Por Carlos Valdés Martín
Sin advertencias previas el Presidente declaró un toque de queda para el país. No lo anticipaban adversarios ni amigos: como el rayo sin las nubes de tormenta, nadie lo espera. El caleidoscopio del Poder resulta extraño en la crisis planetaria, cada cual adquiere otra dimensión de su papel habitual; unos toman los guantes del boxeador, otros visten uniforme comandante, hay las madres amorosas acomodando cubrebocas y el profesor entusiasta con capacete… Tantas caras para una tragedia global, con el rasgo de un acontecimiento que marca la Historia. Cuando el contexto es trágico arrebata los significados, dando sitio a tantos tonos, por eso el agregar humor con fuerza endulza tanto y es capaz de convertir lo tragicómico. Y si no sucediera ese salto de calidades, al menos unas gotas de humor hacen llevaderas las tragedias.
El incansable investigador de lo paranormal Augusto Sánchez Sanders encontró una pista en una película. Este detective sospechó que cuando había una versión suficiente diluida de un veneno potente, entonces eso mismo veneno se convertía en un antídoto. Corría el año 2020 y eran los días de la epidemia, cuando el planeta entero se había paralizado con el coronavirus. Eso de mantenerse en “confinamiento voluntario” lo desesperaba y aguijoneaba su humor.
Mientras la vibración del planeta parecía descompuesta por una oleada de terrores amplificados por las redes sociales y la aparición de la enfermedad colapsaba la economía, la cabeza de Augusto (como la de millones nacidos alguna década del siglo XX) no paraba de tramar un modo de solucionar la dramática encrucijada. Pensó: “Cuando el vehículo se detiene es por algo que no siempre es evidente, la pieza faltante debe alimentar al motor. ¿Qué nos empuja? Únicamente el ánimo que se forma con las emociones esenciales? Con esto de la epidemia Covid es una mezcla de miedo y sensato gusto por la conservación. Es más: la gente se queda en casa para no perjudicar a sus congéneres, lo hacen por buenos? La misma época medieval cuando quemaba brujas lo hacía pretendiendo un beneficio superior, claro que ilusorio, pero ellos lo creían.”
Buscó una pista en el tema de la comicidad. Consideró que una “epidemia” de humor distorsionado invadió a Hollywood y no lo digo únicamente por Jocker, que parece más una justificación de cómo lanzar dinero a la cañería mientras la cámara adora a Joaquín Phoenix. Muchas décadas antes en la película “Se armó la gorda 1971” de Monty Python, aparece la revelación de que el guionista Ernest Scribbler escribió el chiste más gracioso jamás contado. Lo escribió después de una anécdota patética sobre lecheros atrapados por una rubia atractiva, lo cual demostraba su falta de talento. Escribió su chiste genial con el inconveniente de que e´l lo leyó y de inmediato murió de risa. La desgracia se redondeó pues acto seguido entró su madre, miró el papel en la mano del fallecido Ernest sospechando que era una nota suicida, ella también lo leyó y murió de risa. El chiste mortal surgió en el contexto de la Guerra Mundial y el ejército inglés va a convertirlo en un arma de guerra. Con esforzadas investigaciones los militares descubren cómo encausar el potencial destructivo de un chiste. El 8 de julio de 1944 el chiste letal procesado por el mando militar británico y traducido al alemán se aplica por primera vez en contra del enemigo. El arma resulta eficaz, siendo escuchada como “Wenn ist das Nunstück git und Slotermeyer? Ja! Beiherhund das Oder die Flipperwaldt gersput!”[1] El efecto se disipó entre el humo de la guerra y las muecas en el improvisado hospital militar, donde agonizaban de risa. Luego Hitler contrapuso un chiste que pretendía ser el contragolpe al arma inglesa “—My dog’s got no nose. Soldados: —How does it smell? Hitler: —Awfull.” (Hitler: —Mi perro no tiene nariz. Soldados: —¿Cómo huele? Hitler: —Horrible.) El chiste fascista fracasó como arma. En la versión española de la película no se explica cómo al finalizar la guerra el arma inglesa de chiste fue enterrada, para conjurar su peligrosidad, a la manera del uranio radiactivo de una bomba atómica.
