CONCEPTOS DE VALOR TRABAJO Y COGNITARIADO
Por Carlos Valdés Martín
Continuidad
con la economía clásica y el espíritu científico
El valor trabajo es para la economía
política marxista el átomo de la economía, su vertiente explicativa para
comprender realmente el movimiento material de la sociedad capitalista. En sus
más tempranos escritos Marx rechazó la interpretación del valor trabajo de la
economía clásica, pero después la aceptó y perfeccionó como una teoría del
valor trabajo sumamente consistente y que permitía operar una reducción de la
complejidad real hacia una sustancia unitaria. La economía clásica (Smith,
Ricardo, Petty…) previa se interesó en descubrir una sustancia inmutable bajo
la mudable apariencia de los precios. Tras un siglo de interpretaciones se fue
llegando hasta una interpretación del valor trabajo, de las cuales la explicación
de David Ricardo es la más próxima a una definición mediante puro tiempo de
trabajo socialmente necesario, que perfecciona Marx. La igualación del valor de
las mercancías con el tiempo de trabajo socialmente necesario es una operación
de simplificación mental, que tiene un símil general en las operaciones de
ciencia natural, que siempre han buscado reducir la diversidad caótica de
elementos contradictorias, a una fórmula simple, una fuerza básica que sea
simple y permita la explicación del movimiento de las cosas. En ese sentido, el
espíritu científico de la economía clásica, el de Marx y de las ciencias
naturales es el mismo[1].
La teoría del valor trabajo ha sido una interpretación de base para el
marxismo, su clave racionalista para interpretar la realidad económica, por
tanto piedra angular del edificio entero.
Contraste
de interpretaciones del valor trabajo
El planteamiento esencial del valor
trabajo no ha sido esencialmente cuestionado al interior de la teoría marxista,
pero desde el exterior fue rechazado por otros modelos y se le pueden enfrentar
objeciones muy serias a nivel filosófico como la imposibilidad de cristalizar
el tiempo, pues éste siempre trascurre y jamás se fija, por tanto la entera ley
del valor configura un “what if”, que
se toma como un hecho crucial.[2]
En especial, la interpretación económica posible se ha encontrado con tres
opciones: el valor trabajo marxista[3],
el valor subjetivo de la escuela marginalista y una operación pragmática que
opera con agregados empíricos como el keynesianismo, por tanto sin teoría del
valor alguna. La oposición entre las dos escuelas de interpretación del valor
presentan una simetría curiosa, porque el marxismo es objetivista y se basa en
la producción ofreciendo una medida indirecta pero muy general y no variable
del valor, mientras que el marginalismo es subjetivista y se basa en el consumo
ofreciendo una medida directa pero completamente individual y variable del
valor. En cierto sentido, entre marxismo y marginalismo tenemos las imágenes
completamente inversas de lo mismo. Ambos dicen que el valor emana del sujeto,
para el marxismo el valor solamente lo genera el sujeto cuando produce bienes
materiales, y el marginalismo dice que lo produce conforme consume los bienes
materiales. Para el marxismo el valor emana desde el ámbito de la producción,
solamente mientras se dedica el tiempo y el esfuerzo a la creación del objeto
de consumo; la entrada a la circulación es una extensión del valor que ya posee
el objeto desde la producción misma; la entrada al consumo solamente es la
finalización del un proceso que ya trae valor, incluso el consumo es la
aniquilación del valor del bien, porque es la aniquilación del producto. Para
el marginalismo el valor emana de la apreciación subjetiva del bien; la
producción ha creado al producto, pero carecerá de valor hasta que entre en la
consideración subjetiva, donde valorar es estimar; con la llegada al ámbito de
la circulación es que el producto puede adquirir valor, por cuando empieza la
valoración del producto por el sujeto; pero la valoración depende de que
llegará al consumo donde será tasado por las necesidades del sujeto; solamente,
en la medida en que existe consumo, es que el valor marginal existe. El valor
estimado por el marxismo posee una naturaleza objetiva, que está destinada a
explicar el comportamiento global de la producción y de la economía en su
conjunto; el tema de precio particular de cada mercancía le pareció irrelevante
al marxismo, porque no busca una interpretación mercadológica y no le importa
el precio de cada mercadería, sino el movimiento de la sociedad capitalista. En
el marginalismo lo que importa sí es la interpretación de la mercancía en lo
particular, de cada bien o rama en cada mercado, conectado con un conjunto de
consumidores; su interpretación de las condiciones de producción se opera por
un rodeo y por una analogía de método matemático, que es la teoría de la
productividad marginal, que perfectamente podría estar aislada de la teoría del
valor del consumidor.
