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martes, 16 de marzo de 2010

UTILIDADES DE LA HISTORIA: LA PELÍCULA Y EL TRASATLÁNTICO


Por Carlos Valdés Martín

1) Obtener la perspectiva: la distancia y el momento
La interpretación histórica opera mediante conjuntos, así recordemos la famosa tesis de Ortega y Gasset mostrando que “la persona forma unidad con su circunstancia” , además repetida por casi cada teórico de miras globales como Hegel, cuando indica que “solamente el sistema es verdadero” , o Marx cuando eleva a los sistemas sociales como el verdadero referente . Ahora bien, la sucesión histórica es un medio para generar un conjunto, mediante un conjunto-tiempo donde del periodo supera al instante, y sigue un trans-crecimiento, desde la perspectiva cotidiana donde lo funcional son las uniones en minutos, horas, días, semanas y meses, con la historia la perspectiva se convierte en mayor, para comprender los acontecimientos dentro del horizonte de años, atados a décadas o dentro de periodos multi-anuales (la Revolución Mexicana, la Gran Depresión, la Guerra Mundial), incluso dentro del siglos (el Siglo de las Luces, el Renacimiento, etc.). Este procedimiento de integrar unidades de tiempo nada tendría de extraño si no sucediera un cambio cualitativo ¿qué distancia cualitativa se presenta entre el segundo y el siglo? El cambio emerge tan evidente como difícil de establecer la continuidad. Ciertamente, ni la misma cotidianeidad la captamos en términos de segundos, la percepción la establecemos en términos de acontecimientos con cierta continuidad como la jornada laboral, una plática con un amigo, una comida sabrosa, disfrutar de una película, etc. Y en tales acontecimientos diarios, sus unidades mínimas de un instante percibido se pierden, disueltas en la apreciación del evento continuado; incluso cuando hablamos no percibimos tan distintamente cada letra pronunciada (la letra-segundo) ni cada palabra sino ya engarzadas dentro de una frase y la frase dentro del sentido de la conversación; incluso algunas palabras las dejamos de percibir y permanecen dentro de una especie de vacío sonoro, como en las denominadas muletillas, por ejemplo cuando usamos “esteee” o “eehh” mientras encontramos la ilación de una frase. Es decir, el segundo fragmentario está pegado, imbricado y completamente soldado dentro de un conjunto pequeño, el cual a su vez se relaciona con el siguiente. Indudablemente, esta relación entre los instantes y sus conjuntos también se relaciona con la percepción de ese discurrir, y la captación mediante la memoria, cuando recordamos la platica, no poseemos la cinta exacta de cada flujo de palabras y se genera una condensación. En ese sentido, la historia es la gran obra de la condensación, el recuerdo organizado para su percepción. Repito la historia es condensación, y por este término recuerdo la obra de la lluvia, cuando el vaporoso gas de las nubes se condensa en gotitas, las cuales quedan agolpadas y se precipitan para regresar a la tierra, dándonos la sensación tangible de la lluvia y ésta únicamente la distinguimos como evento-lluvia despreciando las gotas que la forman. La historia condensando hechos fugaces del pasado los convierte en tangibles, perceptibles y asimilables para nosotros.
Entonces, ya mostramos que ante la infinidad de instantes, la obra histórica convierte el tiempo en brevedad, sintetizando las efímeras pinceladas (las gotas del tiempo fugaz) en los grandes procesos, abarcando lapsos prolongados, tan largos como las grandes contiendas bélicas (la Conquista de América) y las grandes emigraciones (la Colonización de Australia). Además de la condensación del tiempo, se exige de la Historia otra enorme proeza de condensación, correspondiente a los actores participantes. Aquí parecería acontecer una arbitrariedad sobre la que ordinariamente he protestado, pues quedan en el escenario los pocos políticos dominantes (el Presidente, el Rey, el Ministro, el General, etc.) y la multitud palpitante de los pueblos parece oscurecerse hasta la desaparición completa. En ese sentido, el curso histórico se convierte en un teatro reducido, donde pocos personajes, incluso sin derechos suficientes, acaparan la atención y monopolizan el acontecer. Sin embargo, una buena parte de los historiadores profesionales rechazan esa modalidad de simplificación para darle una importancia crucial a Procesos, donde acontecen transformaciones estructurales; por ejemplo, el cambio de la estructura de las clases sociales o la modificación de las tecnologías, o hasta de las mentalidades y sensibilidades estéticas. Entonces en la interpretación histórica y su validación el fondo de las discusiones se relaciones con los Procesos cruciales que han cambiado en los periodos representativos, y con esto observamos la afectación de los actores sociales. Por ejemplo, los devotos (como yo mismo) de la importancia de la actividad económica, creemos que resulta más importante el establecimiento de los métodos de producción en masa que los nombres completos de los Presidentes de la Republica, y en cambio, solamente algunos Presidentes resultan muy relevantes por encabezar o representar las grandes transformaciones de una sociedad.


