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lunes, 27 de diciembre de 2010

AVALANCHA DE SABERES: PANORAMA DE UNA HISTORIA DEL CONOCIMIENTO


















La producción misma —el taller artesanal, la fábrica o el complejo petroquímico— es un colegio imponente y definitivo, donde el saber y el hacer se hermanan en un abrazo virtuoso.

Por Carlos Valdés Martín

El saber avanza con pasos en zigzag; conforme mejora la técnica nos alegramos pues levanta un carnaval multicolor de descubrimientos y portentos científico-técnicos, aunque el ánimo se nubla por una polvareda que levanta la avalancha del mismo Progreso, con un hálito hediondo de la barbarie[1]. A veces creemos que el conocimiento avanza desbocado aunque —de modo opuesto— la humanidad entera nos parece permanecer “en pañales”; sentimos que entre la multitud nos codean tipos ignorantes o que excéntricos con títulos nos pisan los talones. Sin duda son impresiones contradictorias. En buenos ratos nos entusiasma el continuo avance de ciencia y tecnología, la escolaridad creciente y prodigios urbanísticos; en los malos ratos, nos abruman los actos inhumanos que saturan las noticias y el pesimismo acerca de la miseria. Entre tantos mensajes contrapuestos y sinsentidos, resulta indispensable descubrir hacia dónde se mueve la avalancha de saberes. Desde una insondable lejanía el Porvenir nos jala y estruja, pero ¿desde dónde nos arrastra ese Futuro?

Esta imagen tan contradictoria del conocimiento se basa en que su movimiento es oscilante. El resultado de los seis últimos siglos señala un crecimiento continuo marcado por oscilaciones locales: saltos y recaídas. Entonces el saber se mueve dentro de la historia, y a esas oscilaciones —por todavía no existir un término mejor para indicar esta complejidad en movimiento— las llamamos dialécticas. Y cuando intentamos dibujar una figura particular de esos complejos vaivenes, resulta importante hacerse preguntas: ¿Qué representa la dialéctica histórica del conocimiento respecto del acontecer humano? ¿Cuál es su relación con la esfera productiva? ¿Qué emerge de una dialéctica histórica del conocimiento diferente de la teoría clásica marxista de desarrollo de las fuerzas productivas? La teoría de Marx habla del desarrollo de las fuerzas productivas, como eje del avance social sostenido por las condiciones de producción humanas y no demuestra un interés central en la dialéctica histórica del conocimiento, de hecho niega que la “superestructura” del pensamiento posea su propia historia.[2] En lo que sigue únicamente presento un esbozo con las grandes pinceladas del acontecer, pues redondear tal concepto exigiría una integración multidisciplinaria superior. De forma implícita dicha dialéctica histórica del conocimiento estaría ya incluida en el avance de las fuerzas productivas, pero al filósofo alemán le interesan más trabajo, capital, plusvalía, etc. Claro, él considera al conocimiento que se convierte en tecnología y producción, entonces a ese nivel deja de ser marginal. El concepto marxista más próximo a la dialéctica histórica del conocimiento estaría en el desarrollo del proceso de trabajo, y, en ese sentido, de las fuerzas productivas.


Dialéctica y desarrollo
La dialéctica expuesta por Marx resulta más general que el desarrollo, en este caso, la dialéctica opera siempre como ley general del movimiento, tanto natural como de historia. La dialéctica interpretada desde Hegel incluye un sentido de desarrollo, ampliada mediante la contradicción y oscilaciones entre opuestos, buscando el nivel absoluto. Cuando se habla de desarrollo se indica casi exclusivamente un movimiento positivo y de ascenso, mientras la dialéctica implica una oscilación entre momentos positivos y negativos, para llegar a síntesis sucesivas; la dialéctica debe de comprender el momento del anti-desarrollo y del desarrollo, así como sus síntesis. Cuando expongo la dialéctica histórica del conocimiento estoy pensando más en su momento positivo, en la dominancia de su momento afirmativo, porque ese es el sentido trascendente de dicha dialéctica, porque el contenido positivo (aumento de fuerzas productivas) marca las etapas y el avance en cualquier periodización[3]. Dentro de esa dialéctica se acepta la ocurrencia y posibilidad de momentos regresivos (etapas decadentes) y de contenidos negativos de conocimiento (saberes destructivos, aniquiladores...), así como redefiniciones desconcertantes como la posmodernidad basada en un giro del saber.[4] Así como las fuerzas productivas materiales decaen y se anulan (por ejemplo, las técnicas de navegación de los fenicios se desvanecen) también se extravía el conocimiento adquirido, y siguiendo el mismo ejemplo, desaparece por siglos un saber sobre la construcción de barcos y la navegación. Aunque[5], esta caída de las fuerzas productivas proviene de la debilidad en los medios de intercambio (inmadurez del mercado, sería un sinónimo), igualmente una caída en la dialéctica histórica del conocimiento es secuela de la debilidad en medios de almacenaje (escritura, libros, computadoras...) y comunicación (lenguaje, correo, telecomunicaciones) del saber.
En fin, la dialéctica histórica del conocimiento surge más panorámica que el desarrollo histórico del conocimiento, donde se contemplaría solamente su “acumulación progresiva” y cómo esa acumulación deja huella. La dialéctica acepta que surgen momentos decadentes y negativos para ese proceso que implica un horizonte infinito de ascenso. Ambos conceptos, dialéctica y desarrollo incluyen el movimiento cualitativo, pero la primera refleja el nivel más general[6]. El desarrollo habla del movimiento de las premisas, la movilización de las condiciones previas, que generan una nueva realidad sobre las bases establecidas.

Historia y proceso
Propuso Althusser que un mérito teórico de Marx fue descubrir el “Continente Historia[7], porque antes no se captaba qué era eso. Suena a una afirmación fuerte, y hasta mueve a la incredulidad: más ahora en un siglo marcado por la decepción ante el marxismo. Detengámonos un poco, Althusser exagera al señalar que antes de Marx no existen herramientas mentales ni marco conceptual para captar la historia, como fabricada por humanos conforme a leyes inmanentes; y, más aún, antes de Marx el ser humano no era entendido históricamente, sino como vástago divino, misterioso, natural o biológico, pero jamás grupo cambiante (instalado en una línea de devenir sometida a leyes socio-históricas). Luego ya el humano se concibe como radical producto de su acontecer y de nada más; así, la historia emerge como la totalidad constituyente del ser. No es casualidad que Marx y Engels llamen “materialismo histórico” a su ciencia social (entonces novedosa), donde funden una filosofía materialista coherente con una visión histórica y social radicales.

En esencia, la historia social es resultado de la producción completa (de la entera sociedad) bajo las condiciones previas dadas y con los medios existentes. La producción misma se basa en una esencia transhistórica que es su capacidad de producir y producirse: ruptura del código genético animal estricto, signa a un animal-humano que nace desprogramado (desarmado de instintos), y por lo tanto es libre. Para al producir producirse los seres humanos están inscritos en un proceso de trabajo, que es la actividad orientada a fines, los cuales son fines ideados, metas creadas en la mente. Esa creación no es de antemano libre, sino se basa en condicionamientos (restricciones), pero las necesidades mismas (en un círculo encadenado) son modificadas por la producción anterior, y ese ciclo de producción define a la historia. La historia representa el proceso de trabajo global en el pasado, el conjunto previo o herencia de las generaciones humanas anteriores; así, la historia es el proceso de trabajo de la humanidad visto como ya acontecido[8]. Ahora bien, como la historia es el proceso de trabajo completo de la humanidad, esto indica que cada condición previa determina a las posteriores, entonces en cada momento presente de libertad individual y colectiva está determinado por sus condiciones heredadas. La libertad no surge como un ingrediente absoluto (autodeterminado de por sí), sino mediante una potencia concreta que confluye con y contra las determinaciones previas, pues adquiere su vida concreta junto con sus “circunstancias” (término afín para José Ortega y Gasset y la “situación” para Jean Paul Sartre[9]). La libertad humana y sus circunstancias definen una pareja dialéctica de opuestos, luego su cambiante resolución surge en las decisiones como momento concreto, y las decisiones desplazan las circunstancias sobre las cuales, posteriormente también la libertad decidirá. El trabajo vivo y sus condiciones (a su vez, también trabajo pero pretérito y muerto) son un par dialéctico que se resuelve en la producción misma; la continuidad (reproducción de la producción) se levanta como el momento determinante de esta pareja, pero además también viene un cambio posible y a eso se denomina “desarrollo” (o progreso cuando le asignamos el signo positivo).  En ese mismo sentido, la historia implica la conservación de principios opuestos dialécticos, y la conservación de aquéllas contradicciones que merecidamente denominamos “transhistóricas”. Al mismo tiempo, la modificación constante de las circunstancias y de las condiciones de trabajo representan la metamorfosis de la historia misma, cambian las figuras concretas y personajes. Las situaciones particulares se resuelven en variedad; cada situación concreta implica el cruce de circunstancias y tendencias, la síntesis de múltiples determinaciones[10].

