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jueves, 7 de julio de 2022

MANZANAS DE LAS HESPÉRIDES EN BREVE

 



 

Por Carlos Valdés Martín

 

 

Motivación

Las evocaciones sobre Jardín de las Hespérides resultan de gran interés por sus conexiones y significados. Hay relación de esta narración del jardín privilegiado que condensaba las potencias solares y producía manzanas doradas que daban vida eterna, por ejemplo, hacia el Edén del Génesis (las frutas prohibidas), las leyendas heroicas (de Hércules), el zodiaco, la geografía antigua (el Occidente), la asignación de España y el simbolismo del atardecer (frontera de día y noche, vida y muerte, la cosecha alegre del Edén), la búsqueda de la Atlántida, etc. Entre las más clásicas de estas ninfas se ha nombrado a Egle, Eritea y Hesperetusa, la última también personificada como Hesperia y Aretusa, por lo común del relato clásico son hijas de la Noche, engendradas espontáneamente, o también descendientes de Atlas (Atlante) o de Vesper.[1]

1ª premisa en el Edén

La conciencia de un estado paradisíaco original o postrero es una de las grandes motivaciones de las religiones, reflejo de un anhelo psicológico por la edad perdida (la primera infancia o hasta el útero de la identidad sujeto-objeto).[2] En principio, el Edén comienza por unirse a la visión más ingenua de un jardín, para adquirir una densidad mítica, un sitio de la perfección originaria, tal como se ha interpretado el relato del Génesis. En el espectro griego la región paradisiaca se integra por una lejanía geográfica en dirección del occidente, que va más allá, cada vez: Primero hacia Italia, luego hacia España, luego junto a los montes Atlas de África, para ser islas del Atlántico… Que luego reviven en el mito de la Atlántida, como una civilización primigenia. Las diosas mujeres del atardecer, como hijas de la Noche o la Oscuridad, así como algunas Horas, indicaciones que guiñan la mirada hacia los períodos nocturnos y del descanso. Además, a estas islas beneficiadas por las bellas Hespérides, se les agrega un don para volverlas preciosas, que son las manzanas (o más precisamente frutas) de la inmortalidad. El fruto como reflejo de la vitalidad de la naturaleza emanada del árbol sagrado, que al crecer resulta un don tan completo de inmortalidad o sabiduría es un mito compartido también por el Génesis y muchas otras leyendas. Ese gran poder de la fruta mágica, de alguna manera, debe protegerse mediante guardianes terribles. Los griegos imaginaron a un dragón de cien cabezas y en el paraíso judeocristiano se colocaron los arcángeles, también terribles cuando no son tus amigos.

2ª consecuencia de Vida Eterna

La vida disfrutada con hermosura, fuerza y sabiduría (el triángulo de las ninfas, héroes y dioses paganos) sería perfecta si no fuese mortal. Lo bueno será increíblemente bueno cuando nunca se acabe, sin embargo, el problema humano es la conciencia de nuestra mortalidad y finitud. De la muerte, nos lamentamos desde que tomamos conciencia en la infancia, sintiendo ese temor y temblor, lo cual se convierte en un lamento popular. Las mentes refinadas perfeccionan esa conciencia, así el filosofar es aprender a morir,[3] tal como los estoicos dedicaron su mejor esfuerzo a adaptarse a la sombra de la muerte.

La religión y la mitología compensan esa tristeza ante la muerte mediante una visión edénica de una región donde la vida siempre florece. Una de las opciones está en el límite donde se pone el sol, en la región del ocaso. Precisamente la ubicación de las islas del Atlántico o el Jardín de Hespérides a los pies del gigante Atlas está imaginada en la frontera de la región donde “muere el sol”, por eso las ninfas encantadoras hijas de la Noche y la Oscuridad ahí siguen jugueteando, convertidas en seres de vitalidad, generando y regenerando a nuevas divinidades tales como a Hemera, el Día en femenino y Éter la luminosidad superior en masculino.[4]  

