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miércoles, 4 de septiembre de 2013

EN SÍNTESIS EL VALOR DE USO EN MARX, FOUCAULT Y DESPUÉS




Por Carlos Valdés Martín

Valor de uso en El capital
En su obra maestra, El capital, Marx inicia con el tema del valor de uso para esterilizar el tema del “cuerpo” de las cosas dentro de su sistema. Empleo esa palabra de “esterilizar” para ubicar un procedimiento intelectual de aislar una determinación (el concepto valor de uso) para que no contamine la obra intelectual. Ante todo, El capital es una obra de gran ingeniería intelectual donde cada concepto está perfectamente embonado y de esa perfección surgen sus méritos o las limitaciones de su sucesión.
Desde las claras y distintas definiciones del Capítulo I de esa obra se establece el “valor de uso” como un aspecto no problemático y con conexiones universales y evidentes. En el valor de uso se abarca toda la materialidad de las mercancías, no importando su forma o servicio particular. Además bajo ese concepto se enlazan todas y cada una de las necesidades a satisfacer, sin importar que “se originen, por ejemplo, en el estómago o en la fantasía, en nada modifica el problema”[1] Dentro de esa generalización, el cuerpo particular de las mercancías es irrelevante, sin importar sean usadas directa o indirectamente, consumidas lentamente o desaparezcan de inmediato. De modo rápido y directo quedan enlazados “valor” (el tema de la economía), el uso (la utilidad de la cosa, el para sí de algo), la necesidad del individuo (lo necesario como sea que sea), la materialidad (el cuerpo de la mercancía), la mercancía (el objeto producto de la división del trabajo) y lo natural evidente (la evidencia de la necesidad material). Queda establecida una sólida cadena de argumentos que tardó en llamar la atención.
Con este arrinconar el tema del uso, la necesidad y la material concreta sale de la consideración central de la crítica un planeta entero. Para el análisis del concepto del valor-trabajo esto resulta indispensable, y después, con habilidad de relojero, Marx va reintroduciendo algunas características de “valor de uso” que sí tienen sentido dentro de su sistema económico. Poco a poco, reintroduce el cuerpo de los metales preciosos como adecuados para obtener el uso como dinero. Se separa radicalmente la “mercancía fuerza de trabajo” pues para el marxismo posee la cualidad única de producir más valor del que cuesta su manutención, por tanto, ser la verdadera fuente de la plusvalía y de un sistema de explotación. Después habrá que definir un cuerpo de cosas que se consume productivamente y son medios de producción, por tanto contienen valores de uso que se “consumen productivamente” y transfieren su valor. También irán surgiendo otros rasgos globales para separar algunos valores de uso, como los destinados a artículos de lujo que se compensan con la plusvalía en un circuito de esquemas de reproducción de capital. En su momento Marx para el factor productivo “tierra” encuentra una ubicación especial para discutir el añejo tema de la renta de tierras[2].