Con lo anterior no estaba completo el rompecabezas… Era evidente que la película no proporciona el chiste… esto es porque el chiste mortífero nunca existió y tampoco se reconvirtió en arma de guerra.
Su exesposa Fernanda está sentada en un cómodo sillón individual de la sala del departamento y la mira de reojo. Ella cabecea y parece dormir; no está de ánimo para pláticas. El investigador marcó por teléfono y preguntó sutilmente a su socia Florencia Almodóvar:
—¿Cómo le quitas el lado mortífero a la suposición de que el mejor chiste matará a quien lo lea? ¿No encuentras en ello un supuesto perverso como el de la película titulada “El origen”, con esa idea que encierra la mujer del protagonista en una caja fuerte, la cual afirma que su mundo es “irreal”?
Ella le responde que está ocupada y ese no es momento oportuno para charadas. Él insiste:
—¿A qué hora para salvar al mundo?
Acuerda llamarle en dos horas.
Suena la misma pieza de violín el cuarto contiguo y Augusto reconoce una melodía que se repite idéntica. Es la estudiante de música que se aburre y finge que ensaya dejando una grabación sonora. Su exmujer sigue en la sala, mirando sus redes sociales en el celular, tan abstraída como siempre; aunque ya no falta mucho para que se vaya. Augusto abre la puerta para pillar a su vecina en la maniobra y de inmediato ella sale al pasillo que da servicio a cuatro departamentos.
—Vecina, su madre me dejó un encargo.
Ella agita la cabeza y sonríe nerviosa. La madre habita en un departamento de arriba y esas mujeres se llevan mal, pero la hija obedece por interés. La madre ha ahorrado por décadas y la hija imagina que será una heredera rica pues el único hermano abandonó la órbita familiar. La estudiante cumplió 20 años; presumen de cabello sedoso y una cintura entallada; viste una moda desenfadada y prefiere las faldas cortas en verano y los pantalones en invierno. La madre odia al pretendiente actual, igual que ha aborrecido a los anteriores y eso da curiosidad a Augusto.
La vecina prefiere que la llamen Magy, por Margarita, y es coqueta. Lo hace con todos los hombres que conoce por diversión o manipulación. Augusto agrega el término “compulsión” por la ausencia de figura paterna. Cuando ella se dispone a entrar al departamento, él la detiene con la mano y afirma:
—Estoy ocupado, nos vemos en 20 minutos y te digo.
Ella murmulla algo como si estuviera contrariada, se acomoda la camiseta y se detiene para agacharse y mover algo en sus agujetas. Estima que ese movimiento provocará pensamientos en su vecino, pero escucha la puerta cerrarse. ¿La habrá visto?
Claro que la vio Augusto y se controla. Piensa “¿Una adolescente me va a ganar con una oferta de acostón?” Mueve la cabeza en sentido negativo.
Mientras calcula el tiempo del elevador en el pasillo, Augusto vuelve a mirar el mapa del coronavirus en “tiempo real” y observa los círculos rojos de Covid19 que están creciendo en los países. “Y pensar que es todavía una mortandad insignificante contra las enfermedades más graves —suspira—, pero que sus efectos de aceleración provocan el colapso de servicios de urgencias en Italia y España… además del efecto en la economía mundial.”
Asoma la cabeza al pasillo mientras se abre la puerta del elevador:
—Hey Magy, te has quedado tocando violín demasiado alto en tu departamento.
Ella guiña y finge que le importa:
—Perdona dejé la música puesta, la voy a apagar —se disculpa y regresa.
Él sabe que ella dejó una grabación para engañar a su madre, la cual cree que la chica se dedica a ensayar con el violín. Ella regresa y cambia de planes.
De nuevo en sus propios asuntos Augusto se ocupa: El planeta entero se llena de epidemiólogos aficionados. Y ellos sospechan algo oscuro… Pensó: “O lo sospechamos todos, porque en una crisis colectiva la sospecha sustituye al razonamiento.”
