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jueves, 7 de mayo de 2020

PROMETEO CON SUS BUITRES, CADENAS Y LIBERACIÓN





Por Carlos Valdés Martín

Según las narraciones, entre los pueblos griegos los dramas de Esquilo provocaban una impresión tan honda que las mujeres abortaban espontáneamente durante las representaciones. Además de una capacidad narrativa, la propia leyenda de Prometeo resulta un gran reto para la imaginación. Estamos demasiado acostumbrados a pensar que la jerarquía celestial es un coro armonioso, que entre el Padre divino y su Hijo únicamente existen relaciones de cordialidad y devoción sin límites, por lo que resultaría ilógico y escandaloso señalar que la Cruz fuese un castigo del Padre ante una desobediencia del Hijo al redimir a la humanidad. Sin embargo, algunos cristianos devotos y profundos también han dado interpretaciones escandalosas a su religiosidad. Ya decía Kierkegaard que el cristianismo original era un escándalo que permanecía adormilado por las iglesias oficiales…[1] Un argumento interesante, pero nuestro tema es el singular destino de Prometeo, el dios que entregó generosamente el fuego a la humanidad.  

Prometeo representa…
Se conocen algunas cualidades de esta deidad, las cuales ayuntaré como hacen los campesinos con sus mejores bueyes para arar. La primera que él era astuto y burlón, que —tantas veces— significa lo mismo, esa risa irónica de los inteligentes. Su otra cualidad era una bondad arrebatada y el don profético,[2] como quien dice que el obrar bien rompe la cadena del Karma y fertiliza el porvenir. Esto último, el don profético resultó un problema en sí, pues él era el único que sabía el secreto de quién destronaría y sería el sucesor de Zeus. Si se recuerda las monarquías antiguas, la costumbre era que quien derrocaba[3] al rey se quedaba con el Poder, creyéndose que “así en la tierra como en el cielo”.[4]  

Si un dios representa bien a la filantropía desinteresada es Prometeo quien entregó todos los bienes a la humanidad y sufrió un castigo por todos y cada uno. Si se habla de darlo todo sin obtener nada a cambio más que la injusticia en carne propia, para los griegos no era Cristo sino su favorito era Prometeo. Este griego resultó un dios redentor de cuerpo entero que no se amilana ante el peligro y transita desde la osadía hasta la temeridad.
El castigo en principio pertenece al cálculo inicial de este relato, por tanto no sería una temeridad. Además el relato no pretende una hazaña impune, Prometeo no huye para ganar una ventaja adicional. Él posee la visión profética y bien adivina lo que le vendrá encima por su buena acción.
Su gesto responsable, de pagar el precio por su donación, implica que los dioses celosos no les arrancarán ese regalo a la humanidad. Entonces por el don del fuego no se imagina un intercambio gratuito sino un pago muy costoso, representado en pérdida de libertad y tortura eterna.
El cuento señala que Prometeo robó el fuego en el sitial del Olimpo, guardándolo dentro de un carrillo hasta bajar con el trofeo, para entregarlo y contagiar a la primer hoguera. Y de la hoguera vendría el hogar para los humanos, entonces tan necesitados de una calefacción artificial. El relato supone que con este fuego primigenio comenzó la carrera de la civilización, con su confort, beneficios, deleites, medicinas, palacios, viajes y perplejidades.

Enterado de la falta, Zeus dicta una sentencia inmediata y manda a encadenar al infractor. ¿En realidad sufre Prometeo encadenado? Según un drama teatral antiguo, la obra de Esquilo que se conservó parcialmente,[5] sus dolores son inenarrables, son la mortificación de una carne divina sin comparación entre los terrestres. Con ello los dones materiales de la civilización poseen una culpa primera (un pecado original) de la cual no cabría arrepentirse pues fue un regalo y, además, imposible de devolver. En segundo, lugar esos dones posee un valor metafísico fruto de una “sangre de dioses”, donde curiosamente la “teoría del valor trabajo” de Marx implica una continuación de la culpa metafísica unida a la valuación también metafísica.[6]

En otra variante de la narrativa —ahora harto polémica por colocar en mal a la mujer—, señala que la venganza de Zeus implicó armar a Pandora, con la Caja llena de regalos envenenados, de tal manera que un único don que llenaba de fuerza el empuje civilizador, era neutralizado con un “exceso de falsos regalos”.  