Inquietud tras el 68
Para algunos pensadores desde mediados del siglo XX, este esquema de Marx deja una inquietud pues les apetece que él no aborda una discusión directa sobre esa “utilidad” y “necesidad” que están correlacionadas en el valor de uso. Para decirlo de golpe, a algunos les parece que ese “valor de uso” es una noción pre-crítica y sometida a un fetichismo bastante grosero, como sucedería con Baudrillard. Si bien, desde principios del siglo XX otra corriente de seguidores de Marx descubrió el interesante instrumental crítico de la teoría de la enajenación y fetichismo, para estas nuevas inquietudes no resulta bastante enderezar la teoría económica con la teoría de la enajenación, cuando ellos —en gran medida influidos por el psicoanálisis, el estructuralismo y la semiótica— buscan otra clase de confrontación teórico-práctica. Muchos tributarios de Marx no estaban conformes con las premisas existentes, cuando él consideraba que sobre la mercancía “En cuanto valor de uso nada de misterioso se oculta en ella”[3].
En el ambiente de la llamada “Revolución del 68” se enderezó otro tipo de crítica que tocaba el tema del cuerpo directo de las cosas materiales o su contraparte indirecta de la psicología, conciencia o necesidades. Es decir, al confrontarse con la cáscara material de las mercancías y de las mentes necesitadas esos otros teóricos descreyeron de “las relaciones diáfanamente racionales, entre ellos (los seres humanos) y la naturaleza”[4] que surgirían al caerse el velo de las relaciones capitalistas enajenadas. El problema mayúsculo era que la URSS y China reclamaban ser la encarnación viva de las ideas de Marx, y esa encarnación no resultaba ni diáfana ni racional, al contrario, eran sociedades opacas y poco racionales dominadas por el Estado y con una ideología de “doble cara” con discursos a favor del proletariado y beneficios para la nomenclatura.   
Variedad de marxismos
Por un lado, enfrontarse contra el socialismo real resultó indispensable para el renacimiento de la izquierda en ese periodo, pues la dependencia a los clisés estalinistas había sido un fracaso[5]. Una nueva generación buscó su propio camino y se  pregonó regresar a las fuentes, volver a Marx contra el Partido Comunista como el protestantismo exigió leer en directo la Biblia. Surgió una nueva generación de exégesis de Marx, donde Althusser gozó de glorias efímeras[6] y se diversificó el análisis crítico. Al mismo tiempo, surgió una nueva ortodoxia fuera del marxismo-leninismo-estalinismo-maoísmo que no estaba interesada en los destinos del Estado supuestamente socialista, sino en las corrientes de pensamiento. Surgieron las influencias del regreso a Hegel o Kant, las fusiones con el existencialismo y el psicoanálisis.
En ese territorio más complejo se inició una crítica directa a la cosa material, que se interrogó por el “valor de uso” y la “necesidad” que estaba bajo esa cáscara material. Aunque en Marx existen atisbos y anotaciones contra algunas necesidades “imaginarias” o “caprichosas”, esos temas no resultan relevantes, bajo la suposición de que el sistema social es el productor de las necesidades, así que una alteración de tal sistema de necesidades (consumo) siempre es una variable dependiente del sistema de producción, la cual define el perfil de las necesidades sociales que se imponen a cada individuo de una sociedad determinada[7]. Sin embargo, si se presenta una ruptura en el enfoque de método ya aparece un nuevo perfil teórico que sale del “continente” descubierto por Marx. Conforme algunas visiones se interesaron por un enfoque fuera de las coordenadas del materialismo histórico y dialéctico vino un cuestionamiento sobre los supuestos del mencionado “valor de uso”.

El lado psicológico de la necesidad
Es posible que el cuestionamiento primero sobre el “valor de uso” proviniese desde el costado de la psicología. La psicología creció mediante el descubrimiento del “continente del inconsciente”. Si Marx estudió un “continente historia” desde el punto de vista radicalmente materialista” enfocándose primero en la producción material, y así descifrar el conjunto, con Freud se estudió el enorme territorio de la mente, enfocándose en las contradicciones entre la vida psíquica consciente y la inconsciente. El punto de apoyo es diametralmente opuesto y lo resultados también. Para la izquierda el psicoanálisis era sospechoso de una desviación pequeñoburguesa, en otras palabras, una ideología de distracción. Aun así, personajes de la izquierda simpatizaron pronto con la obra psicoanalítica y se integró una obra de freudo-marxismo mientras el estalinismo se consolidaba y el fascismo arreciaba. La manera en que las masas proletarias de Alemania se sometían a los líderes fascistas orilló a Reich y a Fromm a intentar nuevas interpretaciones, donde la necesidad económica parecía quedar en un segundo plano. Para Fromm los proletarios estaban “escapando de la libertad” y se sometían a líderes autoritarios por impulsos inconscientes, que no estaban limitados a una obligación económica. En El miedo a la libertad Fromm realiza una pormenorizada interpretación del sometimiento voluntario del individuo medio a condiciones de explotación, de tal modo que la “necesidad” resulta un tema opaco y complejo, que no se conecta en directo con la cosa material producida. En ese enfoque, no es la cosa misma un “valor de uso” inocente, sino que la modalidad de consumo pervertida ya está anclada en la psique y se debe liberar, para alcanzar un patrón de consumo no enajenado, en ese sentido, la necesidad empírica está cuestionada[8].
Por su parte Reich también se esforzó para descubrir una explicación para el sometimiento en La psicología de masas del fascismo. De cualquier modo, la parte subjetiva de la necesidad quedaría cuestionada radicalmente y no sería posible asumir una “neutralidad” de la contraparte material. En diferentes tonos, Reich observaba esa contradicción entre el discurso marxista y sus tesis de psicología. En cierto sentido, Reich como teórico del orgasmo descubre la necesidad suprema en el sentido de intensidad: el placer al máximo[9]. Con esa revisión desde la psicología se podía revolucionar el paradigma de un “valor de uso” natural. El conflicto potencial entre Reich y la izquierda política tradicional era enorme, por lo que terminó siendo fuertemente atacado por la izquierda contemporánea, aunque reivindicado a posteriori en otros ámbitos.