La no
pertinencia del valor trabajo para explicar los precios y demás fenómenos
cuantitativos
La teoría del valor trabajo, aunque
buscó ser la clave de la interpretación de la economía capitalista, no se
interesó en trazar una teoría puntual de los precios. Aunque formalmente la
visión del valor de la mercancía arranca desde su separación de los precios con
la posible indicación de un camino de retorno, por medio de la cual la
hipótesis se compruebe con los hechos empíricos, no obstante esa no era la
función básica de la ley de valor. La ley del valor para interpretar los
precios opera a distancia del mundo fenoménico (el precio dado) y empieza a
recorrer un camino de mediaciones posteriores de tal modo, que la esencia
unitaria luego se divide en una serie de mediaciones cruciales para el sistema
marxista como son: la plusvalía, el reparto de la plusvalía entre los
diferentes sectores del capital, el precio de producción, la formación de los
precios de mercado, etc.[4]
De tal manera, que los intentos por llegar desde el valor trabajo hasta una
interpretación empírica de los precios y con los precios acceder a una
interpretación de todos los procesos cuantitativos de la sociedad capitalista
no se vieron coronados por el éxito, aunque tampoco fueron muchos esos
esfuerzos. La visión de que se podría llegar desde el tiempo de trabajo
socialmente necesario hasta el movimiento particular de precios una sociedad no
se cumplía, porque esa no era la finalidad metodológica. El llamado problema de
la “transformación de los valores en precios” quedó siempre truncado[5]. Posiblemente, la única dirección de una economía que suponía
interés (por legado ideológico, pero ningún “interés material”) en cumplir con
esa meta matemática de convertir los valores en precios era la economía de tipo
soviético, pues buscaba obtener su medida interna de operaciones, acorde a su
ideología supuesta. Sin embargo, la ironía de la historia indica que la
interpretación del valor trabajo, precisa y justamente, nunca ha sido operativa
para una economía de mando central, sino que busca describir precisamente a una
sociedad de mercado, donde cada unidad de producción opera a espaldas de las
demás, de tal manera que son los objetos mercantiles los cuales operan
aparentemente cual autómatas, y por tanto se mueven bajo leyes enajenadas,
donde las relaciones sociales se han cosificado[6].
Debido a este “olvido” de los discípulos
de Marx en la utilización del valor trabajo para interpretar los eventos
cuantitativos también podemos entender la tentativa opuesta de los apologistas
del capitalismo para no utilizar teoría alguna del valor cuando interpretan los
fenómenos económicos. En especial la mejoría en las técnicas censales y
estadísticas permitió formar agregados empíricos de las economías nacionales entonces
manejados en la interpretación económica. Estos agregados con reglas
convencionales, más o menos precisas, han permitido que las interpretaciones
económicas se generalicen en el mundo, sin necesidad de recurrir al marco
teórico del valor para obtener un esquema contable de la economía en su
conjunto. Debemos recordar que la visión de la economía como conjuntos surgió y
se mantuvo ligada en la visión clásica de la economía política con el avance
hacia una teoría del valor.
Relación
de la teoría del valor con la teoría de las clases
El otro signo distintivo del marxismo
para interpretación de la vida social fue la visión de las clases sociales. La
aportación de una teoría histórica de las clases sociales es anterior al Marx,
ya plasmada por anteriores historiadores franceses; sin embargo, la teoría de
las clases fue perfeccionada por Marx. El proyecto de conjunto de su obra está
sellado por la interpretación de las clases, y él trató de establecer el rigor
científico en su interpretación. Para empezar la justificación de su propia doctrina es ofrecer una
posición de clase autoconsciente y no ideología, porque representa la toma de posición de clase de
proletariado, plantea la filosofía que toma cuerpo en las masas
proletarias. La teoría de Marx pretende cristalizar la correcta interpretación
de la sociedad desde el punto de vista del proletariado, con el agregado de que
esa posición social del proletariado tiende
espontáneamente a la verdad, porque busca romper con la ilusiones de la
ideología. La visión de proletariado tiende a ser científica, mientras que la
posición de las clases dominantes propende a deformar la realidad, configura
ideología. Aunque la obra cumbre de Marx quedó inconclusa, uno de los libros
finales debería dedicarse por completo a las clases sociales. En la versión
definitiva de El capital el espacio
final dedicado a las clases resulta parco; sin embargo, el conjunto de la obra
implica una explicación de la naturaleza de las clases fundamentales de la
sociedad capitalista, precisamente por cuanto la determinación de la burguesía
está basada en la operación objetiva del capital y toda la determinación del
proletariados corresponde a la operación económica forzosa del trabajo asalariado.
Para lo que aquí interesa, la interpretación de tiempo de trabajo socialmente
necesario se entronca con las determinaciones del trabajo asalariado, que define
a la clase proletaria; con la consideración básica de que esta relación es
polar en la oposición con el capital, ya que define una relación de explotación
antagónica. Digamos que la
interpretación del capital establece la definición del trabajo asalariado y
viceversa, donde su vínculo de hierro implica la relación de explotación,
por cuanto ese es el vínculo objetivo de la economía capitalista conforme a la
explicación del valor-trabajo. Luego una modificación en la teoría del valor
trabajo es también una reinterpretación en la teoría de las clases y viceversa.
En este caso, la hipótesis de nueva estructura de las clases sociales, implica
la re-fundamentación de la estructura económica global, que implica una
reformulación de la teoría del valor trabajo.
