Música


Vistas de página en total

sábado, 2 de abril de 2022

ABANDONAR LA DICTADURA DA GRANDEZA: CINCINATO

 


 

Por Carlos Valdés Martín

El espíritu humano posee una chispa de grandeza que, a veces, dormita y otras despierta. Cuando esa chispa de grandeza duerme o es perezosa resulta en pequeños logros. Otras veces termina su vigilia y se despereza en la madrugada, la bendita chispa de grandeza, a veces, genera los efectos apropiados a su calibre dando la sensibilidad del genio o el temperamento del artista. Los resultados de esa chispa de grandeza varían según personas y circunstancias, en algunas ocasiones provoca frutos multicolores.

¿Qué sucede cuando asoma la ambición? Sin embargo, la palabra ambición también posee un matiz cuestionable. En especial, el espacio político resulta propicio para esa ambición insana que pretende subyugar a los simple ciudadanos en favor de un dirigente. Los pueblos antiguos por boca de Platón recomendaron educar a las nuevas generaciones en la virtud para refrenar las ambiciones insanas, donde el gran ejemplo lo dio el romano Cincinato,[1] quien después de dirigir a los ejércitos que salvaron a Roma, se regresó a cultivar su parcela personalmente.[2]

Recordemos que el periodo democrático de Roma, un general no mandaba desde el escritorio, sino dentro del campo de batalla, con los riesgos que esto impone. Entonces Lucio Cincinato ambicionaba una ciudad libre a toda costa, por lo cual abandonaba su discreto papel de agricultor, para arriesgar la vida ante el enemigo. En términos económicos, Cincinato era un habitante modesto; en términos de ciudadanía, él era uno libre y decidido a no aceptar poderes para sí mismo. Bajo las leyes romanas, en caso de gran peligro se designaba el cargo de “dictador” temporal con plenos poderes, y así fue nombrado Lucio Cincinato. En cuanto, este personaje logró vencer en batalla a los enemigos de Roma y aseguró la paz para la república, dejó el cargo. De hecho, fue nombrado todavía con plenos poderes en una segunda ocasión cuando él contaba con 80 años y, también fue resuelto de peligro, entonces Cincinato renunció al cargo. En esas dos ocasiones, el personaje mostró que no estaba enamorado de un puesto de poder y que su participación en el gobierno era desinteresada, aunque sí se le debería llamar una “ambición”, la de servir a su patria en peligro.

La fama de este personaje llegó después de que supo renunciar a tiempo ante el “canto de las sirenas” del Poder, y cuando en la distancia histórica, milenios después de su muerte, se honró con su nombre a una ciudad norteamericana: la actual Cincinnati en el estado de Ohio. ¿Qué marca más la grandeza de un líder: aferrarse al gobierno o abandonarlo voluntariamente en cuanto ha cumplido su tarea? Esta narración de Lucio Quincio Cincinato da una respuesta elocuente.  

 

NOTAS: 



[1] Asimov, La república romana, p. 22.

[2] En alguna versión se indica que él trabajaba, incluso sin el auxilio de bueyes para el arado; lo cual podría ser una dramatización. Sin embargo, la agricultura antigua sí estaba sujeta al clima y a las pérdidas por malas cosechas; lo cual hubiera arruinado a cualquier labrador.

 

No hay comentarios: