La producción misma —el taller
artesanal, la fábrica o el complejo petroquímico— es un colegio imponente y
definitivo, donde el saber y el hacer se hermanan en un abrazo virtuoso.
Por Carlos Valdés Martín
El saber avanza con pasos en zigzag; conforme mejora la técnica nos alegramos
pues levanta un carnaval multicolor de descubrimientos y portentos
científico-técnicos, aunque el ánimo se nubla por una polvareda que levanta la avalancha
del mismo Progreso, con un hálito hediondo de la barbarie[1].
A veces creemos que el conocimiento avanza desbocado aunque —de modo opuesto—
la humanidad entera nos parece permanecer “en pañales”; sentimos que entre la
multitud nos codean tipos ignorantes o que excéntricos con títulos nos pisan
los talones. Sin duda son impresiones contradictorias. En buenos ratos nos
entusiasma el continuo avance de ciencia y tecnología, la escolaridad creciente
y prodigios urbanísticos; en los malos ratos, nos abruman los actos inhumanos
que saturan las noticias y el pesimismo acerca de la miseria. Entre tantos
mensajes contrapuestos y sinsentidos, resulta indispensable descubrir hacia
dónde se mueve la avalancha de saberes. Desde una insondable lejanía el
Porvenir nos jala y estruja, pero ¿desde dónde nos arrastra ese Futuro?
Esta imagen tan contradictoria del conocimiento se basa en que su
movimiento es oscilante. El resultado
de los seis últimos siglos señala un crecimiento continuo marcado por
oscilaciones locales: saltos y recaídas. Entonces el saber se mueve dentro de
la historia, y a esas oscilaciones —por todavía no existir un término mejor
para indicar esta complejidad en movimiento— las llamamos dialécticas. Y cuando intentamos dibujar una figura particular de
esos complejos vaivenes, resulta importante hacerse preguntas: ¿Qué representa
la dialéctica histórica del conocimiento respecto del acontecer humano? ¿Cuál
es su relación con la esfera productiva? ¿Qué emerge de una dialéctica histórica del conocimiento diferente
de la teoría clásica marxista de desarrollo de las fuerzas productivas? La
teoría de Marx habla del desarrollo de las fuerzas productivas, como eje del
avance social sostenido por las condiciones de producción humanas y no demuestra
un interés central en la dialéctica histórica del conocimiento, de
hecho niega que la “superestructura” del pensamiento posea su propia historia.[2]
En lo que sigue únicamente presento un esbozo con las grandes pinceladas del
acontecer, pues redondear tal concepto exigiría una integración multidisciplinaria
superior. De forma implícita dicha dialéctica
histórica del conocimiento estaría ya incluida en el avance de las fuerzas
productivas, pero al filósofo alemán le interesan más trabajo, capital,
plusvalía, etc. Claro, él considera al conocimiento que se convierte en
tecnología y producción, entonces a ese nivel deja de ser marginal. El concepto marxista más próximo a la dialéctica histórica del conocimiento
estaría en el desarrollo del proceso de
trabajo, y, en ese sentido, de las fuerzas productivas.
Dialéctica y
desarrollo
La dialéctica expuesta por Marx resulta más general que el desarrollo, en
este caso, la dialéctica opera siempre como ley general del movimiento, tanto
natural como de historia. La dialéctica interpretada desde Hegel incluye un
sentido de desarrollo, ampliada mediante la contradicción y oscilaciones entre
opuestos, buscando el nivel absoluto. Cuando se habla de desarrollo se indica casi
exclusivamente un movimiento positivo y de ascenso, mientras la dialéctica
implica una oscilación entre momentos positivos y negativos, para llegar a síntesis
sucesivas; la dialéctica debe de comprender el momento del anti-desarrollo y
del desarrollo, así como sus síntesis. Cuando expongo la dialéctica histórica del conocimiento estoy pensando más en su momento
positivo, en la dominancia de su momento afirmativo, porque ese es el
sentido trascendente de dicha dialéctica,
porque el contenido positivo (aumento de fuerzas productivas) marca las etapas
y el avance en cualquier periodización[3].
Dentro de esa dialéctica se acepta la
ocurrencia y posibilidad de momentos regresivos (etapas decadentes) y de
contenidos negativos de conocimiento (saberes destructivos, aniquiladores...),
así como redefiniciones desconcertantes como la posmodernidad basada en un giro
del saber.[4]
Así como las fuerzas productivas materiales decaen y se anulan (por ejemplo,
las técnicas de navegación de los fenicios se desvanecen) también se extravía
el conocimiento adquirido, y siguiendo el mismo ejemplo, desaparece por siglos un
saber sobre la construcción de barcos y la navegación. Aunque[5], esta caída de las fuerzas productivas proviene de la debilidad en los medios
de intercambio (inmadurez del mercado, sería un sinónimo), igualmente una caída
en la dialéctica histórica del
conocimiento es secuela de la debilidad en medios de almacenaje (escritura,
libros, computadoras...) y comunicación (lenguaje, correo, telecomunicaciones)
del saber.
En fin, la dialéctica histórica del
conocimiento surge más panorámica que el desarrollo histórico del
conocimiento, donde se contemplaría solamente su “acumulación progresiva” y cómo
esa acumulación deja huella. La dialéctica
acepta que surgen momentos decadentes y negativos para ese proceso que
implica un horizonte infinito de ascenso. Ambos conceptos, dialéctica y
desarrollo incluyen el movimiento cualitativo, pero la primera refleja el
nivel más general[6]. El
desarrollo habla del movimiento de las premisas, la movilización de las
condiciones previas, que generan una nueva realidad sobre las bases
establecidas.
Historia y
proceso
Propuso Althusser que un mérito teórico de Marx fue descubrir el “Continente Historia”[7],
porque antes no se captaba qué era eso. Suena a una afirmación fuerte, y hasta
mueve a la incredulidad: más ahora en un siglo marcado por la decepción ante el
marxismo. Detengámonos un poco, Althusser exagera al señalar que antes de Marx
no existen herramientas mentales ni marco conceptual para captar la historia,
como fabricada por humanos conforme a leyes inmanentes; y, más aún, antes de
Marx el ser humano no era entendido históricamente, sino como vástago divino,
misterioso, natural o biológico, pero jamás grupo cambiante (instalado en una
línea de devenir sometida a leyes socio-históricas). Luego ya el humano se
concibe como radical producto de su acontecer y de nada más; así, la historia emerge
como la totalidad constituyente del ser. No es casualidad que Marx y
Engels llamen “materialismo histórico” a su ciencia social (entonces novedosa),
donde funden una filosofía materialista coherente con una visión histórica y
social radicales.
En esencia, la historia social es resultado de la producción completa (de
la entera sociedad) bajo las condiciones previas dadas y con los medios
existentes. La producción misma se basa en una esencia transhistórica que es su capacidad de producir y producirse:
ruptura del código genético animal estricto, signa a un animal-humano que nace
desprogramado (desarmado de instintos), y por lo tanto es libre. Para al producir
producirse los seres humanos están
inscritos en un proceso de trabajo, que es la actividad orientada a fines, los
cuales son fines ideados, metas creadas en la mente. Esa creación no es de
antemano libre, sino se basa en condicionamientos (restricciones), pero las
necesidades mismas (en un círculo encadenado) son modificadas por la producción
anterior, y ese ciclo de producción define a la historia. La historia representa
el proceso de trabajo global en el pasado, el conjunto previo o herencia
de las generaciones humanas anteriores; así, la historia es el proceso de
trabajo de la humanidad visto como ya acontecido[8]. Ahora bien, como la historia es el proceso de trabajo completo de la
humanidad, esto indica que cada condición previa determina a las posteriores, entonces
en cada momento presente de libertad individual y colectiva está determinado
por sus condiciones heredadas. La libertad no surge como un ingrediente
absoluto (autodeterminado de por sí), sino mediante una potencia concreta que confluye
con y contra las determinaciones previas, pues adquiere su vida concreta junto
con sus “circunstancias” (término afín para José Ortega y Gasset y la
“situación” para Jean Paul Sartre[9]).
La libertad humana y sus circunstancias definen una pareja dialéctica de opuestos,
luego su cambiante resolución surge en las decisiones como momento concreto, y
las decisiones desplazan las circunstancias sobre las cuales, posteriormente
también la libertad decidirá. El trabajo vivo y sus condiciones (a su vez,
también trabajo pero pretérito y muerto) son un par dialéctico que se resuelve
en la producción misma; la continuidad (reproducción de la producción) se
levanta como el momento determinante de esta pareja, pero además también viene
un cambio posible y a eso se denomina “desarrollo” (o progreso cuando le
asignamos el signo positivo). En ese
mismo sentido, la historia implica la conservación de principios opuestos
dialécticos, y la conservación de aquéllas contradicciones que merecidamente denominamos
“transhistóricas”. Al mismo tiempo, la modificación constante de las
circunstancias y de las condiciones de trabajo representan la metamorfosis de
la historia misma, cambian las figuras concretas y personajes. Las situaciones
particulares se resuelven en variedad; cada situación concreta implica el cruce
de circunstancias y tendencias, la síntesis de múltiples determinaciones[10].
Trabajo y
conocimiento
El proceso de trabajo es colocación de fines en la materia, poniendo fines
que corresponden a necesidades o apetitos, así entonces las carencias y motivos
impulsan a transformar la materia. La historia define el proceso de trabajo
global, por cuanto también la formación de personas la consideraremos como un
tipo especial de labor con generación: la reproducción de personas no cosas.
