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sábado, 23 de mayo de 2020

EL EFECTO RESORTE Y LA LEY VITAL



Por Carlos Valdés Martín

Hasta donde sabemos el resorte es un dispositivo discreto pero de una potencia explosiva, tanto en la realidad como en la metáfora, así su comprensión rebasa la apariencia y el confort mental. Con precisión el concepto de resorte se observa de manera en la biología y la naturaleza, pero aislamiento su mecanismo no fue fácil.  El resorte fue tan admirado por su efecto, porque su desenlace implica el impuso con fortaleza y su resultado a la distancia, sin embargo, la proliferación técnica ocultó su efectividad.[1]
Los efectos a la distancia aparecen en las narraciones tempranas de la humanidad, como mitos, leyendas y primeras literaturas, señalando que son un portento. David vence a Goliat con una pedrada certera, resultado del efecto resorte que convierte a la discreta roca en un sorprendente proyectil y es el esfuerzo lo que transforma un pedrusco humilde en leyenda. Sin embargo, la propia honda no implica un resorte o muelle, sino una palanca que aprovecha la fuerza centrífuga, donde el tensor se oculta en la musculatura. Sin embargo, la mentalidad posmoderna se ha acostumbrado demasiado a los relatos superficiales y no alcanza a mirar más allá del primer árbol que le oculta el bosque.

El arco y la lira

Pasaron siglos hasta que se descubrió una forma sutil y práctica de capturar materialmente el efecto del resorte mediante el arco de cacería o en el derivar sonoro de una cuerda. La arquería separó definitivamente a la humanidad de las bestias feroces al derrotarlas a la distancia a flechazos, gozando de la tranquilidad y la impunidad más completas.[2] La música permitió una reunión a distancia, reproduciendo con un placer agradable o hasta embriagador lo mismo que ya lograba la palabra, sin embargo, el deleite musical le habla a un nivel hondo o inconsciente, por eso Orfeo era un dios.
Si bien la feroz espada fue un invento anterior que ya había marcado la superioridad física del ser humano frente a las bestias, el arco profundizó el distanciamiento. La separación entre el reino animal y el humano tuvo su brindo efectivo con la ostentación del arquero.

Alegría por el crecimiento súbito

En los niños provoca una enorme alegría que un objeto crezca de súbito sin lastimarlos, tales crecimientos rápidos se controlan y vuelven juegos placenteros, como en los juegos artificiales que remontan el cielo y explotan. El vuelo del cohete es un movimiento súbito de su altura, su explosión es una expansión de la vista y el sonido. Ahora bien, tales crecimientos, cuando son por sorpresa provocan temor y hasta pánico, la súbita ola gigante contra la playa provoca el pánico y la huida, el rayo que expande una luz que no se sabe dónde ha surgido y el trueno que se siente tan cerca para provocar terror.
Cuando el niño sabe que el cohete no truena para atacarlo, pero vuela, crece, se ilumina y explota súbitamente le causa un gran placer. La confianza no surge a cualquier edad, cuando son demasiado pequeños se espantan y no están seguros cuando la explosión y la luz es a favor o en contra de ellos.
La explosión emocional explica el mecanismo del deporte y porqué desde la infancia nos aficionamos a su práctica. La tensión entre la expectativa de los minutos sin anotaciones y la súbita alegría de un tanto forman el arco de las emociones deportivas a las que ya estamos acostumbrados.
Algunos de los sueños más alegres de la infancia consisten en convertirse en gigantes, sobrepasar a los adultos, como en el cuento de Alicia en el país de las maravillas. Crecer más que el adulto pero en un instante provoca una alegría infantil ilimitada. ¿Qué es la vitalidad misma sino ese juego entre las esperas opresivas y los saltos súbitos tironeados por una conjugación victoriosa entre fuerzas internas desatadas y objetivos seductores e irresistibles que empujan una loca carrera hasta alcanzarlos?

