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miércoles, 8 de octubre de 2008

LA NACION REDESCUBIERTA A PESAR DEL IMPERIO: DESAVENENCIAS EN TORNO A LA INTERPRETACION DE HARDT Y NEGRI





Por Carlos Valdés Martín

La ambición implica un mérito claroscuro, y así se comportan Hardt y Negri, con ambición para redefinir la problemática nacional, sin embargo, esa ambición no significa exactitud ni teoría, lo grandote no descubre lo enorme, lo desmedido no implica lo inmenso. Al tema nacional, ellos casi lo visten como especie de “perro muerto”, merecedor de desprecio y olvido pues lo imaginan superado por un curso histórico generador del Imperio (título de su texto central, el Imperio donde definen ellos su visión esencial de un nuevo orden mundial), sin embargo, (en contradicción evidente) le dedican muchísimo espacio, dos amplios capítulos para enterrar a este “perro muerto”, además de regresar mediante numerosas intervenciones a lo largo del libro. Tanta atención para negar una realidad (la de la nación) me recuerda el caso de un niño pequeño quien deseaba agarrar un hermoso jarrón de porcelana; pero el jarrón descansaba colocado sobre una mesa alta, inalcanzable para el menor; entonces el niño se ingenió para jalar el mantelillo bajo el jarrón, pero durante la maniobra resultó que el jarrón se desequilibró y rodó estrepitosamente hasta el suelo, estrellándose sin remedio; luego, cuando los padres reprendieron al niño por su travesura, él les argumentó que el jarrón bello y completo jamás existió, pues solamente veía fragmentos rotos en el suelo. La conclusión ante tanta buena y esmerada atención de Hardt y Negri (adelante HN) sobre el tema nacional resulta evidente: el tema nacional no yace muerto ni moribundo, al contrario, revela la problemática vital de la encrucijada de la mundialización (por tanto, del Imperio, contenga lo que contenga tal término), entonces la nación en es la vía de la mundialización.
Lo esencial de la interpretación de HN sobre el tema nacional aparece dentro de la sección dedicada a la soberanía. Filón generoso y abarcador, de varias maneras este tema nacional aparece y reaparece en su discurso. Adelantándome en opinión, el tema nacional me parece vivo, y requiere de re-interpretarse considerando su contenido sustantivo (su existencia interior, no reductible a funciones, es decir: con sustancia) y nunca basta interpretar a la Nación mediante relaciones funcionales o externas, respecto de realidades diversas, como la existencia política. Veamos más en detalle cómo observan HN este tema en un sentido funcional, y a pesar de su ánimo de enterradores terminan reviviendo a este “perro muerto”. 

Enfocan HN a la Nación esencialmente desde el punto de vista político: la Soberanía creada, luego ausente o presente. Identificación de la Nación con el Estado, o el Estado-Nación.  
En la creación del Estado europeo moderno a HN les interesa la figura de la Soberanía como una trascendencia, un más allá trascendente respecto del cuerpo social. Así, Thomas Hobbes les parece el personaje político crucial (casi fundador) con su aportación teórica de una Soberanía superior útil para controlar la guerra, en su famosa frase describiendo a la sociedad como una situación “de todos contra todos”[1]. Esta figura de Soberanía o un poder supremo, encanada en el Estado sigue presente, incluso en las ideas democráticas de Rousseau, donde el contrato social implica finalmente una enajenación de voluntades[2]. Coincide la visión de muchos teóricos de la política durante la entrada de la modernidad a Europa, donde les parece a HN, que participan todos los demás integradores del pensamiento moderno, como Adam Smith con su economía política clásica y Hegel con su filosofía dialéctica clásica. Con este panorama les parece a HN prevalece una “avalancha de pensadores” modernos contrariando una línea que ellos creen posible (pero frustrada e inexistente en los hechos) del pensamiento inmanentista (derrotado, sometido o nonato), entonces triunfa en la historia intelectual de Europa un pensamiento trascendente, el discurso sobre un poder superior respecto de la base social. En la relación entre teorías trascendentes opuestas a teorías inmanentes HN colocan uno de sus planos de interpretación, respecto del cual la existencia de la Nación quedará como fenómeno funcional, así la Nación emana secundariamente del triunfo de la teoría trascendente, mediante la aplicación de la Soberanía.
