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domingo, 3 de mayo de 2020

RESEÑA DE ALMA ENCADENADA "SOUL IN ICE" DE ELDRIDGE CLEAVER





Por Carlos Valdés Martín


Un libro popular en los medios rebeldes de la década del setenta, leído por la juventud aunque sorprende cuánto llamó la atención en ese entonces. Algo valioso que contenía, lo resumiría en tres palabras: iconoclasta, revelador y rebelde. El libro Alma encadenada (Soul in Ice) es una autobiografía extrovertida que muestra al personaje Eldridge Cleaver en evolución y ebullición alardeando su juventud marginada, sus cárceles, amoríos y aspiraciones a una existencia más digna. En su momento adquirió notoriedad e, incluso, aspiró a la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica. Como individuo encarna una situación de racismo y contra-racismo, los efectos de la rebelión de los negros en EUA, englobada en el término Black Power, de tal manera que llamaba la atención por la acusación de los islamistas negros y los Panteras Negras dentro de la nación de la riqueza. El autor, Cleaver, causa sensación como uno de los casos en que la experiencia de prisión lo transforma positivamente y lo purifica, para superar su violencia brutal y buscar una causa sincera por la cual entregarse. De ser un criminal confeso llegaría a líder político de su comunidad y candidato presidencial,[1] que siguió una ruta de escándalos, exilios y reconversiones que merece un análisis posterior.  

Dos mitos (esclavo y campeón de boxeo) y una sombra (pantera negra)
En el periodo de la Guerra de Vietnam, marcado por disturbios y conflictos raciales en EUA mirarlos desde la distancia resulta en alguna bruma, aunque interesante por demás. Para la sensibilidad de esos años, a mediados de 1975, la esclavitud parecía el pasado y la sombra ominosa de otras latitudes, suponiendo que al Sur del Río Bravo no se discriminaba tanto, pues desde la gesta de Independencia, Hidalgo y Bolívar habían proclamado la abolición de la esclavitud como sus primeros gestos benevolentes.[2] ¿Qué ofrecía Alma encadenada sino un eco de esa esclavitud tardía que se representaba con el racismo norteamericano todavía tan agresivo y arrogante? De manera paralela, para la opinión pública mundial, los grandes campeones de boxeo en pesos pesados y otros atletas habían redimido a la raza negra, de tal manera que siendo campeones merecían un reconocimiento y un sentido de igualdad innata. Esto corresponde al ciclo de Cassius Clay y sus demostraciones pacifistas, con su cambio de religión. Y, de manera más escandalosa, el llamativo caso del grupo de Panteras, más politizado y con pretensiones protagónicas.
El libro de Cleaver se mueve entre esos tres mitos y dibuja una autobiografía extrovertida de quien convierte su drama personal en acto público. Nacido en un barrio pobre y de negros, los llamados guetos, el personaje visita la cárcel desde adolescente y se entrampa entre rencores y desesperaciones que retrata con agilidad.

Desde la cárcel
La primera parte está marcada por las experiencias juveniles de adolescente en prisión y se repiten como joven negro que se desespera ante las mismas recetas. Reconoce abiertamente el mal que ha provocado, que se convirtió en un violador delincuente que estaba imaginando vengarse de antiguas ofensas. Pero que descubrió que sus actos eran inaceptables, eran hondamente inmorales. Vino el arrepentimiento para asumir que se había engañado por el camino fácil de provocar daño y entonces acepta que “tal vez yo esté más enfermo que la mayoría”.[3]
El sentimiento dominante es abominación de una injusticia, que lo ha marcado tan hondamente. Y no es únicamente un lamento, sino un reto, un intento por desafiar y abatir a un sistema dominante. La anécdota histórica que lo marca es su acercamiento hacia el grupo de orgullo racial, la rebelión precedente de las Panteras Negras, y el asesinato de Malcom X el 21 de febrero de 1965, el líder agitador de los islamistas negros aunque no el formal que estaba dominado por un religioso islamista.