Cuando adultos

Dejamos de experimentar esa alegría inocente por los crecimientos súbitos, aunque algo se conserva en los días de feria. Sin embargo, se mantiene una nostalgia que ansía merecer tales irrupciones.
El adulto no espera ser él mismo un gigante físico, aunque quizá sí busca lograr una gran carrera profesional, alcanzar un crecimiento de sus ingresos súbito, trepar a una montaña o volar muy lejos.[3] Sin embargo, la condición de adulto es desplegar el juego de las propias fuerzas con tal tino e intensidad que el sentido de estar vivo quede plenamente justificado.
En el adulto el simple crecimiento se olvida por tratarse de algo físico que no significa demasiado, sin embargo, algunos conservan una sensación de que si merecieran ese avance súbito donde así alcanzarían… ¿los cielos? Trepar hasta el cielo indica ese gusto infantil por las bruscas elevaciones que conquistan lo inesperado.
Del mayor se espera un portento distinto al que complace al instante, la medida de los logros y aspiraciones indica una distancia enorme. Los latinos acuñaron la aspiración de los adultos en “Ad astra per aspera”, señalando con el estoicismo que en la dificultad rebasada está el mérito.[4]  

El merecimiento de un crecimiento súbito

Pero el merecer, que implica un caso excepcional, apunta hacia una hipótesis que no resulta fácil de abandonarse cuando adulto. De las muchas aspiraciones subjetivas aquí voy a señalar una crucial: el sentimiento de que se merece alcanzar el cielo por una compresión previa, por un efecto de rebajamiento inicial por el cual alcanzar una súbita elevación, con una noción amada por algunos beatos sinceros, auténticos revolucionarios y políticos ambiciosos.[5]
Lo usual es que el ser humano busque ascender, siendo lo más usual, una escalada paso a paso conforme las dimensiones de la persona, sin embargo existe otra alternativa tentadora: búsqueda de un efecto resorte, que de tanto bajar o comprimirse se lance hacia arriba o se expanda. Esta opción ¿es rara y extraordinaria?

Compresión y expansión del ánimo

La observación entre la compresión y explosión del ánimo sí es un fenómeno visto a escala cotidiana, en cambio, en los inicios de la humanidad a nivel tecnológico la existencia de la compresión-explosión resultaba un fenómeno desconocido. Si el extremo del salto, en psicología se conoce como maníaco-depresivo o bipolar, en la cotidianeidad con facilidad encontramos los pasajes explosivos de la tristeza a la alegría y viceversa, provocada por muy variadas experiencias.
Los romanos republicanos consideraban importante provocar un decaimiento artificial de sus generales victoriosos, pues junto al carro de vencedor y los vítores, se destinaba a un esclavo para que en voz baja le repitiera constantemente un poema que lo invitaba a la humidad, repitiéndole la sanción de la finitud: “memento mori”, “recuerda que morirás”.

El arco zen

La capacidad explosiva del arco militar se transfirió al legendario arte zen, donde el tiro al arco se integraba dentro de la religión. Cuentan las leyendas que un monje zen arquero lograba tiros de precisión, incluso habiendo perdido la vista, para honrar al espíritu de los antepasados.[6] El prodigio de que un ciego realice un tiro portentoso, nos desvía de la admiración que merece el arco.[7] ¿Quién si no un soñador de las distancias y las precisiones imaginó al arco que estará en las manos de un arquero prodigioso? La conquista del tiro perfecto es un sueño largamente acariciado, quien supone que hay un preciso objetivo para alcanzarlo en un instante es un enamorado de las “dianas”, esos objetivos precisos y de atracción irresistible.  Para esa curiosa ensoñación de cazadores el arco zen fue la invención perfecta.

La espera de una vida, cual óvulo y espermatozoide

Para el objetivo del arquero zen, ese monje paciente que alcanza su tiro perfecto luego del perfeccionamiento interior, la existencia completa aguarda en una espera para dedicarla a un segundo. Una vida completa podría imaginarse como un tiempo de espera y maduración, por tanto ser la presión perpetua de apretar un resorte que únicamente adquirirá su felicidad cuando alcanza su viaje de saeta y alcanza su blanco. Dicho así suena obsesivo y hasta perturbado; pues implica intercambiar y sacrificar la vida entera por un instante de precisión y encuentro. ¿Alguna vez sucede algo de esa manera? Sí, y siempre sucede en el principio: el viaje del espermatozoide es una loca carrera[8] para encontrarse con un único objetivo de fecundación, que al lograrse cambia cualquier espera por un triunfo supremo; y asimismo, el óvulo incluye una espera perpetua que se permuta por un instante de suprema fecundación. Y si no su cumplieran ese viaje el espermatozoide y esa espera el óvulo, entonces cualquier otra trayectoria sería un desperdicio, señalada en la condena de Onán.[9] Entonces al arquero con su tiro perfecto es un destino universal, pues la filogénesis lo cumplió desde el instante de la concepción y por tanto cada individuo ya lo vivió en experiencia propia.[10]

