinceladas descriptivas son magistrales, para con pocos elementos marcar las situaciones y la dinámica del relato, junto con el reflejo psicológico de los protagonistas.[2]

En esos años, el panorama europeo está convulsionado y el protagonismo de Francia es notorio, bajo un periodo de auge de Napoleón III, quien logra gobernar durante tres décadas y hasta imponer una restauración monárquica bajo un argumento bonapartista. La dinámica expansionista de Francia se muestra en crecientes aventuras militares de conquista como en Argelia, colonizando el país, y en México, sosteniendo la aventura fallida de Maximiliano I.

El desarrollo industrial junto con el científico tecnológico es vertiginoso, marcado por los resultados de la revolución industrial y la expansión del comercio, el florecimiento de las grandes ciudades y la expansión de las potencias militares predominantes. En ese contexto, la Rusia del zar Alejandro, es una potencia mundial en expansión, aunque marca fuertes contrastes, como un bastión más tradicionalista y bárbaro al compararse con el occidente de Europa. Algunos cambios en Rusia van en el mismo sentido que Occidente, por ejemplo, la abolición de la servidumbre en 1861 y diversos procesos modernizadores.[3] Los conflictos diplomáticos entre las potencias occidentales y Rusia son complejos, tal como había mostrado la Guerra de Crimea en 1858.

En particular, París está destacando como un eje cosmopolita, que crece y se renueva en su urbanismo a un ritmo sorprendente. A nivel cultural, es una meca para las artes que florecen a diversos niveles, en particular, propiciando un boyante mercado literario, que posiciona a la generación de los escritores franceses y a los visitantes. En particular, Turguénev logra un buen recibimiento en ese ambiente y se relaciona con personajes del mundo literario parisino.

 

Argumento de la novela

Se reúnen tres amigos en una casa y el anfitrión propone el reto de que revelen cómo fue su primer amor. El anfitrión y el primero relator presentan relatos insípidos y dan un desaire al asunto. El último y protagonista de la novela, Vladimir Petrovich, afirma que su relato sí es interesante. Se disculpa por no comentarlo de inmediato, ya que se declara, con modestia, que es un charlista torpe, así que promete escribirlo para entregarlo en una ocasión posterior.

Cumple la promesa de presentar cómo sucedió su primer amor. En sus apuntes, señala que corría el verano del año 1833 y el protagonista cuenta con dieciséis años. El punto de vista del protagonista domina el relato y permite eliminar detalles innecesarios y enfatizar la vida psíquica del joven apasionado, por más que sus coordenadas queden circunstanciadamente en el género de la literatura realista. Él es el hijo único que transpira ingenuidad, ímpetu y disposición a vivir nuevas experiencias. Crece bajo el amparo de una familia adinerada y con aparente armonía entre los progenitores. En este relato destaca la admiración hacia su padre Piotr Vasílievich, quien es su modelo a seguir. En la trama con sutileza se evidencia que su padre se casó por interés económico y con una diferencia de diez años, aunque sabe guardar las apariencias.

Poseen una gran casa de campo, tan amplia que cuenta con otra casa adjunta, la cual quedará rentada a la princesa viuda Zasequin y la deslumbrante princesa Zenaida (o Zinaida según las traducciones) Aleksándrovna, su hija.[4] Los nuevos vecinos son aristócratas, venidos a menos en cuestión de dinero y, se agrega, que la viudez establece un desamparo bajo los valores de esa época.

Desde la primera mirada, el joven Vladimir queda impresionado con la vecina aristocrática, siendo ella cinco años mayor y sumamente aventajada en desenvoltura, malicia y trato social.[5] El relato demuestra que ella derrocha de belleza en la mirada, la voz y en cualquier detalle, por lo que sumado a sus juegos resulta necesario que sea el eje de atracción. Alrededor de Zenaida hay un puñado de admiradores y pretendientes que la visitan constantemente, con los cuales ella se divierte y juega en el nivel de coquetería y atrevimiento permitido en esa sociedad. Ella es seductora, dominante y caprichosa dando expectativas de un romance, mientras ilusiona y juega con sus invitados. Vladimir es el más joven del grupo, lo cual le vale burlas y rechazos, aunque Zenaida le toma cariño y le incluye hasta con algún privilegio juguetón como cuando lo declara su paje; de tal modo que él cae rendido de amor, bajo una escala de sensaciones y sentimientos para él novedosos por entero.

