Por
Carlos Valdés Martín
Reconocido popularmente como el
“Schindler mexicano”, las labores y aventuras de Gilberto Bosques Saldívar
sobrepasaron esa calificación. En un ambiente peligroso, tras la caída de la
República Española y los preparativos bélicos en Europa, él aceptó un delicado
encargo diplomático para rescatar a los refugiados españoles que se
precipitaron hacia Francia en 1939.
Cuando acepta el encargo de
cónsul en Francia, don Gilberto Bosques ya contaba con una trayectoria notable.
Natural de un pequeño pueblo llamado Chiautla, nació en 1892 y desde muy joven
mostró su pasión por las causas sociales y la educación. Desde joven había
participado en la Revolución Mexicana, ganando diputaciones locales y federales[1]; también
alcanzó puestos elevados en su estado natal, Puebla; una larga experiencia como
profesor, promotor de revistas; director de un periódico nacional, y además cercanía
con el entonces Presidente mexicano, Lázaro Cárdenas.
La designación consular de
Gilberto Bosques fue por una petición directa del Presidente Cárdenas, motivada
por el delicado contexto internacional, como se apreciará adelante. En México entonces
ocurría la más ambiciosa oleada de reformas sociales y económicas, algunas de
las cuales provocaron gran tensión exterior, como la expropiación petrolera del
18 de marzo de 1938.
Antecedentes de la Guerra Civil y preludio a la Guerra Mundial
En el mundo, el ascenso de
regímenes nazis y fascistas preludiaba una oleada de conflictos que desembocaron
en la Segunda Guerra Mundial.
La República española enfrentó la
conspiración y sublevación de los generales, bajo banderas de conservadurismo y
reacción. El bando franquista español en el exterior fue sostenido por el clero
y por el Eje Fascista de Alemania e Italia. La República quedó dividida y su
apoyo externo fue débil o contradictorio. El bando fascista comenzó un golpe de
Estado el 17-20 de
julio de 1936
y desató una cruel guerra civil.
El gobierno mexicano fue uno de
los pocos que mostraron una solidaridad activa hacia el bando republicano
español, en un contexto internacional viciado por una desastrosa política de
“No intervención” liderada por Francia e Inglaterra.
La República española cayó abrumada
por la superioridad de armamento y recursos del bando fascista y, también, presa
de sus contradicciones internas. La guerra civil en España finalizó el 1° de abril de 1939
con la completa derrota militar de los republicanos.
En Europa las hostilidades abiertas
de la Segunda Guerra Mundial comenzaron el 1° de septiembre de 1939, con la invasión
alemana de Polonia. Aunque contaba con antecedentes importantes que la hacían
inminente, en especial, la toma de Praga y territorios Checos en marzo de 1939.
Designado diplomático
La cercanía con el
Presidente Lázaro Cárdenas precipitó la designación de Bosques para una misión
muy delicada en Francia. La Guerra Civil Española había dejado más de medio
millón de refugiados desamparados en suelo francés y el gobierno mexicano era
de los pocos que estaban seriamente comprometidos. Según un relato autobiográfico
recogido por Pérez Manzano, la plática donde se decidió su puesto fue así:
“—Bueno te irías a
Francia –le dijo el Presidente Cárdenas-, ¿pero en calidad
de qué?
“—Como Cónsul
General –responde G. Bosques-;
“—¿Por qué no como
Ministro?
“—No, —contesté—
como Ministro se tienen muchas obligaciones sociales. No tendría tiempo para
observaciones y estudios. No quiero un rango en el Servicio Exterior (que bajo esa otra figura también recibía un rango,
pero distinto: Nota CVM), sino una oportunidad para mis propósitos sin
desatender los servicios oficiales del cargo.”[2]
Arribo como Cónsul General en París
Al final del año 1938 se embarca y arriba
justamente el 1° de
enero de 1939 en el trasatlántico Normandie[3].