Trabajo y conocimiento
El proceso de trabajo es colocación de fines en la materia, poniendo fines que corresponden a necesidades o apetitos, así entonces las carencias y motivos impulsan a transformar la materia. La historia define el proceso de trabajo global, por cuanto también la formación de personas la consideraremos como un tipo especial de labor con generación: la reproducción de personas no cosas. Ahora bien tanto los fines como la actividad misma implican saberes y procesos mentales con grado de verdad. La finalidad del trabajo ya posee un grado de verdad por cuanto nace como consciencia de la necesidad y de la vía para solucionarla. Así, la finalidad cazadora desde la tribu primitiva implica tanto el saber del apetito como de la acción hacia su satisfacción.[11] El medio de producción (en especial la herramienta) posee también su grado de verdad, que define su grado de operatividad (correspondencia entre la idea y el objeto). Por eso en su visión de la economía, Hegel encuentra que el espíritu se materializa en el medio de producción y corresponde al siervo el avance en la espiral del espíritu (la aventura de la conciencia).  Cualquier cazador primitivo definía el tamaño de la presa según una necesidad (en cantidad y calidad de alimento) y reconocía las condiciones de su acción (las herramientas de cacería, lo largo de sus jornadas y las inclemencias del clima, la peligrosidad del animal cazado, los ciclos de vitales de sus presas, la cantidad de carne que debería acarrear, etc.); la experiencia de la cacería estaba plasmada en sus herramientas (lanzas, flechas, cuerdas) capaces de obtener el resultado apetecido; la habilidad permanecía en su mente y era transmitida de generación en generación. En suma, en cualquier actividad humana por simple y arcaica que nos parezca se mezcla una cantidad de saberes que corresponden a sus objetos, implica un grado de verdad.

El fin no existe sin conciencia del mismo, aunque sicológicamente algunos deseos estén oscurecidos y permanecen en niveles subconscientes (conflictos emocionales subyacentes como lo indica el “complejo de Edipo”, con trasfondo de deseo sexual y hostilidades reprimidas). Para efectos de un estudio macrohistórico importa lo explícito, la interpretación de motivos inconscientes fácilmente cae en la especulación excesiva[12]. La producción humana no es sonambulismo, aunque por su naturaleza ciertas dimensiones de los fines deban permanecer en la penumbra o parcialmente mostrados en el lado claro de la consciencia. El lado verdadero de la conciencia humana es el conocimiento, donde se plasma aquello mundano, lo que toma cuerpo en el mundo. Por eso los fines (la vigilia consciente durante el trabajo) son ya conocimiento (conocimiento de aquello buscado, de mi finalidad); lo proyectos implican conocimiento y además (momento autoconsciente) conocimiento de los proyectos. Si los fines conllevan conocimiento, también éste corresponde con medios por partida doble: los de trabajo son conocimiento coagulado (el espíritu opera en el instrumento de producción[13]) y el manejo de los medios de trabajo es un conocimiento activo (habilidad, pericia, destreza que de tan aprendidas aparecen casi sin consciencia como manejar un vehículo). Por el lado de los instrumentos de producción sus creadores establecieron un código para el siguiente destinatario; por ejemplo, el serrucho en su diseño ya marca el tipo de uso especial para cortar madera, sus duros dientes aserrados indican el tipo de movimientos adecuados para partir tablones. En el cuerpo del serrucho ya está solidificado el “saber-hacer” carpintería, y esa solidez se repite en cualquier instrumento de producción, donde su cuerpo define su código de utilidad. En otro ejemplo, el martillo debe tomarse por el mango para golpear, y con mayor motivo un instrumento complejo como una computadora, donde su código es más simbólico, la computadores induce a manejar palabras, códigos, operaciones, etc. El manejo de los medios de producción requiere del conocimiento particular de los códigos inscritos en estos últimos; así, el serruchar exige asir el mango de una manera y deslizar la cara cortante sobre el tablón de palo. El secreto del trabajo consiste en: aprender del conocimiento encerrado en cada instrumento de producción. El nivel tan elemental de muchas operaciones oculta el hecho de que existe un conocimiento importante, y esa cortina de humo surge especialmente con la división y degradación del trabajador ocurrida durante la Revolución Industrial desde el siglo XVIII. Que el trabajo sea conocimiento se revela en el resultado: objetos diseñados para servir. Además esa división y “brutalización” del trabajo en la fase capitalista temprana, resultado luego de una mayor aplicación científica y técnica, por ejemplo en el taylorismo, con la descomposición científica del trabajo en sus fases elementales, conteo de los tiempos en cada operación[14]. Así, la división y degradación del proceso de trabajo en una fase capitalista, es resultado de una especialización de saber aplicado, por la cual la ciencia se convierte en una esfera separada del trabajo[15].

Las definiciones típicas del marxismo, ponen el acento en el trabajo mismo y nunca en el conocimiento. Aunque no reniegan del conocimiento y dan una pauta para develar su estructura concreta, el énfasis está en el lado cuantitativo del proceso de trabajo: actividad orientada a fines que cristaliza en objetos al transcurrir tiempo. Poner el énfasis en el conocimiento de modo aislado nos llevará cerca de las concepciones plasmadas en la Ilustración (donde la luz de la Razón es el único vehículo de la liberación). El énfasis de Marx en el trabajo es motivado no solamente con afán científico, sino también por su consecuencia política, porque la clase revolucionaria, para él representa el trabajo en acción, mediante una clase obrera que encarnaría la liberación humana. El aspecto de conocimiento, como el verdadero grado cualitativo del proceso de trabajo (y por tanto de la historia humana) no aparece colocado en el plano cumbre que merece. Por tanto, para el marxismo la historia es enorme acumulación de trabajo, gradada por los niveles estratificados según el material del instrumento predominante (de la edad de piedra, del bronce, del hierro para la prehistoria) y por relaciones sociales de producción (esclavitud, feudalismo, capitalismo, definidas como las formas de explotación del trabajo) que corresponden con los grandes medios de producción (el feudalismo con el molino de viento y el capitalismo desde la máquina de vapor y su gran industria). Si enfatizamos más en el aspecto conocimiento del trabajo, entonces la historia representa un avance y acumulación del conocimiento (su contexto subyace como una acumulación de trabajo simple también, porque sin premisas simples no se accede a conclusiones complejas), y las relaciones sociales de producción reflejan niveles limitados y pobres del conocimiento que implican una adecuación de su conocimiento interior “perverso” (dada la escasez económica como horizonte se requiere del conocimiento para la explotación como un saber específico, pero convertido en el código de un sistema total, por ejemplo, el feudalismo tiene un complejo código de vasallaje, caballería, corporaciones, gremios, religión y tributo del siervo sometido a un señor feudal). Esta “perversión” del saber queda evidenciado con actos bélicos: las guerras periódicas con los vecinos se convierten en parte del saber de los pueblos, pues el conocimiento militar resulta crucial para la sobrevivencia[16]. Al mismo tiempo, esa importancia de las guerras antiguas se basa una porción de ignorancia: no regulan su natalidad y entonces su exceso poblacional presiona para convertir a los habitantes en brazos para las batallas.

De la acumulación histórica de trabajo en cantidad, la decantación trascendente es la acumulación de conocimientos productivos y una perspectiva de riquezas físicas.[17] El movimiento de la historia es acumulación de trabajo, pero su “desarrollo” es la conquista de conocimientos, y curiosamente este avance implica una reducción de la acumulación en cantidad de trabajo, porque cada vez se hacen más productos con menos trabajo (el tiempo unitario de producción se reduce, por tanto se devalúan las acumulaciones previas de trabajo, de ahí un aspecto positivo muy oculto del fenómeno de crisis económica[18]). Sin avance del conocimiento no existiría dialéctica ni desarrollo del trabajo, porque en tal caso la historia permanecería como un círculo vicioso. Entonces para indicar un verdadero avance y efectivo progreso debemos aludir al resultado de conocimiento, por encima del efecto trabajo. El conocimiento también implica trabajo y la ciencia corresponde al proceso de laboral especializado generador de conocimientos universales: la afamada racionalidad. El conocimiento opera pero no compone un objeto particular (el pan para saciar esta hambre de hoy) sino un objeto universal, mediante el conocimiento esencial. La ventaja del conocimiento como objeto es su accesibilidad (permanente en potencia) para otorgar saber vivo y que por ese medio los seres humanos sean productores, elevándose hasta la escala del presente. El conocimiento objetivado se recupera mediante el proceso de aprendizaje y así integrado en sujetos vivos es raciocinio actual y entendimiento vivo[19]. El proceso de aprendizaje posee diversos componentes teóricos y prácticos, pero el resultado invariable debe concluir en la formación-asimilación del saber. El aprender mismo debemos dividirlo entre universal y particular; el conocimiento particular resulta indispensable para saber esto y aquello, pero el universal trasciende como razón, ciencia y métodos, incluyendo verdades de alcance universal o sistemas de aprender a aprender, los cuales permiten una asimilación del largo camino de la humanidad en corto tiempo; es la ontogénesis convertida en filogénesis. Entonces el resultado positivo de la dialéctica histórica implica ese conocimiento universal (teórico, metódico y pedagógico), robustecido por el saber particular que lo sustenta, así como basado en el proceso económico de producción de la humanidad. Además ese conocimiento universal es interior y no resulta exterior, pues no es simple cereza artificial coronando el pastel, sino que sirve cual combustible de alto octanaje; porque cuando ese conocimiento universal cristaliza entonces también las condiciones de producción adquieren la armazón sutil y multiplican su fuerza. Aunque la relación entre conocimiento universal y producción ofrece interesantes interrogantes y contradicciones históricas[20], y de esa manera no debemos imaginar unas sencillas líneas paralelas, avanzando mano a mano juntas —saber y producción—, pues hay sobresaltos y ¿por qué no? Hay avances junto con retrocesos, pues la experiencia secular demuestra la contradicción recurrente entre producción y conocimiento, las insuficiencias en su retroalimentación, el bloqueo nacido desde diversos campos. La dialéctica de siglos no dibuja una línea recta, sino semeja una espiral, por lo que el movimiento en sentido opuesto nos regresa hacia los orígenes y el plano de interpretaciones cambia constantemente. A diferencia de desarrollo (dimensión que sólo recuerda lo positivo) la dialéctica indica también lo negativo y el camino trenzado. Pero el sentido último no se debe extraviar, aún cuando las sociedades avanzan atravesando un sendero de lo opuesto, como cuando el saber se incrementa por efecto de la guerra[21]. El conocimiento puede avanzar por el camino de la guerra, dijimos, y es el sendero opuesto a la esencia del tema, pues la peculiaridad del conocimiento subyace en la vida. Episódicamente, la dialéctica histórica del conocimiento avanza sobre el curso bélico, pero el siguiente hito también será indicado como la posibilidad de evitar ese desastre, donde la dialéctica histórica del conocimiento sirve para evitar la negación absoluta, contenida en la guerra.

