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sábado, 18 de octubre de 2025

GRADUALISMO EN UNA PERSPECTIVA MÁS AMPLIA

 

 


 

Por Carlos Valdés Martín

 

 


Un descubrimiento sorprendente: hay un movimiento que no se nota, donde el desplazamiento es tan imperceptible que imaginas permanecer ahí mismo, cuando el lapso fue tan desapercibido y, sin embargo, sí se movió, sí se desplazó, y ya no están en donde mismo. Por si fuera poco, resulta que es imposible volver atrás, se traspasó un punto de no-retorno y hay un cambio real. Ahí surge la visión del gradualismo: pequeños cambios, sutiles y hasta imperceptibles, que conducen hacia el nuevo estado. La desesperación de los antiguos romanos amenazados por el ejército victorioso de elefantes de Aníbal el cartaginés, les reveló ese secreto del movimiento decisivo que parece inmovilidad, en manos del general Quinto Fabio Máximo.

La noción de gradualidad y su aplicación sistemática del gradualismo suena poco común, pero tiene amplias raíces, que muestran su enorme importancia. La metáfora de la caverna de Platón señala una segunda gran Verdad, la cual es imposible de distinguir en la primera lectura: los prisioneros deben primero mirar las sombras para prepararse a encontrar el Sol. Si el prisionero atado en la caverna saliera sin transiciones desde la oscuridad absoluta hasta la mirada fija en el Sol, entonces quedaría enceguecido por tanta luz. A la luz y a la Verdad se accede gradualmente.

El otro lado de esta misma moneda lo explica Hegel al indicar que el Espíritu avanza paso a paso bajo su esquema dialéctico. El cambio gradual es el huevo de la metamorfosis, porque la inmovilidad ni siquiera existe. Fue un error de ingenuidad de Marx pretender que, al radicalizarse hacia una filosofía materialista, daba la vuelta a Hegel para colocarlo sobre sus pies y resolver el gran enigma. Ese error hizo a Marx atorarse y quedar ahogado en uno de los primeros capítulos de la Fenomenología del Espíritu, el que se llama popularmente “la dialéctica del Amo y el Esclavo”[1].

El conocimiento auténtico es gradual y, una vez que domina su método, comprende la Verdad paso a paso, donde no existen atajos. La riqueza se obtiene también de esa misma manera: materializando al espíritu mediante el trabajo, que dignifica y se mantiene en un gran flujo.

Los atajos son la ruta que pierde al Espíritu en el Bosque del caos y frustra Destino, pretendiendo que el viaje se resuelve en un único paso.  El Gradualismo permite al extraviado regresar hacia la senda de su propia redención, con lo que se convierte en un peregrino orientado por la Luz que se enfila hacia la Verdad.

La agrupación humana y el individuo

Toda sociedad está compuesta de individuos, por lo que respetar sus necesidades básicas, personalidad y desenvolvimiento resulta fundamental para cualquier consideración. Cuando no se parte desde el hondo respeto al individuo, con facilidad se descarrila hacia fantasías autoritarias y opresivas.

Una mirada realista nos exige ubicar a cualquier individuo como produciendo en sociedad, lo cual es una evidencia donde comienza el fundamento en La ideología alemana de Marx. El desacierto está en concebir a la producción como un gesto sin ideas, donde los niveles mentales y emocionales no estuvieran expresándose. La crueldad innecesaria surge al no estimar el valor infinito de cada individuo po0rque se deshumaniza como parte de un grupo despreciable, como una raza inferior, una clase social perniciosa, una nación aborrecible, una religión herética, etc.

La fuerza del grupo es enorme y cada individuo, como elemento separado, se revuelve en la impotencia de la hoja suelta cuando flota arrastrada por el huracán. Sin embargo, la fuerza de cada individuo no es inexistente ni despreciable, porque el grupo no existe como mecanismo unísono y coherente, sino como articulaciones complejas, donde cada persona juega muchos papeles. La afirmación de Renán de que “la nación es un plebiscito cotidiano” se aplica en todos los terrenos y su mayor evidencia está en la existencia de los mercados cambiantes.

Individuo: lobo o buen salvaje

Cuando se afirma que el individuo es brutalmente egoísta (Hobbes) no se está disolviendo el argumento de que la agrupación vista en su conjunto posea una fuerza suprema (reflejada en la idea de soberanía). Ambos argumentos, el individualista y el colectivo, se complementan en el panorama político.

Existen dos afirmaciones extremas en las teorías antropológicas sobre la naturaleza del individuo: se trata de un ser de naturaleza malvada o su esencia es básicamente noble. Los referentes típicos para la teoría política son Hobbes (lobos) y Rousseau (buen salvaje, el niño candoroso)[2]. Las argumentaciones extremas sobre maldad o bondad de la naturaleza humana son fáciles de refutar, pues la existencia de los individuos concretos en sociedades concretas no permite ninguna afirmación extrema.

