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martes, 8 de septiembre de 2020

TEMAS SURGIDOS DE “EL AZAR Y LA NECESIDAD” DE JACQUES MONOD






Por Carlos Valdés Martín

Separé unas notas sueltas del análisis del libro El azar y la necesidad de Jacques Monod, laureado como Premio Nobel 1965 de medicina y editado originalmente en el año 1970. Resultaron tres temas independientes interesantes, rotulados: “Selección natural de las ideas”, “Animismo y la antigua alianza” y “De la elegancia matizada con oscuridad”. En ellos se relacionan las nociones de la biología, el método científico y la originalidad creativa desde Francia.

La selección natural de las ideas
"Las ideas dotadas del más alto poder de invasión son las que explican al hombre asignándole su lugar en un destino inmanente, en cuyo seno se disuelve su angustia"[1]. Aquí Monod parangona una de las tres propiedades biológicas notables de los organismos con las ideas: reproducirse, perpetuando su estructura y hasta multiplicándose, incluyendo las posibilidades de fusionar, recombinar su estructura, evolucionar bajo el principio de selección, etc. No resulta extraño que las ideas tengan un "comportamiento" afín a los seres vivos, porque integran un subgrupo dentro de los entes animados, una fracción pensada que deriva del zoo humano. Además aquéllas integran una parte esencial e inseparable de estos organismos vivos que pretendemos coronar una evolución o un milagro descendente de la divinidad. Dentro de esa vida de las ideas encontramos que ciertas de ellas poseen efectividad para prosperar en el medioambiente, moverse o evolucionar. Dentro de esta opción de éxito Monod asigna un valor alto a la urgencia de las explicaciones últimas, lo que incumbe a la ontogenia y los fenómenos principalmente religiosos alrededor de ésta. Para conquistar las ideas deben proporcionar gratificaciones mediante nociones de génesis y salvación, lo que sumado proporciona una ontogenia o “cosmovisión”.
A contraluz de Daniel Bell quien explica la importancia de la cosmovisión en términos de religión, que dé coherencia al sujeto y eje a su valoración moral,[2] está Monod explicando el éxito de las visiones religiosas por su papel en la formación de la cosmogonía del individuo ordinario. De ahí también sigue otra consecuencia: la importancia de las explicaciones filosóficas coherentes que buscan dar esa integración de la conciencia del ser humano en el mundo. "De Platón a Hegel y Marx, los grandes sistemas filosóficos proponen en su totalidad ontogenias a la vez explicativas y normativas"[3]. Para lograr destacar entre el bosque de conceptos, por tanto los sistemas de pensamiento requieren de fuerza explicativa para coordinar todos los rincones del pensamiento, generando un efecto que disipe la angustia humana, como diría Kierkegaard, proporcionando consolación,[4] mediante el gran panorama desde el principio hasta el final que se llama ontogenia o cosmovisión, donde cada quien ubique su propio “sentido de la vida”.  

Animismo y antigua alianza
Una tesis significativa de Monod es la del arraigo del animismo, esa ingenua proyección de la existencia personal en la naturaliza, ese afecto de colocar imaginariamente cualidades humanas o suprahumanas sobre la naturaleza cuando ésta permanecía misteriosa.[5] Matiza cuando considera que el animismo también expresa una alianza legítima entre humano y naturaleza, una aceptación de una afinidad innegable. En la mente más avanzada pervive el animismo centrado en "la hipótesis de que los fenómenos naturales pueden y deben explicarse en definitiva de la misma manera, por las mismas, leyes, que la actividad humana, subjetiva, consciente y proyectiva"[6]. Considera que ahora se restablece un animismo cósmico, que las nuevas cosmovisiones recuperan el animismo y confunden el orden humano y el natural, imponiendo una único orden de leyes, como acontece con diversos idealismos, por ejemplo el de Hegel donde toda naturaleza es manifestación parcial (enajenada) del devenir de la idea. Otro ejemplo más reciente señala a Teilhard de Chardin quien especuló con la unidad global de la energía y su sentido ascendente. Ejemplos que retoma en la idea presente en el positivismo de que existiría un solo tipo de evolución cósmica, desde la naturaleza hasta la humanidad, la cual se puede encontrar "en el centro del positivismo del Spencer y del materialismo dialéctico"[7]. Esto último debe constar que queda más justificado por la deformación estalinista, porque el materialismo histórico desde su polémica con el idealismo ya había establecido cuál es el parteaguas entre sociedad y naturaleza, aunque cabe rediscutir con los científicos naturales. Sin embargo, el eje de crítica de Monod se enfila hacia la epistemología del reflejo de Engels y la cuestionable intención para convertir la dialéctica en aplicación directa hacia el conocimiento científico. Aunque el asunto es bastante complejo, Monod lanza un ataque frontal en contra de la dialéctica de la naturaleza, refutación de cualquier intento de aplicar la forma lógica dialéctica en la investigación natural. Esto lo demuestra prolijamente en los siguientes casos donde Monod considera grandes errores: de Engels por el rechazo al segundo principio de la termodinámica y la interpretación puramente selectiva de la evolución de Darwin; de Lenin por atacar la epistemología de Match; de Jdanov por combatir la "escuela de Copenhague"; y de Lyssenko atacando a los genes bajo el pretexto de que eran idealistas. Sería demasiado largo discutir caso por caso, pues está mezclada gran variedad de cuestiones en los dogmatismos de la llamada “ciencia soviética” y similares. De la argumentación cabe admitir que los voceros estalinistas (el famoso caso Lyssenko) han demostrado un comportamiento grotescamente dogmático ante la ciencia natural, pero eso no implica que cualquier “dialéctica” implique siempre un expediente burocrático, de hecho hay versiones radicales anti-burocracia.[8]