¿Autodesarrollo del conocimiento?
No es suficiente concebir la dialéctica histórica del conocimiento como un auto-desenvolvimiento del conocimiento. Para los autores desacostumbrados a la ciencia social, les parece lógico que el conocimiento posea una inercia propia como proyectil avanzando en el aire, y entonces la condición para la expansión de saber sería únicamente nociones previas. Pero en el concepto de la dialéctica histórica del conocimiento importa también señalar la lucha de contrarios, incluso evaluar los obstáculos en el avance. El pensamiento no se desarrolla exclusivamente sobre sus premisas intelectuales (herencia teórica y conceptual), sino que avanza en su oposición con el mundo material. El entorno, en especial entendido como entorno social o circunstancia humana, juega complejas partidas que atascan o favorecen el movimiento intelectual.

En cierto sentido, no acontece jamás una historia autónoma del pensamiento (en el sentido de sucesión pura de las formas del pensar), sino que acontece el pensamiento anclado en el mundo, unidad de la sucesión de las formas del intelecto conjuntamente con sus condiciones materiales, su situación social y hasta nivel global.[22] La tendencia espontánea es coleccionar autores afines en cada materia ligándolas cronológicamente, como si las tendencias intelectuales se movieran sobre un vacío histórico-social. Agrupar autores afines representa el camino de exposición más empleado (y la plataforma básica para analizar los temas[23]) pero no es el más completo; posee validez relativa establecer los autores y exponer a sus sucesores, pero para comprender una dialéctica histórica del conocimiento se deben enlazar ambos polos: pensamiento y realidad. Con esto repito una opinión: no acontece una historia de la filosofía autónoma como tal, existe una sucesión conceptual y social del pensamiento[24]. Aunque tampoco lo debemos exagerar, tal cual lo muestran deformaciones estalinistas, en el ejemplo de la visión de una “biología burguesa”, pues ahí la operación dogmática sustituye la categoría social (“burguesa”) por la categoría específica (“biología”); lo cual es una falsificación sofista de lo más burda para alterar una clasificación. Los panfletos estalinistas ni siquiera utilizan el mínimo principio de clasificación, según Aristóteles las recomendaba: género próximo y diferencia específica. En el caso de una falsa historia social del pensamiento, que invoca a clasificaciones como la “biología burguesa”, lo que recibimos es una operación sofística de sustitución del objeto mental por una categoría social próxima, pero ya no específica; quedaría pendiente demostrar que la ciencia biológica sea “burguesa”. El término “biología burguesa”, por analogía, simula repetir la operación de Marx cuando él critica a la economía política burguesa, pero el tema de la economía política sí corresponde al régimen económico y social, por lo tanto la “posición de clase” resultaba pertinente a la economía. Pero cuando nos desplazamos hacia las ciencias naturales, su relaciones con las clases sociales y sus ideas resultan en extremo mediadas e indirectas, y, además, el objeto directo del conocimiento no es la relación entre clases sociales; pues el tema propio de las ciencias objetivas es la naturaleza separada de la sociedad, por lo mismo, su conexión con las jerarquías resulta compleja y problemática. Las conexiones entre biología (o cualquier otra ciencia natural) y las interpretaciones sociales (y las clases definen una explicación social) son mediadas y conflictivas. Pegarle mecánicamente a la interpretación biológica el término de “burgués” implica una confusión sofística, que mezcla a las condiciones de observación (sobre los seres vivos) con las de existencia de clase burguesa. Más allá de que por vía de intereses particulares, como los dogmas religiosos, suceden interacciones relevantes, sobre todo para detener el avance de las ciencias, no existe una posición sistemática de clase conteniendo o configurando el cuerpo de una ciencia natural. En este mismo caso, los intereses religiosos en la Edad Media occidental levantaban un dogma de fe sobre la “generación espontánea”, sin embargo, no por ello se define una “biología feudal” (encarnada por las teorías creacionistas de la vida) adecuada para los señores feudales. Como ese caso lo demuestra, el cruce de los intereses de clases o de grupos no implica una modificación sistemática del contenido de las ciencias, pero sí implica distorsiones puntuales. Tal o cual tema de la biología puede distorsionarse por intereses de tal clase o grupo de interés[25], como una tendencia religiosa y prejuicio racial; pero la biología entera jamás configura un cuerpo teórico basado en un punto de vista exclusivo de clase.

Las premisas del contexto social inciden pues alientan o frenan el avance del pensamiento en cada campo, pero el contexto social es siempre insuficiente para determinar al saber, porque el conocimiento dibuja una esfera autónoma, creciendo sobre premisas del pensamiento previo. Existe un auto-desarrollo del conocimiento, pero no es suficiente para explicar su proceso concreto de desarrollo. Una teoría suele arrancar desde investigaciones previas y la problemática heredada, sin embargo, el contexto social ya marca predisposición y enfoque hacia la teoría, rumbo y problemática elegida, aplicación del acervo, etc. Algunos autores imaginan que el pensamiento científico se limita al autodesarrollo, pero muchos ejemplos muestran los saltos y retrocesos, las continuidades y rupturas. En especial, debemos recordar que contextos sociales atrasados no fueron favorables para acumular conocimiento científico. Los contextos precapitalista encontraron límites insuperables para la continuidad de los procesos de acumulación de conocimientos, ejemplificados en famosa biblioteca de Alejandría, la cual representa el esfuerzo intencional más notorio por acumular saber escrito hasta el límite imaginable para la sociedad antigua. En cierto sentido, la desaparición de la biblioteca de Alejandría simboliza el horizonte final de pensamiento para la sociedad helenística[26]. Sin embargo, la mayoría de sociedades antiguas fueron incapaces o más refractarias frente a la acumulación de conocimientos, dejando de lado a las ciencias y relegándolas como curiosidades o episodios efímeros y sin continuidad.
Hasta donde sabemos, dos sociedades presionadas por el proceso de circulación mercantil han generado el florecimiento del pensamiento, me refiero al esclavismo mercantilista antiguo y al capitalismo. Y esto ocurre (entre otros factores) porque el pensamiento crece fruto de una enorme tensión interior para resolver contradicciones entre la particularidad y la totalidad[27], ejemplares antagonismos típicos de ambientes mercantiles. Evidentemente, la acumulación intelectual con el capitalismo adquirió un impulso sorprendente, con proporciones de una revolución permanente por las innovaciones científicas naturales y las aplicaciones de tecnologías, acompañadas también de una fuerte investigación y teorización social de diverso signo (sea crítico o apologético). Exclusivamente con la multiplicación de los medios de acopio y difusión de los conocimientos, parece ganado un ámbito suficiente para aceptar que el proceso de acumulación intelectual es irreversible. El torrente de avances intelectuales generales y científicos naturales es tan fuerte, que pareciera ya no existir un freno insuperable para este proceso, aunque sí continúan bridas, cuando nos referimos a la interpretación de la misma sociedad, terreno donde sí influyen fuertemente los intereses y las distorsiones emotivas. La continuidad del torrente de avances intelectuales aparenta que el proceso de acumulación de conocimientos y su avance son efecto de un auto-desarrollo. Pero la existencia aislada de un auto-desarrollo del conocimiento resulta una apariencia; el contexto social, las relaciones humanas de fondo, implican impulsos o frenos. En este caso, el capitalismo es un formidable acelerador para la dialéctica histórica del conocimiento, pero también ofrece obstáculos; entonces respecto de los frenos debemos ejemplificar que el sistema de patentes, la propiedad intelectual de millones de procesos productivos, implica que exclusivamente una empresa o grupo efectúan las aplicaciones de la técnica[28].

El gran salto, conservación y la acumulación de conocimientos en la compleja medida de la dialéctica histórica del conocimiento.
Un tema clave para la evaluación de esa medida en la dialéctica histórica del conocimiento está en la aceptación de los principales hitos en el avance del pensamiento. Entre las principales cumbres están el surgimiento del razonamiento filosófico con los griegos (incluyendo los modelos teóricos de las primeras ciencias); el salto del Renacimiento; el racionalismo cartesiano, y el triunfo del método científico experimental para las ciencias naturales. Si preguntamos por una única conquista clave, a mi parecer está en el surgimiento del razonamiento en una figura clara en la Grecia clásica. Para los curiosos autores anti-racionalistas ahí está el problema, sin embargo es una interpretación marginal y muy cuestionable, como la “dialéctica del iluminismo”[29]. Buscando el fondo y para una visión más filosófica, con la comprensión de la Razón, ahí está la conquista del primer Everest mental que permite la comprensión de cosmos; a partir de ahí, lo demás sería evolución. Entonces, para la dialéctica histórica del conocimiento el mayor gran salto cualitativo fue la obtención de su grado de razón con la filosofía griega clásica.
Para considerar el nivel de desarrollo de los conocimientos sociales, debemos adquirir una medida (especie de regla dentada) que comprenda los hitos junto con las continuidades y rupturas, fusión de la calidad con la cantidad. Aparentemente, no existe una preocupación por sistematizar esa medida: unidad de criterio cualitativo fundado y cantidad mesurada, basada en hechos precisos[30]. Un criterio ha sido la escolarización, aunque el saber mismo desborda las aulas y recintos académicos, e incluso los mismos sistemas escolares semejarían represas y esclusas, dejando afuera del conteo a cualquier saber no escolarizado[31]. El saber escolarizado define una de las pocas medidas objetivas para evaluar el momento de la dialéctica histórica del conocimiento, porque en la escolarización reunimos personas (alumnos y maestros) con procesos (cursos, licenciaturas…) definidos en tiempo (años de cada nivel escolar) y resultados estandarizados (cantidad de aprobados en cada matrícula, promedios de calificación) integrando una interesante base estadística. Fuera de tales estándares de escolarización también existen otras mediciones de la cantidad de libros publicados, revistas especializadas, academias de profesionistas, cantidad de científicos, etc. Otro indicador interesante debe aparecer en el grado de educación existente y requerida para las distintas actividades, considerando la masa laboral con estudios.