Viaja con su familia completa integrada por su esposa María Luisa Manjarrez y
sus tres hijos adolescentes Gilberto, Laura y Teresa. Visto en retrospectiva
cabe preguntarse si subestimaba el peligro personal en una Gran Guerra o
mantenía confianza en el respeto a los diplomáticos, entre las grandes
potencias. De inmediato se instaló en la capital francesa, donde se albergaban
la Embajada y Consulado General mexicanos. “El Consulado General en París tenía
jurisdicción hasta Líbano, todo el Norte de África y Suiza; las oficinas se
ubicaban en el mismo edificio de la Legación de México, la que estaba
encabezada por un amigo de Don Gilberto: el ex Secretario de Educación Pública,
Narciso Bassols.”[4]
Un deber y un apasionamiento… arriesgado
Gilberto Bosques no tomó su tarea
como un trabajo rutinario, delimitado bajo horarios y obligaciones estipuladas.
Dedicó todo su esfuerzo y tiempo, arriesgando más allá de la prudencia y rebasando
sus obligaciones consulares.
Bosques, poco dado al auto-elogio,
puso el acento en el esfuerzo y riesgo personal de sus colaboradores cercanos,
así, en una declaración suya se lee: “‘Mis colaboradores no repararon en
esfuerzos’, me dijo. ‘A veces trabajaban
día y noche, sobre todo cuando salía un barco. Acompañaban a los que iban a
ser puestos a salvo, porque queríamos tener un panorama de quién realmente iba
en el barco. Algunos eran arrestados poco antes y entonces se trataba de
ayudarlos para que fueran liberados nuevamente. Cuando se vio repentinamente
que aquéllos a favor de quienes expedíamos documentos no tenían fotografías
para pasaporte y que rehuían dejarse fotografiar en cualquier lugar—pero
también para ahorrar tiempo— instalamos un estudio de fotografía en el
consulado’"[5].
Derrumbe del frente, oleada de emigración y catástrofe humanitaria en Francia
Al colapsarse las líneas
militares republicanas, comienza un éxodo masivo que presiona sobre la frontera
francesa al principio de
1939, cuando cientos de miles de civiles intentan desesperadamente el
cruce. La autoridad francesa se resiste a esa entrada masiva y deja a cientos
de miles varados y sin alternativas; luego, el gobierno francés termina
cediendo y en pocas semanas se internan más de medio millón de españoles. La
autoridad gala improvisa su recibimiento confinándolos en campos de reclusión
(llamados entonces “campos de concentración”, aunque sin el sentido de
exterminio que luego adquirió ese término). Los españoles son recluidos en
barracas improvisadas, marcadas entre el desinterés y la hostilidad; el campamento
más poblado contiene a 80,000 almas. La posición oficial gala no fue de
bienvenida, sino hostil como para convencerlos que regresen a su país; sin
embargo, la principal perspectiva de regreso era la cárcel o el fusilamiento
por las ensoberbecidas huestes de
Francisco Franco.
En Francia, la situación de los
españoles perfila una catástrofe; la emigración ha huido sin recursos, con muchos
enfermos y heridos, las familias separadas, viudas y huérfanos, todos ellos sin
medios ni maneras para dar marcha atrás. Las condiciones de alojamiento,
alimentación y sanidad son precarias o no existen; escasean la comida y el
servicio médico.
Ante la masificación de las
tareas y las urgencias, en Francia la Legación diplomática mexicana redobla
esfuerzos y recibe más personal. La llegada de Gilberto Bosques al despuntar el
año 1939 va en ese sentido: intensa actividad para contactar a los españoles y darles
abrigo. Con urgencia se envían encargados a los campos de refugiados,
diariamente se reciben centenares de cartas y se apuran sus respuestas. Muchas
veces el acercamiento es infructuoso porque son cambiados de barracas o de
campos, e inclusive algunos escapan de las barracas. Simultáneamente, al
Consulado mexicano en París le llegan miles de cartas de parientes y amigos
ansiosos por ofrecer su ayuda o intentando localizar a sus parientes.
Determinación para auxiliar a los refugiados
En esa encrucijada desesperante
de la emigración forzada y los campos de refugiados, la determinación del
Presidente mexicano para dar asilo a “todos” (esta vez sí aplicaba el
acentuarlo) los refugiados españoles que quisieran emigrar. La oferta de Lázaro
Cárdenas es generosa y sin condiciones, no está predispuesta por filiaciones
sino que se dispone a una recepción masiva. Gilberto Bosques está comprometido
para cumplir esa gran misión desde su arribo.