Un modelo universal: efecto resorte

Desde el primer instante o en un recóndito pliegue de la existencia, todos hemos vivido el “efecto resorte”, por eso se rodea de un halo de gusto y sus metáforas resultan encantadoras, más cuando comprendemos que son evocaciones de una emergencia sacra. Para definirlo encontramos los elementos y estructura precisos de tal “efecto resorte”: la escisión originaria entre el sujeto del movimiento y su objetivo (la percepción de un anhelo, de una carencia o un enamoramiento),[11] la compresión en sentido contrario que aleja más al sujeto de su objetivo (la caída, la opresión, la timidez del enamoramiento, una avalancha de adversidades…), una acumulación de potencias que preparan a avance explosivo (la maduración del joven, la desgracia final que decide al héroe, la humillación del esclavo que lo subleva, la compasión de Prometeo por los humanos sin fuego), la inflexión que comienza el estallido (el llamado gatillo o el chispazo,[12] el llamado del héroe, la casualidad que obliga a luchar, el descubrimiento de la falsa identidad, etc.), el disparo propiamente (el surgimiento de lo súbito, el grito de Independencia, el gesto explosivo mismo, el estallido revolucionario, la declaración de amor), la carrera alocada en un único sentido ( casi siempre con obstáculos cual el viaje de Odiseo, el fragor de la batalla, el desbocamiento del corredor hacia Maratón), la llegada hacia el Destino (un encuentro con la Amada, un chocar con la Muerte, un Matrimonio feliz, la verdadera batalla, la revelación que desenmascara cualquier absurdo) y un epílogo (ya sea el feliz de “vivieron juntos y felices”, el regreso a Ítaca, el triunfo, la realización, o bien sea el fracaso, muere el héroe, la amada desprecia al pretendiente, Troya ha sido quemada… ).
Cuando no hay ese resultado de compresión caben otras descripciones o maneras de interpretarlo, pero no se considera el resorte.[13] Para nuestra mentalidad la teoría revolucionaria de Marx implica el paradigma del efecto resorte y también su construcción fantasiosa, pues las tragedias y paradojas de la revolución socialista nos llevan a señalar que “algo huele a podrido en Dinamarca” y en las enteras visiones sociales basadas en este efecto. Como advirtió Platón, en cuanto cambian las escalas, el criterio de medida debe ser distinto,[14] mientras para la conciencia individual el efecto resorte es indispensable ¿por qué las sociedades deberían comportarse como espermatozoides y óvulos? No se mira un motivo.

Fracaso de la explosión, por ejemplo, Crimen y castigo

La novela de Dostoievski relata minuciosamente y con verosimilitud los pliegues del alma humana en un estallido de fracaso. En ese relato de Crimen y castigo, el estudiante pobre Raskólnikov oprimido por la miseria circundante y la frustración de sus perspectivas durante un asalto premeditado asesina a una anciana usurera. Su propia existencia queda derrumbada ante el impulsivo acto de asesinato que comete, donde surge un quid pro quo, pues el obstáculo de la miseria representado por la usurera se transforma en un objetivo en el sentido de que ahí se estrella el alma completa de Raskólnikov, torciendo sus ambiciones[15] complicadas de estudiante en un crimen aborrecido por él mismo.
El efecto resorte lo lanza hacia una pared de infamia moral que lo destroza interiormente, la culpa lo carcome y se hunde en la desesperación. Describir algo como “efecto del resorte” no implica una tendencia feliz o desastrosa, pero sí agrega enorme dramatismo a la existencia humana, que aquí implica un revulsivo de las valoraciones.  