La
teoría del valor trabajo y el cognitariado
La definición del cognitariado presupone
que la existencia del tiempo de trabajo socialmente necesario ha mutado en su
interior, de tal manera que sin romperse la ecuación básica del tiempo de
trabajo socialmente necesario ahora se está haciendo un nuevo énfasis en la
distribución de sus elementos; esto es como afirmar que seguimos hablando de
átomos, pero que además de electrones y protones ahora encontramos la
existencia de neutrones, única explicación para que el sistema atómico no se
dinamitara por sus cargas opuestas. El cognitariado supone la revalorización de
la dialéctica histórica del proceso de trabajo de tal manera, que la mayor
densidad de trabajo intelectual en el proceso productivo es crucial para
establecer un salto de calidad. La densidad del proceso de trabajo con más
intelecto rebasa un asunto de cantidad para convertirse en el tema básico de
calidad, la medida del cambio. ¿Qué relación presenta esto con el tiempo de
trabajo socialmente necesario? El concepto de valor de Marx originario se
sostiene en la estimación de que el trabajo se homogeneiza en el proceso mismo de producción e intercambio, que
las operaciones del mercado capitalista mismo ofrecen la base para que el
trabajo sea reducido a su expresión más simple, incluyendo la reducción de
trabajo complejo a simple, mediante la famosa división del trabajo[7]. Como tendencia, lo anterior es indudable, pero también
ofrece su contra-tendencia, y el proceso de trabajo dentro del capitalismo
reinstaura la diferencia de calificación, establece estancos tecnológicos,
monopolios temporales, recalificación de los procesos, etc. La realidad
histórica del capitalismo hasta nuestros días no recorre la mera reducción del
proceso de trabajo complejo a trabajo simple, sino una dualización entre dos
categorías. Curiosamente, la realidad empírica
del capitalismo mundial es de dualización entre dos tipos de retribuciones,
dos tipos de ingresos regionales, etc.; esta dualidad se ha buscado explicar en
términos de imperialismo y de superestructuras políticas[8], pero si el fenómeno (también llamado polarización)
continúa en el largo plazo entonces debe poseer una base estructural y no
política: la dualidad en el proceso de trabajo, la situación de que impide la
simplificación del trabajo. Con esto quiero establecer una dualidad-unidad,
como la que se presenta entre la economía competitiva y el monopolio, porque
resulta inútil encajar la realidad en una sola de estas dimensiones cuando las
dos operan con claridad. Por un lado, opera la reducción de la producción a
mercancías, de tal manera que los distintos tipos de trabajo se están
equiparando constantemente como parte del trabajo social, mientras que también
constantemente los tipos de trabajos calificados (densamente intelectuales) no
fluyen en el intercambio como equivalentes sino que hacen valer sus
diferencias respecto de los demás trabajos. Al reconsiderar surge este
panorama: en la producción capitalista se establece (diríamos
administrativamente: se institucionaliza) una densidad del tiempo de trabajo
socialmente necesario desde el factor conocimiento, que cuenta y vale como más
intenso. Sin embargo, sucede distinto con el trabajo directamente
sobreexplotado por el mayor desgaste de la fuerza física del obrero. El tiempo de trabajo socialmente necesario
con más intelecto crea más valor, porque, históricamente y de suyo, vale
más. Por esta afirmación no me refiero a que al trabajador intelectual se le
pague más, porque eso ya indica la consecuencia del primer fenómeno, pues el
primer evento es que el trabajo densamente
intelectual produce más valor. Esta explicación es semejante a las
interpretaciones que han buscado explicar que en los países metropolitanos el
salario resulta más alto que en la periferia, estableciendo una cadena
retroalimentada entre más salario y más valor de los bienes producidos. En este
caso no se afirma sólo que el tiempo individual de un trabajo con más intelecto
crea más valor que una que tiene menos, cuando ambos están generando el mismo
tipo de bien, como cuando queremos diferenciar a un obrero hábil de uno poco
hábil. El asunto es más radical y el
tiempo de operación intelectual crea más valor, directamente y sin escalas;
esto sucede porque el término medio “socialmente” del “tiempo de trabajo
socialmente necesario” es diferente entre el proletariado y el cognitariado, pues
entre ambos sectores se diferencia el enorme proceso que llamamos la dialéctica histórica del conocimiento,
que es el avance de las fuerzas productivas en la aplicación del conocimiento
al trabajo. En la dialéctica histórica del conocimiento está condensado el proceso
de transformación de las fuerzas productivas intelectuales, que son aplicables
al proceso de trabajo[9];
el resultado es un proceso de trabajo más productivo y más productos con menos
tiempo. El avance de las fuerzas productivas en términos de valor es más
producto con menos valor, sin embargo en la dialéctica histórica del
conocimiento hay una acumulación interna en los sujetos, que nunca es
fácilmente medible ya que implica calidad no simple cantidad. En la visión
directa y lineal del tiempo de trabajo socialmente necesario, la dependencia
entre tiempo de reloj convertido en promedio (socialmente) y referido a su
utilidad (necesario para el consumo) varía en función directa con la
productividad. En la dualización entre proceso de trabajo simple y el intelectualizado,
el tiempo de trabajo socialmente necesario no se reduce en función directa con
el reloj convertido en promedio (socialmente) y referido a su utilidad, sino
que ya en el sujeto se acumuló una
dialéctica histórica del conocimiento, que la debemos interpretar como
valor (justamente el mercado y la existencia empírica la interpretan como valor
efectivo, porque paga sistemáticamente más por este trabajo, y aquí “pagar” es
retribuir y reconocer el “tiempo de trabajo socialmente necesario” encerrado en
la mercancía). De nuevo con sutileza: además no debemos interpretar este “más valor” producido como una
acumulación de valor que ha pasado al sujeto en términos de un valor (tiempo de
trabajo socialmente necesario) previo que se incorpora a una mercancía (como capital
que pasa como medio de producción su valor al nuevo producto) ni como un tiempo
neto de capacitación, que es así un tiempo de trabajo socialmente necesario que
se agregó previamente al trabajador intelectual que produce cierta mercadería. Simplemente,
además de que el asalariado se capacitó primero para operar de intelectual y
aportar un trabajo complejo al proceso productivo, el resultado no será la suma
de la jornada presente más las jornadas pasadas, sino que resultará todavía
mayor. Siguiendo con el argumento, el
cognitariado no genera más valor en su producción porque contenga un capital[10] o haya heredado una suma de valor previo de
sus profesores, sino porque recibe una herencia mucho más caudalosa: la
dialéctica histórica del conocimiento. ¿Por qué incluso el mercado habrá de valorar más el resultado de la
dialéctica histórica del conocimiento y no alguna otra cualidad “importante”?