Zeus representa…
Resulta muy tentador señalar que Zeus sí representa el castigo divino, pues un poder superior ataca las transgresiones. Sin embargo, hay una interpretación mejor pues Zeus puede encarnar la Ley Impersonal donde cada quien se somete a su castigo (auto-decidido). Por su parte, Prometeo ha tomado la decisión más noble para socorrer al necesitado, desafiando una Ley, sin embargo… ¿Era ya el tiempo? Las cadenas implican una parálisis, y el dios Prometeo no es destruido por el rayo, sino detención.
En una versión importante, Zeus sí representa el castigo y posee un rasgo de injustificada violencia contra el heroico Prometeo; una injusticia de tal calado que obligará a un crepúsculo de los dioses y el fin de su reinado. Bajo la crítica, Zeus sería un doble pecador: al imponer la prohibición de auxiliar a la humanidad y al castigar terriblemente al benefactor, por tanto trastocó el curso de la ética aceptable. La injusticia de Zeus erosiona su propio Poder, hasta que prepara su caída.
Si Zeus resulta la Ley impersonal, entonces Prometeo toma la senda del auto-castigo y por esa vía dolorosa, se purifica en su “astra per áspera”.  

El corazón arrancado
Adelantamos que el corazón es una representación de la individualidad profunda, pero cuando se puede arrancar resulta falsa. Los antiguos consideraban que el asiento del Alma era el corazón, por eso se siente como arrancado por la pérdida amorosa. Cuando distinguimos alma de espíritu, la primera es la parte afectiva y sentimental, que sigue afectada por los acontecimientos mundanos, mientras el espíritu representa el lado más mental y fácil de separar de las preocupaciones terrenas.[7]
Como sea, arrancar la víscera es algo íntimamente doloroso, por más que ese Corazón sea falaz y debilitado, todavía no queríamos abandonarlo, pues sigue siendo parte de la intimidad. Entonces se requiere de un esfuerzo súbito para arrancar y lanzar al abismo tal centro de la vitalidad anímica.
Una de las mayores acusaciones de crueldad que hicieron los conquistadores a los indígenas aztecas se relacionaba con los sacrificios y la manera brutal de realizarlos, arrancando en el cautivo vivo su corazón. La explicación de tales horrores ha sembrado dudas y suponemos que hubo un relato interesado, como cuando hablaban de la existencia de gigantes, porque encontraron un hueso antiguo.[8]
Sin embargo, la dimensión narrativa de Prometeo agrega un rasgo más sobrecogedor, pues las entrañas volvían a regenerase cada noche; así que el castigo seguía un ciclo diario, terrible y sin piedad. Entonces, el sacrificio rebasa la Cruz que sucedió una vez,[9] para repetirse día a día, con crueldad precisa.

Los buitres o águilas negras son…
Hay un significado simbólico de los buitres, semejantes a la leyenda de Prometeo con aves desgarrando cada día al héroe. Las aves carroñeras son el “pensamiento negativo que atormenta su corazón”,[10] siendo un híbrido entre el sentimiento negativo (carroñero) y el anhelo de libertad (el volar), entre gozo por la podredumbre (incluso la indignación moral eso es) y la expectativa de la trascendencia respecto del mal. En algunos relatos dramáticos quien devora la entraña es un águila negra y no buitres, pero su funcionalidad es la misma.  
Recordemos que no en todos los pueblos se habla mal del buitre y entre los lamas tibetanos sirve para limpiar el cuerpo y llevar el espíritu a los cielos. Al atacar a la falsa individualidad y a la materia, los buitres hacen un gran favor.[11] El buitre al atacar la podredumbre representa con claridad a un sentimiento que se ha vuelto muy popular en la actividad política y las redes: el indignarse. En redes sociales la indignación hasta pareciera un mérito enorme, cuando también implica una especie de hipocondría moral de quien ve pajas en todos los ojos ajenos, hasta que el mundo entero le parece un pajar listo a incendiarse.[12] La indignación moral también es una trampa, por lo que el buitre levanta el vuelo después de comer para no corromperse junto con la carne putrefacta. Esto implica que una dosis de indignación ante el mal es indispensable, pero habitar dentro de esa indignación es convivir con el Infierno de la corrupción.

