Por Carlos Valdés Martín
Con la Revolución Industrial irrumpe el nuevo sistema de producción y
circulación de capitales —llamado desde entonces mercantil o capitalismo— que oprimía
a masas productoras y provocaba terribles efectos sobre sectores arcaicos, como
los agricultores y artesanos tradicionales. El parto de la nueva economía era
cruel, aunque traía evidentes mejoras de producción y un flujo inusitado de
riqueza. La doble evidencia entre horrores de miseria con extremos de
explotación junto con un boom de
riquezas y lujos provocaba enormes tensiones, por lo que las mejores mentes de
la época se ocupaban de cómo resolver tales dramas. Un alma de bienintencionado
y filósofo social, Karl Marx buscó deshacerse de la mancha que perseguía a su
época, bajo tales premisas él también
filosofa en modo de la “sospecha”, que persigue a un fantasma elusivo
(su Scrooge de la Navidad comunista) que no llega puntual para su combate con
su fantasma malo: el industrial explotador, prototipo la Revolución Industrial
que azota y exprime a los desamparados. Comento bajo el supuesto de una intención
caritativa de Marx: enderezar su siglo, atravesado por un auge salvaje de la
Revolución Industrial. Con esto señalo que la preocupación política y social no
era una singularidad de Marx, sino que miles de pensadores y agrupaciones
durante el siglo XIX se ocuparon en resolver los problemas que surgían junto
con las oportunidades sobre una oleada de riquezas jamás vista en la historia entera.
Un proyecto sincero
La opinión que expresaba Marx de sí mismo como economista era bastante
modesta.[1]
Afirmó repetidamente que los creadores de la economía política clásica eran
básicamente Adam Smith y David Ricardo, que él únicamente perfeccionó la teoría
del valor y estableció el “secreto de la explotación”, mediante el concepto de
plusvalía, así como la presentación de un ambicioso panorama en El capital, que no concluyó en vida. A
su vez, destiló un concepto teórico que divulgó su inseparable amigo, Engels,
como un esquema de visión global de la historia, mediante el materialismo
histórico y los rudimentos de una filosofía, en lo que se llamó materialismo
dialéctico. Su participación política, fue bastante episódica aunque en extremo
apasionado, apoyando a la rebelde Liga de los Justos, que pasó a denominarse
Comunista, y luego su intervención con la Primera Internacional de los
Trabajadores, como un teórico a su servicio, aunque mal comprendido por las
facciones contrarias. Incluso su relativa inacción política se explica bien por
su condición de emigrado en exilio que permaneció en Londres, entonces la
capital cosmopolita.
Jean Paul Sartre opinaba con agudeza, que el proyecto de vida define la
trayectoria de una existencia, pero por proyecto debe entenderse el auténtico
perfilamiento hacia sus posibilidades, precisando el momento donde se lanza
hacia el mundo y hace su vida.[2]
De Marx este proyecto de vida aparece con claridad desde sus escritos
juveniles, incluso en una carta a su padre como estudiante describiendo su
vocación[3]
y, con mucha claridad, en Los manuscritos
económico-filosóficos de 1844. En esta obra indica: “Nuestra tarea es ahora, por tanto,
la de comprender la conexión esencial entre la propiedad privada, la
codicia, la separación de trabajo, capital y tierra, la de intercambio y competencia, valor y
desvalorización del hombre; monopolio y competencia; tenemos que
comprender la conexión de toda
esta enajenación con el sistema monetario (…) No nos coloquemos, como el economista cuando
quiere explicar algo, en una imaginaria situación primitiva. Tal situación
primitiva no explica nada, simplemente traslada (…) Así es también como la teología explica el origen
del mal por el pecado original dando por supuesto como hecho, como
historia, aquello que debe explicar.”[4]
Seleccioné este párrafo porque conecta con gran cercanía la tarea confesa de
Marx, que es comprender la conexión entre el mecanismo económico objetivo con
la “desvalorización del hombre” (en la opresión y miseria de las masas) con el
sistema monetario; sin embargo, al cuestionar el método ingenuo, también
observamos que está persiguiendo un pecado que se difumina, tal cual opera el
discurso religioso. En este caso, Marx está persiguiendo un pecado formado de miseria y opresión,
una figura que se desliza entre los pliegues de la condición humana del siglo
XIX, que se presenta multiforme y masiva; a diferencia del doctor que encuentra
una diarrea en un paciente, el filósofo busca reparar un mal colosal presente
en cualquier rincón del planeta, entre las masas sufrientes del globo entero y
no aborda un mal definido en particular, sino el conjunto de los malestares,
que en los Manuscritos los define más
como “enajenación radical”, para en la obra de madurez centrarse en la
“explotación” mediante el término plusvalía. El asunto de fondo es que la
problemática resulta tan variada y abrumadora, expresada en tantas y tan
variadas opresiones, que el esfuerzo intelectual de Marx por recorrerlas toma
su vida entera y no termina, siendo siempre la condición del trabajador
productivo, bajo las diferentes condiciones. Con una sensibilidad aguda, a lo
largo de su obra, Marx
recopila las abrumadoras miserias y desgracias que aquejan al trabajador y a
los demás pobres para relacionarlos con un frío sistema económico.
Retomando a los economistas clásicos y la evidencia de su siglo reconoce y
confirma que se desarrolla un colosal e inédito sistema de producción, que permite
alimentos y vestidos más baratos y accesibles (en potencia, en las tiendas)
como jamás hubo en el planeta. Mira la potencialidad productiva de las grandes
fábricas con un entusiasmo contenido, mientras se indigna por las jornadas de
trabajo infames, el trabajo infantil y femenil, la insalubridad industrial y la
miseria abyecta durante las crisis. El énfasis de Marx está en la condena moral
contra la miseria masiva y la destrucción de vidas durante la
industrialización, por eso ante cada producción maravillosa lanza el estilete
de una “sospecha” o hasta la
evidencia de un crimen, pues afirma repetida y obsesivamente que la riqueza
capitalista es fruto del sufrimiento obrero. De antemano debo aclarar que Marx
no pretendía agitar falsedades como un demagogo, sino que primero buscaba ser un
científico social y filósofo que revela una verdad no evidente para todos.
Ahora bien, lo “no evidente” cuando se desprende de su evidencia profunda, con
facilidad se torna en fantasmagoría, así la hipótesis filosófica del átomo
solamente adquirió su verdad conforme las pruebas sobre la materia demostraron
y perfeccionaron una teoría atómica, la cual se desprendió de sus nociones
originales por ser tan ingenuas. Debemos señalar que una noción objetiva no se
transforma en otra de manera arbitraria, sino que el racionalismo exige
establecer y mantener conexiones reales,
sin asumir conexiones fantasmagóricas como una explicación. Marx intentó
demostrar una conexión entre la riqueza capitalista y la miseria del obrero
mediante el concepto de plusvalía que explicaría la explotación. Para la mayor parte de la teoría económica la
explotación del obrero por el capitalista o bien no existe o resulta
irrelevante para el sistema económico. Únicamente para Marx y sus seguidores es
muy importante la explotación, incluso mucho más que la miseria.
Hipótesis y no Ley del valor
trabajo
El propio Marx sabía y era consciente de que el incremento de la
productividad que acompañaba a la Revolución Industrial estaba cambiando las
condiciones del mundo y que el proletariado, paulatinamente, se estaba
beneficiando de ello, al menos en las metrópolis. Incluso, él rechazó
teóricamente que los salarios en el capitalismo siempre se mantuvieran muy
bajos, aunque sostenía que deberían ser lo bastante bajos para que continuara el régimen asalariado.[5]
En su madurez, Marx percibió que los salarios en periodo de auge mejoraban
tanto que las motivaciones revolucionarias de los obreros desaparecían en las
metrópolis. Sin embargo, para el tramado teórico de la economía marxista en la
producción se conserva el pecado original de la explotación porque concibe el
mecanismo puro como una cristalización de valor trabajo. El valor trabajo, si
bien resulta una hipótesis a considerar desde el punto de vista filosófico,[6]
para la interpretación económica operativa resulta un galimatías imposible de
aplicar, por lo que ha sido abandonada;[7]
sin embargo, para la sucesión marxista resulta indispensable como articulado
teórico y luego para mantener una sistema ideológico de culpas permanente.
Sin teoría del valor trabajo el
concepto marxista de explotación se derrumba por completo y
resulta que esa teoría se basa en un sinsentido. Su fondo implica asumir que el
tiempo de trabajo socialmente necesario (en adelante abreviado con TTSN) se
cristaliza en los objetos, pero eso resulta una afirmación gratuita, pues el
operara un “como si” mental se pretende después que sea un mecanismo absoluto,
una auténtica ley fundamental reguladora del sistema. El concepto del TTSN se
convierte en una “coseidad” que se pretende integra en los objetos materiales,
el relativismo físico ya nos ha demostrado hasta la sociedad que el tiempo es
un referente relativo, por tanto no es un fluido para cuajarse en materias. En
el argumento de Marx, esto comienza siendo un “como si”, una hipótesis
operativa, pero se convierte en un “sí o sí”, la fuerza objetiva que mueve al
sistema. Para Marx la fuerza y característica del sistema es que el capital es
una relación social-económica, que está obligado a valorizarse a sí mismo, es
decir agregar más TTSN a su cantidad inicial; por lo que el capital se vuelve
una especie de sujeto automático que rige al sistema, por tanto los
capitalistas no son libres, sino unas personificaciones títeres del designio
del capital. Como vemos, el tiempo debe seguir siendo absorbido por el capital,
para crecer y engordar, cristalizando mediante un continua explotarle más valor
al trabajador, con los cual crece el tiempo acumulado en el capital. Con esto
el Sistema entero se rige por el tiempo cristalizado en los objetos mercantiles
y luego por transmisión (o equivalencia) en el dinero amasado que se llama
capital… Sin embargo, resulta que en sentido estricto el tiempo no se integra a
los objetos, que el tiempo que laboran los obreros desaparece, porque es un
flujo… El tiempo desaparece en cada jornada de trabajo, no se vuelve
valor-trabajo y no se integra en las mercancías que se intercambian por dinero,
y en el ciclo de la empresa se vuelven ganancias. El valor trabajo es una hipótesis
mental, pero no es el regidor de un sistema en la realidad. ¿Para qué le
importó tanto a Marx conservar la hipótesis del valor trabajo en su sistema
económico? Para convertirlo en la “sangre” del trabajador que le da
vida al sistema y lo mantiene como testimonio vivo del pecado original de la
explotación y sufrimiento múltiple desde las generaciones pretéritas. Si
el valor trabajo se cristaliza en
dinero que a su vez resulta en un capital que se valoriza automáticamente,
entonces el trabajo acontecido y explotado
hace siglos se mantiene vivo a través de una sustancia económica; en el
fondo, resulta bastante metafísico el argumento: es el pecado original que se
mantiene por la eternidad. Y si existe un pecado imborrable por los siglos,
entonces debe haber redención de ahí que la idea de la Revolución redentora y
su Comunismo beatífico resulte tan consistente con el pensamiento
marxista.
Resulta muy relevante explicar cómo mientras la “ley del valor trabajo” sea una humilde hipótesis explicativa
para un mecanismo económico no requiere demasiado debate, pues únicamente es un
andamio para relacionar ciertas realidades, tales como el tiempo de la jornada
y los resultados productivos. Sin embargo, cuando se convierte esa “ley del
valor trabajo” en el regente absoluto del sistema teórico, entonces ya ha
dejado de servir como andamio intelectual y operar bajo otra categoría. Y eso
sucede con la transición de Smith y Ricardo hacia Marx. Supongamos que hubiera
una ley que implicara que quien no creyera en el modelo del átomo sea
encarcelado, sus propiedades arrebatadas y perdidos sus derechos… ¿Absurdo como
ejemplo de la química? Bueno pues eso sí sucedió con la historia del marxismo,
quien no aceptaba las consecuencias de la “ley del valor trabajo” después de la
Revolución Rusa (luego China, Vietnam…) se convertía en enemigo del Estado, reo
de penas carcelarias e incluso de muerte.