Entonces para HN la relación entre Pueblo-Nación no les parece un evento “real” (emanado del terreno del hecho) sino una cadena de construcciones “lógicas”, una especie de montaje ideológico, únicamente útil para impedir distinguir la realidad existente (al tiempo que impone situaciones como si fuera un hecho). La cuestión de fondo es: a HN no les interesa demasiado si existe o ha existido esta relación de huevo-gallina entre Pueblo-Nación, prefiriéndola condenar en bloque como un epi-fenómeno de la ideología, a la vez operando como una ideología-fuerza imponiéndose sobre la realidad. Esta pareja Pueblo-Nación (tan popular en la teoría política moderna) la podrían aceptar a condición de acontecer en el plano “revolucionario”, pero esa posibilidad les parece ya quedó suspendida “entre paréntesis” con el evento de la Revolución Francesa, al contrario, se viene armando un grillete lógico, porque les parece que la “soberanía nacional popular, no es en realidad más que otra vuelta de tuerca, una extensión adicional del sometimiento y la dominación que implicó desde el comienzo el concepto de soberanía”[3]. Ciertamente no estoy de acuerdo con este argumento donde la idea trascendente de Nación crea su realidad subordinada. Incluso el giro de la frase “no es en realidad más que otra vuelta de tuerca” revela una aplanadora de reduccionismo, pues al encontrar (cualquier) objeto a descalificar basta apabullarlo pues “no es en realidad más que” y se ha obrado la perfecta homogeneización. Con esto desaparece la especificidad y cualquier dimensión propia del fenómeno nacional, incluso ni siquiera le resta el consuelo de ofrecer una apariencia, sino que “no es en realidad más que”, y para acabar de homogeneizarlo se le envía a la homogeneización de otro círculo, a la “vuelta de tuerca” refiriéndolo a otra cosa, “el sometimiento” implicado en la “soberanía”. Primero vaciamos a la Nación, luego al Pueblo lo dejamos vacío, y los emparejamos como Nación Pueblo, luego los apareamos con Soberanía. Entonces ya tenemos una triada vacía de Nación-Pueblo-Soberano que son remitidos a la generalidad de “el sometimiento”. Establecida esta cadena por HN, ahora también les parece que son “pasos lógicos hacia atrás” de la argumentación política de la burguesía desde el periodo jacobino, cuya función radica en “solidificar el poder de la soberanía oscureciendo su base”[4] En este largo proceso, para HN las líneas causales se recorren en ambos sentidos, desde Pueblo-Nación-Soberanía con velocidad y alegría, así “Aunque se propone como la base de la nación, la concepción moderna del pueblo es en realidad producto del Estado-nación y sólo sobrevive dentro de su contexto ideológico específico”[5]. Con lo cual, a manera de crítica frontal, conviene indicar que para HN el Estado se (imaginan) convierte en productor, la superestructura (creen) convertida en estructura; ofreciendo así un esquema (la superestructura ideológica creando la estructura social) el cual repetidamente aceptan recuperando a Foucault, pero (con igual insistencia) rechazan recuperando a Marx.
Repitamos este argumento por describir la confusión esencial. Para HN el Estado aparece convertido en el Productor de la Nación. El Estado en la teoría de Marx es la superestructura, entonces HN nos dicen que produce, y por tanto la colocan como estructura. Una superestructura política creando una estructura social es un esquema opuesto a Marx y afín a Foucault. En esta visión HN estiman a la superestructura ideológica (pues incluso antes del Estado está la concepción trascendental) creando la estructura social.
Con esta doble interpretación (Foucault-Marx) de HN demuestran una incongruencia de fondo, pues resulta evidente: ambas visiones (Foucault frente a Marx) son (de principio a fin) incompatibles (absolutamente). Al menos, en el tema de la Nación HN terminan sepultando a Marx y encumbrando a Foucault, para centrarse en el terreno político-ideológico, pero asentados en ese terreno político-ideológico desaparece la sustancia[6] propia de la Nación, el fenómeno nacional queda vaciado de contenido. 
Así únicamente aparece claro y congruente el concepto de Soberanía, referente a un fundamento político, por tanto exclusivamente hablan HN de Estado cuando declaran sobre la Nación. Sin embargo, conviene objetarles, reducir la Nación al Estado, enflaquece la Nación hasta convertirla en una “pálida sombra”.

La Nación (dispositivo del Estado) les parece una simple disposición negativa: máquina disciplinaria del bio-poder y un truco ideológico para mitigar la crisis de la modernidad. 