Ahora bien tanto los fines como la actividad misma implican saberes y procesos
mentales con grado de verdad. La finalidad del trabajo ya posee un grado de verdad por cuanto nace como
consciencia de la necesidad y de la vía para solucionarla. Así, la finalidad
cazadora desde la tribu primitiva implica tanto el saber del apetito como de la
acción hacia su satisfacción.[11]
El medio de producción (en especial la herramienta) posee también su grado de verdad, que define su grado de
operatividad (correspondencia entre la idea y el objeto). Por eso en su visión
de la economía, Hegel encuentra que el espíritu se materializa en el medio de
producción y corresponde al siervo el avance en la espiral del espíritu (la
aventura de la conciencia). Cualquier
cazador primitivo definía el tamaño de la presa según una necesidad (en cantidad
y calidad de alimento) y reconocía las condiciones de su acción (las
herramientas de cacería, lo largo de sus jornadas y las inclemencias del clima,
la peligrosidad del animal cazado, los ciclos de vitales de sus presas, la
cantidad de carne que debería acarrear, etc.); la experiencia de la cacería
estaba plasmada en sus herramientas (lanzas, flechas, cuerdas) capaces de
obtener el resultado apetecido; la habilidad permanecía en su mente y era
transmitida de generación en generación. En suma, en cualquier actividad humana
por simple y arcaica que nos parezca se mezcla una cantidad de saberes que
corresponden a sus objetos, implica un grado de verdad.
El fin no existe sin conciencia del mismo, aunque sicológicamente algunos
deseos estén oscurecidos y permanecen en niveles subconscientes (conflictos
emocionales subyacentes como lo indica el “complejo de Edipo”, con trasfondo de
deseo sexual y hostilidades reprimidas). Para efectos de un estudio
macrohistórico importa lo explícito, la interpretación de motivos inconscientes
fácilmente cae en la especulación excesiva[12].
La producción humana no es sonambulismo, aunque por su naturaleza ciertas
dimensiones de los fines deban permanecer en la penumbra o parcialmente mostrados
en el lado claro de la consciencia. El
lado verdadero de la conciencia humana es el conocimiento, donde se plasma
aquello mundano, lo que toma cuerpo en el mundo. Por eso los fines (la vigilia
consciente durante el trabajo) son ya conocimiento (conocimiento de aquello buscado,
de mi finalidad); lo proyectos implican conocimiento y además (momento
autoconsciente) conocimiento de los proyectos. Si los fines conllevan
conocimiento, también éste corresponde con medios por partida doble: los de
trabajo son conocimiento coagulado
(el espíritu opera en el instrumento de producción[13]) y el manejo de los medios de trabajo es un conocimiento activo
(habilidad, pericia, destreza que de tan aprendidas aparecen casi sin
consciencia como manejar un vehículo). Por el lado de los instrumentos de
producción sus creadores establecieron un código para el siguiente destinatario;
por ejemplo, el serrucho en su diseño ya marca el tipo de uso especial para
cortar madera, sus duros dientes aserrados indican el tipo de movimientos
adecuados para partir tablones. En el cuerpo del serrucho ya está solidificado el
“saber-hacer” carpintería, y esa solidez se repite en cualquier instrumento de
producción, donde su cuerpo define su código de utilidad. En otro ejemplo, el
martillo debe tomarse por el mango para golpear, y con mayor motivo un
instrumento complejo como una computadora, donde su código es más simbólico, la
computadores induce a manejar palabras, códigos, operaciones, etc. El manejo de
los medios de producción requiere del conocimiento
particular de los códigos inscritos en estos últimos; así, el serruchar
exige asir el mango de una manera y deslizar la cara cortante sobre el tablón
de palo. El secreto del trabajo consiste en: aprender del conocimiento encerrado
en cada instrumento de producción. El nivel tan elemental de muchas operaciones
oculta el hecho de que existe un conocimiento importante, y esa cortina de humo
surge especialmente con la división y degradación del trabajador ocurrida durante
la Revolución Industrial desde el siglo XVIII. Que el trabajo sea conocimiento
se revela en el resultado: objetos diseñados para servir. Además esa división y
“brutalización” del trabajo en la fase capitalista temprana, resultado luego de
una mayor aplicación científica y técnica, por ejemplo en el taylorismo, con la
descomposición científica del trabajo en sus fases elementales, conteo de los tiempos
en cada operación[14].
Así, la división y degradación del proceso de trabajo en una fase capitalista,
es resultado de una especialización de saber aplicado, por la cual la ciencia se convierte en una esfera
separada del trabajo[15].
Las definiciones típicas del marxismo, ponen
el acento en el trabajo mismo y nunca en el conocimiento. Aunque no reniegan
del conocimiento y dan una pauta para develar su estructura concreta, el
énfasis está en el lado cuantitativo del proceso de trabajo: actividad
orientada a fines que cristaliza en objetos al transcurrir tiempo. Poner el
énfasis en el conocimiento de modo aislado nos llevará cerca de las concepciones
plasmadas en la
Ilustración (donde la luz de la Razón es el único vehículo
de la liberación). El énfasis de Marx en el trabajo es motivado no solamente con
afán científico, sino también por su consecuencia política, porque la clase
revolucionaria, para él representa el trabajo en acción, mediante una clase obrera
que encarnaría la liberación humana. El aspecto de conocimiento, como el
verdadero grado cualitativo del proceso de trabajo (y por tanto de la historia
humana) no aparece colocado en el plano cumbre que merece. Por tanto, para el
marxismo la historia es enorme
acumulación de trabajo, gradada por los niveles estratificados según el material
del instrumento predominante (de la edad de piedra, del bronce, del hierro
para la prehistoria) y por relaciones sociales de producción
(esclavitud, feudalismo, capitalismo, definidas como las formas de explotación del trabajo) que
corresponden con los grandes medios de producción (el feudalismo con el
molino de viento y el capitalismo desde la máquina de vapor y su gran industria).
Si enfatizamos más en el aspecto conocimiento del trabajo, entonces la historia
representa un avance y acumulación del
conocimiento (su contexto subyace como una acumulación de trabajo simple
también, porque sin premisas simples no se accede a conclusiones complejas), y
las relaciones sociales de producción reflejan niveles limitados y pobres del
conocimiento que implican una adecuación
de su conocimiento interior “perverso” (dada la escasez económica como
horizonte se requiere del conocimiento para la explotación como un saber
específico, pero convertido en el código de un sistema total, por ejemplo, el
feudalismo tiene un complejo código de vasallaje, caballería, corporaciones,
gremios, religión y tributo del siervo sometido a un señor feudal). Esta
“perversión” del saber queda evidenciado con actos bélicos: las guerras
periódicas con los vecinos se convierten en parte del saber de los pueblos,
pues el conocimiento militar resulta crucial para la sobrevivencia[16].
Al mismo tiempo, esa importancia de las guerras antiguas se basa una porción de
ignorancia: no regulan su natalidad y entonces su exceso poblacional presiona
para convertir a los habitantes en brazos para las batallas.
De la acumulación histórica de trabajo en cantidad, la decantación
trascendente es la acumulación de conocimientos productivos y una perspectiva
de riquezas físicas.[17]
El movimiento de la historia es acumulación de trabajo, pero su “desarrollo” es la conquista de
conocimientos, y curiosamente este avance implica una reducción de la
acumulación en cantidad de trabajo, porque cada vez se hacen más productos con menos trabajo (el tiempo unitario de
producción se reduce, por tanto se devalúan las acumulaciones previas de
trabajo, de ahí un aspecto positivo muy oculto del fenómeno de crisis económica[18]).
Sin avance del conocimiento no existiría dialéctica ni desarrollo del trabajo, porque
en tal caso la historia permanecería como un círculo vicioso. Entonces para
indicar un verdadero avance y efectivo progreso debemos aludir al resultado de
conocimiento, por encima del efecto trabajo. El conocimiento también implica
trabajo y la ciencia corresponde al proceso de laboral especializado generador
de conocimientos universales: la afamada racionalidad. El conocimiento opera pero
no compone un objeto particular (el pan para saciar esta hambre de hoy) sino un
objeto universal, mediante el conocimiento esencial. La ventaja del
conocimiento como objeto es su accesibilidad (permanente en potencia) para otorgar
saber vivo y que por ese medio los seres humanos sean productores, elevándose hasta
la escala del presente. El conocimiento objetivado se recupera mediante el
proceso de aprendizaje y así integrado en sujetos vivos es raciocinio actual y entendimiento
vivo[19].
El proceso de aprendizaje posee diversos componentes teóricos y prácticos, pero
el resultado invariable debe concluir en la formación-asimilación del saber. El
aprender mismo debemos dividirlo entre universal y particular; el conocimiento
particular resulta indispensable para saber esto y aquello, pero el universal
trasciende como razón, ciencia y métodos, incluyendo verdades de alcance universal
o sistemas de aprender a aprender,
los cuales permiten una asimilación del largo camino de la humanidad en corto
tiempo; es la ontogénesis convertida en filogénesis. Entonces el resultado
positivo de la dialéctica histórica implica ese conocimiento universal (teórico, metódico y pedagógico),
robustecido por el saber particular que lo sustenta, así como basado en el
proceso económico de producción de la humanidad. Además ese conocimiento
universal es interior y no resulta exterior, pues no es simple cereza artificial
coronando el pastel, sino que sirve cual combustible de alto octanaje; porque
cuando ese conocimiento universal cristaliza entonces también las condiciones
de producción adquieren la armazón sutil y multiplican su fuerza. Aunque la
relación entre conocimiento universal y producción ofrece interesantes interrogantes
y contradicciones históricas[20], y de esa manera no debemos imaginar unas sencillas líneas paralelas,
avanzando mano a mano juntas —saber y producción—, pues hay sobresaltos y ¿por
qué no? Hay avances junto con retrocesos, pues la experiencia secular demuestra
la contradicción recurrente entre producción y conocimiento, las insuficiencias
en su retroalimentación, el bloqueo nacido desde diversos campos. La dialéctica
de siglos no dibuja una línea recta, sino semeja una espiral, por lo que el
movimiento en sentido opuesto nos regresa hacia los orígenes y el plano de
interpretaciones cambia constantemente. A diferencia de desarrollo (dimensión que
sólo recuerda lo positivo) la dialéctica indica también lo negativo y el camino
trenzado. Pero el sentido último no se debe extraviar, aún cuando las
sociedades avanzan atravesando un sendero de lo opuesto, como cuando el saber
se incrementa por efecto de la guerra[21].
