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sábado, 8 de noviembre de 2025

ENTRE LOS ERRORES CLAVE DE MARX HASTA LA DEBILIDAD DEL MERCADO ¿O NO?

 


Por Carlos Valdés Martín

 

El error económico clave de Marx late en su teoría de la plusvalía, basada en una radicalización de la teoría del valor (Smith-Ricardo) combinada con un corazón bienintencionado, que fantaseó en que el capital personificaba una especie de Moloch sediento de sangre, que rige metafísicamente al sistema, y que todas las personas son obligadas por su rol en la clase social a actuar (en contra de cualquier moralidad, simple interés económico). Estos errores incluyen dos equívocos teóricos, uno económico y otro sociológico, que se combinan con otra falla garrafal política por ceguera ante la (futura) corrupción de los jerarcas en un Estado tiránico. Ese error triple fraguó la fórmula perfecta para que astutos líderes del siglo XX armaran experimentos sociales desastrosos, porque Lenin y Mao sí eran sagaces como políticos y líderes carismáticos, aunque otros seguidores de Marx fueron burdos líderes ambiciosos y sin escrúpulos.

En Marx coinciden los errores teóricos, económicos, sociológicos y políticos guiados por una sincera indignación moral y buenas intenciones, que desembocan en un sistema que, con algunas pequeñas modificaciones, se convirtió en un arma poderosísima de tiranos, que surgen de una variedad, desde sinceros redentores del proletariado que aceptaban sacrificar la vida por un ideal. El cóctel resultó potente y, por si fuera poco, su destilado sigue funcionando como ideología, aunque casi nadie confíe en sus recetas ideológicas. Algunos autores han desmontado y desenmascarado sus fundamentos, pero las derivas populistas y autoritarias, retoman lo peor de Marx y sus errores, en lugar de tomar la parte positiva en sus investigaciones.

Por cuestiones de espacio y atención, aquí me centraré en los errores económicos de Marx, apuntando, hacia los fundamentos erróneos que traen consecuencias sociológicas y políticas esenciales.

Confundiendo al Capital con Cronos y Moloch

Desde la perspectiva de las tragedias realistas de la revolución industrial era sencillo fundir la presencia del capitalista personal y avaricioso con la figura mítica y cruel de un Cronos que devora a sus hijos (por pura precaución) y con Moloch que exige horrendos sacrificios de niños inocentes. En este sentido, Marx es un autor romántico del periodo victoriano sublevándose con indignación moral ante los abusos del capitalismo. El error evidente de Marx es que él confunde el extremismo con la identidad esencial del capital.

Ciego ante la reforma laboral más importante de la historia moderna

Marx critica la avidez real de individuos explotadores, que abusaban de niños, mujeres o ancianos hasta los extremos laborales durante la revolución industrial inglesa, pero comete la falla de tratarla como si fuera el promedio de la normalidad del capital. Lo sorprendente es que Marx tiene ante sus ojos, justo en Londres donde él vive, la evidencia de una reforma laboral masiva, la primera reforma laboral potente y transformadora de la historia que contuvo con éxito las jornadas de 14 o más horas, que combatía las condiciones insalubres y la afectación desde la tierna infancia. Esa primera gran reforma laboral de la historia (de toda la historia de todo el planeta) es la que abrió con rapidez el camino hacia una normalidad laboral con jornada de 8 horas en el capitalismo, descanso dominical, vacaciones pagadas, prohibición del trabajo laboral, jubilaciones, pensiones por incapacidad, servicios hospitalarios para trabajadores, etc.

Debo recalcar, Marx vio y describió la más colosal reforma laboral en sus narices, en la propia Inglaterra, y la descartó como si fuera un error de perspectiva, porque en “tiempo presente” o “en vivo y a todo color” le rompía su esquema. De hecho, a la reforma laboral inglesa Marx la utiliza sobradamente en El capital, pero haciendo como si no sucediera nada de eso que testifica, porque él emplea con amplitud el abundante material de los abusos que combatían los reformadores.  La perspectiva de Marx ante la reforma laboral masiva es peor que la ceguera, porque es una conversión en lo contrario, pues el evidente y masivo efecto positivo de la reforma laboral él lo convierte en prueba de que el horror capitalista continuará de cualquier manera y sin detenerse.

Trascendencia de un error de perspectiva

Si asumimos que Marx era un genio del estudio y que se aplicaba en buscar la verdad, ¿por qué motivo se retorcía con furia ante la evidencia de que el capitalismo avanzaba y, además, que el sistema capitalista contenía una naturaleza reformista y que la condición de la clase obrera entraba en un carril de mejora sistemática? Cuando miraba la evidencia se lamentaba del surgimiento de una “aristocracia obrera” o del “aburguesamiento de la clase trabajadora”. Por extraño que parezca Marx se lamenta profundamente que al proletariado inglés le comience a sonreír la fortuna. Repito esto: el paulatino avance económico y social del proletariado europeo y norteamericano a mitad del siglo XIX era evidente, pero a Marx eso le resultaba lastimoso y prefería mantener la vista fija en lo peor del pasado reciente y el desastre en otras regiones del mundo.

En opinión de Marx, Inglaterra, el más burgués de los países estaba incubando un clase obrera-burguesa. Esto generó una dualidad tremenda en su pensamiento, porque lo que sus seguidores europeos se dividieron en dos bandos irreconciliables: los reformadores (incluso con el pedigrí más ortodoxo Bernstein y Adler) y los revolucionarios radicales (Luxemburgo y Lenin). En Europa occidental triunfaron en la práctica los reformadores marxistas quienes luchaban por una mejora efectiva de los pobres mediante luchas sindicales y políticas, que impusieron rápidamente muchas leyes para el beneficiar a las masas. Mientras tanto, en la Europa oriental, concretamente en la Federación Rusa, ganaron los radicales comunistas de Lenin. Sin embargo, el triunfo comunista en Rusia (el país más extenso del mundo) fue de tal magnitud y tuvo tantas repercusiones que cambió el panorama mundial, por lo que la variante de reformismo socialdemócrata perdió por décadas su relevancia sin desaparecer como estructura política.

 

Integración de detalles en un paradigma

Nadie ha sido capaz de refutar en todo detalle a Marx porque él era un apasionado del estudio e intentaba alcanzar a comprender hasta los detalles, por lo mismo, su teoría está alimentada de datos precisos y estudios de caso (privilegiando siempre cuando les resultaba mal a los proletarios), sin embargo, eso no significa que esté en lo correcto. Donde mejor se nota esto ese en su teoría económica que veremos a continuación.

Resulta muy importante, entender que Marx tiene un enfoque integral, donde las dimensiones político-sociales están arrastrando al estudio estrictamente económico, y, de hecho, el pretendía estar generando una ciencia nueva, que llamó “materialismo histórico”. Por materialismo histórico él y, más enfáticamente Engels como su heredero intelectual y amigo fiel pretendían que era viable que en la cabeza de Marx estuvieran integradas todas las ciencias sociales básicas. Aunque en esto Marx y Engels no eran ultras que despreciaran la “ciencia burguesa”, pero sí separaban entre los autores “clásicos” a los que admiraban o respetaban, diferenciándolos de los “vulgares”, a los que despreciaban y se burlaban.  Esto quedó muy claro con su aceptación de Adam Smith y David Ricardo como economistas clásicos, mientras despreciaban a Malthuss y a Say.

Este paradigma de un “materialismo histórico” al que se imagina superior es uno de los motivos, por los que el marxismo más extremista desprecia y hasta hace tabla rasa de todo lo que considera ciencia burguesa, bajo medidas extremas que horrorizarían a propio Marx si viviera.

Coherencia engañosa

Como teórico sistemático, Marx es coherente en el desarrollo de sus errores, por lo que cada parte, económica, sociológica y política está bien interconectada. Un error fundamental se conecta con las partes más lejanas del sistema y esto no es casual, porque intenta una sistematización permanente en su pensamiento. Por esa coherencia, con facilidad sucede que con Marx “lo tomas o lo dejas”.

La coherencia del pensamiento tiene sus ventajas y desventajas. Un incoherente intencional, por ejemplo, Nietzsche destila brillantez sin ocuparse de la conexión de sus diferentes teorías. En cambio, Marx (y Engels a su lado) debían preocuparse con fuerza por la unificación sistemática de partes tan dispares como situaciones de tribus antiguas, rituales de Grecia y Roma, costumbres de la invasión bárbara, el feudalismo temprano, la situación colonial, la historia de la tecnología, la naturaleza del arte, formas legales… Ellos siguen al extremo una tesis de Hegel, que sin ser el corazón mismo de la dialéctica, sino una secuela interesante: todo se conecta con todo de modo esencial.

De la robinsonada y la naturaleza del dinero

Por ejemplo, Marx conecta la ficción literaria que inventa Daniel Defoe en Robinson Crusoe con el enfoque del estudio de algunos economistas cuando argumentaban imaginando un tipo aislado que produce para sí mismo. Marx se burla de escenarios hipotéticos que crean economistas pintando productores aislados, por mera simplificación, llamándolos que imaginan “robinsonadas”. En lugar de eso, Marx exige siempre considerar a individuos que producen en sociedad como el punto de partida, desde La ideología alemana.

Cualquiera se da cuenta que el dinero, en sí mismo, en su cualidad eficaz está el ser un conector y eso es parte de su virtud. Si el dinero no es aceptado, entonces en el extremo resultaría inutilizado y dejaría de poseer su naturaleza, como en moneda de regímenes derrocados, que se funden para hacer adornos. La cuestión es que Marx, ya enfocado, se lamenta incansablemente de esa naturaleza conectora del dinero y, en un delirio poético, asume que lo que toca lo desvirtúa, acabando con todo lo “sagrado” (en sentido metafórico) del mundo. Lo nota Berman, al analizar Manifiesto Comunista, ante el lamento de que el dinero al tocar el amor lo desvirtúa, inventando la prostitución y el matrimonio por conveniencia. Aunque ahí el matrimonio está poco desarrollado, pero vean La Ideología Alemana, donde se propugna por una “comunidad de mujeres” para superar la propiedad sobre la mujer.

¿Curiosidades literarias? Pues los partidarios del periodo temprano de la Revolución Rusa sí intentaron poner a las mujeres en comunidad, compartiéndolas entre los camaradas comunistas, como si fuera esa la liberación. Aunque, Stalin de talante de moral conservadora dio marcha atrás a los experimentos de “nueva moral sexual[1] con su conocido salvajismo.

Dinero y culpa en el marxismo

Para resumir lo que es un análisis largo, en lugar de ser un instrumento económico más o menos objetivo y neutral, para Marx el dinero se convierte en el portador de una sustancia perversa, que termina por desvirtuar cualquier cuestión. Este enfoque termina siendo casi una copia del enfoque cristiano medieval sobre el lucro inmundo que es fuente inevitable de pecados. El tema del lucro inmundo no es un análisis económico sino un enfoque moralista, que proviene de una carga psicológica, por donde se descargaban frustraciones personales y sociales. El propio Freud reveló insistentemente que algunos problemas emocionales con el dinero derivaban de su asociación con el excremento, lo cual proviene de una asociación de emociones que permanece inconsciente. Un discípulo señaló que hay un carácter de acumulación anal ligado cierto tipo de fijaciones psíquicas, que oscila entre la acumulación compulsiva del dinero y el derroche que condena al dinero en sí mismo. Ese horror al dinero define una especie de patología psicológica, que brota en los extremos de la culpa religiosa ante el dinero. Una culpa que emplean hábilmente los dirigentes religiosos para solicitar a los creyentes culposos que aporten mucho dinero a las iglesias. Por su parte, los dirigentes políticos marxistas aprovechan para exigir que se entregue todo el dinero del país, para no caer en su sucio negocio capitalista, burgués y financiero.