Por lo anterior, reforzaré el señalamiento, de que la “acumulación de tiempo” en base a la “ley del valor
trabajo” implica un desatino. Acierto nivel es una hipótesis acertada,
mientras quedemos conscientes de que miramos el hecho económico “como si” el
tiempo se acumulara en el producto producido para el mercado y luego cambiado
por dinero. Ahí subyace un error garrafal, pues Marx asume que el tiempo
cristaliza, cuando esto es un desatino pues el tiempo permanece fluido, jamás
se fija en los objetos; su asimilación a una ley del valor-trabajo implica una mera hipótesis de un “hagamos
como si el tiempo se cristaliza en la mercancía”, cuando sabemos que eso
nunca sucede.[8] La
química avanzó mirando al átomo “como si” fuera un pequeño sistema planetario,
pero con más rigor y experimentos se comprobó que el átomo nunca fue una bolita
con pequeños planetas orbitando. Sucede los mismo con la “ley del valor
trabajo” de Marx, mientras sirve de hipótesis para empatar masas de trabajo
(jornadas) con cúmulos de necesidades sociales, sirve de algo; pero más allá de
un estrecho círculo, deja de tener sentido. La hipótesis se vuelve gigantesca
en Marx pues sirve como condena moral, para afirmar que el capital se queda con
la vida de las masas obreras, incluso cuando no está en relación directa con
ellos, porque siempre hay una culpa, tal como señala la hipótesis
complementaria de la “acumulación originaria de capital”, donde un despojo
ocurrido hace siglos fundamenta la existencia de capitales que no poseen
ninguna relación específica con tal pasado.[9]
Los estudios económicos concretos se hacen en dinero y productos, nunca se opera con tiempos (exactos o
inexactos) que se acumulan en objetos, tanto porque no hay manera
práctica de medir (ni con taylorismo) ni efectos notables para convertir el
dinero y los precios en “ley de valor trabajo”. Los pocos experimentos
soviéticos o chinos para ajustarse al valor trabajo fracasaron de manera
patética y una más reciente idea de la “Rosa de Peters” es un juego para adolescentes
o ignorantes prosocialistas.[10]
Al tiempo de trabajo vivo Marx pretende que se cristaliza en la mercancía y que
al equivalerse con el dinero, éste es el resultado de la funcionalidad del
valor-trabajo; después al incrementar su monto, la función específica del
capital la define como un valor que acumula valor. Para él ese es el corazón
teórico del sistema, la extracción de trabajo vivo por el trabajo muerto, que
se acumula y crece por sistematicidad. Para un discurso muy marxista el sistema
de precios resulta una ilusión que esconde el mecanismo basado en la explotación
del trabajo vivo que le extrae la plusvalía en favor del capital. Pero cuando
descubrimos que la “acumulación de trabajo” es un andamiaje teórico (en el
sentido de hipotético) que cuando se pretende llevar al nivel de “ley implacable de la economía mundial”
no funciona, porque ni siquiera opera en la escala microeconómica, entonces la
hipótesis revela que es una fantasía perniciosa. La conclusión práctica ha sido
que cuando los economistas marxistas (régimen soviético por ejemplo) han
intentado conducir una economía estatal con el “valor-trabajo” no han logrado
operar y vuelven a los sistemas de precios con la dificultad doble de que el
Estado monopólica implica falta de operatividad del mercado.[11]
Cuando aceptamos que la “ley
del valor trabajo” es una hipótesis (andamiaje) de explicación, que conforme
se aplica estrictamente es una
fantasía, entonces la completa “demostración científica de la
explotación del trabajador” salta por los aires y la indignación moral (por el
maltrato al obrero o a los pobres en general) no está fundada en los cimientos
graníticos de la ciencia. En otros términos, la cientificidad de la economía marxista no existe y salta
por los aires cuando hablamos de su aplicación en presente y futuro,
mientras que algunas de sus observaciones sobre el pasado sí son significativas.
Enajenación del trabajador
Desde sus escritos de juventud Marx cree descubrir un proceso creciente que
aprisiona y reduce al factor clave de la nueva sociedad. “El obrero es más pobre cuanta más riqueza produce,
cuanto más crece su producción en potencia y en volumen. El trabajador se
convierte en una mercancía tanto más barata cuantas más mercancías produce. La desvalorización
del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las
cosas. El trabajo no sólo produce mercancías; se produce también a sí mismo y al obrero como mercancía,
y justamente en la proporción en que produce mercancías en general.”[12]
Reitero que se trata del sujeto clave y estratégico para esta visión, pues
quien está en el corazón de las nuevas fuerzas productivas es el obrero
industrial y quien está siendo
más reducido a la impotencia según avanza el sistema —según ese
argumento radical— es el conjunto de obreros, eje de la clase proletaria.
¿Se nota la paradoja? Esto opera como un efecto resorte, pues el movimiento descendente, en un momento debería
compensarse con uno ascendente. La observación de la miseria masiva, unida a la
afirmación teórica de la desposesión creciente del obrero, se mezcla con una
visión de la oscilación violenta, sustentada en la dialéctica de Hegel y las
experiencias de esa época, también llamada “siglo de las revoluciones”. El
razonamiento ordinario suele tomar ejemplos de causalidades lineales, incluso
de fenómenos como la inercia, los cuales indican que los acontecimientos siguen
la trayectoria marcada. La dialéctica se fija en las oscilaciones y los cambios
de calidad, en su momento revelada por Hegel, el propio padre del socialismo se
consideró inicialmente dentro de los “hegelianos de izquierda” en su natal
Alemania. Esa dialéctica se centra en los movimientos oscilantes, el tránsito
que se ha simplificado como tesis,
antítesis y síntesis,[13]
sin embargo, para los clásicos no se trata de un oscilar arbitrario, de saltos
desordenados en posiciones antagónicas. Ahora bien, la historia de los cambios económico-sociales previos
no había resultado por un efecto resorte, donde una clase oprimida tome
el poder y revierta el curso social en un sentido novedoso, sino como un
desplazamiento de poderes fácticos que van desplazando a los anteriores.[14]
¿Por qué a partir del siglo XIX el modelo
del cambio histórico habría de revolucionarse? La historia del siglo XX
demostró que las clases populares, incluyendo a los obreros, pueden derribar
regímenes y que el esfuerzo por colorear a los regímenes posrevolucionarios con
la ideología de Marx resultaba en farsas grotescas. En realidad, tras las
revoluciones llamadas “socialistas” se levanta un Estado tiránico que gestiona las contradicciones capitalistas y
reviven las prácticas faraónicas del despotismo.
Sin detenernos en lo anterior, para el esquema original de Marx, la
revolución debería implicar que el trabajador deja de enajenarse en el proceso
de trabajo, deja de extrañarse en el objeto producido, para recuperarlo y, junto
con su trabajo directo, su acceso a la Producción Global mediante el Estado (en
teoría no un aparato burocrático sino una especie de cooperativa horizontal).
La práctica nos muestra que el obrero enajenado bajo el capital se vuelve el obrero más enajenado bajo el soviet,
que sus productos siguen extrañándose y además que el dominio sobre la fábrica
se vuelve más intenso y tiránico, pues su patrón es el Estado, que se vuelve en
un amo por partida triple: de la fábrica, del gobierno y de la ideología (cumple
tareas de Iglesia).[15]
La esperanza de Marx era muy distinta, tenía la ilusión que como la cadena
del capital sobre el obrero se le mostraba radical al desposeerlo
continuamente, el sentido de ruptura implicaría desbaratar ese patrón para que
el trabajador se apropiara. La práctica del siglo XX mostró que el proceso
extremo que observaba en la Revolución Industrial se aflojaba y adquiría otro
modelo, venía una reapropiación salarial y una calificación mayor para pasar
del puro proletario al cognitariado.
