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martes, 28 de abril de 2020

KEYNES CURA EL EFECTO COVID19




Por Carlos Valdés Martín

En el periodo de la posverdad, habrá quienes crean que hay un médico inglés John M. Keynes que encontró la cura para la enfermedad. Lo cierto, en cambio, es que casi hace un siglo encontró la sanación para la enfermedad económica que seguirá al coronavirus, pues las economías pueden entrar en el estado más parecido a la pérdida de la salud.
Sin embargo, duden que este caballero haya curado a la economía enferma y vean el enojo que despertó entre los “enterradores del sistema”. Un crítico lúcido y radical, Trotsky señaló que Keynes estaba haciendo un servicio para salvar al capitalismo, lo cual provocaba su desprecio. Por más que el inglés cuando era joven coqueteó con el socialismo y fue amigo de la naciente URSS, hasta hizo una visita oficial donde se encontraron ambos personajes.[1] Para el caballero inglés los rojos le parecieron demasiado autoritarios y para los comunistas éste demasiado pragmático, dispuesto a salvar el barco del capital, empezando por rescatar a su Isla Británica.   

Una fórmula polémica

El pensamiento innovador y los remedios que propuso Keynes se han sintetizado en una fórmula donde se relaciona la Demanda Agregada con el Consumo, Interés, Gasto del Estado y Exportaciones. A su vez, esta fórmula relaciona el Empleo y la Inflación como polos opuestos, en un juego de políticas económicas sobre cada uno de los cuatro factores. La propuesta de Keynes llamó poderosamente la atención por dos cuestiones separadas, por ofrecer un panorama de una “Teoría general”, que relacionaba factores que no se habían relacionado con consistencia en el periodo previo.[2] Aquí el término “general” posee una fuerza especial, como un parangón cuando Einstein intentó pasar de una teoría física de la relatividad particular a una “teoría general de la relatividad”.

El trasfondo: la crisis de 1929 y la búsqueda del pleno empleo

Y la teoría de Keynes se habría quedado entre las curiosidades de la academia a no ser porque se presentó en un período cuando urgían soluciones. Después de la Primera Guerra Mundial había estallado una tremenda crisis económica, que después de 1919 parecía un fenómeno exterior, en el sentido de secuela de la Guerra, pero hacia 1929 se mostró como una crisis interior al sistema capitalista. En el otro extremo, la URSS revolucionaria ofrecía un sistema económico alternativo y había agitación política entre las masas de las naciones. El bando comunista señalaba que el capitalismo estaba en franca agonía, que los ruidos eran sus campanas de sepultura, sin embargo, también la construcción del comunismo se mostraba difícil y tropezando con  un sinfín de problemas.
En el periodo de auge capitalista había florecido una visión económica que se llamó teoría clásica que afirmaba la perfección del funcionamiento de los mercados, por lo que el Estado lo mejor que hacía era intervenir menos en la economía. Aunque esa teorización de la perfección de los mercados capitalistas era popular en la academia los Estados capitalistas parecían desobedecerla por múltiples factores como las presiones militares (en un periodo ensombrecido por furiosas guerras) y las agitaciones sociales. Sin embargo, también era evidente que los Estados capitalistas intervenían en la economía con suma torpeza, tal cual lo demostraron las coyunturas de las hiperinflaciones en varios países en la posguerra (entre 1919 y 1925). Intentando resumir hacia 1929 el Estado capitalista procuraba intervenir poco en la economía y cuando lo hacía demostraba torpeza y efectos perjudiciales.
En la crisis de 1929 se desataron dos fenómenos conjuntamente. La crisis de la Bolsa que afectó a nivel más financiero fue el detonador de un problema hondo, pues tras el desplome de las acciones también las empresas cerraron por miles y vino una parálisis de los mercados.[3] Con el cierre de empresas se desató una desocupación terrible que implicaba hambre y desamparo para millones de personas, incluso en los países más ricos. Por un lado, había manos sin empleo y del otro había capitales sin empleo productivo, como dos partes de una ecuación rota, separada por una muralla que no servía a nadie.

