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sábado, 8 de marzo de 2014

RESEÑA DE "LA MASONERÍA EN MÉXICO EN EL SIGLO XIX" PARTE FINAL



Por Carlos Valdés Martín

Del Plan de Ayutla, la Reforma
La figura terrible y anticlimática del periodo había sido López de Santa Anna, resultando sorprendente su último regreso a la presidencia, sin embargo, también parecía redondear el ciclo de los golpes de Estado y batallas de facciones sin base ideológica ni de proyectos. El último periodo presidencial de ese personaje aglutinó a su alrededor al conservadurismo católico y concentró los vicios del gobierno tiránico, con una persecución contra los opositores, bajo el lema de “o encierro, o destierro o entierro.”[1]

Frente a ese Santa Anna oprobioso debió surgir un adalid que lo derrotara, y ese fue Juan Álvarez, un caudillo del Sur, quien reunió todos los méritos de heroísmo en la Independencia y guerras patrias, sufrimiento personal, entrega de su patrimonio personal a la causa, y hasta terminar sus días sin riqueza alguna pero rodeado de honorabilidad y respeto. Así, el libro reivindica la figura de Juan Álvarez, personaje dominante en el periodo y clave para comprender la situación regional y el nuevo salto cuántico en el proceso del país, al establecer la Constitución de 1857. La última presidencia de Antonio López de Santa Anna aglutinó al conservadurismo y adquirió el cariz más odioso, cuando se autoproclamó “alteza serenísima”, de tal modo que Álvarez logró sublevar al país con el Plan de Ayutla, reuniendo a la pléyade de masones y liberales, entre los que destacaban Ocampo, Altamirano y Juárez. Tras ese movimiento, Juan Álvarez tuvo una breve presidencia interina, que abrió el camino hacia el legislativo crucial, que elaboró la Constitución de 1857, y además estableció algunas de las llamadas Leyes de Reforma, que rompieron los diques para establecer un Estado laico en el país[2].

En este periodo surge con plena fuerza la generación de masones liberales que mejor marcó el rumbo del siglo XIX. En un ambiente de tantas agitaciones y de aspiraciones frustradas se formó el ideario y carácter de esa generación. El ideario liberal del periodo se centró en el respeto a las libertades, igualdad ante las leyes, superar las inercias coloniales, independencia nacional y formación de instituciones republicanas. El carácter de esa generación liberal —casi por completo masónica— fue combativo a riesgo de sus vidas y patrimonios, honesto hasta el extremo y esclarecido, abrevando de corrientes intelectuales avanzadas de la época —lo cual se estudiaba en los talleres masónicos. A modo de comparación, recordemos que Europa todavía estaba dividida bajo Estados monárquicos, atrasados y despóticos que coartaban las mínimas libertades a sus países, lo cual nos muestra el ambiente internacional que precipitó la Segunda Intervención Francesa.
El fruto legal de esa generación cumbre de los masones del siglo XIX fue la Constitución de 1857, donde se expresó el respeto a las libertades y un republicanismo, que compuso la separación del poder civil frente al eclesiástico como su piedra clave, para sostener el edificio de la convivencia nacional[3]. Con esa Constitución se saldaba gran parte de la herencia colonial y se facilitaba el camino para una segunda modernización del país.

El Imperio de Maximiliano y la restauración de la República
Si el influjo ideológico de los masones mexicanos hubiera culminado con la Constitución de 1857 su tarea histórica hubiera resultado ejemplar, pero todavía surgiría una prueba más difícil.
Para comprender esa coyuntura el libro reseña con elegancia la trayectoria personal y masónica de Benito Juárez, y sobre este personaje existe reconocimiento general de su pertenencia masónica, pero resulta poco divulgada su trayectoria dentro de la masonería mexicana.
El conjunto de circunstancias que traen a Maximiliano al país resultan conocidas por lo que no detallaré; baste mencionar que su gobierno no cumplió las expectativas del conservadurismo extremo. Se ha discutido la posible pertenencia del emperador a la masonería[4], y, en caso de haberse integrado, nunca lo hizo a la mexicana y, de modo patente traicionó los principios seguidos por la masonería moderna de respeto y afecto por la patria. El autor nos recuerda que Maximiliano “traicionó” este principio masónico: “Se buen ciudadano porque la patria es necesaria a tu seguridad, a tus placeres y a tu bienestar. Defiende a tu país, porque es el que te hace dichoso y porque encierra todos los lazos y todos los seres queridos a tu corazón; pero no olvides que la humanidad tiene derechos.”[5] En ese sentido, las especulaciones sobre el fusilamiento del emperador, como si existiese alguna obligación metafísica del Presidente Juárez para perdonarle, son vanas y sin fundamento de análisis. Resulta sumamente curioso que todavía existan “partidarios” de un hipotético perdón a Maximiliano, cuando tras la derrota un emperador extranjero no tenía más destino que el destino fatal.
En la defensa de México contra la intervención francesa y la ocupación, también resalta una enorme lista de masones que cayeron en la batalla o sufrieron persecuciones sin fin. Por eso cuando se exalta tan repetidamente la figura de Juárez, en sentido amplio, se reconoce la contribución de esa generación de patriotas y sus familias —ellos también sufriendo la persecución y la pérdida irreparable— que levantaron al país de las cenizas de la guerra de intervención.