Las visitas a Zenaida se repiten, mientras el azoro, apasionamiento y decepciones del protagonista se suceden en varias escenas. Tras una caída ocasional del protagonista, ella lo colma de besos en la cara para reanimarlo, con lo que él cree que ser correspondido. Los demás pretendientes son adultos, siendo que la mayoría asumen que no hay oportunidad, pero están interesados por la señorita aristocrática y disfrutan de sus juegos.

Cuando la princesa Zenaida insinúa ante sus pretendientes que está enamorada de un perfecto desconocido, todos los admiradores se alteran. Se suman cambios de humor de la joven que apuntan hacia un romance a escondidas y con visos de seriedad. El protagonista entra en una fase de celos y hasta deseos de matar al rival. Después, el descubrimiento de que el enamorado a quien la señorita se entrega es Piotr, su padre, sorprende y descorazona al joven Vladimir, que se resigna ante el fracaso rotundo de sus pretensiones.

Al poco tiempo, la madre descubre que su marido está siendo infiel con la princesa Zenaida, por lo que arma un escándalo. El resultado es que el padre cede ante el escándalo y la familia entera regresa a la ciudad. El protagonista visita a la princesa para despedirse y ella, sorpresivamente, lo besa de un modo apasionado, lo cual él disfruta, aunque sospecha que no es el auténtico destinatario.[6]

En la ciudad, terminan las vacaciones y el joven encuentra distracción en sus ocupaciones. Explica que lo sucedido no le ha provocado enojo contra su padre, sino una mayor admiración. El padre incita al hijo a jugar carreras y saltos de corceles por diversión dentro de la ciudad; después de un rato el padre le indica que lo espere y se aparta por una callejuela. Como ha transcurrido demasiado tiempo, el joven Vladimir encarga su corcel para buscar al padre. A la distancia distingue a Zenaida en la ventana de una casa y observa una discusión apasionada.[7] En la discusión Piotr golpea con un látigo la mano de la princesa, ella se contiene, besa la herida y ambos desaparecen dentro de una cabaña. El joven se queda perplejo y retorna al punto donde debería esperarlo. Al volver, el padre ha olvidado el látigo y ambos regresan a la casa familiar. El relato declara unos meses después aconteció la muerte del padre, insinuando que se relaciona con las emociones de perder su amor. Por su parte la princesa Zenaida se casó con un tal Dolskiy. Siente interés en visitarla sin concretarlo, cuando se entera que ella murió en el proceso de parto y antes de dar a luz a un bebé.

El relato termina cuando el protagonista añora su juventud que se ha marchado junto con el primer amor, sus sentimientos y recuerdos son avivados por la visita a una anciana miserable, que en el lecho de la agonía refleja un intenso horror ante la parca.

Algunas escenas clave

En la obra de Turguenev en la manera de abordar las escenas son concebidas con una fuerza y astucia impresionantes. Para algunos las escenas son la clave de su enfoque artístico y motivo para celebrar su éxito.[8]

Irrupción de la princesa. Durante un paseo campestre el protagonista se topa con Zenaida, quien juega con sus acompañantes. En silencio él admira cómo ella pega con unos delicados tallos de flores en la frente de sus amigos, “en los movimientos de la muchacha (la veía de perfil) había algo tan delicado, exigente, mimoso, burlón y tierno, que casi grité de admiración y placer, y sentí que estaba dispuesto a darlo todo para que esos deditos encantadores hiciesen estallar una flor sobre mi frente. Se me cayó la escopeta, deslizándose sobre la hierba y me olvidé de todo. Devoraba con la vista su talle tan esbelto, su cuello, sus bellas manos, sus cabellos rubios despeinados bajo el pañuelo blanco, los ojos entreabiertos de mirada inteligente, las pestañas, sus tiernas mejillas.”[9] La mirada descarada es reprimida por un acompañante y el protagonista queda turbado y avergonzado, por lo que sale huyendo. Cuando se refugia en su habitación que ha llegado su primer amor: “El corazón no dejaba de darme brincos en el pecho. Me sentía muy nervioso y alegre. Una emoción nunca experimentada me inundaba.”[10]