Descubriendo un gasto público como remedio

Desde los albores de la humanidad el Estado ha acopiado recursos, los ha concentrado y luego empleado para diferentes motivos, ya sea para hacerle la guerra a sus vecinos o levantar una pirámide majestuosa; pero en el periodo capitalista no estaba tan claro que pudiera contribuir directamente a resolver una honda crisis capitalista. Señalamos que Keynes no inventó la inversión pública pero sí estableció los motivos y parámetros cuantitativos de su eficiencia. Y, claro que no todo salió de su cabeza, pues su visión se apoyó en diversos autores y hasta en el avance de la estadística pública, que permitió hacer mediciones de las intervenciones económicas del Estado.
En especial, Keynes encontró que el Estado podía hacer una gigantesca inversión pública antes de recibir los impuestos equivalentes y en un año fiscal podía gastar más de lo que recibía sin provocar una catástrofe de inflación, siempre que lo hiciera en una medida (establecida por la teoría económica) y volcada en ciertas actividades que ventajas, para multiplicar el beneficio económico. El término del “multiplicador económico” se convirtió en una especie de talismán, pues era el multiplicador la clave para que el Gasto del Estado se volviera un flujo de riqueza, que daba trabajo hasta alcanzar el pleno Empleo, y que favorecía el ciclo de inversión y consumo, para que los capitales privados florecieran hasta se Empleados por completo.[4] De tal manera, que él propuso un método para salir del atolladero mundial tras la crisis de 1929 y comenzó la edificación de lo que después se llamó la “Política Económica” de la mano del “Estado de Bienestar”.  

Desde un periodo turbulento hasta su apoteosis de posguerra

Si bien las innovaciones de Keynes para los países capitalistas empezaron a dar resultados, el contexto internacional resultaba tan complicado que no resultó tan evidente su trascendencia, sino hasta después de finalizada la Segunda Guerra Mundial.
La guerra moderna implica una movilización completa de la sociedad por el Estado nacional (en ocasiones un Imperio multinacional) en un esfuerza extremo y desgastante, el cual desordena el ritmo de la existencia civil. Para las naciones civilizadas de la Europa del siglo XIX, con larga memoria de guerras esta práctica no era extraña, sin embargo, la modernidad implicaba una movilización más completa de la población, mediante un reclutamiento masivo, si se compara contra los ejércitos feudales, más elitistas o de mercenarios. La misma irrupción de una militarización temporal también implicaba una alteración de los factores económicos que parecían haber funcionado durante el siglo anterior en las potencias capitalistas más adelantadas, como Inglaterra, Francia y Alemania.[5]
La teoría económica había florecido en espacio de la Gran Bretaña, con los primeros teóricos clásicos, quienes entendieron que podía funcionar un sistema mercantil capitalista autónomo, sin intervención directa del Estado feudal. El modelo de Adam Smith y David Ricardo alentó la práctica comercial y pronto Inglaterra se convirtió en “el taller del mundo”, ganando una posición de industrialización por encima de las demás naciones. Desde un principio las crisis económicas habían surgido tras los auges capitalistas, sin embargo, no parecían amenazar la continuidad del sistema. ¿Cuándo se entendió que el capitalismo era un Sistema coherente con sus propias reglas? Fue a partir de estos llamados economistas clásicos.
Un Sistema para ser concebido debe mirarse como un conjunto, de tal manera que la economía se observe a manera de un cuadro, que se capte mentalmente en un sentido unificado. La famosa fórmula de Keynes implica que el conjunto se puede sumar como una unidad de Demanda Agregada, que también se define como un “deseo de gasto en bienes y servicios” con poder de compra. Esta “Demanda Agregada” también corresponde con la Oferta Agregada (la producción, luego el PIB) y el Ingreso, así con los niveles de precios, aunque no entraremos en tecnicismos.[6] Aquí, solamente quiero señalar que Demanda Agregada ya es un conjunto superior de todo lo que demanda una nación dada.[7] A su vez, ese conjunto está en equivalencia con cuatro elementos de los cuales únicamente quiero hacer notar que parecen dispares como el conjunto de Bienes Consumo y el conjunto de Bienes de Inversión, que resultan ligados al Interés; todavía se suman (o desagregan) otros dos grupos que son Gastos Público y la Exportación.
Este manejo del conjunto, los subconjuntos (o equivalencias) en el periodo posterior al éxito de Keynes pareció una obviedad porque parecía estar funcionando bien, sin embargo, causó mucho rechazo inmediato. Los economistas clásicos no estaban de acuerdo con tal agregado. Por ejemplo, en un régimen militarizado el Gasto Público se aparece como esfuerzo de guerra y empieza a “comerse” los demás Bienes.