El porfiriato
Pese al triunfo que representó rescatar a México de la intervención extranjera, el país estaba colmado de contradicciones y el gobierno en condiciones de suma debilidad. La muerte de Juárez dejó un vacío en el sistema de poder que pronto se hizo patente. El sucesor Lerdo de Tejada gobernó cuatro años, pero al intentar relegirse despertó una fuerte oposición y el militar Porfirio Díaz lo derrotó en una sublevación. Este personaje dominó la escena del país y se convirtió en dictador de facto mediante un sistema de reelección. El inicio de su trayectoria había sido notable como patriota contra la Intervención francesa y, desde su juventud, participó en logias masónicas.
Desde el inicio de su mandato, el Presidente Díaz tuvo capacidad para conciliar fuerzas y pacificar al país, además de promover una modernización en muchos aspectos. La obra material del periodo con nueva infraestructura como ferrocarriles, carreteras y telégrafos, el inicio de la red eléctrica y un mejor abasto en el mercado interior, puso las bases para una modernización del país; pero dejó una gran deuda de injusticia social, al permitir toda clase de abusos contra campesinos (favoreciendo el despojo a favor de los hacendados), obreros (reprimiendo con violencia cualquier reivindicación) y confiscando las libertades públicas consagradas en la Constitución de 1857. El general gobernante favoreció la centralización del poder, minimizando la autonomía de las regiones y estados federados. Esa centralización fue de la mano con la pacificación definitiva del país, en contraste con el turbulento siglo XIX. Asimismo, el contexto internacional significó el final del peligro extranjero para nuestro país, con fronteras aseguradas y relaciones comerciales estables en el exterior.
En la crónica particular de la masonería, ese periodo fue de florecimiento de organizaciones y cambio en su composición. El rito nacional mexicano perdió protagonismo y decayó[6], entonces las logias se desplazaron hacia el rito escocés, que tuvo gran expansión. Al estabilizarse el sistema político, desde entonces las logias mexicanas dejaron de funcionar directamente como organizaciones de poder, aunque siguieron educando a nuevas generaciones comprometidas con su país. Con ese cambio, se perfiló con más claridad la nueva relación entre los masones y la cuestión nacional, tal como ocurrió en el siguiente siglo, cuando ya no se fundirían los términos de logia y partido. 
La figura ideológica y de contrapunto que elige el autor para representar a la masonería en el periodo porfirista es a Ignacio M. Altamirano, quien estuvo a la cabeza de algunas organizaciones. Este personaje dejó un gran legado conceptual y literario, mantuvo en alto el principio de libertad intelectual característico de la masonería, cuando polemizó con los poderes políticos, aunque fueran afines[7].

Habiendo sido su trayectoria masónica tan conocida, al final de su periodo Porfirio Díaz llegó a renegar de su filiación de masón para contentarse con la iglesia católica, cuando fue presionado y chantajeado inmoralmente para que su esposa recibiera la extremaunción[8]. La anécdota pinta un matiz más dentro del juicio de la historia, según sucedió con Díaz, quien tras acaparar el poder quedó preso de su propia maquinaria; entonces su triunfo se convirtió en el fracaso ético. En su ocaso el dictador quedó arrinconado y desterrado por el proceso revolucionario, donde la joven generación, liderada por el también masón Francisco I. Madero, abrió el nuevo rumbo del país.

NOTAS: 