El juego de las prendas. La segunda visita a Zenaida sucede en un día de juegos, generando un jolgorio y ambiente de euforia que transforma por completo al joven Vladimir. Ahí lo ella llama con un sobrenombre. Un juego de las prendas está en su clímax cuando el protagonista se incorpora a esa reunión y su descripción es muy significativa: “En medio de la habitación, subida sobre una silla, estaba la princesa sujetando con sus manos un sombrero de caballero. La rodeaban cinco hombres. Querían meter la mano en el sombrero, pero ella lo subía y lo agitaba.”[11] Quien gane un billete premiado dentro del sombrero tendrá derecho a besarle la mano a la joven, que, en ese contexto histórico, es un juego muy pícaro. Por azar el protagonista gana el papelito con el rótulo del beso y se pone eufórico. Un pretendiente tiene el arrebato de ofrecerle cien rublos (una suma considerable) a cambio de ceder su premio, a lo que Vladimir se niega y es aplaudido por la princesa. En el acto de besar la mano el joven casi desfallece: “La vista se me nubló. Quise doblar una rodilla, pero caí sobre las dos. Acerqué los labios a la mano de Zenaida con tanta torpeza que me arañé un poco la punta de la nariz con una uña.”[12] Continúan la sesión con otros juegos y el efecto de alegría es tan fuerte que el protagonista se siente como ebrio.

El enredarse bajo la seda y seguir la fiesta. En esa misma sesión de juegos, se recurre a otro muy atrevido para el contexto. “Durante una sanción pude estar junto a ella, cubierto con su mismo pañuelo de seda. Tenía que decirle mi secreto. Me acuerdo de cómo nuestras cabezas entraron en una penumbra sofocante, semitransparente y penetrada de un aroma que mareaba. ¡Con qué suavidad brillaban sus ojos en esta penumbra! ¡Cómo respiraban con ansiedad sus labios semiabiertos! ¡Cómo se veían sus dientes mientras las puntas de su cabello me rozaban quemándome!”[13] El joven no tiene ningún secreto para contar y sigue la sesión hacia otros entretenimientos, que son disfrutados por los presentes. Esa sesión privada es descrita como la gran fiesta, con variedad de entretenimientos, un carnaval inolvidable, donde el relato señala “¡Qué no hicimos durante esa tarde! Tocamos el piano, cantamos, bailamos, representamos un campamento gitano: vestimos a Nirmatskiy de oso y le dimos de beber agua con sal (…) No es posible contarlo todo (…) Por fin, se nos agotaron las fuerzas.”[14] Las siguientes reuniones no son tan plenas de euforia.

La caída desde lo alto y los besos medicinales. La relación entre el protagonista y Zenaida entra en un periodo tenso, donde el protagonista siente que ella está jugando al gato y al ratón, con amagos de rechazarlo definitivamente. Él está sobre un muro alto y ella le dice que salte para hablar. Sin medir distancias el joven salta desde unos cuatro metros por lo que al caer se golpea con tal fuerza que se desmaya por un momento y, por si fuera poco, cayó entre ortigas irritantes. Ella lo alcanza y procura reanimarlo, en su aflicción le cubre de besos el rostro. “De pronto —¡qué maravillosa sensación me invadió entonces!— sus labios suaves, frescos empezaron a cubrir mi rostro de besos... Pero pronto Zenaida debió de darse cuenta, por la expresión de mi rostro, que ya había recobrado el conocimiento”[15] Este tipo de escena se ha repetido en comedias donde el enamorado obtiene su recompensa tras un accidente.

 

Encuentro en la fuente nocturna, navaja y sospechar de su padre. Al avanzar la trama, los pretendientes están molestos por un cambio de ánimo en la princesa, en ese contexto Malevskiy visita la casa del protagonista y, en privado con tono burlón, le sugiere que vigile de noche a Zenaida, indicándole el sitio exacto donde ella está encontrándose con un desconocido, junto a la fuente. Esa sugestión incita un celo furioso y vengativo en el protagonista, que armado con una navaja se esconde a la medianoche. La espera nocturna es agobiante y febril en imaginaciones para el protagonista, que se exaspera mientras aguarda. Cuando un visitante furtivo se desliza en la oscuridad, el protagonista se congela al descubrir que es su propio padre. “El celoso Otelo, dispuesto a asesinar, se convirtió de repente en un escolar. La aparición de mi padre me asustó tanto”[16] Regresa el protagonista espantado, pero vuelve a espiar la ventana de Zenaida y observa algún movimiento, con lo cual confirma la conjetura que su padre era el amante furtivo de la princesa y, entonces, se abate entrando en una etapa de decepción. En los días siguientes llora y trata de reclamar a Zenaida, pero ella lo controla y consigue que se conforme con su suerte, incluso, de un modo extraño él disfruta su fracaso y el regreso a la condición de niño juguetón.[17]