Ahora bien, en principio siguiendo la huella de los acontecimientos históricos, el Estado nació desde la sociedad para formarse como Soberano, y para estos autores después con el paso del tiempo la relación se invierte, para que el Estado sea el productor del proceso político. “Poco a poco, a medida que se desarrolla la administración, la relación entre la sociedad y el poder, entre la multitud y el Estado soberano se invierte, de modo tal que ahora el poder y el Estado producen a la sociedad.”[7] Para afirmar esta posición recurren directamente a Foucault, quien afirma su fundamento los “procesos disciplinarios, puestos en práctica por la administración penetran tan profundamente en la sociedad (…) da nacimiento al biopoder”[8]. Si siguiéndolos establecemos una distinción entre Nación y Estado, entonces la primera recaerá bajo este mismo concepto de bio-poder. La nacionalidad resultaría un subproducto de la práctica del Estado, una secuela de la administración, entonces dicho con ironía, para HN el pasaporte crea al compatriota. Esta afirmación, que para mí se derrumbaría por su propia crudeza, queda en consonancia armónica con el planteamiento con HN, punto de vista contra el cual difiero de principio a final. Me parece ellos operan una simple “puesta de cabeza”, la línea realista indica que la situación del compatriota (vs. el extranjero) crea el pasaporte. El compatriota aporta su humanidad, el pasaporte simplemente implica un papel con signos convencionales. Resulta evidente dónde recae el peso de esta ecuación compatriota-pasaporte. Ciertamente la densidad y el significado concreto de un “compatriota” varía en cada situación, por lo que conviene descubrir la compleja dialéctica histórica, donde se institucionaliza una relación social y política en la definición nacional de los compatriotas.
Partiendo de una versión personalísima (y muy marginal) de una “actualidad revolucionaria”, les parece a HN que la modernidad es una crisis perpetua; una crisis tremenda y explosiva, la cual se contiene momentáneamente por peculiares mecanismos político-ideológicos, tales como la construcción de una Estado Nacional Soberano. De manera un tanto críptica indican “el concepto moderno de soberanía nacional desplaza su epicentro de la mediación de conflictos y crisis a la experiencia unitaria de un sujeto-nación y su comunidad imaginada”[9]. De manera más directa, indican HN “Toda la cadena lógica de representación podría resumirse del modo siguiente: el pueblo representa a la multitud, la nación representa al pueblo y el Estado representa a la nación. Cada eslabón es un intento de mantener en suspenso la crisis de la modernidad.”[10] Para captar el sentido de estas largas cadenas de interpretación debo remarcar con énfasis: la crisis de la modernidad es el sustituto  para el concepto marxista de Revolución. Debemos tomar en cuenta que la Revolución fue un término clave para el pensamiento de ruptura socialista (comunista, etc.), donde se indicó un mundo a punto de cerrar su telón, con la Revolución se anuncia un final de los tiempos milenarista, pero este punto contiene un función teórica importante, revelada por Lúkacs cuando interpreta a Lenin[11], donde muestra ampliamente que la actualidad de la Revolución encierra la función estratégica para interpretar el pensamiento teórico-revolucionario, sin actualidad de la Revolución no existiría “leninismo” o un marxismo enérgicamente revolucionario, listo para derrocar al capitalismo.  Correspondientemente sin este concepto radicalizado de “crisis de la modernidad” (equivalente de “Revolución” en el marxismo radical anterior) no existiría la crítica radical del Imperio por HN, sino que se desinflaría enteramente, como una construcción superficial. El filo crítico de HN queda directamente relacionado con el advenimiento de la Multitud, categoría para resolver revolucionariamente esa (supuesta) crisis de la modernidad en curso. Por la virtud misma de esa actualidad (supuesta) permanente de la crisis de la modernidad resulta importante la “máquina lógica” de la soberanía que relaciona Estado-Nación-Pueblo-Soberanía, y ahí se centra la crítica de HN. Esto me lleva a concluir que no existe una evidencia de la “máquina lógica” uniendo Estado-Nación-Pueblo-Soberanía, donde el fundamento sea la opresión, sino una exigencia del “sistema teórico” propio de HN, sus intenciones revolucionarias los obligan a encadenar un vínculo Estado-Nación-Pueblo-Soberanía de esa precisa manera.

La Nación atrapa a la imaginación y hasta el discurso de la izquierda para convertirse en el sustituto de la comunidad (absoluta).   
