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martes, 1 de junio de 2021

OBELISCO SOLITARIO Y SOLEMNE

 


 


 

 

Por Carlos Valdés Martín

 

Los obeliscos no poseen una función de utilidad, sino simbólica, ya sea para la religiosidad o por el orgullo que este tipo de estructuras ha provocado. Los impresionantes obeliscos egipcios no poseyeron ningún fin utilitario sino propósitos rituales y culturales. La dificultad de tallar y levantar piezas monolíticas de más de diez metros ha llamado tanto la atención. Los egipcios laboraban en periodos donde no existían herramientas de acero ni máquinas tan sofisticadas, por lo que continúa la admiración por sus métodos para levantar monumentos.

Miles de años después de levantados, los conquistadores de Egipto se interesaron en llevárselos para adornar sus ciudades, siendo la primera la ciudad de Roma, la capital imperial.

El simple transporte de obeliscos resultó una proeza. Según una leyenda, el transporte en barco romano resultó tan descomunal, que los romanos prefirieron hundir el barco que cumplió la travesía del Mediterráneo, quizá en un signo que guardara el secreto de esa hazaña de transporte.  

Aunque provienen de una “civilización pagana”, la belleza majestuosa de esas edificaciones motivó a un brillante arquitecto para colocar un obelisco en la plaza principal del papado. La única precaución de la autoridad religiosa fue disipar los símbolos ancestrales, para dar una apariencia más lisa, que armonice con los discursos del Pontífice católico.

Solitario y solemne, un obelisco de origen egipcio señala el punto más elevado en el sitio para la congregación de fieles católicos más representativa del mundo.

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