En este sufrimiento mismo hay un anuncio de tormenta, una señal de que la violencia se reproduce: “¿Qué es lo que le dice uno a los camaradas  en el momento en que cae El Líder? Todo comentario parece sobrar… se siente un deseo avasallador de venganza. Quiere uno golpear, matar, destruir, pegar un golpe demoledor…”[4] Y no es un sentido de individualidad, como que también hay algo de egolatría del líder, porque también Cleaver lo fue, sin embargo, es un discurso de la masa negra, la multitud del grupo que pretende ser homogéneo debido a una opresión ancestral. Asimismo, implica la respuesta vital de un macho que busca ser un alfa, que amenaza y agita el puño contra los blancos y al establishment. Es el gesto para levantar su hombría: “Tendremos nuestra hombría. La tendremos a la tierra quedará arrasada por nuestros intentos de afirmarla.”[5]

Descubriendo la negritud
Al segundo capítulo Cleaver lo titula con elocuencia “La sangre de la bestia”… ¿Dijo sangre de la bestia? Utilizar esos términos para referirse a los conflictos entre negros y blancos en la actualidad evocaría racismo, sin embargo, en ese entonces el discurso era fresco y motivado por opresión y violencias tan variadas y desesperantes que justificarían cualquier narrativa.[6] Y él reflexiona y observa sus propios excesos cuando les dice que antes su prédica era todavía más atroz, pues divulgaba que “la raza blanca era una raza de demonios, creada por su hacedor para la comisión del mal…”[7]y cambia ese discurso de mesianismo racista, por otro de tipo más politizado, como “esclavizadores, colonialistas, imperialistas”. Para luego tender un puente con la juventud blanca, y en el siguiente capítulo mostrará que hasta surge el romance.
Como sea, este espíritu enérgico y lacerado de Cleaver busca contribuir a una identidad de la negritud para combatir su opresión, revolviendo las pasiones sufridas para abofetear con indignación y doblegar su entorno de miserias. Para tal tentativa recupera a brillantes autores que desde el siglo XIX fueron forjando el orgullo de los negros y alimentando su dignidad, para enfrentar el agudo racismo imperante, por ejemplo el discurso de Frederick Douglass con su discurso, donde clavó esto: “un sistema iniciado por la avaricia, mantenido por el orgullo y perpetuado por la crueldad.”[8]
Utiliza la metáfora bíblica de Lázaro para levantar a la negritud de su opresión y adquiere gran relevancia la figura del boxeador negro, cuando adquiere el estrellado Clay que se muestra un campeón rebelde negándose al servicio militar y, además  se convierte a una religión ajena. El campeón de los pesos pesados es un símbolo de la masculinidad, por ello el sitio para un negro independiente implicaba un trastorno de valores y consciencias.

