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domingo, 7 de diciembre de 2025

ALTAMIRANO: MASÓN QUE AMÓ AL SACERDOTE CATÓLICO

 


 

Por Carlos Valdés Martín

 

Cuando los masones mexicanos alcanzaron el Poder en el México del siglo XIX, ellos nunca demolieron ni prohibieron a la Iglesia. Las constantes guerras civiles entre conservadores y liberales desembocaron en la invasión francesa y la imposición de Maximiliano a sangre y fuego. Después, el movimiento liberal obtuvo el triunfo de la República y se fusiló a Maximiliano, pero no se siguió una persecución contra los sacerdotes que fueron cómplices de esa invasión. Al contrario, Juárez y su generación procuraron una reconciliación nacional y el perdón a los mexicanos que se habían equivocado ante el invasor extranjero. Hay que desmontar el prejuicio erróneo difundido entre los creyentes católicos sobre ese periodo y, lo más esclarecedor, es conocer la verdad de lo sucedido.

El más notable masón del ámbito cultural reivindicó al sacerdote católico de una manera sorprendente y demostró que no debe existir un falso antagonismo entre masones y sacerdotes honestos.  Este magnífico ejemplo de pacificación y concordia fue Ignacio Manuel Altamirano, un personaje del cual hay escuelas y calles con su nombre en todas las ciudades de México. En las palabras del propio Altamirano, al sacerdote católico puede ser llamado “hermano cura”, con palabras sinceras, dichas con afecto y autenticidad.

Fue Ignacio Manuel Altamirano un notable patriota liberal, que defendió sus ideales sirviendo en las armas, en el Poder Judicial y, más recordado, como un destacado intelectual y escritor. De raíces indígenas y origen humilde, Altamirano demuestra el éxito que tuvo su generación de estudiantes con los rústicos recursos de su siglo.

En una novela corta, Altamirano refleja sus opiniones en el protagonista, un soldado que alcanza un pueblo en las montañas, el cual ha recibido la fortuna de contar con un cura inteligente y bondadoso. El cura representa al catolicismo idealizado por Altamirano, que con su amor y diligencia bendice la tierra que toca y entusiasma a los pobladores.

El sacerdote protagonista de la obra La Navidad en las Montañas, es un ejemplo luminoso del deber ser religioso, basándose en los principios del Evangelio y una dedicación amorosa para el bienestar de los pobladores. En este relato el cura se esfuerza en promover las mejoras productivas en el pueblo, con singular éxito. El texto no es de economía, sino de transformación de los pobladores, bajo un influjo benéfico.

Resulta clave la interpretación detallada de la sustitución del sistema tradicional de molido a mano del maíz, que se cambia por un molino: “como en todos los pueblos pobres de México, y particularmente los indígenas, una de las grandes recomendaciones de una doncella que va a casarse es la de que <sepa moler>, y ésta será tanto mayor, cuanta mayor sea la cantidad de maíz que la infeliz reduzca a tortillas. Así se dice: <Fulana es muy mujercita, pues muele un almud o dos almudes, sin levantarse>. Ya Vd. supondrá que las pobres jóvenes, por obtener semejante elogio, se esfuerzan en tamaña tarea, que llevan a cabo sin duda alguna, merced al vigor de su edad, pero que no hay organización que resista a semejante trabajo, y sobre todo, a la penosa posición en que se ejecuta. La cabeza, el pulmón, el estómago, se resienten de esa inclinación constante de la <molendera>, el cuerpo se deforma y hay otras mil consecuencias que el menos perspicaz conoce. Así es que mi molino ha sido el redentor de estas infelices vecinas, y ellas lo bendicen cada día, al verse hoy libres de su antiguo sacrificio, cuyos funestos resultados comprenden hasta ahora, al observar el estado de su salud, y al aprovechar el tiempo en otros trabajos.”[1] Ubicados en el contexto del tradicionalismo imperante, el pequeño gesto productivo de permitir que las mujeres abandonen la posición de arrodilladas en la molendera, es una pequeña liberación, desde la base, en la producción misma; además de un relajamiento de una cadena tradicional.

Por si fuera poco, este cura protege al acusado de hereje frente al castigo y la injusticia, así como promueve el respeto hacia la educación que no controla. Ejemplo, de un civismo del sacerdote ante el gobierno liberal del juarismo. En un arrebato de entusiasmo, el otro protagonista, un capitán que personifica las vivencias de Altamirano, exclama sobre el cura: “—Señor cura,—volví a decir entusiasmado,—¡Ud. es un demócrata verdadero!”[2] Un elogio que posee un bálsamo de perdón después de las guerras civiles sufridas en México.  

Las intervenciones del cura protagonista son excelentes y derrochan amor al prójimo, un buen sentido moral y las mejores intenciones, lo cual se destaca en todo el relato, incluso contrastándolo a las malas actuaciones de otro cura. 

Resulta necesario aclarar, que Ignacio Manuel Altamirano no únicamente elaboró novelas con sacerdotes virtuosos, sino que durante su vida logró excelentes relaciones con sacerdotes reales y, favoreció, establecer puentes de entendimiento entre el liberalismo con el catolicismo mexicano.

Los patriotas mexicanos, en los días terribles de la llegada de Maximiliano, estaban enojados y con motivos de sobra. Los soldados franceses habían invadido el país a fuerza de cañones, fusiles y bayonetas, para imponer a un emperador, con violencia extrema. Los jefes de la Iglesia católica celebraron misas para celebrar que se impusieran las armas extranjeras, por una rara manía ideológica[3]. ¿Celebrar que soldados extranjeros aplastaron? Así sucedió y fue parte de una tragedia colectiva.

Esto último es ejemplo de que, durante el siglo XIX mexicano. hubo conflictos terribles y guerras, pero los gobernantes masones jamás pretendieron destruir la Iglesia y ni martirizaron a los sacerdotes. Al contrario, favorecieron su redención moral y evitaron los castigos de los sacerdotes. Los liberales y masones contuvieron a las turbas de patriotas, que manifestaban su furia ante la invasión ¿Cómo fue esto? Los masones crecieron en un ambiente católico y entendían a todos sus protagonistas. Los valores del amor fraternal y proclamar la verdad, pregonados por el catolicismo, también son una guía de la acción masónica. El ejemplo, de Manuel Altamirano nos ha mostrado ese aspecto positivo y de consideración entre un líder masón con su ambiente católico.

 NOTAS:



[1] Altamirano, Ignacio Manual, La Navidad en las Montañas, p. 13.

[2] Altamirano, Ignacio Manual, La Navidad en las Montañas, p. 14.

[3] La vocación católica no es controlar los bienes materiales ni lucrar con ganancias, por lo mismo la llamada desamortización de bienes eclesiásticos no menoscabó el ascendente espiritual del catolicismo y más bien lo reforzó.

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