Por Carlos Valdés Martín
La ambición implica un mérito claroscuro, y así se comportan Hardt y Negri, con ambición para
redefinir la problemática nacional, sin embargo, esa ambición no significa
exactitud ni teoría, lo grandote no descubre lo enorme, lo desmedido no implica lo inmenso. Al tema nacional, ellos casi lo visten como especie de
“perro muerto”, merecedor de desprecio y olvido pues lo imaginan superado por un
curso histórico generador del Imperio
(título de su texto central, el Imperio donde definen ellos su visión esencial
de un nuevo orden mundial), sin embargo, (en contradicción evidente) le dedican
muchísimo espacio, dos amplios capítulos
para enterrar a este “perro muerto”, además de regresar mediante numerosas
intervenciones a lo largo del libro. Tanta atención para negar una realidad (la
de la nación) me recuerda el caso de un niño pequeño quien deseaba agarrar un hermoso
jarrón de porcelana; pero el jarrón descansaba colocado sobre una mesa alta,
inalcanzable para el menor; entonces el niño se ingenió para jalar el
mantelillo bajo el jarrón, pero durante la maniobra resultó que el jarrón se
desequilibró y rodó estrepitosamente hasta el suelo, estrellándose sin remedio;
luego, cuando los padres reprendieron al niño por su travesura, él les
argumentó que el jarrón bello y completo jamás existió, pues solamente veía
fragmentos rotos en el suelo. La conclusión ante tanta buena y esmerada atención de Hardt y Negri (adelante HN) sobre
el tema nacional resulta evidente: el tema nacional no yace muerto ni
moribundo, al contrario, revela la problemática vital de la encrucijada de la mundialización (por tanto, del
Imperio, contenga lo que contenga tal término), entonces la nación en es la vía
de la mundialización.
Lo esencial de la interpretación de HN sobre el tema
nacional aparece dentro de la sección dedicada a la soberanía. Filón generoso y
abarcador, de varias maneras este tema nacional aparece y reaparece en su
discurso. Adelantándome en opinión, el tema nacional me parece vivo, y requiere
de re-interpretarse considerando su contenido sustantivo (su existencia
interior, no reductible a funciones, es decir: con sustancia) y nunca basta
interpretar a la Nación mediante relaciones funcionales o externas, respecto de
realidades diversas, como la existencia política. Veamos más en detalle cómo
observan HN este tema en un sentido funcional, y a pesar de su ánimo de
enterradores terminan reviviendo a este “perro muerto”.
Enfocan HN
a la Nación esencialmente desde el punto de vista político: la Soberanía creada,
luego ausente o presente. Identificación de la Nación con el Estado, o el
Estado-Nación.
En
la creación del Estado europeo moderno a HN les interesa la figura de la Soberanía
como una trascendencia, un más allá trascendente respecto del cuerpo social.
Así, Thomas Hobbes les parece el personaje político crucial (casi fundador) con
su aportación teórica de una Soberanía superior útil para controlar la guerra,
en su famosa frase describiendo a la sociedad como una situación “de todos
contra todos”[1]. Esta
figura de Soberanía o un poder supremo, encanada en el Estado sigue presente,
incluso en las ideas democráticas de Rousseau, donde el contrato social implica
finalmente una enajenación de voluntades[2].
Coincide la visión de muchos teóricos de la política durante la entrada de la
modernidad a Europa, donde les parece a HN, que participan todos los demás
integradores del pensamiento moderno, como Adam Smith con su economía política
clásica y Hegel con su filosofía dialéctica clásica. Con este panorama les
parece a HN prevalece una “avalancha de pensadores” modernos contrariando una
línea que ellos creen posible (pero frustrada e inexistente en los hechos) del
pensamiento inmanentista (derrotado, sometido o nonato), entonces triunfa en la
historia intelectual de Europa un pensamiento trascendente, el discurso sobre
un poder superior respecto de la base social. En la relación entre teorías
trascendentes opuestas a teorías inmanentes HN colocan uno de sus planos de
interpretación, respecto del cual la existencia de la Nación quedará como
fenómeno funcional, así la Nación emana
secundariamente del triunfo de la teoría
trascendente, mediante la aplicación de la Soberanía.
Entonces para HN la relación entre Pueblo-Nación no
les parece un evento “real” (emanado del terreno del hecho) sino una cadena de
construcciones “lógicas”, una especie de montaje ideológico, únicamente útil
para impedir distinguir la realidad existente (al tiempo que impone situaciones
como si fuera un hecho). La cuestión de fondo es: a HN no les interesa
demasiado si existe o ha existido esta relación de huevo-gallina entre
Pueblo-Nación, prefiriéndola condenar en bloque como un epi-fenómeno de la ideología,
a la vez operando como una ideología-fuerza imponiéndose sobre la realidad.
