Por Carlos
Valdés Martín
Según las narraciones, entre los pueblos griegos los
dramas de Esquilo provocaban una impresión tan honda que las mujeres abortaban
espontáneamente durante las representaciones. Además de una capacidad narrativa,
la propia leyenda de Prometeo resulta un gran reto para la imaginación. Estamos
demasiado acostumbrados a pensar que la jerarquía celestial es un coro
armonioso, que entre el Padre divino y su Hijo únicamente existen relaciones de
cordialidad y devoción sin límites, por lo que resultaría ilógico y escandaloso
señalar que la Cruz fuese un castigo del Padre ante una desobediencia del Hijo
al redimir a la humanidad. Sin embargo, algunos cristianos devotos y profundos
también han dado interpretaciones escandalosas a su religiosidad. Ya decía
Kierkegaard que el cristianismo original era un escándalo que permanecía
adormilado por las iglesias oficiales…[1] Un
argumento interesante, pero nuestro tema es el singular destino de Prometeo, el
dios que entregó generosamente el fuego a la humanidad.
Prometeo representa…
Se conocen algunas cualidades de esta deidad, las
cuales ayuntaré como hacen los campesinos con sus mejores bueyes para arar. La
primera que él era astuto y burlón, que —tantas veces— significa lo mismo, esa
risa irónica de los inteligentes. Su otra cualidad era una bondad arrebatada y
el don profético,[2] como quien dice que el
obrar bien rompe la cadena del Karma y fertiliza el porvenir. Esto último, el
don profético resultó un problema en sí, pues él era el único que sabía el
secreto de quién destronaría y sería el sucesor de Zeus. Si se recuerda las
monarquías antiguas, la costumbre era que quien derrocaba[3] al rey
se quedaba con el Poder, creyéndose que “así en la tierra como en el cielo”.[4]
Si un dios representa bien a la filantropía
desinteresada es Prometeo quien entregó todos los bienes a la humanidad y
sufrió un castigo por todos y cada uno. Si se habla de darlo todo sin obtener
nada a cambio más que la injusticia en carne propia, para los griegos no era
Cristo sino su favorito era Prometeo. Este griego resultó un dios redentor de
cuerpo entero que no se amilana ante el peligro y transita desde la osadía
hasta la temeridad.
El castigo en principio pertenece al cálculo inicial
de este relato, por tanto no sería una temeridad. Además el relato no pretende
una hazaña impune, Prometeo no huye para ganar una ventaja adicional. Él posee
la visión profética y bien adivina lo que le vendrá encima por su buena acción.
Su gesto responsable, de pagar el precio por su
donación, implica que los dioses celosos no les arrancarán ese regalo a la
humanidad. Entonces por el don del fuego no se imagina un
intercambio gratuito sino un pago muy costoso, representado en pérdida de
libertad y tortura eterna.
El cuento señala que Prometeo robó el fuego en el
sitial del Olimpo, guardándolo dentro de un carrillo hasta bajar con el trofeo,
para entregarlo y contagiar a la primer hoguera. Y de la hoguera vendría el hogar
para los humanos, entonces tan necesitados de una calefacción artificial. El
relato supone que con este fuego primigenio comenzó la carrera de la
civilización, con su confort, beneficios, deleites, medicinas, palacios, viajes
y perplejidades.
Enterado de la falta, Zeus dicta una sentencia
inmediata y manda a encadenar al infractor. ¿En realidad sufre Prometeo encadenado? Según un drama teatral
antiguo, la obra de Esquilo que se conservó parcialmente,[5] sus
dolores son inenarrables, son la mortificación de una carne divina sin
comparación entre los terrestres. Con ello los dones materiales de la civilización
poseen una culpa primera (un pecado original) de la cual no cabría
arrepentirse pues fue un regalo y, además, imposible de devolver. En segundo,
lugar esos dones posee un valor metafísico fruto de una “sangre de dioses”, donde
curiosamente la “teoría del valor trabajo” de Marx implica una continuación de
la culpa metafísica unida a la valuación también metafísica.[6]
En otra variante de la narrativa —ahora harto polémica
por colocar en mal a la mujer—, señala que la venganza de Zeus implicó armar a
Pandora, con la Caja llena de regalos envenenados, de tal manera que un único
don que llenaba de fuerza el empuje civilizador, era neutralizado con un “exceso
de falsos regalos”.