La pregunta parte de ignorar que la dialéctica histórica del conocimiento es el
corazón de las fuerzas productivas, y jamás existe trabajo sin conocimiento[11]. Debido a que la dialéctica histórica del conocimiento
está en la vanguardia del curso histórico, la posibilidad del mercado para
homogeneizar (reducir) el proceso está siempre limitada. La parte que crea más
valor como trabajo intelectual que es fruto de la dialéctica histórica del
conocimiento está sobrepuesta a la parte que simplemente crea valor como
cantidad, a la mera operación manual que crea valor según la pauta del tiempo
de trabajo socialmente necesario, y la unidad de ambas partes define la
integridad del valor de una sociedad económica. El papel especial del trabajo
intelectual como creador de más valor, en cierto sentido reemplaza, al exceso
de valor que supone la intensidad de una jornada de trabajo, la mayor densidad
intensa creadora de valor aceptada por la teoría del valor trabajo tiene la
misma consistencia que lo aquí argumentado, porque la intensidad del trabajo es
una medida interior a la calidad del trabajo, ya que lo “intenso” del trabajo
nunca está en el reloj cronómetro, sino en lo que pone y aporta el sujeto
activo. Con el trabajo intelectual, el sujeto entrega su calidad de portador de
la dialéctica histórica del conocimiento, que es intensidad en el desarrollo de
la historia, del avance de las fuerzas productivas, que además se debe reflejar
en productos materiales (o servicios que también son objetivos), lo cual desde
el punto de vista del consumidor aparecerá como la “calidad” del producto[12].
Como resultado de lo anterior, si las capas
de cognitariado ganan más salario o formas modificadas (pagos a destajo,
profesiones independientes, etc.), no es porque sean menos explotados por el
capital, ni porque tengan ganancias
repartidas de la explotación imperial[13]. La base de este ingreso superior emerge de un mecanismo
directo de producción, el mecanismo de producción de valor mismo permite un
ingreso salarial o seudo salarial superior y desdobla a la clase de productores
directos en cognitariado y proletariado. Si por comparación a las capas más
pobres podemos considerar que el cognitariado es privilegiado, nunca lo ha sido
ni lo será en el sentido descrito de un grupo que recibe más de lo que produce
o se beneficia indebidamente. Al contrario, el cognitariado recibe una parte mayor porque produce más
valor y quizá hasta pierde una tajada mayor de su producción directa,
repartiéndola con el capital y el Estado. Claro que existen figura trasmutadas,
con apariencia de cognitariado que no lo integran, con ejemplo principal de los
administradores de alta dirección de las empresas, quienes reciben un reparto
de las ganancias sociales del capital (y más bien anuncian la presencia de un cogni-capital).
Frente a la teoría marginalista o la
absoluta falta de teoría del valor predominante en la moderna economía, con lo
anterior se reivindica la teoría del valor trabajo. Sin embargo, no se la deja
operando bajo el marco inalterado del siglo XIX, y esto especialmente, respecto
de la cuestión del tiempo. La fórmula que presento pretende ser consistente con
la relativización del tiempo
demostrada por la ciencia física, porque el segmento de trabajadores que avanza
más rápidamente en el carril de la historia, está operando con un tiempo
diferente que su retaguardia gemela (gemela, porque el cognitariado-vanguardia
está en unidad de destino con el proletariado-retaguardia más atrasado);
mientras el cognitariado está funcionando sobre una velocidad mayor de avance
de las fuerzas productivas (velocidad histórica absoluta) entonces su
cronómetro en el tiempo de trabajo socialmente necesario es más denso y genera
más valor; mientras el proletariado (variando conforme sectores) funciona sobre
los carriles lentos de la historia, digamos que va en los carriles de remolque
de las fuerzas productivas, por lo que su flujo avanza más lento, así condensa
menos tiempo en el mismo cronómetro. En ambos casos el tiempo social depende de la velocidad y no solamente del cronómetro,
y ésta se determina por las fuerzas productivas en movimiento. Pero como
estamos en la teoría del valor trabajo, mantenemos la medida del reloj unido a la velocidad, como un
parámetro objetivo, que nos evita salirnos hacia medidas arbitrarias;
finalmente, es la producción de los objetos materiales el horizonte de los
valores creados, y no nos desviamos en un exceso de subjetivismo, como se
presenta en las teorías subjetivas de valor, donde cada productor crea valores
con una medida diferente conforme son consumidos.
Esto lo imagino de manera similar a la
relatividad del tiempo. Existe más valor, de manera permanente y estructural,
en la producción del cognirariado que en la del proletariado, por lo tanto,
existe una base firme para establecer una distinción sistemática, entre los dos
sectores. Sin embargo, el mercado unifica con una concurrencia universal de
productos, y se integran en un metabolismo social general. Al integrarse los
productos como mercancías todos se integran como valores, y el producto del más
descalificado de los trabajos entra en la gran ecuación social de nivelación de
trabajo socialmente necesario. Aunque las producciones de proletariado y
cogniariado tengan diferencias por el carril de la velocidad histórica en que
están inmersos, no por eso dejan de estar unificados
en un sistema y no por eso aparece una solidaridad
relativa de intereses, diferentes al conjunto de intereses basados en la desnuda
propiedad de los medios de producción.
Por si fuera poco lo anterior, esta dualización de la teoría del valor trabajo
concuerda con las observaciones empíricas de una dualización de las estructuras
de ingresos a nivel planetario. La dualidad excesiva de los ingresos y la
separación de mercados (de precios diferentes) del capitalismo no resulta
consistente con la unidad monista de la teoría marxista del valor-trabajo. Por
este lado, la dualidad de facto de
los mercados capitalistas nos permite usarla para que la dualidad en la teoría
del valor emerja de un referente empírico para establecer las cantidades de
valor que se establecer entre cada proceso de trabajo, porque no tiene motivo
alguno formular una cantidad matemática previamente establecida que
correlacione la cantidad de valor aportada por el trabajo manual y el
intelectual, evidentemente, esta relación cuantitativa variará acorde a la
dialéctica histórica del conocimiento y a la productividad del trabajo
manifestada en cada sector.