Entre esos dos extremos hay muchas interpretaciones, la mayoría suponen que la situación presente ha corrompido, desviado, mermado, neutralizado o incapacitado al potencial positivo del ser humano.

Cuando se parte de cualquier interpretación que no sea de un pesimismo extremo, asumiendo que el ser humano sea bueno de manera esencial o parcial, la tarea es contribuir a su mejora.

Redención y revolución distintos de Gradualismo

La redención es un concepto propio de las religiones, cuando señalan que el Espíritu se salva adhiriendo a un sistema de creencias, que lo conducen a la proximidad con su divinidad, mediante una serie de prácticas. Como la redención es un asunto de fe y suele interpretarse como un evento súbito, donde la gradualidad es ajena.

La revolución es concebida como un salto en el tiempo y transformación tan radical que el periodo anterior resulta destruido, por tanto, la fase superior no se reconoce en la anterior. Resulta fácil identificar a la teoría revolucionaria con el pensamiento religioso, más cuando se analiza a los movimientos milenaristas que mezclan ambas creencias (Hobsbawm)[3]. A veces, por revolución únicamente se entiende el ejercicio de la violencia armada en los movimientos sociales, cuando el concepto más profundo está en la radicalidad del cambio que surge. En este último sentido, Marx es el teórico de las revoluciones sociales (La Guerra Civil en Francia, etc.). Fácilmente se confunden las guerras civiles con revoluciones.

La utopía fácilmente se define como un modelo alternativo de sociedad, que posee una naturaleza por entero distinta. La primera gran utopía es el modelo plasmado en La República de Platón, aunque no fue un referente que predominara.

Gradualismo en las ciencias del pensamiento

El gradualismo está presente en una enorme variedad de visiones sociales y se ha manifestado en gran variedad de enfoques de las disciplinas humanas. El más típico está en los procesos de conocimiento y de educación. Prácticamente nadie ha pretendido que el conocimiento humano se alcanza en un gesto único, por más que se plateen modelos con cambios dramáticos, a modo de la citada metáfora de la caverna. Los procesos ligados al pensamiento levantan argumentos en favor del gradualismo, que no excluye el salto de paradigmas, en las llamadas “revoluciones científicas” (Khun). Cualquier salto en el modelo de pensamiento y descubrimiento de nuevos campos del saber, requiere de largas acumulaciones de conocimiento previo y exige desarrollos intelectuales posteriores.

Gradualismo en la “cuestión social”

Hasta el periodo económico capitalista y la etapa de la ilustración (s. XVIII) fue que se consolidó la visión del posibilismo y viabilidad de transformar a las sociedades. En los periodos anteriores predominó la visión de colectividades fijas, donde se cambian reyes o se mantienen[4].

Durante el siglo XIX y XX el concepto de gradualismo se consolidó en política bajo el concepto de reformismo, el cual a veces también se consideraba de manera crítica, desde quienes se creyeron los revolucionarios auténticos. En Bernstein se sistematizó el reformismo como una derivación gradualista del marxismo. Por esencia teórica, el marxismo mismo no es gradualista, aunque algunos discípulos sí lo fueron.

Una vez que se miró como posible hacer cambios accesibles, pero muy significativos creció el análisis de esas opciones. El llamado “socialismo utópico” representó una explosión de creatividad, señalando muchas hipótesis de cambios graduales, por ejemplo, con las visiones creativas de Fourier. Además, no era indispensable contar con un programa global o ideas grandiosas, sino definir un punto de transformación. Incluso los errores de perspectiva se pueden incluir dentro del gradualismo, como las tentativas por detener la introducción de las máquinas (incluso versiones bárbaras como el Luddismo inglés) y la proliferación inmensa de nuevas instituciones y prácticas de ayuda al necesitado. Resulta tan grande la marejada de empujes gradualistas que efectivamente cambiaron las sociedades que mirar el fenómeno se dificulta, hay tantas maneras de gradualismo que son las arenas en la playa, tantos granitos que se pierden de vista, para dejar solamente una impresión general. La mejora gradual está tan normalizada que sorprende que no se cumpla, por ejemplo, en la economía al ser lo normal algún crecimiento del PIB.

