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sábado, 11 de enero de 2014

RESEÑA DE “LA MASONERÍA EN EL SIGLO XIX EN MÉXICO” 1a. Parte



Por Carlos Valdés Martín

Resulta interesante revisar lo sucedido con la masonería de antes y hacerlo justo en estos tiempos de rápidos cambios. Ahí está nuestra herencia común y, aunque el siglo XIX parecería lejano, todavía continuamos el aliento político y social que nos dejaron el sistema republicano liberal y la economía de mercado. Hoy hay cambios e, incluso, transitamos hacia un periodo de innovaciones. De todas maneras, las grandes instituciones e ideales del periodo previo siguen gravitando y pesan más cuando permanecemos inconscientes de lo que representó esa herencia.

Curiosidad para interpretar a la masonería y al individuo
El interés del público por la masonería va de la mano con una dificultad para estudiarla con objetividad. La organización masónica al ser sociedad discreta —por tramos, hasta estrictamente prohibida y secreta— presenta barreras para su estudio. Los historiadores serios que desconocen sobre esta sociedad no captan quiénes son los personajes masones ni las fronteras de esas organizaciones masónicas, por lo que suelen atribuir carácter de masón a quienes no lo son o ignorar la contribución de quienes sí lo son. En México se ha tendido a sobredimensionar la participación de la masonería en el ámbito político, incluso levantando la fantasía de que “todos los Presidentes de México han sido masones”, con lo cual se exageran los hechos y se teje una ficción que identifica al Poder público con la masonería, cuando ésta en esencia no es una organización política. Cometido ese primer desacierto además se confunde a los masones imaginando que son una agrupación homogénea y sometida a un ideario fijo, el cual debe de seguir lineamientos repetitivos, luego de ahí se inventa una especie de “conspiración masónica para tomar el poder”. Destrabar ese mito resulta más difícil porque abundan los masones políticos y líderes de primer nivel en las Independencias de América y después la lista de Presidentes es larga. A la mayoría de los historiadores no les interesa dedicar demasiado tiempo para desentrañar si los personajes investigados son o no masones, y esto sólo se encuentra en biografías individuales donde se ilustra esa filiación; sin embargo, quien ha conocido de cerca la masonería sí siente interés y escrúpulo para determinar la verdadera filiación de cada protagonista. Por fortuna, Mauricio Leyva sí tiene el interés y la paciencia para despejar el camino y establecer la identidad de los personajes. No se piense que esa labor resulta sencilla pues requiere de laboriosas investigaciones.
Una segunda dificultad para la investigación histórica está en la funcionalidad temprana de las organizaciones masónicas en América. En el contexto de la dictadura colonial, cualquier participación de ideas o política estaba por completo prohibida y la Corona española contaba con el auxilio incondicional de la Inquisición católica para perseguir cualquier disidencia. La primera masonería americana creció bajo el signo de la persecución y por eso fue una agrupación por entero secreta. Los primero testimonios de masones en la Nueva España corresponden a documentos de persecución contra sus partidarios. En esa situación por entero difícil y escasamente documentada se formó la primera masonería hispanoamericana que no contaba con los medios para hacer labor sistemática. Comenzados ya los movimientos de Independencia pronto la masonería adquirió enorme importancia y la persecución previa significó una rápida ganancia de adeptos en el continente. Sin embargo, ante la falta de instituciones locales pronto la sociedad de ideas masónica fue confundida y fundida con organizaciones políticas. Esto es importante, porque por su constitución esencial la masonería moderna jamás debe ser una organización partidaria, pues sus estatutos la establecen en una escuela filosófica mediante simbolismos, que agrupa a ciudadanos libres para practicar principios morales e intercambiar ideas. La masonería moderna se ha formado tolerante ante las ideas religiosas y políticas de sus congéneres, por lo que no ha establecido una línea de pensamiento político único, por más que históricamente se aproxima a los principios liberales. Sin embargo, bajo condiciones de opresión política extrema los masones del siglo XVIII y XIX crearon organizaciones dedicadas a la política que se confundieron con la misma masonería, así surgieron también organizaciones del tipo la Joven Italia de Mazzini o la politización de las logias en América como sucedió con los Caballeros Racionales de Miranda. Así, vale aclarar que el contexto histórico presionó para esa “sobre-politización” de las logias del siglo XIX mexicano y, desde entonces, se ha mantenido esa imagen errónea de la equivalencia entre masonería y Poder político.
Debido a lo anterior resultará muy interesante al público la lectura de los dos primeros capítulos del libro, que con brevedad definen las características de la masonería organizada y del masón como individuo. La masonería es una sociedad de ideas que estableció sus fundamentos modernos, buscando una educación filosófica para sus miembros. Entre los principios típicos, resultará de interés del lector la creencia básica en un dios como supremo rector y el uso de la Biblia. Esta aclaración surge porque autores facciosos o desinformados han difundido calumnias de que la masonería es una agrupación de ateos o satanistas. Al leer la historia se verá con claridad cómo la masonería ha sobrepasado a sus detractores y superado con facilidad esa clase de calumnias. Algo parecido resulta con el masón individual, donde el público se pregunta con curiosidad el por qué han existido tantos personajes destacados identificados como masones. Las claves para que tantos masones resulten destacados en la vida pública o intelectual de los países sorprenden por lo sencillo de sus bases, pues “la educación masónica le enseña a ejercer con responsabilidad e integridad el importante oficio de pensar y razonar, le instruye de las formas y el método con el que ha de ir descifrando la vida y su vida, su compromisos para con Dios, con los suyos y con los semejantes, reconociendo la fundamental importancia de su patria, su familia y sus hermanos.”[1] Lo cual resulta fácil de decir pero muy difícil de cumplir.