Las narraciones policíacas buscan al culpable mediante un razonamiento infalible ¿quién se beneficia de la desgracia? La enorme China parece ser la víctima, pero si resulta que obtienen una contención de daños milagrosa junto con una vacuna de inmediato, entonces los daños se vuelven ventajas. Si, por el contrario, la Perla de Oriente no logra contener la epidemia y atasca su maquinaria económica, entonces las sospechas recaen sobre EUA, quien gana ventajas. Sin embargo, si esa hipótesis fuera creíble el propio gobierno de China estaría denunciando a su rival comercial, pero no lo hace, mientras son opiniones de oscuros portales de rumores lo que esparcen tal murmuración. Hasta ahora EUA es la parte más perjudicada, por lo que se descarta también la sospecha. La interpretación directa de una guerra de virus es demasiado burda, entonces Augusto avanza hacia una hipótesis menos burda: “Supongamos que los laboratorios militares por un accidente al experimentar con animales pierden un espécimen que escapa y ese coronavirus muta para pasar de su huésped original a un humano… La lógica implica que el gobierno chino comienza muy nervioso, porque conoce el peligro del nuevo virus, pero posee un cálculo sobre su efecto de una manera inexacta, únicamente sabe que es peligroso. Entonces cuando surge la epidemia en Whuan debe compartir información parcial con la OMS y los EUA, provocando la oleada inicial de alarma. Comienzan los muertos en la provincia de la primera propagación y tanto los chinos como sus rivales están alterados. Ninguno ha previsto que la propagación entre humanos saltará tan rápido y tan lejos, para cuando se dan cuenta de que esto, el virus ataca lejos, pues Italia es un desastre. Encones la alarma misma de las élites transmitida a todos ya resulta otro problema… China se esfuerza al máximo por todas las motivaciones, tanto por el riesgo en sí como por su “pecado original”. Apresura el paso en todos los terrenos, por lo que rápidamente presenta su vacuna, todavía imperfecta. El gobierno chino no podía presentarla de inmediato pues sería confesar sus culpas, y sus grandes socios tampoco van a agradecerle. Agradecer a China sería el someterse en sentido simbólico, así que varias potencias acuerdan que cada quien inventará su propio remedio a la epidemia. Opción 3: China sabía pero no es capaz de alcanzar una vacuna real, se lanza la carrera mundial por conquistar la vacuna y el remedio.”
La explicación le parece suficiente a Augusto, sin embargo, la expansión del miedo ya es un problema en sí mismo, la economía está demasiado golpeada luego de pocos meses. Las sociedades tiemblan frágiles ante el simple temor… Desapareció por entero esa llamada “virilidad” de los antiguos que sacaban el pecho ante el peligro, mientras que ahora tiemblan ante la adversidad. Este comienzo, visto en escala global la cantidad de muertos parece hasta normal, unos miles de fallecimientos no cuentan en la escala del planeta; también las grandes epidemias de la historia segaron millones de vidas en poco tiempo. La mente de nuevas generaciones se fascina con la gráfica de la tragedia convertida en mapas interactivos. La tragedia capturada con bolitas y juegos animados de propagación de virus.
Augusto vuelve a conectarse con el mapa interactivo del virus proporcionado por el Instituto John Hopkins. Se pregunta “¿Cuántas mentes y servicios públicos coinciden para darnos ese espectáculo interactivo de la epidemia avanzando en tiempo real? Jamás una peste se monitoreó de manera tan intensa, convirtiendo cada persona enferma y muerta en un dato geolocalizable. Eso da un espectáculo novedoso; así como Roma tuvo su Circo donde acudían patricios y plebeyos para departir jornadas enteras, disfrutando cómo los gladiadores se jugaban la vida; ahora el planeta mira su propia agonía colectiva, convertida en un código localizable. Una agonía colectiva vista en un mapa interactivo y en tiempo real, la pandemia adquiere un orden y expresión que unifica cantidad y calidad; estas son las coordenadas de la presencia, como nunca antes se debutó una enfermedad a los ojos del mundo…”
Toc, toc.