Ahora bien, el entorno
internacional conflictivo no permitía moverse con facilidad; por ejemplo, la
Expropiación Petrolera (18
de marzo de 1938) provocó animadversión de EUA e Inglaterra que chocaron
con los intereses mexicanos. Por ejemplo, eso implicó cautela inicial ante los
brigadistas internacionales que escapaban de España y no aceptar sus
solicitudes en bloque[6].
Labores humanitarias
Entre las labores humanitarias
más notables de la legación mexicana en Francia estaban el rescatar huérfanos,
amparar viudas y lisiados, dar alojamiento a desvalidos, otorgar protección
legal a perseguidos y apurar su salida hacia México. Gilberto Bosques realizó
gran variedad de acciones para coordinar y lograr el cumplimiento de las tareas
humanitarias bajo su responsabilidad, por lo que mencionaremos algunas.
Para el rescate de infantes:
“Se costeó el rescate de los niños, algunos de los cuales huérfanos la mayoría
fueron recogidos en los alrededores de los campos, de donde escapaban en
condiciones lamentables. En el invierno se recogieron niños que tenían los pies
congelados. En los campos algunos de ellos presentaban un estado de
pre-anemia.”[7]
Para la acogida de personas
con los refugiados del sur de Francia, Gilberto y su gente rentaron y
gestionaron la habilitación de dos castillos, el de Reynarde, donde acomodaron
850 personas y el de Montgrand, con alrededor de 500 ocupantes. “Había
universitarios, magistrados, literatos, hombres importantes y también
trabajadores del campo y del taller. Todos llegaron ahí para protegerse, a
buscar abrigo, con el ánimo caído. Para levantarles el espíritu se organizó una
orquesta, se montó un teatro, se organizaron juegos deportivos y esos hombres
recobraron el buen ánimo”. “Los niños y mujeres en Montgrand tenían buena
alimentación, en lo posible, con dieta especial, bastante buena, que incluso
los franceses no disfrutaban; campos de recreación para los niños, un cuerpo
médico de pediatras muy capacitados y su escuela”[8]
Embarcos suspendidos por la declaración de guerra
Para los refugiados el fletamento
de barcos y el conseguir permisos (pasaportes y salvoconductos), era cuestión
de vida o muerte. Muchas autoridades francesas demuestran más reticencias y
desconfianzas que interés en facilitar las salidas.
Con la activa colaboración y
financiamiento de los propios españoles del SERE (Servicio de Evacuación de Refugiados
Españoles), por fin el 17 de mayo sale hacia México el primer gran buque, el Sinaia el 24 de mayo de 1939. Pronto
zarpan el barco Ipanema y luego el Mexique. En ese periodo se estiman un
acumulado de 6000 personas que se dirigen hacia México.
Declaración de guerra europea y hostilidad del gobierno francés
La situación cambia
dramáticamente el 3 de
septiembre de 1939 con la declaración de guerra entre las potencias
aliadas y Alemania. El ambiente quedó de súbito enrarecido y privó un esfuerzo
de militarización en Francia.
Por ejemplo, de pronto la
generación de pasaportes mexicanos se paralizó mientras se redefinían las
posiciones de las potencias. En ese contexto pre-bélico, una parte del gobierno
francés se pliega a las presiones franquistas y dificulta la situación de los
exiliados y hasta espía a la delegación mexicana, especialmente a Bassols y los
hermanos Gamboa de quienes sospechan más pues son “rojos”.
Un ejemplo, de las tensiones de
ese periodo fue la detención arbitraria en Francia de un mexicano[9] sin
acusaciones, por lo que Gilberto Bosques tomó la “represalia” de suspender las
visas para los ciudadanos franceses internados en México. Una vez liberado el detenido
mexicano, este incidente terminó sin complicaciones y se restableció el visado,
pero demuestra lo ríspidos que se volvían los tratos entre el gobierno francés
y el mexicano.
