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lunes, 1 de febrero de 2021

MANÁ Y EL ALIMENTO ESPIRITUAL

 



Por Carlos Valdés Martín

 

La huida de Egipto presentaba otro tremendo desafío para los judíos: el desierto. Ese territorio de arena no daba medios para alimentarse y era inminente el riesgo de morir por hambre. La solución de la narración bíblica fue un alimento caído del cielo durante los siguientes 40 años.

Esta interpretación no pregunta si existió un maná físico, sino sobre el sentido simbólico de recibir dones celestes que alimentan. El maná legendario fue una materialización de una presencia divina, de tal manera que no es un “fruto de la tierra” ni del trabajo, sino un mágico “don gratuito”.

Cuando sucede un “don gratuito” tangible, estamos refiriéndonos a la Naturaleza (o la Materia como el ser físico entero), la cual nos colma con su fuente del bienestar.[1] La condensación del rocío posee semejanza con el relato y para la mirada observadora da otra especie de milagro, cuando el aire condensa gotas de agua durante la madrugada.

La palabra “maná” surgió de una pregunta por extrañeza “¿qué es esto?”[2] Jamás nadie más ha reproducido maná en sentido físico; en cambio, la Naturaleza a diario nos da nutrientes con los dones del cielo y el ejemplo emblemático es la respiración que nos nutre del aire.

Existe una interpretación sublime del maná, por ejemplo que el cristianismo lo interpretó así y lo presentó como oportunidad para la salvación.[3] Aunque no consideremos una religión, el espíritu requiere de una alimentación específica, ya sea mediante asimilación intelectual, por emociones gratificantes o significados ético-culturales.[4] Las antiguas escuelas filosóficas tuvieron claridad de que ellas alimentaban a sus adeptos de una manera distinta: compartiendo conceptos, representaciones y simbolismos. La visión del pitagorismo como una secta ascética es una distorsión, pues lo que innovó Pitágoras fue otra alimentación: algo apropiado al intelecto con los números y al espíritu con sus enseñanzas místicas.[5]

Conforme el pensamiento y la cultura proliferan, la alimentación de ese otro maná (el metafórico, no el milagroso) fluye de manera constante. El pensador atento se alimenta de un maná intelectual.



[1] Sin embargo, lo gratuito queda devaluado, mientras lo valioso es difícil, trabajoso o escaso.

[2] Éxodo, 16:13.

[3] En la “Eucaristía” lleva al extremo ese concepto al reinterpretar el maná como el don del pan de Cristo, pues no toda nutrición significa salvación.

[4] Obsérvese que hasta la política manifiesta formas de religiosidad. Véase Jorge Cuesta, Ensayos, Mircea Eliade, Tratado de historia de las religiones.

[5] Véase al romano Porfirio.

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