Interrumpe un sonido desde la puerta. Es el golpeteo de Magy. Él la mira desde el ojo del buey de la puerta y luego le abre.
Ella se ha maquillado la cara y cambiado de falda, unas medias con un dibujo tramado y el violín en la mano. El cambio de apariencia incluye argumentos para la visita.
—Necesito que me digas algo urgente.
—Estoy ocupado.
Él abre suficiente la puerta para que se distinga la figura sentada de Fernanda, la exesposa. Magy mira suplicante y entona más la voz:
—Es poquito, es que se me atoró algo de la pieza que ensayo.
Ella vence otras dos objeciones y el finge enfado:
—Que ando ocupado.
Ella explica una consulta rápida y pretende que no sabe cuál de las dos versiones es mejor. Él responde que la segunda es una mejor versión por salir del paso. Ella finge un agradecimiento y salta para abrazarlo al cuello con un “¡Gracias, me salvaste la vida!” Él la retira de su cuello recordándole las medias de la “distancia social”: no tocarse.
Y ella promete que le regalará un postre delicioso, antes de que llegue la cuarentena obligatoria.
—Pero me faltan unos ingredientes para hacer un flan y no quiero que mi madre se entere que dejo un minuto de ensayar.
Guiña un ojo. Augusto finge distracción.
—Cierra por fuera que debo llamar y —recuerda una recomendación— consigue un oxímetro, es mejor estar atentos.
Con una secreta agitación Augusto procura reunir todos los elementos de la plática, pues Fernanda —su exesposa— lo agita con apresuramientos e imagina que exigirá conclusiones, cuando todavía requiere atar cabos. Sí, es la hora de atar cabos, cuando Fernanda le pide dar zancadas entre las montañas desconocidas; ella prefiere que él galope a la prisa del pensamiento, mientras para sí misma se divierte atorándose en detalles. Es extraño ese doble estándar de Fernanda, él debería de, siempre debería de… saltar entre cumbres, mientras ella divaga tras su propio capricho. Para él eso es injusto, para ella no; y así funciona la gran mayoría: mi Ley es la Misericordia, para ti opera el Rigor. Una minoría funciona al revés con el Rigor señalando hacia el interior… Pero volviendo al carril principal, ¿exigir conclusiones? Si los virólogos y estadistas parecieran dar tumbos contra este nueva enfermedad, cuando el planeta cae en pánico ¿a alguien se le exigen conclusiones en un minuto?
Augusto vuelve al ordenador, para abrir sucesivamente las pantallas del mapamundi de la epidemia y de las concentraciones masivas más recientes, las observaciones de Italia y España donde colapsa la urgencia hospitalaria por lo que la mortandad se catapultó. Mira los sitios con estrategias diferentes; ojea las palabras más usuales del internet a nivel planetario. Se da cuenta que el Mapa del Instituto Hopkins compite con los indicadores de la Bolsa de Valores en el sentido de un faro hipnótico, sin descartar su simple oposición: uno crece y otro tiembla.
Las manifestaciones masivas, sí el 8 de marzo ha sido el más grande en la historia de feminismo en México y también la primera vez que acudió Fernanda. En los países ha crecido la protesta de mujeres, pero México arrastra la pesadilla de los feminicidios. En España la manifestación del 8 de marzo resultó fuente de contagio y hasta una Ministra de Estado quedó contagiada. El primer muerto… ocurre el día 18 y su antecedente fue asistir a un concierto del grupo Ghost el cual se tituló “A final gig named Death”, nombre ilustrativo de las fantasías generacionales y el suceso real. Suena a ironía práctica, a un mal chiste de anticipación… ¿Qué sentías en tu último concierto? The sound of a gig named Death. Eso sucedió el 3 de marzo. Primero se sintió enfermo (tos, fiebre, anosmia y dolores) luego lo internaron y cumplió su profecía gótica: recordado como el primer muerto oficial de la pandemia. ¡Cuánta diferencia a divagar entre imaginación gótica mientras supones que eres inmune!