Excepción y peligro tras la ocupación nazi de París
Alemania invade Francia el 10 de mayo de 1940,
y en pocas semanas la República francesa es derrotada y capitula; entonces la situación de la delegación diplomática
mexicana da un vuelco dramático. Dicha capitulación francesa sucede el 22 junio de 1940.
El país lo ocupa una potencia
beligerante en guerra mundial, que incluye en sus hostilidades a México. Una gran
zona que no ha sido tomada queda bajo la autoridad del colaboracionista Pétain,
quien está más preocupado por congraciarse con los nazis que en respetar sus
leyes interiores convertidas casi en letra muerta.
Escapan de París y se instalan en Marsella
Debido a que la embajada estaba
ubicada en París, ante la proximidad del ejército alemán, el personal de la
embajada mexicana debe huir hacia el sur. Según testimonios Gilberto Bosques es
el último en retirarse de la sede diplomática mexicana en París, ya cuando los
soldados alemanes amenazan a las puertas de la ciudad.
Acuerdo Franco-Mexicano del 22 de agosto de 1940
En mitad de esa situación
caótica, el diplomático mexicano Luis I. Rodríguez inicia una ardua gestión
diplomática —en las que también es protagonista G. Bosques— para acelerar la
salida de refugiados[10] y, con
dificultades, tras apretadas negociaciones se da la aceptación por el gobierno
de Pétain[11].
El 22 de agosto de 1940
se logra un Acuerdo Internacional franco-mexicano firmado con la finalidad de
favorecer la salida de los refugiados rumbo a México.
A pesar de tal acuerdo, los obstáculos
y peligros son enormes en ese país. Un decreto alemán indica que todo ciudadano
extranjero en los territorios ocupados debe ser deportado a “campos de trabajo”
ubicados dentro de las fronteras germanas. El gobierno del dictador Franco
logra algunas extradiciones de líderes españoles, quienes de inmediato son
fusilados en España como Lluys Campanys. El gobierno francés y el nazi espían a
la delegación mexicana y a los refugiados, entonces sin protección consular las
detenciones arbitrarias son cotidianas.
Acoso, espionaje, redadas y capturas arbitrarias
Bajo el régimen de Pétain afuera
de campos de refugiados, para los españoles su existencia es peligrosa. Los
franquistas exigen detenciones, abren procesos con fachada de legales, además
espían y acosan a los refugiados; y los provocadores fascistas cruzan
fácilmente los Pirineos para hostigarlos. En ocasiones, la autoridad francesa actúa
con indiferencia o se presta a cualquier clase de atrocidades. Si descubren que
algún refugiado posee mucho dinero y bienes, lo consideran una especie de
botín, cuando lo encuentran es detenido y lo que posea queda confiscado. Por
ejemplo, a Manuel Portela Valladares lo detienen arbitrariamente para
confiscarle 395,000 francos, acciones de una empresa francesa y un óleo valioso;
quedando en arresto domiciliario.
La población francesa duramente
aleccionada por la invasión alemana y la traición de sus gobernantes, queda más
sensibilizada y se comporta solidaria con los refugiados; pero los franceses
mismos están acosados y bajo amenaza, así que su capacidad de socorro está
minimizada.
Importancia de las Visas mexicanas
Comprometido y sensibilizado por
la amenaza y arbitrariedad a que eran sometidos los perseguidos de distinto
signo, el cónsul Bosques y su delegación diplomática, se comprometieron para
ayudar más allá de las órdenes públicas de rescatar a los españoles. Sin
embargo, extender la ayuda a los judíos y otros perseguidos (antifascistas,
partisanos, disidentes conocidos…) se volvió peligrosísimo. Las disposiciones
seudo-legales del gobierno local y los ocupantes nazis ponían en riesgo
constante los esfuerzos para proteger perseguidos, pero el deber moral de los
diplomáticos se resumía en la consigna de “salvar vidas” ante todo. De esa
manera socorrieron, brindaron apoyo material y hasta ocultaron a perseguidos
para facilitar su salida del país y una gran ayuda la representaron las que
fueron luego llamadas “Visas Bosques”.