Triunfo, por ejemplo, Fuenteovejuna

En el relato teatral de Lope de Vega, se retoman hechos locales sobre los abusos de un poder tiránico y la furia del pueblo contra su opresor. El pequeño pueblo rural de Fuente Ovejuna era gobernado por un “comendador” que no respeta las leyes y busca satisfacer sus bajos instintos sobre las doncellas del sitio. El relato se cree fue basado en un acontecimiento real de lugareños españoles del siglo XV, y que quedaron plasmados por el dramaturgo un siglo después. Una larga serie de abusos en injusticias cometidas por la propia autoridad del “comendador” que debería ser quien imparta justicia en el pueblo se acumulan en agravios. Aunque existía el feudal “derecho de pernada”[16] por el cual los aristócratas estrenaban a las mujeres antes de un matrimonio de sus siervos, como una costumbre, pero la obra se desarrolla en un periodo que lo condenaba y miraba como un acto inaudito. La gota que derramará el vaso es la pasión violenta hacia la pastora Laurencia que amaba a su prometido Fortino. El efecto resorte aquí acontece en dos planos, tanto para los pastores que se aman, conforme son hostigados y perseguidos, incluso capturados por su enemigo amenazante, y en el plano de las colectividades.
De manera sincrónica se vincula el efecto individual con el colectivo. Tras el último abuso donde el comendador apresa a la pareja surge una rebelión que invade el palacio local y termina con la vida del tiranuelo. La violencia del pueblo humilde implica la venganza que equilibra los términos en el sistema de valores locales.[17] Existe un poder superior de los reyes que intervendrá y juzgará lo acontecido. En el relato sobre una sublevación popular contra los abusos del comendador, el pueblo se mantiene en la convicción de que su explosión ha sido justa y, lo más importante, los espectadores del teatro reciben la satisfacción de que los reyes otorgan un perdón colectivo y universal a los protagonistas, permitiendo que se realice al amor de los pobladores.

Edipo en el universo trágico

Cabe preguntarse si la estructura del complejo de Edipo es tan universal como supuso Freud y lo repitieron algunos de sus seguidores. Recordemos el argumento brevemente: el rey Layo de Tebas recibe un oráculo fatídico anunciando que su hijo Edipo lo matará y desposará con su reina, entonces decide acaba con su propio hijo. Ante la dificultad moral de hacerlo en persona el rey ordena a unos pastores que lo maten en un sitio alejado, pero los pastores se conduelen del bebé y prefieren un engaño. Entonces Edipo crece lejos y resulta adoptado por otros príncipes de una ciudad vecina, desconociendo quiénes son sus padres. Siendo adulto se encuentra con el rey viejo quien por soberbia lo obliga a un duelo y Edipo lo hiere de muerte. Por mecanismos del destino misterioso pronto se convierte en rey de su ciudad natal y desposa a Yocasta, su propia madre sin saberlo. Tiempo después la verdad sale a la luz y Edipo horrorizado por sus crímenes se hiere, quedando ciego y destronado, terminando al cuidado de Antígona, una de sus hijas.
Esa universalidad del complejo psicológico implicaría que hay una tragedia dentro de cada cabeza, con un mecanismo de resorte destinado a un fracaso íntimo, pues el objetivo inconsciente (una madre inalcanzable) posee cierto nivel de vileza íntima, atorada ante una amenaza inconsciente de castración. Así, el mecanismo implicaría una especie de ceguera o, más exactamente, una especie de ceguera previa y final ante los objetivos de la vida misma.[18] El relato completo implica una especie de doble efecto resorte: Layo engañando contra el destino y decidiendo el asesinato de su propio hijo, que al no consumarse, desata un mecanismo de presión hasta que se lanza en un cruce de caminos y su muerte; un segundo mecanismo de resorte en el alma de Edipo, desde el hijo repudiado y alejado de sus afectos y derechos legítimos, para que cuando adquiera la plenitud de fuerzas, sus actos sean guiados por una ceguera figurada que lo orilla a cometer atropellos y crímenes, lo cual termina por destruirlo moralmente. Su explosión lo convierte en víctima de sus actos, conforme sus intenciones no son perversas, pero sus resultados sí.
Bajo la hipótesis de que el inconsciente es una fuerza imperiosa y dominante, la visión de Freud implicaría una especie de condena latente en el efecto resorte, pues la fuerza de compresión implica un deseo culpable y sobre esto opera una ley férrea. Entonces sería por una conjugación casual y feliz que esa tendencia edípica se desarrollase sin tragedias y hacia objetivos exitosos, por más que la presión social implica evitar el cumplimiento del incesto y generar la pasión hacia un objetivo que metamorfosea el impulso primitivo. En el sentido positivo se emplea el término sublimación como el resultado exitoso, que transforma la estructura de Edipo en un desenlace maravilloso.

