Por Carlos Valdés Martín
En el poema El gaucho Martín Fierro, su protagonista prefiere la independencia y la libertad extremas, que son emblemas de un destino nómada. Quien se aleja de toda comodidad, requiere de una mínima protección por la noche o ante el sol inclemente. Los árboles dan esa protección ante el sol candente y el cielo tranquilo es como una cobija de estrellas.
Ante la adversidad, es recomendable contar con alguna protección discreta. “Quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”. La Biblia obligó tras la expulsión de paraíso, el vestir una diminuta hoja de parra.
El famoso zoólogo (Desmond Morris, 1967) calificó al ser humano como un “mono desnudo” para describir nuestros comportamientos y mostrarlos desde un enfoque inusual. En cambio, al vaquero se le caracterizó por su sombrero, al cantero por su mandil para protegerse del medioambiente y, siguiendo esa misma línea, incluso, al cadáver por el sudario, para arroparlo ante su última morada.
Descubrir una sombra fresca para cobijarse al mediodía o el convertir cualquier tela en su vestimenta son distintivos de la condición humana.

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