 

¿Cómo hace Marx para presentar un análisis económico que pretende ser objetivo mientras embarra de sangre y culpas su argumento?

Lo hace de una manera bastante directa e inocente, ayudado, por su interpretación única de la teoría del valor trabajo. Marx tiene la ventaja de que la teoría del valor-trabajo era una concepción bien establecida entre los economistas de la época. Esa teoría no es en sí misma muy problemática y, por si fuera poco, no forcejea con el análisis económico.

El problema de fondo es que al valor-trabajo Marx le inocula un “veneno” que, una vez integrado al sistema, ya no se sale y circula permanentemente en el sistema de ideas. Ese veneno está formado de algunas partes, aunque él mismo únicamente señala una que le interesa, que es la aparición del concepto plusvalía entendida como explotación de trabajador.

El desmontar bien el argumento de Marx requiere de varias partes, porque el problema no es que el pensador alemán se haya equivocado en una parte o en otra, sino que de él se formó un veneno ideológico de largo plazo que se ha reciclado en sus variaciones leninistas, maoístas, castristas, “pol-pot-istas”, chavistas, etc.

Por tanto, hay que detectar las piezas de este rompecabezas para descubrir dónde está la falla y dónde, aunque haya partes correctas, se combina el veneno ideológico letal.

Falsa objetividad: tiempo cristalizado

Para Marx el valor es tiempo de trabajo socialmente necesario que está en el cuerpo de las mercancías. Sin embargo, existe una dualidad sistemática clave en el sistema conceptual económico desde Marx en donde él es muy enfático en su obra madura: el valor-trabajo (al que también llama simplemente valor para simplificar) y el valor de uso (el cuerpo de las mercancías) son realidades separadas

El valor-trabajo existe como una especie de reino de la cantidad pura (el valor-trabajo siempre se cuantifica, sin ello no existe) donde el único sentido se dirige hacia el crecimiento cuantitativo y las relaciones están manejadas por relaciones matemáticas, ligadas por las fórmulas de permutas. El valor de uso existe como un reino completo de la cualidad, donde no existe el valor-trabajo mismo, aunque el cuerpo de las mercancías y del dinero sea donde habita el valor-trabajo. Para Marx el intercambio mismo establece la conexión de los dos reinos de cantidad de valor-trabajo y la cualidad de valor de uso, porque una camisa se cambia por cien pesos, o también dos naranjas se cambian por un plátano.

El problema mismo es que el trabajo cristalizado (el valor) no existe, porque el valor es un valioso andamio para elaborar sistemas económicos (como lo demuestran también Adam Smith en La riqueza de las naciones y David Ricardo en su famoso Tratado). El problema es que una unidad de medida (el tiempo de trabajo socialmente necesario para producir mercancías) que es una excelente idea para comparar y aumentar fenómenos económicos, Marx lo convierte en otra cosa.

Vuelvo a la primera afirmación: el trabajo cristalizado en las mercancías no existe, lo que existe es el cuerpo de la mercancía. El flujo de tiempo que tarda el panadero en hacer el pan se queda en el pasado y queda el bolillo recién salido del horno. El flujo de tiempo requerido para hacer el bolillo puede variar cada día según la cantidad de panes y charolas que coloque ese día en el horno; el tiempo de vida del panadero dedicado a hornear se puede dividir en un único bolillo o en varios centenares. Y lo importante no es que varíe, sino que simplemente desaparece.  

Error de fondo: el tiempo mismo jamás se acumula

Que el tiempo jamás se acumula en los objetos está previsto desde el marco clásico, pero como se consideraban coordenadas absolutas, resultaba tentador pensar “como si se acumulara” el tiempo. Como indicativo de procesos entre seres de la misma naturaleza cualitativa y con un mismo curso probable la datación por tiempo resulta consistente. Este vino tiene 5 años en barricas, es un “vino de cinco años”, este niño ya cumplió 9 años. Ahí, no hay problema, pero sucede lo contrario con objetos de naturalezas inconsistentes entre sí. En la misma corteza de canela que está en el estante puede haber canelas que se formaron en año (corteza de árbol) o en cien años considerando que el árbol puede ser joven o centenario. Eso no lo evidencia el cuerpo de la mercancía ni importa. Es más, la canela se hará polvo. El tiempo de años que dedican cuidadores de árboles desaparece en un mismo polvo. Más aún, el consumidor europeo desconocía por completo cuántas jornadas tardaban en Sri Lanka (Ceilán) en cuidar, cosechar y transportar la canela. El costo en tiempo es un constante enigma, que desaparece por completo. La aldea de Sri Lanka puede desaparecer en un Tifón y el mercado de Londres lo ignora. El astuto comerciante agrega un poco de madera de otro origen para degradar la canela y el consumidor descuidado jamás se enterará de qué sucedió. El paladar gourmet se quejará de que esa canela no es tan fina y quizá cambie de proveedor algún día, en cambio, la mayoría de consumidores nunca se entera de la diferencia. Pero el tiempo de las jornadas en Sri Lanka ha desaparecido en el fino polvo de la canela.

La justa queja feminista sobre la jornada laboral invisible en el hogar es la misma que destruye al argumento que fantasea en el tiempo cristalizado: cada día hay que comenzar desde cero. ¿Siempre se requiere de tiempo de trabajo? Sí, se requiere. Esa parte es cierta. ¿Se conserva el tiempo dentro del bien producido? No, nunca, nada del tiempo de trabajo previo se conserva, lo que emerge es el producto con sus rasgos presentes (o el valor de uso, en específico).

Cronos: el tiempo lineal desaparece en cada instante

La leyenda de Cronos refleja perfectamente que desde la antigüedad existía una clara consciencia de que el tiempo no se conserva, por más que se pretenda, y eso es una crueldad. Además, esto mismo provoca confusiones y dolores constantes. El cruel dios Cronos se come a sus hijos, porque sabe que alguno lo destronará. La esposa Rea se lamenta y decide engañar al marido, envolviendo una piedra con pañales y, de esa manera, salva a Zeus, quien crecerá más fuerte que su padre.

Marx asume que Cronos no se “devora” a las mercancías, sino que el tiempo en sustancia se preserva. El concepto de sustancia lo retoma Marx de Spinoza y de otros, para indicar lo que se sostiene por sí mismo y, en ese sentido, es indestructible.

¿Cómo funciona? Según esto el valor-trabajo queda impregnado en la mercancía al ser producido. De cada trabajador queda su horario completo. Digamos que este panadero en una hornada de bolillo de ocho horas genera 80 bolillos, por lo que cada pan contiene 6 minutos. Y ese tiempo no desaparece a menos que el pan muera o se venda.

El economista empírico rechazará a Marx diciendo que desaparecieron las horas trabajadas, lo que hay son 80 bolillos, los cuales se venderán a precio de mercado. La explicación sencilla no requiere de poner las horas trabajadas como si fuera el único ingrediente en la sustancia de valor.

En algunos pasajes, el propio Marx reconoce que la producción desaparece en el producto y que, por tanto, el transcurso de tiempo trabajado desaparece por completo. Es una absurda fantasía pretender que se conserva algún tipo de reloj con 6 minutos dentro del bolillo, pero sí sirve como una unidad de medida teórica, que nunca alcanza a ser exacta, sino una aproximación. Para resolver en el papel esta falla, Marx plantea la ficción de que el trabajo que opera posee una doble naturaleza, al casi místico.

El valor-trabajo fracasa cuando intenta aplicarse como tiempo puro

Los intentos de aplicar un tiempo de trabajo puro (cronometrado) como medida de valor REAL, en lugar de dinero, han fracasado, donde se ha intentando: se intentó en la URSS y algún fantasioso socialista europeo inventó una Rosa para vender directamente horas de tiempo en el mercado. Ambos intentos de utilizar una especie de vales de horas de trabajo como unidad de medida fracasan, precisamente porque el tiempo que se dedica a producir las cosas es un sistema complejo, que desaparece en cuanto se materializan los productos.

Los seis minutos para producir el bolillo son una simplificación, porque actualmente cada producto es una larga cadena compleja de trabajos previos: el bolillo requiere harina, pizcas de levadura y sal, además de agua; los costales para cargar harina; el combustible para calentar, el horno donde se hacen, las charolas donde se ponen; las bolsas donde se entregan y, por si fuera poco, todo lo que implica el local donde se hace el pan (aunque seas una cocina casera) y el transporte de todo ese proceso, etc. A su vez, el trabajador que dedicó en promedio 6 minutos por pan requiere una infinidad de productos para vivir.  La reversión de costos de materias e insumos del bolillo considerado en tiempo es un reto impráctico de resolver y, fuera de marcos teóricos, carece de sentido.

Los ejemplos históricos en la URSS son las aplicaciones de vales de horas de trabajo durante el llamado enfoque de “Comunismo de Guerra” de 1918 a 1920. El sistema fracasó provocando desabasto y hambre, ahondando una crisis económica de posguerra, durante el gobierno bolchevique y Lenin empujó reinstalar los mecanismos de mercado para salvar su régimen comunista, estableciendo la NEP (Nueva Política Económica), restableciendo el uso de la moneda y abandonando sus vales que pretendían materializar el valor-trabajo.

Un intento más sofisticado y curioso es la Rosa de Peters, por el nombre del economista, es un modelo que pretende relacionar el producto presente en tiempo, con todo el sistema de insumos, que se diagrama como una rosa con sus pétalos cada vez más pequeños. Ese sistema implica una especie de cálculo fijo pero infinito entre cada tipo de producto y la infinidad de insumos y servicios que requiere cada tipo de producto, por lo que exigiría, un cálculo computacional masivo para cada operación económica, para hacer un cálculo en tiempo real. Obviamente, ese sistema se quedó en mera cuestión teórica y alguna experimentación local fracasada.

 

Enfatizar: el tiempo transcurrido desaparece en el proceso 01

Hay que hacer un enorme énfasis en este aspecto material radical: el tiempo desaparece en el proceso de crear cada objeto material. Ese es el punto que invierte Marx y es ahí donde aparece un extraño contrabando de Hegel, únicamente algunos teóricos marxistas o críticos han notado. En el bolillo que entrega el panadero, lo que está es un cuerpo presente en el aquí y ahora. Las pocas o muchas jornadas previas han desaparecido y están de “cuerpo presente” en el bolillo. Ahí, está todo un concepto filosófico.

¿Marx cree en serio que el tiempo transcurrido está presente en cada producto? En algunos pasajes, por su materialismo estricto el propio Marx muestra que no, sin embargo, su sistema económico completo se basa en una fe radical, donde el tiempo muerto pervive como la sangre del sistema…

Sangre y vida del sistema: Valor trabajo

Por eso, en muchos más pasajes Marx insiste en demostrar que el tiempo de trabajo socialmente necesario es una sangre viva del sistema y que además fluye para generar a los dos protagonistas de su esquema de lucha de clases: Capital (Valorización de Valor) y Trabajo Asalariado (Valor nuevo que inyecta al sistema). Por un lado, el valor es una Medida que luego es una Metáfora explicativa, para por el otro lado, convertirse en el artífice del sistema, mediante una vida vicaria o una Sangre (en el sentido de Jules Michelet).