El
cognitariado, la plusvalía relativa y la subsunción de trabajo al capital
Al analizar la correlación entre las
relaciones sociales y su base técnica Marx acuñó ciertos conceptos que hablan
de la correspondencia entre estos dos órdenes. Al estudiar la evolución de las
formas de producción capitalistas en su correlación con el avance de la forma
social, Marx establece que el capitalismo va creando su propia base técnica que
le genera las condiciones adecuadas de explotación; Marx afirma que al pasarse
desde la manufactura a la gran industria el capitalismo establece su base
técnica adecuada de producción, y que esto significa la entrada de una
explotación del trabajo mayor por medio de la plusvalía relativa. Por plusvalía
relativa, se entiende que el tiempo de trabajo socialmente necesario para la
reproducción de los trabajadores se reduce, por lo que el monto de plusvalía
disponible para el capital aumenta. La entrada de mejores condiciones técnicas
para el capital significa también que las condiciones de explotación son
mejores, por cuanto el dispositivo material de las fábricas facilita
directamente extraer plus-valor.
El concepto de subsunción formal y real
del trabajo al capital también está armando en ese sentido. El término
subsunción es de origen latino e indica el sometimiento de un término a otro,
por lo que con la subsunción de proletariado se entiende su sometimiento al
capital, pero aquí indica que se basa en condiciones internas a la producción,
no sostenido en base a condiciones externas, sino que los elementos técnicos (maquinaria
y gran industria) son los que generan la explotación. Cuando la subsunción es
formal las condiciones técnicas todavía son precapitalistas, por ende el
capital debía recurrir a muchos medios políticos y policíacos para someter al
proletariado; en cambio cuando la subsunción del trabajo al capital se define
como “subsunción real”, ya las condiciones de producción obtienen una base
técnica propia del capitalismo, donde las máquinas mismas son colaboradoras
para la tarea de explotación, por eso la vigilancia externa y la coerción
política se reducen y son menos evidentes. Esta distinción entre subsunción
formal y real, permaneció oculta en la historia del pensamiento marxista, hasta
que se conocieron los manuscritos del capítulo VI inédito de El capital, e incluso han dado pié a
interesantes reinterpretaciones.
Ahora bien, la interpretación del
cognitariado significa que el paso de la subsunción formal a la real del trabajo
al capital no demarca una línea simple y de una vez para siempre. Resulta
aceptable que el proceso de subsunción se cumplió en general con la llegada de
la gran industria, con lo que el capitalismo obtiene su base técnica propia.
Sin embargo, desde mi punto de vista, la forma técnica y los sujetos no están
dados en adecuación ontológica a una forma social de explotación, pues siempre
el ser concreto (su particularidad) está desbordando a la forma social, que no
los agota en su naturaleza. En especial, la
forma técnica siempre se relaciona directamente
con el producto, pero el sostenimiento de valor del producto (que contenga
plusvalor) no implica que su ser
material está acorde con todas las
necesidades secundarias del capital, como son los requerimientos políticos
o de dominio social del capital[14].
Es decir, que muchas innovaciones técnicas incesantes ayuden a generar
beneficios al capital (y que se prefiera las más beneficiosas sobre las menos
redituables), no implica que esas técnicas directamente sirvan mejor al dominio
político del capital. Las innovaciones técnicas que se integran dentro del
capitalismo no se prefieren porque generen efectos de dominación favorables,
porque lo único significativo para el mismo capital es la utilidad directa. Por
lo mismo, la adecuación de la base técnica de la gran industria sólo significa
que beneficia al sistema capitalista porque incrementa la ganancia por vía de
la plusvalía relativa, sin que exista una especie de “domesticación social”
planificada mediante las empresas.
En contra de la teorías de Marcuse sobre
la enajenación universal o la adaptación universal de la civilización total al
capital[15],
considero que existe una dimensión de la producción que presupone y rebasa al capital, que es su dimensión concreta de fuerzas
productivas, que están destinadas a generar producto (su código de
producto) antes que de capital. El ser material de toda sociedad depende y
alimenta a una fuerza productiva de primer orden, quizá debamos llamarla su
vanguardia natural, que es la dialéctica histórica del conocimiento, porque en
el saber gravita el eje del hacer. Por lo mismo, en la necesidad de crear
sujetos acorde a su nivel de dialéctica histórica del conocimiento, las fuerzas
productivas modernas requieren de sujetos que en su ser mismo encarnan la
dialéctica histórica del conocimiento, que son llamados cognitariado por la unidad de la condición proletaria y la
condición de poseedores de conocimiento. En ese sentido, el proceso del capital
y su adecuación de condiciones técnicas me parece que opera en un sentido
contradictorio, acorde a una oscilación típica de la dialéctica histórica, que
no se mueve linealmente. Desde el punto de vista productivo, el con crecimiento
del cognitariado continua el proceso de generación de la plusvalía relativa,
por lo que entonces el cognitariado también corresponde con las condiciones
técnicas del capital. En ese mismo sentido, el cognitariado emerge en la
continuidad de la subsunción real del trabajo al capital, sin embargo, también
veo que existe una ruptura de continuidad (incluso un abismo), porque el
cognitariado no ofrece un escalón de dominio más sencillo para el capital,
porque es un sujeto más complejo y está
menos desposeído. La naturaleza de la dialéctica histórica del conocimiento
hace que el cognitariado esté menos desposeído que el proletariado clásico, y
así no se cumple con una línea de histórica de crecimiento de la enajenación y
opresión, sino que al requerir el sistema de una gran masa de sujetos
productivos con mayores conocimientos se presenta un efecto de amortiguamiento
de la enajenación y opresión. El cognitariado es mejor retribuido que el
proletariado tradicional, porque produce
más y posee mayor poder en el proceso de trabajo mismo, que no deja de ser
propiedad del capital o funcionando en el mercado opera como pequeño capital.