 

El fuete sobre Zenaida. La escena culminante del romance entre el padre y Zenaida ocurre en la ciudad, cuando el protagonista ya no alimentaba esperanza de ver nunca a la princesa. El padre invita a su hijo divertirse correteando a caballo, dando saltos y provocando relinchos en la ciudad. Después de un rato de diversión inocente, Piotr le ordena al hijo que espere un rato con los caballos y se pierde por una callejuela. Como ha transcurrido suficiente tiempo y aparece un guardia amigable, el chico deja los corceles encargados, para buscar al padre. Para su sorpresa a la distancia distingue a Zenaida discutiendo con su padre, quien desespera ante las negativas de ella y en un gesto impulsivo suelta un latigazo contra la mano de la mujer. Esta escena aporta otra clave dramática del desenlace. Por lo que vale mirarla en más detalle, el padre levanta el “látigo con el que estaba sacudiéndose el polvo de los faldones de su chaqueta y se oyó un golpe seco que cayó sobre la mano descubierta hasta el codo. (…) Zenaida se estremeció, miró silenciosa a mi padre y, levantando lentamente su mano hacia sus labios, besó la cicatriz roja. Mi padre tiró el látigo, subió veloz las gradas del pequeño porche y entró en la casa...”[18] El hijo huye sorprendido y conmocionado. Afirma que el gesto de la princesa es sorprendente. Al alejarse llora imaginando que le están pegando más. Sin embargo, el padre regresa pronto y le indica que vuelvan a montar. El hijo observa que el látigo no está y pregunta dos veces durante la cabalgata; en el segundo cuestionamiento, el padre afirma que lo ha tirado. En ese alejamiento, advierte en el padre “cuánta ternura y compasión podían expresar sus rasgos severos.”[19] Al reflexionar el joven se sorprende ante esa nueva cara del amor, que despierta arrebatos y soporta dolores de tal manera inmutada. Hace un balance curioso, pues “El último mes me hizo envejecer, y mi amor, con sus emociones y sufrimientos, me pareció a mí mismo algo pequeño, pueril, insignificante ante la dimensión desconocida del otro amor”[20]

 

Ruta del enamoramiento hasta la resignación y la despedida

El amor es el hilo conductor de esta novela de manera muy obvia, centrándose en el amorío inocente del protagonista, incluso corresponde a un relato virginal en el varón, que no es tan usual en nuestro sistema de valores. A su vez, este tipo de amor está confrontado con otros tipos de amor que representan la princesa Zenaida y su padre, ambos disruptivos; sin embargo, con matices diferentes. La princesa posee un encanto y un interés por alcanzar las intensidades que la vuelve un espíritu y un cuerpo hipnóticos, que mesmeriza todas las miradas varoniles. Ella disfruta todo tipo de pretendientes y se regocija reuniéndolos, convirtiendo la admiración en un torbellino de alegrías; sin embargo, propende a rebasar los límites y alcanzar las intensidades máximas. En este relato el destino de la máxima intensidad es el amorío infiel con Piotr, el padre. Además, Zenaida encuentra una doble tendencia: tanto cúspide jerárquica por ser aristócrata y bella, como una paria por quedar empobrecida y ser mujer. El otro modelo de amor lo encarna la figura más típica del padre machista, que rebasa los límites de la fidelidad familiar, aunque está atado por convencionalismos; lo cual no impide que sea quemado y devorado por su pasión, insinuándose que eso provoca su muerte. A un lado de estos tres modelos recorren la ruta las posiciones de los pretendientes adultos los cuales cada cual representa una tendencia, menos considerada para los motivos de esta novela.