El concepto abstracto de valor-trabajo adquiere tal importancia en el sistema de Marx que se vuelve en el hilo rojo que explica el comportamiento completo del sistema y les asigna sus roles a Capitalistas y Proletarios.

Sin embargo, por otro lado, ya vimos que el tiempo desaparece en producto… Aquí, con Marx, jugando con otro de sus términos claves, tenemos un Fetichismo de la concepción al “objetificar” a las personas y personificar a los objetos.  Las personas se vuelven objetos (agentes del Capital, a su vez agente de la Valorización, a su vez agentes de un Tiempo inyectado en cada mercancía) y las formas económicas (mercancía, dinero, capital) adquieren vida y se mueven por influjo. Aquí remarco que al hacer un fetichismo se convierte a un objeto inanimado en una fantasmagoría viva.

 

Enfatizar: el tiempo de trabajo ha desaparecido 02

El tiempo pretérito ha transcurrido en el pasado que ha muerto, frente al ahora que es el tiempo presente de la vida, en cada persona, el que lo revitaliza y continúa sus obras según sus actuaciones presentes; sin embargo, Marx, en lugar de mirar directamente ese proceso juega a que el tiempo no murió, sino que se preservó en sangre del sistema. El argumento es romántico al extremo: la vida pervive en la roca y la nube, en este caso, en el bolillo y en todas las pequeñas mercaderías del “mundo de la mercancía”, convertida en la sangre del sistema. En unos pocos pasajes, Marx sabe que esto sería una tremenda burrada, así, la crítica al fetichismo de la mercancía debería aplicar a toda la construcción del “sistema de valor-trabajo” perviviendo, pero esa elegante crítica la deja al principio, para olvidarla. El propio Marx sabía desde sus Manuscritos económico-filosóficos de 1844 que la enajenación es entre personas, pero se ilusionan mediante los objetos y los manejan como elementos de poder entre las personas. Algunos vimos una esquizofrenia entre el Marx joven y el maduro, pero hay una completa operación de contrabando. Hacia 1843 el propio joven Marx veía en la teoría del valor-trabajo un sinsentido que mistificaba el análisis, pero luego descubre una utilidad sorprendente: utiliza el Valor-Trabajo de manera mistificada. En lugar, de asumir materialistamente que el tiempo fenece en el producto y que su empleo es una medida aproximada, juega la carta falsa a que sí el tiempo se ha conservado completamente en el producto y únicamente morirá ese tiempo (TTSN) hasta que se consuma el producto.  

¿Cómo dice Marx que resuelve esta contradicción? Sustancia del trabajo abstracto

Por lo demás Marx es cuidadoso y talentoso: planteando la doble naturaleza del trabajo, donde el economista-filósofo afirma que en todo trabajo simultáneamente hay una doble naturaleza: trabajo concreto y trabajo abstracto. Se define así, el trabajo concreto, como el trabajo específico, cualitativo, realizado en una forma particular para crear un valor de uso (la utilidad concreta de la mercancía). Véase la cadena de realidad porque aquí aparece el trabajo: cualitativo, concreto, específico, creando el cuerpo de cada mercancía o servicio. Mientras el trabajo abstracto, lo define como trabajo general, cuantitativo, independiente de su forma concreta, como gasto de fuerza de trabajo humana en abstracto. Este trabajo abstracto no genera ni un átomo de operación física, únicamente corresponde al tiempo transcurrido y, para más enredo (birlibirloque), no el del cronómetro físico sino de un cronómetro fantástico, llamado “Tiempo de Trabajos Socialmente Necesario” (TTSN). El trabajo abstracto es desde donde fluye la “sustancia de valor” de las mercancías, las cuales quedan impregnadas de modo permanente con esa sustancia.

Este término “sustancia” lo emplea Marx en un sentido muy técnico filosófico, donde substancia es lo que se sostiene en sí y para sí, formando una especie de absoluto. Al surgir del trabajo, el valor-trabajo posee una vitalidad peculiar, formando lo que los analistas románticos llamaban la sangre de un sistema, ese fluido que mantiene latiendo a la criatura. En este caso, la sustancia del valor-trabajo mantiene vital a la economía social completa.  ¿Se hace ya evidente que este giro de Marx es una magna metáfora romántica y no un análisis materialista riguroso?

Resulta interesante, comparar este argumento de Marx donde la única sustancia es el valor trabajo, con la idea lógica de Spinoza, donde la única sustancia (lo que es en sí y se concibe por sí; única, infinita, necesaria y causa de sí o causa sui) resultará ser Dios. Por lo anterior, Spinoza es panteísta, porque Dios es la sustancia y resulta que lo único evidente que persiste y pervive por sí, es la Naturaleza. De manera paralela, siendo el trabajo directo la fuente de la Sustancia (Valor-Trabajo) el trabajador directo, entonces es la Divinidad oprimida en su sistema, pues el proletariado desencadenado, obrará la magia de redimir al sistema.

Crítica a la ilusión…  de la dualidad al tiempo es morir 01

Falta hacer la crítica puntual… ¿Existe un trabajo abstracto que entrega todo su tiempo, pero no modifica en sí ni un átomo de la mercancía? Visto así se revela como una fuente quimérica. Visto con calma se trata de una operación mental para dividir un acontecimiento real y forzoso: el panadero trabaja su jornada, que da como resultado los panecillos. Separar el cronómetro del día es tan astuto como contar las calorías implicadas en el proceso, es un buen parámetro y unidad de medida para muchas cuestiones interesantes, pero eso no convierte a que precisamente el tiempo sea una sustancia metafísica… a menos que (Eureka) existe una concepción romántica y trágica del tiempo: es el goteo de la vida misma que nos lleva hacia la tumba.

Esta cualidad romántica del trabajo como donación de vida es filosóficamente muy importante y posee mucho sentido. Lo importante es hacerlo explícito, sin embargo, Marx sin darle su papel filosófico desde donde lo retoma, lo convierte en una especie de flujo perpetuo, para-científico.

Sin embargo, ese transcurrir hacia la tumba vista como el reloj de arena perpetuo transcurre, ya sea trabajando o no haciéndolo. El ocioso también está cavando su tumba. En este caso, no importa si el patrón del panadero está durmiendo la siesta en una oficina o el ingeniero que hizo el horno panadero anda de vacaciones. El patrón, el panadero y el ingeniero están gastando su vida con un tiempo irreversible en la misma cantidad de horas que tarda la fabricación del pan. Para Marx, el drama universal humano de la mortalidad se convierte en un asunto exclusivo que pesa en el proletariado, como quien fuera el mesías cargando la cruz hacia el Gólgota. Entonces, el proletariado para el marxista se volvió el mesías oprimido que en cada gota de sudor entrega su vida, dando la sangre del sistema, que vivifica a todos en la producción. Es una romantización extrema del proceso productivo, que ha servido para tremendos fines políticos. ¿Lo armó Marx con intención sesgada? Lo más probable es que para él haya sido un descubrimiento deslumbrante y su interpretación (errónea) es honesta. Las luchas obreras y sociales hervían al rojo vivo en mitad del siglo XIX, él se apasionó con las insurrecciones proletarias en Europa, se encandiló con el heroísmo de la Liga de los Justo y les propuso que cambiaran su nombre a Comunistas, mientras él les elaboraba en 1848 un Manifiesto Comunista que diera coherencia y voz eterna a sus luchas.

Crítica a la ilusión…  no cronómetro sino tiempo de trabajo socialmente necesario 02

Buscando rigor y, también, enmascarando su mistificación conceptual, Marx no asume que el tiempo directo de cada trabajador está plasmada en horas directas de valor, sino que asume un complejo sistema de equivalencia que llama el tiempo de trabajo socialmente necesario. Esta operación mental es indispensable para el rigor, porque es evidente que el trabajador muy improductivo no mete el mismo valor que el productivo, pues los bolillos en una misma plaza valdrán lo mismo (o más o menos). La producción más costosa o más lenta será castigada, por lo que el mecanismo de mercado, de alguna manera, hará los promedios. Esta gran discusión de cómo operan los mercados y la competencia Marx la convierte en su fórmula del tiempo de trabajo socialmente necesario, que sería lo que aporta cada trabajador con capacidad promedio en condiciones técnico laborales promedio.

Esta formulación debería abrir la compuerta a problemas político-existenciales, porque el trabajador no aporta sus horas personales, digamos sus ocho horas amasando y horneando, sino un valor promedio que depende de los demás establecimientos productivos, etc. Ahora bien ¿hay en Marx una medida real (y subrayo real) del tiempo de trabajo socialmente necesario en sus trabajos económicos? ¿Algo así como un cálculo científico de cuánto tiempo promedio se emplea en la producción de cualquier mercancía particular, para señalar que hay algo como “3.1416” unidades de minutos transcurridos que se condensan en un bolillo? La respuesta es contundente: Marx jamás logró un estudio real del TTSN de las mercancías para verificar que su hipótesis de valor-trabajo era realista y, hizo algo más sencillo: supuso que los precios reales de los ejemplos que se estudiaban eran un auténtico TTSN. Esto significa que Marx toma las monedas menudas que cuesta la mercancía bolillo y las coloca como si fueran valor-trabajo, y lo mismo para todas las mercancías. Esto significa que emplea la pintura de la sustancia valor-trabajo sobre miles de páginas de El capital, pero no hay ninguna indagación que permitiera conectar realmente ese TTSN con el costo en dinero. En otras palabras, simplemente pinta todo su argumento de valor-trabajo como hipótesis, pero dando por sentado que sí se cumple como realidad.

El problema con el procedimiento de Marx no es que sea inviable emplear el tiempo de trabajo como una unidad de medida referente (limitada), sino que él la ha convertido en una metafísica: sustancia de vida, que además cumplirá funciones político-metafísicas, de garantizar la condena moral contra todo capital y ofrecer un futuro luminoso al mesías proletario del porvenir comunista.

Parecería un análisis económico muy normal, pero…

Simultáneamente, a esta metafísica del valor-trabajo y otras maravillas ocultas, Marx dedicó a miles de páginas al análisis económico concreto y no pareciera estar dedicado a la metafísica, sino a un “análisis científico”. La operación de Marx al respecto es bastante sencilla, porque establecida la teoría del valor-trabajo como sustancia del sistema la tiende a desaparecer, para aplicarse en operaciones que también existen en la simple contabilidad de cualquier empresa. Repito, a lo largo de miles de páginas, Marx persigue cómo aparecen operaciones económicas normales: venta de mercancías, aplicación de materias primas, instalación de máquinas, ventas al mayoreo y menudeo, reglamentos fabriles, formas de pagar salarios, actos de venta diferida, almacenamientos y una lista que actos que se multiplican casi al infinito. De hecho, Marx intentaba retratar la totalidad de la economía capitalista, inclusive sus ramas, y operaciones secundarias. Parece un análisis económico simple, el secreto es que la operación en dinero ya se ha equivalido a operación en valor-trabajo. Y el centro de todo está en el tema de la explotación.