El conocimiento puede avanzar por el camino de la guerra, dijimos, y es el sendero
opuesto a la esencia del tema, pues la peculiaridad del conocimiento subyace en
la vida. Episódicamente, la dialéctica
histórica del conocimiento avanza sobre el curso bélico, pero el siguiente
hito también será indicado como la posibilidad de evitar ese desastre, donde la
dialéctica histórica del conocimiento
sirve para evitar la negación absoluta, contenida en la guerra.
¿Autodesarrollo
del conocimiento?
No es suficiente concebir la dialéctica histórica del conocimiento como un
auto-desenvolvimiento del conocimiento. Para los autores desacostumbrados a la
ciencia social, les parece lógico que el conocimiento posea una inercia propia
como proyectil avanzando en el aire, y entonces la condición para la expansión
de saber sería únicamente nociones previas. Pero en el concepto de la dialéctica histórica del conocimiento importa
también señalar la lucha de contrarios, incluso evaluar los obstáculos en el
avance. El pensamiento no se desarrolla exclusivamente sobre sus premisas intelectuales
(herencia teórica y conceptual), sino que avanza en su oposición con el mundo
material. El entorno, en especial entendido como entorno social o circunstancia
humana, juega complejas partidas que atascan o favorecen el movimiento intelectual.
En cierto sentido, no acontece jamás una historia autónoma del pensamiento
(en el sentido de sucesión pura de las formas del pensar), sino que acontece el
pensamiento anclado en el mundo, unidad de la sucesión de las formas del intelecto
conjuntamente con sus condiciones materiales, su situación social y hasta nivel
global.[22]
La tendencia espontánea es coleccionar autores afines en cada materia
ligándolas cronológicamente, como si las tendencias intelectuales se movieran
sobre un vacío histórico-social. Agrupar autores afines representa el camino de
exposición más empleado (y la plataforma básica para analizar los temas[23])
pero no es el más completo; posee validez relativa establecer los autores y
exponer a sus sucesores, pero para comprender una dialéctica histórica del conocimiento se deben enlazar ambos polos:
pensamiento y realidad. Con esto repito una opinión: no acontece una historia
de la filosofía autónoma como tal, existe una sucesión conceptual y social del pensamiento[24].
Aunque tampoco lo debemos exagerar, tal cual lo muestran deformaciones
estalinistas, en el ejemplo de la visión de una “biología burguesa”, pues ahí la
operación dogmática sustituye la
categoría social (“burguesa”) por la categoría específica (“biología”); lo cual
es una falsificación sofista de lo más burda para alterar una clasificación. Los
panfletos estalinistas ni siquiera utilizan el mínimo principio de
clasificación, según Aristóteles las recomendaba: género próximo y diferencia específica.
En el caso de una falsa historia social del pensamiento, que invoca a
clasificaciones como la “biología burguesa”, lo que recibimos es una operación sofística
de sustitución del objeto mental por una categoría social próxima, pero ya no
específica; quedaría pendiente demostrar que la ciencia biológica sea
“burguesa”. El término “biología burguesa”, por analogía, simula repetir la operación de Marx cuando él critica a la economía
política burguesa, pero el tema de la economía política sí corresponde al
régimen económico y social, por lo tanto la “posición de clase” resultaba
pertinente a la economía. Pero cuando nos desplazamos hacia las ciencias
naturales, su relaciones con las clases sociales y sus ideas resultan en
extremo mediadas e indirectas, y, además, el objeto directo del conocimiento no
es la relación entre clases sociales; pues el tema propio de las ciencias objetivas
es la naturaleza separada de la sociedad, por lo mismo, su conexión con las jerarquías
resulta compleja y problemática. Las conexiones entre biología (o cualquier
otra ciencia natural) y las interpretaciones sociales (y las clases definen una
explicación social) son mediadas y conflictivas. Pegarle mecánicamente a la interpretación
biológica el término de “burgués” implica una confusión sofística, que mezcla a
las condiciones de observación (sobre los seres vivos) con las de existencia de
clase burguesa. Más allá de que por vía de intereses particulares, como los
dogmas religiosos, suceden interacciones relevantes, sobre todo para detener el
avance de las ciencias, no existe una posición sistemática de clase conteniendo
o configurando el cuerpo de una ciencia natural. En este mismo caso, los
intereses religiosos en la Edad Media
occidental levantaban un dogma de fe sobre la “generación espontánea”, sin
embargo, no por ello se define una “biología feudal” (encarnada por las teorías
creacionistas de la vida) adecuada para los señores feudales. Como ese caso lo
demuestra, el cruce de los intereses de
clases o de grupos no implica una modificación sistemática del contenido de las
ciencias, pero sí implica distorsiones puntuales. Tal o cual tema de la
biología puede distorsionarse por intereses de tal clase o grupo de interés[25],
como una tendencia religiosa y prejuicio racial; pero la biología entera jamás configura un cuerpo
teórico basado en un punto de vista exclusivo de clase.
Las premisas del contexto social inciden pues alientan o frenan el avance
del pensamiento en cada campo, pero el contexto social es siempre insuficiente para
determinar al saber, porque el conocimiento dibuja una esfera autónoma, creciendo
sobre premisas del pensamiento previo. Existe
un auto-desarrollo del conocimiento, pero no es suficiente para explicar su
proceso concreto de desarrollo. Una teoría suele arrancar desde investigaciones
previas y la problemática heredada, sin embargo, el contexto social ya marca predisposición
y enfoque hacia la teoría, rumbo y problemática elegida, aplicación del acervo,
etc. Algunos autores imaginan que el pensamiento científico se limita al autodesarrollo,
pero muchos ejemplos muestran los saltos y retrocesos, las continuidades y
rupturas. En especial, debemos recordar que contextos sociales atrasados no
fueron favorables para acumular conocimiento científico. Los contextos
precapitalista encontraron límites insuperables
para la continuidad de los procesos de acumulación de conocimientos,
ejemplificados en famosa biblioteca de Alejandría, la cual representa el
esfuerzo intencional más notorio por acumular saber escrito hasta el límite imaginable
para la sociedad antigua. En cierto sentido, la desaparición de la biblioteca
de Alejandría simboliza el horizonte final de pensamiento para la sociedad
helenística[26]. Sin
embargo, la mayoría de sociedades antiguas fueron incapaces o más refractarias
frente a la acumulación de conocimientos, dejando de lado a las ciencias y relegándolas
como curiosidades o episodios efímeros y sin continuidad.
Hasta donde sabemos, dos sociedades presionadas por el proceso de
circulación mercantil han generado el florecimiento del pensamiento, me refiero
al esclavismo mercantilista antiguo y al capitalismo. Y esto ocurre (entre
otros factores) porque el pensamiento crece fruto de una enorme tensión
interior para resolver contradicciones entre la particularidad y la totalidad[27],
ejemplares antagonismos típicos de ambientes mercantiles. Evidentemente, la
acumulación intelectual con el capitalismo adquirió un impulso sorprendente, con
proporciones de una revolución permanente por las innovaciones científicas
naturales y las aplicaciones de tecnologías, acompañadas también de una fuerte
investigación y teorización social de diverso signo (sea crítico o
apologético). Exclusivamente con la multiplicación de los medios de acopio y
difusión de los conocimientos, parece ganado un ámbito suficiente para aceptar
que el proceso de acumulación intelectual es irreversible. El torrente de avances intelectuales generales y científicos
naturales es tan fuerte, que pareciera ya
no existir un freno insuperable para este proceso, aunque sí continúan bridas,
cuando nos referimos a la interpretación de la misma sociedad, terreno donde sí
influyen fuertemente los intereses y las distorsiones emotivas. La continuidad
del torrente de avances intelectuales aparenta
que el proceso de acumulación de conocimientos y su avance son efecto de un
auto-desarrollo. Pero la existencia aislada de un auto-desarrollo del
conocimiento resulta una apariencia; el contexto social, las relaciones humanas
de fondo, implican impulsos o frenos. En este caso, el capitalismo es un formidable acelerador para la dialéctica histórica
del conocimiento, pero también ofrece obstáculos; entonces respecto de los
frenos debemos ejemplificar que el sistema de patentes, la propiedad
intelectual de millones de procesos productivos, implica que exclusivamente una
empresa o grupo efectúan las aplicaciones de la técnica[28].
El gran salto,
conservación y la acumulación de conocimientos en la compleja medida de la dialéctica histórica del conocimiento.
Un tema clave para la evaluación de esa medida en la dialéctica histórica del conocimiento está en la aceptación de los principales hitos en el avance del
pensamiento. Entre las principales cumbres están el surgimiento del
razonamiento filosófico con los griegos (incluyendo los modelos teóricos de las
primeras ciencias); el salto del Renacimiento; el racionalismo cartesiano, y el
triunfo del método científico experimental para las ciencias naturales. Si
preguntamos por una única conquista
clave, a mi parecer está en el surgimiento del razonamiento en una figura clara en la Grecia clásica. Para los
curiosos autores anti-racionalistas ahí está el problema, sin embargo es una
interpretación marginal y muy cuestionable, como la “dialéctica del iluminismo”[29].
Buscando el fondo y para una visión más filosófica, con la comprensión de la Razón, ahí está la conquista del primer Everest
mental que permite la comprensión de cosmos; a partir de ahí, lo demás sería
evolución. Entonces, para la dialéctica
histórica del conocimiento el mayor gran salto cualitativo fue la obtención
de su grado de razón con la filosofía griega clásica.
Para considerar el nivel de desarrollo de los conocimientos sociales,
debemos adquirir una medida (especie de regla dentada) que comprenda los hitos
junto con las continuidades y rupturas, fusión de la calidad con la cantidad.