Esta pareja Pueblo-Nación (tan popular en la teoría política moderna) la
podrían aceptar a condición de acontecer en el plano “revolucionario”, pero esa
posibilidad les parece ya quedó suspendida “entre paréntesis” con el evento de
la Revolución Francesa, al contrario, se viene armando un grillete lógico,
porque les parece que la “soberanía nacional popular, no es en realidad más
que otra vuelta de tuerca, una extensión adicional del sometimiento y la
dominación que implicó desde el comienzo el concepto de soberanía”[3].
Ciertamente no estoy de acuerdo con este argumento donde la idea
trascendente de Nación crea su realidad subordinada. Incluso el giro
de la frase “no es en realidad más que otra vuelta de tuerca” revela una
aplanadora de reduccionismo, pues al encontrar (cualquier) objeto a
descalificar basta apabullarlo pues “no es en realidad más que” y se ha obrado
la perfecta homogeneización. Con esto desaparece la especificidad y cualquier
dimensión propia del fenómeno nacional, incluso ni siquiera le resta el
consuelo de ofrecer una apariencia, sino que “no es en realidad más que”, y
para acabar de homogeneizarlo se le envía a la homogeneización de otro círculo,
a la “vuelta de tuerca” refiriéndolo a otra cosa, “el sometimiento” implicado
en la “soberanía”. Primero vaciamos a la Nación, luego al Pueblo lo dejamos
vacío, y los emparejamos como Nación Pueblo, luego los apareamos con Soberanía.
Entonces ya tenemos una triada vacía de Nación-Pueblo-Soberano que son
remitidos a la generalidad de “el sometimiento”. Establecida esta cadena por
HN, ahora también les parece que son “pasos lógicos hacia atrás” de la
argumentación política de la burguesía desde el periodo jacobino, cuya función
radica en “solidificar el poder de la soberanía oscureciendo su base”[4]
En este largo proceso, para HN las líneas causales se recorren en ambos
sentidos, desde Pueblo-Nación-Soberanía con velocidad y alegría, así “Aunque
se propone como la base de la nación, la concepción moderna del pueblo es en realidad producto del
Estado-nación y sólo sobrevive dentro de su contexto ideológico específico”[5].
Con lo cual, a manera de crítica frontal, conviene indicar que para HN el
Estado se (imaginan) convierte en productor, la superestructura (creen)
convertida en estructura; ofreciendo así un esquema (la superestructura
ideológica creando la estructura social) el cual repetidamente aceptan
recuperando a Foucault, pero (con igual insistencia) rechazan recuperando a
Marx.
Repitamos este argumento por describir la confusión
esencial. Para HN el Estado aparece convertido en el Productor de la Nación. El
Estado en la teoría de Marx es la superestructura, entonces HN nos dicen que
produce, y por tanto la colocan como estructura. Una superestructura política
creando una estructura social es un esquema opuesto a Marx y afín a Foucault.
En esta visión HN estiman a la superestructura ideológica (pues incluso antes
del Estado está la concepción trascendental) creando la estructura social.
Con esta doble interpretación (Foucault-Marx) de HN
demuestran una incongruencia de fondo, pues resulta evidente: ambas visiones (Foucault
frente a Marx) son (de principio a fin) incompatibles (absolutamente). Al
menos, en el tema de la Nación HN terminan sepultando a Marx y encumbrando a
Foucault, para centrarse en el terreno político-ideológico, pero asentados en
ese terreno político-ideológico desaparece la sustancia[6]
propia de la Nación, el fenómeno nacional queda vaciado de contenido.
Así únicamente aparece claro y congruente el
concepto de Soberanía, referente a un fundamento político, por tanto exclusivamente
hablan HN de Estado cuando declaran sobre la Nación. Sin embargo, conviene
objetarles, reducir la Nación al Estado, enflaquece la Nación hasta convertirla
en una “pálida sombra”.
La Nación
(dispositivo del Estado) les parece una simple disposición negativa: máquina
disciplinaria del bio-poder y un truco ideológico para mitigar la crisis de la
modernidad.
Ahora bien, en principio siguiendo la huella de los acontecimientos históricos,
el Estado nació desde la sociedad para formarse como Soberano, y para estos
autores después con el paso del tiempo la relación se invierte, para que el
Estado sea el productor del proceso político. “Poco a poco, a medida que se
desarrolla la administración, la relación entre la sociedad y el poder, entre
la multitud y el Estado soberano se invierte, de modo tal que ahora el poder y
el Estado producen a la sociedad.”[7]
Para afirmar esta posición recurren directamente a Foucault, quien afirma su
fundamento los “procesos disciplinarios, puestos en práctica por la
administración penetran tan profundamente en la sociedad (…) da nacimiento al
biopoder”[8].