En el contexto de la Francia
ocupada, para los refugiados con un estatus legal precario, las visas mexicanas
implicaban casi el único paraguas contra la arbitrariedad y los abusos
imperantes. Anotemos que también las autoridades francesas bajo Pétain
promulgaron leyes de carácter persecutorio contra los extranjeros, incluso su
reclutamiento para trabajos forzados o las amenazas de confiscación.
Organización de la vida en los castillos de Reynarde y Montgrand
Debido a las privaciones de los refugiados,
la peligrosidad de las calles y las amenazas legales, resultó indispensable
organizar dos grandes campamentos en la Francia bajo Pétain. Los dos viejos
castillos con un ambiente agrícola alrededor resultaron los más adecuados,
además que permitían mantenerse alejados de las intrigas y el acoso. El
mantenimiento simultáneo de 850 y 500 republicanos con sus familias requirió de
un enorme esfuerzo material y humano. En esos parajes se organizó desde
educación y cuidado de niños pequeños, atención de los enfermos y lisiados,
alimentos diarios y pequeña agricultura, alojamiento para las familias y los
huérfanos, calefacción y avituallamiento, educación para todos y hasta entretenimiento
cumplidos con la misma participación de los asilados.
Búsqueda desesperada de medios y envío de barcos con refugiados
En una situación de hostilidad en
Francia y con la presión de una Alemania nazi en guerra, no se imaginen que resultaba
sencillo conseguir barcos para refugiados. Las líneas comerciales entre Europa
y América habían cesado sus operaciones, quedaban algunos cargueros pero las
dificultades eran enormes y el peligro constante. Durante largos periodos el
gobierno de Pétain o Alemania se oponen e impiden los embarcos, cuando lo
permiten imponen muchas restricciones. Las compañías navieras son cautas, pues
molestar a las potencias beligerantes les significaría detener sus operaciones
y hasta la confiscación de sus naves. Incluso otros gobiernos latinoamericanos
que simpatizan con los refugiados son demasiado cautos o carecen de medios para
facilitar la emigración[12].
De modo constante la presencia de
los diplomáticos mexicanos era indispensable. Desde el final de 1941, para los nazis
alemanes los “comunistas” se convierten en un objetivo militar. Recordemos que
antes tuvieron un pacto de amistad Hitler-Stalin, pero después invadieron la
URSS el 22 de junio de
1941. Entonces los alemanes exigen a Pétain el máximo rigor contra los
comunistas, a quienes detectan y persiguen entre los refugiados, evitando que
salgan. La vigilancia militar se vuelve tan rigorista que, buscando
suplantaciones, custodian las pasarelas para garantizar que los pasajeros no se
hayan teñido el pelo. Por eso Bosques: “supervisa muy de cerca cada uno de esos
embarcos. Él mismo interviene al pie de la pasarela de abordaje para asegurarse
de que entren al buque los refugiados que corren el riesgo de ser detenidos en
el último momento”[13]
Declaratoria de guerra formal México-Alemania
El 13 de mayo de 1942 fue hundido
un buque petrolero mexicano, el Potrero
del Llano, por submarinos alemanes. El gobierno de Manuel Ávila Camacho
emplaza a Alemania y siete días después, el 22 de mayo de 1942, hace la declaratoria formal de
guerra. A partir de ese momento hay un estado formal de guerra entre México y
las potencias del eje, aunque nuestro país no participa directamente en ninguna
operación militar sino dos años después en la Guerra del Pacífico contra Japón.
Ruptura de relaciones diplomáticas y toma de la embajada mexicana
En el contexto de guerra formal
con Alemania y las fuerzas del Eje, el gobierno mexicano queda orillado a la
ruptura de relaciones con Francia. El cónsul Bosques presenta la nota de
ruptura y da la ampliación verbal, esperando la reacción. En ese ambiente
proceden a quemar los archivos diplomáticos comprometedores, todavía ubicados
en su misma sede.
