Por
Carlos Valdés Martín
"Las que conducen y arrastran al mundo no son
las máquinas, sino las ideas”. Víctor Hugo.
“el pueblo sí verá un símbolo en la nueva
Constitución; y verá sobre todo un símbolo en el frontispicio de esa obra, que
se llama "Garantías individuales".” Discurso de clausura del
Congreso de 1917. Hilario Medina Gaona, constituyente.[1]
Introducción
Con motivo de la
publicación del libro Influencia de la masonería en la
Constitución de 1917, publicado por el INEHRM, para el
Centenario de ese magno acontecimiento en nuestra historia, recibí una
invitación para participar del Lic. Manuel Jiménez Guzmán. Con el visto
bueno de la Dra. Patricia Galeana y su equipo de historiadores profesionales mi
ensayo fue elegido y se convirtió en columna vertebradora de este breve libro. Asimismo,
agradezco la amistad desinteresada y la retroalimentación del coautor Mtro.
Mauricio Leyva Castrejón, quien biografió a unos de los personajes más
relevantes, el constituyente Luis Manuel Rojas. El libro no se habría
materializado sin el empuje y buen sentido del Mtro. Jorge Gaviño Ambriz, quien
merece reconocimiento junto con los demás autores y participantes. El evento
estuvo colmado por espectadores muy receptivos,[2] ante quienes dirigí las
siguientes…
Breves
palabras:
Empezaré usando la
metáfora de las locomotoras de la historia las cuales son puntuales, a
diferencia del tráfico urbano esas máquinas jamás acuden a destiempo. Quienes
se congregaron en Querétaro eran hombres de elevada estatura moral y, casi
todos, habían probado la rudeza de la lucha y la persecución.[3] La locomotora de la
Constitución de 1917 llegó puntual para coronar y darle sentido final a ese baño
de sangre de un millón de muertos. El ciclo centenario de la Constitución de
1917 se cumple en estos días, justamente hace un siglo los representantes de la
Revolución Mexicana se congregaban para solucionar con leyes lo que fueron anhelos
expresados en armas.
Habiendo sido un acontecimiento
público resulta sorprendente que no se hayan elaborado indagaciones
significativas sobre la masonería en ese evento que modificó de manera puntual
y radical el rumbo de nuestra Nación. Sin embargo, existe una primera y magnífica
razón que explica esa ausencia: el secreto masónico potenciado por más circunstancias
que comentaré y convertido en un cofre clausurado. ¿¡Pero si el Presidente del
Congreso de 1917, Luis Manuel Rojas, fue un masón público, conocidísima su
militancia por haber sido el Muy Respetable Gran Maestro de la Gran Logia Valle
de México, cómo pasar por alto la presencia robusta y hasta abrumadora de los
masones en la elaboración de la Constitución!? Sin embargo, ese elemento
importantísimo no ha gravitado en la narrativa histórica y los analistas han
optado por la omisión.
Los masones del
constituyente siguieron las reglas de sigilo según reglas de la orden y
decidieron que no era oportuno presumir su afiliación. Estimo que fue una
decisión sabia, pero un siglo después metamorfoseó
a una situación injusta para ellos y que distorsiona el papel de la masonería
mexicana. Como antecedente, tenemos el relato vigoroso del siglo XIX con su
Reforma, cuando la francmasonería se agrupó de manera pública en el modelo de
logia-partido,[4]
por lo que los libros aplauden su presencia. Pero a partir del siglo XX
predomina el silencio o la ignorancia sobre la acción pública de los masones,
junto con alguna “leyenda” como esa de que todos los Presidentes han sido
masones.
En mi ensayo, explico varias
causas fundamentales que provocaron que la masonería no fuera notoria en el
escenario político en general y, en particular, elaborando esa Constitución.
Como no les ahorraré el placer de leer les diré que los secretos mejor
guardados son como los que describe Edgar Allan Poe: son aquéllos mostrándose a
la vista de todos, en el cuento de La
carta robada. Y la variedad para hacerlo es colocar la información clave en
un prólogo, porque los prólogos nadie suele leerlos.
Durante el período de
Porfirio Díaz se terminó con el modelo de logia-partido que fue frecuente en el
siglo XIX, estabilizándose el modelo de las logias modernas, bajo instituciones
que siguen predominando al día de hoy.
Además, también ha
acontecido una tendencia historiográfica para procesar bajo el tamiz marxista, incluso
bajo una versión bastante burda,[5] que reduce los
acontecimientos a un “equivalente de clase” y un especial anhelo para demostrar
la influencia positiva de “los de abajo”. Ejemplo de ello es intentar convertir
el radicalismo de los artículos constitucionales en un efecto mágico a la
distancia de los últimos estertores de Francisco Villa,[6] lo cual resulta opuesto al rigor.