En las metrópolis y hasta en otras regiones se interrumpía este ciclo terrible
que describe: “cuanto más elaborado su producto, tanto más deforme el
trabajador; cuanto más civilizado su objeto, tanto más bárbaro el trabajador;
cuanto mis rico espiritualmente se hace el trabajo, tanto más
desespiritualizado y ligado a la naturaleza queda el trabajador.)”[16]
En los periodos de auge se
expandía hacia las clases trabajadoras un bienestar que permitía
salarios remuneradores, educación básica y hasta superior para sus hijos,
vivienda digna, acceso a seguridad social y beneficios de cesantía y vejez,
etc. Quizá el factor más notable para los obreros y sus familias era un nivel
superior de productividad unido a un control de la natalidad que implicó un
alza salarial jamás antes vista, tal como aconteció en Norteamérica y partes de
Europa, incluso sitios como Argentina y Australia. En la Guerra Fría el modelo soviético resultó un fiasco económico si se comparaba con los
baluartes de Occidente, aunque sí hubo un crecimiento significativo de
diversas economías socialistas. Esto significa, que el capitalismo
metropolitano comenzó a funcionar de una manera sorprendentemente eficaz,
diluyendo las predicciones de Marx, en caudales de productos y modas
comerciales. Todo lo anterior no pretende negar las contradicciones, violencias
y miserias que siguen presentes en el capitalismo, pero sí implica marcar el
contraste de qué tan disparado fue lo previsto contra lo realizado.
El auge de las metrópolis capitalistas ¿qué implica en términos de
enajenación del trabajador? Gran parte de los analistas dieron por terminado el
problema económico para centrarse en el “malestar en la cultura” que pasó a llamarse “enajenación”, en el
sentido más sutil de ajenidades y percepciones, desubicación y pérdida de
identidad. El clásico fue Marcuse con su Hombre unidimensional y su referente resultó el movimiento juvenil
del 1968 y sus secuelas, pues una parte de las clases medias buscaron salirse
del modelo consumista, que generaba aceleradamente el capitalismo.[17]
Cadena irracional o mitología
del sufrimiento
El catolicismo medieval hizo un sistema de control y negocio millonario de
la unión entre una mitología del sufrimiento y una promesa de redención, ambos
aspectos podrían quedar separados en los conceptos religiosos, además de que el
sistema de control y negocio podrían separarse de la fe, sin embargo, suelen
quedar ligados. Al parecer la culpa es un mecanismo común y casi constitutivo
de lo ser humano en diversas culturas.
En este punto, vale señalar la evaluación de Fromm que muestra a Marx como
un humanista que no buscaba continuar
con las cadenas de culpabilidad,[18] que
pretendía recuperar los ideales clásicos y sacar a la clase proletaria
de la monstruosa opresión que conoció. Desde un punto de vista originario, Marx
no cree en una culpa original del humano, al contrario supone que es una casualidad
que en la historia comience lleno de necesidades insatisfechas, rodeado de
escasez y con fuerzas productivas limitadas, pero que la pauta es un progreso
de las fuerzas productivas que se han de acumular hasta alcanzar las
condiciones de la liberación. Esto no implica que lo considere bueno o malo por
esencia sino moldeable, conforme a sus condiciones de producción y determinado
por sus relaciones sociales; sin embargo, a la sociedad misma —en cuanto
conjunto casi metafísico— la considera Marx como un ente que tiende hacia un
bien superior.[19]
Siendo relativamente optimista, ¿dónde coloca Marx la cadena del
sufrimiento en comparación con el pecado original de la religión? Si bien, la
teoría completa del Marx es una oda a la producción, pues ahí está el
fundamento de la liberación y el sujeto colectivo capaz de lograrla, también
ella como riqueza acumulada arrastra la mácula imborrable a manera de pecado
original, que ni la gracia de Dios salva con la muerte, sino que quizá después
de siglos posteriores, con el perdón emanado de la Revolución se logrará
limpiar. Aunque sonó hasta jocoso, Marx ve en la “riqueza misma”
una máquina destructiva y un demoledor de huesos proletarios, una
entidad hambrienta de víctimas, como los crueles dioses paganos que exigían
sacrificar doncellas y niños… Y lo dice de manera textual respecto del capital,
menoscabando sus propias afirmaciones que el potencial productivo de las
industrias creaban las bases de cualquier bienestar humano.
Coloqué el entrecomillado con intención… ¿El capital es o no es “la riqueza misma” para el sistema actual? En otro
sentido más hondo, la riqueza misma es el humano y como tal se cuida, aunque el
término riqueza se relaciona con los bienes materiales y su acumulación se
denomina capital, tal cual lo hace
Marx (agregándole interesantes precisiones).[20]
Hace más de siglo y medio terminó la etapa cruel de la Revolución Industrial,
ahora se analizan las transformaciones tecnológicas ya de la “Tercera Ola” o
más, entonces ¿sigue siendo el capital sinónimo de la riqueza? Todavía lo es,
pero quizá ya el engranaje económico clave va a centrarse más en el conocimiento y su movilización productiva.
Aunque la designación para el sistema sigue siendo “el capitalismo” y siguen
las viejas pautas en muchos aspectos, la revolución tecnológica ha sido
extrema, nos aproximamos más hacia Matrix que al sueño de Marx o a la placidez
de Adam Smith.
Con los matices que se guste, “el capital” implica riqueza y representa una vía histórica por la cual
la humanidad escapó de la miseria universal, pues ¿cómo
tildamos de otra manera a los siglos de hambrunas, plagas y guerras continuas?
Cierto, que el camino del capital es caótico y egoísta, con fórmulas
inhumanas y con sus villanos de temporada; aun así la operación capitalista
sobre regiones casi vírgenes mostró una eficiencia superior a sistemas previos
para extender poblaciones y mejorar sus condiciones de vida, ejemplificado en
el periodo temprano de EUA, Canadá, Australia, etc. Porque si observamos el
periodo posterior de esos países, el resultado no hace evidente el camino que
condujo hacia allá.
Mitificar el sufrimiento es detener la vida dentro de ese sufrir en lugar
de desplazarlo. Marx de manera explícita intenta recetar la cura al sufrimiento
colectivo, sin embargo, la manera en que lo hizo, parece santificar su opuesto.
¿Una paradoja o la traición de sus seguidores? Entonces, ¿todos los seguidores de Marx son traidores a su
semilla o terminan por expresar sus errores implícitos? Imposible la
hipótesis de que todos traicionan al maestro. Entonces el fundador del
marxismo, resulta una semilla de árboles podridos, es decir, de tiranos de baja
estrofa. ¿Por qué? Respuesta, quien reparte la culpa en todas las direcciones y
niveles, termina convirtiendo esto en un lago en el cual ahogarse. Cuando la
culpa se hace universal se vuelve una cárcel sin escapatoria, que se hace
metáfora como un lago tipo pantano, una trampa de la cual no se escapa.