Incluyendo los anteriores elementos, poco se ha comprendido a las sociedades pre-capitalistas en la medida de su dialéctica global del conocimiento, cuando mucho admiramos sus aportaciones en obra escrita (surgimiento de la literatura, filosofía, ciencia de la historia, etc.) y el surgimiento de grandes artistas y pensadores.


La reclusión del conocimiento gremial; la división del trabajo como reparto, y los procesos de intercambio como metabolismo integrador de saberes
Antaño la institucionalización del saber resultó marginal, pues las academias y liceos quedaban restringidos, sin embargo, debemos observar que la profesionalización del Estado y los cuerpos religiosos ha implicado una particular dialéctica histórica del conocimiento[32]. Una tendencia de las sociedades anteriores corresponde con la formación de estamentos, los cuales estabilizan la división del trabajo y también protegen su posición mediante el secreto gremial. Esto significa que en sociedades de estamentos y con baja división del trabajo (escaso intercambio) la pérdida de saberes y técnicas debía acontecer reiteradamente. Las investigaciones sobre las técnicas antiguas revelan la pérdida de aplicaciones, causando parálisis y retrocesos en regiones y periodos amplios[33].
En general, las sociedades agrícolas y antiguas fueron reacias a la difusión del saber y cada grupo lo mantuvo celosamente guardado. Si bien, esta situación resultaba entendible para el “saber” sacerdotal, para temas prácticos implicaba un riesgo grande de pérdida repetitiva de los avances. El celo sobre el secreto de las técnicas fue agudo en diversos periodos, por ejemplo entre los gremios medievales. Varios gremios mantenían prescripciones específicas donde condenaban a muerte a quien osara revelar sus secretos artesanales[34]. Además, cuando las sociedades estabilizan una división del trabajo “rudimentaria” sobre un esquema de castas, entonces los saberes se confinan mediante una sucesión generacional, conservando las habilidades sólo de padres a hijos, evitando su difusión en cualquier otra dirección, tal como se mostró durante el milenario sistema hinduista.
Bajo la perspectiva anterior, también debe asentarse que la división del trabajo en actividades autónomas implica un reparto de saberes. El herrero hindú conserva en exclusiva las operaciones de su forja y las transmite como secreto exclusivamente a sus hijos; así, quien nace con el destino del herrero aprenderá el oficio y nadie más adquiere sus conocimientos y habilidades. Entonces el metabolismo económico en la división del trabajo, además de intercambiar bienes, también reparte los saberes mediante ese metabolismo material; en el azadón que entregaba el herrero hindú al campesino se ocultaban los secretos de un gremio ancestral. Al estabilizarse mediante religión esos saberes separados se complementan por una mutua diferencia, convertida en una relación tan firme y fija entre funciones separadas, que se conservará durante siglos. Mediante esa división del trabajo cada artesano acapara un sitio en el metabolismo social, y conserva su competencia, entonces se facilita una tendencia al inmovilismo[35]. Quien naciera en la familia del herrero no tendrá motivos para modificar las técnicas ni para embarcarse en otras profesiones, al contrario será presionado para quedar estacionario en su situación.
Además del intercambio de bienes —recalco— el tributo o el mercado están distribuyendo los saberes convertidos en bienes económicos. Muchos saberes aislados perecerían, pero interconectados se mantienen valiosos y útiles en sus variadas especializados. Por un lado, división del trabajo que permite especialización de saberes técnicos y por el otro, integración en bienes cambiados, de tal manera se arma una red metabólica de las sociedades, donde se compensan los excesos de especialización de unos con las carencias de los demás. La división del trabajo, premia una especialización creciente, pues el resulta marginal de mayor productividad acaba gratificado. En un extremo hipotético, la actividad aislada del herrero representaría una extravagancia, pero el artesano del metal sirve para sus vecinos y recibe recompensas. Cuando el forjador coloca azadones en manos de los campesinos y espadas en las de los guerreros resulta premiado con productos o dinero, ganando una jerarquía social.


Agrupación de saberes y élites: densidad del consejo de ancianos y asociaciones iniciáticas.
Lo que aparece en la agrupación de estamentos como generalizado, en algunas agrupaciones surge como especialización para el pensar. La escuela no fue la primera institución sino antes surgieron las asambleas de ancianos, las castas sacerdotales (elitistas y/o iniciáticas) y de gobernantes. Y esas formas han sido claves para establecer un fenómeno de “caldero” de saberes, donde la debilidad del individuo se complementa para generar una fortaleza en la agrupación. En ese sentido, la conocida asamblea de ancianos establece la solución para concentrar saberes, lo cual fue básico para las primeras sociedades, donde el saber establece una élite espontánea que define un poder político, religioso o de cualquier índole[36]. Ese tipo de élite de saberes se mantuvo y estabilizó pues resulta necesaria para una difusión y conservación de saberes. Después se crearon otros tipos de élites sobre esa misma fórmula: grupo reservado para quienes saben. En ese molde se crean órganos de gobierno (asambleas de jefes de guerra y grupos de dirigentes senadores) y de religión (asambleas de sacerdotes, agrupaciones iniciáticas). Sin embargo, mientras más atrás nos colocamos en el calendario existen menos divisiones del trabajo entre las especialidades, de tal modo que el mando, el trabajo, el sacerdocio y la guerra se funden y confunden en las agrupaciones. El trabajo eficaz podía adquirir la intención de un acto mágico (y viceversa), así la agrupación de “sabios” o “sacerdotes” fue recurrente en los siglos y extendida entre los continentes, luego con el curso de la modernización quedó especializada como organización. La necesidad de cultivar colectivamente el saber y la imposibilidad de dar acceso a quien no está preparado marcó el tipo de agrupaciones iniciáticas, donde el traspaso de su umbral permaneció muy riguroso, las cuales fueron extendidas e importantes, incluso se destacaron de la mano con el avance de la filosofía y ciencia griegas, por ejemplo, emparentadas con los Misterios del tipo Eleusis y el pitagorismo[37], además ese maridaje entre grupos iniciáticos y saber científico continuó con el iluminismo rosacruz, la Real Sociedad y la masonería moderna[38]. Esto implica que existe una curiosa dialéctica entre la separación y hasta ocultamiento de saberes en grupos de élite que acompaña la conservación y extensión del conocimiento. Ese juego de contrarios se sigue repitiendo en cualquier campo profesional con la regulación mediante colegios y asociaciones profesionales, por ejemplo, las de médicos e ingenieros, quienes no requieren de esconderse, pero su especialización y lenguaje los vuelve inaccesibles ante los profanos.

Medios de conservación y difusión en textos: la revolución de la escritura, su modalidad de alfabeto y el libro
Cuando el proceso de la dialéctica histórica del conocimiento está reducido a tradiciones orales y a división del trabajo insuficiente, el avance queda frustrado. El primer salto cualitativo en este ascenso ha dependido de la escritura y, en especial, de la alfabética. Si bien, el surgimiento de la escritura corresponde a largos periodos pero es probable que su consolidación se ligara a intercambios comerciales de pueblos agrícolas más intensos comparados con el pasado de pueblos cazadores. Es posible que la escritura cuneiforme derivara de procedimientos de registro y contabilidad de bienes en la región sumeria.
La escritura jeroglífica no poseyó la precisión de la alfabética, por lo que representó un periodo menos desarrollado de registro y conservación de saberes. La misma escritura alfabética ha tenido un proceso de lento avance. La escritura ha permitido conservar el conocimiento y difundirlo de una manera muy superior a la modalidad oral.
La estabilización del fenómeno de escritura trajo aparejada una especialización del oficio en grupos de escribas, tan notables en el antiguo Egipto. La formación de una casta o estamento de escribas muestra el reconocimiento social y afán por conservar lo escrito. La escritura se adaptó a las estructuras sociales, convirtiéndose en eslabón clave para comprenderlas; incluso  las jerarquías religiosas han dependido de esto y el avance del monoteísmo también es fruto de la escritura[39].
Tras la existencia de textos surgen fenómenos tan variados e importantes como las leyes, el Estado, la filosofía, etc. La existencia del Estado y su estructura de poder resulta imposible sin un sistema de escritura que dé coherencia a sus operaciones[40].
El perfeccionamiento de la escritura ha requerido de alfabetos, gramáticas, diccionarios, incluso lógica y retórica. Ciertamente, tales dispositivos y ciencias no han avanzado con uniformidad, pero su utilidad es indudable para reforzar los efectos de claridad y comprensión de la escritura, la cual mejora como medio para conservar y difundir el pensamiento. Por eso las épocas se han dividido entre prehistoria e historia a partir de la escritura, la cual da testimonio de antaño y coloca lo fugaz en el “templo de Mnemosina”[41].
Para el avance de este medio escrito, importa desde la mejoría en los medios para la escritura como la invención del papel, y luego los métodos de impresión. De tal modo, que la aportación de Gutenberg[42] se acepta como un eje de la revolución mental del Renacimiento europeo, pues con la imprenta de tipos móviles se catapultó la edición de textos, abriendo curso para una revolución del pensamiento.
El progreso de la escritura resulta inseparable del libro como su cristalización clave. De modo convencional se le define como publicación con cuando menos 49 páginas,[43] entendiendo que la extensión implica intensidad en la escritura, un grado cualitativo superior. Por un lado, nuestro concepto de libro proviene de asumir que un relato importante y coherente posee extensión, en ese sentido, el libro deriva de los largos relatos heroicos (el relato de Gilgamesh, la Ilíada y Odisea) y de los largos rituales religiosos (el Libro de los muertos egipcio), así como sus recopilaciones (la Biblia y el Corán). La otra fuente indispensable ha sido la conquista lenta del medio técnico, comenzando con la escritura en arcilla, piedra, telas, bambúes y, poco a poco, avanzar por los medios más adecuados con el papiro y pergamino hasta conquistar el papel, que pasó de la confección manual artesanal hasta la revolución de las imprentas y, ahora, los medios electrónicos.  