[1] LEYVA, Mauricio, La masonería en el siglo XIX en México, p. 156.
[2] “la creación de un estado laico (…) se hizo realidad en México de manera contundente y ejemplar, en una época en la que la ideología de la Santa Alianza se imponía en el mundo occidental, afirmando la unidad de los poderes políticos terrenales bajo el poder espiritual del Estado Vaticano” LEYVA, Mauricio, op. cit., p. 162-163.
[3] La contradicción palpable entre el avance de la superestructura jurídica y el atraso de la estructura nacional en ese periodo, ha motivado reflexiones paradójicas sobre el tema nacional, como la contenida en Samuel Ramos, quien asevera que el alto nivel de nuestros valores, marcaban un modelo ideal que contradecía nuestra realidad. De modo equívoco, Ramos no capta que el constitucionalismo mexicano se adelantaba al reloj de Europa. Cf. RAMOS, Samuel, El perfil del hombre y la cultura en México, y VALDÉS MARTÍN, Carlos, Las aguas reflejantes, el espejo de la nación.
[4] Casi existe consenso popular sobre la pertenencia de Maximiliano a alguna orden masónica, pero aquí presento un testimonio en contra, encontrado por el historiados Konrad Ratz autor de Nuevos datos y aspectos de Maximiliano de Habsburgo (Siglo XXI-Conaculta-INAH, 2008), el cual se sustenta en documentos hallados en archivos austriacos y escritos en alemán: “Un aristócrata alemán que fue muy buen amigo de Juárez, aunque no siempre se llevaran bien: Carlos von Gagern, oficial republicano, fue a visitar a Maximiliano cuando estaba preso porque quería saber si era masón o no. “Empezó a realizar señas de masones, Maximiliano no reaccionó y sacó la conclusión de que no lo era. ¿Qué hubiera significado?: se dice, aunque es un rumor, que un masón no puede matar a otro masón”. También existen más indicios en contra, como su rechazo a recibir el reconocimiento de la masonería de rito escocés.
[5] LEYVA, Mauricio, op. cit., p. 176.
[6] El libro nos anota un factor de división interna en ese rito, y también un desconocimiento de los supremos consejos en los principales países europeos. LEYVA, Mauricio, op. cit., p. 182 .
[7] Por ejemplo, reclama al Presidente Díaz sus concesiones al clero y, en particular, una carta de denegación de su filiación masónica, LEYVA, Mauricio, op. cit., p. 184.
[8] La anécdota rescatada por Leyva muestra las contradicciones y fragilidad de las opiniones en ese contexto. Cf. LEYVA, Mauricio, op. cit., p. 184.

miércoles, 5 de febrero de 2014

RESEÑA DE “LA MASONERÍA EN EL SIGLO XIX EN MÉXICO”. 2a. PARTE



                                                 Por Carlos Valdés Martín

Esta es la segunda parte del resumen del interesante libro de Mauricio Leyva, La masonería en el siglo XIX en México. Aquí se abarca el inicio del México independiente hasta antes de la Revolución de Ayutla, cuando se presenta el conflicto definitivo entre liberales y conservadores, para establecer el rumbo del país. Este periodo se caracterizó por una situación aún indefinida en el modelo de país y gobierno, las generaciones de masones todavía no alcanzaban la madurez para presentar soluciones a los grandes problemas nacionales y saldar la pesada hipoteca de la Colonia, representada por el intento de la Iglesia Católica de someter al país bajo principios de corte aristocrático y atrasado.

Primer Imperio Mexicano
Desde el final de la lucha independentista aparecen ya varios testimonios sobre la fundación de logias, ubicándose en las zonas donde la censura y la persecución perdieron fuerza. Los testimonios de un movimiento de masonería abierta antes del triunfo del Ejército Trigarante nos permiten comprender la rápida proliferación de grupos masónicos después. Durante ese periodo ya se habían establecido logias del rito escocés y del yorkino. Al respecto cabe anotar que resulta falaz la afirmación —muy difundida— sobre el protagonismo de Poinsett para la creación del rito yorkino en México, pues ya antes existían agrupaciones de ese talante. Sin duda por parte de la crónica católica se han inventado curiosas confusiones sobre los masones en ese periodo y de singular interés resulta aclarar los hechos, para superar las mitificaciones en torno a la intervención norteamericana en fomentar o desalentar logias. El tema de fondo es que la polémica de bandos exige “inventar” villanos con interés de polarizar posiciones, en ese sentido, el activo agente norteamericano Poinsett ha sido catapultado y sobredimensionado cual hechicero de ficción, capaz de sembrar o trastocar organizaciones masónicas a conveniencia. La realidad es diferente a lo difundido por los fantasiosos de la conspiración masónica importada. La verdad es que en el periodo posterior a 1821 la masonería se expandió e improvisó en el país, cuando la primer generación independiente estaban ávida de nuevas ideas y directrices, por lo que una integración impetuosa de patriotas o advenedizos nutrió a las primeras logias del siglo XIX. En esa crucial coyuntura el concepto mismo de masonería como escuela filosófica tuvo un desliz y “Las logias comenzaron en México a jugar el papel de fuerzas políticas, muchas veces polarizadas”[1] Este es el punto crucial para el análisis histórico del siglo XIX, cuando el espacio de los combates de poder estuvo vacío de partidos políticos y ese espacio fue llenado por las logias. De ese modo, de manera natural los ideales y ambiciones políticas se desplazaron hacia las logias, provocando una rápida toma de posiciones, dándose un primer alineamiento: por un lado, de las logias escocesas con el sector centralista y relativamente conservador y, por el otro lado, de las logias yorkinas con el sector federalista y más liberal. Sin embargo, pronto el panoramas se complicó y en el sector avanzado surgió una tendencia autóctona de la masonería que no mantenía ningún referente internacional, formando el Rito Nacional Mexicano del periodo, que también destacó en su aporte liberal. Resulta importante anotar que el curso típico y estatutario de la masonería moderna ha sido evitar por completo esa fusión con las pasiones políticas, para delimitar a los talleres masónicos dentro de la educación filosófica y la formación moral, por lo que las grandes organizaciones masónicas internacionales prescriben no intervenir en política, para no desvirtuar la esencia de la masonería.