Pero si lo anterior es cierto, entonces
la subsunción adecuada del cognitariado está a medio camino entre real y formal
(por tanto un regreso a menos subsunción), especialmente, porque se observa un
proceso de desenajenación parcial del cognitariado por reapropiación de condiciones técnicas de trabajo, el fundamento de
su vida. En correspondencia con la base económica se desenvuelve la
superestructura de las sociedades, ese es un principio crucial del análisis
materialista o realista de las sociedades. En la aplicación de este principio
general, la forma política de democracia burguesa moderna con derechos
importantes para la población corresponde a una estructura; entonces, la forma
política de democracia burguesa moderna corresponde mejor con un cognitariado
en la base principal de la producción social, que con la imagen de un
proletariado eje de la producción social. La forma política de democracia
moderna corresponde mejor a una nación mayoritaria de cognitariado, pues en
este régimen existe una presión eficaz contra el poder que ejercería (entonces despóticamente)
una reducida burguesía monopólica si nunca enfrentara una resistencia política
eficaz de una clase fuerte con intereses diversos.
La dinámica
de la enajenación decreciente
Esta línea de razonamiento implica, que
el camino de la dialéctica de la
historia del capitalismo no es tampoco hacia una creciente enajenación.
Aunque no define un componente esencial de la teoría marxista misma debo recordar
que la teoría de la siempre creciente enajenación ha sido crucial entre las
interpretaciones radicales. En cierto sentido, la teoría de la siempre
creciente enajenación significó el sustituto de la teoría de la depauperación
absoluta[16], que
si bien no era la teoría salarial propia del Marx, sí era parte del “espíritu
de radicalismo” propio de los seguidores del maestro. Esta teoría de la
creciente enajenación estaría implicada en Marcuse con su teoría de la vida
unidimensional; en el joven Lukács, bajo la forma de la creciente cosificación
de la consciencia, y en esa misma línea de razonamiento, aparece Veraza[17]
con su interpretación del desarrolla centrado en la subsunción del trabajo al
capital, que avanza para ahogar el consumo humano (y a la totalidad social)
bajo una nueva cadena de enajenación. Bajo ese espíritu de radicalismo
pesimista, el pozo de los males del capitalismo, por fuerza, debería ser
siempre peor.
La enajenación y la explotación están
ahí, pero su radicalización no se cumple, entonces debe haber hondas razones
estructurales, sin buscar en la bondad o maldad intrínseca de estructuras
superficiales (el sistema legal mismo, las luchas temporales de la clase obrera[18]),
sino preguntarnos si el modo de fondo generado en la vida social moderna
capitalista ha sido trastocado por las realidades nuevas y alteradas que con la
gafas puras del marxismo no habíamos acertado a ver con claridad.
Los razonamientos aquí expuestos
muestran que si los resultados de las condiciones enajenadas del capitalismo no
son catastróficos (como se espera bajo otra línea de razonamientos), entonces
las premisas deben examinarse. La transfiguración masiva del proletariado
convertido en cognitariado presenta una tendencia contraria al crecimiento de
la enajenación y contraria al despotismo político del capital. Lo importante,
aquí lo resaltamos, es que la reducción de la enajenación desde la producción
misma. Ante la tendencia general que crea un proletariado separado de los
medios de producción (enajenado desde la producción), con el cognitariado se
reapropia el trabajador directo con un medio esencial de producción. No se
rompe el círculo de la enajenación en la producción, porque en la gran empresa el
trabajador se sigue separando de su proceso y producto, que pasa a poder de una
entidad y clase ajenas, pero ya no se enajena radicalmente de los medios de
producción y por lo mismo no se enajena radicalmente de su actividad. Y esto
causa para que la sicología industrial y la motivación productiva (mejores
condiciones y salarios) en los hechos sustituyan a la brutalidad de los
capataces fabriles: ahora el circuito
capitalista requiere de colaboración del productor directo.
El crecimiento
del poder del cognitariado en la producción no depende de su cantidad y
concentración, como refería Marx la situación del proletariado durante el
avance de la “gran industria” en el siglo XIX[19].
Sino que el poder del cognitariado depende de un incremento de la técnica en el proceso de producción. Junto con
una tecno-burguesía fortalecida surge un tecno-proletariado fortalecido. Sin
embargo, el “poder” (fuerza típica como grupo) propio del cognitariado opera en
un sentido distinto al modo en que operó el proletariado clásico, y por lo
mismo no aparece notable. Debido a que reduce su condición económica y social
de enajenación, el cognitariado mantiene un comportamiento político y social
peculiar.
Como es evidente, la reducción de la
enajenación directamente en las
condiciones de producción demarca su frontera en su compatibilidad con el
funcionamiento del capitalismo. El trabajo puede tecnificarse y el trabajador convertirse en un cognitariado
densamente asimilador de la dialéctica histórica del conocimiento hasta el
punto donde no impida las ganancias capitalistas (o él mismo se convierte luego
en capitalista, mientras no se supere la forma mercado). El borde exterior de
esa conversión está en el mercado capitalista, y no existen barreras
preestablecidas para la conversión del simple proletario en cognitario, el
proceso fluye constantemente y de ahí la enorme dimensión y diversidad del
sistema educativo en el capitalismo maduro.