Las cadenas de Hefesto y la roca bruta
El dios Hefesto griego (popularizado como Vulcano de los romanos) el forjador de cadenas representa las cualidades ordinarias que esclavizan, que diseñando sistemáticamente los dispositivos dejan de servir para lo útil y se convierten en las limitaciones de lo ordinario. La acción sistemática del metal impresionaba a los antiguos en varios sentidos, ya sea como elaboración de las principales herramientas, pero con particularidad la cadena poseía un sentido fuerte, pues señalaba al esclavo. Recordemos que esos pueblos se separaban entre los libres y los esclavos, por lo que encadenar era un gesto de cruda rudeza.

Según el relato, Hefesto actúa contra su intención, cómplice forzado de los designios de Zeus y, aun así su dispositivo funciona perfectamente. Las cadenas por sí mismas resultarían débiles entre dioses, por lo que se anclaron a una mole montañosa. Una montaña enorme o un farallón en la región al norte de la Grecia clásica, quizá entre las costas de Escitia, sirvió para reforzar el encadenamiento de Prometeo. Así, lo imaginamos clavado en un farallón de rocas del Dardanelo donde Prometeo está atado a la Roca bruta, representativa de la soledad y la fatalidad. ¿Una montaña es la Piedra convertida en un gigante natural sin forma ni sentido? Sí, en este caso además configura un cadalso simbólico, el sitio de la ejecución de la pena contra el héroe mítico y benefactor.

La liberación de Prometeo…
Ya que el acto original de Prometeo es el beneficio y la liberación de la humanidad, a la larga, tras su purificación por el sufrimiento, también ha de obtener la máxima presea.
El libertador Hércules es el héroe, que supera las dificultades para separar con fuerza prodigiosa la cadena material, por dura que sea. A su vez, recordemos que Hércules se impuso una cadena voluntaria, esto al someterse a los dictados de un rey injusto, que se burlaba de sus servicios y conspiraba en secreto para abatirle. En cierto sentido, Prometeo es el espejo divino del Hércules, semi-divino, pues el primero había cumplido con una única hazaña el mayor de los logros imaginables; en cambio, el vencedor del León y el Cerbero debe cumplir múltiples hazañas para cumplir su ciclo.
En el relato de las hazañas de Hércules, la liberación de Prometeo queda disimulado como un acontecimiento casual, incluso sin ser considerado uno de los famosos 12 trabajos. Esto anterior nos permite suponer que ese liberarse de las cadenas físicas y escapar a la tortura no significa la redención de Prometeo. Cabría suponer una tregua de sus sufrimientos, porque su redención debería acontecer con el ajuste de cuentas con su gran antagonista, con Zeus mismo.  

 NOTAS:



[1] Kierkegaard, Diario de un seductor.
[2] Esquilo, Prometeo encadenado.
[3] Singular término, la etimología de derrocar implica tirar de la roca, como despeñar, con la anotación de que la primera estirpe del rey David judío, se coronaba sobre una piedra, relacionada con el pacto con Yahvé. Véase Capt, El templo de salomón.
[4] Frazer, La rama dorada, muestra cómo la muerte ritual del rey era la regla entre los pueblos antiguos.
[5] Esquilo, Prometeo encadenado.
[6] A diferencia de los antiguos griegos, Marx creía en una culpa presente en el sistema capitalista, que merecía ser removido por tal motivo. Véase El capital, tomo I, etc.
[7] Denis de Rougemont, Amor y Occidente.
[8] Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España.
[9] Aunque Nietzsche con la noción del Eterno Retorno le devuelve esa dimensión sobrecogedora pues la crucifixión se repetirá en los tiempos futuros, y se repetirá por siempre. Así hablaba Zaratustra.
[10] Lavagnini, Manual del compañero.
[11] Mircea Eliade, Tratado de historia de las religiones.
[12] Fromm, El miedo a la libertad, explica que la hipocondría moral forma parte del arsenal fascista.

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