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lunes, 13 de abril de 2020

LA VACUNA EN LAS INTUICIONES DE VOLTAIRE





Por Carlos Valdés Martín



Una amenaza misteriosa y masiva
Aunque poseía un nombre y muchos siglos rondando a la humanidad, la llegada y salida de la viruela era un misterio insondable, sin explicación precisa ni itinerario cierto. Para la mayoría esas enfermedades eran un extraño signo de Dios castigando los pecados colectivos, por eso algunos sacerdotes en público condenaban cualquier intento serio por curarla —aunque la mayoría del sacerdocio murmuraba que era preferible una curación que indicara el perdón de Dios. Además el fenómeno de esas oleadas de enfermedades se expandía por siglos y milenios de distancia, abarcando los confines más extremos del globo terráqueo y entre los pueblos más pintorescos.
Cuando vivió Voltaire estaba lejos un consenso sobre qué era y cómo curarla, sin embargo, fuera de su país resultaba evidente una luz de esperanza. En su propia patria, los aristócratas más encumbrados sucumbían ante la viruela, y fallecían incluso los más vigorosos y activos, así como decenas de miles de habitantes de todas las clases sociales, en cortos periodos de tiempo. En París, su propia ciudad, Voltaire recuerda que en el año 1723 murieron de viruela unas 20,000 personas.

Costumbres exóticas
Cuando la distancia y la rareza se conjuntan se habla de exotismo, un rasgo que atraía mucho a Voltaire, un pensador tolerante y audaz, interesado por lo más lejano y diferente. Cuando el filósofo francés escribió sobre una cura maravillosa sobre la viruela para su país resultaba una especie de herejía y quizá fuera hasta peligroso difundirlo. Aunque en Inglaterra la inoculación preventiva ya se había popularizado y vuelto una práctica oficial de la salud pública, en cambio Francia miraba con recelo a su vecino. El escrito deja en claro que es tan fuerte el recelo nacional contra los ingleses, que es por mero orgullo que no se acepta un remedio maravilloso proveniente de esos “locos”.
Con la sabia intención de popularizar los avances de la medicina, Voltaire se remonta a los orígenes, para que el público francés no sienta que se concede demasiado mérito a sus rivales ingleses. Entonces el filósofo recurre a la historia para señalar los exóticos orígenes del procedimiento de una inserción de una póstula en el brazo de los infantes. La remonta al pueblo de Circasia proveedor de los sultanatos de Turquía, donde narra a modo legendario que ese pueblo abastecía de esposas a los harenes, por lo que les resultaba indispensable evitar las lesiones de la viruela. De ahí que ese pueblo circasiano haya cultivado por centurias la curiosa costumbre de seleccionar una viruela
Por último exotismo, Voltaire anota que de los chinos hay noticias de que poseyeron desde siglos anteriores su propio método, al pulverizar póstulas virulentas y aspirar el polvillo por la nariz como si fuese un rapé. 

La resistencia
El breve relato sobre la inserción de la viruela ligera como remedio para las terribles epidemias, marca tres oponentes, en lo que ahora se catalogan de antivacunas: 1) La rivalidad entre naciones separadas por un orgullo malentendido, pues los franceses y otros europeos se resisten a seguir el ejemplo inglés. 2) La ignorancia generalizada sobre un procedimiento que comienza siendo peligroso, pues se inocula una enfermedad en los niños. 3) La reacción supersticiosa de los sacerdotes que se oponen, ya sea por mero reflejo o hasta por una especie de perversa afición a lo que imaginan es un “castigo divino”.
Este último aspecto merece más comentario, ya que Voltaire fue un adalid de la tolerancia, en un periodo donde ésta escaseaba.

Motivaciones “contemporáneas”
Un afán válido de cualquier investigación es descubrir los verdaderos resortes que impulsan la trama, para empezar con qué nos mueve a las personas. Para el filósofo francés, a pesar de las distancias y rarezas de actitud, los motivos disparados suelen repetirse. “Lo que ha introducido en Circasia esta costumbre, que parece tan extraña a los otros pueblos, es empero una causa común a toda la tierra: la ternura maternal y el interés.”