Alrededor del valor y la
riqueza espacio del pecado
Ya lo hizo antes del cristianismo después de Cristo, al aplicar una
negatividad sobre el mundo entero: la materia se corrompe con el tiempo, es
podredumbre, con motivo de un pecado original. Entonces hay que desconfiar de
cualquier materialidad. Ya venía desde al Antiguo
Testamento, como señaló: “Vanidad de
vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad.”[21]
Ahí acontece una nihilidad, que consecuentemente conducía al eremita que se
abandona en la caverna, huyendo del mundo y la tentación. Tras los siglos, lo
repite Nietzsche bajo otra modalidad que resulta en el “crecimiento del
desierto”[22], con
la metáfora clave de ese abandono del placer y del interés en la riqueza. ¿Para
qué maldecir la riqueza? Para revaluar al pobre, entonces ambos extremos, el
rojo y el azul se unen en el “Evangelio rojo” de la teología de la liberación
(viable contradicción de términos).
Ahora bien, la premisa implica una consecuencia, que la propia Biblia señala, si todo es “vanidad de
vanidades”, entonces “Aborrecí, por tanto, la vida, porque la obra que se hace
debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de
espíritu.”[23] ¿Desde
dónde se puede afirmar que “todo es…”? Desde una especie de superioridad que
juzga la extensión…. ¿Desde dónde se puede afirmar que “todo es vanidad de vanidades”?
Desde una múltiple superioridad de quien juzga la hondura y la altura. El sitio
desde el cual se juzga resulta una superioridad, al caso como una especie de
iluminado o un mensajero de Dios. El discurso propio de Marx también ejerce una función de tal
naturaleza: el teórico que mide al todo (a su época) y que es capaz de juzgarlo
en hondura y altura, por tanto, se afirma superior a ese mundo. ¿Desde dónde?
Marx habla desde el futuro. ¿Desde qué? Marx habla desde la superioridad moral,
cita “los sencillos principios de la moral” para cimentar su posición.[24] Sin embargo, Marx pretende (del verbo
pretender y con el adjetivo pretencioso,
cuya raíz latina señala el juicio previo)[25]
que su discurso en una descripción real y completa, una explicación del proceso
económico en un sentido objetivo y no simple condena moral (tipo predicador
religioso). Mientras Marx procura hacer una descripción objetiva, el juicio del pecado original en el
valor-trabajo se expande por los diversos conceptos.
Esto implica una tensión entre el discurso moralizante y el objetivo, donde
El capital, busca demostrar con
ciencia dura y pura. La salida metódica de la economía marxista consiste en
desdoblar el universo económico entre valor (de cambio, económico, surgido en
un nivel más abstracto, mesurable en dinero) y “valor de uso” (el cuerpo de la
mercancía, materialidad sin adjetivaciones cuantitativas sino cualitativas, no
mesurable en dinero). La dualidad entre dos sustancias impenetrables ha sido un
desafío de la filosofía desde que se desdobló la idea y la materia en Platón.
Surge el camino de la duplicación del mundo y se repite de sutiles y
misteriosas maneras: res cógitans y res extensa; nómeno y fenómeno… No resulta un problema fácil y Engels alega que
su amigo lo resolvió con un materialismo radical, sin embargo, el corazón
económico (el aparente núcleo racional) del marxismo está sistemáticamente
dividido. Los marxistas clásicos fueron ciegos ante tal división, pero los
posmodernos o postestructuralistas sí observan esa escisión, que además
pretende ser unitaria.[26]
Sí Marx pretende que un único método puede atravesar todo saber en una carrera
materialista, Engels en su Dialéctica de
la Naturaleza explica con sencillez pueril la amplitud de la apuesta: el
infinito es la materia repetitiva, que pervive desde siempre y perdura en la
eternidad, mientras todo cambia, la materia pretende la eternidad. Y Engels a
la repetición infinita la llama dialéctica, extraño rótulo cuando el lema
del cambio se torna en no-cambio.[27]
Fracaso de la cura y del curalotodo
El pecado original es un acontecimiento del pasado, por naturaleza
inalcanzable, porque si de algo podemos estar seguros es que al pasado nadie
regresa, entonces ya sabemos que al instante del “pecado original” nunca vamos
al regresar para conjurarlo. Ahora bien, Marx encuentra el equivalente social
al pecado original en la “explotación”, que genera una sustancia eterna, en el
valor trabajo… entonces la línea del tiempo inversa es inalcanzable y el profeta de la redención del
proletariado intenta jalar la línea retrógrada del tiempo (el imposible) para
obtener un “salto cuántico” (la revolución pura) que —en la práctica de
50 revoluciones comunistas— se muestra imposible. Como volver al pasado ya
sabemos que es imposible, la tentativa es frustrante y su realización una
frustración… Aquí hago una pausa, pues
¿qué no estás de acuerdo de acabar con una opresión horrible y explotadora?
¿Quién no lo está? El problema es de cuál es la causa y cuál el remedio. La
causa evidente es la pobreza como improductividad y el propio Marx reconoce que
el origen fue la pobreza de las fuerzas productivas (la escasez) la cual se
estaba resolviendo enfrente de la mirada del propio Marx, él bajo sus ojos
asombrados e indignados miraba que crecían fábricas por doquier. Entonces Marx
dice “Bien, ahí está la posibilidad de riqueza, pero está chorreando de un
pecado original de explotación y hay que cambiar el modelo pero con una salto
que lave el pecado original, con la Revolución Comunista…” Anotemos que la
visión de la Revolución-Solución
no la inventó Marx, sino que la vivió en su época, pues nació con una
“Era de Revoluciones”. Nada más que incluso él propone una solución que nunca
sucedió entre las transformaciones históricas, pues un sistema mercantil-capitalista
maduró bajo la capa del feudalismo. La ideología suspicaz de Marx visualiza un “happy
ending” de la Historia, bajo el supuesto de revertir el “pecado original”
de la explotación para proyectarlo en base a una negación.
Decir que Marx sospecha contra toda producción como portadora de un pecado
retoma un argumento de Darío Sztajnszrajber, cuando explica que en cada objeto
material es un producto del trabajo y en el discurso de Marx implica que hay un
olor al crimen por la explotación. Más exactamente Marx argumenta una película pecaminosa en el
valor-de-cambio (mercantil, capital) que envuelve a cada objeto producido,
bajo el cual duerme un cuerpo de valor-de-uso a manera de naturaleza virginal.
Visto así, el filósofo Marx opera como el predicador del desierto —cuando el
Eremita condena toda materia bajo la cual ansía un mundo espiritual—, que es
una salvación absoluta; lo cual facilita la hipocondría moral de los dictadores
que heredaron la parte tonta del discurso marxista y obviaron el lado luminoso,
semejante a los Reyes tiranos decían ser cristianos radicales, mientras mataban
a quien se moviera delante de su patio.