Zeus
representa…
Resulta
muy tentador señalar que Zeus sí representa el castigo divino, pues un poder
superior ataca las transgresiones. Sin embargo, hay una interpretación mejor
pues Zeus puede encarnar la Ley Impersonal donde cada quien se somete a su
castigo (auto-decidido). Por su parte, Prometeo ha tomado la decisión más noble
para socorrer al necesitado, desafiando una Ley, sin embargo… ¿Era ya el
tiempo? Las cadenas implican una parálisis, y el dios Prometeo no es destruido
por el rayo, sino detención.
En una
versión importante, Zeus sí representa el castigo y posee un rasgo de
injustificada violencia contra el heroico Prometeo; una injusticia de tal calado
que obligará a un crepúsculo de los dioses y el fin de su reinado. Bajo la
crítica, Zeus sería un doble pecador: al imponer la prohibición de auxiliar a
la humanidad y al castigar terriblemente al benefactor, por tanto trastocó el
curso de la ética aceptable. La injusticia de Zeus erosiona su propio Poder,
hasta que prepara su caída.
Si Zeus
resulta la Ley impersonal, entonces Prometeo toma la senda del auto-castigo y
por esa vía dolorosa, se purifica en su “astra
per áspera”.
El
corazón arrancado
Adelantamos
que el corazón es una representación de la individualidad profunda, pero cuando
se puede arrancar resulta falsa. Los antiguos consideraban que el asiento del
Alma era el corazón, por eso se siente como arrancado por la pérdida amorosa. Cuando
distinguimos alma de espíritu, la primera es la parte afectiva y sentimental,
que sigue afectada por los acontecimientos mundanos, mientras el espíritu
representa el lado más mental y fácil de separar de las preocupaciones
terrenas.[7]
Como
sea, arrancar la víscera es algo íntimamente doloroso, por más que ese Corazón
sea falaz y debilitado, todavía no queríamos abandonarlo, pues sigue siendo
parte de la intimidad. Entonces se requiere de un esfuerzo súbito para arrancar
y lanzar al abismo tal centro de la vitalidad anímica.
Una de
las mayores acusaciones de crueldad que hicieron los conquistadores a los
indígenas aztecas se relacionaba con los sacrificios y la manera brutal de
realizarlos, arrancando en el cautivo vivo su corazón. La explicación de tales
horrores ha sembrado dudas y suponemos que hubo un relato interesado, como
cuando hablaban de la existencia de gigantes, porque encontraron un hueso
antiguo.[8]
Sin
embargo, la dimensión narrativa de Prometeo agrega un rasgo más sobrecogedor,
pues las entrañas volvían a regenerase cada noche; así que el castigo seguía un
ciclo diario, terrible y sin piedad. Entonces, el sacrificio rebasa la Cruz que
sucedió una vez,[9] para
repetirse día a día, con crueldad precisa.
Los
buitres o águilas negras son…
Hay un
significado simbólico de los buitres, semejantes a la leyenda de Prometeo con
aves desgarrando cada día al héroe. Las aves carroñeras son el “pensamiento
negativo que atormenta su corazón”,[10]
siendo un híbrido entre el sentimiento negativo (carroñero) y el anhelo de
libertad (el volar), entre gozo por la podredumbre (incluso la indignación
moral eso es) y la expectativa de la trascendencia respecto del mal. En algunos
relatos dramáticos quien devora la entraña es un águila negra y no buitres,
pero su funcionalidad es la misma.
Recordemos
que no en todos los pueblos se habla mal del buitre y entre los lamas tibetanos
sirve para limpiar el cuerpo y llevar el espíritu a los cielos. Al atacar a la
falsa individualidad y a la materia, los buitres hacen un gran favor.[11]
El buitre al atacar la podredumbre representa con claridad a un sentimiento que
se ha vuelto muy popular en la actividad política y las redes: el indignarse.