Aparentemente, no existe una preocupación por sistematizar esa medida: unidad
de criterio cualitativo fundado y cantidad mesurada, basada en hechos precisos[30].
Un criterio ha sido la escolarización, aunque el saber mismo desborda las aulas
y recintos académicos, e incluso los mismos sistemas escolares semejarían
represas y esclusas, dejando afuera del conteo a cualquier saber no
escolarizado[31]. El saber escolarizado define una de
las pocas medidas objetivas para
evaluar el momento de la dialéctica
histórica del conocimiento, porque en la escolarización reunimos personas
(alumnos y maestros) con procesos (cursos, licenciaturas…) definidos en tiempo
(años de cada nivel escolar) y resultados estandarizados (cantidad de aprobados
en cada matrícula, promedios de calificación) integrando una interesante base
estadística. Fuera de tales estándares de escolarización también existen otras mediciones
de la cantidad de libros publicados, revistas especializadas, academias
de profesionistas, cantidad de científicos, etc. Otro indicador interesante
debe aparecer en el grado de educación existente y requerida para las distintas
actividades, considerando la masa laboral con estudios.
Incluyendo los anteriores elementos, poco se ha comprendido a las sociedades
pre-capitalistas en la medida de su dialéctica
global del conocimiento, cuando mucho admiramos sus aportaciones en obra
escrita (surgimiento de la literatura, filosofía, ciencia de la historia, etc.)
y el surgimiento de grandes artistas y pensadores.
La reclusión
del conocimiento gremial; la división del trabajo como reparto, y los
procesos de intercambio como metabolismo integrador de saberes
Antaño la institucionalización del saber resultó marginal, pues las
academias y liceos quedaban restringidos, sin embargo, debemos observar que la
profesionalización del Estado y los cuerpos religiosos ha implicado una
particular dialéctica histórica del
conocimiento[32]. Una
tendencia de las sociedades anteriores corresponde con la formación de estamentos, los cuales estabilizan la
división del trabajo y también protegen su posición mediante el secreto
gremial. Esto significa que en sociedades de estamentos y con baja división del
trabajo (escaso intercambio) la pérdida de saberes y técnicas debía acontecer
reiteradamente. Las investigaciones sobre las técnicas antiguas revelan la
pérdida de aplicaciones, causando parálisis y retrocesos en regiones y periodos
amplios[33].
En general, las sociedades agrícolas y antiguas fueron reacias a la
difusión del saber y cada grupo lo mantuvo celosamente guardado. Si bien, esta
situación resultaba entendible para el “saber” sacerdotal, para temas prácticos
implicaba un riesgo grande de pérdida repetitiva de los avances. El celo sobre el
secreto de las técnicas fue agudo en diversos periodos, por ejemplo entre los
gremios medievales. Varios gremios mantenían prescripciones específicas donde
condenaban a muerte a quien osara revelar sus secretos artesanales[34].
Además, cuando las sociedades estabilizan una división del trabajo
“rudimentaria” sobre un esquema de castas,
entonces los saberes se confinan mediante una sucesión generacional,
conservando las habilidades sólo de padres a hijos, evitando su difusión en cualquier
otra dirección, tal como se mostró durante el milenario sistema hinduista.
Bajo la perspectiva anterior, también debe asentarse que la división del
trabajo en actividades autónomas implica un reparto
de saberes. El herrero hindú conserva en exclusiva las operaciones de su forja
y las transmite como secreto exclusivamente a sus hijos; así, quien nace con el
destino del herrero aprenderá el oficio y nadie más adquiere sus conocimientos
y habilidades. Entonces el
metabolismo económico en la división del trabajo, además de
intercambiar bienes, también reparte
los saberes mediante ese metabolismo material; en el azadón que entregaba
el herrero hindú al campesino se ocultaban los secretos de un gremio ancestral.
Al estabilizarse mediante religión esos saberes separados se complementan por
una mutua diferencia, convertida en una relación tan firme y fija entre
funciones separadas, que se conservará durante siglos. Mediante esa división
del trabajo cada artesano acapara un sitio en el metabolismo social, y conserva
su competencia, entonces se facilita una tendencia al inmovilismo[35].
Quien naciera en la familia del herrero no tendrá motivos para modificar las
técnicas ni para embarcarse en otras profesiones, al contrario será presionado
para quedar estacionario en su situación.
Además del intercambio de bienes —recalco— el tributo o el mercado están distribuyendo los saberes convertidos en
bienes económicos. Muchos saberes aislados perecerían, pero
interconectados se mantienen valiosos y útiles en sus variadas especializados.
Por un lado, división del trabajo que permite especialización de saberes
técnicos y por el otro, integración en bienes cambiados, de tal manera se arma
una red metabólica de las sociedades, donde se compensan los excesos de
especialización de unos con las carencias de los demás. La división del trabajo,
premia una especialización creciente, pues el resulta marginal de mayor
productividad acaba gratificado. En un extremo hipotético, la actividad aislada
del herrero representaría una extravagancia, pero el artesano del metal sirve
para sus vecinos y recibe recompensas. Cuando el forjador coloca azadones en
manos de los campesinos y espadas en las de los guerreros resulta premiado con
productos o dinero, ganando una jerarquía social.
Agrupación de
saberes y élites: densidad del consejo de ancianos y asociaciones iniciáticas.
Lo que aparece en la agrupación de estamentos como generalizado, en algunas
agrupaciones surge como especialización para el pensar. La escuela no fue la
primera institución sino antes surgieron las asambleas de ancianos, las castas
sacerdotales (elitistas y/o iniciáticas) y de gobernantes. Y esas formas han
sido claves para establecer un fenómeno de “caldero” de saberes, donde la
debilidad del individuo se complementa para generar una fortaleza en la
agrupación. En ese sentido, la conocida asamblea de ancianos establece la
solución para concentrar saberes, lo cual fue básico para las primeras
sociedades, donde el saber establece una élite
espontánea que define un poder político, religioso o de cualquier índole[36].
Ese tipo de élite de saberes se mantuvo y estabilizó pues resulta necesaria
para una difusión y conservación de saberes. Después se crearon otros tipos de
élites sobre esa misma fórmula: grupo reservado para quienes saben. En ese
molde se crean órganos de gobierno (asambleas de jefes de guerra y grupos de dirigentes
senadores) y de religión (asambleas de sacerdotes, agrupaciones iniciáticas).
Sin embargo, mientras más atrás nos colocamos en el calendario existen menos
divisiones del trabajo entre las especialidades, de tal modo que el mando, el
trabajo, el sacerdocio y la guerra se funden y confunden en las agrupaciones.
El trabajo eficaz podía adquirir la intención de un acto mágico (y viceversa),
así la agrupación de “sabios” o “sacerdotes” fue recurrente en los siglos y extendida
entre los continentes, luego con el curso de la modernización quedó
especializada como organización. La necesidad de cultivar colectivamente el
saber y la imposibilidad de dar acceso a quien no está preparado marcó el tipo
de agrupaciones iniciáticas, donde el traspaso de su umbral permaneció muy
riguroso, las cuales fueron extendidas e importantes, incluso se destacaron de
la mano con el avance de la filosofía y ciencia griegas, por ejemplo,
emparentadas con los Misterios del
tipo Eleusis y el pitagorismo[37],
además ese maridaje entre grupos iniciáticos y saber científico continuó con el
iluminismo rosacruz, la Real Sociedad y la masonería moderna[38].
Esto implica que existe una curiosa dialéctica entre la separación y hasta
ocultamiento de saberes en grupos de élite que acompaña la conservación y
extensión del conocimiento. Ese juego de contrarios se sigue repitiendo en
cualquier campo profesional con la regulación mediante colegios y asociaciones
profesionales, por ejemplo, las de médicos e ingenieros, quienes no requieren
de esconderse, pero su especialización y lenguaje los vuelve inaccesibles ante
los profanos.
Medios de
conservación y difusión en textos: la revolución de la escritura, su modalidad
de alfabeto y el libro
Cuando el proceso de la dialéctica
histórica del conocimiento está reducido a tradiciones orales y a división
del trabajo insuficiente, el avance queda frustrado. El primer salto
cualitativo en este ascenso ha dependido de la escritura y, en especial, de la
alfabética. Si bien, el surgimiento de la escritura corresponde a largos
periodos pero es probable que su consolidación se ligara a intercambios
comerciales de pueblos agrícolas más intensos
comparados con el pasado de pueblos cazadores. Es posible que la escritura
cuneiforme derivara de procedimientos de registro y contabilidad de bienes en
la región sumeria.
La escritura jeroglífica no poseyó la precisión de la alfabética, por lo
que representó un periodo menos desarrollado de registro y conservación de
saberes. La misma escritura alfabética ha tenido un proceso de lento avance. La
escritura ha permitido conservar el conocimiento y difundirlo de una manera muy
superior a la modalidad oral.
La estabilización del fenómeno de escritura trajo aparejada una
especialización del oficio en grupos de escribas, tan notables en el antiguo
Egipto. La formación de una casta o estamento de escribas muestra el
reconocimiento social y afán por conservar lo escrito. La escritura se adaptó a
las estructuras sociales, convirtiéndose en eslabón clave para comprenderlas;
incluso las jerarquías religiosas han
dependido de esto y el avance del monoteísmo también es fruto de la escritura[39].
Tras la existencia de textos surgen fenómenos tan variados e importantes
como las leyes, el Estado, la filosofía, etc. La existencia del Estado y su
estructura de poder resulta imposible sin un sistema de escritura que dé coherencia
a sus operaciones[40].