El desarrollo técnico y económico del proceso de trabajo (el corazón riguroso
del análisis económico de Marx mismo) se revolucionó dentro de las metrópolis
bajo el mando de los capitales (la “relación social” dominante), generando una
tal productividad que permitió que desapareciera la máquina quebrantahuesos y
pulmones que fue la fábrica durante la Revolución Industrial. El infierno
dantesco y objeto tecnológico (la vieja ciudad de Londres y alrededores de las novelas de
Dickens) de El capital desapareció en
un siglo de transformaciones reales, tal como lo observa cualquier estudio
sobre la modificación del proceso de trabajo. Cierto que una parte del infierno
laboral se trasladó al Tercer Mundo, pero define a un proceso en retirada
operativa.
De antemano sabemos que un médico no es capaz de curar todas las
enfermedades de una ciudad y mucho menos del mundo, ¿por qué los partidario suponen que Marx mediante unos
cuantos libros de teoría sí descubrió una medicina curalotodo cuando la
enfermedad social resulta múltiple e indefinida (miseria, injusticia,
enajenación, barbarie, etc.), como se demuestra en el freudo-marxismo que hasta
la depresión y la esquizofrenia pretende remediar con píldoras
filosófico-políticas añejadas desde el siglo XIX?[28]
En calidad de cura social directa, el marxismo aplicado por Lenin, Stalin, Mao,
Pol Pot, Ho Chih Minh, Kim Il Sung, Castro, etc. fracasó en su promesa esencial:
demostró que nunca creaba un sistema social superior al desagradable
capitalismo de mercado. ¿Formó una monarquía vergonzante, un neo-despotismo
oriental o una pesadilla tipo 1984? Resulta difícil sintetizar una pesadilla múltiple en un único molde, pero sí imaginamos que el
propio Marx se vomitaría sobre las momias de Lenin y Stalin, incendiaría los
gulag y haría huelga contra las colectivizaciones forzosas; sin embargo, hay
una extraña continuidad entre la candidez del patriarca y los demonios que le
nacieron.
La unidad de teoría y práctica
al desnudo a contraluz del desplazamiento de la dialéctica
La dialéctica se fundamente en que nada se sustente por sí, pues nada es
para sí, sino que recorres un camino que desplaza de la tesis, hacia la
antítesis y establece una síntesis, que lanza el ciclo… Por ello el término último
de Marx para explica la historia son las “relaciones sociales de producción”,
pues el camino de lo real es un relacionarse, así que la miseria no es un hecho
sino una relación de los contrarios en el proceso productivos, que son para él
clases y su nivel superior es la sociedad. ¿Por qué la relación? Justamente
porque en la dialéctica nada es autónomo ni se mantiene en sí mismo, debe salir
de sí para ser y explicarse, es ese viaje de cada cosa saliendo de sí misma lo
que se llama dialéctica, y por tanto lo en sí (la cosa, lo cerrado, lo
individual, lo único…) es una ilusión que se explica a relacionarse. Este
pensamiento que viaja y se desplaza lo hereda Marx de Hegel, el fundador de la
dialéctica sistemática pero radicalmente idealista, y el revolucionario cree
haberla convertido en materialista sin viso alguno de idealidad autónoma
(metafísica, dualismo, idealismo, más allá, Dios…) sin que el pensamiento se
explica por el sistema social y devienen en ideología. Esto implica que la
teoría nunca pervive por sí misma sino que debe quedar explicada por una
relación social (la trama bajo las ideas) y que en sí misma es inútil, por lo
que Marx siempre le exige a la teoría que se convierta en práctica.
La insistencia de Platón no implica la conversión forzosa de la teoría (la
suya) en práctica, en cambio Marx sí insiste sobre eso. Platón permanecía prudente
para no ser exiliado, cuando ese castigo era muy temido, por eso no insistió
que sus ideas debían aplicarse con rigor; en cambio Marx hasta disfrutaba su
exilio en Londres, bajo un ambiente más tolerante y cosmopolita, de una Londres
que no amenazó con exiliarlo por sus ideas. La petición de realizar las ideas
comunistas para alterar radicalmente el orden, mediante un mecanismo revolucionario
tipo resorte sí surge con una responsabilidad o pretensión de unificar
teoría con práctica revolucionaria. Pareciera que son dos eslabones,
donde curiosamente para el pasado Marx sostuvo que las ideas son como una adaptación automática al grupo dominante,
mediante un mecanismo ideológico, para que las ideas particulares de los
individuos se sometan a las ideas dominantes de la clase dominante. El
argumento gustó mucho en su periodo, aunque incluye alguna perogrullada y un
factor cuestionable, pues hay un círculo vicioso en muchos argumentos del
“materialismo histórico” según lo demostró el periodo marxista de un personaje
como Sartre, quien llamó esto un “reduccionismo”.[29]
Que las ideas se adaptan al poder de la clase dominante lo aplicó la burocracia
del Partido Comunista de la manera más grotesca; con todos los poderes
políticos y económicos reunidos en una élite perseguían cualquier disidencia y
obligaban a jurar por las ideas del Líder encumbrado; el marxismo pasó de
teoría a la figura más burda posible de una ideología que se modifica y hasta
reescribe en una historia oficial, hasta borrando de las fotos en biblioteca la
presencia de Trotsky, Zinoviev y demás personajes que ofrendaron su vida por la
revolución comunista pero incomodaban al autoritarismo del amo Stalin.[30]
Y no fue una situación excepcional sino la regla del invierno en las
revoluciones comunistas. El propio ejemplo de la relación teoría y práctica del
marxismo nos lleva a una paradoja ¿las ideas son liberadoras o implican siempre
una ideología de adaptación a la clase dominante (en el sentido ominoso del
término dominante)? Por tanto, qué sería el propio marxismo sino una ideología
para dominar al proletariado en base a sus propias ilusiones y servir a los
burócratas elaborada por los intelectuales no proletarios según lo acusaba el
anarquista Bakunin.