En un extremo futuro, el conjunto del
proletariado podría convertirse en cognitariado, dejando fuera a una población
desempleada oscilante, de acuerdo a la ley de población excedente que opere en
ese momento histórico de una economía densamente tecnificada. En ese momento
histórico de conversión de la casi totalidad del antiguo proletariado en
cognitariado, puede desaparecer la dualidad de la ley del valor, y entonces opera
una única transmisión de valor en el proceso de trabajo, quedaría unificada la
ley del valor, entonces tendería a desaparecer la dualidad mundial y la polarización de zonas diferentes de
desarrollo económico (desaparece la polarización extrema, mas no las diferencias regionales). Aunque esa unificación
planetaria parece imposible que resultara completa bajo la óptica de un
desarrollo desigual y combinado, pues la diversa velocidad de movimiento de las
zonas se mantiene aún cuando el planeta está integrado por un mercado mundial.
Nueva
clase ascendente y valor
El crecimiento
del poder del cognitariado en la producción emanado de la técnica en el
proceso de producción, distribución e intercambio, implica que la clase
asalariada moderna (incluyendo las formas trasmutadas de retribución salarial
cada vez más importantes, como “freeelance” y mini empresa contribuidora al
modo de franquicias y proveedores convenidos) será cada vez más fuerte. La presencia del nuevo
cognitariado crecerá y permanecerá diversa, porque la concreción de la dialéctica histórica del conocimiento
así lo exige, porque la asimilación de conocimiento opera por medio de
especialidades y es un fenómeno monista sino de integración compleja. Durante
una época de cambios, este crecimiento masivo de una clase oprimida y
subalterna pero ascendente se escapa (entre las redes de una teoría atrasada) bajo
rótulos de cientos de profesionistas como ingenieros, arquitectos, maestros,
doctores, periodistas, mujeres trabajadoras, burócratas, políticos, etc. o en
actividades que no se reconocen como actividades de profesionistas pero cuya
naturaleza implica un tipo de conocimiento aplicado como ocurre en actividades de
ingenieros, médicos, comunicólogos, tecnólogos, y también las actividades menos
convencionales como curanderos, religiosos, hackers, profetas, artistas, etc.
Este grupo es sostén de las grandes nuevas empresas mundiales:
telecomunicaciones, espectáculos, investigación aplicada, computación,
educación, etc.
Debido a su generación de más valor, el
cognitariado también permanecerá muy apreciado por el capital, con los
relativismos que dicho “aprecio” contiene, por la naturaleza de sistema
impersonal del mercado. El capital no será indiferente al destino de este
peculiar “cerebro de obra” (sucesor de la mano de obra), no puede ni debe pagar
salarios de miseria para mantener activa y saludable a esta fuente de valor. El
Estado moderno no encierra la vocación para enviar masivamente a la muerte a
las nuevas generaciones de cognitarios como antaño se hizo con las jóvenes
generaciones proletarias durante las dos Guerras Mundiales, porque esta
población no será substituible por reproducción mecánica (como la mano de obra
lo fue)[20].
La fuerza creciente del cognitariado se
sustenta en su posición en la producción. También por su posición en la
producción resulta una clase multifacética y dispersa, cuya presencia aparece
más claramente en aquello que mejor maneja: influencia intelectual (o ideológica),
y a partir de ella la influencia cultural, emocional, comunicativa, tecnológica
y política. La relación directa del cognitariado con la producción de más valor
mediante la dialéctica histórica del conocimiento, concretada en personas, hace
que su posición sea imposible de desplazar. A diferencia de lo ocurrido con un
proletariado predominantemente manual, el cognitariado no cae políticamente
mediante represiones políticas directas, porque en el drama juega los dos
papeles de perseguidor y perseguido.
El cognitariado decae por su propio
peso, porque sus objetivos no los levanta más allá de un código elemental de
democracia política y de bienestar general. El cognitariado (como clase entera)
no posee objetivos íntegramente radicales, pues su condición no carga las
“cadenas radicales”. Una parte íntima de la condición de esta clase transpira
radicalismo, ya que nunca aceptará la fragilidad de la condición asalariada
impuesta por el capital ni la enajenación general de la condición humana
moderna. De hecho la ideología
socialista es una emanación del cognitariado, bajo la forma de intelectuales
identificados con el proletariado y con una búsqueda para reconfigurar la
situación social hacia un sistema hondamente igualitario. Como conjunto el
cognitariado permanece en el terreno del capitalismo, mientras no maduren lo suficiente
las contradicciones inherentes al cambio del sistema a partir de sus premisas
reales. Pero el cognitariado no debe
asaltar el futuro (brincar etapas, catapultar una etapa revolucionaria
artificial), basta con que siga tejiendo activamente su naturaleza y su misión:
el crecimiento de la dialéctica histórica del conocimiento, pues el
crecimiento de la dialéctica histórica del conocimiento se identifica con el
incremento del valor del cognitariado y la mejor esperanza para la humanidad
futura.
NOTAS:
[1] Aunque puede convertirse en la base de un monismo excesivo, una
sobre-reducción de los principios explicativos a la pura unidad. Cf. SARTRE,
Jean Paul, La crítica de la razón
dialéctica, quien combate a las versiones del marxismo, casi unánimes de su
tiempo, para contraponer la singularidad existencial y un método más complejo,
que aquél entendido ordinariamente como método dialéctico.
[2] Resulta extraño que no
existiera un debate más profundo alrededor de la ley del valor trabajo, sino en
torno a su conversión en precios, como si siguiéramos con la tesis del flogisto
ocupados en su inexactitud matemática. Lo primero es considerar ¿cristaliza el
tiempo en realidad? Siendo que la respuesta definitiva es no, entonces siempre
se debe considerar como un andamio hipotético con varios valores positivos,
como valorar la subjetividad objetivada en la producción como origen de la
riqueza.