La balanza de los males: ligero o mortal
La comparación entre la viruela aligerada que se comparte en la primigenia vacunación, frente a la epidemia mortífera y deformante con llagas se pone en el tapete. Comparemos los casos extremos: 1) Ligero, incluso feliz: “Advirtieron también que, cuando la viruela es muy benigna y su erupción no tiene que atravesar más que una piel delicada y fina, no deja ninguna impresión en la cara.” 2) Terrible, mortífero y deformante: “La viruela se introducía en la familia; una hija moría de ella, otra perdía un ojo, una tercera se recuperaba con una gran nariz, y la pobre gente se veía arruinada sin remedio.”
El contraste mismo genera la valoración, siendo que el procedimiento médico se convierte en superlativo debido a la monstruosidad del mal que evita. No se trata únicamente de un recurso retórico o valorativo, quizá el lector esté de acuerdo, que es el drama definido desde las condiciones de la vida o muerte existentes en la naturaleza. Quien chantajea entre sobrevivencia y catástrofe es la objetividad misma, con un signo colocado en los cuerpos. El dramatismo está ahí, basta una sacudida para evidenciarlo; de ahí el gesto bárbaro que toma opciones desorbitadas. Contra el barbarismo, el espíritu ilustrado representado por Voltaire y los enciclopedistas buscaba preservar la vida y la salud, rechazando el “pecado original” y los castigos insensatos. El breve escrito de Voltaire señala una salida a los siglos de resignación ante la plaga y la hambruna, demuestra el ánimo de la Ilustración, derramando generosidad entre cada letra impresa. La breve carta filosófica que describe con ilusión el procedimiento de inoculación de la viruela con fines médicos es muy reveladora pues intuye un futuro posible, un mundo distinto donde la plaga deje de ser el azote de Dios o del acaso, para procurar una defensa. Con la primera pandemia del siglo XXI por Covid19 observamos que sigue siendo una esperanza colectiva el encontrar la cura ante cada mal, un rasgo del optimismo de los filósofos ilustrados y de los ciudadanos de a pie que no queremos la mortandad de los seres queridos ni de los más lejanos.


NOTAS: 


[1] El estimado total del París en el 1700 era ligeramente superior al medio millón, compitiendo con Londres por ser la urbe más poblada de Europa.
[2] “Se dice en voz baja, en la Europa cristiana, que los ingleses son locos rabiosos: locos, porque dan la viruela a sus hijos, para impedirles tenerla” en Voltaire, Cartas filosóficas, “SOBRE LA INSERCIÓN DE LA VIRUELA”.
[3] Mary Wortley-Montagu se ha convertido en un ícono del feminismo. El texto de Voltaire está salpicado con varias alusiones elogiosas a damas poderosas reales o imaginarias.
[4] Posteriormente, en 1796 el médico rural Edward Jenner modificó el procedimiento a partir de las observaciones de la viruela de las vacas y sus ordeñadoras, que también es una variante benigna. A partir de entonces se establece el término “vacuna” por ser derivado de las vacas, el cual por obviedad no emplea Voltaire.
[5] Es esto ¿un hecho anecdótico o un adorno literario? No lo sabemos. Lo refuerza Voltaire señalando que los “curas y los médicos” no permiten introducir la inoculación en Francia.
[6] Curiosamente el “materialismo histórico” revitaliza tal división, pues el Paraíso (comunista) es una inversión y mientras la cotidianeidad (el tráfico que se contamina con valor de cambio) es un huracán reverso que aleja al Ángel de la Historia, hacia un “nunca jamás”, según revela la metáfora de Walter Benjamin, en “Tesis sobre la historia y otros fragmentos”.
[7] Voltaire, Cartas filosóficas, “SOBRE LA INSERCIÓN DE LA VIRUELA”.
[8] El “cambio de época” supone una alteración tan radical de paradigmas que supondríamos una variación de las “estructuras” y “resortes” fundamentales, en una discusión agradable a los historiadores.
[9] Voltaire, Cartas filosóficas, “SOBRE LA INSERCIÓN DE LA VIRUELA”.
[10] Voltaire, Cartas filosóficas, “SOBRE LA INSERCIÓN DE LA VIRUELA”.
[11] El principio de esperanza de Ernest Bloch señala que representa una metafísica de todas las épocas históricas, con impetuosas señales para cruzar el camino, rebasando la adversidad.

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