Si siguiéndolos establecemos una distinción entre Nación y Estado, entonces la
primera recaerá bajo este mismo concepto de bio-poder. La nacionalidad
resultaría un subproducto de la práctica del Estado, una secuela de la
administración, entonces dicho con ironía, para HN el pasaporte crea al compatriota.
Esta afirmación, que para mí se derrumbaría por su propia crudeza, queda en
consonancia armónica con el planteamiento con HN, punto de vista contra el cual
difiero de principio a final. Me parece ellos operan una simple “puesta de
cabeza”, la línea realista indica que la situación del compatriota (vs. el
extranjero) crea el pasaporte. El compatriota aporta su humanidad, el pasaporte
simplemente implica un papel con signos convencionales. Resulta evidente dónde
recae el peso de esta ecuación compatriota-pasaporte. Ciertamente la densidad y
el significado concreto de un “compatriota” varía en cada situación, por lo que
conviene descubrir la compleja dialéctica histórica, donde se institucionaliza
una relación social y política en la definición nacional de los compatriotas.
Partiendo de una versión personalísima (y muy
marginal) de una “actualidad revolucionaria”, les parece a HN que la modernidad
es una crisis perpetua; una crisis tremenda y explosiva, la cual se contiene
momentáneamente por peculiares mecanismos político-ideológicos, tales como la
construcción de una Estado Nacional Soberano. De manera un tanto críptica
indican “el concepto moderno de soberanía nacional desplaza su epicentro de la
mediación de conflictos y crisis a la experiencia unitaria de un sujeto-nación
y su comunidad imaginada”[9].
De manera más directa, indican HN “Toda la cadena lógica de representación
podría resumirse del modo siguiente: el pueblo representa a la multitud, la
nación representa al pueblo y el Estado representa a la nación. Cada eslabón es
un intento de mantener en suspenso la crisis de la modernidad.”[10]
Para captar el sentido de estas largas cadenas de interpretación debo remarcar
con énfasis: la crisis de la modernidad es el sustituto para el concepto marxista de Revolución.
Debemos tomar en cuenta que la Revolución fue un término clave para el
pensamiento de ruptura socialista (comunista, etc.), donde se indicó un mundo a
punto de cerrar su telón, con la Revolución se anuncia un final de los tiempos
milenarista, pero este punto contiene un función teórica importante, revelada
por Lúkacs cuando interpreta a Lenin[11],
donde muestra ampliamente que la actualidad de la Revolución encierra la
función estratégica para interpretar el pensamiento teórico-revolucionario, sin
actualidad de la Revolución no existiría “leninismo” o un marxismo
enérgicamente revolucionario, listo para derrocar al capitalismo. Correspondientemente sin este concepto
radicalizado de “crisis de la modernidad” (equivalente de “Revolución”
en el marxismo radical anterior) no existiría la crítica radical del Imperio
por HN, sino que se desinflaría enteramente, como una construcción superficial.
El filo crítico de HN queda directamente relacionado con el advenimiento de la
Multitud, categoría para resolver revolucionariamente esa (supuesta) crisis de
la modernidad en curso. Por la virtud misma de esa actualidad (supuesta)
permanente de la crisis de la modernidad resulta importante la “máquina lógica”
de la soberanía que relaciona Estado-Nación-Pueblo-Soberanía, y ahí se centra
la crítica de HN. Esto me lleva a concluir que no existe una evidencia de la
“máquina lógica” uniendo Estado-Nación-Pueblo-Soberanía, donde el fundamento
sea la opresión, sino una exigencia del “sistema teórico” propio de HN, sus intenciones
revolucionarias los obligan a encadenar un vínculo
Estado-Nación-Pueblo-Soberanía de esa precisa manera.
La Nación
atrapa a la imaginación y hasta el discurso de la izquierda para convertirse en
el sustituto de la comunidad (absoluta).
