Por Carlos Valdés
Martín
Hasta donde sabemos el resorte
es un dispositivo discreto pero de una potencia explosiva, tanto en la realidad
como en la metáfora, así su comprensión rebasa la apariencia y el confort
mental. Con precisión el concepto de resorte se observa de manera en la
biología y la naturaleza, pero aislamiento su mecanismo no fue fácil. El resorte fue tan admirado por su efecto,
porque su desenlace implica el impuso con fortaleza y su resultado a la
distancia, sin embargo, la proliferación técnica ocultó su efectividad.[1]
Los efectos a la distancia
aparecen en las narraciones tempranas de la humanidad, como mitos, leyendas y
primeras literaturas, señalando que son un portento. David vence a Goliat con
una pedrada certera, resultado del efecto resorte que convierte a la discreta
roca en un sorprendente proyectil y es el esfuerzo lo que transforma un pedrusco
humilde en leyenda. Sin embargo, la propia honda no implica un resorte o muelle,
sino una palanca que aprovecha la fuerza centrífuga, donde el tensor se oculta
en la musculatura. Sin embargo, la mentalidad posmoderna se ha acostumbrado
demasiado a los relatos superficiales y no alcanza a mirar más allá del primer
árbol que le oculta el bosque.
El arco y la lira
Pasaron siglos hasta que se
descubrió una forma sutil y práctica de capturar materialmente el efecto
del resorte mediante el arco de cacería o en el derivar sonoro de una cuerda.
La arquería separó definitivamente a la humanidad de las bestias feroces al
derrotarlas a la distancia a flechazos, gozando de la tranquilidad y la
impunidad más completas.[2] La música permitió una
reunión a distancia, reproduciendo con un placer agradable o hasta embriagador
lo mismo que ya lograba la palabra, sin embargo, el deleite musical le habla a
un nivel hondo o inconsciente, por eso Orfeo era un dios.
Si bien la feroz espada fue un
invento anterior que ya había marcado la superioridad física del ser humano
frente a las bestias, el arco profundizó el distanciamiento. La separación
entre el reino animal y el humano tuvo su brindo efectivo con la ostentación
del arquero.
Alegría por el crecimiento súbito
En los niños provoca una enorme
alegría que un objeto crezca de súbito sin lastimarlos, tales crecimientos rápidos
se controlan y vuelven juegos placenteros, como en los juegos artificiales que
remontan el cielo y explotan. El vuelo del cohete es un movimiento súbito de su
altura, su explosión es una expansión de la vista y el sonido. Ahora bien, tales
crecimientos, cuando son por sorpresa provocan temor y hasta pánico, la súbita
ola gigante contra la playa provoca el pánico y la huida, el rayo que expande
una luz que no se sabe dónde ha surgido y el trueno que se siente tan cerca para
provocar terror.
Cuando el niño sabe que el cohete
no truena para atacarlo, pero vuela, crece, se ilumina y explota súbitamente le
causa un gran placer. La confianza no surge a cualquier edad, cuando son
demasiado pequeños se espantan y no están seguros cuando la explosión y la luz
es a favor o en contra de ellos.
La explosión emocional explica el
mecanismo del deporte y porqué desde la infancia nos aficionamos a su práctica.
La tensión entre la expectativa de los minutos sin anotaciones y la súbita
alegría de un tanto forman el arco de las emociones deportivas a las que ya
estamos acostumbrados.
Algunos de los sueños más alegres
de la infancia consisten en convertirse en gigantes, sobrepasar a los adultos,
como en el cuento de Alicia en el país de
las maravillas. Crecer más que el adulto pero en un instante provoca una
alegría infantil ilimitada. ¿Qué es la vitalidad misma sino ese juego entre las
esperas opresivas y los saltos súbitos tironeados por una conjugación
victoriosa entre fuerzas internas desatadas y objetivos seductores e
irresistibles que empujan una loca carrera hasta alcanzarlos?
Cuando adultos
Dejamos de experimentar esa
alegría inocente por los crecimientos súbitos, aunque algo se conserva en los
días de feria. Sin embargo, se mantiene una nostalgia que ansía merecer tales irrupciones.