El perfeccionamiento de la escritura ha requerido de alfabetos, gramáticas,
diccionarios, incluso lógica y retórica. Ciertamente, tales dispositivos y
ciencias no han avanzado con uniformidad, pero su utilidad es indudable para
reforzar los efectos de claridad y comprensión de la escritura, la cual mejora
como medio para conservar y difundir el pensamiento. Por eso las épocas se han
dividido entre prehistoria e historia a partir de la escritura, la cual da
testimonio de antaño y coloca lo fugaz en el “templo de Mnemosina”[41].
Para el avance de este medio escrito, importa desde la mejoría en los
medios para la escritura como la invención del papel, y luego los métodos de
impresión. De tal modo, que la aportación de Gutenberg[42]
se acepta como un eje de la revolución mental del Renacimiento europeo, pues
con la imprenta de tipos móviles se catapultó la edición de textos, abriendo
curso para una revolución del pensamiento.
El progreso de la escritura resulta inseparable del libro como su
cristalización clave. De modo convencional se le define como publicación con
cuando menos 49 páginas,[43]
entendiendo que la extensión implica intensidad en la escritura, un grado
cualitativo superior. Por un lado, nuestro concepto de libro proviene de asumir
que un relato importante y coherente posee extensión, en ese sentido, el libro
deriva de los largos relatos heroicos (el relato de Gilgamesh, la Ilíada y Odisea) y de los largos rituales
religiosos (el Libro de los muertos
egipcio), así como sus recopilaciones (la Biblia
y el Corán). La otra fuente
indispensable ha sido la conquista lenta del medio técnico, comenzando con la
escritura en arcilla, piedra, telas, bambúes y, poco a poco, avanzar por los
medios más adecuados con el papiro y pergamino hasta conquistar el papel, que
pasó de la confección manual artesanal hasta la revolución de las imprentas y,
ahora, los medios electrónicos.
Las teorías
como modo de conservación y difusión del saber: la estructura de las sucesiones
teóricas
El pensamiento requiere de unidades parciales para su comprensión y
difusión, por tanto de teorías y ramas intelectuales proporcionando modelos.
Esos modelos representan conjuntos de ideas y prácticas que forman unidades
mínimas de transmisión. El alfabeto es un conjunto de letras, relacionando cada
figura con un fonema; asimismo, el alfabeto se integra en palabras que se
definen en diccionarios; las palabras están ligadas en frases, cuyas relaciones
internas las comprendemos como idiomas, que se entienden bajo reglas
gramáticas. Esas gramáticas poseen sus reglas, ya estructuradas o implícitas de
cada idioma, siendo su variedad una fuente de riqueza intelectual clave,
mostrada paradójicamente en el mito de Babel.[44]
La diferenciación de los idiomas por sí misma representa una gran riqueza para
la formación del conocimiento, dando materia también a la actividad de la
traducción y su importancia clave para la universalización y conservación del
conocimiento. Asimismo, el sentido de las frases se integra en juicios que
implican una corrección o falsedad, donde entran los criterios lógicos. Y
todavía se deben integrar conceptos relativos a un objeto, y esos conceptos
implican coherencia de contenidos. Esto conlleva una cadena entre:
palabras-escritura-lógica-concepto y conjunto. Esta relación implica que el
pensamiento se conserva en “sistemas” que son las teorías y ramas del conocer. Por
ejemplo, el sistema de Claudio Ptolomeo o “ptolomeico” dominó la concepción sobre
órbitas planetarias durante siglos y se mantuvo aceptado. Con la tierra
colocada en el centro, este sistema ptolomeico funcionaba en un sistema
coherente y no existía modelo rival, —a pesar de las dudas que surgían con la
retrogradación planetaria— y por eso los astrónomos hasta el siglo XVI seguían
ese paradigma. Muchas observaciones de movimientos celestes nunca derribarían a
ese sistema hasta que surgiera esto: unificar mejores mediciones (datos) con la
teoría para explicarlas, tal cual hizo Johannes Kepler, al descubrir y calcular
una trayectoria elíptica, basado en una visión heliocéntrica.
Esto significa que los conceptos de Ptolomeo se conservaron como un
sistema de pensamiento, entonces su Almagesto
sirvió de referencia y autoridad durante más de un milenio, hasta que se
integró otra visión astronómica alternativa y completa, estructurada con una
posición heliocéntrica y de órbitas planetarias elípticas. Lo cual significa
que sólo un conjunto teórico desplaza a un cúmulo previo; con lo cual se
reitera el acierto del “salto cuántico”, cuando no ocurren avances lineales
sino con saltos definidos en “cuantos”.
Lo expuesto no implica que nociones particulares, exteriores a las teorías
o relativamente aisladas, sean inexistentes, simplemente implica que el
conocimiento se estabiliza y desplaza
mediante conjuntos, y que tales conglomerados “atrapan” a los saberes
particulares (hechos observados, aciertos separados, observaciones agudas…).
Valdría imaginar a las teorías y ramas como grandes represas, suponiendo al agua de estanque como nociones
particulares; entonces las ideas específicas se agolpan en el gran almacén y
los datos imposibles de almacenar se filtran hacia la tierra, luego una
sociedad únicamente utiliza las aguas dominadas dentro de la represa y se
comporta cual si los demás saberes, trasminados bajo tierra no los percibieran
o no existieran.
Además estas grandes represas del pensamiento cristalizan en libros y se institucionalizan en escuelas
(tanto en el sentido de “escuela de pensamiento” como el psicoanálisis y en
instituciones tipo universidad), con lo cual el movimiento de conservación del
conocimiento adquiere fuerza, marcando las cumbres en la dialéctica histórica del conocimiento y definiendo los grandes
escalones de su evolución.
Salto en la
transmisión del saber: la plaza de Atenas, la Academia de Platón y las escuelas
En el periodo precapitalista, la modalidad predominante para la transmisión
de pensamientos y habilidades entre grupos y élites fue mediante agrupaciones
gremiales (el estamento artesanal) y asociaciones enclaustradas o cerradas
(sacerdotales, iniciáticas, militares…) Tales agrupaciones separadas poseían un
fundamento por el ambiente donde brotaban y se desenvolvían. Ese proceso de
transmisión y asimilación del conocimiento pretérito se muestra en sus frutos,
tan diversos según los pueblos y regiones, produciendo sus maravillas o
reptando entre parajes de memoria perdida; eso frutos dormitan y están en
animación suspendida hasta que surge una clave de revelación cual Piedra Roseta[45].
Ocasionalmente, aparecen modelos más abiertos para la difusión del
conocimiento. En particular, entre los griegos era notable su acceso a la plaza
pública, llamada ágora donde Sócrates cumplía sus ejercicios filosóficos[46].
En ese sentido, la filosofía clásica nace con el paso desde el saber tradicional
de grupos cerrados (sacerdotal o iniciático como el pitagórico) hacia el
razonamiento y apertura del conocimiento. Esto acontece así porque también el saber
filosófico posee esa característica de universalidad y entonces resulta ampliamente
comunicable[47].
Otro aspecto del legado de Platón está en un cúmulo de visiones sobre los
ideales educativos[48]
y en la creación de la
Academia,[49]
donde se integran las discusiones y enseñanzas como un objetivo central, así se
empieza a perfilar una institución de estudios abierta, dando un antecedente
para lo que terminaría convirtiéndose
en sistemas escolares, tan importantes a este respecto. Y ese
fenómeno continuará en posteriores sociedades representando también una pieza
clave en la dialéctica histórica del
conocimiento.
La escuela como objeto
institucional y casi místico del proceso de educación es clave en el curso de
la dialéctica histórica del conocimiento
de Occidente moderno (ahora universalizado). La importancia potencial de la
escuela la encontramos claramente en Platón, pero la práctica social no estaba
quizá lista para sacralizar a una institución dedicada a prepararnos para el
saber, en especial de un modo integral, desde la más tierna infancia hasta la
cúspide del sistema académico y profesional (los premios de academias, etc.).
Comprender esta “apoteosis” del sistema escolar requeriría de un ensayo
completo, aquí basta señalar el acontecimiento y su importancia.
Modos de
conservación y difusión del saber mediante computadoras: la revolución de los
bits
Resultaría incompleto un vistazo a la dialéctica
histórica del conocimiento si faltara el salto cuántico de la computación y
su integración en Internet. Ya las herramientas, en apariencia simples, como la
regla escuadra y el compás son útiles que marcan hitos para la medición y el
conteo. Las calculadoras mecánicas anotaban otro progreso, pero el sistema de
las computadoras ha revolucionado completamente la colocación del conocimiento fuera del hombre. Bajo estos sistemas,
el ancestral libro se transforma, moviliza y ofrece respuestas complejas,
guiadas por programas que integran la inteligencia de muchas generaciones. El
espectacular torneo cuando una (entonces súper-ordenador) computadora le ganó al
campeón mundial de ajedrez, Kasparov, confirma un éxito en cuanto a la
eficiencia del ordenador. Con las computadoras la dialéctica histórica del conocimiento se ha colocado en un plano
superior, ahora en el medio electromecánico externo está contenida una
vinculación con las bibliotecas y enciclopedias planetarias, además de sistemas
para aprendizaje y aplicación. La revolución informática en curso, aparte de
impresionante, implica una nueva plataforma de ascenso constante para la dialéctica histórica del conocimiento[50].