Estiman
HN que el modo de concebir la Nación atrapa la visión de la comunidad misma, en
esto existe un tema sutil. Porque, viendo y entendiendo el trasfondo, HN han
estudiado el sentido liberador hondo de la idea de Marx sobre la comunidad
humana, entonces esta idea de comunidad (fundo conceptual de la palabra
comunismo) posee un sentido liberador y polifacético, implica la posibilidad de
la reconciliación final de la humanidad, la liberación de las potencialidades
completas. Por lo mismo, no emplean comunidad en un sentido o término
corriente. Sin embargo, se suele usar ahora la “comunidad” como simple
constatación de hechos, una agrupación sin adjetivos. Ya que ellos, HN poseen
una sutil concepción de “comunidad” se alarman hondamente porque la idea de
Nación alcanza a apoderarse de la
comunidad, indican “la nación llega a ser
la única manera de imaginar ¡la comunidad!”[12]
También esto lo confirman trágicamente con el movimiento bolchevique, el cual
les parece “entró en el terreno de la mitología nacionalista, particularmente a
través del célebre panfleto prerrevolucionario de Stalin sobre el marxismo y la
cuestión nacional (…) en la traducción de Stalin, mientras en nacionalismo se
hace socialista, el socialismo se vuelve ruso y a Iván el Terrible se lo
entierra junto con la tumba de Lenin (…) Es una trágica ironía que el
socialismo nacionalista de Europa llegara a parecerse al nacionalsocialismo.”[13]
Entonces, para HN repetidamente el “velo nacional” ciega la visión sobre la
comunidad. Ciertamente, el caso del bolchevismo contiene otros matices, y no significa
directamente que el tema nacional devore al socialismo, sino a HN les parece un
proceso donde opera la “maquinaria abstracta de la soberanía nacional”[14],
para afectar al socialismo nacionalista (de filiación marxista) y al
nacionalsocialismo (de filiación fascista) con un mismo sello. Como se puede
recordar, la maquinaria abstracta de la soberanía nacional significa la
identificación de Estado-Nación-Pueblo-Soberanía, y efectivamente, con una
“cadena lógica” tan larga y ancha cabe casi cualquier cosa, en ese saco
gigantesco ya meten cualquier evento, porque HN partieron de la premisa de “no
es en realidad más que otra vuelta de tuerca” para reducir al vacío cada uno de
los términos, para que luego una “máquina abstracta” sirva para explicar el
inquietante parecido histórico entre los extremos de Stalin y Hitler. Planteado
así, en el resultado, este argumento de HN, resulta insostenible, porque una
“máquina abstracta” resulta poco sustento para “arrastrar” al socialismo hasta
el campo del nacionalismo, creando un retorcido engendro de socialismo
nacional, se requiere de una fuerza potentísima para descarrilar los grandes
proceso sociales, o re-encarrilarlos. El tema es extremadamente importante para
la evaluación de la cuestión nacional. La fuerza que (hipotéticamente) descarrilla
el curso del socialismo desviándola sobre el carril de la Nación, más bien nos
invita a evitar el error y ya no “evaporar” la sustancia de la Nación,
desapareciéndola de “mundo real” y dejándola como un simple eslabón de una
“máquina abstracta”.
La Nación
les parece corresponder con un periodo histórico del pasado inmediato, fenómeno
del desarrollo capitalista anterior, periodo superado por la “era imperial”.
Les parece a HN que la nación es un fenómeno de la
modernidad, en especial derivado de las relaciones políticas. Por ejemplo el
capítulo dedicado a la Soberanía del Estado-Nación arrancan indicando una
relación de la nación con el Estado Absolutista, indicando “El concepto de
nación se desarrolló en Europa sobre el terreno del Estado patrimonial y
absolutista”[15] Les
interesa que la Nación se convierta en una especie de trascendencia, por eso aparecen
enrolados hacia una visión de la teoría de la enajenación, donde esta enajenación
equivale a trascendencia, línea de escape alejándose del terreno de la
inmanencia. Relacionan a la Nación como la vía de la modernidad, casi sin contener
elementos positivos o superadores de la situación previa, más bien por razones
negativas, aunque parecieran dejar (como perdido) un argumento positivo, donde
indican que “La nación siempre se presenta como una fuerza activa, como una
forma generadora”[16]
Sin embargo, las explicaciones de HN sobre las causas para el avance del
fenómeno nacional durante el periodo moderno parecen predominar en lo negativo,
como pues la nación sirve como dispositivo para mantener el tránsito de la
modernidad en crisis, y una “nueva totalidad del poder”[17].
Ahora bien, creo válido objetar que el fenómeno nacional se universaliza (en su
forma moderna) por razones más de contenido (activo-generadoras), que por
secundarias razones funcionales (su utilidad para detener la crisis de la
modernidad). Además de los endeble que puede ser una “motivación funcional”
para explicar la nación en base elementos ajenos, además se debería poder
demostrar la “presencia” de tales elementos creadores de la función, y con la
interpretación de HN, una parte de la ecuación funcional corresponde a un
elemento “no-advenido”, el elemento de la “crisis de la modernidad” que no se
materializa, es decir, un elemento “no materializado” fundamentaría la
existencia de la nación moderna. Con lo
anterior resulta claro que HN no muestran el contenido de la nación, sino la
reducen a una “función” hipotética, entre elementos también hipotéticos, es
decir, la convierten en un castillo en el aire. Sin embargo, en este punto
simplemente basta señalar que la interpretan con acento en su periodicidad, como
asunto de un especial periodo capitalista moderno.