El adulto no espera ser él mismo
un gigante físico, aunque quizá sí busca lograr una gran carrera profesional,
alcanzar un crecimiento de sus ingresos súbito, trepar a una montaña o volar
muy lejos.[3] Sin embargo, la condición
de adulto es desplegar el juego de las propias fuerzas con tal tino e
intensidad que el sentido de estar vivo quede plenamente justificado.
En el adulto el simple
crecimiento se olvida por tratarse de algo físico que no significa demasiado,
sin embargo, algunos conservan una sensación de que si merecieran ese avance
súbito donde así alcanzarían… ¿los cielos? Trepar hasta el cielo indica ese
gusto infantil por las bruscas elevaciones que conquistan lo inesperado.
Del mayor se espera un portento
distinto al que complace al instante, la medida de los logros y aspiraciones
indica una distancia enorme. Los latinos acuñaron la aspiración de los adultos
en “Ad astra per aspera”, señalando
con el estoicismo que en la dificultad rebasada está el mérito.[4]
El merecimiento de un crecimiento súbito
Pero el merecer, que implica un
caso excepcional, apunta hacia una hipótesis que no resulta fácil de
abandonarse cuando adulto. De las muchas aspiraciones subjetivas aquí voy a
señalar una crucial: el sentimiento de que se merece alcanzar el cielo por una compresión previa, por un efecto de
rebajamiento inicial por el cual alcanzar una súbita elevación, con una noción
amada por algunos beatos sinceros, auténticos revolucionarios y políticos
ambiciosos.[5]
Lo usual es que el ser humano
busque ascender, siendo lo más usual, una escalada paso a paso conforme las
dimensiones de la persona, sin embargo existe otra alternativa tentadora:
búsqueda de un efecto resorte, que de tanto bajar o comprimirse se lance hacia
arriba o se expanda. Esta opción ¿es rara y extraordinaria?
Compresión y expansión del ánimo
La observación entre la
compresión y explosión del ánimo sí es un fenómeno visto a escala cotidiana, en
cambio, en los inicios de la humanidad a nivel tecnológico la existencia de la
compresión-explosión resultaba un fenómeno desconocido. Si el extremo del
salto, en psicología se conoce como maníaco-depresivo o bipolar, en la
cotidianeidad con facilidad encontramos los pasajes explosivos de la tristeza a
la alegría y viceversa, provocada por muy variadas experiencias.
Los romanos republicanos
consideraban importante provocar un decaimiento artificial de sus generales
victoriosos, pues junto al carro de vencedor y los vítores, se destinaba a un
esclavo para que en voz baja le repitiera constantemente un poema que lo
invitaba a la humidad, repitiéndole la sanción de la finitud: “memento mori”, “recuerda que morirás”.
El arco zen
La capacidad explosiva del arco
militar se transfirió al legendario arte zen, donde el tiro al arco se
integraba dentro de la religión. Cuentan las leyendas que un monje zen arquero lograba
tiros de precisión, incluso habiendo perdido la vista, para honrar al espíritu
de los antepasados.[6] El
prodigio de que un ciego realice un tiro portentoso, nos desvía de la
admiración que merece el arco.[7] ¿Quién si no un soñador de
las distancias y las precisiones imaginó al arco que estará en las manos de un
arquero prodigioso? La conquista del tiro perfecto es un sueño largamente
acariciado, quien supone que hay un preciso objetivo para alcanzarlo en un
instante es un enamorado de las “dianas”, esos objetivos precisos y de
atracción irresistible. Para esa curiosa
ensoñación de cazadores el arco zen fue la invención perfecta.
La espera de una vida, cual óvulo y espermatozoide
Para el objetivo del arquero zen,
ese monje paciente que alcanza su tiro perfecto luego del perfeccionamiento
interior, la existencia completa aguarda en una espera para dedicarla a un
segundo. Una vida completa podría imaginarse como un tiempo de espera y maduración,
por tanto ser la presión perpetua de apretar un resorte que únicamente
adquirirá su felicidad cuando alcanza su viaje de saeta y alcanza su blanco.