Augusto recuerda vagamente a Clausewitz: Cuando no ha llegado el primer muerto ¿se puede hablar de guerra? Ante de ese episodio fatal está la posibilidad de la maniobra… pero no se precipita la “hora de la verdad”. Con el primer muerto sonó esa hora, aunque parece no llegar nunca con la “época de la posverdad” cuando los políticos y sus huestes se fascinan por cualquier fraseo emotivo que sustituya a la verdad, cuando los hechos no importan sino la estridencia del discurso para conducir el agua a su molino.
Las coincidencias nos invaden: el actor Tom Hanks es quien más viajes con problemas ha representado (en el Apolo 13, como Scully, como Robinson…) y mientras él viajaba por Australia resulta positivo en prueba de coronavirus. Es el primer gran famoso. ¿Y la coincidencia? Los viajes con problemas no nos bastan, pues él viaja con una vieja máquina de escribir de marca “Corona”. De hecho nunca había visto una, de esa clase solamente conocía la “Underwood”, que regresara a la fama House of Cards. Sumado el juego de palabras (¿cuántas personas en el mundo cruzan el Océano Pacífico cargando una vieja máquina de escribir? Casi nadie) y el actor famoso con personajes viajeros hay una coincidencia rebasando a la ley de probabilidades.
Por fin marca la socia Florencia Almodóvar… Comenzará otro apresuramiento:
—¿Entonces cuántas camas con respirador artificial hay en México?
—Ni el subsecretario lo ha respondido.
—Es lo más importante para saber qué caso tendrá encerrarse, porque de que se expande la epidemia, se expande.
En efecto, está en lo cierto, el problema crucial que provocará más muertes es la encrucijada de cuántos respiradores en UCIs se requieren en único momento: ese es el primer drama de China, Italia y España. Con rapidez de fábula China fabricó sus hospitales portátiles y solventó la primera crisis empleando medidas de restricción extrema.
—¿Y cuál es la tasa de contagio?
—Varía de país en país, pero hay una aproximación exponencial en Italia y España, casos descontrolados, mientras China y Sudcorea funcionaron en un sistema de contención rápida. Mira las gráficas…
Interrumpe:
—Esas gráficas todo mundo las conoce.
—Bueno, mira este modelo interactivo de contagio según tasas diferenciadas, que indica…
Vuelve a interrumpir:
—También los vi.
—Entonces quizá viste el mapa del Instituto Hopkins con una cobertura planetaria, donde se mira a modo de un círculo rojo creciente la epidemia en cada país —él hace una pausa esperando la interrupción que no llega— en actualización constante. Mira —señala una pantalla.
Los círculos rojos están sobre los países y sus regiones interiores, unos encimados a otros, unos parecen enormes por los principales brotes y la mayoría pequeños puntos situados en sobre el mapa, pero amenazando con crecer. Ella piensa en el mapa de una viruela. Y dentro de cada círculo las simples cifras para los rótulos: Confrimed; Deaths; Infected; Recovered. También puede ser el mapa interactivo de una guerra planetaria, con sus pequeñas referencias a las explosiones y cuánto daño están causando. Esa representación le agrega un nivel de realidad e irrealidad mezcladas, como si unieran un reporte militar con un videojuego, un informe meteorológico con una cátedra ilustrada.
—La fuerza hipnótica de esta pandemia no proviene de los muertos sino cómo los interpretamos, la manera globalizada e informática en que se vive con un flujo de imágenes y noticias a cada segundo. El mismo fenómeno del espectáculo que lamentaba Baudrillard de la Guerra del Golfo en 1991, cuando afirmó “no existe” y la calificó de un “simulacro”; sin embargo, el espectáculo cobra vida y envuelve con su alarma a toda la humanidad. Traza la primera Matrix a nivel de intensidad, es una Matrix que obliga a encerrarse en los departamentos y a paralizar las fábricas, a dejar desiertas las calles y a colocar los ojos las pantallas de celulares, ordenadores o televisores. Siempre ojos y oídos sobre pantallas demandando atención.