Cristalización en
especialización y élites acaparadoras
El conocimiento no se desplaza en la dialéctica histórica de manera
uniforme y lineal, sus ondulaciones son bastante complejas, las cuales incluyen
las cristalizaciones o efecto del fósil, donde un logro de conocimiento tiende
a estabilizarse, como lo demostró al extremo la “Sociedad de Castas” o “Sistema
del Asiatismo”,[51] y en
otra medida el sistema medieval de gremios. Este aspecto lo miramos atrás como
una exigencia productiva, donde un dispositivo para evitar la competencia
económica implicaba acaparar los saberes técnicos; sin embargo, este fenómeno
de acaparar el saber mantiene una tendencia más amplia, como fundamento de la
formación de élites, expresado especialmente en las élites sacerdotales y de
aparato político. Los sacerdotes medievales se fueron fortaleciendo como una
élite con funciones específicas en sus comunidades y tendieron a acaparar el
saber, expresado en los monasterios y su predominio de la lectura y escritura
del latín, convertido durante siglos en la única herramienta mental para leer y
escribir libros. Durante siglos solamente había libros en latín, mientras las
lenguas derivadas quedaban marginadas, despreciadas por las élites que
solamente debían leer y escribir en latín; pues la conservación de ese idioma
había quedado a cargo de la Iglesia.[52]
Y para la sociedad medieval la religión quedó cristalizada alrededor de un
único libro, la Biblia que fue
exclusiva para los sacerdotes, mientras se prohibía para el vulgo. Este
fenómeno no resultó exclusivo de la Iglesia en el Occidente medieval, un
desarrollo parecido surgió en el mundo árabe y luego islámico, donde las élites
religiosas acapararon la escritura; otro tanto sucedió con las élites de
mandarines en China, que fueron el sustento de la organización estatal durante
siglos. En general, la escritura es sustento del Estado y de las religiones
organizadas, permitiendo la identificación de las élites y su organización. En
lo anterior, hay una diferencia entre la élite religiosa y la de gobierno, pero
también hay continuidad conforme las grandes religiones son el sustento del
Estado, incluso algunas quedan
integradas como religiones oficiales,[53]
siendo que hasta la modernidad se comenzó a sistematizar la separación entre el
Estado y las iglesias, bajo el concepto de Estado laico y principios de
tolerancia religiosa.[54]
Cuando el saber se vuelve cuestión delicada para el Poder, entonces el
propio Gobierno señala las obligaciones de acaparar el saber, como sucede con
los “secretos militares” y la condena al espionaje del extranjero o enemigo. En
muchos periodos, los reinos lograron acaparar el saber sobre el modo para
fabricar armas, que representaban su ventaja decisiva contra los enemigos. Uno
de los episodios más famosos, fue el secreto del fuego griego por los bizantinos, que lo acapararon tan bien que
nunca ningún otro pueblo tuvo su fórmula. El “fuego griego” derrotó a la flota
turca y la mantuvo a raya durante siglos,[55]
hasta que se perdió ese artificio; hacia 1453 a la capital Constantinopla cayó
definitivamente y abrió más su avance del islam hacia Europa.
En cuanto sistema de Poder, el saber recibe una modificación por lo cual ya
no es un conocimiento particular, sino un componente de un conjunto; lo cual
resulta evidente con las Leyes, que forman siempre conjuntos, pues no existen
aisladas sino formando códigos que se integran en sistemas legales, los cuales
generan una extensión histórica y geográfica, como lo demuestra la extensión y
permanencia del Derecho Romano en Occidente.[56]
En este sentido anterior, el acaparar el saber por una élite no implica que
exista una conspiración, sino simplemente un amalgamarse entre la coherencia de
los conocimientos propios del manejo del Poder con la existencia de las élites
gobernantes que requieren operar mediante leyes, administraciones, registros,
edictos, ordenanzas, etc. Siendo que la función del Estado (y de las élites incluidas) implica
estabilizar, la incorporación de los saberes a la práctica política y la
administración pública significa un impulso a la permanencia de cierto tipo de
conocimientos, aunque su rango de estimación sea despreciado por las academias
y las figuras más elevadas del conocimiento.
Un abismo
creciente entre el saber-conjunto y el individuo, con efecto de cognitariado
Mientras el conjunto del saber avanza a pasos acelerados, cada individuo
debe comenzar a aprender desde cero; lo cual crea una paradoja y una situación
difícil para las nuevas generaciones. En el amanecer de la humanidad ni
siquiera se consideró necesaria una educación formal debido a la relativa
sencillez del aprendizaje que se realizaba en la práctica. El descubrimiento de
la escritura marcó el gran salto adelante y abrió el campo a los procesos de
educación, más allá de los contactos verbales.[57]
Conforme avanzó la modernidad la educación se fue generalizando, hasta
plantearse la exigencia de una educación universal, donde ningún ciudadano
quedara fuera y que esto comenzara desde la infancia. Asimismo, si en la época
clásica (siglo XVII) el nivel de bachiller resultaba sobresaliente, para el
siglo XX ya la aspiración era a una Licenciatura, y para el siglo XXI el
posgrado resulta hasta una exigencia dentro de algunas profesiones y desempeños.
La tendencia es permanecer cada vez más años en la escuela, la sociedad se
“escolariza” por completo.[58]
En siglos anteriores el analfabetismo no implicaba ningún problema serio
para la inserción de las personas en la mayoría de los trabajos que eran agrícolas;
pero ya para el siglo XX, el analfabetismo implicaba una marginación extrema y
un problema de pobreza. En el siglo XXI, el acceso a la tecnología informática
marca una segunda prueba, en lo que algunos llaman un analfabetismo digital o
tecnológico. Por un lado, la educación y la tecnología son la fuente de la
inclusión y la riqueza, pero su ausencia crea una especie de proletarización en
el sentido fuerte de la Revolución Industrial o hasta una situación de
“parias”, como en la antigua sociedad de castas hindú. Esto implica que hasta
ciudadanos con carreras profesionales y hasta posgrados se sientan marginados y
sin acceso al saber, al generarse una condición de cognitario donde lo único que poseen es su saber, al mismo tiempo,
que para la operación económica ese saber tiembla vulnerado por el cambio
tecnológico acelerado.[59]
Esto implica que los habitantes del siglo XXI saben más que nunca, los
conocimientos que se reciben son los mejores y, en especial, por su cantidad de
procesos escolares, sin embargo, también sufre de una obsolescencia acelerada
de conocimientos útiles; por lo que cualquier saber pierde utilidad ante la
innovación. Esto puede ser irrelevante para muchos, pero para las profesiones
que se derrumban con el cambio
tecnológico el efecto es dramático y devastador. Estos efectos no presentan
atajos ni salidas fáciles, seguirá una alocada carrera para reajustarse al
cambio tecnológico.
La escuela desafiada
por el teléfono computarizado
En los siglos anteriores la educación transcurría en el hogar, el trabajo o
la plaza pública; poco a poco fue creciendo la importancia de la escuela, hasta
ser una institución protagónica del siglo XX. Pero en el siguiente siglo, todo
indica que los dispositivos tecnológicos desplazarán el sitio de enseñanza, al
extenderlo por todo el espacio planetario. Los cursos por Internet no solamente
son una moda, sino una tendencia profunda para establecer la relación de
aprendizaje de una manera más amplia y múltiple, con lo que se reducirá la
importancia de la escuela formal y amplificará las escalas hasta lo mundial o
global. Más pronto que tarde, los habitantes del planeta tendrán a la mano
todos los acervos de saber imaginables en la palma de su mano, por vía de un celular
en su etapa de teléfonos inteligentes con capacidad de computación, lo cual
acelerará y democratizará los procesos educativos. Esto no significa que
desaparezcan las escuelas y universidades formales ni que se devalúen, pero sí su
papel resultará complementado, relativizado y desafiado ante modalidades
alternativas de difusión del conocimiento y aprendizaje.[60]
La esencia misma de este desafío al sistema escolarizado de aprendizaje
como corazón de la transmisión de conocimientos especializados, es el eje de la
revolución del pensamiento en el siglo XXI. El vértigo que provoca la avalancha
de cambios no implica que caigamos en un fetichismo por la computación misma
como una nueva soberanía,[61]
que sigue siendo la emanación de un sistema desarrollado por personas, para
interactuar con personas.
El impulso y el
freno cuando no hay colisión frontal ¿qué camino sigue?
En el lejano siglo XIX, Marx observó que el capitalismo implica en
simultáneo el impulso y freno de las
fuerzas productivas, pero entonces estimó que prevalecía una contradicción estratégica:
de las relaciones de producción (concebidas mediante la propiedad privada sobre
los medios de producción base de explotación) contra las fuerzas productivas[62].
Por un lado, las relaciones de producción capitalista impulsaban las fuerzas
productivas, especialmente, creando la gran industria, y del otro levantaban un
freno demostrado en grandes crisis económicas. Para su teoría la potencia
llamada a superar la contradicción entre relaciones de producción con las fuerzas
productivas era la acción auto-conciente del proletariado, sujeto vivo de las fuerzas
productivas emanadas en la gran industria. Sin embargo, a la fecha los embates
revolucionarios del proletariado fracasan cuando han derribado al régimen, que
no por falta de empuje combativo, sino más bien por incapacidad para controlar
el aparato de Estado y entonces quedar sometidos a burócratas tiranos
disfrazados de seguidores de Marx. La experiencia muestra que el proletariado nunca
se convierte en su contrario, para él ser la clase gestora y controladora de
producción avanzada como consecuencia de sus asaltos episódicos al gobierno,
sino queda sometido al aparato
burocrático del régimen, donde el Estado autoritario permanece como el mayor
desafío.[63]
Con la comprensión de la dialéctica
histórica del conocimiento descubrimos un esquema oculto bajo la
contradicción proletariado versus capital, porque el aumento de las fuerzas
productivas intelectuales encarnadas en la dialéctica
histórica del conocimiento también periódicamente confronta las relaciones
sociales capitalistas. Las crisis económicas también son el resultado del
empuje (y desarticulaciones) en el proceso de conocimiento, pues producción es
saber y saber es producir. Las crisis también son (además de manera importante)
crisis de modelo económico o de paradigma, porque traen la irrupción severa de
un resultado negativo que ningún agente individual del proceso ha buscado; la
crisis es “anti-economía” externa en su mayor potencia, porque también implica
debacle para los agentes individuales de la producción, que lo perciben como un
capitalismo salvaje flanqueado por neoliberales.[64]
Así, la crisis nunca es aceptada como parte del modelo económico en serio porque
significa la irónica y misteriosa negación de las intenciones, así revela el
fracaso parcial.