3º materializar un prodigio: fructificar

Los jardines de Hespérides y las Islas de los Bienaventurados fueron buscados como sitios reales, que se escapaban de los viajes de los antiguos marineros. Esos escapes resultaban en frustraciones o suponer que en el lejano pasado sí existió ese sitio originador de plenitudes, según la leyenda de la Atlántida del Timeo.[5] Mientras tal prodigio no se encontró en la geografía sino como vestigio, en cambio, la biología natural daba a los pueblos abundantes evidencias de que la vida se revitalizaba en cada estación, de tal manera que la evidencia de los frutos mostraba que el principio vital se condensaba y permanecía al alcance de la mano. Los atributos místicos de los misterios Eleusinos explicaban el drama de la muerte y resurrección del cereal a partir de su viaje al inframundo. Estos atributos se miraban con ligeras variaciones en los frutos, de ahí la “fructificación” y su capacidad para nutrirnos de salud. A partir, de la evidencia práctica e irrefutable de que los frutos traían bienestar, se consolidó la visión de que la vitalidad se condensa (noción importante para buscar esencias, pensando que el Sol da su esencia a frutos dorados) en la naturaleza y la mano atinada es capaz de obtener los frutos precisos que dan vida. ¿Cómo se transita de la nutrición con deliciosos melones o manzanas hacia una vida eterna? Por la propia dialéctica del tiempo (Cronos devorador), pues lo eterno únicamente lo conocemos por este ahora (Aion fluído) que transcurre. “El Aión es exactamente la frontera entre las dos (series antagónicas del cielo y la tierra), la línea recta que las separa, pero igualmente la superficie plana que las articula, vidrio o espejo impenetrable.”[6] De la misma manera, el fruto se convierte en un más allá que unifica la distancia entre la vida y la muerte, de tal manera convertido en llave para el enigma de la vida eterna, reservada para los héroes y dioses de la mitología. [1] El deseo insensato de obtener una fruta eterna de hespéride resulta en la absurda temporalidad de Marx en su teoría del valor-trabajo, que se cristaliza a manera de sustancia eterna. Para Marx el tiempo nace para cristalizar en una especie de sólido eterno, que rige el sistema, pero nunca se pierde, únicamente se ajusta en atrasos y aceleraciones (de épocas), en petrificaciones (de valor) y revoluciones (de futuro), donde la emanación positiva es la “comunidad”, por tanto, la deidad secreta del comunismo.[7]  

4º fruta al alcance de la mano extraordinaria

La lejanía mítica nos conduce cada vez más lejos, saltando del espacio vespertino (con la etimología del ocaso)[8] hasta llegar a las estrellas, donde las constelaciones del zodiaco se vinculan con los doce trabajos de Hércules. En algunos relatos las Hespérides terminan siendo un grupo de estrellas, el reptil de cien cabezas que las guarda es otra constelación llamada Dragón, y Hércules es otra constelación que domina al Dragón. Sin embargo, el relato exige que lo codiciado, de alguna manera, sea alcanzado.

Una vez que se ha atisbado la mera posibilidad de un fruto extraordinario que convierte lo pasajero en existencia eterna había que conquistarlo. La medicina y el aparato científico se preocupa por traspasar la frontera y prolongar un poco la esperanza de vida del ciudadano promedio; mientras el antiguo indagaba sobre una ruta para encontrar el prodigio al alcance de la mano. Era evidente que esa manzana única que data tanto con un mordisco debía ser ambicionada por los reyes, que su lejanía y los peligros que había en la ruta la protegía y que el singular talento de un héroe o un dios lograrían alcanzarlas. Los antiguos atribuyen a Hércules ese logro cuando suma su fuerza con el ingenio, capaz de sustituir al Gigante Atlas cargando al mundo o al cielo, y con la astucia para engañarlo.

En el relato mítico lo sellado por la imposibilidad se supera para quedar al alcance de la mano. Cuando el héroe Hércules se ha apoderado de las manzanas de las Hespérides el “secreto de la inmortalidad” queda al alcance de la mano terrenal. Sin embargo, no se conocieron humanos que hayan logrado comer de ese fruto, así que las prodigiosas manzanas deben regresar a su recinto y una diosa se encarga de regresarlas.