Cualquier empresa para terminar viva debe, al menos, pagar sus gastos y obtener una ganancia. Eso cualquiera lo mira y hay muchos “secretos” en esa operación, pero todos los economistas y contadores lo han abordado. ¿Qué diferencia aportó Marx al abordar la relación capital-trabajo? Que lo hace para demostrar algo que está en su esquema desde el principio: que todo es explotación, de principio a fin, y que esa explotación es el corazón del sistema. El objetivo explícito de Marx es enraizar la indignación moral en la piedra granítica de la ciencia. Ya vimos, que cometió un error, al inventar un fluido inexistente, para gobernar al sistema. Luego lo que hará es emplear ese fluido para conectar cada parte del sistema. El capitalismo es un sistema de mercancías, con millones de actos de compraventa a cada instante. La empresa en un mecanismo que opera sobre el mercado, pero a Marx le interesa bajos sus propios términos, por lo que su operatividad le interesa pintarla en sus términos de valor-trabajo en la clave de inventar una plusvalía forzosa. Para Marx su “¡Eureka!” fue la plusvalía, para que el sistema además de vivificado en valor-trabajo, además está oscurecido por un flujo perpetuo de explotación, ya que toda empresa genera plusvalía extraída de trabajo abstracto.

La pintura del valor-trabajo aplicada

Esta pintura del valor-trabajo sobre el análisis económico permite una primera operación: deja que los análisis empíricos permanezcan, tal como ya sucedía en Adam Smith y David Ricardo, quienes también emplearon su propia teoría de valor. En ese sentido, esta teoría no violenta el material económico y por eso gran la obra de Marx permanece dentro de la “literatura científica” de la economía. Sin embargo, sucede una segunda operación, cuando se asume que en el proceso empresarial capitalista, opera una “sustancia” de las características mencionadas. Mientras los otros economistas aplicaban una noción de valor, buscando una medida de valores y marcos de referencias de procesos, por su parte Marx lo que está dibujando es la generación perpetua de su concepto clave, que es la plusvalía entendida como explotación forzosa de la fuerza de trabajo. Mientras Smith o Ricardo señalan cómo funcionan los mercados y las empresas en sus operaciones, la intención de Marx no se refiere a lo que funciona en el proceso real, sino a revelar que todo el tiempo el sistema implica explotación del trabajador. Y esto no es un concepto de que el obrero gana poco o se le reparte poco de las ganancias. El tema es que, para la teoría forjada por Marx, aunque el obrero gane como príncipe, con altos salarios y prestaciones de lo más variadas que le proporcionen bienestar de largo plazo, junto con su familiar… ese conjunto no importa, pues siempre hay una explotación de plusvalía, sin importar lo mucho que obtenga el obrero.

En la plática intuitiva por explotación se piensa como mala remuneración de una parte, mientras el patrón gana muchísimo. La explicación de Marx no es la intuitiva, para él la explotación está en su definición misma. Marx considera que el 100% de la riqueza la aporta la actividad del obrero y que el capitalista (y otros administradores) no aporta nada. Es obvio que Marx omite que una empresa no se formó espontáneamente, sino que se estructura por una operación del dueño y los directores, que reúnen todos los factores para hacerlos productivos, luego vender y mantener una administración suficiente, para ganar. Marx finge que las grandes industrias se forman como solitas y que basta el sudor obrero reunido para hacer el sistema productivo. Por ejemplo, Microsoft en 2025 cuenta con unos 228,000 empleados y Marx mantiene su hipótesis que el 100% del valor de empresa se ha creado autónomamente por sus obreros, sin importar su dirección capitalista. La realidad es muy distinta, pues la creación de valor (el conjunto de flujo de riqueza) no es separable en sus partes, es el conjunto de la empresa que crea esos ingresos.

Quien se pone los anteojos del valor-trabajo unido a la teoría marxista de la explotación, entonces mirará la historia del capitalismo como una larga expropiación de los productores materiales, como si una figura parásita estuviera siempre robando la sangre del sistema económico.

Conversión del Valor-trabajo en Personaje activo y Protagonista

Al momento, no ha quedado tan claro cómo es que el Valor-Trabajo en Marx se convierte en una metafísica muy completa y compleja, pero terminará por ser completamente claro. Sin embargo, así funciona toda la explicación de El capital. Y, adelantando el argumento de Marx, la Unidad de Medida (horas trabajadas) se transforma en el Sujeto automático, pues el Capital mismo es Valorización-del-Valor. En principio, esto último suena abstracto, pero intentemos contrastar entre una empresa real con patrón y obreros, y el perfil metafísico que adquiere bajo la teoría de Marx.

Cualquier empresa contrata empleados y busca un nivel suficiente de beneficio, para pagar todos sus gastos y obtener un extra. Con una ganancia cero, pero cubriendo todos sus gastos, la empresa subsiste sin crecer ni satisfacer a su propietario. A partir de la ganancia es que Marx observa que se trata de una empresa capitalista. Visto en la retrospectiva del largo plazo, sabemos que prácticamente todas las empresas tienen un ciclo de vida, pero para Marx eso no tiene sentido, pues hay una sustancia en este proceso y es el valor, que al pasar del obrero al patrón genera una metamorfosis, surgiendo el valor auto-valorizado. Para Marx eso es propiamente el capital: una relación social de explotación, donde el valor se autovaloriza creciendo, de tal manera que opera como un ente de corte inmortal, es una personificación, no una persona. En este nivel, la relación social funciona como una especie de espíritu maléfico encarnado, un Mumra el Inmortal, villano de caricatura. Para Marx, ese capital está especializado en extraer esa fuerza vital que se destila en el tiempo de trabajo y quedarse con una parte. Esa es la conversión de la relación capital-trabajo bajo Marx, una especie de parasitismo, y en eso es bastante explícito.

Cuando comenzó su análisis económico, Marx reconoció que el capital era parte activa en el desarrollo de una productividad e industrialización jamás vista en la historia, por tanto, había una misión positiva en el desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas. Sin embargo, tiene la impresión que la empresa material se vuelve un ente autónomo, donde el capital termina aportando poco que no sea una presión explotadora, por la sed de ganancias. De ahí surge la ilusión marxista de que como el capital es parasitario sería lindo despojarlos de las empresas, las cuales seguirían funcionando mejor, sin esos tábanos que están molestando por obtener más sangre. Resultó que esa afirmación era ilusoria y no existe algo así como un funcionamiento del “jinete sin cabeza”, en especial, porque los intentos de expropiación general (URSS, China roja, Cuba, etc.) lo que crean es otro sistema económico, con otros problemas de centralismo y opacidad, que no abordaré aquí.

 

Valor de la fuerza de trabajo

Estima Marx que el valor de la fuerza de trabajo es el conjunto de alimentos, techo, etc. para el obrero y su familia, marcada según la costumbre de un periodo determinado. En ese sentido, inferior a la que aporta el obrero empleado en la industria. Para él la diferencia entre el costo de la fuerza de trabajo y su utilización en la jornada laboral es el secreto completo de la explotación, entendida como una diferencia cuantitativa entre lo que se paga por una masa de trabajo vivo y lo que recibe el capitalista por la venta total de la masa de lo producido. Para el sistema de Marx no importa el nivel salarial ni la retribución total, sino que siempre hay una parte de valor que se quedará en manos del capitalista, que llamará plusvalía en lugar de ganancia, como un término más técnico en base a su sistema conceptual de valor-trabajo.

Sucede algo único: el unicornio blanco del capitalismo

Lo anterior implica que para Marx deja de interesar el nivel de vida del asalariado, para interesarse únicamente en esa diferencia, que llama plusvalor y que para él es explotación. En el mundo, real se concibe como explotación al salario mísero y las condiciones laborales pésimas; sin embargo, eso estaba desapareciendo ante la mirada de Marx, pues la revolución industrial inglesa permitió una elevación masiva y espectacular de las condiciones de vida del proletariado inglés. Por primera vez en la HISTORIA DE LA HUMANIDAD, con la revolución tecnológica bajo el sistema capitalista, surgiría una masiva Riqueza de las Naciones que va a repartirse en todo el sistema económico, permitiendo una rápida, real y permanente elevación del nivel de vida proletario. Para el sistema mental de Marx esta elevación rápida y sin posibilidad de una vuelta hacia atrás del nivel de vida de los proletarios en el capitalismo, no era una buena noticia, sino un aumento de la explotación.  

El efecto del desarrollo masivo de la productividad es un resultado inesperado del capitalismo, en el sentido que ningún capitalista individual planeó ese efecto masivo y transformador en toda la producción. Sucede ese progreso como un “efecto emergente” en el conjunto. El propio Marx observa con claridad que la industria capitalista está revolucionando el mundo y trayendo una época nueva de ciencia y tecnología aplicadas, unos torrentes de riqueza accesibles hacia todas las clases. Esto lo observa tan temprano como en el Manifiesto comunista de 1848 y también en apuntes anteriores, como en La ideología alemana. Sin embargo, no le agrada y tiene la esperanza que la miseria masiva se mantenga inalterada, propiciando un salto cualitativo de la historia, en un efecto resorte, de negación de la negación, para alcanzar una sociedad superior y muy humana, que él llama (siguiendo costumbres políticas de su época) socialista y comunista (la segunda sería la etapa superior).

 

Ceguera de Marx y rechazo ante la mejora real del nivel de vida proletario

¿Por qué Marx a la elevación espectacular y sistemática del nivel de ingresos del proletariado la considera un aumento de la explotación? Porque Marx ha elaborado su paradigma de sistema económico en base a una conversión de una forma de medición (la ley del valor trabajo) en una metafísica filosófico-política (el valor como sangre absoluta del sistema, siendo expropiado en su totalidad por el capital individual). Cualquier pensador normal que vea una revolución material de la producción sacando a las masas de la más abyecta miseria, hacia un nivel de vida suficiente para esa época, estaría saltando de gusto y gritando vivas por un futuro prometedor.

¿Cómo Marx refuerza su ceguera en este aspecto? Muchos pensadores del siglo XIX europeo estaban radiantes de optimismo al mirar los progresos materiales y se ocupaban de las reformas urgentes para la redención de las clases menesterosas. Ese optimism se traslucía con Comte, Stewart Mill, Proudhom, Spencer, Saint-Simon, etc. De hecho, Marx (y Engels al unísono) ataca sistemáticamente a todos los que sacan conclusiones optimistas o esperanzadas dentro del sistema capitalista (o incluso trascendiendo al sistema, como los llamados utopistas), para reforzar su ilusión sobre un movimiento revolucionario de efecto resorte: mientras peor sea, se llegará más directo hacia el objetivo mejor. Los ataques contra los autores que ven esa redención parcial del proletariado dentro de capitalismo son sistemáticos dentro de los textos económicos, y El capital está saturado de esos ataques a los autores optimistas (Mill, Say, etc), en general, considerándolos vulgares apologistas del capitalismo, mientras respecta a los economistas clásicos como Smith y Ricardo.

Una segunda operación mental de Marx es centrarse únicamente en las miserias y abusos del capitalismo. Cuando masivamente la propia sociedad inglesas del siglo XIX aporta y participa para frenar los abusos fabriles, mediante leyes progresistas y las investigaciones fabriles con inspectores, para Marx eso no es prueba de una mejor consistente y sin retorno, sino que le parece que es comprobación total. Marx se comporta como quien pasea por la morgue y exclama con ingenuidad “¡todos en la ciudad están ya muertos!” En los últimos años de su vida, Marx mira retrospectivamente el avance de la condición de vida de la clase obrera inglesa, por lo que se lamenta que en el país más burgués, también el proletariado se ha aburguesado. En un Prólogo al primer tomo de El capital en 1867, Marx exclama con irónica decepción: "Desde 1848-49, la clase obrera inglesa ha ido mejorando física, moral e intelectualmente en una escala nunca vista. Pero este progreso material ha tenido un precio: el obrero inglés se ha aburguesado. El proletariado inglés se ha convertido en el más burgués de todos los proletariados. En el país más burgués del mundo, el proletariado se ha vuelto también burgués."