Primera República Federal y años siguientes
Una vez instaurado el Primer Imperio, resulta clave la participación de la masonería para oponerse y establecer el régimen republicano en el país. El gobierno de Iturbide quedó rápidamente desgastado y aislado, sin apoyos internos, pues solamente una minoría aristocratizante y del clero respaldaban la idea de un Imperio. Las figuras de la masonería de rito escocés destacaron para oponerse y lograr la primera experiencia republicana en el país. De modo bastante paradójico, el texto apoyándose en la obra de Mateos, plantea que el triunfo político de las logias escocesas implicó una especie de disolución de sus organizaciones y que de modo organizado permaneciera su sector más conservador, incluyendo a un grupo de peninsulares[2]. Este tema de las identidades y contradicciones entre la masonería y la política es un eje central para la interpretación histórica del periodo, y, antes de este libro, ha merecido un examen superficial y donde se “tragan” algunos relatos que rayan en la leyenda, como la preminencia de Poinsett. Lo planteado sobre la disolución de la primera gran tendencia masónica en el México independiente, plantea tanto interés como interrogantes. A efectos del panorama político, esto implicó un rápido auge de las logias yorkinas, conforme Guadalupe Victoria y Vicente Guerrero se inclinan en ese sentido. El rito escocés quedó encabezado por Nicolás Bravo, un insurgente de indiscutible trayectoria, y además se perfiló uno tema clave en la formación de la joven república: federalismo o centralismo.
Los rudos efectos de esa sobre-politización de la masonería mexicana, estalló bien pronto hacia 1827-1828. En ese periodo, se alcanzó un límite represor al adoptar una ley prohibiendo “reuniones clandestinas o secretas”, que provocaba de facto una persecución sobre las logias. A esto se suma la expulsión de Poinsett, representante norteamericano, el destierro de Nicolás Bravo y la expulsión de todos los españoles del país. Buscando una salida en ese conflicto entre tendencia masónicas y afirmando la independencia de criterios locales, se creó el Rito Nacional Mexicano, el cual rápidamente adquirió un protagonismo que no declinó sino hasta el periodo de Porfirio Díaz, un seis décadas después.
Por su parte, la tendencia conservadora por entero opuesta al liberalismo y la masonería fue tomando más cuerpo y agrupando a lo que sería el bando conservador, digamos “químicamente puro” que desembocaría en la coronación de Maximiliano.
También resulta notorio que las reformas políticas más liberales y profundas tardaron muchos años en cuajar, y fueron ganando espacio y firmeza entre un baile macabro de luchas políticas y golpes de Estado.

Debilidad nacional: primera intervención francesa e invasión estadounidense
El sentido tragicómico de nombrar a un evento “la guerra de los pasteles” nos dibuja de manera hiriente y certera la dimensión de un periodo. La anécdota de un pequeño abuso contra una propiedad de un ciudadano francés marca la unión entre lo sutil y los grandes acontecimientos. La dificultad del parto de una nación con un Estado débil y en continuas luchas lo convertía en víctima de ambiciones externas: el salto enorme desde los desmanes a una pastelería hasta una guerra internacional implica un despropósito de escalas, ante lo cual los políticos mexicanos —dejando de lado filiaciones— se encontraban en mitad de dos malas opciones: resistir a una demanda desmedida o sufrir los horrores de la guerra en condiciones de inferioridad. Del incidente de los pasteles hasta la invasión de una flota francesa las opciones eran dolorosas, y, en ese caso, ante una derrota militar en Veracruz, el gobierno optó por ceder e indemnizar el desproporcionado reclamo extranjero[3].