2) Proyectarse en escenarios ideales: el teatro del mundo, la figuración en situación.
Al conocer la historia estamos en situación de proyectarnos hacia situaciones reales, donde manifestamos una fantasía de diversos protagonismos, pero con la diferencia respecto de la literatura dramática y las películas del cine, que revivimos situaciones realistas, situaciones donde los personajes efectivamente existieron y murieron, las hipótesis nos colocan ante circunstancias realistas, de tal manera que revisamos las posibilidades de la existencia humana en situación. Así, imaginándonos con las togas romanas, ya sea como Julio César o sus contrincantes, miramos las entretelas del Poder cristalizando hacia el imperio, a una clase de Senadores arraigada, tan moralista como interesada, y dispuesta a conspirar contra su benefactor (el César), porque se estaba convirtiendo en la amenaza del sistema de poderes tradicional (la alianza de los nobles beneficiados como grupo unificado).
Esa continua proyección sobre los datos históricos nos debería proporcionar una habilidad importante para dominar los escenarios de la vida. Claro, nadie repetirá el exactamente papel de Julio César, ni de Cicerón, pero entre el continuo ejercicio de las personalidades históricas descubrimos constantes humanas continuadas en nuestro presente, así como diferencias irrepetibles. Decía, Maquiavelo que él se imaginaba dialogando con los próceres y líderes de los periodos remotos y así de esa sesión con espíritus inmortales obtenía las lecciones de política más sublimes. Así, estudiando la historia logramos lecciones y una inspiración cardinal.

3) La lección y la repetición: ejemplos para evitar errores.
Además, la mente humana posee la tendencia a repetir actos creyendo (tontamente) que los acaba de inventar, claro entonces la historia mata la vanidad propia de creerse original, pero al menos evita repeticiones inútiles y nos previene para esquivar caminos equivocados. Recordemos un ejemplo conocido y valioso sobre la ignorancia de Adolfo Hitler respecto de la historia militar. Resultaba de sobra conocido el caso de Napoleón quien subestimó el invierno ruso como factor militar y ahí surgió su perdición estratégica, pues el francés carecía de logística para sostener el avance dentro de la frontera rusa, mientras su enemigo efectuaba una política desesperada de “tierra arrasada” para privar de provisiones a las tropas napoleónicas. De hecho, Napoleón alcanzó Moscú, la capital zarista, pero atrapado por la falta de provisiones para su enorme ejército se vio obligado a retirarse antes del inclemente invierno. Hitler en su soberbia no aprendió la lección de historia y repitió el ataque contra el gigante ruso, sin precauciones logísticas. La historia se repitió, la resistencia de Rusia resultó más feroz, pero el resultado terminaría igual. Las tropas fascistas alemanas se quedaron a las puertas de Leningrado, Moscú y Stalingrado. Ese ejército alemán tampoco estaba preparado para el invierno, aunque el efecto no fue de inmediato desastroso porque el sistema de comunicación permitía un avituallamiento. El cambio climatológico afectó a los nazis deteniendo la primera fase de ofensiva militar, creando una situación empantanada durante el invierno y grandes batallas sangrientas en los años siguientes. El resultado de la imprevisión no se observó en la primera ofensiva, sino en los años siguientes. La guerra se prolongó tres años y, finalmente, a las puertas de Stalingrado la Segunda Guerra Mundial cambió de curso estratégico, durante el invierno. Las agrestes tierras invernales y un ejército numeroso de Rusia terminaron por tomar venganza sobre el ejército alemán, hasta ese momento de la Gran Guerra casi invicto.
En ese caso, la ignorancia de la historia militar cobraba su enorme factura.