Estiman HN que el modo de concebir la Nación atrapa la visión de la comunidad misma, en esto existe un tema sutil. Porque, viendo y entendiendo el trasfondo, HN han estudiado el sentido liberador hondo de la idea de Marx sobre la comunidad humana, entonces esta idea de comunidad (fundo conceptual de la palabra comunismo) posee un sentido liberador y polifacético, implica la posibilidad de la reconciliación final de la humanidad, la liberación de las potencialidades completas. Por lo mismo, no emplean comunidad en un sentido o término corriente. Sin embargo, se suele usar ahora la “comunidad” como simple constatación de hechos, una agrupación sin adjetivos. Ya que ellos, HN poseen una sutil concepción de “comunidad” se alarman hondamente porque la idea de Nación alcanza a apoderarse de  la comunidad, indican “la nación llega a ser la única manera de imaginar ¡la comunidad![12] También esto lo confirman trágicamente con el movimiento bolchevique, el cual les parece “entró en el terreno de la mitología nacionalista, particularmente a través del célebre panfleto prerrevolucionario de Stalin sobre el marxismo y la cuestión nacional (…) en la traducción de Stalin, mientras en nacionalismo se hace socialista, el socialismo se vuelve ruso y a Iván el Terrible se lo entierra junto con la tumba de Lenin (…) Es una trágica ironía que el socialismo nacionalista de Europa llegara a parecerse al nacionalsocialismo.”[13] Entonces, para HN repetidamente el “velo nacional” ciega la visión sobre la comunidad. Ciertamente, el caso del bolchevismo contiene otros matices, y no significa directamente que el tema nacional devore al socialismo, sino a HN les parece un proceso donde opera la “maquinaria abstracta de la soberanía nacional”[14], para afectar al socialismo nacionalista (de filiación marxista) y al nacionalsocialismo (de filiación fascista) con un mismo sello. Como se puede recordar, la maquinaria abstracta de la soberanía nacional significa la identificación de Estado-Nación-Pueblo-Soberanía, y efectivamente, con una “cadena lógica” tan larga y ancha cabe casi cualquier cosa, en ese saco gigantesco ya meten cualquier evento, porque HN partieron de la premisa de “no es en realidad más que otra vuelta de tuerca” para reducir al vacío cada uno de los términos, para que luego una “máquina abstracta” sirva para explicar el inquietante parecido histórico entre los extremos de Stalin y Hitler. Planteado así, en el resultado, este argumento de HN, resulta insostenible, porque una “máquina abstracta” resulta poco sustento para “arrastrar” al socialismo hasta el campo del nacionalismo, creando un retorcido engendro de socialismo nacional, se requiere de una fuerza potentísima para descarrilar los grandes proceso sociales, o re-encarrilarlos. El tema es extremadamente importante para la evaluación de la cuestión nacional. La fuerza que (hipotéticamente) descarrilla el curso del socialismo desviándola sobre el carril de la Nación, más bien nos invita a evitar el error y ya no “evaporar” la sustancia de la Nación, desapareciéndola de “mundo real” y dejándola como un simple eslabón de una “máquina abstracta”.

La Nación les parece corresponder con un periodo histórico del pasado inmediato, fenómeno del desarrollo capitalista anterior, periodo superado por la “era imperial”.  
 Les parece a HN que la nación es un fenómeno de la modernidad, en especial derivado de las relaciones políticas. Por ejemplo el capítulo dedicado a la Soberanía del Estado-Nación arrancan indicando una relación de la nación con el Estado Absolutista, indicando “El concepto de nación se desarrolló en Europa sobre el terreno del Estado patrimonial y absolutista”[15] Les interesa que la Nación se convierta en una especie de trascendencia, por eso aparecen enrolados hacia una visión de la teoría de la enajenación, donde esta enajenación equivale a trascendencia, línea de escape alejándose del terreno de la inmanencia. Relacionan a la Nación como la vía de la modernidad, casi sin contener elementos positivos o superadores de la situación previa, más bien por razones negativas, aunque parecieran dejar (como perdido) un argumento positivo, donde indican que “La nación siempre se presenta como una fuerza activa, como una forma generadora”[16] Sin embargo, las explicaciones de HN sobre las causas para el avance del fenómeno nacional durante el periodo moderno parecen predominar en lo negativo, como pues la nación sirve como dispositivo para mantener el tránsito de la modernidad en crisis, y una “nueva totalidad del poder”[17]. Ahora bien, creo válido objetar que el fenómeno nacional se universaliza (en su forma moderna) por razones más de contenido (activo-generadoras), que por secundarias razones funcionales (su utilidad para detener la crisis de la modernidad). Además de los endeble que puede ser una “motivación funcional” para explicar la nación en base elementos ajenos, además se debería poder demostrar la “presencia” de tales elementos creadores de la función, y con la interpretación de HN, una parte de la ecuación funcional corresponde a un elemento “no-advenido”, el elemento de la “crisis de la modernidad” que no se materializa, es decir, un elemento “no materializado” fundamentaría la existencia de la nación  moderna. Con lo anterior resulta claro que HN no muestran el contenido de la nación, sino la reducen a una “función” hipotética, entre elementos también hipotéticos, es decir, la convierten en un castillo en el aire. Sin embargo, en este punto simplemente basta señalar que la interpretan con acento en su periodicidad, como asunto de un especial periodo capitalista moderno.
La Nación les parece un sistema de homogeneización, una opresión contra lo múltiple. Por el lado del tema racial, a HN les parece que el dispositivo nacional es homogenizador. Como colonialismo homogeniza a los oprimidos. Como nacionalismo metropolitano también homogeniza racialmente a los opresores, cuando establece algún dispositivo para identificarse con una raza en particular. Estiman que “la identidad del pueblo se construyó sobre un plano imaginario que ocultó y/o eliminó las diferencias”[18] Son dos proceso homogenizadores los encontrados-denunciados por HN: el externo y el interno. En este aspecto el concepto de Nación sirve para “eclipsar las diferencias internas”.