A pesar de tales dificultades, muchos ciudadanos y líderes masones buscaron restablecer la situación interna del país. En medio de ese clima caótico se tomaron medidas atinadas para perfeccionar el sistema federal que daba respeto a las regiones. Asimismo, en ese periodo definen avances con medidas modernizadoras y liberalizadoras, donde se destacaron masones encabezados por el renovador Valentín Gómez Farías. En las innovaciones destacan avances como la abolición de la obligatoriedad del diezmo (así era llamado un impuesto obligatorio del diez por ciento sobre ingresos que los ciudadanos debían pagar a la Iglesia católica; el cierre de instituciones de educación con tinte religioso para sustituirlas por escuelas laicas; expropiación de bienes eclesiástico por utilidad pública, etc. A su vez, esas medidas para limitar el poder material e intervención pública de la iglesia fue motivo para la reacción de un bando conservador y clerical más militante en los años siguientes.

La debilidad interna de México y la lucha de facciones abrió el espacio para la disgregación territorial. Como episodios diversos y donde se anunciaba una tendencia centrífuga, fueron la indolora separación de Centroamérica, y los agudos combates en Yucatán con su secuela de la Guerra de Castas. El evento clave fue la invasión norteamericana al arrancar la mitad del territorio. Durante la defensa patria ante esa invasión norteamericana se desprende que para el bando mexicano: “Excusado es repetir que los masones llenaron sus deberes, la mayor parte de los jefes muertos y heridos eran masones”[4]

Como resultado de las escisiones y tomas de posición, en ese periodo se fortaleció el Rito Nacional Mexicano que adquirió preminencia, todavía hasta la restauración de la República, aunque esa situación cambiaría al terminar el siglo XIX.

NOTAS:




[1] LEYVA, Mauricio, La masonería en el siglo XIX en México, p. 109.
[2] Véase MATEOS, Juan A., Historia de la masonería en México de 1806 a 1884.
[3] LEYVA, Mauricio, op. cit., p. 172-129. Un conflicto demandando 60 mil pesos resultó en una deuda de 8 millones, que en términos de la época era una suma estratosférica, que ya incluía gastos de guerra de la flota francesa.
[4] LEYVA, Mauricio, op. cit., p. 145, cita a José A. Mateos.

sábado, 11 de enero de 2014

RESEÑA DE “LA MASONERÍA EN EL SIGLO XIX EN MÉXICO” 1a. Parte



Por Carlos Valdés Martín

Resulta interesante revisar lo sucedido con la masonería de antes y hacerlo justo en estos tiempos de rápidos cambios. Ahí está nuestra herencia común y, aunque el siglo XIX parecería lejano, todavía continuamos el aliento político y social que nos dejaron el sistema republicano liberal y la economía de mercado. Hoy hay cambios e, incluso, transitamos hacia un periodo de innovaciones. De todas maneras, las grandes instituciones e ideales del periodo previo siguen gravitando y pesan más cuando permanecemos inconscientes de lo que representó esa herencia.