Primera masonería en Nueva España y la Independencia
Mientras en Norteamérica y algunas posesiones inglesas la masonería se extendía libremente, los territorios bajo la Corona española se mantenían bajo una estricta prohibición y se perseguía a cualquiera que no siguiera los dictados del rey y la iglesia católica. En ese ambiente tan hostil, los rastros de masonería en Nueva España son chispazos en una caverna oscura, como el reporte de un libro de masonería incautado en 1762 tras un naufragio inglés o el juicio inquisitorial contra Juan Lausel cocinero del Virrey[2]. De mayor relevancia es la filiación masónica de Miguel Hidalgo, la cual todavía está en espera de reforzarse con mayores investigaciones documentales[3], siendo que por la postura ideológica sí fue afín a la corriente masónica en formación bajo el “subsuelo” de la sociedad colonial. Claro que esta historia no ha de referirse a un personaje único, sino a una corriente de ideas que se agitaban en el espacio cambiante de la Colonia y que estalló a raíz de la ocupación de la Península Ibérica por Napoleón. Tras la ocupación del trono por José Bonaparte se desataron acontecimientos en serie, una especie de terremoto político en las colonias americanas, cuando una tras otra fueron cayendo en inquietud, rebeldía y, al final, en separación. En la Nueva España el primer gran sobresalto fue el derrocamiento del virrey para imponer otro afín al bando de los “peninsulares”. Iniciadas las agitaciones resultará imposible exponer en detalle el hilo de los acontecimientos, contentándonos con colocar algunas pinceladas sobre ese suceder. Tras esa primera agitación, la vida civil se vio trastornada y las primeras logias interrumpieron sus trabajos, dispersando sus miembros y posiblemente nutriendo a las sociedades secretas de ese periodo como los Guadalupes y Serpentones.
Un personaje precursor de la Independencia es Servando Teresa de Mier, quien fue encarcelado y exiliado de estas tierras antes de la agitación de Independencia. De su rastro biográfico ya se ha logrado sacar en claro algunos de sus vínculos con masones europeos y que para viajar resultaba indispensable el respaldo de esa organización[4].
Siendo escasos en número los masones en la lucha de Independencia, resulta del mayor interés las definiciones ideológicas, porque en ese principio del siglo XIX, las ideas de libertad y republicanismo resultaban novedad. En todo Europa dominaban los reyes y sus imperios, para esos años las Revoluciones Francesa y Norteamericana parecían excepciones poco comprendidas y amenazadas con desaparecer, por sus contradicciones internas, como el desvarío imperial de Napoleón o por una reconquista militar. En ese sentido, los masones metidos a la vida social eran amantes de la liberad pública, pero poco comprendidos y ordinariamente perseguidos; sin embargo, los tiempo maduraban con rapidez y las ideas liberales fructificaban con velocidad sorprendente. Así, los acontecimientos de España: conforme la resistencia contra los franceses desembocó en el gobierno de las Cortes de Cádiz y un gobierno liberal moderado fue también un hito que cimbró a las colonias. Si algunos independentistas americanos no manifestaban tendencia política clara, con la presentación de una Constitución liberal para regirlos cambió las perspectivas. A partir de entonces, los americanos no se quedarían atrás en su percepción y aspiraciones políticas.

