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viernes, 4 de julio de 2025

RENÉ GUÉNON: LA FORTALEZA VACÍA

 


Por Carlos Valdés Martín

El investigador René Guénon merece una observación sobre una falla enorme y poco evidente de toda su investigación y el fondo que él pretende. Aclaro que sí merece elogios por sus investigaciones puntuales y su dedicación a las comparaciones de la simbología, mitologías y religiones del mundo. Sin embargo, desde un punto de vista fundamental no posee la altura de los grandes investigadores de ese ramo como Mircea Eliade, el original Joseph Campbell o diversos antropólogos como Levi-Strauss, etc. Saltando muchas etapas de reflexión comenzaré por el final: Guénon posee un hueco enorme en su perspectiva, un vacío tremendo, por eso he titulado este comentario como la “Fortaleza Vacía”. El eje explícito de Guénon fue encontrar la superioridad de una Tradición con mayúsculas, que rebasara cualquier resultado de los tiempos posteriores, de tal manera que en esa Tradición pura se encuentre una Verdad absoluta[1] y el remedio último de todos los males espirituales y hasta de los problemas prácticos de las civilizaciones modernas. Procura convertir a la Tradición en el auténtico Mesías que nunca aparece y desde ahí se enreda en las valoraciones de todo lo demás. Quienes creen que ha sido un masón ortodoxo o un antropólogo heterodoxo se equivocan, su vocación fue más un espíritu fantasioso inquieto, que asemeja un “vegano espiritual” que rechaza totalmente lo que carezca de una pureza insondable[2] y que esté enterrada en los milenios remotos de la Tradición. Su búsqueda es imposible por principio, pues implica una retirada perpetua, pues el Pasado en sí mismo, se define como lo que está ausente en el presente[3]. Esa búsqueda no requiere de pruebas materiales, porque (precisamente) lo que repudia es la materialidad, que le parece burda, y está entregado a un sendero espiritual; aunque no en el sendero de la revelación, sino en la búsqueda constante de indicios (símbolos, rituales) que cada vez van más hacia atrás. Para Guénon la historia de cualquier religión es un deslizarse hacia abajo, alejándose de los cielos. La misma masonería, la cual conoció e investigó, la juzga por una sustitución del origen iniciático-místico hacia una moralización y contaminación por lo científico y filantrópico[4]. Mediante un procedimiento que denominaré “anorexia de la materia”, pretende que el Espíritu florezca, sin encontrar ninguna demostración fehaciente. Por lo mismo, en su ruta de vida, René Guénon termina acomodado entre el fanatismo del Islam. Una religión que es exteriormente la más iconoclasta (anti-simbólica) de las religiones, además, la más contaminada por la pasión política del control y la conquista. En ese sentido, la última etapa de Guénon representa un argumentario viviente para demostrar la imposibilidad de una Tradición pura[5].

Las entretenidas investigaciones simbólicas de Guénon no conducen hacia algún resultado importante, al contrario, van vaciando el territorio simbólico de su complejidad para devaluarlo ante su particular divinidad, que radica en la fantasía de una Tradición pura. Nadie ha podido reunir la riqueza y variedad de símbolos en una fuente única, porque representa un esfuerzo imposible. En lugar de perder los esfuerzos, sí es viable sistematizar los símbolos dispersos en el extenso mundo y las sucesivas historias en estructuras que están basadas en el conocimiento del ser humano y las potencias del mundo, lo cual representa una antropología del simbolismo[6]. Eso lo hace magistralmente Eliade, en cambio, la pretensión de Guénon de descartar arbitrariamente las modificaciones y variaciones temporales para buscar una Verdad única y que sea superior a todo lo posterior, resulta tan absurdo y arbitrario como el esfuerzo de los religiosos (y supersticiosos[7]) por descubrir el “lenguaje de Adán” en el Paraíso[8]. El problema de fondo es que el método de Guénon es que termina por devaluar a los símbolos reduciéndolos a gangas inútiles, mientras imagina que encontrará un oro más puro que el de los alquimistas.

¿Perdió el tiempo René Guénon? Varias de sus reflexiones son eruditas e ingeniosas, y sirven como fuentes documentales mientras no se tome en serio al “guenonismo”. En cuanto alguien empiece a creer que lo más antiguo —por el mero hecho de ser anterior— resulta lo más valioso está perdido y fuera de ruta. En cuanto alguien intente encontrar una Verdad absoluta en la más pura Tradición del pasado más remoto, el cual ha desaparecido por completo en el presente, entonces estará cazando sombras de fantasmas dentro de la Fortaleza Vacía.  

 NOTAS:



[1] Este enfoque de Guénon no es filosófico, pues no está buscando la verdad, en el sentido lógico, sino una especie de revelación espiritual, que ocasionalmente denomina “Verdad absoluta”. Exteriormente el método de este pensador posee una semejanza formal con el idealismo (Platón, Berkley), sin embargo, se desliza hacia un misticismo vestido de investigación simbólica.

[2] La psicología misma explica mejor esa pasión por la pureza como un atorón en el Eros, véase Fromm, El miedo a la libertad o Ana Freud Los mecanismos de defensa.

[3] Asimismo, implica una peculiar fe en que todo transcurrir del tiempo implica un anti-progreso, a la manera de su explicación en El reino de la cantidad. Según muestra Eliade esa visión tampoco es la más típica del tiempo religioso, que marca un ahora absoluto, en Tratado de historia de las religiones.

[4] Contra las prácticas masónicas de sus contemporáneos Guénon proponía volver a las prácticas de los masones operativos de Kilwinning.

[5] En este caso peculiar, como practicante de su propio credo, la ruta última de Guénon muestra algo más elocuente que un ad hominem, aunque se le podría tildar de “inconsecuente”, cuando prefiero señalar que su propia teoría es improcedente y auto-contradictoria.

[6] Por esos motivos resulta tan celebrado el trabajo de Campbell, pues ofrece una estructura clave para integrar el concepto del héroe, juntando la antropología, psicología e historia de las culturas, en sus aspectos míticos y religiosos, en El héroe de las mil máscaras. Ese método es antagónico a lo intentado por Guénon.

[7] Se debe notar que Guénon fácilmente cae en la superstición, como cuando afirma que los metales queman realmente a las personas en estado espiritual avanzado. “hay hombres que, en ciertos estados espirituales, no pueden sufrir el contacto ni siquiera indirecto de los metales (…) hasta producir exteriormente los efectos fisiológicos de una verdadera quemadura” El reino de la cantidad, p. 138.

[8] En el Génesis queda señalada una facultad original de Adán para nombrar a los animales, y en el gesto opuesto por la soberbia humana al construir Babel se impone la división en muchas lenguas. Después surge “la búsqueda de la lengua adánica” que implica un fracaso anunciado. Umberto Eco, En busca de la lengua perfecta, p. 87.