Curiosidad para interpretar a la masonería y al individuo
El interés del público por la masonería va de la mano con una dificultad para estudiarla con objetividad. La organización masónica al ser sociedad discreta —por tramos, hasta estrictamente prohibida y secreta— presenta barreras para su estudio. Los historiadores serios que desconocen sobre esta sociedad no captan quiénes son los personajes masones ni las fronteras de esas organizaciones masónicas, por lo que suelen atribuir carácter de masón a quienes no lo son o ignorar la contribución de quienes sí lo son. En México se ha tendido a sobredimensionar la participación de la masonería en el ámbito político, incluso levantando la fantasía de que “todos los Presidentes de México han sido masones”, con lo cual se exageran los hechos y se teje una ficción que identifica al Poder público con la masonería, cuando ésta en esencia no es una organización política. Cometido ese primer desacierto además se confunde a los masones imaginando que son una agrupación homogénea y sometida a un ideario fijo, el cual debe de seguir lineamientos repetitivos, luego de ahí se inventa una especie de “conspiración masónica para tomar el poder”. Destrabar ese mito resulta más difícil porque abundan los masones políticos y líderes de primer nivel en las Independencias de América y después la lista de Presidentes es larga. A la mayoría de los historiadores no les interesa dedicar demasiado tiempo para desentrañar si los personajes investigados son o no masones, y esto sólo se encuentra en biografías individuales donde se ilustra esa filiación; sin embargo, quien ha conocido de cerca la masonería sí siente interés y escrúpulo para determinar la verdadera filiación de cada protagonista. Por fortuna, Mauricio Leyva sí tiene el interés y la paciencia para despejar el camino y establecer la identidad de los personajes. No se piense que esa labor resulta sencilla pues requiere de laboriosas investigaciones.
Una segunda dificultad para la investigación histórica está en la funcionalidad temprana de las organizaciones masónicas en América. En el contexto de la dictadura colonial, cualquier participación de ideas o política estaba por completo prohibida y la Corona española contaba con el auxilio incondicional de la Inquisición católica para perseguir cualquier disidencia. La primera masonería americana creció bajo el signo de la persecución y por eso fue una agrupación por entero secreta. Los primero testimonios de masones en la Nueva España corresponden a documentos de persecución contra sus partidarios. En esa situación por entero difícil y escasamente documentada se formó la primera masonería hispanoamericana que no contaba con los medios para hacer labor sistemática. Comenzados ya los movimientos de Independencia pronto la masonería adquirió enorme importancia y la persecución previa significó una rápida ganancia de adeptos en el continente. Sin embargo, ante la falta de instituciones locales pronto la sociedad de ideas masónica fue confundida y fundida con organizaciones políticas. Esto es importante, porque por su constitución esencial la masonería moderna jamás debe ser una organización partidaria, pues sus estatutos la establecen en una escuela filosófica mediante simbolismos, que agrupa a ciudadanos libres para practicar principios morales e intercambiar ideas. La masonería moderna se ha formado tolerante ante las ideas religiosas y políticas de sus congéneres, por lo que no ha establecido una línea de pensamiento político único, por más que históricamente se aproxima a los principios liberales. Sin embargo, bajo condiciones de opresión política extrema los masones del siglo XVIII y XIX crearon organizaciones dedicadas a la política que se confundieron con la misma masonería, así surgieron también organizaciones del tipo la Joven Italia de Mazzini o la politización de las logias en América como sucedió con los Caballeros Racionales de Miranda. Así, vale aclarar que el contexto histórico presionó para esa “sobre-politización” de las logias del siglo XIX mexicano y, desde entonces, se ha mantenido esa imagen errónea de la equivalencia entre masonería y Poder político.
Debido a lo anterior resultará muy interesante al público la lectura de los dos primeros capítulos del libro, que con brevedad definen las características de la masonería organizada y del masón como individuo. La masonería es una sociedad de ideas que estableció sus fundamentos modernos, buscando una educación filosófica para sus miembros. Entre los principios típicos, resultará de interés del lector la creencia básica en un dios como supremo rector y el uso de la Biblia. Esta aclaración surge porque autores facciosos o desinformados han difundido calumnias de que la masonería es una agrupación de ateos o satanistas. Al leer la historia se verá con claridad cómo la masonería ha sobrepasado a sus detractores y superado con facilidad esa clase de calumnias. Algo parecido resulta con el masón individual, donde el público se pregunta con curiosidad el por qué han existido tantos personajes destacados identificados como masones. Las claves para que tantos masones resulten destacados en la vida pública o intelectual de los países sorprenden por lo sencillo de sus bases, pues “la educación masónica le enseña a ejercer con responsabilidad e integridad el importante oficio de pensar y razonar, le instruye de las formas y el método con el que ha de ir descifrando la vida y su vida, su compromisos para con Dios, con los suyos y con los semejantes, reconociendo la fundamental importancia de su patria, su familia y sus hermanos.”[1] Lo cual resulta fácil de decir pero muy difícil de cumplir.

Primera masonería en Nueva España y la Independencia
Mientras en Norteamérica y algunas posesiones inglesas la masonería se extendía libremente, los territorios bajo la Corona española se mantenían bajo una estricta prohibición y se perseguía a cualquiera que no siguiera los dictados del rey y la iglesia católica. En ese ambiente tan hostil, los rastros de masonería en Nueva España son chispazos en una caverna oscura, como el reporte de un libro de masonería incautado en 1762 tras un naufragio inglés o el juicio inquisitorial contra Juan Lausel cocinero del Virrey[2]. De mayor relevancia es la filiación masónica de Miguel Hidalgo, la cual todavía está en espera de reforzarse con mayores investigaciones documentales[3], siendo que por la postura ideológica sí fue afín a la corriente masónica en formación bajo el “subsuelo” de la sociedad colonial. Claro que esta historia no ha de referirse a un personaje único, sino a una corriente de ideas que se agitaban en el espacio cambiante de la Colonia y que estalló a raíz de la ocupación de la Península Ibérica por Napoleón. Tras la ocupación del trono por José Bonaparte se desataron acontecimientos en serie, una especie de terremoto político en las colonias americanas, cuando una tras otra fueron cayendo en inquietud, rebeldía y, al final, en separación. En la Nueva España el primer gran sobresalto fue el derrocamiento del virrey para imponer otro afín al bando de los “peninsulares”. Iniciadas las agitaciones resultará imposible exponer en detalle el hilo de los acontecimientos, contentándonos con colocar algunas pinceladas sobre ese suceder. Tras esa primera agitación, la vida civil se vio trastornada y las primeras logias interrumpieron sus trabajos, dispersando sus miembros y posiblemente nutriendo a las sociedades secretas de ese periodo como los Guadalupes y Serpentones.
Un personaje precursor de la Independencia es Servando Teresa de Mier, quien fue encarcelado y exiliado de estas tierras antes de la agitación de Independencia. De su rastro biográfico ya se ha logrado sacar en claro algunos de sus vínculos con masones europeos y que para viajar resultaba indispensable el respaldo de esa organización[4].
Siendo escasos en número los masones en la lucha de Independencia, resulta del mayor interés las definiciones ideológicas, porque en ese principio del siglo XIX, las ideas de libertad y republicanismo resultaban novedad. En todo Europa dominaban los reyes y sus imperios, para esos años las Revoluciones Francesa y Norteamericana parecían excepciones poco comprendidas y amenazadas con desaparecer, por sus contradicciones internas, como el desvarío imperial de Napoleón o por una reconquista militar. En ese sentido, los masones metidos a la vida social eran amantes de la liberad pública, pero poco comprendidos y ordinariamente perseguidos; sin embargo, los tiempo maduraban con rapidez y las ideas liberales fructificaban con velocidad sorprendente. Así, los acontecimientos de España: conforme la resistencia contra los franceses desembocó en el gobierno de las Cortes de Cádiz y un gobierno liberal moderado fue también un hito que cimbró a las colonias. Si algunos independentistas americanos no manifestaban tendencia política clara, con la presentación de una Constitución liberal para regirlos cambió las perspectivas. A partir de entonces, los americanos no se quedarían atrás en su percepción y aspiraciones políticas.