El interés de esta novela depende mucho de las intensidades que surgen en varios momentos, incluyendo algunas que se volvieron clisés, como la caída del protagonista que es reconfortado a besos por Zenaida. La primera intensidad es la simple visión de la belleza espléndida de la princesa durante un día de campo, modelo usual del “amor a primera vista”, que proviniendo de un jovencito menor y burlada por los otros pretendientes, termina en una huida vergonzosa. Y para el protagonista una máxima intensidad se alcanza muy rápido, cuando el azar le regala un boleto premiado con un beso en la mano de la princesa.

La fuerza amorosa en un momento se convierte en celos y furia, cuando es empujado por la intriga y ese arrebato termina en susto, cuando descubre que el pretendiente es su padre. A partir, de ahí suceden varios episodios de separación, que van profundizando una derrota que no implica odio al padre. La maduración del despecho sigue profundizándose con el descubrimiento de la agresividad del padre ante el rechazo de la princesa. De alguna manera, con las reflexiones después de esa espantosa escena, el resultado es abandonar más firmemente el “primer amor”, para suponerse en el territorio de la adultez.

La corte de pretendientes

Este grupo está formado por el conde Malevskiy, el doctor Lushin, el poeta Maidanov, el capitán Nirmatskiy, ya retirado, y Belovsorov, el húsar. Existe un efecto como grupo, especie de corte-manada-banda,[21] aunque hay otro efecto cuando se dispersan en individualidades. Alrededor de Zenaida son un grupo y así se mantienen hasta que ella provoca la disolución al enamorarse de un elemento ajeno, y romper las intensidades de su relación lúdica con este grupo.[22] Ella establece y mueve a su antojo la frontera de ese grupo y eso queda explícito cuando los demás rechazan a Vladimir, siendo que ella se impone de inmediato para incluirlo y hasta privilegiarlo. En su conjunto esta corte opera una interacción positiva con Zenaida provocando una loca carrera de alegrías; aunque el circuito se interrumpe por voluntad o ánimo de ella, revelándose así como la líder única y guía indiscutible, la princesa en sentido jerárquico.[23]

La proliferación de pretendientes para integrar una agrupación posee un efecto curioso: establece una dificultad adicional para cada participante y en el conjunto, una especie de freno colectivo; donde cada pretendiente es un vigía que evita intrusos y aleja la satisfacción definitiva. Por ejemplo, en la escena donde Vladimir mira fascinado a Zenaida por vez primera, entonces el doctor Lushin lo increpa por fisgón y, así, provoca su fuga. Igual en la escena cuando la princesa advierte que hay un posible amante que es distinto a ellos, provocando una reacción colectiva y, en particular, Malevskiy después tomará acciones para sabotear ese romance.

Ahora bien, esta corte privada entre la princesa y los pretendientes, incluye un nivel político inestable de parodia de matriarca y comedia de cortesanos, que al multiplicar la figura del enamorado se convierten en una bufonada efectiva, que sí resulta en algo positivo: un tropel de diversión y de enamoramientos distintos.[24] La relación dinámica entre el conjunto de pretendientes y la hipótesis de un amorío de pareja implica una dialéctica en el sentido filosófico. Mientras un único enamorado o una cita personal escenifica para ahondar las acciones, en cambio, la acción de grupo sirve de contención, en especie de negación de la negación de segundo nivel.[25]

En este relato, la dimensión predominante en esa corte de pretendientes es un sentido lúdico, que es hacia donde se encausa el deseo, bajo los supuestos de la trama, sin que esta ruta lúdica sea la única posible. El grupo, por principio, se reúne para divertir a su pretendida y satisfacer también una particular alegría, un gozo con la mirada e interacción permitida con la bella Zenaida. Conforme el amor es la presea trascendente más allá de lo divertido, acontece un grupo “mistérico” (especie de logia informal) que guarda el amor y lo ofrece a quien sepa descifrar el enigma. En este relato quien rompe los “siete sellos” es el padre seductor Piotr, quien por su acto rompe el código y provoca la desbandada múltiple, por lo cual es un “héroe fracasado”, porque se vuelve sacrílego al romper todos los códigos, en su matrimonio y con la infidelidad; sin embargo, siendo un adalid fracasado, Piotr no es condenado desde un código moral, sino por su propia derrota.[26]