Las teorías como modo de conservación y difusión del saber: la estructura de las sucesiones teóricas
El pensamiento requiere de unidades parciales para su comprensión y difusión, por tanto de teorías y ramas intelectuales proporcionando modelos. Esos modelos representan conjuntos de ideas y prácticas que forman unidades mínimas de transmisión. El alfabeto es un conjunto de letras, relacionando cada figura con un fonema; asimismo, el alfabeto se integra en palabras que se definen en diccionarios; las palabras están ligadas en frases, cuyas relaciones internas las comprendemos como idiomas, que se entienden bajo reglas gramáticas. Esas gramáticas poseen sus reglas, ya estructuradas o implícitas de cada idioma, siendo su variedad una fuente de riqueza intelectual clave, mostrada paradójicamente en el mito de Babel.[44] La diferenciación de los idiomas por sí misma representa una gran riqueza para la formación del conocimiento, dando materia también a la actividad de la traducción y su importancia clave para la universalización y conservación del conocimiento. Asimismo, el sentido de las frases se integra en juicios que implican una corrección o falsedad, donde entran los criterios lógicos. Y todavía se deben integrar conceptos relativos a un objeto, y esos conceptos implican coherencia de contenidos. Esto conlleva una cadena entre: palabras-escritura-lógica-concepto y conjunto. Esta relación implica que el pensamiento se conserva en “sistemas” que son las teorías y ramas del conocer. Por ejemplo, el sistema de Claudio Ptolomeo o “ptolomeico” dominó la concepción sobre órbitas planetarias durante siglos y se mantuvo aceptado. Con la tierra colocada en el centro, este sistema ptolomeico funcionaba en un sistema coherente y no existía modelo rival, —a pesar de las dudas que surgían con la retrogradación planetaria— y por eso los astrónomos hasta el siglo XVI seguían ese paradigma. Muchas observaciones de movimientos celestes nunca derribarían a ese sistema hasta que surgiera esto: unificar mejores mediciones (datos) con la teoría para explicarlas, tal cual hizo Johannes Kepler, al descubrir y calcular una trayectoria elíptica, basado en una visión heliocéntrica.
Esto significa que los conceptos de Ptolomeo se conservaron como un sistema de pensamiento, entonces su Almagesto sirvió de referencia y autoridad durante más de un milenio, hasta que se integró otra visión astronómica alternativa y completa, estructurada con una posición heliocéntrica y de órbitas planetarias elípticas. Lo cual significa que sólo un conjunto teórico desplaza a un cúmulo previo; con lo cual se reitera el acierto del “salto cuántico”, cuando no ocurren avances lineales sino con saltos definidos en “cuantos”. 
Lo expuesto no implica que nociones particulares, exteriores a las teorías o relativamente aisladas, sean inexistentes, simplemente implica que el conocimiento se estabiliza y desplaza mediante conjuntos, y que tales conglomerados “atrapan” a los saberes particulares (hechos observados, aciertos separados, observaciones agudas…). Valdría imaginar a las teorías y ramas como grandes represas, suponiendo al agua de estanque como nociones particulares; entonces las ideas específicas se agolpan en el gran almacén y los datos imposibles de almacenar se filtran hacia la tierra, luego una sociedad únicamente utiliza las aguas dominadas dentro de la represa y se comporta cual si los demás saberes, trasminados bajo tierra no los percibieran o no existieran.
Además estas grandes represas del pensamiento cristalizan en libros y se institucionalizan en escuelas (tanto en el sentido de “escuela de pensamiento” como el psicoanálisis y en instituciones tipo universidad), con lo cual el movimiento de conservación del conocimiento adquiere fuerza, marcando las cumbres en la dialéctica histórica del conocimiento y definiendo los grandes escalones de su evolución.

Salto en la transmisión del saber: la plaza de Atenas, la Academia de Platón y las escuelas
En el periodo precapitalista, la modalidad predominante para la transmisión de pensamientos y habilidades entre grupos y élites fue mediante agrupaciones gremiales (el estamento artesanal) y asociaciones enclaustradas o cerradas (sacerdotales, iniciáticas, militares…) Tales agrupaciones separadas poseían un fundamento por el ambiente donde brotaban y se desenvolvían. Ese proceso de transmisión y asimilación del conocimiento pretérito se muestra en sus frutos, tan diversos según los pueblos y regiones, produciendo sus maravillas o reptando entre parajes de memoria perdida; eso frutos dormitan y están en animación suspendida hasta que surge una clave de revelación cual Piedra Roseta[45].
Ocasionalmente, aparecen modelos más abiertos para la difusión del conocimiento. En particular, entre los griegos era notable su acceso a la plaza pública, llamada ágora donde Sócrates cumplía sus ejercicios filosóficos[46]. En ese sentido, la filosofía clásica nace con el paso desde el saber tradicional de grupos cerrados (sacerdotal o iniciático como el pitagórico) hacia el razonamiento y apertura del conocimiento. Esto acontece así porque también el saber filosófico posee esa característica de universalidad y entonces resulta ampliamente comunicable[47].
Otro aspecto del legado de Platón está en un cúmulo de visiones sobre los ideales educativos[48] y en la creación de la Academia,[49] donde se integran las discusiones y enseñanzas como un objetivo central, así se empieza a perfilar una institución de estudios abierta, dando un antecedente para lo que terminaría convirtiéndose en sistemas escolares, tan importantes a este respecto. Y ese fenómeno continuará en posteriores sociedades representando también una pieza clave en la dialéctica histórica del conocimiento.
La escuela como objeto institucional y casi místico del proceso de educación es clave en el curso de la dialéctica histórica del conocimiento de Occidente moderno (ahora universalizado). La importancia potencial de la escuela la encontramos claramente en Platón, pero la práctica social no estaba quizá lista para sacralizar a una institución dedicada a prepararnos para el saber, en especial de un modo integral, desde la más tierna infancia hasta la cúspide del sistema académico y profesional (los premios de academias, etc.). Comprender esta “apoteosis” del sistema escolar requeriría de un ensayo completo, aquí basta señalar el acontecimiento y su importancia.

Modos de conservación y difusión del saber mediante computadoras: la revolución de los bits
Resultaría incompleto un vistazo a la dialéctica histórica del conocimiento si faltara el salto cuántico de la computación y su integración en Internet. Ya las herramientas, en apariencia simples, como la regla escuadra y el compás son útiles que marcan hitos para la medición y el conteo. Las calculadoras mecánicas anotaban otro progreso, pero el sistema de las computadoras ha revolucionado completamente la colocación del conocimiento fuera del hombre. Bajo estos sistemas, el ancestral libro se transforma, moviliza y ofrece respuestas complejas, guiadas por programas que integran la inteligencia de muchas generaciones. El espectacular torneo cuando una (entonces súper-ordenador) computadora le ganó al campeón mundial de ajedrez, Kasparov, confirma un éxito en cuanto a la eficiencia del ordenador. Con las computadoras la dialéctica histórica del conocimiento se ha colocado en un plano superior, ahora en el medio electromecánico externo está contenida una vinculación con las bibliotecas y enciclopedias planetarias, además de sistemas para aprendizaje y aplicación. La revolución informática en curso, aparte de impresionante, implica una nueva plataforma de ascenso constante para la dialéctica histórica del conocimiento[50].