El amor en la complicación interracial
En el tercer capítulo se desvanecen los artículos incendiarios y resentidos, para presentar tres cartas de amor entre él, como prisionero de una cárcel y su abogada blanca. Cambia el ambiente y se agrega el tinte de  la novelística rosa, surge la expectativa, sin que tengamos que dudar de la sinceridad del autor. El tema que me llamó más la atención de esas tres cartas es el miedo a la desnudez para no ser lastimados, la desnudez del cuerpo que anticipa la del alma. Quien se ha mostrado como el macho dispuesto a volverse fiera, cambia su piel pues “No sé si dos personas puedan desnudarse tanto una delante de la otra. Estamos tan llenos de temores a ser rechazados…” [9]
Después de esa parte, el capítulo último se llena de reflexiones sobre la relaciones posibles entre personas de razas distintas, de las deformaciones culturales que percibe entre los grupos de élite y oprimidos, como buscando el camino de la reconciliación. Después de odiar tanto al universo blanco como la esencia del mal, una fuente originaria de vejaciones que no terminan, el transitar a una manera de amor por una blanca resulta complicado, pero lo encuentra Cleaver.
Afirma metafóricamente que él heredó el deseo de los eunucos negros, los guardianes del harem que nunca tuvieron oportunidad de desear, como si esa fuente de deseos frustrados se transmitiera hasta él. “Me transmitieron su deseo, evidentemente: el deseo de la mujer blanca es como un cáncer que me come el corazón y me devora.”[10] Y no es únicamente un anhelo individual, sino algo colectivo, cualquier negro desea a la blanca, y ella es como un símbolo de liberta. Al contrario, la mujer negra ama a Jesucristo, a quien considera un amante blanco, pues “cuando le comienzan los espasmos grita el nombre de Jesús”, ante lo cual el marido negro se siente humillado.
Después elabora una curiosa interpretación de la división de clases y el anhelo de unidad como un impulso sexual, una genésica de la integración placentera. Por las notas al margen, el capítulo que más me interesó fue este de la Mitosis Primigenia y lo debato, conforme son interesantes sus pliegues. Comienza con el mismo mito de Platón del humano originario, célula de unión entre dos sexos que se dividieron y conforme se atraían irresistiblemente quedaron entrampados, asimismo como Clases opuestas. La dualidad de clases y sexualidades separadas surge como la dínamo que una relación social conflictiva, desarrollando papeles extraños y contrahechos, donde ni el placer ni el poder alcanzan redención, sino intercambios degradados.[11] En la cúspide coloca al Administrador Omnipotente, con atributos divinos y de potencias, aunque obligado a desprenderse del cuerpo, para ocuparse sólo de la mente, por tanto desexualizarse. La mujer de la élite se le aparece funcionando en una exageración como “Ultrafemenina”, a modo de mascarada, pero efectiva; mientras la mujer debajo de la escala, queda como extraída. En otra polaridad el Criado se convierte en puro cuerpo, con una tendencia a lo ultramasculino por ser solamente físico, olvidado de la mente (caracterizada como femenina); por tanto, poseedor de una masculinidad envidiada por las élites y así aborrecido en secreto. La mujer de la élite huye del cuerpo, se vuelve vaporosa, rodeada de holanes y encajes, un suspiro. A la mujer proletaria y negra la llama Amazona, por su empuje físico, sin embargo privada de femineidad por el pacto social de los arquetipos. De estos extremos dialécticos, se arma una conflictividad de atracciones prohibidas y desencuentros forzosos. Para su perspectiva, estas posiciones están paralizadas por condenas sociales poderosas, que se imponen, para mantener brutalizados a los negros pobres y en su castillos de marfil a los herederos de los amos esclavistas.[12]
En la parte final, Cleaver muestra como ocurrió un gran salto para superar las barreras mediante la cultura desde el twist y otras manifestaciones que relajaron las costumbres y permitieron fluir la libido entre los opuestos. Sucesivas oleadas de música y baile como el twist y sus sucesores facilitaron un acercamiento entre las élites previas y los grupos oprimidos, lo cual fue notorio para los negros empobrecidos, que encontraron otros modos de vida, más dignos y menos castigados. “El twist fue una forma de terapia para una nación convaleciente”[13] ¿No es eso lo que requiere cualquier nación, toda nación… sino una buena terapia? Entonces “brotó una nueva consciencia y un nuevo disfrute de la carne”. La salida es muy freudiana y conciliadora, basta bailar para aflojar las cadenas y tender puentes para la conciliación, a la manera de las sabinas raptadas levantando a los niños comunes con los romanos. En las anotaciones retomo una idea de Marcuse de “desublimación represiva”[14] y una decepción por “erotismo de compromiso”; sin embargo, resultaba muy interesante combinar la psicología con el sistema social, tal como lo había realizado los psicólogos sociales.  

Coordenadas ideológicas
El principal eje del libro es la rebelión negra con sus conceptos propios del Black Power y sus vínculos desde la esclavitud en el Sur de Norteamérica, hasta la exitosa lucha por los derechos civiles, que todavía enfrentaba enormes resistencias y una especie de “guerra sucia” del establishment en contra del activismo negro, en especial, el extremista con el que se identifica Cleaver. El otro eje es una versión del marxismo pobremente asimilado que combina las clases sociales con las razas, el cual lo maneja de manera bastante arbitraria para fundirlo con raza y sexualidad, roles sociales y desequilibrios culturales. El tercer eje es el liberalismo con civilismo en el sentido de anhelo de derechos civiles e igualdad real, una evidente conexión con el ideario que proviene desde las Revoluciones Norteamericana y Francesa. En la textura del escrito la mezcla va cambiando según sea el momento de análisis, ya sea para interpretar la violencia ejercida contra los negros, las pasiones entre personajes de distintas clases o los anhelos por una solución inmediata al conflicto en su país.   

Apéndice de chispazos sueltos

Polarización. La polarización creciendo, el aire enrarecido entre los contrarios. En la visión de Cleaver la nación entera se polariza a ritmo enloquecido, observando un extremismo de derecha galopante frente a otro de izquierda. En especial, la derecha parece exaltada crece con Kukuxklan, Sociedad John Birch, Partido Nazi, motociclistas Ángeles del Infierno, etc. Y tiene candidatos políticos de una derecha racista y soberbia. Aunque él, con esperanza mira un consenso sensato, al que admira con discreción, señalando que demuestra “dignidad moral suficiente”[15] Aquí surge una posición intermedia, escapando de radicalismo inicial que se dedica a condenar a la sociedad blanca y zaherirla en lo posible, para aceptar un compromiso con sentido ético. En la práctica, esta posición intermedia estaba representada por el liderazgo moral del mártir Martin Luther King Jr., la cual prevaleció rápidamente al doblegarse las posiciones extremas y abrir un enorme cauce para la integración de la población segregada. Ese resultado conciliador no sucedió sin lucha, costó también vidas, sin embargo, el extremismo se adivinaba de antemano como absurdo, por más que sentimentalmente el propio Cleaver se enrolaba en su propio extremo de un nacionalismo negro.