En redes sociales la indignación hasta pareciera un mérito enorme, cuando
también implica una especie de hipocondría moral de quien ve pajas en todos los
ojos ajenos, hasta que el mundo entero le parece un pajar listo a incendiarse.[12]
La indignación moral también es una trampa, por lo que el buitre levanta el
vuelo después de comer para no corromperse junto con la carne putrefacta. Esto
implica que una dosis de indignación ante el mal es indispensable, pero habitar
dentro de esa indignación es convivir con el Infierno de la corrupción.
Las cadenas de Hefesto y la roca bruta
El dios
Hefesto griego (popularizado como Vulcano de los romanos) el forjador de
cadenas representa las cualidades ordinarias que esclavizan, que diseñando
sistemáticamente los dispositivos dejan de servir para lo útil y se convierten
en las limitaciones de lo ordinario. La acción sistemática del metal
impresionaba a los antiguos en varios sentidos, ya sea como elaboración de las
principales herramientas, pero con particularidad la cadena poseía un sentido
fuerte, pues señalaba al esclavo. Recordemos que esos pueblos se separaban
entre los libres y los esclavos, por lo que encadenar era un gesto de cruda
rudeza.
Según el relato, Hefesto actúa contra su intención,
cómplice forzado de los designios de Zeus y, aun así su dispositivo funciona
perfectamente. Las cadenas por sí mismas resultarían débiles entre dioses, por
lo que se anclaron a una mole montañosa. Una montaña enorme o un farallón en la
región al norte de la Grecia clásica, quizá entre las costas de Escitia, sirvió
para reforzar el encadenamiento de Prometeo. Así, lo imaginamos clavado en un farallón
de rocas del Dardanelo donde Prometeo está atado a la Roca bruta,
representativa de la soledad y la fatalidad. ¿Una montaña es la Piedra convertida
en un gigante natural sin forma ni sentido? Sí, en este caso además configura
un cadalso simbólico, el sitio de la ejecución de la pena contra el héroe
mítico y benefactor.
La
liberación de Prometeo…
Ya que
el acto original de Prometeo es el beneficio y la liberación de la humanidad, a
la larga, tras su purificación por el sufrimiento, también ha de obtener la
máxima presea.
El
libertador Hércules es el héroe, que supera las dificultades para separar con
fuerza prodigiosa la cadena material, por dura que sea. A su vez, recordemos que
Hércules se impuso una cadena voluntaria, esto al someterse a los dictados de un
rey injusto, que se burlaba de sus servicios y conspiraba en secreto para
abatirle. En cierto sentido, Prometeo es el espejo divino del Hércules,
semi-divino, pues el primero había cumplido con una única hazaña el mayor de los
logros imaginables; en cambio, el vencedor del León y el Cerbero debe cumplir
múltiples hazañas para cumplir su ciclo.
En el
relato de las hazañas de Hércules, la liberación de Prometeo queda disimulado
como un acontecimiento casual, incluso sin ser considerado uno de los famosos
12 trabajos. Esto anterior nos permite suponer que ese liberarse de las cadenas
físicas y escapar a la tortura no significa la redención de Prometeo. Cabría suponer
una tregua de sus sufrimientos, porque su redención debería acontecer con el
ajuste de cuentas con su gran antagonista, con Zeus mismo.
NOTAS:
[3] Singular término, la etimología de derrocar
implica tirar de la roca, como despeñar, con la anotación de que la primera
estirpe del rey David judío, se coronaba sobre una piedra, relacionada con el
pacto con Yahvé. Véase Capt, El templo de
salomón.
[4] Frazer, La
rama dorada, muestra cómo la muerte ritual del rey era la regla entre los
pueblos antiguos.
[6] A diferencia de los antiguos griegos, Marx
creía en una culpa presente en el sistema capitalista, que merecía ser removido
por tal motivo. Véase El capital,
tomo I, etc.
[9] Aunque Nietzsche con la noción del Eterno
Retorno le devuelve esa dimensión sobrecogedora pues la crucifixión se repetirá
en los tiempos futuros, y se repetirá por siempre. Así hablaba Zaratustra.
[12] Fromm, El
miedo a la libertad, explica que la hipocondría moral forma parte del
arsenal fascista.
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