Los comentaristas no
masones fácilmente caen en prejuicios, entre los cuales es indispensable
aclarar uno a modo de ejemplo. Para la masonería entre sus fundamentos de largo
plazo está su posición favorable a los trabajadores, en especial su anhelo por
reivindicar a los más desposeídos (simbolizado por el humilde cantero). La
masonería completa levanta un gran canto al trabajo; pero un prejuicio común en
el sector de los intelectuales suele colocar a los librepensadores como ajenos
o hasta antagonistas a la línea socialista y obrerista. En el caso de la
Constitución de 1917 los masones fueron decididos impulsores para plasmar las
demandas obreras en el texto constitucional, donde sus diferencias fueron en
torno a la modalidad y jamás menospreciaron la cuestión obrera. También hay
malentendidos respecto a la cuestión agraria, la propiedad, la cuestión
nacional y los recursos naturales, el presidencialismo y la educación, pero eso
no lo trataré.
Otra causa crucial es que
los masones de 1917 no concebían su tarea como un acto faccioso, sino bajo una
generosidad de miras muy grande, con disposición a dejar de lado sus prejuicios
e intereses, anhelando la pronta pacificación y garantizar la justicia al país.
Uno de los rasgos que ha sorprendido a varios analistas es el modo en que las
divergencias de opiniones del Constituyente se resolvieron a una velocidad
asombrosa y se alcanzaron consensos. Esa característica de 1917, con esa agilidad
para discutir seriamente las diferencias y, con sensatez, alcanzar consensos
razonables y hasta brillantes sigue siendo el ideal de los Congresos, hubiera
sido milagrosa sin una presencia nutrida de masones formados en las artes
liberales. Según la biografía de Arturo Méndez de la Garza, constitucionalista
de 1917 con distinción de Secretario,[7] en ese evento hubo 65
masones de los cuales 30 poseían el grado 33°.[8]
Conclusión
Con mi participación en
el libro, en la intervencion titulada "Estimación sobre la influencia de los masones en la Constitución de 1917 y su diseño", creo haber mostrado la importancia de los masones en la Constitución
de 1917 y los motivos por los cuales su presencia se ha mantenido escondida en
los estudios; pero esa deuda con la verdad se comienza a pagar, justo como
operan las locomotoras de la historia. Hoy hace 100 años participaban
más de 60 masones en las sesiones que concluyeron con la Constitución de 1917,
hoy comenzamos a hacerles justicia en su calidad de patriotas honestos y
masones que supieron guardar la discreción de sus trascendentales actos.
Post
Data
El mismo día de la
presentación, el libro Influencia de la masonería en la
Constitución de 1917, publicado por el INEHRM, dio señales de que su
primera edición pronto quedará agotada por la extraordinaria respuesta de la
gente.
NOTAS:
[1] El
discurso de clausura por Lic. Hilario Medina del Congreso Constituyente de
1917, resulta una pieza de oratoria con una confección altamente masónica en
todos sus detalles. Vale la pena hacer un estudio de esa pieza
histórica.
[2]
Evento realizado el jueves 8 de diciembre, en el auditorio del Instituto
Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, (INEHRM), sito
en Francisco I. Madero No. 1 Col. San Ángel de la Ciudad de México.
[3] No
se recuerda que la Constitución todavía se redactó en un periodo armado,
así el constituyente David Peñaflor fue muerto unos días después de promulgada
la Constitución, en una emboscada en Guanajuato.
[4]
Ese modelo deslumbra a muchos autores, que confunden la logia-partido con la
participación decidida de la masonería en la vida política, tal es el caso de José
Luis Trueba Lara, Masones en México,
Historia del poder oculto.
[5] La
historiografía marxista al estilo Perry Anderson me gusta agrada y me adhiero a
muchas de sus tesis; siguen siendo clásicos muchos textos, pero la versión
burda, conduce a un reduccionismo y hasta mistificación del pasado.
[6] Como
hace Adolfo Gilly en La revolución
interrumpida, por lo demás una bella obra redactada en la cárcel de
Lecumberri, encerrado por su activismo.
[7] Dr.
Arturo Méndez de la Garza, masón de larga carrera, poco después de promulgada
la Constitución ya era Gr. 33° del REAA; sufrió persecución por el clero. Durante
la dictadura de Huerta, fue una acusación clerical la que lo confinó en
prisión, de la cual logró escapar. Después de pacificado el país, se dedicó a
la profesión de la medicina, dando servicio gratuito a los necesitados; cuando
en el periodo de furor cristero, un rústico fue enviado a matarle, pero ante la
culpa por reconocer que el médico era la persona noble e íntegra, optó por
suicidarse en la presencia de una gran cantidad de pacientes del sanatorio. Fue
Secretario de la Segunda Comisión de puntos constitucionales.
[8] Prólogo de Arturo Méndez Blackaller, a Nociones de Doctrina Secreta de la
Francmasonería, Grados I al XXXIII, editado por Arturo Méndez Blackaller
hijo del constituyente Arturo Méndez de la Garza. Justamente nadie había notado
la importancia de esta información, porque estaba colocada en un prólogo.
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