La Nación
les parece un sistema de homogeneización, una opresión contra lo múltiple. Por el lado del tema racial, a HN les parece que el dispositivo nacional es
homogenizador. Como colonialismo homogeniza a los oprimidos. Como nacionalismo
metropolitano también homogeniza racialmente a los opresores, cuando establece
algún dispositivo para identificarse con una raza en particular. Estiman que
“la identidad del pueblo se construyó sobre un plano imaginario que ocultó y/o
eliminó las diferencias”[18]
Son dos proceso homogenizadores los encontrados-denunciados por HN: el externo
y el interno. En este aspecto el concepto de Nación sirve para “eclipsar las
diferencias internas”.
Indican HN: “Lo que es totalitario es el fundamento
orgánico y la fuente unificada de la sociedad y el Estado (…) Una noción
originaria del pueblo propone una identidad que homogeniza y purifica la imagen
de la población y al mismo tiempo impide las interacciones constructivas de las
diferencias de la multitud” y “El concepto de la nación y las prácticas del
nacionalismo emprendieron desde el comienzo del camino (…) la absoluta
codificación totalitaria de la vida social” [19]
El punto de visa de HN indica aquí dos temas sobre la homogeneización
totalitaria. El primero es el fundamento (origen) como una unidad originaria
del pueblo nacional. Ahora bien, les parece que esta manera de remitirse a los
orígenes solamente puede conducir hacia un totalitarismo homogéneo, y deben
estar pensando en los casos de integraciones nacionales racistas y
homogeneizadoras como acontece con las operaciones racistas y de limpieza
étnica, sin embargo, esa operación no es la única vía de integración nacional[20].
Como “posibilidad” su argumento incluye un exceso, pero como juicio, implica un
segundo juicio, que se puede formular así “ya estamos en el mundo de lo
“homogéneo” (y totalitario). Ahora bien, esto alguien lo podría aceptar como un
“hecho” si simpatiza con HN, sin embargo, a manera de objeción principista, me permito considerar esto: ya
que los propios HN establecen que el nuevo sujeto es la Multitud (múltiple,
anti-homogénea, etc.) entonces (al menos podrían conceder HN) el mundo presente
no resulta homogéneo sino una contradicción: parte homogénea y parte diversa. La
afirmación de que el post-sujeto emergente es de naturaleza no homogénea (a
diferencia del proletariado-ficción de Stalin que sí era homogéneo) entonces
implica también que esta realidad (nacional) ya actual, resulta no homogénea
(en su esencia). Así, mi propio corolario indicaría, que si en el horizonte se
levanta una masa multiforme y plural, entonces debe ser también un resultado de
los pueblos nacionales, entonces resultado del génesis nacional; y siguiendo
este argumento, la nación representa también directamente el principio de la
pluralidad. Al menos un autor de tendencia marxista se enfocó sobre esta
hipótesis para reivindicar al fenómeno nacional como el sello de la variedad de
la humano[21], como
el principio multicolor en contra de una gris humanidad homogénea (de una
variedad de socialismo masificado).
La Nación
oprimida la enfocan desde su afuera: como dialéctica colonial.
El tema de la dialéctica
les interesa para una comprobación negativa y a posteriori. Resulta evidente, por su enfoque HN al entero
movimiento anticolonialista del siglo XX, tan potente y exitoso, casi un
sinónimo de evento progresista y revolucionario, lo recuentan a contrapelo de
las versiones más aceptadas en la derecha y la izquierda. El anticolonialismo
se ha identificado como el anti-imperialismo, y también es el sistema de
referencia donde se ha definido al imperialismo, pero como HN posee una extravagante
y novedosa definición del Imperio, entonces al balance tradicional del
movimiento colonial-anticolonial exigen trastocarlo. Los objetivos básicos más
comúnmente aceptados de la “liberación nacional”, la formación de Estados
independientes en las regiones colonizadas, a HN les parecen eventos (de
beneficios) relativos y hasta insensatos. La conquista de la nacionalidad y del
Estado separado por los pueblos coloniales les parece una superficialidad, y
hasta un retroceso. Indican: “Sin embargo, las funciones progresistas de la
soberanía nacional siempre se complementan con poderosas estructuras de
dominación interna”[22].