José María Morelos
Además de los muchos éxitos militares de campaña, cumplidos por Morelos merece destacarse su impulso para dotar de una estructura política y un marco de leyes defensoras de las libertades básicas. Resulta comprensible que en un movimiento insurgente dominado por la urgencia de desplazamientos militares, el tema de la organización política quede relegado; por eso es más notable el esfuerzo de Morelos para dotar a la insurgencia de una estructura de gobierno y proponer órganos de representación. Aunque las acciones militares cuentan con fortuna variada y el centro realista domina casi todo el país, el grupo de Morelos se mantiene muy activo. Las proezas militares de Morelos tomando plazas clave como Acapulco y Oaxaca ya quedan para la posteridad, los actos heroicos como el sitio de Cuautla y la generosidad para perdonar prisioneros hacen más interesantes los relatos.
Conforme pasa el tiempo, además de la resistencia militar ante las adversidades se va abriendo paso la importancia de aclarar el ideario de la Independencia. En el año de 1813 es cuando van madurando en el grupo de Morelos esas necesidades y, como ejemplo, de eso se decreta la abolición de la esclavitud y también se radicaliza la exigencia de autonomía política al publicarse una Acta Solemne de la Declaración de Independencia de la América Septentrional. Un sitio especial merece el afamado documento Los sentimientos de la nación[5], donde se plantea de manera concisa y ambiciosa un primer proyecto de identidad y libertades para los nativos de la patria. Luego de años combatiendo se perfila ese ideario donde se proclama la igualdad fundamental del hombre en suelo americano y su igualdad ante la ley, abatiendo la ideología del privilegio de sangre y la desigualdad consagrada por religión. En esas jornadas se levanta el Primer Congreso Constituyente en Chilpancingo, la cual merece ser señalada como la cabecera de la nación independiente, y meses después en Apatzingán se declara la primera Constitución. En esas jornadas se va armando la trama política e ideológica de la nueva nación, aunque todavía acotada por fuerzas militares superiores en número.  El giro de los acontecimientos en España reforzó al bando realista y el final del año fue de adversidades militares, terminando luego con la detención del jefe militar indiscutido y la dispersión de los insurgentes. José María Morelos fue juzgado sumariamente, en las dos fases previsibles, siendo primero condenado y degradado por la autoridad católica y luego sentenciado por los realistas. Acusado, acosado, martirizado y fusilado finalmente el 22 de diciembre de 1815.