La paradoja de la liberación y
el humanismo
Desde otro ángulo de su pensamiento, el propio Marx insiste en que busca
una liberación del ser humano contra las cadenas radicales que no le permiten
la felicidad. En lo anterior he insistido que el marxismo se volvió una
filosofía de la sospecha, que dejando la huella de horrendos crímenes en el
corazón de la producción, debe imaginar una ruta utópica, que fue aprovechada
por un Estado despótico y sin contrapesos, traicionando sistemáticamente las
pretensiones de su fundador. Porque debemos señalar que sí pretende la
liberación y una muy amplia, para empezar aflojar la cadena de la producción
misma y de su fase escasa, porque ahí estaría el oprobio: producción escasa,
que además se mantiene falsamente porque el capital convierte el potencial de
riqueza en una explotación del trabajador, según lo revelaba la Revolución
Industrial. Marx mira algo en el incremento de la productividad ligado al capitalismo,
pues la producción creciente es un supuesto para la liberación, según lo señaló
desde sus obras tempranas.[31]
Pese a la revolución productiva, para las sospechas de Marx, el capital siempre
estará más sediento de explotar que satisfecho con el nivel productivo
alcanzado —una previsión pesimista, que mira al capital como una máquina
presionada al límite por la competencia.
Pero qué es liberación en este
contexto: producir lo que se guste sin estar sometido a un yugo
externo; hacerlo controlando la producción; recibiendo lo más íntegro el
producto del trabajo; laborando sin patologías; dotado de las mejores fuerzas
productivas; rodeado de iguales sin someterse a una jerarquía absurda;
controlando el destino de su producto… Implica las antípodas de su teoría de la
enajenación planteada en 1844, pero cuando menos un sistema más justo y sin
opresión. Todo lo cual no sucede en cuanto el Estado se convierte en
protagonista y se apodera de la producción, la cual pasa a estar más sometida a
designios externos, por tanto radicaliza la enajenación y la condición del
trabajador se asemeja más al siervo o al esclavo. Si con rudeza Marx llama al salario una esclavitud por
horas, bajo el dominio del Estado, se regresa a una caricatura todavía
más opresiva, pues el Estados
se vuelve el secuestrador abusivo de la clase obrera, desde la infancia hasta
la tumba, controlando cada gesto del ciudadano.
El concepto candoroso de Marx sobre el destino del hombre lo refleja Fromm
en su libro, Marx y su concepto del
hombre, donde también estaca los valores humanistas que le interesaban al
alemán. La idea humanista del filósofo está centrada en que el capital le
parece una estructura enajenada y explotadora que se puede remplazar por una
asociación sencilla de hombres libres, que produzcan y consuman en común, sin
abusar unos de otros. El camino señalado más bien siembra la tiranía y
desarrolla la inhumanidad, en una escala gigantesca, y sin vías alternas
evidentes. ¿Cómo un genio filosófico puede ser tan ciego sobre las rutas
propuestas? Porque desestimó la necesidad de investigar sobre las rutas del
futuro y los problemas acarreados por las líneas maestras de una revolución
proletaria que se apodere del Estado.[32]
La búsqueda ilusoria de la apropiación para los proletarios, termina resultando
otra desapropiación del pueblo en favor del Estado, donde sus amos se convierten
en los nuevos monarcas, bajo los nuevos rótulos de izquierda.
Dada la paradoja de las buenas intenciones del fundador y los horrores de
los sucesores en algún punto debió podrirse el discurso. El fundador buscaba la
consecuencia entre teoría y práctica, pero abrió un torrente para que la
anti-teoría del discurso del Estado se involucrara en la debacle de lo real. Si
buscando justicia se encuentra una dictadura, la siembra debe contar con
grandes fallas y quizá no son las grandes esperanzas las tan fallidas sino el
descuido sobre… por ejemplo, culpar a la propiedad privada de lo que no es
culpable, porque el Estado es tan capaz de explotar como cualquier privado.
Marx creyó con sinceridad que la “relación social capital” posee un hambre
infinita de explotación, por lo que deberá siempre de explotar al fondo, hasta
dejar en los huesos al obrero. Resulta que esa creencia esencial resultó
refutada por el crecimiento de la productividad. Si hay una afirmación parcialmente
falsa con la idea de la explotación, entonces habrá que encontrar la afirmación
verdadera. Como Marx creyó que esa afirmación sobre la centralidad de la relación de capital,
cuando comentó las estratagemas políticas tuvo enormes descuidos que sus
sucesores ampliaron, pues olvidó
los cuidados de los fundadores de la democracia y las instituciones de justicia
para quitarle poder al Estado. Desatando las manos del Estado durante un
proceso revolucionario (o convulso) no resulta la liberación de las masas, sino
una centralización opresora, con lo cual se abandona en la práctica al
humanismo, porque se deja a las masas inermes ante el Estado. Mientras Marx
pregonó en armar a las masas con la teoría, sus descuidos dejaron al
proletariado desarmado ante los antojos del gobernante posrevolucionario.
Cierto que él en lo personal no tuvo tiempo para rectificar, en su vida no vio
ninguna revolución triunfante, pero su análisis de los proceso parciales fue
superficial, tal como lo demuestra su estudio de la Comuna de París,[33]
y esas fallas las radicaliza
Lenin, para concentrar el gobierno revolucionario, al enfatizar la dictadura
del proletariado.[34]
Esto significa que la principal tradición marxista se convirtió en un entregar
a las masas insurrectas en las manos del Estado totalitario y el modelo se ha
repetido sin muchas variaciones, aunque sí ha sucedido que los procesos entre
el proyecto socialista radical y el capitalismo se han mezclado con curiosa
heterodoxia posrevolucionaria, como sucede en China y otros países. Sin la
intención de destruir el “mecanismo explotador capitalista” al ideología
marxista pierde su justificación, como discurso crítico. Sin ese
ingrediente se convertiría en otra cosa, más filosófica y quizá hasta
aceptable, tal cual lo han reconvertido interesantes sucesores, que desoyen el
contenido económico de su discurso como Fromm o Marcuse, que dan un sesgo más
humano y rechazan los frutos estalinistas.[35]
Las culpas pagadas, el flujo
del tiempo
Siendo el eje psicológico de este argumento que la parte no-científica de Marx está guiada por una
culpa móvil que se traslada desde la opresión pasada y presente (hasta el
siglo XIX) hacia un futuro incierto, entonces está transitado por una emoción negativa
sin solución. Porque la culpa es un asunto del pasado, imposible para el futuro
su traslado; porque la culpa permanece en la mente individual y en la
interpretación colectiva, pues no se plasma en el valor de los objetos (la
sangre en el lujo) ni da vida a la relación social llamada capital. El
cristianismo ofreció a un redentor para pagar las culpas del mundo, Marx soñó
una ablución purificadora mediante la revolución, que adquiere estatuto
místico, por tanto ilusorio.[36]
Utilizar las culpas individuales y colectivas para agitar el ambiente social y
experimentar con revulsiones radicales no sirve de nada, como lo demostraron
los fracasos postrevolucionarios. Las culpas se resuelven al comprender que el
pasado nunca cristaliza de manera estricta, el tiempo fluye abandonando al
objeto producido y el trabajo vivo nunca cristaliza en el valor, de tal manera
que tampoco crea un supra-sujeto de valor que se valoriza, llamado capital. El
comando de masas proletarias bajo empleo industrial demostraron su eficacia y
capacidad para reducir el horizonte de la miseria de la humanidad, atribuir su éxito (o fracaso) a una
metafísica de la valorización del valor, resulta (jugando con los términos) una
fetichización.[37]
La industrialización operó bajo capitalistas dispersos o bajo el plan
centralista del Estado, por tanto, configuró una operación económica universal,
que no se debe atribuir a un sujeto meta-físico. Cuando el nivel de ingreso de
las poblaciones prospera y la reducción de la miseria se unen entonces los
procesos productivos han funcionado, la evidencia señala que las culpas de las viejas miserias están pagadas
por sí mismas, conforme han desaparecido las susodichas pobrezas y
explotaciones.