Y = C + I + G + (X – M)

Otra manera de ver la fórmula afín a Keynes, que se aplicó en cuentas nacionales y en múltiples estudios económicos, es la señalada como subtítulo. Quedó integrada dentro de las Cuentas Nacionales como una especie de estadística ordinaria, sin un dispositivo de investigación ni de ciencia aparente, pero sí implica una comprensión. Sucede como el tomar la temperatura del paciente, ya está basado en la suposición de que existe un rango de temperatura normal y la experiencia de que más allá de un valor definido hay una fiebre, usualmente debida a la presencia de la enfermedad. El Producto Interno Bruto es la escala equivalente a un termómetro de la actividad económica y su tendencia sana usual es al crecimiento, entonces el estancamiento y la baja del llamado PIB implica un problema, la “salud” del cuerpo económico indica un problema.
A su vez, esta fórmula está ligada con relaciones adicionales que no están en esa cifra y en primer orden está el empleo. Importa la mano de obra y el empleo de capital, aunque el primero de estos “factores” es el más significativo por las repercusiones humanas, pues el desempleo de los trabajadores es lo que más afecta. Otros factores claves quedan atrás de la visión inmediata pero son integrantes de su sustancia, a manera de un sistema circulatorio, como son la tasa de interés, la inflación y el nivel de impuestos.[8] El balance con el exterior implica que existe una conexión y que por tanto en el horizonte existe un mercado mundial.
Cuando se aplicaron medidas económicas para buscar un pleno empleo y solucionar la crisis y las consecuencias de la Guerra Mundial se estaban aplicando “medidas keynesianas”. Entonces el autor inglés ya se había convertido en una especie de marca registrada a nivel mundial, con un sello de efectividad, eficacia y eficiencia en la intervención económica del Estado, bajo los supuestos de una economía capitalista, pero afín a una fuerte intervención del Estado, que se suele llamar un principio socialista. La sorprendentemente rápida reconstrucción de la posguerra y un periodo de auge económico quedó asociado a ese nombre.

RELATIVIZACIÓN Y MODA “NEOLIBERAL”

A partir de la llamada crisis del petróleo de 1974 se comenzó a señalar que el modelo keynesiano de intervención en la economía no funcionaba lo suficientemente bien y que debería revisarse. La objeción es que provocaba inflación y que había una combinación de crisis económica con aumento de precios. El hecho de que los modelos de Keynes fueran la primera interpretación útil para superar una gran crisis y reconstruir una economía mundial de posguerra no significó que fuera una varita mágica para remediar todos los males y que operara en cualquier contexto. En los siguientes 20 años la popularidad de la corriente keynesiana se sustituyó en las preferencias por la visión llamada neoliberal y el Consenso de Washington mediante el cual se retiraba el intervencionismo del Estado y se privilegiaba la contención de la inflación. Sin embargo, esto resulta también una formación relativa, los déficit fiscales, la deuda externa y la inversión pública masiva no dejaron de existir, y la fórmula de las cuentas nacionales son de tendencia “keynesiana”. Resulta extraño que haya discursos anti-keynesianos que basan su información en las cuentas nacionales keynesianas, pero así sucedió por décadas. Sin embargo, hacia 2008 surgió una gran crisis y la beligerancia del neoliberalismo —versión extrema de la economía clásica, rayana en la religión de mercado— se comenzó a desinflar y volvió el pragmatismo del Estado. Y ese “pragmatismo” de la política económica del Estado se apropia y emplea la herramienta del keynesianismo sin notarlo.
El relativismo suele mirarse a modo de una curva y las curvas del sistema keynesiano suelen volverse líneas y terminar en intersecciones, de tal manera que opera un redondeo con alcance hasta límites definidos. En cierto sentido, las suaves curvas keynesianas de la Demanda agregada y Oferta agregada se convierten en las paredes que encausan los flujos económicos, funcionan cual fronteras y el sistema parece un cuadro, a la manera de una “Tabla económica”,[9] que supere los efluvios de Salomón.
Sin embargo, si empleas la gasolina para pintar la casa dirás que es una mala pintura, si la usas para saciar la sed dirá que es veneno… así utilizar el keynesianismo para justificar cualquier capricho político del Estado o las exigencias de la presión pública resultará en malos resultados. La tendencia hacia una inflación recurrente se atribuyó a los abusos del keynesianismo con los gastos subidos del Estado benefactor, por lo que surgió una moda de recorte de las tareas del Estado, incluso de un desvalijamiento.
La moda de la aplicación económica neoliberal se centró en restringir el déficit público y cuidar al circulante, para que desaparecer la inflación desbocada. La inflación, en efecto, se redujo en los principales países, pero eso no implica el Todo para la vida económica. El Estado de Bienestar también se fue desmontando con la moda neoliberal, sin embargo, la transición entre el final del siglo XX y el principio del XXI parecía que únicamente traía crisis por la esfera financiera, relacionada con especulaciones de empresas tecnológicas o fraudes con las hipotecas convertidas en instrumentos especulativos, pero no había sucedido una crisis de dimensiones desafiantes. Entonces llegó el Covid19 con su parálisis y una problemática muy compleja.