4) Descubrir una legalidad: el evento y la repetición, lo forzoso y el empleo de las facultades libres.
Ahora bien, si lo histórico previo consiste en instantes únicos de eventos irrepetibles, el estudio del pasado consistiría en una especie de pasatiempo. Adquiere mayor importancia conocer la historia cuando descubrimos que el pasado forma estructuras, situaciones organizadas repitiéndose, configuración típicas que reencontramos a cada paso. La historia parece consistir en repetición de ordenaciones, duplicación de tipos, revivir de eventos similares, etc.
Claro, en gran medida la repetición define una tarea de análisis económico-socio-cultural. La historia económica estudia la formación de las organizaciones productivas, la generalización de las técnicas, la estabilización de los modos de producción, la formación de los grandes grupos humanos, el establecimiento de las urbes, el desarrollo del comercio… y dentro de esos fenómenos se buscan regularidades como ciclos de auge y caída, expansiones comerciales, ligazón de tendencias, etc. Interesa el largo plazo (las historias de siglos), pero también la figura de las coyunturas (los quiebres económicos, las fases expansivas). A su vez, la historia económica se liga con la social, con las formaciones de tipos de sociedades, las relaciones humanas típicas de los agricultores y cazadores, la evolución de esas relaciones… Asimismo, las historias políticas resultan evidentes y pasan por relatos de reinos, principados y repúblicas, la expansión de naciones y su agonía, los auges de imperios y sus alianzas, las sucesiones dinásticas y las conmociones políticas, establecimiento de poderes, ya sean tribales, dinásticos o constitucionales. Y no es menos importante el campo llamado de las culturas, donde se incluyen las grandes creencias como las religiones, las costumbres, los sistemas de parentesco, los lenguajes, los símbolos y creencias, el arte y parte de la vida cotidiana.
En ese contexto interesa enormemente la existencia de grandes pautas, preguntarnos y responder si existen líneas de progreso o resultan ilusorias, encontrar si están avanzando constantemente las fuerzas productivas sociales o se encuentran estancadas, Esta variedad de situaciones conviene descubrirlas y darles interpretación para responder si los seres humanos existen bajo un ámbito de libertad, donde transforman sus condiciones o son títeres de factores inamovibles, que a ellos los convierten en marionetas manipulables.


5) Encontrar el presente: el ahora concreto como posibilidad pletórica.
En el presente, constantemente las personas nos encontramos como el paseante extraviado en el bosque sin brújula ni mapas. Al inicio, el sitio le parece familiar aunque le resulta desconocido, entonces el paseante se confía y avanza por el bosquecillo sin los instrumentos de precaución; al rato, ya ha olvidado la ruta que ha seguido, con paso firme ha avanzado hacia delante, dando algunos requiebres según lo marcan las curvas naturales del sitio; luego no descubre que los puntos de referencia y se han confundido. Al rato avanza hacia donde creía retroceder pero se ha engañado, el sendero quedó perdido y empieza convencerse de que ese bosque no posee puerta de entrada ni de salida, que su excesiva confianza lo ha extraviado.
Las personas en la línea del tiempo también suelen perderse en su propio bosque mental. Esto acontece a los individuos y las colectividades, pues de pronto se imaginan que resulta posible seguir su camino confiado hacia delante, pero no encuentran una salida real, les atrapa una fuerza casi misteriosa. ¿Cómo promover un auge económico en mitad de una crisis o restablecer la naturaleza erosionada de las selvas o revivir a las especies extintas o congraciarse con el enemigo en mitad de una guerra? En fin, cuando se ha seguido un largo trecho sin un rumbo conocido, quizá ya las personas y los pueblos se han extraviado de sus metas.