Vicente Guerrero
Fuerzas rebeldes sostuvieron una fiera resistencia en distintos rincones del país, y entre todas destacó la agrupación de Vicente Guerrero. Mientras en España se restauraba la monarquía de Fernando VII y se perseguía a los liberales, incluida la masonería peninsular, en las colonias se repetía la dosis de persecución. Durante ese periodo, en Europa entera la reacción política levantaba cabeza derrotando a los grupos democráticos, y los monarcas trataban de aplastar las semillas de libertad surgidas con la Revolución Francesa.
Cabe destacar la generosidad de algunos liberales españoles, que ante la restauración monárquica en Europa, comprendieron la urgencia de acelerar la liberación de la América colonial. En este caso destaca la aventura de Javier Mina y una expedición nutrida con unos 300 hombres, “miembros todos de la confraternidad universal”[6] llamada masonería. Resulta conocido que la campaña de Javier Mina terminó en una rápida derrota, que él pagó con su vida, siendo fusilado el 11 de noviembre de 1817.
Durante algunos años, en la Nueva España el gobierno colonial se aplicó para aniquilar a los grupos rebeldes, utilizando tácticas de tierra arrasada y provocando terror entre la población. Además de Vicente Guerrero, la historia nos menciona a otros líderes osados que arriesgaron su existencia manteniendo sus ideales en pro de un país propio y justo. De esos enfrentamientos aislados y de escapatorias venturosas ante fuerzas superiores en armas y número, se cuentan muchas anécdotas entretenidas de la insurgencia mexicana. Tampoco se piense que el bando colonialista integraba una unidad monolítica, a su interior existían también inquietudes y defecciones.
La situación volvió a cambiar dramáticamente en la Península Ibérica con la Revolución de Riego en 1820, cuando se impuso un régimen liberal que sometió al monarca español bajo una Constitución. Mientras tanto en Sudamérica había triunfado el independentismo en la Nueva Granada y el Mar de Plata. En esa situación cambiante, la resistencia dispersa tomó nuevos bríos, mientras el bando conservador local tramó otro golpe de timón. Sin embargo, el conocido desenlace cuando pactan Guerrero e Iturbide para consumar la Independencia no fue sencillo. La insurgencia había recuperado ímpetu y la última campaña de Iturbide para aplacar a los insurgentes le resultó en varias derrotas y contratiempos[7]. En esta interpretación, sin los fuertes reveses sufridos por el bando realista a manos de la insurgencia hubiera sido imposible el famoso pacto de los bandos opuestos para desembocar en la Independencia.
Resulta bastante conocida la conspiración conservadora llamada de la Profesa que impulsó el cambio de la élite realista, empujando el giro en las acciones de Iturbide, el militar realista que inclinó la balanza al pactar con Guerrero. Lo que no suele considerarse en la narrativa, es que desde antes Guerrero en persona intentó atraerse a líderes militares del bando español para sumarlos a su causa[8]. La omisión de este detalles se liga a otro descuido sobre las capacidades intelectuales del insurgente, sobre quien se ha prejuiciado, por sus orígenes humildes, sin embargo, las cartas así como su desempeño siguiente, muestran las dotes intelectuales de Vicente Guerrero y su capacidad política. Al respecto, también es importante señalar que en las negociaciones entre Iturbide y Guerrero, fue el insurgente quien impuso como criterio fundamental que el acuerdo daría la independencia del país y no contentarse con un cambio de casa gobernante como aspiraba el bando conservador que apoyaba a Iturbide.

Una actuación que merece la máxima atención para comprender la participación de los masones en la Independencia es la designación de Juan de O’Donojú como la última autoridad del territorio novohispano. Este personaje tenía la máxima distinción militar y era librepensador masón, un héroe peninsular que había sido castigado y torturado por el gobierno del rey español, entonces recibía el encargo de gobernar a nuestra colonia inquieta. Arribó al país de modo oportunísimo, en agosto de 1821 y lidió diplomáticamente ante el acuerdo de Guerrero e Iturbide, decidiendo replegar a las fuerzas españolas y negociando favorablemente la Independencia. La intervención decidida y oportuna de O’Donojú permitió una salida rápida y conciliada de las fuerzas que ocupaban la capital y los dos puertos principales. Firmó los Tratados de Córdoba reconociendo la Independencia de México y, entonces fue incluido en la Regencia, figura de gobierno compartido por tres personajes que era la suprema autoridad para la de transición. De modo por entero misterioso, O’Donojú murió de modo fulminante unas semanas después de consumada la Independencia, dejando la mesa puesta para el ascenso de Iturbide, lo cual debería abrir un capítulo de gran interés para historiadores y hasta los novelistas.

NOTAS: 



[1] LEYVA, Mauricio, La masonería en el siglo XIX en México.
[2] LEYVA, Mauricio, op. cit., p. 35-37.
[3] Con escrúpulo histórico el libro nos señala, que la fuente de esta afirmación es José María Mateos, con su historia primera del tema elaborada durante el mismo siglo XIX. LEYVA, Mauricio, op. cit., p. 37.
[4] Cita a DOMÍNGUEZ MICHAEL, Christopher, Vida de Fray Servando.
[5] LEYVA, Mauricio, op. cit., p. 70-75.
[6] LEYVA, Mauricio, op. cit., p. 90.
[7]Pedro Ascencio derrotó por cuarta vez a Iturbide, la batalla de la Cueva del Diablo derrumbó por completo los planes del jefe realista”, LEYVA, Mauricio, op. cit., p. 104.
[8] Guerrero conmina al jefe militar realista Moya para sumarse a la causa independentista en varias misivas, LEYVA, Mauricio, op. cit., p. 97-100.