Sin embargo, existe un punto de interesante discusión, pues a Jacquez Monod, y con razón, le parece que el materialismo dialéctico observa, en su cosmovisión, que existe un proceso de constante evolución y que la inteligencia humana (la especie humana en su totalidad) forma parte integral de esa evolución. Por eso resume la cosmovisión en base a: El modo de existencia de la materia es el movimiento; luego el universo esta en perpetua evolución; el conocimiento verdadero contribuye a la inteligencia de esa evolución; luego el pensamiento consciente refleja la evolución y la practica. Reiterando: "el pensamiento es parte y reflejo del movimiento universal, y ya que su movimiento es dialéctico, es preciso que la ley de evolución del universo sea dialéctica"[9]. Este sentido del ascenso del universo está cuestionado y choca frontalmente con la segunda ley de la termodinámica, que al generalizarse, se convierte en la ley de la entropía, que luego se ha convertido en la ley de la disipación de la organización y de la información desbordando la energía, y así, es interpretada como la "Primera Ley de la Muerte del Universo" por mera disipación y por esa consecuencia Engels rechazó el segundo principio de la termodinámica[10]. Sin embargo, la polémica debe tocar tanto lo particular como lo general y no fundirlo. Normalmente, lo científicos naturales como Monod, parten de la certeza particular de la entropía por las evidencias de la disipación del calor en un sistema parcial, para luego generalizar en directo[11]. Sin embargo, operan órdenes distintos entre la energía mecánica, la organización y la información[12].
Al contextualizar, pareciera que la molestia de Monod con el progresismo de la cosmovisión marxista está en contradicción con su idea de la sociedad, pues mientras refuta el optimismo natural acepta el mismo ordenamiento para la colectividad. Acepta al socialismo como un ideal positivo para la convivencia que —kantianamente—[13] debe sostenerse sobre la simple elección  ética. Porque el autor observa una ruptura abismal entre el hombre y la naturaleza y así "está solo en la inmensidad indiferente del Universo de donde ha emergido por azar"[14]. Esta soledad es su diferencia ante la naturaleza y la causa surgió por el azar, juego de movimientos sobre el que se elabora el tema del  libro. Volvemos a la conmoción darwiniana, pues la teorización de la biología se convierte en el fundamento de la interpretación humano-social y se repite que el biólogo, reinterpretando el sentido de la vida, está obligado y sin remedio para aventurarse a especular sobre la humanidad y su destino: rigor de las leyes de la coherencia, que gravitan sobre el comienzo obligan a abrir los ojos hasta el final.