Indican HN: “Lo que es totalitario es el fundamento orgánico y la fuente unificada de la sociedad y el Estado (…) Una noción originaria del pueblo propone una identidad que homogeniza y purifica la imagen de la población y al mismo tiempo impide las interacciones constructivas de las diferencias de la multitud” y “El concepto de la nación y las prácticas del nacionalismo emprendieron desde el comienzo del camino (…) la absoluta codificación totalitaria de la vida social” [19] El punto de visa de HN indica aquí dos temas sobre la homogeneización totalitaria. El primero es el fundamento (origen) como una unidad originaria del pueblo nacional. Ahora bien, les parece que esta manera de remitirse a los orígenes solamente puede conducir hacia un totalitarismo homogéneo, y deben estar pensando en los casos de integraciones nacionales racistas y homogeneizadoras como acontece con las operaciones racistas y de limpieza étnica, sin embargo, esa operación no es la única vía de integración nacional[20]. Como “posibilidad” su argumento incluye un exceso, pero como juicio, implica un segundo juicio, que se puede formular así “ya estamos en el mundo de lo “homogéneo” (y totalitario). Ahora bien, esto alguien lo podría aceptar como un “hecho” si simpatiza con HN, sin embargo, a manera de objeción  principista, me permito considerar esto: ya que los propios HN establecen que el nuevo sujeto es la Multitud (múltiple, anti-homogénea, etc.) entonces (al menos podrían conceder HN) el mundo presente no resulta homogéneo sino una contradicción: parte homogénea y parte diversa. La afirmación de que el post-sujeto emergente es de naturaleza no homogénea (a diferencia del proletariado-ficción de Stalin que sí era homogéneo) entonces implica también que esta realidad (nacional) ya actual, resulta no homogénea (en su esencia). Así, mi propio corolario indicaría, que si en el horizonte se levanta una masa multiforme y plural, entonces debe ser también un resultado de los pueblos nacionales, entonces resultado del génesis nacional; y siguiendo este argumento, la nación representa también directamente el principio de la pluralidad. Al menos un autor de tendencia marxista se enfocó sobre esta hipótesis para reivindicar al fenómeno nacional como el sello de la variedad de la humano[21], como el principio multicolor en contra de una gris humanidad homogénea (de una variedad de socialismo masificado). 

La Nación oprimida la enfocan desde su afuera: como dialéctica colonial. 
El tema de la dialéctica les interesa para una comprobación negativa y a posteriori. Resulta evidente, por su enfoque HN al entero movimiento anticolonialista del siglo XX, tan potente y exitoso, casi un sinónimo de evento progresista y revolucionario, lo recuentan a contrapelo de las versiones más aceptadas en la derecha y la izquierda. El anticolonialismo se ha identificado como el anti-imperialismo, y también es el sistema de referencia donde se ha definido al imperialismo, pero como HN posee una extravagante y novedosa definición del Imperio, entonces al balance tradicional del movimiento colonial-anticolonial exigen trastocarlo. Los objetivos básicos más comúnmente aceptados de la “liberación nacional”, la formación de Estados independientes en las regiones colonizadas, a HN les parecen eventos (de beneficios) relativos y hasta insensatos. La conquista de la nacionalidad y del Estado separado por los pueblos coloniales les parece una superficialidad, y hasta un retroceso. Indican: “Sin embargo, las funciones progresistas de la soberanía nacional siempre se complementan con poderosas estructuras de dominación interna”[22]. Y este defecto del logro de la liberación nacional además de interno, también es exterior y así universal, pues “la liberación nacional y la soberanía nacional no sólo son impotentes contra esa jerarquía capitalista global, sino que además contribuyen involuntariamente a respaldar su organización y funcionamiento.”[23] Y este abatir las colonias creando Estados independientes, les parece a HN resulta la entrada para una opresión más radical (un hundimiento), así afirman que con “El fin de los colonialismos modernos (…) podemos vislumbrar por primera vez el paso al imperio”[24] Conclusión, que se discute con frialdad desde el punto de vista de las especulaciones teóricas, pero resulta casi una grosería como balance de las luchas de liberación nacional, que implicaron tan enormes movilizaciones y ríos de sangre de los pueblos, donde logaron avances en su condición y recuperación de su dignidad; porque tal conclusión de HN minimiza hasta un nivel de caricatura los enormes procesos en el confín del globo, procesos que sacaron de marasmo a los pueblos y permitieron liberarlos de situaciones de semi-esclavitud en la mayor parte del planeta. Estoy consciente de que HN no pretenden insultar la larga cadena de luchas de los pueblos, incluso los consideran como la materia prima de la constitución de la Multitud, esa figura su mítica de la liberación por venir, sin embargo, me parece evidente, por su teoría ellos propenden a establecer la “tabla rasa” de tal manera que las luchas del pasado las estiman “haciendo el juego” (o refuncionalizadas) enteramente bajo las formas políticas creadas, precisamente porque “el Estado es el regalo envenenado de la liberación nacional[25] Con instinto de intelectuales radicales HN saltan espantados en cuanto entra en escena un figura generadora de la existencia terrenal y con ésta emerge la sombra (para ellos invariablemente maligna) de lo acontecido (el simple hecho, el status quo).