Concepto de gradualismo político

En la política moderna el gradualismo más comúnmente se denomina reformismo, cuando busca transformaciones específicas, aunque se ubica más comúnmente dentro de programas políticos clasificados en socialdemocracia/fabianismo, liberalismo reformista (progresista) y conservadores moderados. Casi siempre este gradualismo se acompaña de la consideración de qué objetivos deseables en una sociedad, al mismo tiempo, son realistas para su alcance y, adicional, traen una ventaja posterior y más duradera. Por ejemplo, el objetivo de mejorar los salarios se busca mediante leyes que limitan la jornada laboral, dentro de un marco viable para las empresas, de tal manera que esa presión favorezca el incremento de la productividad y motiva a la fuerza laboral; lo cual, a largo plazo, armoniza las relaciones capital-trabajo y favorece un mayor empleo, etc. Esa reducción de la jornada comenzó en márgenes muy amplios y enfocándose más en la situación de restringir el trabajo infantil y de mujeres, para poco a poco beneficiar a toda la población trabajadora. Hay que señalar que algunas reformas de ese tipo han requerido luchas sociales y movilizaciones muy potentes para alcanzarse.

Usado como emblema

Unos pocos movimientos políticos han empleado al gradualismo como su distintivo. Entre los que emplearon esta idea para su identificación esta el movimiento Fabiano inglés, que retoma una anécdota histórica sobre un general romano, que prefirió eludir batallas durante un largo tiempo: el general Quinto Fabio Máximo, quien en la antigua Roma evitó los enfrentamientos directos contra Aníbal, el general cartaginés que los invadió. Este movimiento es más conocido por su resultado en el Partido Laborista inglés, una organización altamente influyente en la historia de ese país.

Aspecto conceptual de la gradualidad

La gradualidad misma suele ser confundida con minimización y adaptación oportunista al ambiente, en especial, al ser criticada desde bandos maximalistas o revolucionarios. El espacio está formado de contigüidad, a un punto del espacio le sigue otro y no existe la discontinuidad arbitraria (lo que se presenta de esa manera en la microfísica también esta ordenado y desde una escala superior es pura continuidad)[5]. El tiempo está formado de contigüidad y se manifiesta en una sucesión unidireccional: presente-futuro dejando atrás el pasado. La unidad espacio-tiempo relativista es otra continuidad, que reúne tales coordenadas en un único sistema de referencias.

El concepto de gradualidad es la interpretación de tales continuidades físicas. La gradualidad es la unidad de la continuidad con su mínima oposición, esa discontinuidad discreta que permite la comunicación. Imaginemos el área horizontal del escalón —donde acontece una continuidad, donde cada parte está al mismo nivel—, al terminar el peldaño de ese escalón hay un cambio súbito pero discreto, donde está una pared vertical, pero discreta, de unos 15 centímetros, que permite un paso en desnivel. Ese paso en la escalera es gradual, pues corresponde al paso humano, un movimiento sencillo, diseñado por la naturaleza, el cual redondea la comprensión de los saltos cualitativos y las jerarquías.

La gradualidad puede representarse como el cambio discreto en cantidad sobre una recta numérica, donde el avance gradual es la adición de un número natural. Un poco más difícil ocurre con un cambio cualitativo, como en un desvanecimiento de colores, donde ocurre una transición suave entre dos colores, como la tonalidad de grises entre el negro y el blanco.

Dos conclusiones

El empleo adecuado del gradualismo, como definición de las continuidades mínimas, es un concepto indispensable en la ciencia y, las teorías atómicas y cuánticas, comienza donde se termina su frontera. Resulta sorprendente que no exista una discusión más profunda de este enfoque.

En la vida cotidiana y en la política es indispensable para entender mejor los procesos (las continuidades, las rupturas, los cambios), de tal manera que sean viables cambios en el mejor sentido. En la política sigue siendo indispensable un sano reformismo para corregir los enormes desequilibrios, que los radicalismos no resuelven. Los abordamientos de lo cotidiano están pletóricos de gradualismo, sin que se entienda por completo qué está sucediendo, pues hay infinidad de iniciativas y técnicas tipo terapéuticas, coaching, autoayuda, beneficencias, etc. El gradualismo en los aforismos corresponde al “despacio que voy de prisa” y a las metáforas, tan abundantes, de la fuerza incomparable de lo pequeño: la píldora, el potencial atómico, etc.

NOTAS:

[1] Para una comprensión de la intersubjetividad véase Ramón Valls-Plana “Del yo al nosotros” y las lecciones de Kojeve tituladas en libro como “Dialéctica del Amo y el Esclavo en Hegel”, aunque tratan más temas.

[2] Hobbes en Leviatán, y Rousseau, en su Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres y otros como el Contrato Social.

[3] Hobsbawm, Rebeldes primitivos, Bandidos, etc.

[4] El cambio se limitó el concepto al derrocamiento o mantenimiento de los reyes y, en ocasiones, sistemas de democracia aristocrática (grecolatinos).

[5] La genial idea del plano cartesiano está formada de esa visión de la contigüidad, que une espacio plano y recta numérica, para localizar. Descartes en su obra "La Géométrie", de 1637 y en uno de los apéndices de "Discurso del método".

 


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