La reacción posterior viene de
Alemania, que encarga el saqueo de la sede de la embajada. Se presentan
militares alemanes exigiendo que entreguen archivos y que abran las cajas
fuertes, sospechando que se conserva información confidencial. En las oficinas,
Gilberto Bosques se encarga de encarar a los soldados, conservando un aplomo
sorprendente. Ante las exigencias de que abrieran sus cajas fuertes mantiene la
calma y declara enfáticamente que únicamente hay caudales que pertenecen al consulado,
indispensables para sufragar los gastos de todos ellos. En la disputa con los
militares alemanes logró que el encargado firmara un recibo por la cantidad
decomisada y abajo un escrito con su protesta formal.
“Bosques redactó el recibo de los
fondos, y al final, su enérgica protesta, pero la Gestapo intentaba obligar al
oficial a no firmarlo, por lo que éste le dijo: ‘yo soy un miembro del
ejército. Me ordenaron esta clase de actos en comisión especial. He aceptado
por disciplina. El ejército alemán se deshonra con un acto de esta naturaleza,
y como ya le di mi palabra, le voy a firmar el recibo, pero le suplicaría que
suavizara la parte final de la protesta’.”[14]
El oficial alemán a cargo terminó
firmando un documento, que era comprometedor. Gilberto acudió al cónsul de
Suecia, país que respaldaría la tarea diplomática en tan difícil momento y le
confió el documento temiendo que luego intentaran arrebatárselo los
alemanes. En un giro trágico de esa
anécdota, poco después autoridades alemanas gestionaron para devolver el dinero
a cambio del documento, y, en un desenlace dramático, al oficial que lo firmó
le fusilaron.
Prisión en Alemania
Corría el año 1943, cuando por vía propia y con
apoyo de las embajadas amigas se tramitó la salida de Francia los 43 mexicanos
vinculados a la legación nacional, incluyendo a Gilberto con su mujer e hijos.
El gobierno francés dilató la salida y con engaños desvió su ruta. Pronto
fueron trasladados a Mont D'or para entregarles a los alemanes, pues los
detendrían en Alemania a cargo de la Gestapo.[15]
Detenidos en suelo francés, todo
el cuerpo diplomático y sus familias fueron conducidos cerca de Bonn y
terminaron en una reclusión de consideraciones diplomáticas en un hotel de lujo
en Bad Godesberg.
“Para ese entonces, la Alemania
hitleriana tenía suficientes motivos: Los representantes mexicanos se habían
dedicado a documentar, proteger y trasladar a México (y a otros países), a
prisioneros de distintas nacionalidades, principalmente españoles que huían de
la persecución franquista y judíos; se atrevieron a romper relaciones con el
gobierno de Vichy y finalmente, el mismo gobierno mexicano se declaró en
“Estado de Guerra” contra la Alemania nazi y los otros dos integrantes del “Eje”.”[16]
El hotel Rheinhotel Dreesen en la localidad de Bad Godesberg, el cual estaba
destinado para varios diplomáticos detenidos, entre los que destacaban también
los de Suecia. Ahí a los mexicanos no se les reconoció su calidad de
diplomáticos prisioneros, pero se les trató con alguna consideración. De la
delegación mexicana se contaron 43 detenidos ahí, entre ellos nuestro personaje
con su esposa y tres hijos.
Entre las más llamativas
peculiaridades de esa prisión diplomática, además de ser de lujo, cabe interpretar
esa ubicación como una fachada y “escudo humano”. Por extraño que parezca en el
mismo hotel de lujo en que estaban detenidas algunas delegaciones diplomáticas
en el interior de Alemania, ya que en ese sitio en ocasiones se hospedó el
mismísimo Adolfo Hitler.
A pesar de ciertos privilegios y
consideraciones de ese cautiverio, la incertidumbre e incomunicación era
constante. El ambiente de zozobra y privaciones de la guerra era patente, por
ejemplo, desde ese hotel se alcanzaban a ver las explosiones de bombardeos sobre
zonas industriales vecinas, conforme avanzaba la Guerra Mundial y cambiaba la
fortuna militar.