Ahora bien, el calificativo de la “dialéctica” del colonialismo no les parece que corresponda al entero proceso de las luchas y las liberaciones parciales, y sus contragolpes históricos, sino que lo centran en un fenómeno ideológico. El colonialismo europeo ha sido también la creación de una polaridad ideológica entre el lado occidental civilizado opuesto al lado oriental bárbaro. Esto ha ocurrido en la simplificación ideológica y ha sido bandera del colonialismo, polaridad simplista de las mentes simplificadoras, (adelanto mi objeción: la entera visión de Europa no se ha reducido a esta polaridad). Afirman que “El colonialismo homogeniza las diferencias sociales reales creando una oposición decisiva que lleva las diferencias a un extremo absoluto y luego subsume la oposición en la construcción de la civilización europea. La realidad no es dialéctica; el colonialismo lo es.”[26] Aquí HN nos describen un proceso de polarización simplificadora, donde se concentra la realidad social en dos polos, de tal manera la sociedad colonizadora crea su contraparte, purificándola en un sentido atroz. Ahora bien, este proceso existente contiene dos aspectos, el sentido ideológico y social es más consistente, por este proceso cualquier piel morena caía en el saco de la raza inferior, pero esto no metamorfoseaba tales pieles en otras distintas, simplemente caen en una categoría racial de “negro” o “indio”. Esta operación ocurre más en el plano ideológico político que de relaciones sociales, y a esta aparición de una polaridad purificada HN la llaman una dialéctica, y curiosamente creo que no corresponde al concepto fino y elegante de dialéctica propio de Hegel ni Marx, sino a una versión simplificada. A este proceso Hegel lo colocaría en un momento “reflexivo”, caracterizado por la simple oposición de polaridades sin entender la mutua creación de una a la otra, ni se establezca su movimiento completo[27] .  Esta descripción de HN corresponde preferentemente a la versión burda de la dialéctica, la cual (siendo burda) les parece irreal. 

La Nación se opone a la aparición del Sujeto Revolucionario esencial por cuanto impide la unificación de la Multitud planetaria. 
 Para la escuela histórica alemana (con Herder), ya la Nación aparece como elemento activo, tanto que la estiman como “la locomotora material que recorre a lo largo de la historia, el que constituye la historia. La nación llega a ser, finalmente, la condición de posibilidad de toda acción humana y de la vida social misma.”[28] En ese sentido de la ideología de Herder por ejemplo, la Nación sustituye al Sujeto colectivo, cualquiera que fuera. Asimismo, la Nación puede quedar vinculada fuertemente al Pueblo, tal como lo descubrió la corriente jacobina, así: “El vínculo entre el concepto de nación y el concepto de pueblo fue, en verdad, una potente innovación” dentro de “la sensibilidad jacobina, como de otros grupos revolucionarios”[29] El “concepto de pueblo también completa el de nación” por lo que se establecen estrechas relaciones de identidad conceptual. Sin embargo, en el pensamiento de matiz político de HN les interesa por cuanto esta mancuerna solidifica un concepto de Soberanía trascendente, dando pasos lógicos hacia atrás, los cuales solidifican el poder de la Soberanía. Pero centrándonos en lo que nos interesa, “Toda nación debe convertir la multitud en pueblo”[30] y con esto el supuesto sujeto celestial (la Multitud) esperado por HN queda bloqueado, porque sus deseos bio-políticos radicales quedan sometidos a la estructura nacional, al marco disciplinario de la Nación. Ahora bien, mi evidente objeción a esta cadena del argumento de una Nación bloqueando la conformación de la Multitud conviene hacerla más explícita. La interpretación de HN sobre la Multitud emana un embellecimiento continuado del Sujeto colectivo, reviviendo bajo nueva etiqueta la función del Proletariado Revolucionario, por cuanto ellos estiman que este sujeto debe operar bajo una libertad sin límites, sin enajenaciones, reconstituyendo directamente la comunidad humana, implantando el reino psicológico del Deseo. Cargan a la Multitud de tantas funciones beatíficas, que garantizan nunca se realizarán, ofrecen una inmanencia de la utopía, como simple suposición. La objeción es esta: la Multitud no se constituye, porque no existe posibilidad de que el Sujeto social alcance tal situación, únicamente durante “momentos” históricos breves la masa parece tener tal alcance, pero es un una situación transitoria (un instante de fundación) y nunca una estructura permanente del devenir histórico[31]. Entonces debo concluir por mi parte que no existe una Nación (ni ningún otro Poder o bio-poder supuesto o real) que impida la constitución de esa Multitud, simplemente tal Multitud no se va a levantar como tal Sujeto, porque representa una Solución ideada por HN para resolver la encrucijada histórica, y no contiene la representación real del devenir del Sujeto colectivo planetario en curso.