LA VELOCIDAD DEL VIEJO DOCTOR

El neoliberal extremo si fuera el capitán de un barco abandonaría el timonel, pues afirmaría que las aguas del mercado se autorregulan, por tanto no hay un verdadero riesgo en la navegación. Mientras se navega por altamar podría olvidarse el timonel, sin embargo cuando los arrecifes están próximos conviene marcar el rumbo para alejarse. El neoliberal extremo dejaría el barco a la deriva para siga el capricho de las corrientes marinas y los vientos. El keynesiano pondrá un rumbo para retirarse de los arrecifes.
Los primeros libros de Keynes sobre economía están por cumplir un siglo y su obra más famosa data de 1936. Resulta sorprendente que su obra sea un referente a la hora de intentar salvar una catástrofe económica. En materia de medicina para grandes males, pareciera que la economía no ha avanzado demasiado: o se deja funcionar solito al sistema o se interviene con fórmulas más o menos keynesianas. La última opción es enterrar al capitalismo al estilo de Marx, con opción a que reviva al estilo 1989, como si debiera empezar el ciclo desde cero. Sin embargo, la crisis significa justamente que el capitalismo no funciona bien solito. Con tal edad, el fantasma de Keynes será el viejo doctor (modelo del patriarca pueblerino) que posee recetas dentro de su maletín, que ha probado repetidas veces desde la juventud.
El viejo doctor estará contento de recetar su medicina, la pregunta es ¿ha avanzado la ciencia económica para medicar otros remedios? Por más que hay retortas nuevas para hervir los viejos caldos, ¿hay nuevos principios activos? La llegada del viejo doctor keynesiano pareciera irrumpir alegre por el mundo, mientras la pandemia paraliza las actividades. La rapidez de su llegada a sorprendido como si fuera un Santa Claus que recorre el planeta en una sola nochebuena. 

NOTAS:

[1] Trotsky, Materialismo dialéctico y ciencia. Ahí relata un detalle de la visita de Keynes a la Rusia revolucionaria, cuando todavía era un desconocido. 1940, febrero.
[2] John Maynard Keynes, Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero.
[3] John Kenneth Galbraith, The Great Crash, 1929.
[4] Paul Samuelson, Macroeconomía.
[5] Historia mundial de 1914 a 1968, David Thomson
[6] Keynes, Teoría general…
[7] Esta equivalencia también está presente en Marx como identidad entre producción y consumo mediada por la distribución, ya sea trans-histórica o como ciclo de la mercancía global M-D-M. El capital y la Introducción a la Contribución a la crítica de la economía política.
[8] Existen muchas relaciones claves que enfatizó Keynes como la “propensión marginal al consumo”, la cual revela la tasa de ahorro. Pero este no es un comentario técnico. Branson, Teoría y política macroeconómica.
[9] La economía fisiocrática casi olvidada tuvo esa audacia intelectual de diseñar una primera tabla para mirar en conjunto a la economía nacional que se mueve en una dirección, intercambiando los recursos entre los sectores. Francis Quesnay, Tableau economique, 1758.

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