Esta misma línea de pensamiento, la sigue Engels, quien vivió muchos años más que su amigo, para lamentarse de que ese aumento de nivel de vida proletario se extendía por otros países de Europa. “La situación de la clase obrera inglesa en 1844 era excepcional. [...] Ahora, el proletariado inglés es el más aburguesado de todos los proletariados. Pero lo que en Inglaterra era un fenómeno nacional se ha convertido en internacional. El capital inglés ha exportado su monopolio industrial a otros países, y en la medida en que estos se industrializan, su proletariado también comienza a aburguesarse. En Francia, en Alemania, en Estados Unidos, ya se ve la misma tendencia: el trabajador privilegiado, el 'obrero respetable', que mira con desprecio al lumpenproletariado y se alinea con la burguesía contra la revolución."[2] Al mirar el ambiente del final del siglo XIX, se notará que el radicalismo social-comunista dio paso a una tendencia dominante en Europa occidental, que creó una socialdemocracia de corte reformista, para ampliar las ventajas en la condición de vida del proletariado europeo, la cual fue muy exitosa.

Notemos que los comentarios de Marx y Engels señalan un rechazo a la mejora del nivel de vida del proletariado dentro del capitalismo, ilusionados por un salto cualitativo hacia otro sistema, que fuera mejor en un sentido radical.

Estado dictador y patrón total

En retrospectiva, Marx “ni se olió” que al desarrollar su hipótesis de una revolución proletaria (tipo Comuna de París) el resultado lógico sería un régimen estatal despótico, aunque resultaba peor al capitalista-patrón individual por ser un monopolio patronal-capital totalitario. Fantaseó con una “dictadura revolucionaria” del proletariado, sin sospechar que daba el combustible para la dictadura roja (el patrón-capital unificado) sobre y contra el proletariado. La dictadura roja resulta peor que la mala dictadura burguesa, porque además ella misma se vuelve el patrón total. Los males parciales que sí suceden en el capital individual (avaricioso, egoísta) se concentran y hasta multiplican con el capital único monopolizando un mal unificado, pues se pasa del individuo privado con un poder limitado sobre su empleado proletarios hacia el colectivo patronal con un poder ilimitada sobre todos los empleados proletarios.

Marx (en ecos de Lenin, Mao…) fantaseó con que en el acto revolucionario los proletarios dispersos recuperarían sus propiedades robadas, tomarían en sus laboriosas manos las fábricas dispersas y cooperarían virtuosamente entre todos para establecer una gestión racional. Marx lo señaló claramente al señalar que el objetivo era “expropiar al expropiador”[3], entiéndase que, para él, resultaba que el capitalista estaba expropiando diariamente a cada trabajador, por lo que el acto lógico de la historia, traería una socialización posterior del capital individual[4].

Ahora bien, el término “socialización” es amplio y ambiguo, el hecho político de un Estado totalitario apoderándose de todo medio de producción importante mediante violencia revolucionaria (Rusia 1917 en adelante y otros, el más conocido en América es Cuba después de 1960) es una peculiar interpretación de “socialización”. El universal cobro de impuestos a las empresas es una forma de socialización del capital individual, las leyes que protegen al trabajador y al consumidor (universalmente aceptadas) son otras tantas diferentes formas de socialización del capital individual, que en su funcionamiento está atravesado por relaciones con el ambiente colectivo. En la estricta realidad, todo capital individual (por más autónomo y egoísta que sea) siempre está atravesado por coordenadas sociales como el dinero, las leyes mercantiles, el mercado mismo, etc. La radicalización de Marx del “expropiar a los expropiadores” se volvió un juguete rabioso en manos de políticos sin escrúpulos vestidos de revolucionarios.

 

Vacuna ante la enajenación cultural: despertar del Espíritu activo en sus 3 fases (y su 4 sustento), de tal manera levantar un movimiento de masas liberal-popular post-populista

Marx se quedó atorado ante el segundo capítulo de la Fenomenología del Espíritu, pues no comprendió que la lucha por el reconocimiento tenía una ruta sólida de formación, que unificara tanto el desafío valeroso ante la muerte (el señorío) y el transformar la naturaleza (el trabajo) que materializa el espíritu (crea cultura), formando una ética (estoicismo), que se sigue desplegando… sin atorarse en las contradicciones. En lugar de unificar al amo, como Estado que es la respuesta de Marx, se requiere de religar al esclavo, para que su asociación implique el mutuo reconocimiento y la cultura permanente. Por tanto, la política revolucionaria es en tres campos reales y manteniendo la aportación de todo trabajo-consumo. Marx volvió al trabajo en sustancia trágica, un valor para ser devorado por Cronos; pero neutralizó su valor Dionisíaco, pues siempre está ese trabajo destinado a ser consumido (lento o rápido) o quedar desperdiciado (enfoque vacío).

La tarea perpetua es dignificar la inteligencia, el sentimiento y entregar la materia (producción), en un flujo ordenado y perpetuo, que no excluya a ninguna persona… pues el excluido es candidato a la muerte (Marx: ejército industrial de reserva sobrante, destinado al matadero).

Fase de reconocimiento-educación: El primer cimiento es despertar la consciencia, mediante las bases de reconocimiento (humano, con humano, premiando al bienhechor) y premiando la tarea educativa presente (en una cadena infinita).

Sin teoría del valor en economía, es lo mismo

El estudio de la economía se puede realizar sin utilizar para nada una teoría del valor, la cual es un sistema de referencias, con valor teórico-filosófico-cultural, pero su ausencia no invalida los estudios económicos. Hay importantes estudios a todos los niveles que para nada emplean una visión de valor como medida y teoría económica, incluso el propio Marx antes de 1844 rechazó la teoría del valor como una construcción artificiosa[5], para después abrazarla apasionadamente con los giros específicos que él mismo le injertó. Arriba demostré porqué esa teoría del valor de Marx fracasa y hay que agregar que prácticamente el 99% de los estudios marxistas jamás se ocupan de hacer un ajuste de valor-trabajo en su análisis, sino que simplemente utilizan la contabilidad capitalista en dinero y las cuentas nacionales capitalistas en dinero, para pretender que están realizando un estudio basado en valor-trabajo, cuando todo su estudio es simple transcripción de la realidad monetaria del capitalismo. Es increíble lo fácil que basta pintar de “rojo Marx” un análisis ordinario de la economía capitalista para declarar que hay explotación, cuando una economía no está señalando algo específico e, incluso, lo que hay es un crecimiento económico espectacular con aumento del salario obrero y mejora de vida de todos los grupos en la economía de mercado. De hecho, en algún momento el marxismo en crisis teórica en la mitad del siglo XX[6], se refugió en “nuevos sujetos” para abordar a los países atrasados o descolonizados, como si fueran la sustitución de la miseria masiva del proletariado, como señala la elegante retórica de Franz Fanon en Los condenados de la tierra o, con mayor fondo teórico, señala Marcuse, en El hombre unidimensional y muchas otras obras, que ya no importa la miseria material (desapareciendo de Europa y EUA) sino una enajenación de fondo. Se les llamó neomarxistas por su cambio de enfoque, criticando otros problemas reales y contemporáneos, pero fingiendo que representan la misma teoría de Marx sobre la explotación al proletariado con potencial revolucionario.

 

Volver a la teoría del valor: solo hay dos opciones

La resistencia de los neomarxistas para abandonar la teoría del valor trabajo de Marx, poseía más raíces políticas y afectivas que una motivación teórica, y para diferenciarse de la corriente principal de los economistas que se adaptaban a las expectativas optimistas del capitalismo.  Los economistas más teóricos encontraron dos opciones de teoría del valor: la teoría objetivista del valor-trabajo y una teoría rival subjetivista del valor-consumo. Esta última encontró mucho agrado entre los defensores del sistema capitalista, y también es una manera de conectar la subjetividad con el proceso objetivo, pero arrastra una visión filosófica antagónica. Mientras el valor-trabajo marxista vuelve al proletariado un Cristo que entrega su sangre en cada segundo laborado, la visión del valor-consumo vuelve al consumidor un curioso legislador que marca la vida y muerte de las valuaciones de un deslizamiento, que va desde la urgencia de la primera cucharada en el plato de sopa hasta la saciedad final en la última cucharada de la sopa. La teoría del valor-consumo contiene una curiosa ventaja (relativa) al estar ligada a un fino instrumental matemático para calcular los rendimientos decrecientes, que se pueden graficar y estudiar en las universidades.

Aunque la teoría de valor-consumo en lado práctico se integra en la mercadotecnia y en decisiones productivas sobre cuánta cantidad de un producto se puede vender al consumidor, esto no se convierte en una operación clave de la economía.  

Fuera de algunas cuestiones técnicas interesantes, tampoco la teoría de valor-consumo o subjetiva, es un requisito significativo para comprender la economía y hacer análisis económicos, los cuales se hacen con los mismos parámetros de datos normales de las empresas o de los agregados nacionales (PIB, encuestas de producción, empleo, tipo de cambio). Sin embargo, ha sigo significativa porque esta teoría del valor también encierra toda una concepción filosófico-político-cultural, que se centra en la autonomía del individuo. Para el valor-consumo no hay clases sociales productivas y un consumidor resulta igual a otro. El más miserable se colmará mucho con el primer sorbo de la cuchara con sopa y ya no deseará consumir más sopa después del último sorbo. De manera idéntica se comportará el rico, aunque deguste la sopa más exquisita, la primera cucharada importa mucho y después de la última ya no querrá ninguna gota más de esa sopa, por más que se la sirvan en plato de oro y en el restaurante más lujoso. En esta teoría el consumidor es una especie de rey efímero que se satisface en el tiempo, las satisfacciones pasadas caen como hojas muertas en el otoño, hasta que se alcanza un nirvana donde ya no se desea consumir eso que se estaba degustando con avidez. Y esta teoría de valor-consumo ha sido muy estimada porque sirve para adornar una hipótesis de los partidarios acérrimos del capitalismo, cuando afirman que el mercado posee una tendencia al equilibrio perfecto (Walras), la cual no voy a abordar aquí. Solamente haré notar, que una teoría del equilibrio de mercados se puede elaborar con series numéricas de dinero real y no requiere de una teoría del valor subjetivo ni objetiva.

A veces los economistas se sienten obligados a decidir entre teoría objetiva del valor trabajo y otra teoría subjetiva del valor-consumo como quien debería optar por el mal menor, aunque a la hora de hacer sus análisis de realidad particular o coyuntura las guarden en el cajón. Ya señalé que los de afinidad marxista han conservado la teoría del valor trabajo y en sus análisis concretos se imaginan que la están aplicando, cuando denuncian que hay bajos salarios en los países tercermundistas. En ese ejemplo y en sentido estricto, Gunder Frank en Teoría de la dependencia (por ejemplo) no hace un análisis de valor-trabajo en el subdesarrollo, sino un estudio de realidades empíricas de pobreza, donde identifica malos salarios con las hipótesis del valor-trabajo sobre precio de fuerza de trabajo distinto de su producción de ganancias. En realidad, es un estudio empírico con datos en dinero, sin ningún amarre completo con el “valor trabajo”. Unos pocos intentan atar los cabos y vincular datos económicos reales con supuestos de valor trabajo[7], sin que hayan aportado nada notable al análisis, porque el valor-trabajo es una medida hiptética, no una cosa material demostrable.

En fin, reitero hay dos opciones para una teoría de fondo tras la operación aparente para el nivel del valor, o bien, utilizar, el valor-trabajo objetiva (Smith, Ricardo, Marx, Robinson), o bien, el utilizar el valor subjetivo (Jevons, Menger, Walras) ampliándolo al mecanismo de mercado (Marshall, Böhm-Bawerk).