Por muchas razones, pues, el curso de la dialéctica histórica del conocimiento conduce a revelar y
confrontar ese aspecto de freno del capitalismo. ¿Este enfrentamiento lo
podemos asimilar con el esquema de Marx de choque entre el proletariado
revolucionario y el sistema capitalista opresor? Existen importantes
diferencias, para empezar por los sujetos actuales, no implican un “clase social
con cadenas radicales”, que únicamente tuviera para perder sus cadenas. La
clase adecuada para continuar el avance de la dialéctica histórica del conocimiento aglutina a una variación de
proletariado intelectual, que prefiero denominar cognitariado. Pero si el
acento está en la condición de trabajo intelectual, entonces el énfasis no predomina
en la condición proletaria, porque el éxito intelectual termina acompañado de enormes
ingresos, incluso de mutación hacia la condición de gran capitalista[65].
Sin embargo, en cuanto masa promedio el destino del trabajador intelectual bajo
la globalización, colinda continuamente con la condición proletaria; en sentido
económico, la masa del trabajo intelectual aparece proletarizada. Pero si el
acento está colocado en el aspecto intelectual, entonces los individuos
burgueses y hasta las empresas capitalistas no encuentran una oposición radical
con la dialéctica histórica del
conocimiento, por eso la posición de los sujetos más avanzados, los cognitarios
portadores del ascenso en la dialéctica
histórica del conocimiento no están en contraposición a los grandes
capitalistas y las empresas trasnacionales. Solamente habrá choque
frontal del cognitariado contra el “partido de la ignorancia”, el cual es
un conglomerado mixto, con elementos variados, tanto de origen moderno como
precapitalista (en especial algunos grupos religiosos atrasados, etc.). Sin
embargo, y con esos choques incluidos, la forma más adecuada para el triunfo
del cognitariado transita hacia la reforma
social y no la vía de la revolución, como ruptura de sistema. Continuamente
reformista, el cognitariado se alía eventualmente con cualesquiera clases y capas
del presente, para modificar la sociedad; abriendo cauces a la participación y
el cambio, para mejorar a las fuerzas productivas y condiciones de los
portadores del conocimiento, que en sentido extenso abarca a todos. Esta línea
política espontánea de corte reformista y democrático, tampoco excluye algún
evento de revolución, ante la resistencia rígida y violenta al cambio, y la
presencia de la ignorancia también levanta un “fantasma de revolución”[66]
que estorba más al cambio en lugar de facilitarlo. Cuando los choques no son
contra el partido de la ignorancia
(dialéctica del retroceso del conocimiento, decadencia de la verdad,
inquisición, dictadura totalitaria, etc.), las confrontaciones deberán ser
sistemáticamente parciales.
Si observamos la curva histórica desde el siglo XIX, el partido (en el
sentido más amplio de espacio de posicionamiento colectivo) del cognitariado ha estado ganando la
batalla, bajo las banderas de liberalismo, democracia, socialismo, humanismo,
feminismo, tolerancia, laicismo, etc. Estas divisas van directamente a favor
del avance de la dialéctica histórica del
conocimiento, permitiendo una sociedad más culta y educada, con mejores
medios técnicos y productivos, exigiendo cada vez más la aplicación del saber en
todos los campos. Sin embargo, no existe un avance unilateral, al que se
contrapone el autoritarismo del Estado[67]
junto con los fenómenos de ignorancia masiva, homogeneización mercantil,
incultura, fanatismo religioso, fundamentalismo retardatario, etc., siguen
presentando grandes desafíos y generando coyunturas de retroceso. Conforme amplias
mayorías se reconozcan como actores individuales y colectivos —logrando definir
mejor sus anhelos específicos y generales con los que coinciden—, se alcanzará a
destrabar ese freno al avance de la dialéctica
histórica del conocimiento en el siglo XXI y elaborar la fórmula de
convivencia más adecuada a este proceso infinito de conocimiento.
NOTAS
[1] Aunque
Rimbaud juega astutamente a ser perseguido por su propia sombra de barbarie y
bajeza, asumiendo que la ciencia deja náufragos a los espíritus lacerados. Cf.
RIMBAUD, Arthur, Una temporada en el
infierno.
[2] En La ideología alemana plantea de modo
explícito esta tesis, negando que los fenómenos del pensamiento posean su
propia historia, para comenzar a remitir todo fenómeno humano a la producción material, colocando el sello
en el materialismo. La remisión de
cada fenómeno hacia su conjunto es una evidencia elemental, pero la subordinación del pensamiento a la
producción falsea la estructura de lo real; como se demuestra adelante hay una integración, conforme la producción es
conocimiento y el conocimiento es producción.
[3] La
periodización convencional en base a periodos paleolítico, neolítico, edad de
bronce, hierro, etc. están basadas en niveles de técnicas materiales, centradas
en el medio de producción clave. La visión de Comte en tres periodos teológico,
metafísico y positivo sí está basado en grandes enfoques del pensamiento; por
su parte, la primera etapa de Foucault que divide los períodos en grandes
epistemes también implica basarse en la evolución del pensamiento. Comte en Filosofía positiva y Foucault en Las palabras y las cosas.
[4] La definición inicial
del periodo posmoderno de Lyotard se basa en una modificación del consenso de
los saberes, desplazando certezas clásicas, hacia una performatividad donde la verdad dejó de poseer un carácter duro,
para flexibilizarse alrededor de diversos retos o envites. En Jean François
Lyotard, La condición posmoderna.
[5]Según indica el propio Marx en La ideología alemana.
[6] Algunos autores rechazan con vehemencia la dialéctica pero es porque la
identifican con el lado dogmático del marxismo, como una camisa de fuerza a la
comprensión o una trampa, por ejemplo, Negri y Hardt en Imperio.
[7] ALTHUSSER, Louis, La revolución
teórica de Marx, Para leer El capital.
Sin embargo, Foucault hace una observación diametralmente opuesta al estimar
que el periodo moderno tiende a convertir todo saber en “historia”, ya sea de
la naturaleza, del lenguaje o la riqueza. Cf. FOUCAULT, Michel, Las palabras y las cosas, cap. VII, “Los
límites de la representación”.
[8]VERAZA, Jorge, Carlos Marx y la técnica. Desde la perspectiva de la vida. Críticas
de la economía política 22/23.
[9] ORTEGA Y GASSET, José. El tema de
nuestro tiempo, La rebelión de las
masas, etc. SARTRE, Jean Paul, El Ser
y la Nada.
[11] El objetivo del
trabajo implica abatir la miseria, dejando un remanente que se considera
riqueza. Sin embargo, la paradoja de las sociedades complejas, a partir del
mercado capitalista, deja claro que hay una externalidad crítica que provoca
miseria dentro de la riqueza, para lo cual se requiere de estrategias; así como
aprovechar las virtudes del propio mercado. Hasta el siglo XVIII con Adam Smith
se descubrió a plenitud el potencial del mercado desentendido de las riendas
del Estado, entonces monárquico.
[12] KURNITZKY, Horst, La estructura
libidinal del dinero. En esa obra efectúa un entretenido análisis sobre los
fundamentos psicoanalíticos del dinero y otras relaciones económicas y
sociales, pero ese enfoque no supera el nivel de lo especulativo en el tema de
la historia.
[13]HEGEL, G.W.F. “La dialéctica del señor y
el siervo”, también conocida como “del amo y el esclavo” en Fenomenología del espíritu.
[15] MARX, Karl, El capital, Tomo I.
Sin olvidar, que la productividad generada por ese mismo proceso ha sido la
plataforma del bienestar, superando la miseria natural de las economías
pre-capitalistas.
[16] Obsérvese la superioridad de técnica y disciplina militares de los romanos
contra sus vecinos. CÉSAR, Julio, La
guerra de las Galias. En otro caso, contra los persas, la ventaja de la
técnica marítima cambia el curso de una guerra aparentemente sin esperanza para
los griegos. HERODOTO, Historias.
[17] El veloz triunfo del
dinero visto como oro y plata, sus representaciones más abstracta opaca la
evidencia que ya los antiguos reconocían que sin saber no había riqueza alguna,
tal como apuntaba el mito de Midas, que demuestra que el metal no implica en sí
riqueza.
[18] Obsérvese la complejidad implicada en el concepto de crisis económica que
contiene un elemento de desarrollo propositivo. Cf. CASTELLS, Manuel, La teoría marxista de las crisis económicas
y las transformaciones del capitalismo, Ed. Siglo XXI.
[19] De ahí, la importancia de la ciencia del aprendizaje y del método. La
filosofía nace con la mayéutica —un método para aprender— y con la dialéctica y
la lógica que son los métodos para razonar. Así, también el pensamiento salta hacia
la modernidad con los planteamientos de mejores métodos para conocer con René
Descartes y Francis Bacon. PLATÓN, Diálogos;
DESCARTES, René, Discurso del método,
BACON, Francis, The advancement of
learning.
[20]Por ejemplo, ANDERSON, Perry, El Estado Absolutista, Sobre la
civilización china, comenta: “Todo el desarrollo de la civilización imperial
china puede considerarse en cierto sentido, efectivamente, como la más grande
demostración y la más profunda experiencia del poder y la impotencia de la
técnica en la historia (...) la época Ming es la clave del enigma chino, que
futuros historiadores habrán de resolver (...) los mecanismos de crecimiento
científico y tecnológico de las ciudades parecen detenerse o dar marcha atrás”
p. 560. Pero más adelante observa, “la cultura china no fue capaz de
desarrollar el concepto teórico de leyes de la naturaleza (...) Sus ciencias
tendían a ser clasificatorias antes que causales y aceptaban las
irregularidades (...) sin (...) explicarlas (...) la rígida división social
entre letrados y artesanos impidió el decisivo encuentro entre la teoría
matemática y la experimentación que produjo en Europa el nacimiento de la
física moderna” p. 562-563.