[3] Existe una excepción de autores neo-ricardianos o keynesianos, quienes
sostienen una versión de la teoría del valor trabajo sin concordar con la del
marxismo, como Joan Robinson y Piero Sraffa.
[5]Como muestra el artículo de Giulio
Pietranera, el tema de la transformación de los valores en precios es uno de
los más arduamente discutidos en la historia del marxismo, representado un eje
decisivo de las críticas al sistema de Marx. El valor trabajo, al menos tiene
dos desdoblamientos necesarios en los precios: precio de producción y precio de
mercado. El precio de producción es el precio de costo más la ganancia media,
que retoma un tema muy importante en la configuración del capitalismo, como es
el reparto de la ganancia entra la clase capitalita y su tendencia hacia la
creación de una media. Pero este precio de producción, que se cree que opera
efectivamente en la sociedad capitalista y no es una mera mediación abstracta,
también altera la definición de precio de la fuerza de trabajo, pues sus medios
de subsistencia también se definen por medio de precios de producción. Cf. PIETRANERA, Giulio, “La estructura
lógica de El capital” en Estudios sobre El capital, Ed. Siglo
XXI, 6a. ed. México, 1987.
[6]Cf. MANDEL, Ernest, Tratado de economía marxista. Ed. Era. Si bien, cualquier economía
global se puede reinterpretar en base al tiempo que dedica a la producción de
sus ramas económicas, el valor trabajo es una teoría que se refiere
especialmente a la producción de mercancías.
[7]Por eso el trabajo abstracto no es una
simple abstracción hipotética sino un resultado del proceso histórico, es una
“abstracción histórica”, correcta para el estudio de la economía política. Cf. PIETRANERA, Giulio, “La estructura lógica de El capital” en Estudios sobre
El capital, Ed. Siglo XXI, 6a. ed.
México, 1987.
[8]La teoría del imperialismo pretende ser la
explicación histórica de la dualidad del mundo capitalista desde el final del
siglo XIX. La cumbre de la popularidad de la teoría del imperialismo se debe a
Lenin, que además de un brillante teórico fue también el dirigente político de
la primera revolución victoriosa bajo la bandera del marxismo. Sin embargo, si
se observa el movimiento de la historia con un siglo más de distancia, se debe
reconsiderar, que la teoría del imperialismo, tiene la desventaja de que no
pone en primer lugar la operación de la base material, el movimiento económico
de la sociedad capitalista en transformación. Cf. Lenin, El imperialismo
fase superior del capitalismo.
[9] Conforme el marxismo se inaugura desdeñando el factor intelectual, para
establecer una teoría materialista radical, debía desestimar la dialéctica
histórica del conocimiento. Esto resulta perfectamente claro en La ideología alemana. Ahí, Marx y Engels
declaran que los fenómenos intelectuales carecen de historia propia, y que
deben ser parasitarios de la evolución material de las fuerzas productivas y
relaciones de producción.
[10]En ese caso sería un pequeño propietario
capitalista que posee algo extra de capital, que recibe bajo la figura de
conocimiento. Esa es la teoría errónea de Enrique González Rojo sobre la clase
intelectual, que formaría una especie de segunda burguesía que oprime al
proletariado mediante el Estado.
[11]Por motivos analíticos se debe separar y
estudiar el componente de conocimiento en el proceso de trabajo, sin embargo,
no existe trabajo humano sin conocimiento. En su abstracción, Marx asemeja como
que estuviera desechando el conocimiento cuando lo asimila con la actividad
misma del trabajo, pero esto no es así, la diferencia específica del
conocimiento se puede conservar, como “densidad” del proceso de trabajo. Cf. MARX, Karl, El capital, tomo I, cap. V.
[12] Tengo la impresión que para la mercadotecnia y la economía pragmática, lo
que aparece de este agregado de valor (generado en la producción) es la
“calidad” del producto (emanando desde la opinión del consumidor), tema que
resulta imposible de predefinir, sino que se retoma como resultado de ventas
más costosas y con mayores márgenes de utilidad.
[13]Lenin, Trotski, etc. siguiendo un
comentario de Engels creyeron observar que si los obreros de los países
metropolitanos tenían mejores ingresos y mostraban un comportamiento político
reformista se debía a un circuito de complicidad con las ganancias imperiales.
Sin embargo, esto también implicaría sembrar la culpa en la vanguardia objetiva
del curso histórico, porque el cognitariado es vanguardia en el sentido
histórico objetivo mientras que las élites políticas son vanguardia en su
sentido subjetivo, pero sabemos que los esfuerzos subjetivos pueden estar fuera
de tiempo.
[14] De hecho, la creencia de que todas y cada una de las manifestaciones del
sistema social corresponden a la naturaleza íntima de la causa principal (en
este caso el capital) expresa la tendencia monista-metafísica del marxismo, o
lo que Sartre denomina su “idealismo”. Cf. SARTRE, Jean Paul, La crítica de la razón dialéctica.
[17] VERAZA URTUZUÁZTEGUI, Jorge, Revolución
mundial y medida geopolítica de capital, a 150 años de la Revolución de 1848.
[18] Una parte de los marxistas explican los beneficios temporales de la
democracia capitalista por las luchas históricas de la clase obrera. Cf.
MANDEL, Ernest, El capitalismo tardío.
[20] Esto implica reforzar la crítica y el
movimiento social en contra del militarismo y el tráfico de armas,
fortaleciendo la presión del cognitariado (y del cogni-capital) mundial hacia
una pacificación permanente. Cf. TOFFLER, Alvin, El cambio del poder, y RAMONET, Ignacio, Guerras de siglo XXI.
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