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domingo, 16 de diciembre de 2007

DE LA SUAVE RUEDA Y EL CAMINO PLANO




 

Por Carlos Valdés Martín



Burbujas de cristal plástico flotando por los aires
Empecé cavilando sobre la imperfección de los sistemas autopropulsados, que elevaban a un individuo por los aires, donde su falla radica en la enorme peligrosidad de caída, y me dije que, posiblemente, alcancen su perfeccionamiento rodeando al viajero autopropulsado con una especie de esfera plástica transparente. Esta esfera sería una variedad de llanta absolutizada, que protegería perfectamente durante una autopropulsión aérea. Con esta fantasía desemboco en una imagen extraña y futurista: suponer unas burbujas cristalinas protegiendo a viajeros, que flotan por los aires impulsados por cohetes individuales, que van flotando alegremente entre nubes, y descienden a ritmo de balones, que rebotan suavemente al tocar tierra.

Llantas sorprendentemente suaves…
Convencido de la dificultad para cumplir mi visión futurista, me insuflé de admiración por las simples llantas: una solución asombrosa de dureza y suavidad. La dureza para resistir las asperezas del camino, el piso empedrado, y también la suavidad para no entrar en conflicto con los suelos. Recuerdo que hace años, cuando éramos jóvenes de secundaria, un amigo travieso, se colgó de la ventana lateral de un automóvil a la salida de la escuela. Este muchacho jugaba a correr mientras avanzaba el vehículo, y estando colgado terminó tropezándose y cayó bajo el trayecto lateral del automóvil, por lo que sobre una parte de su cabeza pasó una rueda del automóvil. Las marcas de los neumáticos sobre la mejilla izquierda dieron testimonio indudable del acontecimiento. La caída y el paso del vehículo sobre la mejilla ocurrieron tan rápidos que al levantarse el amigo juraba que no tenía nada, objetaba que no era necesario consultar al doctor. Los adultos gritaban preocupados alrededor del lugar; pero el chico no creía que las huellas de los neumáticos estuvieran sobre su cara, no creía cierto que el vehículo haya rodado las llantas sobre él. El doctor consultado mandó a realizar estudios de laboratorio, pero únicamente limpió la cara del muchacho. Esto me obliga pensar que los neumáticos demuestran suavidad sorprendente, ya que una rueda de metal hubiera aniquilado al joven.

¿Cómo se logra esa mezcla de dureza y suavidad de las llantas? Por la unión de un material resistente y flexible como el caucho (inicialmente) con la compresión del gas atmosférico. El secreto de la mezcla radica en las cualidades del gas atrapado, que absorbe las presiones exteriores, los golpes y otras variaciones, amortiguando el contacto con el medio ambiente.

Adaptadas al plano…
Ciertamente la rueda es un gran invento, posiblitador de los transportes terrestres, y es el resultado de la combinación de dos tipos de movimiento: el giratorio con el avance lineal. Es la conversión de un movimiento rotatorio en lineal y viceversa, que embonados en un implemento mecánico permite facilitar el transporte. Las llantas de caucho son las sucesoras exitosas de las antiguas ruedas de materiales rígidos, que sufrían una vida accidentada por el tipo de caminos, ya que las ruedas de madera sufren rudos golpes con las irregularidades del camino y se llegan a romper con las piedras y baches. Ahora bien, las ruedas requieren de caminos básicamente planos y esto exige de caminos intencionados, creados por la ingeniería de los caminos.

Veredas y caminos
Las veredas iniciales fueron las generadas por el simple caminar, esa repetición que desbroza hierbas y define un sendero. Estos senderos son efecto natural del paso de animales y humanos, no son una obra deliberada. En algún punto de inflexión se requirieron caminos. Los romanos se reconocieron como los grandes creadores de caminos, iniciando por la Vía Apia, alabada como la primera gran obra de este tipo. Desde ese arranque el camino deja de ser una vereda creada por el mismo caminante, ahora es una construcción planificada, donde se toman el cuenta las características del suelo, para reforzarlo y hasta terminarlo en piedras, para que no se deteriore con el curso del tiempo, especialmente con las lluvias.
Quizá hubo caminos anteriores, pero los romanos entendieron la importancia de construir caminos para erigir un imperio, y los caminos convergentes en Roma fueron las venas del Imperio. Estos caminos son grandes obras, exigentes de enormes esfuerzos, casi siempre obras del Estado, que concentran recursos y personas para aplanar suficientemente el suelo, recubriéndolo de los materiales adecuados.

Imanes del flujo
Una vez instalados los caminos son invitaciones al viaje, vías predeterminadas para que unas personas y sus bienes se muevan. Una vez establecidos los caminos queda trazado el metabolismo de intercambio de bienes. El camino es la invitación y el “vehículo” plano, para que se monten las ruedas y sus propietarios, para cumplir sus destinos. Antes del trazado de los caminos, los campos ofrecen itinerarios inciertos, y después, con los caminos, las rutas ya son ciertas. Cuando crece una red de caminos como un sistema de venas y las posibilidades de comunicación se amplían, el flujo puede ser variado e intermitente. De cualquier manera, el camino es una invitación al viaje, al movimiento entre los núcleos humanos, basta que el dispositivo de ruedas se coloque sobre la superficie plana del camino para que armonice una complicidad entre dos formas de movimiento. El movimiento circular empujando a un movimiento lineal: del girar en las ruedas y el avanzar de los vehículos.

Las burbujas de cristal por los aires flotan exclusivamente en la imaginación, dentro del presente giran las eficientes ruedas moviéndonos, desplazándonos, hacia cualquier parte, con la condición de que exista un camino transitable…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por fin siento lo que es una rueda.
Me gusto.