De la elegancia matizada con oscuridad
De manera directa, Monod en su libro señala "Si Bergson hubiese empleado un lenguaje menos claro, un estilo más 'profundo' , aún se leería"[15]. Saliendo un poco del tema parecería revelar un "secreto" de la permanente innovación en la cultura y academia francesas del último siglo: una pasión por evitar la claridad como argumento mercantil, para que los consumidores o seguidores (especialmente hambrientos)[16] caigan en la ilusión de la novedad profunda. Abunda en el bufete intelectual con sede en París desde la falta de claridad conceptual o cocinar platillos intelectuales impresionantes (su valor intrínseco innegable) con un picante (radicalismo ilusorio) o la inversión literal de la receta previa o formalizar en camisa de once varas una verdad añeja y bien sustentada o cualquier estrategia por la senda de Gatopardo.[17] En ese caos de novedades surgen también las opciones y las renovaciones, las problemáticas auténticas y el crecimiento intelectual.
Esto lo asumimos a condición de tomar la medida exacta de un patio trasero de los complejos intelectuales de inferioridad, como tema esencial de la cultura del rancho electrónico, que se sembró desde la Conquista y la Colonización del Mundo aún pesa en las mentes, incluyendo a las élites cultas y sofisticadas.[18] También por este lado resulta difícil dar gusto y dárselo porque la esencia de la conciencia no siempre está en la "presencia ausente" de lo que anunciamos como la ignorancia del prójimo, para que cuando lea el prójimo, quede sorprendido y con una conciencia de complicidad forzosa: si rechaza abiertamente lo dicho sería por inculto y si acepta quedaría agraciado con el saber de los Arcanos, que únicamente se destila para mentalidades selectas y educadas.
Sin embargo, recordemos que Francia fue la tierra que alimentó a Descartes y asume por siglos su legado intelectual; antaño referirse a tales coordenadas implicaba  hablar de la claridad más diáfana del pensar, la elegancia indiscutible de las ideas distintas y bien argumentadas. Ese antiguo privilegio de la cuna predilecta del racionalismo se modifica para volverse la patria habitual de la novedad intelectual en materia de ciencias humanas y sociales.[19]

NOTAS:



[1]Monod, El azar y la necesidad, p. 178.
[2] En Daniel Bell, Las contradicciones culturales del capitalismo, quien aporta un análisis interesante del fenómeno cultural como autónomo respecto del entorno económico y político, para señalar una dinámica propia, dentro de lo cual considera que su dintel requiere de religiosidad para apaciguar el nihilismo creciente en Occidente.
[3]Monod, p. 180. De ahí, también explica Monod la necesidad de añadir el materialismo dialéctico para redondear al marxismo: exigencia de coherencia, donde "la historia humana y la del cosmos están asociadas como obedeciendo a las mismas leyes eternas" (p. 181). Al parecer el argumento es muy próximo a lo revelado por Camus que difiere con el marxismo para elaborar una filosofía del absurdo.
[4] Soren Kierkegaard, Diario de un seductor. Bajo la narrativa novelesca hay un trasfondo existencialista, que exige un consuelo ante la lejanía de Dios.
[5] Un develar el prejuicio afín al enfoque de Gastón Bachelard en su La formación del espíritu científico, hacia un psicoanálisis de la ciencia.
[6]Monod, p. 41.
[7]Monod, p. 43.
[8] La historia de las izquierdas radicales y disidentes está pletórica de interpretaciones contrarias a la burocracia y al dogmatismo, incluso romper con “cualquier dogma” debería erigirse como un pilar de la dialéctica, véase a Havemann en Dialéctica sin dogma y las interpretaciones de Sartre en su periodo más marxista. 
[9]Monod, p. 45.
[10]Monod, p. 50. Engels en La dialéctica de la Naturaleza.
[11]Cf. Lyotard, La condición posmoderna
[12]Sagan, Carl, Los dragones del edén. En sentido contrario este autor considera demostrado que el crecimiento de la inteligencia (información ordenada) va en un sentido creciente y no por el camino fatal de la entropía.
[13] Referirse a Kant aquí implica una ética que se levanta solitaria por puro razonamiento y elección, pues no requiere de un apoyo en la realidad colectiva, por tanto lo relaciono con la tendencia socialdemócrata de Kautsky.
[14]Monod, p. 190. En este sentido, la consecuencia filosófica resulta más afín al planteamiento del absurdo en Albert Camus.
[15]Monod, El azar y la necesidad, p. 38.
[16] El hambre de cada nueva generación o desde los confines que imaginan a Europa como un centro, según el esquema mental del eurocentrismo, imaginado desde afuera. Véase Samuel Ramos, El perfil del hombre y la cultura en México.
[17] Evitemos la simplificación en la que cayó Lukács a condenar un “carnaval de la consciencia fetichizada” en La significación actual del realismo crítico, por tanto no hablemos de la originalidad de Bataille, Foucault, Baudrillard, Lyotard, etc.
[18] El complejo de inferioridad lo señaló en sentido clásico Samuel Ramos en El perfil del hombre y la cultura en México, retomándolo de la psicología de Adler, luego reinterpretado por Octavio Paz en El laberinto de la soledad y Posdata. 
[19] Sin embargo, el liderazgo no es monopolio de la ciencia social, así la intensidad propia de otros rincones europeos también se admira con la amplia producción intelectual otros países.

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