Y este defecto del logro de la liberación nacional además de interno, también
es exterior y así universal, pues “la liberación nacional y la soberanía
nacional no sólo son impotentes contra esa jerarquía capitalista global, sino
que además contribuyen involuntariamente a respaldar su organización y
funcionamiento.”[23] Y este abatir
las colonias creando Estados independientes, les parece a HN resulta la entrada
para una opresión más radical (un hundimiento), así afirman que con “El fin de
los colonialismos modernos (…) podemos vislumbrar por primera vez el paso al
imperio”[24]
Conclusión, que se discute con frialdad desde el punto de vista de las especulaciones
teóricas, pero resulta casi una grosería como balance de las luchas de
liberación nacional, que implicaron tan enormes movilizaciones y ríos de sangre
de los pueblos, donde logaron avances en su condición y recuperación de su
dignidad; porque tal conclusión de HN minimiza
hasta un nivel de caricatura los enormes procesos en el confín del globo, procesos
que sacaron de marasmo a los pueblos y permitieron liberarlos de situaciones de
semi-esclavitud en la mayor parte del planeta. Estoy consciente de que HN no
pretenden insultar la larga cadena de luchas de los pueblos, incluso los
consideran como la materia prima de la constitución de la Multitud, esa figura su
mítica de la liberación por venir, sin embargo, me parece evidente, por su
teoría ellos propenden a establecer la “tabla rasa” de tal manera que las
luchas del pasado las estiman “haciendo el juego” (o refuncionalizadas)
enteramente bajo las formas políticas creadas, precisamente porque “el Estado es el regalo envenenado de la
liberación nacional”[25]
Con instinto de intelectuales radicales HN saltan espantados en cuanto entra en
escena un figura generadora de la existencia terrenal y con ésta emerge la
sombra (para ellos invariablemente maligna) de lo acontecido (el simple hecho,
el status quo).
Ahora bien, el calificativo de la “dialéctica” del
colonialismo no les parece que corresponda al entero proceso de las luchas y
las liberaciones parciales, y sus contragolpes históricos, sino que lo centran
en un fenómeno ideológico. El colonialismo europeo ha sido también la creación
de una polaridad ideológica entre el lado occidental civilizado opuesto al lado
oriental bárbaro. Esto ha ocurrido en la simplificación ideológica y ha sido
bandera del colonialismo, polaridad simplista de las mentes simplificadoras, (adelanto
mi objeción: la entera visión de Europa no se ha reducido a esta polaridad). Afirman
que “El colonialismo homogeniza las diferencias sociales reales creando una
oposición decisiva que lleva las diferencias a un extremo absoluto y luego
subsume la oposición en la construcción de la civilización europea. La realidad no es dialéctica; el
colonialismo lo es.”[26]
Aquí HN nos describen un proceso de polarización simplificadora, donde se concentra
la realidad social en dos polos, de tal manera la sociedad colonizadora crea su
contraparte, purificándola en un sentido atroz. Ahora bien, este proceso
existente contiene dos aspectos, el sentido ideológico y social es más consistente,
por este proceso cualquier piel morena caía en el saco de la raza inferior,
pero esto no metamorfoseaba tales pieles en otras distintas, simplemente caen
en una categoría racial de “negro” o “indio”. Esta operación ocurre más en el
plano ideológico político que de relaciones sociales, y a esta aparición de una polaridad purificada
HN la llaman una dialéctica, y
curiosamente creo que no corresponde al concepto fino y elegante de dialéctica propio
de Hegel ni Marx, sino a una versión simplificada. A este proceso Hegel lo colocaría
en un momento “reflexivo”, caracterizado por la simple oposición de polaridades
sin entender la mutua creación de una a la otra, ni se establezca su movimiento
completo[27] . Esta descripción de HN corresponde
preferentemente a la versión burda de la dialéctica, la cual (siendo burda) les
parece irreal.
La Nación
se opone a la aparición del Sujeto Revolucionario esencial por cuanto impide la
unificación de la Multitud planetaria.
Para la escuela histórica alemana
(con Herder), ya la Nación aparece como elemento activo, tanto que la estiman
como “la locomotora material que recorre a lo largo de la historia, el
que constituye la historia. La nación llega a ser, finalmente, la
condición de posibilidad de toda acción humana y de la vida social misma.”[28]
En ese sentido de la ideología de Herder por ejemplo, la Nación sustituye al
Sujeto colectivo, cualquiera que fuera. Asimismo, la Nación puede quedar
vinculada fuertemente al Pueblo, tal como lo descubrió la corriente jacobina,
así: “El vínculo entre el concepto de nación y el concepto de pueblo fue, en
verdad, una potente innovación” dentro de “la sensibilidad jacobina, como de
otros grupos revolucionarios”[29]
El “concepto de pueblo también completa el de nación” por lo que se establecen
estrechas relaciones de identidad conceptual. Sin embargo, en el pensamiento de
matiz político de HN les interesa por cuanto esta mancuerna solidifica un
concepto de Soberanía trascendente, dando pasos lógicos hacia atrás, los cuales
solidifican el poder de la Soberanía. Pero centrándonos en lo que nos interesa,
“Toda nación debe convertir la multitud en pueblo”[30]
y con esto el supuesto sujeto celestial (la Multitud) esperado por HN queda bloqueado,
porque sus deseos bio-políticos radicales quedan sometidos a la estructura
nacional, al marco disciplinario de la Nación. Ahora bien, mi evidente objeción
a esta cadena del argumento de una Nación bloqueando la conformación de la
Multitud conviene hacerla más explícita. La interpretación de HN sobre la
Multitud emana un embellecimiento continuado del Sujeto colectivo, reviviendo
bajo nueva etiqueta la función del Proletariado Revolucionario, por cuanto
ellos estiman que este sujeto debe operar bajo una libertad sin límites, sin
enajenaciones, reconstituyendo directamente la comunidad humana, implantando el
reino psicológico del Deseo. Cargan a la Multitud de tantas funciones
beatíficas, que garantizan nunca se realizarán, ofrecen una inmanencia de la
utopía, como simple suposición. La objeción es esta: la Multitud no se constituye,
porque no existe posibilidad de que el Sujeto social alcance tal situación,
únicamente durante “momentos” históricos breves la masa parece tener tal
alcance, pero es un una situación transitoria (un instante de fundación) y
nunca una estructura permanente del devenir histórico[31].