NOTAS:
[2] De Sartre este enfoque
viene tanto en el Prólogo a El idiota de
la familia (biografía de Flauvert), como en La crítica de la razón dialéctica.
[3] La carta juvenil de
Marx viene en la selección de Escritos
juveniles, casi al principio, Ed. FCE.
[5] Marx rechaza lo que se
llamaba la “ley de hierro de los salarios” que los suponía siempre de miseria
en el régimen capitalista, acepta que oscilan y que pueden subir; quizá sin
imaginar cuál altos llegarían a ser en el siglo XX.
[6] Ernest Mandel en La formación del pensamiento económico
de Marx explica que buscando un sustento teórico, quedan pocas opciones para
dar un segundo nivel explicativo al mecanismo evidente de la economía. La “ley
del valor trabajo” ya venía integrada a la economía política clásica, que buscó
perfeccionar Marx.
[7] Porque no existe una
manera práctica de convertir las cantidades económicas monetarias en “horas de
tiempo de trabajo socialmente necesario” y de ahí regresar con utilidad al análisis.
En el fondo, simplemente el “tiempo no se acumula en los objetos”
y la productividad incluso vista como los objetos producidos en cierto tiempo cambia
constantemente. El primer Foucault roza la problemática que implica creer
seriamente que el “tiempo se acumula”, aunque más enfocado contra David
Ricardo, en Las palabras y las cosas.
[8] Ernest Mandel es de
los pocos que observan la inicial reticencia de Marx contra la teoría del valor
trabajo de Adam Smith y David Ricardo, los economistas clásicos predominantes
en su época. En La formación del pensamiento económico de Karl Marx, de 1843 a
la redacción de El capital.
[9] Marx, El capital. Capítulo XXIV. Los
conquistadores españoles y portugueses no establecen ninguna relación directa
con la formación del capital industrial, oriundo de los países “pobres” de
Europa; al contrario, son antagónicos, pero para Marx hay un referir de una
villanía conquistadora con la explotación industrial. El desplazamiento de las culpas siempre opera en ese enfoque.
[10] Véase Mandel Tratado
de economía política marxista y las tonterías de Arno Peters para su “rosa” de
las horas trabajadas.
[11] Por ejemplo, en los
demás países comunistas, operaba un fiasco semejante, como lo plantea Rudolf
Bahro en La alternativa, que muestra
el laberinto en que cayó el sistema.
[12] Manuscritos E-F 1844, p. 55. Marx busca un factor clave, por eso el obrero
productivo le parece el eje del sistema, tanto para su producción como cambio.
[13] Lefebvre en Lógica formal, lógica dialéctica. Aunque
la figura tesis, antítesis y síntesis no es el modo en que lo expuso el propio
Hegel.
[14] La propia
historiografía marxista demuestra que los modelos econoómico-sociales llamados
modos de producción anteriores nunca sucedieron por una revolución de los
desposeídos, sino por acomodos de fuerzas ascendentes y cuando hubo
revoluciones populares fue para encumbrar a nuevos amos. Véase Anderson Las transiciones de la Antigüedad al
Feudalismo.
[15] Todas las experiencias
revolucionarias socialistas han llevado hacia lo mismo, pese a las buenas
intenciones y hasta simpatía de tantos líderes por sus pueblos. En el extremo
el líder dictador masacra y destruye a su país, como sucede con Camboya y Corea
del Norte; en los casos menos severos el sistema se va desgastando con lentitud
y demuestra que no viaja hacia ningún futuro luminoso como Cuba o Nicaragua.
[17] La transición de
Baudrillard desde un marxismo más o menos convencional hacia la filosofía
posmoderna centrada en la crítica de la sociedad de consumo es ilustrativa del
cambio de época. En Economía política del
Signo, El espejo de la producción, Cultura y simulacro, etc.
[19] De ahí un argumento
que machacó Engels más que él, sobre la “socialización creciente de las fuerzas
productivas” como fundamento de un socialismo promisorio.
[20] Para su teoría, Marx
señala que capital solamente es el dinero que se valoriza a sí mismo,
incrementa con el tiempo, principalmente a través del empleo de obreros, que él
considera explotación.
[23] Eclesiastés 2:17.
[24] Marx suele hablar poco
de ética o moral, sin embargo, su posicionamiento entero se fundamente en los
presupuesto de una superioridad ética sobre su época.
[25] Pretender proviene del
latín “pre” lo anterior y “tender” que es estirar; hay un
estiramiento desde antes. El adjetivo pretencioso
da un mayor énfasis en aparentar lo que no es, intentando darle más realce o
superioridad.
[28] Esto no implica una
crítica en sí a la mixtura de Freud con Marx, pero sí a sus vectores ingenuos.
Con momentos brillantes, Marcuse propugna que un desplazamiento social podría
curar la depresión universal del “hombre unidimensional” sin que esto implica
una receta precisa. Véase El hombre
unidimensional.
[34] Aunque
el concepto dictadura del proletariado ya aparece en Marx y Engels, su énfasis
autoritario es más discreto, pero en Lenin es abundante el material en ese
sentido recopilado en múltiples colecciones como Estado y revolución. Únicamente al final de los días Lenin percibió
que el Leviatán estaba despertando dentro de la URSS.
[35] Fromm propone dar un
sesgo de “socialismo humanista” incorporando lo mejor de la ética universal y
la psicología moderna; Marcuse señala que el problema está en una pulsión
represiva del “deber ser” que inhibe el potencial utópico y liberador. Así,
cada marxista y post-marxista interesante elabora su propia superación contra
el horror estalinista.
[36] Marx conocía bien a
Feuerbach con su La esencial del
cristianismo donde mostraba cómo la estructura de la religión correspondía con
la forma social y sus movimiento fundamentales.
[37] La teoría de la
enajenación, tomada en serio por algunos marxistas resulta clave como crítica
de las sociedades, en particular el fetichismo implica un adorar ídolos falsos
en los objetos materiales. Véase Lukács en Historia
y consciencia de clase.
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