El rediseño de objetos
Desde antes de la guerra surgió una tendencia de reforma del “espacio material” que estuvo inspirada desde la izquierda. La escuela del diseño del Bauhaus expresó una gran inquietud por cambiar directamente el valor de uso, motivada por tendencias contestatarias e ideólogos socialistas. Una parte de la arquitectura modernista también expresó un anhelo de cambiar el entorno material para la satisfacción de la gente con sentido contestatario. La escuela surrealista pretendió una liberación trayendo el mundo onírico a la realidad. Y sería largo enumerar las vanguardias prácticas que afectaron diversos aspectos del “valor de uso” de modo deliberados para cambiar su mundo. Para una visión marxista esto fácilmente se desecharía como un intento de reforma y no un revolución, a la manera de un nuevo “socialismo utópico” plantando semillas de futuro en la tierra caduca de la sociedad capitalista. Como sea, mientras el análisis de Marx casi no toca la crítica del valor de uso, esas corrientes marcaron un largo cronograma de “críticas puntuales” sobre el cuerpo del valor de uso.
Recordando de nuevo a Marx, en algún pasaje de burla de los economistas apologéticos que aceptaban investigar un modo de abatir el costo del consumo obrero, para alcanzar el mínimo. Los prácticos del diseño o la arquitectura se interesaron por darle al consumidor (cualquiera, en particular el simple obrero) una porción mayor y mejor de existencia, es decir, procuraron darle un mejor valor de uso, cuestionando lo que antes les daba el sistema capitalista de manera automática. Esto implicó la presencia de una fuerte corriente de rediseño de las cosas, una renovación en el terreno del valor de uso, lo cual significaba una “crítica práctica” al “valor de uso”. Un ejemplo, curioso puede ser la teoría ergonómica de Le Corbusier en su Modulor que rescata la “proporción áurea” clásica con aplicación a la arquitectura.

La desaparición del hombre
Una oleada de estructuralistas, posestructuralistas y semióticos, según Anderson terminó ganándole la partida al marxismo en el ámbito académico. Conste que Anderson es marxista y no lo dice en el sentido de contenido, sino como preponderancia intelectual[10]. El ámbito intelectual universitario termina diciendo que la sociedad debe interpretarse desde un paradigma diferente, que no se delimita en el espacio del materialismo histórico y dialéctico, el cual quedó confinado a algunas especialidades, como materias especializadas de economía, historia, sociología o ciencia política. El paradigma predominante de las ciencias sociales en las universidades se mantuvo en otro nivel, quizá más empírico y tradicional, no en el marxismo. Lo importante es también notar donde quedó la aparente vanguardia del pensamiento. Desde los sesentas en los estructuralistas-posestructuralistas, luego al finalizar el siglo se presentaron los modelos de los posmodernos y se anunciaron los sistemas complejos.
El posestructuralismo presenta una apuesta intelectual interesante que en un punto llamativo plantea la desaparición del “hombre” para cederle su sitio central a los “sistemas” parciales que lo explican. Esa es una nueva “Revolución Copernicana”, curiosa y llamativa. Una de las apuestas notorias en este campo la planteó Foucault, quien señaló sin ambigüedades ese final del concepto de hombre[11], aunque sin definir con qué sería sustituido.  Para Foucault la conexión del valor de uso con el valor trabajo, y éste con un concepto de Hombre (con mayúsculas de síntesis suprema) es una expresión clara de la episteme del siglo XIX, un enfoque victoriano para ordenar las cosas con las palabras de una historia[12]. Para él la transparencia del valor de uso ligada a claras necesidades del sujeto consumidor es una construcción de un sistema de pensamiento que ha terminado sus días y en la reflexión posterior de Foucault termina siendo una derivación del Poder, que atrapa en sus redes al consumidor[13].
Esta forma radical de interpretación de desagregación en sistemas ha tenido sus frutos, pero no ha resultado con ese corolario radical, seguimos pensando en términos de ser humano.
Para lo que nos interesa, esta desintegración de la interpretación del hombre ha tenido su correlación en el “cuerpo” del “valor del uso”. Cada vez se cree menos en el cuerpo de la mercancía, aunque se domina mejor su manufactura. En lugar de esa convicción en el cuerpo de la mercancía, cada vez se cree más en la mercadotecnia, la cual ha crecido como una densa red de economía y sociabilidad. Hacia la crítica de esa densa red es que se centró Baudrillard con sus interpretaciones de la sociedad de consumo[14]. Aunque no exista un consenso sobre lo que significa, casi cualquier autor acepta que estamos en las redes de una nueva sociedad planetaria de consumo. Cualquier crítica que se pretenda relevante (por no decir radical) debe partir de esa proliferación y densidad del sistema de consumo, aunque considere que una teconoestructura es la dínamo rectora[15].