Liberación y regreso
A principios de 1944 prosperó la gestión de México
para obtener la liberación de sus ciudadanos confinados en Bad Godesberg. La
negociación condujo hacia un intercambio de prisioneros y, en abril de 1944,
regresa completa la delegación mexicana, canjeada por prisioneros alemanes en
nuestro país. En un comentario, Bosques estimó que fueron permutados en
relación de 12 alemanes por 1 mexicano.
En su regreso a México, toda la
delegación mexicana fue aclamada por sus nobles acciones. Los miles de
refugiados que habían salvado y recuperado sus propias vidas tuvieron ocasión
de agradecer, como lo testimonian miles de cartas, diplomas y homenajes al
diplomático y sus colaboradores.
En un discurso, al regresar
Gilberto Bosques Saldívar declaró: “Hice la política de mi país, de ayuda, de
apoyo material y moral a los heroicos defensores de la república española, a
los esforzados paladines de la lucha contra Hitler y contra Mussolini y contra
Franco y contra Pétain y Laval. Si en la interpretación de la actitud gallarda
y trascendente de México me excedí en mis atribuciones reglamentarias, estoy
dispuesto a arrastrar las consecuencias y la sanción que proceda. No lo creo.”[17]
En retrospectiva, las sucesivas
designaciones de Gilberto Bosques Saldívar como embajador en varios países
provoca la impresión de una larga gira triunfal, bien recibida y hasta aclamada
en los países receptores; la cual, en cambio pasó casi desapercibida por sus
compatriotas. Después, tuvo la fortuna de una larga vida, contada en más de
cien años, rodeado de afecto familiar, amistades y reconocimiento
internacional, en especial, con la gratitud de decenas de miles de personas
salvadas de las garras del fascismo. Falleció a los 102 años el 4 de julio de
1995 en la Ciudad de México.
LUCES DE INTERÉS
A continuación marco algunos
destellos interesantes sobre las dificultades y logros del periodo de Gilberto
Bosques en Francia y su prisión en Alemania.
¿Cuántos refugiados fueron salvados?
De acuerdo con Gérard Malgat
"es difícil precisarlo", pero gracias a su investigación en los
archivos personales del diplomático: Bosques firmó cerca de 30 mil visas y es
posible estimar que cerca de 80 mil personas recibieron el documento migratorio
que autorizaba su entrada a México, pero no fueron más de 20 mil las que
pudieron efectivamente emigrar por vía directa. El registro de pasajeros de los barcos fletados
bajo la organización de SERE y JARE, queda en 9,824 según una fuente detallada[18], ese
fue el medio de salida de los barcos más grandes aunque ese no fue el único procedimiento de escape, ya que existieron rutas indirectas de salida por Lisboa, Argel
y Marruecos patrocinadas por la embajada mexicana. La cifra más común que se
maneja de vidas salvadas durante su odisea se suele estimar entre 40 y 45 mil.
Periodo del arribo de barcos a México
En el periodo que abarca del 7 de
junio de 1937, año de llegada de los célebres “niños de Morelia”, un grupo de
461 niños españoles —la mayoría huérfanos a raíz de la guerra civil en su país
y que fueron radicados en la capital michoacana— y hasta finales de 1942. Fue entonces cuando llegaron a
México los refugiados, la mayoría de ellos españoles, aunque había también judíos,
libaneses y gente de otras nacionalidades que escapaban de la guerra.
Otros países embarcando refugiados
Con recursos más limitados, otros
países contribuyeron al rescate de españoles. Se recuerda la contribución de
Chile, con la participación del poeta Neruda, y el fletamento del barco
Winnipeg. Pablo Neruda escribió: “Que la crítica borre toda mi poesía, si le
parece. Pero este poema, que hoy recuerdo, no podrá borrarlo nadie.”
Gilberto Bosques representante de la masonería mexicana
Siendo cónsul, Gilberto también está adscrito
a la masonería. “En mayo de 1939, la Gran Logia Valle de México le pide a
Gilberto Bosques que la represente en Francia”[19] y
además la francmasonería francesa forma un comité de ayuda, en especial alarmado
por la intención de Francisco Franco para asesinar a los masones españoles.
NOTAS:
[1]
Comisión de Derechos Humanos del D.F., “Gilberto Bosques Saldívar”, México, p.