Conclusión o la Miseria de la Nación para HN
En todos esos sentidos, entonces la Nación se presenta como un fenómeno de anti-revolución, un dispositivo de contención de la Crisis de la Modernidad (para HN, paradójicamente una Crisis omnipresente, como la Revolución del leninismo, pero que nunca cristaliza a plenitud). La Nación representa el dispositivo de “territorialización” (reversión del espacio universal posible, des-territorializado), es decir, limita la esencial movilidad hipotética del Sujeto revolucionario por venir, impide la instauración plena de la Multitud. Les parece, que mediante la Nación, la Multitud permanece en el nivel deprimido y enajenado de Pueblo, entonces la Nación les parece un dispositivo enajenado de bio-poder, que efectivamente genera al Pueblo, y lo convierte en instrumento del sistema enajenado, sustento de la Soberanía del Estado-Nación. Respecto de la defensa de las Naciones oprimidas, les parece acontece una dialéctica, en la cual la liberación de ayer termina siendo una opresión de hoy, porque los pueblos que obtienen su independencia pierden el fermento de libertad, para convertirse en su opuesto (el salto de los opuestos de la dialéctica). Ciertamente, este pasaje lo tratan HN con delicadeza, pero no evitan deslizarse hasta el extremo de su argumento. Finalmente, la Nación les parece retaguardia, un mal pretexto para enfrentarse al Imperio, entonces creen ya no existe una lucha nacional contra el imperialismo (no existe nacionalismo antiimperialista como pretendió la  izquierda del siglo XX), sino que tanto Imperio como Nación pertenecen a una especie de basurero de la historia, sin embargo el evento “barredora de la historia” que no arriba todavía, pero (ellos creen) moralmente merecería advenir y lavar la tierra de sus despojos.
El anhelo de HN señala la dirección post-nacional, pero esa esperanza no implica un efectivo análisis de las tendencias en curso. Ciertamente, cualquier autor lo entiende, ahora avanza la mundialización a velocidad imparable. En mi perspectiva, con ello no desaparece el fundamento real de la Nación. Ésta se reacomoda en su papel político, cambiando el Estado-Nación, y alterándose sus modos de reproducción (integraciones y desintegraciones nacionales). Las naciones poseen un fundamento propio, imposible de reducir a dispositivos de bio-poder, al contrario, me parece que la Nación ofrece los recursos efectivos de liberación. La complejidad de la relación entre Nación-Mundo-Historia-Pueblos, etc., no es comprendida por HN, en su afán de inventar un nuevo sujeto de la historia, entendido como Multitud, destinado milagrosamente a liberarnos del Imperio existente (objeto teórico construido por HN que tampoco corresponde al sistema-mundo presente). Con el balance de HN nos queda una flaca caricatura de la existencia de la Nación, y de sus multiplicidad efectiva, por tanto tampoco ofrecen una alternativa política útil o viable para las luchas políticas presentes en las diferentes naciones, porque únicamente restaría idealizar a los migrantes, como una supuesta vanguardia del “deseo sin fronteras” latente en la Multitud. Respecto de la Nación, una y otra vez, descubrimos que no representa un “perro muerto” de la teoría, sino parte de la compleja interpretación del mundo en su curso. El avance acelerado de la integración entre naciones no implica la desaparición del tema nacional, sino su mutación, su reconfiguración y entenderlo resulta esencial, para descubrir las vías eficaces por las cuales transitará la existencia de los pueblos, su avance efectivo para recuperar sus propias condiciones de existencia. Las integraciones multi-nacionales son un fenómeno de primera importancia y comprenderlas abrirá el camino para descubrir las alternativas políticas y culturales más avanzadas. En cambio, la persecución de la constitución de un mega-sujeto fantasioso, como me parece es la Multitud, no ofrece una salida, sino repetir un interrogante. A su manera, HN repiten una ilusión del denominado “espontaneísmo”, pues si las masas se levantaran y organizaran autónomamente, nada las detendría para alcanzar los objetivos que libremente se propusieran, entonces resulta suficiente con invocar una bondad intrínseca de la gran masa, pero como las figuras históricas bajo las cuales aparece no dan los frutos esperados, entonces el “espontaneísta” viste a las masas con los nuevos colores de su propia imaginación.  