[21] El efecto de la industrialización de la guerra y la enorme inversión en esa
rama ha creado el mito popular de que toda la tecnología moderna proviene de la
guerra. Son fáciles de reconocer los inventos provenientes de ese campo, pero
el área civil es un enorme motor de innovaciones científico-técnicas.
[22] Conforme el
pensamiento no posee fronteras su historia es la de la mundialización o
globalización; los estancos y fronteras del pensar son etapas a superarse en la
globalidad; sin embargo, el tema también puede mitificarse, como si fuera una
panacea en sí misma.
[23] Esto significa que las historias de la biología, la física, etc. son
interpretaciones válidas, pero para comprender la dialéctica histórica del
conocimiento se deben unificar esos estudios especializados con las condiciones
sociales, observando las interacciones.
[24] A su manera, la visión de la episteme de Foucault, posee ese enfoque
contextual y explicativo de las teorías, donde la episteme es la red
explicativa de los autores y textos. Me parece que ese concepto es un exceso
estructuralista, pues la “episteme” no crea por los autores. Cf. Las palabras y las cosas.
[25] Por ejemplo, los tristemente célebres intentos de dotar al racismo de una
base en la genética empírica.
[26] En una
bella exposición, el clásico de la divulgación científica, Carl Sagan se
pregunta sobre esos límites en la Alejandría de los Ptolomeo. Cf. SAGAN, Carl, Cosmos.
[27] Idea expresada por Marx en su tesis doctoral, Diferencia entre la filosofía de Demócrito y Epicuro.
[30] Al
estimar los obstáculos para el pensamiento objetivo, Bachelard se queja de las
medidas apresuradas, elaboradas bajo un empirismo ingenuo o emocional. Cf.
BACHELARD, Gastón, La formación del
espíritu científico.
[32] La obra de Anderson tiene anotaciones interesantes sobre el efecto de la
escritura y la integración de élites en la integración de comunidades
nacionales. Cf. ANDERSON, Benedict, Comunidades
imaginadas.
[33] DERRY, T.K. y WILLIAMS, Trevor, Historia
de la tecnología desde la antigüedad hasta 1750, Ed. Siglo XXI. Por
ejemplo, importantes técnicas de construcción griega y romana quedaron
olvidadas en la temprana Edad Media, y no se erigieron obras comparables a las
llamadas maravillas antiguas, sino hasta el auge de la construcción de
catedrales. Cap. 5 “La construcción”
[35] Aunque, esta situación de tanta fijeza, vista en el curso de los siglos
no siempre se observa en los modos de producción genéricamente denominados
asiáticos, en especial con la dinámica de China. Cf. ANDERSON, Perry, El absolutismo occidental y Transiciones de la antigüedad al feudalismo.
[36] Véase
la insistencia de Ortega y Gasset en la importancia de las élites en el
metabolismo social e intelectual en El
tema de nuestro tiempo y La rebelión
de las masas.
[39] Lo que
para el antropólogo podría ser fanatismo, para la operación religiosa es un
saber invaluable; sin los “textos sagrados” una religión no conservaría la
identidad que mantiene durante milenios. En esto no importa que el creyente
entienda el texto, sino que sea transmitido entre la casta sacerdotal. Cf.
ANDERSON, Benedict, Comunidades
imaginadas.
[42] El auge
secular de China también estuvo ligado a técnicas de impresión y a la casta de
mandarines que difundió la escritura como saber dentro del sistema de gobierno.
Cf. ANDERSON, Perry, Transiciones de la
antigüedad al feudalismo.
[43] UNESCO,
Actas de la conferencia general. 13a reunión, París, 1964. El criterio
convencional que marca son 49 páginas
para alcanzar la categoría de libro, con menos permanece en un estatuto más
modesto.
[44] Si bien la narración
de Babel en el Génesis pone el acento
en la desgracia de la confusión de lenguas para abatir el orgullo humano, una
visión panorámica implica asumir que los desarrollos diferenciados del
pensamiento están implicados en las diferencias de lenguas y que el esfuerzo de
traducción ha sido un estímulo importante para el desarrollo del conocimiento.
[45] El
romanticismo sobre la súbita decodificación y descubrimiento de los “secretos”
del pasado olvidado se basa, en parte, en las narraciones de los saltos de
descubrimiento, según aconteció con el descifrado de los jeroglíficos
facilitado mediante la “Piedra Roseta”.
[46] PLATÓN, Diálogos y La República. El escándalo de este nuevo
sistema, irrumpiendo en la sociedad tradicional, desemboca en la muerte del
filósofo Sócrates.
[47] Ese
modelo de saber más abierto, además encajaba perfectamente con democracias
esclavistas de las polis,
permaneciendo con un modelo perdurable que se mantuvo (constreñido o deformado)
durante los siguientes siglos.
[48] Simplemente,
el planteamiento abstracto y múltiple de Platón sobre la importancia de la
educación en el Estado idóneo y en las leyes perfectas ha tenido enormes ecos,
Cfr. La república.
[49] Fundada en 387 a. de
C. por Platón, la Academia de Atenas sufrió varias interrupciones y
refundaciones, a los largo de nueve siglos, sometida a los azares de las
guerras y las conquistas, en definitiva una decisión de gobernantes bizantinos
la clausuró hacia el 529 d. de C.
[50] Cierto
que la vida no es solamente conocimiento, pero este nivel de saberes influye
sobre el presente y futuro de lo que es y será la “altura vital”, esa medida
humana que buscaba afanosamente Ortega y Gasset en su El tema de nuestro tiempo.
[51] En los Formen (Formas que preceden a la producción capitalista) Marx buscaba
describir más precisamente cómo había funcionado el Sistema económico y social
por el cual se estancaron durante milenios las sociedades de Oriente, mientras
el Occidente despegó hacia el capitalismo, con su ímpeto productivo.
[52] Benedict Anderson, Comunidades imaginadas. Este autor
señala ampliamente el efecto del control del leguaje sobre la formación o no de
las comunidades, para lo cual la escritura y la impresión juegan un papel
determinante.
[53] La etimología de la
palabra “liturgia” antes del latín
deriva del griego, “leitouryia” que
combina “leiton” que es “casa de
gobierno” con “ergon” que es “acción, trabajo, emisión”; por tanto, es el
discurso que emite la casa del poder.
[54] Si bien, desde tiempos
inmemoriales hubo algunos periodos de tolerancia religiosa y convivencia entre
distintos grupos, es hasta que avanza la modernidad, cuando se establece con
más firmeza la importancia de contar con un Estado laico que no favorezca a
ninguna religión y fomente una tolerancia sistemática.
[55] En el año 673 el
invento surgió sorpresivamente para aniquilar una flota turca. Gozó de gran
fama, pero al parecer con el tiempo se fue adulterando su fórmula, perdió la
efectividad original y se dejó de utilizar como un arma importante.
[56] Como historiador
riguroso Anderson reconoce la influencia del Derecho Romano en la formación de
las sociedades de Occidente, lo cual como axioma marxista quedaría descartado,
por ser una “superestructura jurídica”. Véase El Estado absolutista y Las transiciones
de la Antigüedad al Feudalismo.
[57] Los antiguos griegos
se preocuparon antes por el Gimnasio que avalar una Academia, impulsada por
Platón. Las familias ricas se alegraban al encontrar para sus hijos un
preceptor o maestro individual que llamaban “sofista”. Véase el diálogo Protágoras.
[58] Buscando un
contrapunteo y la opción de una tendencia distinta Ivan Illich señaló
críticamente la sobrevaloración de la inserción escolar y la calidad de los
conocimientos implicados. La sociedad
desescolarizada.
[59] La teoría madura de
Baudrillard sobre la sociedad posmoderna como un simulacro generalizado
pareciera armonizar con el intelectual que protesta ante el carnaval de
apariencias que destila la sociedad de consumo con alta tecnología, provocando
que lo previo resulte caduco ante el espectáculo global. Baudrillard, Cultura y simulacro.
[60] Los reflectores
críticos que coloca Lipovetsky contra la sociedad de consumo en La era del vacío, implican que el
predominio de la tendencia narcisista, vuelve superficiales los conocimientos
mismos.
[61] Con su usual perspicacia,
Isaac Asimov supone que el extremo de la robótica es controlar al mundo,
generando un gobierno no humano, pero mejor para las personas, según señalan
los relatos finales de Yo, robot. La
saga de Terminator (desprendida de un
relato de Philip, K. Dick) demuestra el temor ante una soberanía de la
computación contra el ser humano.
[62] Demasiado
materiales en el sentido terrestre y encarnadas en el sujeto colectivo
desposeído, al estilo de los dramas de Dickens en el siglo XIX; la
argumentación presente espero sirva para colocar en su justo balance la parte
intelectual del proceso y el exceso colectivista de Marx.
[64] Al término neoliberal
se le otorga un sentido más amplia al correcto, para mí es únicamente una
religión del mercado o fanatismo por el capitalismo del mercado; pero al
neoliberalismo se le suele identificar como capitalismo. Es evidente que no son
idénticos, pues capitalismo es una estructura de acumulación basada en el mercado,
que posee mucho más amplitud que una ideología, siendo que el capital también
opera bajo la batuta de Estados que se pretenden hasta comunistas.
[65] En ese sentido las biografías de Steve Jobs y de Billy Gates resultan
ejemplares, demostrando el ascenso arrollador del intelectual más capaz en el
contexto de la economía informatizada.
[66] Alusión a Jacques
Derrida en su Espectros de Marx, que
va más allá de muchos conceptos, para señalar las alucinaciones implicadas en
el discurso.
[67] El clamor por una democracia
más perfecta, que no excluya a los pobres y establezca parámetros de bienestar,
junto con la exigencia de la transparencia del Estado, señalan que controlar el
autoritarismo de los gobiernos es la gran tarea que se combina para las nuevas
generaciones.
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