La regla rota, la violencia latente

La novela completa está surcada por las transgresiones pequeñas y grandes, que combinadas con la tensión entre el amor y la violencia latente dan el tono del relato, con lo cual se definen bien las jerarquías y los recorridos viables para superarlas. Los principales transgresores de reglas son los coprotagónicos Zenaida y Piotr, que estiran las riendas del código de decencia y de violencia. Aunque estas rupturas son de naturaleza diferente, mientras la princesa se ubica en el lado juguetón (donde la belleza es debilidad).[27] De hecho, por origen aristocrática posee una especie de “patente de corso” para ejecutar transgresiones menores que entran dentro del rótulo del coqueteo hasta para entregarse fuera del matrimonio, tal como se indica en la trama. El amago constante de que Zenaida es capaz de entregarse fuera de los formalismos estructura su encanto y magnetismo constante. De hecho, los juegos que ella protagoniza alcanzan un nivel de intensidad extrema para los códigos de la época, por más que terminen en con un beso en la mano o con la cercanía de rostros cómplices. Muchos de los juegos simbolizan las acciones eróticas de manera simbólica como el cargar un sombrero en lo alto para que la ronda de amigos intente meter mano, el enredarse dentro de una seda traslúcida para susurrarse secretos, el utilizar varitas floreadas para golpear el rostro, el salto desde lo alto que provoca un desmayo, etc. La productividad del deseo depende de la opción de saltar barreras. La disposición de los varones para romper la distancia de la edad y la separación jerárquica (aristocrática) son parte del resorte de la trama.

La violencia latente está marcada por el personaje del soldado Belovsorov, el húsar celoso, quien se enoja y mira con violencia contenida a sus rivales. Y esa violencia se cumple con el arrebato final de Piotr cuando golpea a la princesa. De alguna manera, ese golpe final guarda una correspondencia con el juego del golpeo delicado con flores en la primera aparición de Zenaida. La narración indica que ese golpe está ligado a la terminación de las relaciones del padre con la princesa, con lo cual se confirma que representa un gesto condenado por el código moral.

Disolución y nostalgia del amor juvenil

Esta novela retrata el ciclo desde el nacimiento hasta el desvanecimiento del amor juvenil, señalando con claridad que no todos tienen el privilegio (y el riesgo) de vivirlo. Eso queda muy claro desde el inicio, pues dos de los primeros amigos no aportan nada que se parezca a un primer enamoramiento, sino que son partícipes de una especie de profanación anticipada del amor, mediante la insensibilidad y el convencionalismo. El primer amor auténtico marca un privilegio de intensidad, incluso aunque no alcance a cumplirse de manera física, cuando el padre se adelanta por la recompensa. El protagonista Vladimir encarna la máxima intensidad del amor virginal en sus circunstancias, bajo una serie de argumentos y escenas por entero verosímiles, que hacen las delicias de los lectores. Por su inocencia el protagonista resulta adorable y la princesa no es tan inocente, aunque sí débil, siendo el objeto del deseo unánime. Incluso el padre, cuyos actos son cuestionables y hasta alevosos, permanece bajo un halo de disculpa por la complicidad del más inocente, su hijo.[28] La disolución del amor juvenil se convierte en una herida de lo no cumplido y de la imposibilidad de recuperar la intensidad, de ahí que el final de la novela lamenta la irremediable pérdida de la juventud.

 

NOTAS:

[1] Kropotkin opina que el escritor se salvó de un castigo más severo por la intervención de amigos. Piotr Kropotkin Los ideales y la realidad en la literatura rusa, p. 92.

[2] Otro rasgo de Turguenev fue su enfoque intelectual, que en esta novela se nota menos que en otras de sus obras: “Sus novelas no son descripciones simples o fortuitas de tal o cual tipo de hombre ni de tales o cuales sucesos o corrientes de la vida que por una u otra circunstancia hayan llamado la atención del escritor.” Kropotkin, op. cit., p. 95.

[3] “En 1861, la burocracia noble, apoyándose en los terratenientes liberales, implanta la reforma campesina.” Trotsky, Historia de la Revolución Rusa.

[4] Que los vecinos sean de una aristocracia venida a menos genera una tensión entre la jerarquía social y la proximidad, tensión mayor a la que alcanzamos a percibir desde la posmodernidad cuando la “realeza” se limita a mascaradas y revistas de vanidades. En el siglo XIX la aristocracia rusa monopolizaba el poder político y el tema de traspasar sus barreras fue el fermento revolucionario. Véase, Anderson, El Estado absolutista.