Entonces debo concluir por mi parte que no existe una Nación (ni ningún otro Poder
o bio-poder supuesto o real) que impida la constitución de esa Multitud,
simplemente tal Multitud no se va a levantar como tal Sujeto, porque representa
una Solución ideada por HN para resolver la encrucijada histórica, y no contiene
la representación real del devenir del Sujeto colectivo planetario en curso.
Conclusión
o la Miseria de la Nación para HN.
En todos esos sentidos, entonces la Nación se
presenta como un fenómeno de anti-revolución, un dispositivo de contención de
la Crisis de la Modernidad (para HN, paradójicamente una Crisis omnipresente,
como la Revolución del leninismo, pero que nunca cristaliza a plenitud). La
Nación representa el dispositivo de “territorialización” (reversión del espacio
universal posible, des-territorializado), es decir, limita la esencial
movilidad hipotética del Sujeto revolucionario por venir, impide la
instauración plena de la Multitud. Les parece, que mediante la Nación, la
Multitud permanece en el nivel deprimido y enajenado de Pueblo, entonces la Nación
les parece un dispositivo enajenado de bio-poder, que efectivamente genera
al Pueblo, y lo convierte en instrumento del sistema enajenado, sustento
de la Soberanía del Estado-Nación. Respecto de la defensa de las Naciones
oprimidas, les parece acontece una dialéctica, en la cual la liberación de ayer
termina siendo una opresión de hoy, porque los pueblos que obtienen su
independencia pierden el fermento de libertad, para convertirse en su opuesto
(el salto de los opuestos de la dialéctica). Ciertamente, este pasaje lo tratan
HN con delicadeza, pero no evitan deslizarse hasta el extremo de su argumento. Finalmente,
la Nación les parece retaguardia, un mal pretexto para enfrentarse al Imperio,
entonces creen ya no existe una lucha nacional contra el imperialismo (no
existe nacionalismo antiimperialista como pretendió la izquierda del siglo XX), sino que tanto
Imperio como Nación pertenecen a una especie de basurero de la historia, sin
embargo el evento “barredora de la historia” que no arriba todavía, pero (ellos
creen) moralmente merecería advenir y lavar la tierra de sus despojos.
El anhelo de HN señala la dirección post-nacional,
pero esa esperanza no implica un efectivo análisis de las tendencias en curso.
Ciertamente, cualquier autor lo entiende, ahora avanza la mundialización a
velocidad imparable. En mi perspectiva, con ello no desaparece el fundamento
real de la Nación. Ésta se reacomoda en su papel político, cambiando el
Estado-Nación, y alterándose sus modos de reproducción (integraciones y
desintegraciones nacionales). Las naciones poseen un fundamento propio, imposible
de reducir a dispositivos de bio-poder, al contrario, me parece que la Nación
ofrece los recursos efectivos de liberación. La complejidad de la relación
entre Nación-Mundo-Historia-Pueblos, etc., no es comprendida por HN, en su afán
de inventar un nuevo sujeto de la historia, entendido como Multitud, destinado
milagrosamente a liberarnos del Imperio existente (objeto teórico construido
por HN que tampoco corresponde al sistema-mundo presente). Con el balance de HN
nos queda una flaca caricatura de la existencia de la Nación, y de sus
multiplicidad efectiva, por tanto tampoco ofrecen una alternativa política útil
o viable para las luchas políticas presentes en las diferentes naciones, porque
únicamente restaría idealizar a los migrantes, como una supuesta vanguardia del
“deseo sin fronteras” latente en la Multitud. Respecto de la Nación, una y otra
vez, descubrimos que no representa un “perro muerto” de la teoría, sino parte
de la compleja interpretación del mundo en su curso. El avance acelerado de la
integración entre naciones no implica la desaparición del tema nacional, sino
su mutación, su reconfiguración y entenderlo resulta esencial, para descubrir
las vías eficaces por las cuales transitará la existencia de los pueblos, su
avance efectivo para recuperar sus propias condiciones de existencia. Las
integraciones multi-nacionales son un fenómeno de primera importancia y
comprenderlas abrirá el camino para descubrir las alternativas políticas y
culturales más avanzadas. En cambio, la persecución de la constitución de un
mega-sujeto fantasioso, como me parece es la Multitud, no ofrece una salida,
sino repetir un interrogante. A su manera, HN repiten una ilusión del
denominado “espontaneísmo”, pues si las masas se levantaran y organizaran
autónomamente, nada las detendría para alcanzar los objetivos que libremente se
propusieran, entonces resulta suficiente con invocar una bondad intrínseca de
la gran masa, pero como las figuras históricas bajo las cuales aparece no dan
los frutos esperados, entonces el “espontaneísta” viste a las masas con los
nuevos colores de su propia imaginación.