Dicho así suena obsesivo y hasta perturbado; pues implica intercambiar y
sacrificar la vida entera por un instante de precisión y encuentro. ¿Alguna vez
sucede algo de esa manera? Sí, y siempre sucede en el principio: el
viaje del espermatozoide es una loca carrera[8] para encontrarse con un único
objetivo de fecundación, que al lograrse cambia cualquier espera por un triunfo
supremo; y asimismo, el óvulo incluye una espera perpetua que se permuta por un
instante de suprema fecundación. Y si no su cumplieran ese viaje el espermatozoide
y esa espera el óvulo, entonces cualquier otra trayectoria sería un desperdicio,
señalada en la condena de Onán.[9] Entonces al arquero con su
tiro perfecto es un destino universal, pues la filogénesis lo cumplió desde el
instante de la concepción y por tanto cada individuo ya lo vivió en experiencia
propia.[10]
Un modelo universal: efecto resorte
Desde el primer instante o en un
recóndito pliegue de la existencia, todos hemos vivido el “efecto resorte”, por
eso se rodea de un halo de gusto y sus metáforas resultan encantadoras, más
cuando comprendemos que son evocaciones de una emergencia sacra. Para definirlo
encontramos los elementos y estructura precisos de tal “efecto resorte”: la
escisión originaria entre el sujeto del movimiento y su objetivo (la percepción
de un anhelo, de una carencia o un enamoramiento),[11] la compresión en sentido
contrario que aleja más al sujeto de su objetivo (la caída, la opresión, la
timidez del enamoramiento, una avalancha de adversidades…), una acumulación de
potencias que preparan a avance explosivo (la maduración del joven, la
desgracia final que decide al héroe, la humillación del esclavo que lo subleva,
la compasión de Prometeo por los humanos sin fuego), la inflexión que comienza
el estallido (el llamado gatillo o el chispazo,[12] el llamado del héroe, la
casualidad que obliga a luchar, el descubrimiento de la falsa identidad, etc.),
el disparo propiamente (el surgimiento de lo súbito, el grito de Independencia,
el gesto explosivo mismo, el estallido revolucionario, la declaración de amor),
la carrera alocada en un único sentido ( casi siempre con obstáculos cual el
viaje de Odiseo, el fragor de la batalla, el desbocamiento del corredor hacia Maratón),
la llegada hacia el Destino (un encuentro con la Amada, un chocar con la
Muerte, un Matrimonio feliz, la verdadera batalla, la revelación que
desenmascara cualquier absurdo) y un epílogo (ya sea el feliz de “vivieron
juntos y felices”, el regreso a Ítaca, el triunfo, la realización, o bien sea
el fracaso, muere el héroe, la amada desprecia al pretendiente, Troya ha sido
quemada… ).
Cuando no hay ese resultado de
compresión caben otras descripciones o maneras de interpretarlo, pero no se considera
el resorte.[13]
Para nuestra mentalidad la teoría revolucionaria de Marx implica el paradigma
del efecto resorte y también su construcción fantasiosa, pues las tragedias y
paradojas de la revolución socialista nos llevan a señalar que “algo huele a
podrido en Dinamarca” y en las enteras visiones sociales basadas en este efecto.
Como advirtió Platón, en cuanto cambian las escalas, el criterio de medida debe
ser distinto,[14] mientras
para la conciencia individual el efecto resorte es indispensable ¿por qué las
sociedades deberían comportarse como espermatozoides y óvulos? No se mira un
motivo.
Fracaso de la explosión, por ejemplo, Crimen y castigo
La novela de Dostoievski relata
minuciosamente y con verosimilitud los pliegues del alma humana en un estallido
de fracaso. En ese relato de Crimen y castigo, el estudiante
pobre Raskólnikov oprimido por la miseria circundante y la frustración de sus
perspectivas durante un asalto premeditado asesina a una anciana usurera. Su
propia existencia queda derrumbada ante el impulsivo acto de asesinato que comete, donde
surge un quid pro quo, pues el
obstáculo de la miseria representado por la usurera se transforma en un
objetivo en el sentido de que ahí se estrella el alma completa de Raskólnikov,
torciendo sus ambiciones[15] complicadas de estudiante en un
crimen aborrecido por él mismo.
El efecto resorte lo lanza hacia
una pared de infamia moral que lo destroza interiormente, la culpa lo carcome y
se hunde en la desesperación. Describir algo como “efecto del resorte” no implica una tendencia feliz o desastrosa,
pero sí agrega enorme dramatismo a la existencia humana, que aquí implica un
revulsivo de las valoraciones.