[5] La diferencia de edades adquiere gran importancia como barrera y jerarquía, aunque sí es salvable. De hecho, implica un resorte que alimenta el deseo. En palabras de Zenaida: “Usted, según he oído, tiene dieciséis años y yo tengo veintiuno. Como ve, soy mucho mayor que usted y por eso tiene que decirme siempre la verdad... y obedecerme- añadió-. Míreme, ¿por qué no me mira?” Turguénev , El primer amor, p. 22.

[6] La princesa “me dio un beso fuerte y apasionado. Sólo Dios sabe a quién buscaba ese beso largo de despedida, pero participé ávido de su dulzura” p. 123.

[7] Turguénev , El primer amor, p. 129.

[8] “un rasgo característico de sus escritos. Sus novelas son una sucesión de escenas -algunas exquisitamente bellas- cada una de las cuales le sirve para caracterizar a sus héroes. Por eso todas sus novelas son breves y no necesitan de una fábula complicada para mantener la atención del lector.” Kropotkin, Op. cit., p. 96.

[9] Turguénev , El primer amor, p.  12.

[10] Turguénev , El primer amor, p.  13.

[11] Turguénev , El primer amor, p.  37. El cambio de las geometrías resulta interesante, en el juego ella es un centro y los demás satélites desplazando en semicírculos. El amor pasional está marcado por líneas rectas que chocan, las cuales deben evitarse por lo comprometido del desenlace.

[12] Turguénev , El primer amor, p.  41.

[13] Turguénev , El primer amor, p.  42.

[14] Turguénev , El primer amor, p.  43.

[15] Turguénev , El primer amor, p.  78.

[16] Turguénev , El primer amor, p.  100. Además, simbólicamente, extravía la navaja que ocultaba. Parecido a como el padre pierde su látigo al final de la trama.

[17] “No lloraba. Reía, aunque de los párpados, un poco hinchados, caía al reírme una lágrima. En el cuello, en vez de la corbata, llevaba una cinta de Zenaida. Grité de alegría cuando pude alcanzarla. Hacía conmigo lo que quería.” Turguénev , El primer amor, p.  115.

[18] Turguénev , El primer amor, p.  130.

[19] Turguénev , El primer amor, p.  132. Resulta viable darle una clara interpretación edípica al relato, aunque también hay muchas otras dimensiones. Véase Deleuze, Kafka, hacia una literatura menor. En este caso, el protagonista siempre se mantiene bajo la sombra del padre, hasta que fallece.

[20] Turguénev , El primer amor, p.  132. Queda fijada la dimensión de un “otro amor” de adultos.

[21] La presencia de un conjunto (tipo manada) da una categoría específica, una serie en movimiento que no se relaciona con las dualidades, sino con los “varios”, Véase Deleuze y Guattari en Mil mesetas.

[22] Rougemont, Amor y occidente, señala la peculiaridad de la “corte de amor” medieval como un terreno especial para jugar al enamoramiento fuera del circuito religioso y matrimonial.

[23] Esta dominancia de ella se insinúa como dominación hasta que la irrupción de Piotr la regresa hacia el papel tradicional de mujer sometida al amor del varón. Aún, así ella presenta resistencia y se fuga hacia otro papel tradicional de esposa para no adaptarse al rol de “querida”.

[24] El poder en esta novela resulta ineficaz, más bien remite hacia un interregno, cuando una caricatura de poder se impone transitoriamente durante el carnaval. Canetti, Masa y poder.

[25] Con uno solitario, su negación al agregar la atracción de dos es la pasión de amor; a su vez, la negación al agregar el despechado es el celo del frustrado; a su vez, la negación al agregar otro o más elementos, ya forma la corte de pretendientes. Véase Fenomenología del Espíritu de Hegel, o El ser y la nada de Sartre.

[26] Campbell, El héroe de mil caras.

[27] La hipótesis estética de Witold Gombrowicz de que juventud es belleza, juventud es debilidad, por tanto la belleza es debilidad.

[28] Cierto, que el padre violenta códigos de moralidad, en especial, al golpear a Zenaida y ser infiel a su esposa, sin embargo, la novela evita condenarlo; para lo cual su rápida muerte suprime las consecuencias morales.

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