Cristalización en especialización y élites acaparadoras

El conocimiento no se desplaza en la dialéctica histórica de manera uniforme y lineal, sus ondulaciones son bastante complejas, las cuales incluyen las cristalizaciones o efecto del fósil, donde un logro de conocimiento tiende a estabilizarse, como lo demostró al extremo la “Sociedad de Castas” o “Sistema del Asiatismo”,[51] y en otra medida el sistema medieval de gremios. Este aspecto lo miramos atrás como una exigencia productiva, donde un dispositivo para evitar la competencia económica implicaba acaparar los saberes técnicos; sin embargo, este fenómeno de acaparar el saber mantiene una tendencia más amplia, como fundamento de la formación de élites, expresado especialmente en las élites sacerdotales y de aparato político. Los sacerdotes medievales se fueron fortaleciendo como una élite con funciones específicas en sus comunidades y tendieron a acaparar el saber, expresado en los monasterios y su predominio de la lectura y escritura del latín, convertido durante siglos en la única herramienta mental para leer y escribir libros. Durante siglos solamente había libros en latín, mientras las lenguas derivadas quedaban marginadas, despreciadas por las élites que solamente debían leer y escribir en latín; pues la conservación de ese idioma había quedado a cargo de la Iglesia.[52] Y para la sociedad medieval la religión quedó cristalizada alrededor de un único libro, la Biblia que fue exclusiva para los sacerdotes, mientras se prohibía para el vulgo. Este fenómeno no resultó exclusivo de la Iglesia en el Occidente medieval, un desarrollo parecido surgió en el mundo árabe y luego islámico, donde las élites religiosas acapararon la escritura; otro tanto sucedió con las élites de mandarines en China, que fueron el sustento de la organización estatal durante siglos. En general, la escritura es sustento del Estado y de las religiones organizadas, permitiendo la identificación de las élites y su organización. En lo anterior, hay una diferencia entre la élite religiosa y la de gobierno, pero también hay continuidad conforme las grandes religiones son el sustento del Estado, incluso algunas quedan integradas como religiones oficiales,[53] siendo que hasta la modernidad se comenzó a sistematizar la separación entre el Estado y las iglesias, bajo el concepto de Estado laico y principios de tolerancia religiosa.[54] 
Cuando el saber se vuelve cuestión delicada para el Poder, entonces el propio Gobierno señala las obligaciones de acaparar el saber, como sucede con los “secretos militares” y la condena al espionaje del extranjero o enemigo. En muchos periodos, los reinos lograron acaparar el saber sobre el modo para fabricar armas, que representaban su ventaja decisiva contra los enemigos. Uno de los episodios más famosos, fue el secreto del fuego griego por los bizantinos, que lo acapararon tan bien que nunca ningún otro pueblo tuvo su fórmula. El “fuego griego” derrotó a la flota turca y la mantuvo a raya durante siglos,[55] hasta que se perdió ese artificio; hacia 1453 a la capital Constantinopla cayó definitivamente y abrió más su avance del islam hacia Europa.
En cuanto sistema de Poder, el saber recibe una modificación por lo cual ya no es un conocimiento particular, sino un componente de un conjunto; lo cual resulta evidente con las Leyes, que forman siempre conjuntos, pues no existen aisladas sino formando códigos que se integran en sistemas legales, los cuales generan una extensión histórica y geográfica, como lo demuestra la extensión y permanencia del Derecho Romano en Occidente.[56] En este sentido anterior, el acaparar el saber por una élite no implica que exista una conspiración, sino simplemente un amalgamarse entre la coherencia de los conocimientos propios del manejo del Poder con la existencia de las élites gobernantes que requieren operar mediante leyes, administraciones, registros, edictos, ordenanzas, etc. Siendo que la función del Estado  (y de las élites incluidas) implica estabilizar, la incorporación de los saberes a la práctica política y la administración pública significa un impulso a la permanencia de cierto tipo de conocimientos, aunque su rango de estimación sea despreciado por las academias y las figuras más elevadas del conocimiento.  

Un abismo creciente entre el saber-conjunto y el individuo, con efecto de cognitariado


Mientras el conjunto del saber avanza a pasos acelerados, cada individuo debe comenzar a aprender desde cero; lo cual crea una paradoja y una situación difícil para las nuevas generaciones. En el amanecer de la humanidad ni siquiera se consideró necesaria una educación formal debido a la relativa sencillez del aprendizaje que se realizaba en la práctica. El descubrimiento de la escritura marcó el gran salto adelante y abrió el campo a los procesos de educación, más allá de los contactos verbales.[57]
Conforme avanzó la modernidad la educación se fue generalizando, hasta plantearse la exigencia de una educación universal, donde ningún ciudadano quedara fuera y que esto comenzara desde la infancia. Asimismo, si en la época clásica (siglo XVII) el nivel de bachiller resultaba sobresaliente, para el siglo XX ya la aspiración era a una Licenciatura, y para el siglo XXI el posgrado resulta hasta una exigencia dentro de algunas profesiones y desempeños. La tendencia es permanecer cada vez más años en la escuela, la sociedad se “escolariza” por completo.[58] 
En siglos anteriores el analfabetismo no implicaba ningún problema serio para la inserción de las personas en la mayoría de los trabajos que eran agrícolas; pero ya para el siglo XX, el analfabetismo implicaba una marginación extrema y un problema de pobreza. En el siglo XXI, el acceso a la tecnología informática marca una segunda prueba, en lo que algunos llaman un analfabetismo digital o tecnológico. Por un lado, la educación y la tecnología son la fuente de la inclusión y la riqueza, pero su ausencia crea una especie de proletarización en el sentido fuerte de la Revolución Industrial o hasta una situación de “parias”, como en la antigua sociedad de castas hindú. Esto implica que hasta ciudadanos con carreras profesionales y hasta posgrados se sientan marginados y sin acceso al saber, al generarse una condición de cognitario donde lo único que poseen es su saber, al mismo tiempo, que para la operación económica ese saber tiembla vulnerado por el cambio tecnológico acelerado.[59] Esto implica que los habitantes del siglo XXI saben más que nunca, los conocimientos que se reciben son los mejores y, en especial, por su cantidad de procesos escolares, sin embargo, también sufre de una obsolescencia acelerada de conocimientos útiles; por lo que cualquier saber pierde utilidad ante la innovación. Esto puede ser irrelevante para muchos, pero para las profesiones que se derrumban con el cambio tecnológico el efecto es dramático y devastador. Estos efectos no presentan atajos ni salidas fáciles, seguirá una alocada carrera para reajustarse al cambio tecnológico.

La escuela desafiada por el teléfono computarizado

En los siglos anteriores la educación transcurría en el hogar, el trabajo o la plaza pública; poco a poco fue creciendo la importancia de la escuela, hasta ser una institución protagónica del siglo XX. Pero en el siguiente siglo, todo indica que los dispositivos tecnológicos desplazarán el sitio de enseñanza, al extenderlo por todo el espacio planetario. Los cursos por Internet no solamente son una moda, sino una tendencia profunda para establecer la relación de aprendizaje de una manera más amplia y múltiple, con lo que se reducirá la importancia de la escuela formal y amplificará las escalas hasta lo mundial o global. Más pronto que tarde, los habitantes del planeta tendrán a la mano todos los acervos de saber imaginables en la palma de su mano, por vía de un celular en su etapa de teléfonos inteligentes con capacidad de computación, lo cual acelerará y democratizará los procesos educativos. Esto no significa que desaparezcan las escuelas y universidades formales ni que se devalúen, pero sí su papel resultará complementado, relativizado y desafiado ante modalidades alternativas de difusión del conocimiento y aprendizaje.[60]
La esencia misma de este desafío al sistema escolarizado de aprendizaje como corazón de la transmisión de conocimientos especializados, es el eje de la revolución del pensamiento en el siglo XXI. El vértigo que provoca la avalancha de cambios no implica que caigamos en un fetichismo por la computación misma como una nueva soberanía,[61] que sigue siendo la emanación de un sistema desarrollado por personas, para interactuar con personas. 



El impulso y el freno cuando no hay colisión frontal ¿qué camino sigue?
En el lejano siglo XIX, Marx observó que el capitalismo implica en simultáneo el impulso y freno de las fuerzas productivas, pero entonces estimó que prevalecía una contradicción estratégica: de las relaciones de producción (concebidas mediante la propiedad privada sobre los medios de producción base de explotación) contra las fuerzas productivas[62]. Por un lado, las relaciones de producción capitalista impulsaban las fuerzas productivas, especialmente, creando la gran industria, y del otro levantaban un freno demostrado en grandes crisis económicas. Para su teoría la potencia llamada a superar la contradicción entre relaciones de producción con las fuerzas productivas era la acción auto-conciente del proletariado, sujeto vivo de las fuerzas productivas emanadas en la gran industria. Sin embargo, a la fecha los embates revolucionarios del proletariado fracasan cuando han derribado al régimen, que no por falta de empuje combativo, sino más bien por incapacidad para controlar el aparato de Estado y entonces quedar sometidos a burócratas tiranos disfrazados de seguidores de Marx. La experiencia muestra que el proletariado nunca se convierte en su contrario, para él ser la clase gestora y controladora de producción avanzada como consecuencia de sus asaltos episódicos al gobierno, sino queda sometido al aparato burocrático del régimen, donde el Estado autoritario permanece como el mayor desafío.[63]
Con la comprensión de la dialéctica histórica del conocimiento descubrimos un esquema oculto bajo la contradicción proletariado versus capital, porque el aumento de las fuerzas productivas intelectuales encarnadas en la dialéctica histórica del conocimiento también periódicamente confronta las relaciones sociales capitalistas. Las crisis económicas también son el resultado del empuje (y desarticulaciones) en el proceso de conocimiento, pues producción es saber y saber es producir. Las crisis también son (además de manera importante) crisis de modelo económico o de paradigma, porque traen la irrupción severa de un resultado negativo que ningún agente individual del proceso ha buscado; la crisis es “anti-economía” externa en su mayor potencia, porque también implica debacle para los agentes individuales de la producción, que lo perciben como un capitalismo salvaje flanqueado por neoliberales.[64] Así, la crisis nunca es aceptada como parte del modelo económico en serio porque significa la irónica y misteriosa negación de las intenciones, así revela el fracaso parcial.