Ante el dilema, la mayoría de los prestigiados economistas prácticos se han desecho de ese tramado teórico, y existen los cánones neo-clásicos, neo-keynesianos, cuantitativos, etc. Entre la pastilla roja y azul de la Matrix, los estudios concretos funcionan sin valor-trabajo y sin valor-consumo, aunque los afamados economistas pinten de rojo-Marx o de azul-marginalista sus análisis. ¿La teoría económica requiere de sutileza y grandes miras? Cierto que cualquier teoría requiere de aportar descubrimiento, profundidad y amplios horizontes.

Hay una larga teoría de valor trabajo no marxista o hasta anti-marxista

Sí la hay, de hecho, Smith y Ricardo son grandes teóricos que incluyen el valor-trabajo en sus sistemas, sin pintarlo con la incidencia trágica que le pone Marx. También hay algunos neo-ricardianos que utilizaron el valor-trabajo de una manera más como los viejos clásicos, que no asumen todo el sistema de Marx, al contrario, lo cuestionan, como Sraffa (fundador del neoricardianismo), Joan Robinson, Pasinetti, etc.

En todo lo anterior, no he pretendido desarmar exhaustivamente a la teoría del valor-trabajo, siendo que a su nivel es una interesante teoría de la medida económica, que ha mostrado su utilidad en diversos autores. Lo que cuestiono de fondo es la filosofía trágica y el error metafísico de Marx, al dar una versión de valor-Cronos que satura de una explotación maléfica a la visión del sistema completo, alentando una visión fantasiosa de la Revolución comunista, como un resorte que invierte las tendencias, y que por arte de magia, entregan a un Estado tiránico todos los capitales, por esos mismo de caer en lo peor, abre las compuertas de la redención proletaria, avanzando hacia un reino celestial en la tierra. El establecer correlaciones conceptuales entre el tiempo de trabajo y las productividades, así como las dinámicas económicas, es un ejercicio de inteligencia y puede permitir esclarecer hechos y tendencias. Pero es una teoría de la medida social que conecta la producción con otros aspectos del ser social, lo cual también se ha empleado correctamente, aunque sea como aproximación, para diversos fenómenos. En ese sentido, la teoría del valor-trabajo no es un “perro muerto” ni un largo desperdicio de ingenio, sino una manera de operar para integrar los factores de la producción y el consumo. Hay muchos temas filosófico-político-culturales en el fondo de las teorías económicas, y el valor trabajo en la manera de Adam Smith, por ejemplo, sirve para elevar la importancia de lo que aporta el trabajo vivo y la clave de su integración en la empresa y el mercado, con el complejo arrastre. Muchas veces cuando se discute el sistema financiero en sí mismo, se olvida la producción real-material, efectuadas por personas vivas todos los días, que están interconectadas. La teoría del valor-trabajo sirve para que las teorías financieras no escapen a la estratósfera, que no se recuerda la base real, hasta que el sistema financiero se estrella contra el piso, como en la crisis de 2008 de las hipotecas subprime, cuando se especuló sobre una ilusión de hipotecas, desprendiéndose las finanzas de su base real de las operaciones en la base, en este caso, las compra-ventas e hipotecas del sector inmobiliario, para atorarse en las ilusiones de movimientos financieros puros de bonos crecientes. Periódicamente, la inflación financiera se acomoda con la realidad de la producción mediante crisis, devaluaciones, quiebras, etc. La teoría del valor trabajo debería ser una dosis de realidad, pero con Marx se convirtió en un elixir de fantasía, una dosis de veneno para potenciar la indignación social y sus imaginaciones revolucionarias. 

Reconvertir al valor como integrante espléndido

Lo anterior, por mucho que destroza el aspecto equivocado de Marx, no por ello desvanece los efectos vivificantes de la teoría del valor-trabajo. Reconocer que todo bien y servicio producido proviene de trabajo vivo, el cual revitaliza el acumulado de trabajos previos (los medios de producción, el capital) da un enfoque vibrante al análisis económico, y puede aplicarse sin traicionar la debida objetividad que requiere el estudio del sistema económico o sus principales particularidades (empresa, sector financiero, etc.). De hecho, el efecto multiplicador de trabajos claves intelectuales, científicos y técnicos en el campo de la informática y la comunicación están en el corazón de las revoluciones económicas del final del siglo XX al presente. Estamos en este torbellino de transformaciones, que lo miramos vía las máquinas deslumbrantes con la Inteligencia Artificial, pero atrás y por debajo está el cúmulo de trabajo que crea y a los constados ese flujo de consumo impresionante.

La indignación ante la explotación de Marx (y muchos otros) por más que sea un sentimiento ético, no resulta una coartada suficiente para alterar el sistema de ideas, para embarcarse en tentativas absurdas que intensifican el mal (la explotación misma) y lo amplifican (la tiranía ampliada al Estado totalitario). Son una serie de errores teóricos en cadena los que convierten la teoría del valor-trabajo en una especie de veneno ideológico, hábilmente utilizado por los seudo-marxistas prácticos, para justificar cualquier barbaridad cometida por un Estado totalitario al que llamaban Socialista-Comunista-Soviético-Revolucionario. Hay errores teóricos de origen en Marx y la ambición desmedida de poder de los sucesores, que se auto-engañaron y engañaron a las masas en una aplicación demagógica de los lemas originales de Marx. El propio Marx carga con una gran responsabilidad al haber sostenido la insensatez de una Dictadura del Proletariado[8], como si fuera un recurso válido, oprimir políticamente bajo un pretexto noble, y luego está el enredo con la interpretación errónea del valor-trabajo expuesta en El capital.

Fuera de esos enredos, la referencia al trabajo y al consumo son importantes y válidas, por eso hay espacio para incursiones en teorías de valor-trabajo y valor-consumo. Los instrumentos matemáticos de marginalismo se han aplicado sin problemas de fondo. En fin, lo que es más importante, es revisar el fondo filosófico que yace bajo toda producción. Bajo la producción capitalista en la época de irrupción de la Inteligencia Artificial (por señalar sólo la última moda) resulta todavía más importante señalar el trasfondo humano de producción y consumo para no extraviarse en las imágenes engañosas, para obtener el concepto completo de la realidad, estableciendo las estrategias adecuadas para su mejor operación.

La sangre vital recorriendo el cuerpo económico

Mirar únicamente al dinero como la parte refulgente de la economía ha arrastrado un largo problema, que los casi incontables críticos del sistema han notado desde diferentes perspectivas. El dinero en sí mismo es únicamente una funcionalidad del sistema mercantil y su brillo metálico es una de sus caras, que a veces deslumbra, pero también muestra sus miserias. Sin embargo, el sistema de mercado ha sido capaz de mostrar la cornucopia de la riqueza fluyendo en millones de formas distintas. Para Marx ese flujo bondadoso de la cornucopia se limitaba a una faz material, que llamó el valor de uso, las figuras concretas de las mercancías satisfaciendo necesidades. El antecesor Adam Smith miró más allá de la apariencia y señaló la unión entre esa plétora de mercaderías surgiendo con su fuente sistemática en dotaciones portentosas de trabajo operando el sistema. Marx permaneció obsesionado y crítico ante las miserias masivas (y artificiales) del ascenso del capitalismo, fingiendo que no importaba que la maquinaria masiva de esa economía generase una plétora de mercancías. El sistema capitalista estaba naciendo y Marx ya (con anticipación desesperada) ya deseaba verlo morir. En su vejez Marx sospechó que no vería a luz una auténtica revolución como se imaginó. Si hubiera durado un par de siglos, habría dado opiniones muy interesantes ante los engendros totalitarios levantados en su nombre, aunque esto último es pura especulación.

Retomando: la producción mundial de mercancías de todo tipo, monitoreadas como un PIB acumulado, representa una efervescencia de producción jamás antes semejada por todas las sociedades. Hacia el siglo XXI la milenaria batalla contra la pobreza comienza a ser ganada de una manera clara, cuando las masas de China e India salen de la pobreza extrema y algo semejante sucede en muchos otros países, como menos población y resultados menos espectaculares. Sin embargo, con tales resultados la mayoría de la población mundial escapa de la línea de la pobreza y el PIB per cápita mundial está alrededor de 17,000 dólares anuales. El incremento de riqueza realmente se dispara después de 1950, cuando estaba en 2,050 dólares. ¿Quién fue más profeta Adam Smith en 1776 señalando que había una ruta para crear la riqueza de las naciones? Una ruta sencilla permitiendo que la población desarrollara sus talleres y empresas de manera autónoma, aplicando sencillos principios de división de trabajo y eficiencia, sin mayor intervención del Estado, para que se desarrollara la inventiva y la creatividad. ¿O resultó más profeta Marx? Señalando el final dramático del capitalismo mediante una revolución proletaria que arrancara la propiedad privada de los capitalistas, para cumplir una socialización que surgía desde la producción material, pero se cumplía con una revolución proletaria. Sí hubo revoluciones populares y proletarias en el siglo XX, pero los regímenes no semejan la promesa y las acciones fueron burdas expropiaciones masivas que fortalecieron Estados tiránicos, no rescataron los medios de producción para el proletariado, sino que perpetuaron regímenes de trabajo asalariado sometido a un patrón, que amplió sus funciones al ser el Estado unificado, bajo lemas marxistas, pero sin ese contenido revolucionario ideal. Resultó mejor profeta Adam Smith, porque su profecía es más difusa y sencilla: basta dejar obrar a los talleres y empresas para tener resultados espectaculares en crecimiento de la riqueza. Bajo esa perspectiva de Smith, esa vitalización difusa es un flujo de trabajo original que terminará en el consumo, a la manera de una rueda virtuosa que lleva los satisfactores a todos los rincones del sistema. ¿Por qué el sistema de mercado no se disgrega sencillamente y todos tienen algo que ofrecer? Lo mínimo a ofrecer es la capacidad de trabajo, lo mejor es ya ofrecer mercancías hechas, lo excelente es ofrecer dinero o contar con propiedades (los rentistas de la tierra). Todos tendrían algo que ofrecer, con las contadas excepciones de los marginales, incapaces de trabajar, que quedarían a cargo de las familias, la beneficencia o del Estado. Y hasta los desposeídos tienen algo que ofrecer porque el trabajo, pasando de la potencia al acto, posee algo valioso que ofrecer, y su cualidad permanece en la mercancía, de ahí la noción de valor-trabajo.  A toda acción corresponde una reacción, basándose en la misma física de Newton, el sistema de Smith ya señala que la producción corresponde al consumo, el trabajo infinitamente dividido se conecta en el taller y el mercado, que se vuelven tejidos infinitos.