41. Incluso ganó la elección para el Constituyente de 1917 pero por su edad
resultó no elegible y debió esperar un tiempo más para contender y obtener su
primera diputación en su estado natal.
[2]
Gilberto Bosques, Historia Oral de la
Diplomacia Mexicana, Ed. Secretaría de Relaciones Exteriores, México, 1988,
p. 38, citado por Antonio Pérez Manzano, DON GILBERTO BOSQUES. DIPLOMACIA DIGNA
Y HUMANITARIA, Revista de la Asociación
de Diplomáticos Escritores, Núm. 10, México, 2004.
[3]
MALGAT, Gérard, Gilberto Bosques, la
diplomacia al servicio de la libertad (1939-1942).
[4]
Antonio Pérez Manzano, “Don Gilberto Bosques. Diplomacia digna y humanitaria”, Revista de la Asociación de Diplomáticos
Escritores, Núm. 10, México, 2004.
[5]
KIESSLING, Wolfgang, "...Quien tanto hizo por nosotros", p. 341.
[6]
MALGAT, Gérard, Gilberto Bosques, la
diplomacia al servicio de la libertad (1939-1942), p. 72.
[7]
Gilberto Bosques, Historia Oral de la Diplomacia
Mexicana, Ed. Secretaría de Relaciones Exteriores, México, 1988, p. 54.
[8]
Gilberto Bosques, Historia Oral de la
Diplomacia Mexicana, Ed. Secretaría de Relaciones Exteriores, México, 1988.
[9]
MALGAT, Gérard, Gilberto Bosques, la
diplomacia al servicio de la libertad (1939-1942), p. 89.
[10]
MALGAT, Gérard, Gilberto Bosques, la
diplomacia al servicio de la libertad (1939-1942), p. 104. Recibe el
encargo directamente del Presidente Cárdenas.
[11]
Por si faltaran dificultades, en esa negociación debemos notar que el Gobierno
mexicano apuntó su simpatía hacia De Gaulle y su Francia libre en el exterior,
por lo que reconocía abiertamente y daba apoyo material al antagonista de
Pétain.
[12]
En la Conferencia de la Habana de julio de 1940, el gobierno de México solicita
abiertamente barcos a las naciones latinoamericanas, sin obtener respuestas
favorables. MALGAT, Gérard, Op. cit. P.
139.
[13]
MALGAT, Gérard, Gilberto Bosques, la
diplomacia al servicio de la libertad (1939-1942), p. 288.
[14]
Tomado de la página http://holocaustoenespanol.blogspot.mx/2009/11/gilberto-bosques-saldivar-el-schindler_20.html.
A su vez, parece resumen de Gerard MALGAT.
[15]
Página http://holocaustoenespanol.blogspot.mx/2009/11/gilberto-bosques-saldivar-el-schindler_20.html.
A su vez, parece resumen de Gerard MALGAT.
[16]
Antonio Pérez Manzano, “Don Gilberto Bosques. Diplomacia digna y humanitaria”, Revista de la Asociación de Diplomáticos
Escritores, Núm. 10, México, 2004. Dice “llevándolos en calidad de
prisioneros a un hotel de Bad Godesberg, cercano a la ciudad de Berlín (SIC)”. Eso
es una errata, lo correcto es junto a la ciudad de Bonn.
[17]
Gilberto Bosques Saldívar, "Regreso de Europa", discurso pronunciado
ante diputados de la xxx Legislatura Federal en la Ciudad de México en 1944, en
Artículos, conferencias y discursos, Puebla, H. Congreso del Estado de Puebla, LII
Legislatura, s/f, p. 334.
[18]
Vázquez Hernández, Aurelio, “La diplomacia mexicana: ¿agente al servicio del
exilio español?”, Revista HAOL, Núm. 22 (Primavera, 2010), 7-17.
[19]
MALGAT, Gérard, Gilberto Bosques, la
diplomacia al servicio de la libertad (1939-1942), p. 79.
2 comentarios:
Excelente material y amigable redacción.
Felicidades!
GRACIAS...!!!
Históricamente gran baluarte y poco conocido.
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