José María Morelos
Además de los muchos éxitos militares de campaña, cumplidos por Morelos merece destacarse su impulso para dotar de una estructura política y un marco de leyes defensoras de las libertades básicas. Resulta comprensible que en un movimiento insurgente dominado por la urgencia de desplazamientos militares, el tema de la organización política quede relegado; por eso es más notable el esfuerzo de Morelos para dotar a la insurgencia de una estructura de gobierno y proponer órganos de representación. Aunque las acciones militares cuentan con fortuna variada y el centro realista domina casi todo el país, el grupo de Morelos se mantiene muy activo. Las proezas militares de Morelos tomando plazas clave como Acapulco y Oaxaca ya quedan para la posteridad, los actos heroicos como el sitio de Cuautla y la generosidad para perdonar prisioneros hacen más interesantes los relatos.
Conforme pasa el tiempo, además de la resistencia militar ante las adversidades se va abriendo paso la importancia de aclarar el ideario de la Independencia. En el año de 1813 es cuando van madurando en el grupo de Morelos esas necesidades y, como ejemplo, de eso se decreta la abolición de la esclavitud y también se radicaliza la exigencia de autonomía política al publicarse una Acta Solemne de la Declaración de Independencia de la América Septentrional. Un sitio especial merece el afamado documento Los sentimientos de la nación[5], donde se plantea de manera concisa y ambiciosa un primer proyecto de identidad y libertades para los nativos de la patria. Luego de años combatiendo se perfila ese ideario donde se proclama la igualdad fundamental del hombre en suelo americano y su igualdad ante la ley, abatiendo la ideología del privilegio de sangre y la desigualdad consagrada por religión. En esas jornadas se levanta el Primer Congreso Constituyente en Chilpancingo, la cual merece ser señalada como la cabecera de la nación independiente, y meses después en Apatzingán se declara la primera Constitución. En esas jornadas se va armando la trama política e ideológica de la nueva nación, aunque todavía acotada por fuerzas militares superiores en número.  El giro de los acontecimientos en España reforzó al bando realista y el final del año fue de adversidades militares, terminando luego con la detención del jefe militar indiscutido y la dispersión de los insurgentes. José María Morelos fue juzgado sumariamente, en las dos fases previsibles, siendo primero condenado y degradado por la autoridad católica y luego sentenciado por los realistas. Acusado, acosado, martirizado y fusilado finalmente el 22 de diciembre de 1815.