El círculo milagroso entre producción-consumo

Cuando cada mercadería y trabajo se conectan será porque ya poseen su sustancia común, su origen de trabajo y su destino de consumo, el círculo milagroso está preparado de antemano. Cada instante presente que se vuelca en un producto contiene el valor vital que no se detiene hasta que sea consumido o se enfrente a la ciega destrucción del olvido.  Entre producción y realización hay un abismo, pues lograr el resultado (producto) de un proceso productivo no está garantizado antes de su realización, porque el trabajador pudiera morir de infarto, romperse erróneamente la dura roca de mármol ante un golpe descuidado, accidentarse la mano cuando no sujeta bien el cincel, zafarse el mango del martillo desgastado… Una vez salvado ese abismo, entre la roca pulida y lista para colocarse en la catedral, también hay otros obstáculos: el comprador religioso se quedó sin dinero, los de la religión contraria invadieron el valle, el perezoso constructor se descuidó mientras levantaba la roca que cayó antes de ser colocada, etc. Puede haber mil obstáculos entre producción y consumo, aunque para la teoría económica interese en especial ese salto del mercado: el producto se queda sin comprar. En este ejemplo, imaginemos que se anticipó un cantero más industrioso y colmó el mercado con un remate de piedras más baratas, entonces todas las piedras para la catedral fueron compradas a otro. El cantero que talló esa piedra, difícil y única, ya no encuentra comprador. No vende, entonces no come, debe alquilarse en otro trabajo y abandona esa cantera. Es el drama de la crisis económica: los vendedores no encuentran compradores, se rompe el ciclo. Lo anterior se puede mirar en un panorama y, lo usual, es mirarlo como un PIB que baja, pero hay algo más. Las personas vivas como trabajador frustrado y como consumidor enfocado, que luego cambian sus papeles: el cantero ya no tiene para consumir, hasta que cambia de actividad, una donde sí llegan sus productos vía el consumidor al mercado. Hay una tragedia y una comedia, tristeza y alegrías… cambio de posiciones y algo que las unifique, por eso a los economistas clásicos les agrada pensar en términos de valor-trabajo, señalando el papel activo que no se pierde por completo. Un tanto de desperdicio aquí y allá, pero se compensa con los éxitos, de ahí tanto revuelo con la noción de una “mano invisible” del mercado, que por tanteos ciegos y correcciones continuas logra que funcione el sistema. Se pierden las jornadas gastadas en las piedras que ya no se comprarán, pero el nuevo día trae su jornada y (dada una productividad media) se logrará producir para restituir al obrero y su progenie. El error de cálculo individual se hace evidente rápido y hay manera de corregir, en cambio, para el Estado el error de cálculo es imposible de observar rápido (el tirano puede y prefiere bloquear todo el sistema de comunicación que debería darle las alarmas, porque todos en el país son sus empleados que le deben obediencia, y al tirano no le agradan las malas noticias; así, que como todo se maquilla de buenas noticias, entonces de los fracasos nadie se entera, hasta que se hunde el país entero en un fracaso colosal). El error de cálculo es un gran drama, no hay manera de volver el tiempo hacia atrás, pero los errores dispersos se castigan (fracaso en ventas, cierre de negocios, despidos) y hay oportunidad de rectificar con alguna rapidez, aunque no tanta velocidad como se esperaría en un mundo de fantasía. Los ultra-defensores del mercado imaginan que la corrección podría ser casi instantánea, el más ligero análisis señala que el mercado no es un sabio perfecto. Como el humano es imperfecto, el mercado que es un ente emergente donde coincide la individualidad y la colectividad, lo cual nunca debe presumir de perfección automática. La pretensión de corregir al mercado, en actos adicionales a su mecanismo espontáneo, también requiere análisis, intervenciones, rectificaciones, impuestos, subvenciones, legislaciones, promociones, publicidad, seguridad, etc… pero esas intervenciones dentro del mercado no deben significar “matar a la gallina de los huevos de oro”, como pretenden los fans del colectivismo a ultranza. Las políticas económicas exitosas son el relato de las intervenciones afortunadas para sacar adelante a la economía de mercado, según sucedió con la moda keynesiana salvando al mercado mundial de la crisis de 1929.  

Imperfección de la acción humana es imperfección del mercado

Las acciones humanas están sujetas a una condición de imperfección desde el punto de vista de las consecuencias. Cuando se come la sopa que puse de ejemplo, puede ser que la comida total de esa persona sea alta en carbohidratos y azúcares, con una tremenda ausencia de nutrientes y esté enfermando a la persona. El puro instinto o racionalidad del consumidor[9] no le garantiza sino una cadena de satisfacciones inmediatas que arruinen su salud y lo mismo sucede con el productor (ya sea el trabajador inmediato y el empresario capitalista). El impulso del trabajador es hacia trabajar menos y con más facilidad, dejándose llevar con ocurrencias que pueden estar destrozando la productividad del trabajo. Durante miles y miles de años, los cazadores se ocupaban de bendecir sus armas y hacer rituales interesantes de cacería sin ocuparse con eficiencia por mejorar sus técnicas de cazadores. Una vez que lograban suficientes habilidades y técnicas para cazar lo suficiente para vivir no había demasiados incentivos para desarrollar conocimientos técnicos que les permitieran vivir mejor. El empresario del carbón del siglo XIX no se ocupaba con seriedad de las condiciones de seguridad de sus propias minas, y cuando mucho mandaban un canario, que mostrara que el gas escapado estaba matando, por la simple lógica que no perder fuerza de trabajo. Estaban más allá de los empresarios de la minería esa capacidad técnica para salvaguardar las minas de carbón, para que no explotaran y enterraran vivos a sus obreros y sus ganancias. Pero los ejemplos se pueden multiplicar al infinito, donde en muchos puntos el empresario es incapaz de tener un proceso productivo que no sea dañino. En medio de las limitaciones de la acción humana, resultó una maravilla que el proliferar de la división del trabajo potenciara la productividad y los beneficios como ninguna economía lo ha hecho jamás. ¿Qué es el mercado sino el proceso de intercambio que surge desde la división del trabajo? Y la división del trabajo surge a partir de las limitaciones de la acción humana, que muestran su contraparte benéfica: cada persona y agrupación (taller, empresa, localidad) logra su máxima eficiencia, eficacia y productividad haciendo una actividad especializada. Smith mostró que la actividad especializada potenciaba la productividad de una manera tan espectacular, que descubrió que así sí se crearía La riqueza de las naciones, una idea que en miles de años casi nunca se abordó con claridad, bloqueada por ciertas relaciones sociales[10].

El controlador del mercado es más difícil de controlar

El enorme problema es que el gobernante y su aparato total (el Estado) que sería en encargado oficial de arreglar la imperfección, está sujeto a las mismas imperfecciones potenciales, pero multiplicadas. Las imperfecciones de la acción humana del político que gobierna se potencian en razón de su jerarquía y, más todavía, conforme logra una mayor concentración de poder. En eso radica un error clave de Marx, que no se dio cuenta cabal que la gran tarea es controlar al controlador global, porque la imperfección de la acción del político con facilidad supera a las infinitas pequeñas imperfecciones de la acción humana. El éxito en controlar al controlador forma democracias, que, por definición, casi siempre triunfaron en naciones pequeñas y minoritarias. Las pequeñas democracias griegas derrotaron a los grandes imperios asiáticos (persas) y africanos (egipcios); la pequeña democracia de Roma se convirtió en un gigante devorando el Mediterráneo y más allá; las pequeñas 13 colonias de Norteamérica, desde una humilde democracia radical, se convirtieron en la potencia dominante, que sigue a la cabeza de la economía mundial del siglo XXI. Sin embargo, las democracias pueden alimentar imperios, como el filósofo Aristóteles instruyó a Alejandro Magno, que desde la minúscula Macedonia conquistó los confines de su mundo conocido. Algo parecido sucede con la Francia revolucionaria que da a luz a un Napoleón, conquistando toda Europa, en una veloz carrera hacia el fracaso. El glamour de la monarquía inglesa dificulta observar, que, para su ascenso mundial, abajo se estableció (desde el siglo XVII) un sistema de democracia parlamentaria cobijado bajo la monarquía[11]. Las monarquías constitucionales representan un predominio de la democracia bajo el manto monárquico. Por si fuera poco, muchos de los sistemas monárquicos han cobijado bajo su estructura sistemas democráticos parciales, a manera de agrupación de guerreros y/o de ricos, formas parciales.

Un problema con Marx y los dilemas políticos desde el siglo XX (y que siguen) está basado en que, bajo la realidad de la imperfección del mercado, las fallas se convierten en el pretexto idóneo para encumbrar a políticos que venden la ilusión del control total (casi siempre bajo marca marxista, aunque no únicamente) y la ejercen como poder brutal contra sus poblaciones.

La totalidad sí existe, de ahí la nación-república-reino y luego su gobernante-controlador también existe

El tema filosófico es que la totalidad sí existe, por tanto, la división del trabajo profundizada conduce hacia un mercado, que en su perfeccionamiento forma un mercado mundial. El mercado mundial es la totalidad de los productores del mundo entrelazados por lazos mercantiles. El mercado mundial se alcanzó como hipótesis de realidad en el siglo XVI con el viaje de circunnavegación, aunque era una aspiración de la práctica desde mucho antes, con los grandes pueblos con magníficos mercaderes aventureros como los fenicios, chinos, vikingos o venecianos.

El mercado es indispensable para la existencia, en cuanto se define alguna división del trabajo más allá del grupo minúsculo (la tribu familiar) que se podía auto-gestionar en el amanecer de los tiempos. Y una vez establecida la potencialidad del mercado, viene la lucha por su gestión y control. Desde los más remotos tiempos los reyes y demás gobernantes descubrieron que incidiendo sobre el mercado era como obtenían enormes recursos. Una de las primeras maneras de incidir fue la acuñación de monedas, que fue una prerrogativa principesca y también la primera fuente de alteración de la calidad del dinero[12].

Debido a que la totalidad existe (en su conjunto o subniveles) es que hay un mando en la gestión y para el conjunto del país o reino, surge la figura gestora, siendo la más sencilla alguna aproximación al mando único (que suele tener algunas delimitaciones, incluso baso la figura de reyes). De ahí el gobernante en su nivel superior, que para lo que nos interesa, posee algunas facultades para gestionar o hasta intentar el control total del mercado, siendo la URSS el primer intento (fracasado al extremo) de gestión total del mercado, supliéndolo con el Estado[13].

Fracaso de la gestión estatal (mala, por cierto)

El mercado es la expresión de una producción de división del trabajo y ésta no está desapareciendo, ni existe ningún argumento (fuera de las fantasías de los falansterios y algunas comunas utópicas) para su disolución. Las estatizaciones o cooperativas (cualquier forma más o menos social) no desaparecen la división del trabajo misma. El someter a un taller o empresa a un director que reporta a un gobernante vuelve a esa unidad improductiva o irracional (con motivos políticos antes que económicos), por lo que no desaparece la misma división del trabajo, sino que se le coloca a un canal de conexión artificioso, que provocará más problemas. En la URSS no desapareció la división del trabajo, pues Lenin y Stalin se ocuparon de una industrialización a marchas forzadas, que fue repetir los esquemas de la empresa capitalista, sometida a burócratas que desconocían el arte de la productividad y arruinaron a país mientras halagaban a su Jefe Supremo. De ahí, tras cumplir todos los planes quinquenales de desarrollo, la URSS con el territorio más enorme del planeta y recursos casi infinitos estaba exhausta y en colapso económico, pues el mercado bajo (la apariencia) gestión estatal, estaba dando pésimos resultados: estantes llenos de productos indeseables, salarios sin productos que consumir, etc. Nótese que la gestión estatal monopólica aparenta éxito, mediante un sistema de propaganda y de gestión de poder (lo mismo desde los Faraones, Reyes, Emperadores, Dictadores y el Secretario General del Partido Comunista) que simula lograr el máximo éxito, sin conexión con sus hechos reales. Por eso, la gestión estatal monopólica cae estrepitosamente y sin previo aviso.  