El arte de elegir nubes

Dados los anteriores principios que indican esa estructura de un efecto resorte, lo cual sucede hacia los grandes éxitos o frustraciones, la pregunta es ¿cómo surgen los grandes objetivos que sí merecen esa acumulación de fuerzas y el viaje en una carrera desbocada hacia su meta?  El mismo análisis de la hipótesis de Edipo podría señalarlos que la pulsión más originaria se metamorfosea en el amor más prístino, pero requiere de distancia y maduración. A diferencia de las pequeñas satisfacciones inmediatas de la vida cotidiana, y más la modernidad por su gusto por los deleites instantáneos (del aparador a tu boca, del botón al bolsillo, etc.) las enormes satisfacciones requieren de la maduración y la distancia. El efecto del resorte implica una intensificación de la satisfacción por el esfuerzo y por un salto en las valoraciones.
La satisfacción busca ser apoteosis, la estética requiere alcanzar lo sublime. Lo mejor del romanticismo comprendió a la perfección que el deseo inmediato es la puerta de las frustraciones y las frivolidades, mientras que el deseo largamente madurado es la vía para el nivel orgásmico. Saltar a nivel de una silla a nadie le provoca admiración, pero relatar sobre una vaca que brincaba sobre las nubes, ya es otro cuento. Así, que pretendemos algo más allá de lo ordinario, pero la presión inmensa del sistema nos invita a descansar y la silla se convierte en la tentación más poderosa.
Para los grandes objetivos se requiere de una presión misteriosa y opresiva, la cual acumula fuerzas. Y la ventaja de la existencia no consiste en despreciar las leyes naturales sino en combinarlas en una tecnología adecuada al alma del usuario. En términos de los románticos existía un alma desgarrada que anhelaba su satisfacción, vagando entre los ensueños hasta descubrir el hogar exclusivo de su corazón, usualmente una pareja más o menos imposible (cual Werther) o una tarea también imposible como revivir lo inanimado (Frankenstein).

Conquistar tu propio resorte

La parte de la compresión en el “efecto resorte” resulta la más difícil de manejar, pues implica una negatividad y cruce con las fuerzas inconscientes (para el individuo), así como encontrarse con la zona de los incontrolable, como que hasta los grandes astros generan la “retrogradación” incontenible como parte de su ciclo astral. De entrada la compresión del momento negativo debe resultar desesperante y hasta una completa tragedia que amenaza con aniquilar al individuo, tal como Shakespeare describió el amor juvenil de Romeo y Julieta, cuya separación misma implica el anuncio de la tragedia.
En la época de la personalización y del auto-control psicológico, la pregunta es ¿cómo encontrar la tensión que nos lleva hacia el gran objetivo? Dependiendo de los campos de interés y del tipo de personalidad este género de respuestas puede ser tan variado. El deporte como espacio artificial para crear metas y medirlas de manera bastante precisa podría representar un modelo interesante. Mientras en el deportista profesional este proceso sí implica su meta de vida, para la absoluta mayoría de la población el deporte mismo pareciera un sustituto de otra cosa, precisamente pareciera estar sustituyendo esa estructura básica que comienza con la tensión y nos termina lanzando hacia ese nuestro gran objetivo. Esto no excluye que para el deportista individual su propia actividad pueda ser lo más sano y satisfactorio del mundo, pero sí quisiera concluir con un sentido más existencial.  ¿Cómo encaminarse a la autenticidad y la auto-realización por medio de una tensión original que termine lanzando la “loca carrera” hacia un objetivo válido y supremo para cada cual? Muchos psicólogos humanistas y pensadores sobre técnicas de realización han ofrecido sus propias respuestas,[19] por lo que no abundaré al respecto. Para terminar basta señalar que comprender con claridad el “efecto resorte” evita desbarrancarse por rutas falaces y permite una auto-regulación en la ruta hacia el objetivo, quien no ha descubierto su propio resorte sigue sonámbulo en el espacio confortable de la ilusión. Entrar en contacto consciente con tu resorte íntimo es la ley vital de la autenticidad. 