Triunfo, por ejemplo, Fuenteovejuna
En el relato teatral de Lope de
Vega, se retoman hechos locales sobre los abusos de un poder tiránico y la
furia del pueblo contra su opresor. El pequeño pueblo rural de Fuente Ovejuna
era gobernado por un “comendador” que no respeta las leyes y busca satisfacer
sus bajos instintos sobre las doncellas del sitio. El relato se cree fue basado
en un acontecimiento real de lugareños españoles del siglo XV, y que quedaron
plasmados por el dramaturgo un siglo después. Una larga serie de abusos en
injusticias cometidas por la propia autoridad del “comendador” que debería ser
quien imparta justicia en el pueblo se acumulan en agravios. Aunque existía el
feudal “derecho de pernada”[16] por el cual los
aristócratas estrenaban a las mujeres antes de un matrimonio de sus siervos,
como una costumbre, pero la obra se desarrolla en un periodo que lo condenaba y
miraba como un acto inaudito. La gota que derramará el vaso es la pasión
violenta hacia la pastora Laurencia que amaba a su prometido Fortino. El efecto
resorte aquí acontece en dos planos, tanto para los pastores que se aman,
conforme son hostigados y perseguidos, incluso capturados por su enemigo
amenazante, y en el plano de las colectividades.
De manera sincrónica se vincula
el efecto individual con el colectivo. Tras el último abuso donde el comendador
apresa a la pareja surge una rebelión que invade el palacio local y termina con
la vida del tiranuelo. La violencia del pueblo humilde implica la venganza que
equilibra los términos en el sistema de valores locales.[17] Existe un poder superior
de los reyes que intervendrá y juzgará lo acontecido. En el relato sobre una
sublevación popular contra los abusos del comendador, el pueblo se mantiene en
la convicción de que su explosión ha sido justa y, lo más importante, los
espectadores del teatro reciben la satisfacción de que los reyes otorgan un
perdón colectivo y universal a los protagonistas, permitiendo que se realice al
amor de los pobladores.
Edipo en el universo trágico
Cabe preguntarse si la estructura
del complejo de Edipo es tan universal como supuso Freud y lo repitieron
algunos de sus seguidores. Recordemos el argumento brevemente: el rey Layo de Tebas
recibe un oráculo fatídico anunciando que su hijo Edipo lo matará y desposará
con su reina, entonces decide acaba con su propio hijo. Ante la dificultad
moral de hacerlo en persona el rey ordena a unos pastores que lo maten en un
sitio alejado, pero los pastores se conduelen del bebé y prefieren un engaño.
Entonces Edipo crece lejos y resulta adoptado por otros príncipes de una ciudad
vecina, desconociendo quiénes son sus padres. Siendo adulto se encuentra con el
rey viejo quien por soberbia lo obliga a un duelo y Edipo lo hiere de muerte. Por
mecanismos del destino misterioso pronto se convierte en rey de su ciudad natal
y desposa a Yocasta, su propia madre sin saberlo. Tiempo después la verdad sale
a la luz y Edipo horrorizado por sus crímenes se hiere, quedando ciego y
destronado, terminando al cuidado de Antígona, una de sus hijas.
Esa universalidad del complejo
psicológico implicaría que hay una tragedia dentro de cada cabeza, con un
mecanismo de resorte destinado a un fracaso íntimo, pues el objetivo
inconsciente (una madre inalcanzable) posee cierto nivel de vileza íntima,
atorada ante una amenaza inconsciente de castración. Así, el mecanismo implicaría
una especie de ceguera o, más exactamente, una especie de ceguera previa y
final ante los objetivos de la vida misma.[18] El relato completo
implica una especie de doble efecto resorte: Layo engañando contra el destino y
decidiendo el asesinato de su propio hijo, que al no consumarse, desata un
mecanismo de presión hasta que se lanza en un cruce de caminos y su muerte; un
segundo mecanismo de resorte en el alma de Edipo, desde el hijo repudiado y
alejado de sus afectos y derechos legítimos, para que cuando adquiera la plenitud
de fuerzas, sus actos sean guiados por una ceguera figurada que lo orilla a
cometer atropellos y crímenes, lo cual termina por destruirlo moralmente. Su
explosión lo convierte en víctima de sus actos, conforme sus intenciones no son
perversas, pero sus resultados sí.