El neoliberalismo juega a la ilusión de un mercado perfecto

Las tendencias neoliberales, confrontadas con el marxismo y hasta con la gestión liberal de la economía, han intentado convencerse de que el mercado es casi perfecto, por lo que debería reducirse la intervención estatal hasta un mínimo difícil de imaginar. La idea de que “Cuanto más pequeño sea el gobierno, mejor[14], está en el fondo de este argumento. Hay mucha razón en cuanto el Estado mismo es un problema y su descontrol es más peligroso que un mercado descontrolado, no por ello resulta posible desaparecer al Estado de un plumazo ni es tarea fácil el entregar los bienes públicos a privados sin causar otros problemas (como las modalidades del capitalismo mafioso al estilo de Putin o capitalismo de compadres corruptos que se derivó del neoliberalismo aplicado a privatizaciones en países atrasados).  Mientras el marxismo y sus variantes populistas juegan a ampliar el Estado tanto como sea posible, los neoliberales juegan a tener tan poco Estado como seas indispensable para que los grandes capitales se muevan a sus anchas en el mercado.

Desmoronamiento de la ilusión de libre comercio total con Tratados de Libre Comercio

Un mercado muy regulado, es bastante evidente que funciona muy mal, como lo demuestra la larga historia del socialismo-comunismo con sus regulaciones fracasadas y la persecución contra los productores (trabajo forzado, gulag, mercado negro). Incluso muchas gestiones Estatales del capitalismo desarrollado se convierten en fracasos estrepitosos, de ahí la crisis del neokeynesianismo. La intención de no regular nada del mercado con facilidad crea desastres de seguridad, de calidad, de ecología, de cuellos de botella, de fracasos de la competitividad nacional ante el extranjero, etc. El proyecto de los Tratados de Libre Comercio mundiales está en un proceso de colapso generalizado en el presente, porque ese absoluto libre comercio se convierte en una ilusión, basada en esa misma idea de un mercado perfecto. Intentando resumir: el mercado es el mejor sistema económico disponible, pero nunca es perfecto. La única manera de regular al mercado es mediante el Estado, pero es todavía más imperfecto y los políticos son una pesadilla, cuando tienen demasiado poder para imponer sus ocurrencias.

Quizá sea evidente que la idea misma de libre comercio, si requiere de un Tratado entre Estados para su existencia, posee bastante de ilusorio, como si la libertad misma requiriese de mantener un contrato para garantizar la no-esclavitud. Lo cual no significa que los Tratados de Libre Comercio sean tinta mojada o un instrumento inútil, sino que están sujetos a luchas de poderes y a los tantos factores que interfieren en el mercado.  

El mercado pervive y funciona

El Estado no desaparecerá por antojos y, cuando intentan destruir al mercado, éste regresa desde el subsuelo de la economía cada vez que se ha pretendido aniquilarlo. La URSS desapareció su sistema político para volver a un mercado, bajo una de las peores modalidades de capitalismo de mafiosos y Estado militarista, lo más próximo al fascismo en el siglo XXI. El comunismo total de China se disolvió en lo económico, generando un capitalismo de mercado acelerado y competitivo, pero controlado por una dictadura comunista (con sus islas de gestión democrática en la base, como sucedía con los feudos y cuidades libres dentro del feudalismo). Los fundamentalismos religiosos derivados del islam, se permiten cualquier atrocidad sin preguntarse si hay mercado o no, lo que les importa es la sumisión total de los ciudadanos a una religión de corte terrorista. Estos ejemplos históricos recientes nos muestran que el mercado funciona muchísimo mejor que su ausencia, sin embargo, la figura del Estado que lo gestiona sí importa, que puede oscilar en tantas figuras, en la actualidad bajo las modas populistas de derecha e izquierda.

Mejorías al mercado desde buena la gestión pública

El mercado funciona, aunque no he abordado el cómo funciona mejor. Revisando la historia lejana y cercana, resulta bastante evidente que hay gobiernos con políticas económicas y obras facilitadoras que han favorecido de manera enorme al mercado. Basta observar la gestión del Estado inglés o norteamericano durante siglos. Hay muchas actividades que las manos privadas no abordan de manera espontánea sin fuertes empujes, concesiones o subsidios del Estados. En algunos periodos han sido los sistemas de comunicación, que desde el añejo Correo (ahora tan rebasado) y los medios de transporte: impulso estatal a los Ferrocarriles, las Carreteras (desde la via Romana hasta el sistema de Freeways), los Puertos, los Aeropuertos, etc. El sistema financiero exitoso también ha requerido la gestión de los Estados desde la acuñación ordenada de la moneda (las Casas de Moneda del reino Habsburgo o Borbón) y del dinero Fiduciario (los billetes) con sus gestiones legales y la Banca Federal (la Reserva, el Banco Central, la Legislación sobre el dinero). El desarrollo tecnológico es clave y también la reunión de talentos en Universidades y Centros de Investigación ha recibido enormes subsidios del Estado, o bien incentivos diversos (fiscales, beneficios) que han ayudado al desarrollo de los mercados.

¿Por qué el mercado es tan fuerte y débil a la vez?

El mercado ha resistido ante los mayores imperios y frente a las tentativas más sistemáticas de socialización (incluso las tentativas despiadadas de los experimentos soviéticos sin reparar en el costo de millones de vida). El mercado es tan poderoso porque es la expresión vital de la unión entre la actividad dispersa de todos los seres productivos y sus organizaciones, coincidiendo con los miles de millones de gestos de consumo, unificados precisamente en el proceso del mercado. La dispersión de la humanidad productiva hace tan fuerte y vital esa vinculación en el intercambio. El mercado es fuerte como el aire que nos rodea y como el mar que en sus extensiones jamás rebasa las orillas de la tierra. Y de la misma manera es débil para empujarlo sin sentirlo como el aire o sacar impunemente baldes de agua de mar. Asimismo, el mercado representa la debilidad de la acción humana, bastan un solo factor en la operación para dañar al mercado, por ejemplo: de tiempo, dinero, atmosférico, salarial, de intereses, etc. Dice la leyenda que el magnífico rey Jerjes castigó a un río mandándolo azotar por no comportarse como le convenía a sus tropas, de la misma manera el Estado que golpea al mercado termina torpedeando la salud económica de la nación que mantiene al mismo Estado.

Mejorías al mercado desde la gestión individual y de pequeños grupos

Una ventaja interesante del mercado es que está disponible a la acción y, ante su variedad y extensión, cualquiera le puede meter mano, a menos que está muerto. De hecho, existe una larguísima historia de mejoras posibles al mercado desde muchas perspectivas. La larga marcha de las organizaciones de filantropía y de beneficencia se encargan de perfeccionar al mercado imperfecto, llevando recursos clave hacia donde el mercado no los conduce automáticamente. Un amplio tropel de iniciativas de asociación y cooperativismo han modificado el panorama, donde hay fracasos y algunos éxitos de largo plazo, en especial, con las cooperativas de consumo, que bajan precios y facilitan la vida a los consumidores de menos recursos. El simple cambio de costumbres individuales de las personas que deciden alejarse de los excesos del consumismo y enfocarse a compras de más calidad, provocan cambios positivos. Las asociaciones de compradores conscientes que se preocupan por abatir el trabajo infantil y la explotación desmedida, también hacen cambios puntuales para mejorar el mercado. Las iniciativas para obtener créditos baratos van surgiendo una y otra vez, mostrando que es fácil mejorar condiciones inmediatas, evitando el costo excesivo del crédito. Las intervenciones de autoayuda que enseñan a generar los propios ahorros y esquivar las tentaciones de tarjetas de crédito excesivas, salvan de la pobreza. Contar con seguro de gastos médicos y de jubilación equilibra el mercado de muchas maneras positivas. Las participaciones universitarias enfocadas a tecnologías que dan grandes beneficios a la población mejorar el mercado. Las leyes laborales protectoras mejoran el mercado laboral. Promociones desde las aulas para generar hogares económicos o dotaciones de agua potable en zonas marginadas, mejora el mercado. Facilidades para el comercio internacional mediante iniciativas de amistad entre países y ciudades. Patrocinios de grandes reuniones de productores y consumidores, etc.

De hecho, existen miles de maneras de mejorar el mercado, que constantemente están atravesando la realidad de todos los países, y eso no proviene de la perfección absoluta del mercado, sino de su debilidad y accesibilidad. Esa misma debilidad y penetración de iniciativas en el mercado, permiten las iniciativas de perfeccionamiento. Lo anterior no significa que los intentos de ayudar al mercado sean correctos y exitosos por el mero hecho de suceder. Habrá que analizar si las intenciones siguen los procedimientos correctos para lograr resultados. Por todo lo comentado arriba, lo que siempre hay que evitar es matar a la gallina de los huevos de oro: matar al mercado es destrozar la economía entera.

 



[1] Marcuse, en El marxismo soviético y Reich en La irrupción de la moral sexual. Un tema poco conocido y poco estudiado.

[2] Engels, MEW, Tomo 22, pp. 225-230 (sección sobre "El proletariado inglés y su aburguesamiento".

[3] Marx en "El Capital", Tomo I, Capítulo 24, Sección 7. Intenta explicar la lógica consecuente del capitalismo como sistema, y no pretende que sea un gesto caprichoso de un líder revolucionario.

 

[4] Engels lo enfatiza quizá más veces y más claramente, como la base del socialismo, en Del socialismo utópico al socialismo científico, Capítulo III ("La producción").

 

[5] Ernest Mandel en su obra "La formación del pensamiento económico de Marx: De 1843 a la redacción de El capital”. En el "Esbozo de una crítica de la economía política" de 1843-1844, Marx inicialmente rechazó de plano la teoría del valor-trabajo tal como la presentaban los economistas clásicos, pues creyó que ocultaban la explotación radical.

[6] Anderson, Perry, Tras las huellas del materialismo histórico, etc.

[7] Por ejemplo, Mandel en El capitalismo tardío.

[8] Marx, La guerra civil en Francia y en Crítica del programa de Gotha dice “Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el período de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda.  A este período corresponde también un período político de transición cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado."

 

[9] En este nivel da lo mismo si el consumidor lo pensó mucho o por un arrebato del marketing hizo su elección. Claro, que mientras más lo piense, mejor elegirá el consumidor. Pero el vegetariano que arruina su salud, nos indica que el consumidor puede fácilmente pretender hacer una elección muy inteligente y puede fallar por falta de conocimientos precisos o por sus prejuicios.

[10] La añeja pregunta de porqué los griegos que descubrieron el pensamiento racional y comenzaron a aplicarlo, por qué no hicieron una revolución productiva tan amplia como en el siglo XIX. La respuesta parece esconderse en el esclavismo como relación económico social predominante. Una hipótesis atractiva por ejemplo en Perry Anderson, Transiciones desde la antigüedad al feudalismo.

[11] El Parlamento inglés tiene continuidad ininterrumpida como cámara legislativa desde 1689, tras la Revolución Gloriosa y la Bill of Rights (1689), que consolidó su supremacía sobre la monarquía y estableció la obligatoriedad de elecciones regulares.

 

[12] La historia del dinero por Galbraith muestra que lo primero que hacen los antiguos príncipes es meter cobre y otras aleaciones en la moneda de curso legal. John Kenneth Galbraith, El dinero, de dónde vino y a dónde fue.

[13] Es obvio que la radicalidad de los intentos por suprimir al mercado se basan en las lecturas extremas del propio Marx, el cual tampoco sugirió con alcanzar el comunismo de un plumazo, pero sí se ilusionó con la fantasía de una Revolución radical, que cambiara de época y, con ello, de las leyes económicas que él mismo observaba en su pasado y presente.

[14] Corresponde al pensamiento de Milton Friedman.