Por muchas razones, pues, el curso de la dialéctica histórica del conocimiento conduce a revelar y confrontar ese aspecto de freno del capitalismo. ¿Este enfrentamiento lo podemos asimilar con el esquema de Marx de choque entre el proletariado revolucionario y el sistema capitalista opresor? Existen importantes diferencias, para empezar por los sujetos actuales, no implican un “clase social con cadenas radicales”, que únicamente tuviera para perder sus cadenas. La clase adecuada para continuar el avance de la dialéctica histórica del conocimiento aglutina a una variación de proletariado intelectual, que prefiero denominar cognitariado. Pero si el acento está en la condición de trabajo intelectual, entonces el énfasis no predomina en la condición proletaria, porque el éxito intelectual termina acompañado de enormes ingresos, incluso de mutación hacia la condición de gran capitalista[65]. Sin embargo, en cuanto masa promedio el destino del trabajador intelectual bajo la globalización, colinda continuamente con la condición proletaria; en sentido económico, la masa del trabajo intelectual aparece proletarizada. Pero si el acento está colocado en el aspecto intelectual, entonces los individuos burgueses y hasta las empresas capitalistas no encuentran una oposición radical con la dialéctica histórica del conocimiento, por eso la posición de los sujetos más avanzados, los cognitarios portadores del ascenso en la dialéctica histórica del conocimiento no están en contraposición a los grandes capitalistas y las empresas trasnacionales. Solamente habrá choque frontal del cognitariado contra el “partido de la ignorancia”, el cual es un conglomerado mixto, con elementos variados, tanto de origen moderno como precapitalista (en especial algunos grupos religiosos atrasados, etc.). Sin embargo, y con esos choques incluidos, la forma más adecuada para el triunfo del cognitariado transita hacia la reforma social y no la vía de la revolución, como ruptura de sistema. Continuamente reformista, el cognitariado se alía eventualmente con cualesquiera clases y capas del presente, para modificar la sociedad; abriendo cauces a la participación y el cambio, para mejorar a las fuerzas productivas y condiciones de los portadores del conocimiento, que en sentido extenso abarca a todos. Esta línea política espontánea de corte reformista y democrático, tampoco excluye algún evento de revolución, ante la resistencia rígida y violenta al cambio, y la presencia de la ignorancia también levanta un “fantasma de revolución”[66] que estorba más al cambio en lugar de facilitarlo. Cuando los choques no son contra el partido de la ignorancia (dialéctica del retroceso del conocimiento, decadencia de la verdad, inquisición, dictadura totalitaria, etc.), las confrontaciones deberán ser sistemáticamente parciales.

Si observamos la curva histórica desde el siglo XIX, el partido (en el sentido más amplio de espacio de posicionamiento colectivo) del cognitariado ha estado ganando la batalla, bajo las banderas de liberalismo, democracia, socialismo, humanismo, feminismo, tolerancia, laicismo, etc. Estas divisas van directamente a favor del avance de la dialéctica histórica del conocimiento, permitiendo una sociedad más culta y educada, con mejores medios técnicos y productivos, exigiendo cada vez más la aplicación del saber en todos los campos. Sin embargo, no existe un avance unilateral, al que se contrapone el autoritarismo del Estado[67] junto con los fenómenos de ignorancia masiva, homogeneización mercantil, incultura, fanatismo religioso, fundamentalismo retardatario, etc., siguen presentando grandes desafíos y generando coyunturas de retroceso. Conforme amplias mayorías se reconozcan como actores individuales y colectivos —logrando definir mejor sus anhelos específicos y generales con los que coinciden—, se alcanzará a destrabar ese freno al avance de la dialéctica histórica del conocimiento en el siglo XXI y elaborar la fórmula de convivencia más adecuada a este proceso infinito de conocimiento.