NOTAS:


[1] Hay un efecto unánime de desbordamiento, pues miles de maravillas y logros técnicos quedan sumergidos bajo los siguientes éxitos, así el resorte es superado por ingeniosas combinaciones que convierten energía potencial en cinética.
[2] La hermana mayor del arco por concepto aunque no por diseño, fue la catapulta inventada por los ingeniosos griegos, según Isaac Asimov en La Tierra de Canaán, p. 96.
[3] La novela psicológica Miedo a volar de Erica Jong se centra sobre esa metáfora convertida en temor, lo cual proporciona el efecto de la resistencia.
[4] Frase más conocida por Séneca, “ad astra, per aspera” se popularizó en la cultura juvenil como lema de la “Federación estelar” en la serie Star Trek.
[5] La narrativa cuenta que Julio César lloró ante una estatua de Alejandro Magno al descubrir que el griego había conquistado casi el mundo entero y el romano todavía no se levantaba a las alturas del máximo conductor de su pueblo.
[6] Japón heroico y galante.
[7] Colocados en el prodigio, cualquier desviación sería admisible: La flecha en su perfección aerodinámica capaz de transmitir toda voluntad y destreza a la distancia, la tranquila espera del objetivo que atrae la mirada y las intenciones a la distancia, la confluencia del día exacto que arropa un encuentro entre arquero ciego y sus herramientas inconcebibles….
[8] El modelo de “loca carrera” es fundacional de las “series” tal cual lo demuestra Deleuze en Lógica del sentido.
[9] Aunque también la obligación bíblica de desposar a la viuda del hermano implicaba una aberración, el derramarse de Onán, conduce al castigo. Génesis 38-8.
[10] La intensidad del instante de la concepción ha sido poco reflexionada y bastante manoseada para causas de politiquería, como el anti-abortismo. La ontogenia en los albores de la biología parece que sí provocó reflexiones interesantes, vista como síntesis de la historia natural completa.
[11] Algunas filosofías consideran que la escisión sujeto-objeto está en el origen de la tragedia, como si fuese posible suturarlo, como en “Historia y consciencia de clase” de Lukács.
[12] Con elocuencia Carlyle señala la importancia del chispazo para comenzar el incendio. Los héroes.
[13] Asimismo, cuando sucede un evento único, entonces queda destruido el efecto en el resultado, más propiamente al estilo de una liga que se rompe en el estiramiento. Incluso el acto de acontecer una vez en la existencia, significa la imposibilidad de una reversión, y, en ese sentido, podría quedar esto en una metáfora de la explosión más que en el resorte.
[14] En la República señala la transición entre la medida individual y lo aplicable a la escala mayor, que implica un desplazamiento mental clave.
[15] El término ambición también posee un carácter siniestro cuando se extiende a considerarse cómo el animal de presa acecha a su víctima, desplazándose de un lado a otro, de ahí la raíz latina, del “ambi”, que es un merodeo, ir por ambos lado.
[16] Bataille, El erotismo.
[17] La venganza implica una trasmutación que equilibra entre el mundo de los vivos y los muertos, un asesinato por venganza equilibra la balanza en la mentalidad antigua. Lipovetsky, La era del vacío, capítulo VI “Violencias salvajes, violencias modernas”.
[18] La compleja trama de la tragedia quedó como anillo al dedo para la complicada explicación psicológica desarrollada por Freud que implica un terror a la castración identificada con la ceguera, así como un tendencia incestuosa universal. Freud, Más allá del principio del placer.
[19] Por ejemplo, Fromm y Jung tan opuestos en tantos aspectos pero tan próximos alrededor de la realización humana satisfactoria. Fromm El miedo a la libertad y Jung, El hombre y sus símbolos.

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