Ahora bien, en este punto no quisiera colocarme en el horizonte pesimista. Si el paseante se ha perdido en el bosque es porque desconoce la dirección del próximo paso, si únicamente supiera la dirección correcta para cada paso, pues recorrería las distancias con seguridad. Por eso nos agradan tanto los caminos, le indican a cada paso cual es la ruta correcta. En este caso, existen con certeza una o muchas salidas para cada bosque, pero el perdido las ignora. Quien ha descifrado la contextura del bosque, por ejemplo mirando un mapa o ya sabiendo del sitio, pues está capacitado perfectamente para salir, incluso marca varias salidas alternativas. Entonces la facilidad de lograr metas, exige contar con requisitos.

La historia tomada como conjunto posee más bien la similitud de un vehiculo en movimiento, pero grande como un barco trasatlántico. La ruta global casi a todos les parece predeterminada, unos pocos “privilegiados” pueden modificar el rumbo y los demás solamente son “pasajeros”. Pero la gran nave ofrece variadas oportunidades a quienes reconocen su situación y cumplen su papel atinadamente. El gran trasatlántico sirve para infinidad de propósitos, pero comencemos por reconocer la funcionalidad del pasajero y el sentido de un destino final.

Mientras el pasajero sea un terco que desea utilizar el agua salada como su única bebida, quedará frustrado y amargado, incluso terminará fuera del barco. El viaje será muy distinto según cada cual vaya estableciendo su lugar y sus funciones en ese pequeño universo, que bajo una mirada pequeña resulta ya sometido a reglas pre-definidas. En el extremo, tampoco se descartan posibilidades inusuales, alguien podría suplantar al capitán, generarse un motín o encontrarse con el gigantesco iceberg. Debemos reconocer cada caso. La relativa amplitud y riqueza del gran barco marca las posibilidades.

En general, un aquí y ahora es un arsenal de posibilidades para la existencia. La cuestión depende de las herramientas intelectuales y emocionales. Uno de los primeros requisitos es distinguir el entorno, descubrir sus posibilidades actuantes y latentes. Bajo esa perspectiva, la existencia es un gran viaje en primera clase. Quien ignora completamente la situación y sus medios para lograr su viaje, permanecerá durante años encerrado en su camarote esperando hasta que se hunda el barco, y los años pasarán mientras el barco no se hunde. Si estuviera abordando el Titanic la situación sería extraña, quizá terminaría su encierro para intentar saltar a un bote o incluso el pasajero aferrado a su manía supondría que la colisión corresponde a sus alucinaciones solitarias.

La historia es una herramienta para descubrir las posibilidades efectivas del presente, porque tras los muros de la ignorancia, el conocimiento histórico nos permite mirar el horizonte de la actividad humana también en el ahora. El tiempo de hoy, ese irrepetible instante entre el pasado y el futuro anclando a la mitad de la cuerda, nos grita: ya actúa. Y esa acción resulta pletórica cuando descubrimos las herramientas precisas y los objetivos justos para su cumplimiento.

Conocer y develar la historia, nos permite claridad mental. Bastaría aprovecharla para disfrutar las enormes posibilidades concretas del ahora. Las posibilidades reconocidas integran una agradable película donde el tiempo fluye a tu favor.

1 comentario:

josé javier dijo...

Al leer este texto cuidadosamente, la idea de la repetición, de la espiral, de la reiteración de experiencias semejantes parece cobrar una gran importancia en tu visión de la historia. Me parece que lo que pretendes en el punto cuatro es dilucidar la capacidad de predicción de la historia ¿No hay en el punto cinco un elogio de la circularidad enmascarado cuando hablas de la posibilidad de perderse en el presente si no se conoce el pasado? He encontrado un montón de sugerencias y referencias en el texto, hasta el punto de que me parece que presentaras el conocimiento de la historia como una forma de aceptar lo inevitable, de asumir un destino. En particular me parece que la metáfora sobre la salida a la cubierta del buque es muy afortunada.