Vicente Guerrero
Fuerzas rebeldes sostuvieron una fiera resistencia en distintos rincones del país, y entre todas destacó la agrupación de Vicente Guerrero. Mientras en España se restauraba la monarquía de Fernando VII y se perseguía a los liberales, incluida la masonería peninsular, en las colonias se repetía la dosis de persecución. Durante ese periodo, en Europa entera la reacción política levantaba cabeza derrotando a los grupos democráticos, y los monarcas trataban de aplastar las semillas de libertad surgidas con la Revolución Francesa.
Cabe destacar la generosidad de algunos liberales españoles, que ante la restauración monárquica en Europa, comprendieron la urgencia de acelerar la liberación de la América colonial. En este caso destaca la aventura de Javier Mina y una expedición nutrida con unos 300 hombres, “miembros todos de la confraternidad universal”[6] llamada masonería. Resulta conocido que la campaña de Javier Mina terminó en una rápida derrota, que él pagó con su vida, siendo fusilado el 11 de noviembre de 1817.
Durante algunos años, en la Nueva España el gobierno colonial se aplicó para aniquilar a los grupos rebeldes, utilizando tácticas de tierra arrasada y provocando terror entre la población. Además de Vicente Guerrero, la historia nos menciona a otros líderes osados que arriesgaron su existencia manteniendo sus ideales en pro de un país propio y justo. De esos enfrentamientos aislados y de escapatorias venturosas ante fuerzas superiores en armas y número, se cuentan muchas anécdotas entretenidas de la insurgencia mexicana. Tampoco se piense que el bando colonialista integraba una unidad monolítica, a su interior existían también inquietudes y defecciones.
La situación volvió a cambiar dramáticamente en la Península Ibérica con la Revolución de Riego en 1820, cuando se impuso un régimen liberal que sometió al monarca español bajo una Constitución. Mientras tanto en Sudamérica había triunfado el independentismo en la Nueva Granada y el Mar de Plata. En esa situación cambiante, la resistencia dispersa tomó nuevos bríos, mientras el bando conservador local tramó otro golpe de timón. Sin embargo, el conocido desenlace cuando pactan Guerrero e Iturbide para consumar la Independencia no fue sencillo. La insurgencia había recuperado ímpetu y la última campaña de Iturbide para aplacar a los insurgentes le resultó en varias derrotas y contratiempos[7]. En esta interpretación, sin los fuertes reveses sufridos por el bando realista a manos de la insurgencia hubiera sido imposible el famoso pacto de los bandos opuestos para desembocar en la Independencia.
Resulta bastante conocida la conspiración conservadora llamada de la Profesa que impulsó el cambio de la élite realista, empujando el giro en las acciones de Iturbide, el militar realista que inclinó la balanza al pactar con Guerrero. Lo que no suele considerarse en la narrativa, es que desde antes Guerrero en persona intentó atraerse a líderes militares del bando español para sumarlos a su causa[8]. La omisión de este detalles se liga a otro descuido sobre las capacidades intelectuales del insurgente, sobre quien se ha prejuiciado, por sus orígenes humildes, sin embargo, las cartas así como su desempeño siguiente, muestran las dotes intelectuales de Vicente Guerrero y su capacidad política. Al respecto, también es importante señalar que en las negociaciones entre Iturbide y Guerrero, fue el insurgente quien impuso como criterio fundamental que el acuerdo daría la independencia del país y no contentarse con un cambio de casa gobernante como aspiraba el bando conservador que apoyaba a Iturbide.

Una actuación que merece la máxima atención para comprender la participación de los masones en la Independencia es la designación de Juan de O’Donojú como la última autoridad del territorio novohispano. Este personaje tenía la máxima distinción militar y era librepensador masón, un héroe peninsular que había sido castigado y torturado por el gobierno del rey español, entonces recibía el encargo de gobernar a nuestra colonia inquieta. Arribó al país de modo oportunísimo, en agosto de 1821 y lidió diplomáticamente ante el acuerdo de Guerrero e Iturbide, decidiendo replegar a las fuerzas españolas y negociando favorablemente la Independencia. La intervención decidida y oportuna de O’Donojú permitió una salida rápida y conciliada de las fuerzas que ocupaban la capital y los dos puertos principales. Firmó los Tratados de Córdoba reconociendo la Independencia de México y, entonces fue incluido en la Regencia, figura de gobierno compartido por tres personajes que era la suprema autoridad para la de transición. De modo por entero misterioso, O’Donojú murió de modo fulminante unas semanas después de consumada la Independencia, dejando la mesa puesta para el ascenso de Iturbide, lo cual debería abrir un capítulo de gran interés para historiadores y hasta los novelistas.

NOTAS: 



[1] LEYVA, Mauricio, La masonería en el siglo XIX en México.
[2] LEYVA, Mauricio, op. cit., p. 35-37.
[3] Con escrúpulo histórico el libro nos señala, que la fuente de esta afirmación es José María Mateos, con su historia primera del tema elaborada durante el mismo siglo XIX. LEYVA, Mauricio, op. cit., p. 37.
[4] Cita a DOMÍNGUEZ MICHAEL, Christopher, Vida de Fray Servando.
[5] LEYVA, Mauricio, op. cit., p. 70-75.
[6] LEYVA, Mauricio, op. cit., p. 90.
[7]Pedro Ascencio derrotó por cuarta vez a Iturbide, la batalla de la Cueva del Diablo derrumbó por completo los planes del jefe realista”, LEYVA, Mauricio, op. cit., p. 104.
[8] Guerrero conmina al jefe militar realista Moya para sumarse a la causa independentista en varias misivas, LEYVA, Mauricio, op. cit., p. 97-100.

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