Bajo la hipótesis de que el inconsciente
es una fuerza imperiosa y dominante, la visión de Freud implicaría una especie
de condena latente en el efecto resorte, pues la fuerza de compresión implica
un deseo culpable y sobre esto opera una ley férrea. Entonces sería por una
conjugación casual y feliz que esa tendencia edípica se desarrollase sin tragedias y hacia objetivos exitosos,
por más que la presión social implica evitar el cumplimiento del incesto y
generar la pasión hacia un objetivo que metamorfosea el impulso primitivo. En
el sentido positivo se emplea el término sublimación como el resultado exitoso,
que transforma la estructura de Edipo en un desenlace maravilloso.
El arte de elegir nubes
Dados los anteriores principios
que indican esa estructura de un efecto resorte, lo cual sucede hacia los
grandes éxitos o frustraciones, la pregunta es ¿cómo surgen los grandes
objetivos que sí merecen esa acumulación de fuerzas y el viaje en una carrera
desbocada hacia su meta? El mismo
análisis de la hipótesis de Edipo podría señalarlos que la pulsión más
originaria se metamorfosea en el amor más prístino, pero requiere de distancia
y maduración. A diferencia de las pequeñas satisfacciones inmediatas de la vida
cotidiana, y más la modernidad por su gusto por los deleites instantáneos (del aparador
a tu boca, del botón al bolsillo, etc.) las enormes satisfacciones requieren de
la maduración y la distancia. El efecto del resorte implica una intensificación
de la satisfacción por el esfuerzo y por un salto en las valoraciones.
La satisfacción busca ser apoteosis,
la estética requiere alcanzar lo sublime. Lo mejor del romanticismo comprendió
a la perfección que el deseo inmediato es la puerta de las frustraciones y las
frivolidades, mientras que el deseo largamente madurado es la vía para el nivel
orgásmico. Saltar a nivel de una silla a nadie le provoca admiración, pero
relatar sobre una vaca que brincaba sobre las nubes, ya es otro cuento. Así,
que pretendemos algo más allá de lo ordinario, pero la presión inmensa del
sistema nos invita a descansar y la silla se convierte en la tentación más
poderosa.
Para los grandes objetivos se
requiere de una presión misteriosa y opresiva, la cual acumula fuerzas. Y la
ventaja de la existencia no consiste en despreciar las leyes naturales sino en
combinarlas en una tecnología adecuada al alma del usuario. En términos de los
románticos existía un alma desgarrada que anhelaba su satisfacción, vagando
entre los ensueños hasta descubrir el hogar exclusivo de su corazón, usualmente
una pareja más o menos imposible (cual Werther) o una tarea también imposible
como revivir lo inanimado (Frankenstein).
Conquistar tu propio resorte
La parte de la compresión en el “efecto
resorte” resulta la más difícil de manejar, pues implica una negatividad y
cruce con las fuerzas inconscientes (para el individuo), así como encontrarse
con la zona de los incontrolable, como que hasta los grandes astros generan la “retrogradación”
incontenible como parte de su ciclo astral. De entrada la compresión del
momento negativo debe resultar desesperante y hasta una completa tragedia que
amenaza con aniquilar al individuo, tal como Shakespeare describió el amor
juvenil de Romeo y Julieta, cuya separación misma implica el anuncio de la
tragedia.
En la época de la personalización
y del auto-control psicológico, la pregunta es ¿cómo encontrar la tensión que nos
lleva hacia el gran objetivo? Dependiendo de los campos de interés y del tipo
de personalidad este género de respuestas puede ser tan variado. El deporte
como espacio artificial para crear metas y medirlas de manera bastante precisa
podría representar un modelo interesante. Mientras en el deportista profesional
este proceso sí implica su meta de vida, para la absoluta mayoría de la población
el deporte mismo pareciera un sustituto de otra cosa, precisamente pareciera
estar sustituyendo esa estructura básica que comienza con la tensión y nos
termina lanzando hacia ese nuestro gran objetivo. Esto no excluye que para el
deportista individual su propia actividad pueda ser lo más sano y satisfactorio
del mundo, pero sí quisiera concluir con un sentido más existencial. ¿Cómo encaminarse a la autenticidad y la auto-realización
por medio de una tensión original que termine lanzando la “loca carrera” hacia
un objetivo válido y supremo para cada cual? Muchos psicólogos humanistas y
pensadores sobre técnicas de realización han ofrecido sus propias respuestas,[19] por lo que no abundaré al
respecto. Para terminar basta señalar que comprender con claridad el “efecto
resorte” evita desbarrancarse por rutas falaces y permite una auto-regulación
en la ruta hacia el objetivo, quien no ha descubierto su propio resorte sigue sonámbulo en el espacio confortable de la
ilusión. Entrar en contacto consciente con tu resorte íntimo es la ley vital de
la autenticidad.