5º las frutas conocidas y desconocidas

Las manzanas que conocemos ahora son un derivado del arte hortícola, de tal manera que los antiguos cuando pensaban en lo que recogía Hércules no implicaba esa vistosa manzana roja o amarilla en particular, sino alguna otra fruta según la región donde se produjera el relato. Para los griegos antiguos, la fruta posee muchos significados, y la manzana (lo que ahora consideramos ese hermoso ejemplar rojo y de cáscara brillante, con un corazón de estrella en pentágono) que se revelan en distintos relatos. Uno de los más antiguos es la “manzana de la discordia” donde suponemos que una disputa entre diosas durante el primer “concurso de belleza” originó la trágica guerra de Troya. Este antiguo relato implica que la manzana es capaz de encerrar las potencias benéficas y las maléficas en una forma engañosa. Para la tradición judeo-cristiana imperó la hipótesis de que un fruto fuera la vía de la tentación y la ruta para quedar expulsados del paraíso. Lo anterior significa el contraste entre apariencia y esencia, así como el fruto es la máxima expresión de vida también sería una puerta a la muerte: son los dos lados de la moneda que aparecen juntos. Bajo tal ambigüedad la tarea de conocer los frutos y distinguirlo resultará más urgente, una diferencia entre el día y la noche, sin que ésta sea una desgracia, sino que Nicté es un ser otro, una radical situación donde el Sol se ha ausentado.

 

6ª ¿Paraíso adánico es un relato antagónico al Jardín Hespérides?

En la etimología occidental, en algún momento, la manzana (en su hermosa versión que llega hasta nuestros días) se asoció con alguna maldad, al interpretar de manera profana el relato del Génesis. El relato del edén de Adán y Eva posee la ventaja de que, en algún sentido primordial, todos participamos (por linaje) de una perfección primordial, por más que la expulsión adquiera el tono de su contraparte, como una desgracia inalcanzable (pues al pasado nadie regresa). El relato del Jardín de Hespérides posee la ventaja de una búsqueda extraordinaria para alcanzar una condición extraordinaria, motivación de los viajes y de las personalidades extraordinarias. Ambos relatos, ponen énfasis en cualidades potenciales de todo ser humano, ya sea con una perfección originaria (perdida, pero recuperable) o con una perfección a buscar en la lejanía bajo la condición de reunir las condiciones extraordinarias.

 

7º Conclusión: ¿manzanas adentro o afuera?

Esta exploración hacia el hermoso Jardín de las Hespérides invita a descansar para preguntarnos ¿dónde están ahora esas manzanas desde la perspectiva de este siglo? La oposición entre el adentro y afuera de tal hipotética vida eterna parece irreconciliable, a menos que ya se haya cumplido con un largo viaje, como Hércules, o se posea una memoria como la de Milton, quien en sus poemas recordaba El paraíso perdido. La tradición esotérica busca esas manzanas prodigiosas dentro de cada persona, ya sea mediante la iluminación de los chakras y la indagación en su espíritu, mientras la ciencia sigue buscando cómo inventar otras manzanas de Hespérides, condensando esencias solares.

NOTAS:

[1] Hesíodo, Teogonía.

[2] Resulta sorprendente la importancia de serios filósofos le dieron a la identidad sujeto-objeto como una finalidad suprema de la evolución o del movimiento social, tal como descubrió Lukács en su fervor marxista juvenil. Esa perspectiva implica un exceso utópico y erótico de la fusión total.

[3] Montaigne, título de uno de sus Ensayos.

[4] Véase Hesíodo, Teogonía. Entre los griegos no hay una sistematización existen muchas variaciones. Lo cual dará diferentes dioses y ninfas en ese territorio del jardín de Hespérides.

[5] La leyenda de la Atlántida estimada por Platón en el Timeo, renació con las visiones alternativas desde finales del siglo XIX, en una nueva mitología, acetaba a diversos niveles, tal como lo muestra La raza cósmica de José Vasconcelos.

[6] Deleuze, Lógica del sentido, p. 60. Discute la oposición entre Cronos y el otro tiempo del Aion a partir de los conceptos de filósofos estoicos, sin llegar a una resolución, simplemente lo retoma como base de la serie, un concepto en él por completo filosófico.

[7] Deleuze, Lógica del sentido, p. 138, para la temporalidad. Véase, Marx El capital, para la teoría del valor trabajo, y en Foucault la crítica de esa temporalidad victoriana en Las palabras y las cosas.

[8] Vespertino proviene de la misma etimología del Hespérides.

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