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jueves, 2 de febrero de 2023

LA MORAL NO ES UN ÁRBOL QUE DA MORAS AMORALES

 


 

 

                                                                                   Por Carlos Valdés Martín

Un amigo Mateo Martínez pasó la noche entera enfiestado y cuando estaba cansado a su límite, con los párpados cerrándose, agregó un estimulante para aguantar hasta después del amanecer. Cuando regresaba a su departamento el sol de mediodía hería los ojos y descubrió con desagrado que en la esquina había una bolsa de basura. Recordó con enojo que unos meses atrás creyó ver que la vecina de enfrente, que dejaba un bolso de basura en plena calle. A Mateo le molesta la basura y no dudó en manotear la puerta de la vecina, en la casa que está cruzando la acera. Ella era una viuda entrada en años, tímida que no cruzaba conversaciones, a lo más un saludo distante. La vecina no respondió de inmediato, por lo que Mateo se desquitó con unas flores plantadas en unas macetas. La vecina gritó:

—¡Están matando mis geranios!

Sin demora ella llamó a la policía y gritó desde su ventana que arrestarían a Mateo. A él le dio más coraje, le gritó un par de groserías a la vecina y corrió para guardarse en su departamento. Adentro se sentó en un sillón y le ganó el sueño. Lo despertó el timbre y un policía estaba preguntando por él. Mateo improvisó:

—No bajaré a menos que me muestren una orden de arresto.

El policía le explicó la queja de la vecina y se retiró. Mateo buscó remedios contra la resaca y la jaqueca, para volverse a dormir.

Cuando despertó tenía una molestia diferente, una que se llama culpa. Salió apresurado a su Iglesia habitual, se acercó a su pastor y expresó sus sentimientos. Abrió el corazón a su creencia y el clérigo le recomendó rezar “el Padre nuestro”.

Con los días ese incidente fue quedando en el olvido. En ocasiones volvía a sentir una molestia en el alma y entonces repetía la fórmula, visitaba su iglesia y rezaba.  

La casa, al otro lado de la acera, no volvió a mostrar flores lilas.

Pasaron los meses y una tarde invernal, Mateo escuchó a una ambulancia que se detenía enfrente del edificio. Bajó a curiosear y sacaron a la vecina del incidente. Por un reflejo de los últimos acontecimientos, Mateo se ocultó atrás un automóvil cuando se dio cuenta de a quién se llevaba la ambulancia, como si la vecina desde la camilla se fuera a reclamar sus geranios. No levantó la cabeza de la camilla transportadora. Después él asomó la cabeza y se acercó a los demás curiosos que comentaban a mitad de la calle. Entre los chismes no faltó quien se quejase de un desconocido que la molestó arrancando todos sus geranios. Mateo fingió sorpresa y hasta agregó sabor a la plática, al reprochar contra el “Descarriado que arrancó las flores.” Al menos, esos vecinos no sabían que él había sido ese descarriado.

Cuando a la casa de enfrente le pusieron un letrero grande con “SE VENDE”, Mateo empeoró su malestar de conciencia, que esa vez no lo curaron los rezos ni las visitas a la iglesia. Él sentía culpa, mientras por su cabeza sonaba la frase: “Un descarriado arrancó las flores.” Con amargura pensaba que no hubiera sido difícil disculparse y conseguir unas flores para remediar el destrozo. Desde antes se había arrepentido, acudido a la iglesia y rezado varias veces, pero seguía con ese mismo malestar.

Supongamos que su hermana mayor se llama Ética

Hasta aquí compartimos el comportamiento del amigo Mateo por las inercias de una noche de juerga en exceso, la explosividad de carácter y por la inercia. ¿Qué inercia? Porque es más fácil ser condescendiente con las propias faltas, que no es tan sencillo desandar los pasos equivocados para reparar la ofensa al prójimo. La inercia es esa fuerza que nos lleva “hacia adelante y no me quito”, cuando hay días en que debemos regresar y arreglar lo que estropeamos.

Hasta aquí la moral privada nos dice que Mateo no se portó bien, pero que fue un mal día y que no lo ha repetido. Incluso el malestar de Mateo indica que él tiene conciencia de su culpa y no volverá a ser tan enojón con desconocidos.

Ahora vamos a poner un ingrediente más curioso. El amigo tiene una hermana mayor que le gusta reflexionar, que lee mucho y ha regresado a la ciudad para visitar a su hermano. Para contrastar con la “moral distraída” de Mateo, a su hermana la vamos a llamar Ética Martínez.

Cuando ella se ha instalado de visita, en la confianza que siempre se ha existido Ética le pregunta a su hermano. En confianza Mateo le explica en sentimiento de malestar y ese llamarse a sí mismo un descarriado, como recordatorio de su altercado con la vecina fallecida. Esta hermana ha recorrido mucho por la vida y respeta a su propia sangre, por más que está llena de curiosidad. Algunas preguntas son difíciles de responder, por ejemplo: ¿Cada vez que te pones “hasta atrás” para poner revuelta tu cabeza, entonces te desquitas con quien no lo hizo y terminas sintiéndote peor? ¿Si vas a la iglesia y a orar, pero no remediaste el daño que hiciste, como en este caso disculpándote y reponiendo los geranios, entonces tu espíritu se calma o no lo hace?

Ante tanta interrogación, Mateo le devuelve preguntas ¿qué debo hacer en ese caso? La hermana Ética que es bastante madura, estima que es verdad el adagio de que “nadie experimenta en cabeza ajena”; así, que se resiste a darle respuestas directas. Le regresa la pregunta “Si hicieras otra cosa distinta, entonces ¿cómo te sentirías ahora?”

Al principio, a Mateo esa clase de preguntas le incomodan, pero termina viendo que son de provecho. La hermana mayor Ética no se queda de visita permanente, regresa a su ciudad y, a veces, llama por teléfono. En una de esas llamadas, el hermano Mateo comenta que está contento, que ya encontró con quiénes platicar de sus preocupaciones y cómo va a caminar unos pasos atrás para reparar las ofensas cometidas.

Este último comentario señala una búsqueda de Mateo, que empezó a encontrar su ruta para definir cuál es su propia moral o ética. Esa ruta fue individual, aunque tampoco fue solitaria. El dicho de que “la moral es un árbol que da moras” ya no le agradó.

Por el momento este relato se está alargando, así que hay compromiso de que esta anécdota continuará...  

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