La tesis, en el fondo simple, del “espontaneísmo” la repite un discurso donde las esperanzas más inconmensurables se plasman en la Multitud, el nuevo traje de su majestad el Sujeto Revolucionario. Para HN la perspectiva de la Multitud les resulta tan brillante, que termina deslumbrándolos, y cualquier figura histórica, resulta opaca y carente de sentido; si además parece un elemento que bloquea el arribo de la Multitud, entonces les parecerá nefasta. Bajo esa categoría de entidades nefastas, termina cayendo la Nación, pues bloquea la emergencia de la hipotética Multitud. En efecto, la evidencia empírica nos indica colectividades nacionales, por lo tanto, la historia reciente ha aceptado la efectividad del Pueblo-Nación como colectividad actuante.  Por su parte, HN desean la aparición del sucesor, del “verdadero rey”, por tanto enfocan a la Nación, ansiando su desaparición. De ahí, algunas notas casi heréticas para la izquierda cuando abordan la lucha anticolonial, a la cual en vez de celebrar la censuran. En fin, en ese tenor resulta que HN no están dispuestos a tolerar dentro de su discurso teórico a la Nación, y la arrojan a un basurero de la historia, para anunciar (escondiendo la sonrisa de satisfacción) que el Imperio ya opera demoliendo las “realidades nacionales”. A pesar de tan intensos e intencionados embates de HN, la Nación surge y resurge, como en la comedia del barroco español, donde informan que “los muertos que vos matais, gozan de cabal salud”. Después de la autopsia imaginada por HN, el fenómeno nacional continúa rondando por el mundo. 

NOTAS:

[1] HOBBES, Thomas, Leviatán.
[2] ROUSSEAU, Jean Jacques, El contrato social.
[3] Imperio, p. 104. Subrayado mío.
[4] Imperio p. 104
[5] Imperio , p. 104
[6] Cf. ECHEVERRIA, Bolívar, "El problema de la nación desde la `crítica de la economía política'", en El discurso crítico de Marx, Ed. Era, México, 1986. Manifiesta la noción de que la nación debe poseer su propia sustancia material.
[7] Imperio, p. 92
[8] Imperio, p. 93
[9] Imperio, p. 107
[10] Imperio, p. 131. Conviene repetir esta “cadena lógica de HN, indicando que “representar es sustituir”, entonces pues a la Multitud la sustituye el Pueblo, al Pueblo lo sustituye la Nación, a la Nación la sustituye el Estado y el Estado sustituye a todos, acaparando la Soberanía. Como la pretensión de HN es restablecer la Soberanía para la Multitud, entonces su interés será desaparecer cada eslabón de esta “cadena lógica”, como preparando el advenimiento de una inmanencia con solamente un elemento la Multitud que recupera su protagonismo, deviene Sujeto Soberano, aunque no les agrada el término “sujeto”.
[11] LUKÁCS, Georg, Lenin. Por tanto, Revolución actual implica un parte-aguas entre las tendencias comunistas y las demás opciones socialistas de corte reformista.
[12] Imperio, p. 108. Este comentario proviene de una ironía hacia la idea de Benedict Anderson sobre las comunidades imaginadas, en cuanto a una característica del fenómeno nacional.
[13] Imperio, p. 112
[14] Imperio, p. 112.
[15] Imperio, p. 97
[16] Imperio, p. 99
[17] Imperio, p. 98
[18] Imperio, p. 105
[19] Imperio, p. 113
[20] Como ejemplo, de otra alternativa existe la propuesta mestiza y multirracial de integración de México, ejemplificada en la obra de José Vasconcelos, La raza cósmica.
[21] BLOOM, Salomón F., El mundo de las naciones. El problema nacional en Marx, Siglo XXI editores, Argentina, 1975.
[22] Imperio, p. 130
[23] Imperio, p. 131
[24] Imperio, p. 133
[25] Imperio, p. 131
[26] Imperio, p. 127
[27] Cf. LEFEBVRE, Henri, Lógica formal, lógica dialéctica, Ed. Siglo XXI. Entonces un momento de polarización o “reflexivo” por referirse a un juego de espejos, no corresponde a la dialéctica completa, sino al momento de polos excluyentes.
[28] Imperio, p. 103
[29] Imperio, p. 104
[30] Imperio, p. 105
[31] Debo reconocer el mérito de Hegel, al descubrir esa limitación de la libertad absoluta encarnada en la masa, que se autodisuelve, ya sea como periodo de Terror o instauración de una Constitución. Cf. Fenomenología del espíritu.

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