Augusto se siente agotado con una explicación tan global y lapidaria: llegó la Matrix. ¿Es la fantasía que nos alcanza para endulzar la muerte masiva?
Ella lanza como objeción:
—Siempre falta algo que comprar en una oleada de pánico.
Los pesimistas esperan la extinción de una gran porción de la humanidad, como sucedía en los periodos medievales. El pesimismo puro pertenece a la novela negra, esto es una tragicomedia… Pronto surgen las chispas risueñas. Las compras de pánico comienzan con papel de baño, toneladas de papel de baño y el gesto se repite. La burla sobre fotografías de ciudadanos desesperados cargando rollos higiénicos. Igual de absurda, aunque más patética, resulta la fila de compradores de armas en algún almacén norteamericano. El miedo del comprador de armas es evidente, teme que lo asalten los desesperados intentando despojarlo de… de algo, incluso de su comodidad. Las masas absurdas del planeta se deslizan entre esos dos extremos inútiles, mientras la mayoría hace compras por su utilidad: mucho jabón, gel anti-bacterial, víveres imperecederos, pastillas para la gripe, etc.
Fernanda se dirige hacia la puerta y saluda despidiéndose:
—Me hará falta más alcohol para fuera del cuerpo y eso tú no lo compras, te lo apuesto. Te acuerdas del alcohol tomado.
Él mueve la cabeza en negativa y ella arruga el ceño, luego se despide desde la sana distancia otra vez, mientras grita:
—Y viene la cuarentena —hace una pausa—, así que difícilmente me verás antes de que termine esta locura… y quizá aún no me verás.
Ella se ríe mientras se aleja, mientras se interpone el sonido de la puerta. La puerta azota por una corriente de aire.
Augusto se sobresalta por una idea: “Sí, ya es inminente el confinamiento social; que será obligatorio en poco tiempo; aunque los políticos del país parecen tan reacios a comprender el avance exponencial… Sin embargo, mi único contrato importante es hacer una fiesta, una gran fiesta, me pagaron por adelantado y ya me gasté todo el dinero.”
Parecía que la violinista estaba espiando pues no se habían terminado de disipar el sonido de los pasos en la distancia, cuando tocó a la puerta y dijo:
—Estoy que me lleva la depresión, he escuchado que habrá cuarentena esta misma noche… Empezando esta misma noche— y entró sin esperar la cortesía.
Como si fuera su propiedad el sitio se encaramó hasta la computadora, colocó un USB mientras aclaraba:
—Necesitamos algo divertido, por ejemplo, películas cómicas que he conseguido algunas.
Augusto se inquieta con la interrupción, pero ha trabajado demasiado en esos últimos días. ¿Se estará volviendo obsesivo? Decide relajarse y pasar al plano encantador, incluso hasta divertido. Recuerda a Lídice, un romance frustrado de la secundaria, que le enseñó a preparar los mojitos cubanos.
—Tengo yerbabuena que sirve para una bebida deliciosa.
A ella le importa que su vecino se ha dado cuenta de algo:
—Y no le vayas a decir a mi madre que pongo una grabación de violín en vez de ensayar.
—Todavía no estoy obligado a mentir por ti.
La violinista hipócrita tuerce la boca y trama su ruta para esa noche, una que pasará por comprometerlo a mentir por ella. Se acomoda el cinturón sobrepuesto a la falda. Toma la iniciativa para acomodar la computadora sobre una mesita baja y frente al sillón con sitio para dos y dice:
—Vamos a ver Monty Phyton y si caes enfermo de la risa —hace una pausa, se acerca hacia Augusto, levanta el pecho, sonríe y guiña para continuar— te podría cuidar si quedas inválido en tu cama.
Él da un paso atrás confirmando que el planeta entero salió de control.
[1] Texto en alemán en español no tiene chiste, que cabría interpretarse como: Dos cacahuetes iban paseando por la calle, y uno de ellos fue un cacahuete... asaltado.
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