La tesis, en el fondo simple, del “espontaneísmo” la repite un discurso
donde las esperanzas más inconmensurables se plasman en la Multitud, el nuevo
traje de su majestad el Sujeto Revolucionario. Para HN la perspectiva de la
Multitud les resulta tan brillante, que termina deslumbrándolos, y cualquier
figura histórica, resulta opaca y carente de sentido; si además parece un
elemento que bloquea el arribo de la Multitud, entonces les parecerá nefasta.
Bajo esa categoría de entidades nefastas, termina cayendo la Nación, pues
bloquea la emergencia de la hipotética Multitud. En efecto, la evidencia
empírica nos indica colectividades nacionales, por lo tanto, la historia
reciente ha aceptado la efectividad del Pueblo-Nación como colectividad
actuante. Por su parte, HN desean la
aparición del sucesor, del “verdadero rey”, por tanto enfocan a la Nación, ansiando su desaparición. De ahí,
algunas notas casi heréticas para la izquierda cuando abordan la lucha
anticolonial, a la cual en vez de celebrar la censuran. En fin, en ese tenor
resulta que HN no están dispuestos a tolerar dentro de su discurso teórico a la
Nación, y la arrojan a un basurero de la historia, para anunciar (escondiendo
la sonrisa de satisfacción) que el Imperio ya opera demoliendo las “realidades
nacionales”. A pesar de tan intensos e intencionados embates de HN, la Nación
surge y resurge, como en la comedia del barroco español, donde informan que “los muertos que vos matais, gozan de cabal
salud”. Después de la autopsia imaginada por HN, el fenómeno nacional continúa
rondando por el mundo.
NOTAS:
[6] Cf. ECHEVERRIA, Bolívar, "El problema de la nación desde la
`crítica de la economía política'", en El
discurso crítico de Marx, Ed. Era, México, 1986. Manifiesta la noción de
que la nación debe poseer su propia sustancia material.
[10] Imperio,
p. 131. Conviene repetir esta “cadena lógica de HN, indicando que “representar
es sustituir”, entonces pues a la Multitud la sustituye el Pueblo, al Pueblo lo
sustituye la Nación, a la Nación la sustituye el Estado y el Estado sustituye a
todos, acaparando la Soberanía. Como la pretensión de HN es restablecer la
Soberanía para la Multitud, entonces su interés será desaparecer cada eslabón
de esta “cadena lógica”, como preparando el advenimiento de una inmanencia con
solamente un elemento la Multitud que recupera su protagonismo, deviene Sujeto
Soberano, aunque no les agrada el término “sujeto”.
[11] LUKÁCS,
Georg, Lenin. Por tanto, Revolución
actual implica un parte-aguas entre las tendencias comunistas y las demás
opciones socialistas de corte reformista.
[12] Imperio,
p. 108. Este comentario proviene de una ironía hacia la idea de Benedict
Anderson sobre las comunidades imaginadas, en cuanto a una característica del
fenómeno nacional.
[20] Como ejemplo, de otra alternativa existe la propuesta mestiza y
multirracial de integración de México, ejemplificada en la obra de José
Vasconcelos, La raza cósmica.
[21] BLOOM, Salomón F., El mundo de las naciones. El problema nacional
en Marx, Siglo XXI editores, Argentina, 1975.
[24] Imperio, p. 133
[27] Cf.
LEFEBVRE, Henri, Lógica formal, lógica
dialéctica, Ed. Siglo XXI. Entonces un momento de polarización o
“reflexivo” por referirse a un juego de espejos, no corresponde a la dialéctica
completa, sino al momento de polos excluyentes.
[31] Debo reconocer el mérito
de Hegel, al descubrir esa limitación de la libertad absoluta encarnada en la
masa, que se autodisuelve, ya sea como periodo de Terror o instauración de una
Constitución. Cf. Fenomenología del
espíritu.
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