NOTAS


[1] Aunque Rimbaud juega astutamente a ser perseguido por su propia sombra de barbarie y bajeza, asumiendo que la ciencia deja náufragos a los espíritus lacerados. Cf. RIMBAUD, Arthur, Una temporada en el infierno.
[2] En La ideología alemana plantea de modo explícito esta tesis, negando que los fenómenos del pensamiento posean su propia historia, para comenzar a remitir todo fenómeno humano a la producción material, colocando el sello en el materialismo. La remisión de cada fenómeno hacia su conjunto es una evidencia elemental, pero la subordinación del pensamiento a la producción falsea la estructura de lo real; como se demuestra adelante hay una integración, conforme la producción es conocimiento y el conocimiento es producción.
[3] La periodización convencional en base a periodos paleolítico, neolítico, edad de bronce, hierro, etc. están basadas en niveles de técnicas materiales, centradas en el medio de producción clave. La visión de Comte en tres periodos teológico, metafísico y positivo sí está basado en grandes enfoques del pensamiento; por su parte, la primera etapa de Foucault que divide los períodos en grandes epistemes también implica basarse en la evolución del pensamiento. Comte en Filosofía positiva y Foucault en Las palabras y las cosas.
[4] La definición inicial del periodo posmoderno de Lyotard se basa en una modificación del consenso de los saberes, desplazando certezas clásicas, hacia una performatividad donde la verdad dejó de poseer un carácter duro, para flexibilizarse alrededor de diversos retos o envites. En Jean François Lyotard, La condición posmoderna.
[5]Según indica el propio Marx en La ideología alemana.
[6] Algunos autores rechazan con vehemencia la dialéctica pero es porque la identifican con el lado dogmático del marxismo, como una camisa de fuerza a la comprensión o una trampa, por ejemplo, Negri y Hardt en Imperio.
[7] ALTHUSSER, Louis, La revolución teórica de Marx, Para leer El capital. Sin embargo, Foucault hace una observación diametralmente opuesta al estimar que el periodo moderno tiende a convertir todo saber en “historia”, ya sea de la naturaleza, del lenguaje o la riqueza. Cf. FOUCAULT, Michel, Las palabras y las cosas, cap. VII, “Los límites de la representación”.
[8]VERAZA, Jorge, Carlos Marx y la técnica. Desde la perspectiva de la vida. Críticas de la economía política 22/23.
[9] ORTEGA Y GASSET, José. El tema de nuestro tiempo, La rebelión de las masas, etc. SARTRE, Jean Paul, El Ser y la Nada.
[10] MARX, Karl, Contribución a la crítica de la economía política.
[11] El objetivo del trabajo implica abatir la miseria, dejando un remanente que se considera riqueza. Sin embargo, la paradoja de las sociedades complejas, a partir del mercado capitalista, deja claro que hay una externalidad crítica que provoca miseria dentro de la riqueza, para lo cual se requiere de estrategias; así como aprovechar las virtudes del propio mercado. Hasta el siglo XVIII con Adam Smith se descubrió a plenitud el potencial del mercado desentendido de las riendas del Estado, entonces monárquico.
[12] KURNITZKY, Horst, La estructura libidinal del dinero. En esa obra efectúa un entretenido análisis sobre los fundamentos psicoanalíticos del dinero y otras relaciones económicas y sociales, pero ese enfoque no supera el nivel de lo especulativo en el tema de la historia.
[13]HEGEL, G.W.F. “La dialéctica del señor y el siervo”, también conocida como “del amo y el esclavo” en Fenomenología del espíritu.
[14] CORIAT, Benjamin, El cronómetro y el taller.
[15] MARX, Karl, El capital, Tomo I. Sin olvidar, que la productividad generada por ese mismo proceso ha sido la plataforma del bienestar, superando la miseria natural de las economías pre-capitalistas.
[16] Obsérvese la superioridad de técnica y disciplina militares de los romanos contra sus vecinos. CÉSAR, Julio, La guerra de las Galias. En otro caso, contra los persas, la ventaja de la técnica marítima cambia el curso de una guerra aparentemente sin esperanza para los griegos. HERODOTO, Historias.
[17] El veloz triunfo del dinero visto como oro y plata, sus representaciones más abstracta opaca la evidencia que ya los antiguos reconocían que sin saber no había riqueza alguna, tal como apuntaba el mito de Midas, que demuestra que el metal no implica en sí riqueza.
[18] Obsérvese la complejidad implicada en el concepto de crisis económica que contiene un elemento de desarrollo propositivo. Cf. CASTELLS, Manuel, La teoría marxista de las crisis económicas y las transformaciones del capitalismo, Ed. Siglo XXI.
[19] De ahí, la importancia de la ciencia del aprendizaje y del método. La filosofía nace con la mayéutica —un método para aprender— y con la dialéctica y la lógica que son los métodos para razonar. Así, también el pensamiento salta hacia la modernidad con los planteamientos de mejores métodos para conocer con René Descartes y Francis Bacon. PLATÓN, Diálogos; DESCARTES, René, Discurso del método, BACON, Francis, The advancement of learning. 
[20]Por ejemplo, ANDERSON, Perry, El Estado Absolutista, Sobre la civilización china, comenta: “Todo el desarrollo de la civilización imperial china puede considerarse en cierto sentido, efectivamente, como la más grande demostración y la más profunda experiencia del poder y la impotencia de la técnica en la historia (...) la época Ming es la clave del enigma chino, que futuros historiadores habrán de resolver (...) los mecanismos de crecimiento científico y tecnológico de las ciudades parecen detenerse o dar marcha atrás” p. 560. Pero más adelante observa, “la cultura china no fue capaz de desarrollar el concepto teórico de leyes de la naturaleza (...) Sus ciencias tendían a ser clasificatorias antes que causales y aceptaban las irregularidades (...) sin (...) explicarlas (...) la rígida división social entre letrados y artesanos impidió el decisivo encuentro entre la teoría matemática y la experimentación que produjo en Europa el nacimiento de la física moderna” p. 562-563.
[21] El efecto de la industrialización de la guerra y la enorme inversión en esa rama ha creado el mito popular de que toda la tecnología moderna proviene de la guerra. Son fáciles de reconocer los inventos provenientes de ese campo, pero el área civil es un enorme motor de innovaciones científico-técnicas.
[22] Conforme el pensamiento no posee fronteras su historia es la de la mundialización o globalización; los estancos y fronteras del pensar son etapas a superarse en la globalidad; sin embargo, el tema también puede mitificarse, como si fuera una panacea en sí misma. 
[23] Esto significa que las historias de la biología, la física, etc. son interpretaciones válidas, pero para comprender la dialéctica histórica del conocimiento se deben unificar esos estudios especializados con las condiciones sociales, observando las interacciones.
[24] A su manera, la visión de la episteme de Foucault, posee ese enfoque contextual y explicativo de las teorías, donde la episteme es la red explicativa de los autores y textos. Me parece que ese concepto es un exceso estructuralista, pues la “episteme” no crea por los autores. Cf. Las palabras y las cosas.
[25] Por ejemplo, los tristemente célebres intentos de dotar al racismo de una base en la genética empírica.
[26] En una bella exposición, el clásico de la divulgación científica, Carl Sagan se pregunta sobre esos límites en la Alejandría de los Ptolomeo. Cf. SAGAN, Carl, Cosmos.
[27] Idea expresada por Marx en su tesis doctoral, Diferencia entre la filosofía de Demócrito y Epicuro.
[28] TOFFLER, Alvin, El cambio del poder.
[29] HORKHEIMER y ADORNO, Dialéctica del iluminismo.
[30] Al estimar los obstáculos para el pensamiento objetivo, Bachelard se queja de las medidas apresuradas, elaboradas bajo un empirismo ingenuo o emocional. Cf. BACHELARD, Gastón, La formación del espíritu científico.
[31] ILLICH, Iván, La sociedad desescolarizada.
[32] La obra de Anderson tiene anotaciones interesantes sobre el efecto de la escritura y la integración de élites en la integración de comunidades nacionales. Cf. ANDERSON, Benedict, Comunidades imaginadas.
[33] DERRY, T.K. y WILLIAMS, Trevor, Historia de la tecnología desde la antigüedad hasta 1750, Ed. Siglo XXI. Por ejemplo, importantes técnicas de construcción griega y romana quedaron olvidadas en la temprana Edad Media, y no se erigieron obras comparables a las llamadas maravillas antiguas, sino hasta el auge de la construcción de catedrales. Cap. 5 “La construcción”
[34] HUBERMAN, Leo, Los bienes terrenales del hombre.
[35] Aunque, esta situación de tanta fijeza, vista en el curso de los siglos no siempre se observa en los modos de producción genéricamente denominados asiáticos, en especial con la dinámica de China. Cf. ANDERSON, Perry, El absolutismo occidental y Transiciones de la antigüedad al feudalismo.
[36] Véase la insistencia de Ortega y Gasset en la importancia de las élites en el metabolismo social e intelectual en El tema de nuestro tiempo y La rebelión de las masas.
[37] Cf. THOMPSON, George,  Los primeros filósofos.
[38] YATES, Frances, El iluminismo rosacruz.
[39] Lo que para el antropólogo podría ser fanatismo, para la operación religiosa es un saber invaluable; sin los “textos sagrados” una religión no conservaría la identidad que mantiene durante milenios. En esto no importa que el creyente entienda el texto, sino que sea transmitido entre la casta sacerdotal. Cf. ANDERSON, Benedict, Comunidades imaginadas.
[40] POULANTZAS, Nicos, Estado, poder y socialismo.
[41] HEGEL, G.W.F. Lecciones de filosofía de la historia.
[42] El auge secular de China también estuvo ligado a técnicas de impresión y a la casta de mandarines que difundió la escritura como saber dentro del sistema de gobierno. Cf. ANDERSON, Perry, Transiciones de la antigüedad al feudalismo.
[43] UNESCO, Actas de la conferencia general. 13a reunión, París, 1964. El criterio convencional que marca son 49 páginas para alcanzar la categoría de libro, con menos permanece en un estatuto más modesto.
[44] Si bien la narración de Babel en el Génesis pone el acento en la desgracia de la confusión de lenguas para abatir el orgullo humano, una visión panorámica implica asumir que los desarrollos diferenciados del pensamiento están implicados en las diferencias de lenguas y que el esfuerzo de traducción ha sido un estímulo importante para el desarrollo del conocimiento.
[45] El romanticismo sobre la súbita decodificación y descubrimiento de los “secretos” del pasado olvidado se basa, en parte, en las narraciones de los saltos de descubrimiento, según aconteció con el descifrado de los jeroglíficos facilitado mediante la “Piedra Roseta”.
[46] PLATÓN, Diálogos y La República. El escándalo de este nuevo sistema, irrumpiendo en la sociedad tradicional, desemboca en la muerte del filósofo Sócrates.
[47] Ese modelo de saber más abierto, además encajaba perfectamente con democracias esclavistas de las polis, permaneciendo con un modelo perdurable que se mantuvo (constreñido o deformado) durante los siguientes siglos. 
[48] Simplemente, el planteamiento abstracto y múltiple de Platón sobre la importancia de la educación en el Estado idóneo y en las leyes perfectas ha tenido enormes ecos, Cfr. La república.
[49] Fundada en 387 a. de C. por Platón, la Academia de Atenas sufrió varias interrupciones y refundaciones, a los largo de nueve siglos, sometida a los azares de las guerras y las conquistas, en definitiva una decisión de gobernantes bizantinos la clausuró hacia el 529 d. de C.
[50] Cierto que la vida no es solamente conocimiento, pero este nivel de saberes influye sobre el presente y futuro de lo que es y será la “altura vital”, esa medida humana que buscaba afanosamente Ortega y Gasset en su El tema de nuestro tiempo.
[51] En los Formen (Formas que preceden a la producción capitalista) Marx buscaba describir más precisamente cómo había funcionado el Sistema económico y social por el cual se estancaron durante milenios las sociedades de Oriente, mientras el Occidente despegó hacia el capitalismo, con su ímpeto productivo.
[52] Benedict Anderson, Comunidades imaginadas. Este autor señala ampliamente el efecto del control del leguaje sobre la formación o no de las comunidades, para lo cual la escritura y la impresión juegan un papel determinante.
[53] La etimología de la palabra “liturgia” antes del latín deriva del griego, “leitouryia” que combina “leiton” que es “casa de gobierno” con “ergon” que es “acción, trabajo, emisión”; por tanto, es el discurso que emite la casa del poder.
[54] Si bien, desde tiempos inmemoriales hubo algunos periodos de tolerancia religiosa y convivencia entre distintos grupos, es hasta que avanza la modernidad, cuando se establece con más firmeza la importancia de contar con un Estado laico que no favorezca a ninguna religión y fomente una tolerancia sistemática.
[55] En el año 673 el invento surgió sorpresivamente para aniquilar una flota turca. Gozó de gran fama, pero al parecer con el tiempo se fue adulterando su fórmula, perdió la efectividad original y se dejó de utilizar como un arma importante.
[56] Como historiador riguroso Anderson reconoce la influencia del Derecho Romano en la formación de las sociedades de Occidente, lo cual como axioma marxista quedaría descartado, por ser una “superestructura jurídica”. Véase El Estado absolutista y Las transiciones de la Antigüedad al Feudalismo.
[57] Los antiguos griegos se preocuparon antes por el Gimnasio que avalar una Academia, impulsada por Platón. Las familias ricas se alegraban al encontrar para sus hijos un preceptor o maestro individual que llamaban “sofista”. Véase el diálogo Protágoras.
[58] Buscando un contrapunteo y la opción de una tendencia distinta Ivan Illich señaló críticamente la sobrevaloración de la inserción escolar y la calidad de los conocimientos implicados. La sociedad desescolarizada.
[59] La teoría madura de Baudrillard sobre la sociedad posmoderna como un simulacro generalizado pareciera armonizar con el intelectual que protesta ante el carnaval de apariencias que destila la sociedad de consumo con alta tecnología, provocando que lo previo resulte caduco ante el espectáculo global. Baudrillard, Cultura y simulacro.
[60] Los reflectores críticos que coloca Lipovetsky contra la sociedad de consumo en La era del vacío, implican que el predominio de la tendencia narcisista, vuelve superficiales los conocimientos mismos.
[61] Con su usual perspicacia, Isaac Asimov supone que el extremo de la robótica es controlar al mundo, generando un gobierno no humano, pero mejor para las personas, según señalan los relatos finales de Yo, robot. La saga de Terminator (desprendida de un relato de Philip, K. Dick) demuestra el temor ante una soberanía de la computación contra el ser humano.
[62] Demasiado materiales en el sentido terrestre y encarnadas en el sujeto colectivo desposeído, al estilo de los dramas de Dickens en el siglo XIX; la argumentación presente espero sirva para colocar en su justo balance la parte intelectual del proceso y el exceso colectivista de Marx.
[63] La proliferación de las drogas pareciera un asunto banal, pero
[64] Al término neoliberal se le otorga un sentido más amplia al correcto, para mí es únicamente una religión del mercado o fanatismo por el capitalismo del mercado; pero al neoliberalismo se le suele identificar como capitalismo. Es evidente que no son idénticos, pues capitalismo es una estructura de acumulación basada en el mercado, que posee mucho más amplitud que una ideología, siendo que el capital también opera bajo la batuta de Estados que se pretenden hasta comunistas.
[65] En ese sentido las biografías de Steve Jobs y de Billy Gates resultan ejemplares, demostrando el ascenso arrollador del intelectual más capaz en el contexto de la economía informatizada.
[66] Alusión a Jacques Derrida en su Espectros de Marx, que va más allá de muchos conceptos, para señalar las alucinaciones implicadas en el discurso. 
[67] El clamor por una democracia más perfecta, que no excluya a los pobres y establezca parámetros de bienestar, junto con la exigencia de la transparencia del Estado, señalan que controlar el autoritarismo de los gobiernos es la gran tarea que se combina para las nuevas generaciones.

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