NOTAS:
[1] Hay un
efecto unánime de desbordamiento, pues miles de maravillas y logros técnicos
quedan sumergidos bajo los siguientes éxitos, así el resorte es superado por
ingeniosas combinaciones que convierten energía potencial en cinética.
[2] La
hermana mayor del arco por concepto aunque no por diseño, fue la catapulta
inventada por los ingeniosos griegos, según Isaac Asimov en La Tierra de Canaán, p. 96.
[3] La novela
psicológica Miedo a volar de Erica Jong
se centra sobre esa metáfora convertida en temor, lo cual proporciona el efecto
de la resistencia.
[4] Frase más
conocida por Séneca, “ad astra, per aspera” se popularizó en la cultura juvenil
como lema de la “Federación estelar” en la serie Star Trek.
[5] La
narrativa cuenta que Julio César lloró ante una estatua de Alejandro Magno al
descubrir que el griego había conquistado casi el mundo entero y el romano
todavía no se levantaba a las alturas del máximo conductor de su pueblo.
[7] Colocados
en el prodigio, cualquier desviación sería admisible: La flecha en su
perfección aerodinámica capaz de transmitir toda voluntad y destreza a la
distancia, la tranquila espera del objetivo que atrae la mirada y las intenciones
a la distancia, la confluencia del día exacto que arropa un encuentro entre
arquero ciego y sus herramientas inconcebibles….
[8] El modelo
de “loca carrera” es fundacional de las “series” tal cual lo demuestra Deleuze
en Lógica del sentido.
[9] Aunque
también la obligación bíblica de desposar a la viuda del hermano implicaba una
aberración, el derramarse de Onán, conduce al castigo. Génesis 38-8.
[10] La
intensidad del instante de la concepción ha sido poco reflexionada y bastante
manoseada para causas de politiquería, como el anti-abortismo. La ontogenia
en los albores de la biología parece que sí provocó reflexiones interesantes,
vista como síntesis de la historia natural completa.
[11] Algunas
filosofías consideran que la escisión sujeto-objeto está en el origen de la
tragedia, como si fuese posible suturarlo, como en “Historia y consciencia de clase” de Lukács.
[12] Con
elocuencia Carlyle señala la importancia del chispazo para comenzar el
incendio. Los héroes.
[13] Asimismo,
cuando sucede un evento único, entonces queda destruido el efecto en el
resultado, más propiamente al estilo de una liga que se rompe en el
estiramiento. Incluso el acto de acontecer una vez en la existencia, significa
la imposibilidad de una reversión, y, en ese sentido, podría quedar esto en una
metáfora de la explosión más que en el resorte.
[14] En la República señala la transición entre la
medida individual y lo aplicable a la escala mayor, que implica un
desplazamiento mental clave.
[15] El
término ambición también posee un carácter siniestro cuando se extiende a
considerarse cómo el animal de presa acecha a su víctima, desplazándose de un
lado a otro, de ahí la raíz latina, del “ambi”,
que es un merodeo, ir por ambos lado.
[17] La
venganza implica una trasmutación que equilibra entre el mundo de los vivos y
los muertos, un asesinato por venganza equilibra la balanza en la mentalidad
antigua. Lipovetsky, La era del vacío,
capítulo VI “Violencias salvajes, violencias modernas”.
[18] La
compleja trama de la tragedia quedó como anillo al dedo para la complicada
explicación psicológica desarrollada por Freud que implica un terror a la
castración identificada con la ceguera, así como un tendencia incestuosa
universal. Freud, Más allá del principio
del placer.
[19] Por
ejemplo, Fromm y Jung tan opuestos en tantos aspectos pero tan próximos
alrededor de la realización humana satisfactoria. Fromm El miedo a la libertad y Jung, El
hombre y sus símbolos.
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