Drogas y ecocidio: el valor de uso maligno
Los temas del siglo XXI están marcados por dos modalidades de mercancías o “efectos” del valor de uso que no son indiferentes. El gran revuelo de las adicciones y el tema del narcotráfico están implicando una hipótesis sobre un tipo de mercancía especial, que trastoca al individuo y el entorno social. Las drogas son ancestrales, pero hasta este capitalismo tardío es que han presentado una problemática tan compleja y de tantas repercusiones.
La destrucción ecológica y su relación con los productos mismos, como los motores a combustión, es otro tema enorme. La lucha por contener y revertir el daño ecológico parece imposible de sacar de la agenda e ignorar al “valor de uso” en su cuerpo material si está provocando tan graves daños.
Ante la gravedad de estos dos temas resulta temerario esperarse al advenimiento final de una revolución final salvadora, como nos recomienda un Wallerstein, esperanzado en una catástrofe sistémica para el 2050[16]. El mínimo instinto de sobrevivencia nos obliga a voltear hacia modificaciones en la oferta de valores de uso para escapar de ese doble desfiladero. Recuperar el cuerpo y una psicología básica en un ambiente ecológicamente sano son puntos elementales para la sobrevivencia de la crítica y un posible rediseño del valor de uso futuro. Si desde el proceso de producción-consumo se sigue devastando a la naturaleza el camino del futuro será un calvario; entonces se requiere un rediseño desde el valor de uso mismo, por tanto sí importa su “cuerpo material” al estudiar nuestra economía y civilización. Algunos productos de diseño nocivo debe restringirse y el tema parece evidente pero es complejo. ¿Cuál es el límite del diseño de químicos nocivos? No lo sabemos. La búsqueda específica de las empresas del ramo químico-farmacéutico, persiguiendo el sueño de panaceas médicas parece una obsesión socialmente aceptable. ¿Esa tendencia también tiene su límite lógico? En principio sí, pero esa clase de límites escapa de una discusión para nuestro presente. De cualquier manera, el tema del valor de uso debe liberar la imaginación sobre lo que podemos producir, aún bajo un sistema global tan contradictorio como el capitalismo.

Conclusión
Todo esto habrá servido para indicar que la “cosa misma” que encontramos como una mercancía cualquiera (o también en un bien no mercantil) es un “valor de uso”, pero ese viejo término de la economía política lo debemos tomar con cuidado. No podemos ser ingenuos, debemos actuar como ese lejano personaje holandés que retrató Vermeer en el distante año de 1669. El maestro pintor retrató a un geógrafo del cual reprodujimos en el gesto de las manos diestras y delicadas. En una mano está un compás y en la otra un libro, en medio se despliega un mapa en elaboración. El objeto-mapa está ahí —el mapa antiguo y arriba de la escena un globo terráqueo en miniatura— mostrando su utilidad, la cual no es pura evidencia. El ser humano adquiere una relación singular, los objetos lo conforman y confirman; aunque según encontramos y reconfiguremos a los “valores de uso” nos colocaremos en nuestro mundo, con la gracia y tranquilidad del geógrafo. También habrá quien quede colocado en posiciones menos gratas, atrapado por otra clase de “valores de uso” menos útiles y significativos.


NOTAS:


[1] El capital, Cap. I, p. 43. Ed. Siglo XXI.
[2] RICARDO, David, Principios de economía política y tributación.
[3] El capital, p. 87.
[4] El capital, p. 97.
[5] El estalinismo logró acaparar al movimiento comunista exterior y obligarle a rendir culto al líder soviético recurriendo a toda clase de recursos, incluida la más burda persecución de sus opositores o disidentes de izquierda, sin dudar en cometer las más burdas y crueles acciones con tal de concentrar el poder en un mando único. Cf. TROTSKY, León, La internacional comunista después de Lenin.
[6] ALTHUSSER, Louis, Para leer El capital.
[7] HELLER, Agnes, Teoría de las necesidades en Marx, p. 56. Ediciones península.
[8] FROMM, Erich, El miedo a la libertad, Marx y su concepto del hombre, etc.
[9] REICH, Wilhelm, La función del orgasmo.
[10] ANDERSON, Perry, Tras las huellas del materialismo histórico.
[11] FOUCAULT, Michel, Las palabras y las cosas.
[12] FOUCAULT, Michel, Las palabras y las cosas.
[13] FOUCAULT, Michel, Microfisica del poder.
[14] BAUDRILLARD, Jean, El espejo de la producción.
[15] TOFFLER, Alvin, La tercera ola.
[16] WALLERSTEIN, Immanuel, Después del liberalismo, Ed. Siglo XXI.

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