Iconoclasta. Este libro señalé desde el comienzo como un canto a la condición de iconoclasta, el negro encarcelado en algún momento debió renegar de toda y cada una de las valoraciones que formaban su existencia. El autor comenzó por ser un iconoclasta que debía rechazar al mundo entero, para después encontrase por el camino del dolor personal y el pago de las culpas. En ese sentido, ser iconoclasta posee mucho sentido, como un desnudarse de creencias, hasta encontrar el punto más sincero, el apoyo fundamental que permite la autenticidad. Asimismo, la condición de iconoclasta está de acuerdo con la ruta del pensamiento racional y científico que debe deshacerse de prejuicios y de creencias que antes parecían bien establecidas; en ese sentido, un René Descartes y un Francis Bacon son los grandes iconoclastas de Occidente.[16] Al parecer, ese hábito de cuestionarlo todo, Cleaver lo aprendió de un maestro en la cárcel, a quien llama “Christ” Lovdjieff.[17]
NOTAS:

[1] Candidato a la Presidencia de EUA por una organización marginal el Partido Paz y Libertad. Su posición política más notoria fue como Ministro de Información del Partido Pantera Negra.
[2] Que el liberalismo independentista al Sur del Río Bravo se adelantara en temas de abolición de la esclavitud sorprende cuando no se observa que Europa era la que permanecía atrasada en el reloj histórico, sometida a las monarquías y sus contrarrevoluciones. Véase Las aguas reflejantes, el espejo de la nación y de Armando Bartra La jaula de la melancolía.
[3] Eldridge Cleaver, Alma encadenada (Soul in ice), p. 23.
[4] Eldridge Cleaver, Alma encadenada (Soul in ice), p. 63.
[5] Eldridge Cleaver, Alma encadenada (Soul in ice), p. 74.
[6] Señala Franz Fanon que calificar de animales a las personas es el lenguaje del colonialismo y de la violencia, por eso se evita. Los condenados de la tierra.
[7] Eldridge Cleaver, Alma encadenada (Soul in ice), p. 78.
[8] Discurso del año 1852 el 4 de julio en Rochester, por Douglass, negro liberto que había escapado al Norte de EUA.
[9] Eldridge Cleaver, Alma encadenada (Soul in ice), p. 168.
[10] Eldridge Cleaver, Alma encadenada (Soul in ice), p. 182.
[11] Este capítulo de Cleaver busca juntar El banquete de Platón con la “Dialéctica del amo y el esclavo” de Hegel en una composición que explique las atracciones y trampas de sexo entre clases y razas contrarias.
[12] Eldridge Cleaver, Alma encadenada (Soul in ice), pp. 199-214. Cabe retomar las notas marginales de reflexión. ¿Qué detenía ese flujo? ¿Esos papeles intensificaban el deseo?
[13] Eldridge Cleaver, Alma encadenada (Soul in ice), p. 222.
[14] En El hombre unidimensional y varios otros.
[15] Eldridge Cleaver, Alma encadenada (Soul in ice), p. 132.
 [16] El propio Francis Bacon es quien utilizó acertadamente el precedente de la iconoclastia religiosa (destruir ídolos) en un sentido intelectual, para llamar a destruir los ídolos de la tribu y el foro, de tal manera que la mente se libere de prejuicios. La duda metódica de Descartes le dio una sistematicidad a esa urgencia por romper moldes que no dan conocimientos reales.
[17] Eldridge Cleaver, Alma encadenada (Soul in ice), p. 41-50. El personaje es Chris (Christ) Stephen Lovdjieff, con un nombre que parece una clave, pues se recluyó voluntariamente para enseñar de tiempo completo en la prisión de San Quintín y su manera es la de un gurú. No queda aclarado si es Chris o Christ, con una “t” final. Pero su vocación sí corresponde al mesianismo. El libro lo colma de elogios, pues su corazón brilla y “Sus clases eran una obra de arte.”  Y lo repite para elogiar al mentor Lovdjieff  His classes were works of art” y se refiere que sucedió en 1960. Véase https://www.laphamsquarterly.org/ways-learning/meeting-guru .

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