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sábado, 13 de enero de 2024

EL AGUA PURIFICA

 



Por Carlos Valdés Martín

Sin agua no hay vida y ella representa un componente natural tan precioso que los antiguos la admiraron como un “elemento”, para definir lo indispensable y fundamental. Fácilmente se le atribuye ser la generadora única de la vida y hasta de crear el mundo entero (Tales de Mileto[1]); argumento que demuestra el entusiasmo que despierta el agua.

Lo indudable es que su sola presencia levanta el estado de ánimo, casi siempre a más alegre y tranquilo. Incluso el agua provoca un ánimo melódico, por eso la afición por construir fuentes en las plazas públicas.

La falta de agua fácilmente provoca desesperación, de ahí el cuento Luvina,[2] como el paradigma de la resequedad del ambiente que afecta el alma. Los desiertos imponen y desaniman, los oasis recuperan la esperanza. Un sediento representa a un ser empobrecido y próximo a la debacle, por eso el precepto bíblico de nunca negar agua al sediento.

Basta un sorbo de agua para reanimar el cuerpo y revitalizar al deportista agotado. Bastaba una inmersión para que Juan el Bautista limpiara las escorias del alma, lo cual se perpetuó en el ritual del bautismo cristiano. Vista de un modo práctico el agua limpia y purifica, de ahí, que las abluciones rituales hayan animado los rituales de los pueblos en todo el orbe.

El sentido poético no cesa de elogiar al agua ya sea como diminuta gota de rocío (auténtica fórmula secreta de la alquimia) o impresionante mar embravecida. El sentido poético extremo de Gorostiza en Muerte sin fin[3] convierte a un vaso de límpida agua en un cosmos de ángeles y al vaso cristalino a la conciencia más intensa.

Antes, lo primero fue garantizar que el agua misma fuera pura y potable. Después surge la ambición de que el agua genere su máxima potencia, de ahí las leyendas del agua viva (vivificante literal o en espíritu) y el agua real (corrosiva).

Una persona que alcanza su plena libertad de conciencia aprende a fluir como el agua y a mirar con esa transparencia, por eso no se perturba ante la adversidad ni se vence ante los vicios.  El agua pura recuerda los hábitos sanos, la templanza y la oportunidad de una purificación periódica.

NOTAS:

[1] El antiguo presocrático Tales de Mileto.

[2] Juan Rulfo, El llano en llamas.

[3] José Gorostiza, Muerte sin fin, un intenso poema dedicado a un vaso de agua que es la metáfora absoluta de la conciencia.

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