Por Carlos
Valdés Martín
La lectura de Ciberiada muestra el talento de Lem al rebasar varios límites convencionales. Con un ardid casi infantil, de inventar fábulas guiadas por dos geniales
robots constructores el autor se lanza a escudriñar las posibilidades humanas (la
crueldad, felicidad o sabiduría) y de la naturaleza (las probabilidades
colmadas, los infinitos movedizos). Por si fuera poco, juega con los estilos literarios
y las perspectivas, buscando, a modo de pieza musical, siempre en crecimiento… la
aceleración de la prosa hasta hacer estallar la imaginación del lector.
Simultáneamente los cuentos son en extremo divertidos y ágiles, siempre que no
nos detengamos demasiado con sus nombres prolijos y extraños, que esconden juegos de doble
sentido difíciles de traducir desde su idioma polaco.
El ambiente de Ciberiada posee parámetros curiosos: es un
universo protagonizado por robots, donde los humanos quedan en segundo término
(llamados rostropálidos, palabra inventada que bromea a los carapálidas), las formas de organización suelen ser reinos y los
viajes siderales son tarea sencilla. Sus dos personajes robots son tan
portentosos que resulta inútil dibujar un retrato físico; lo importante es que
Trurl y Clapaucio son los mejores inventores del universo y deben enfrentar los
retos más fantásticos, siendo colocados en los contextos más exóticos y con eventos
difíciles de superar. En efecto, la imaginación se tensa al límite pues no se
contenta con empujar el simple mecanismo tecnológico, sino que también empuja
las posibilidades humanas (y hasta post-humanas) ya sean psíquicas o filosóficas. Además,
los cuentos esconden un segundo beneficio por sus reflexiones interesantes y
críticas a nuestro entorno, que explican situaciones como la supuesta
superioridad de una sociedad frente a otra, las tendencias bélicas, el límite
de los problemas lógicos o científicos. Esas reflexiones están bien complementadas con información científica y técnica, que se desliza ligera mediante charadas y
nombres chistosos. Además los relatos, por breves
que sean, evitan un efecto lineal y ofrecen giros interesantes durante esas peripecias.
EXPEDICION PRIMERA, O LA TRAMPA DE GARGANCIANO
Los inventores quedan contratados por dos reinos rivales que
desean hacerse la guerra, pero los inventores deciden utilizar una
original estratagema para frustrar los planes belicistas de ambos monarcas y
demostrar su ingenio superior. Convencen a los gobernantes que es preferible deshacerse
de los jefes militares para evitar tentaciones del golpismo contra el rey y entonces
los mandos son sustituidos por un enchufar electrónico entre los soldados que se
coordinan maravillosamente. Al conectarse esos soldados mejoran también en su
capacidad mental y sensibilidad, por lo que el concentrar efectivos también crea una inteligencia colectiva potenciada: más talento y comprensión. Al armonizar dos ejércitos coordinados y poderosos se llega al límite, donde la
conciencia se perfecciona y los soldados se convierten en armadas supremas, pero son
colectividades de pensadores que detestan las guerras y frustran a sus reyes
belicistas[1].
Bajo su apariencia jocosa, este cuento —como los siguientes—
asoma una reflexión interesante que abarca: la relación entre el individuo y la
sociedad; el hambre de poder; la hostilidad de las superpotencias (en 1967 este
tema era de primera magnitud para un autor ubicado bajo la “cortina de
hierro”); la relación entre belicismo y civilidad; la posible evolución del saber
y la conciencia.
EXPEDICION PRIMERA "A", O EL ELECTROBARDO DE TRURL
En este caso el inventor Trurl se enfrenta al reto de crear
una máquina poética perfecta que supere cualquier precedente conocido y
convenza a Clapaucio. El proceso de creación de tal máquina, con pasos erróneos
y tentativas fallidas resulta muy divertido. Para lograr al perfecto autómata
creador de poemas (que serán por millones, para toda ocasión) debe resumir la
experiencia del cosmos y la creación de la humanidad (llamada los rostropálidos
de estas narraciones) y robotidad (la estirpe mecánica, pero archi-humana
también), por tanto la formación de la máquina replica toda la evolución en
modo acelerado, y se encuentra con dificultades y desajustes. El proceso se
repite y luego debe ajustarse, pues los ingredientes del bardo electrónico
deben calibrarse. Al surgir el Electrobardo se comporta bastante cómico,
primero lleno de torpeza e incoherencia; después es sometido a graciosos retos,
como componer rimas por pedido con ingredientes de comenzar con una sola letra
(me recuerda al talentoso músico Rivera Calderón con su “reto-palomazo”) o
mezclando los temas científicos en rimas amorosas. La máquina poética queda a
punto y los poetas empiezan a retarla, logrando ridiculizarla; sin embargo, la
máquina posee autoprogramación y se supera, comienza a recitar poemas “oscuros,
incomprensibles, turpistas (sic), mágicos y tan conmovedores que nadie
comprendía una palabra.”[2] El
exitoso Electrobardo causa muchos problemas: poetas auténticos se suicidan de
frustración; un poeta celoso apalea a Trurl; la máquina emite odas mediante ondas
radiofónicas que causan crisis emotivas entre los navegadores. De hecho, la
autoridad ordenó desactivar al ingenio poético automático, pero resultó
imposible pues Electrobardo se defendía suplicando y embelesando. Al final, un
rey lejano anexó al planetoide donde se había reubicado al poeta mecánico así
que ya no hubo problemas locales, sino rumores sobre efectos poéticos en las
supernovas.
El fondo de la reflexión de esta pieza cómica incluye el
efecto del arte sobre las emociones, las fuentes insondables del genio poético,
la superficialidad con la cual se juzga al arte, la pregunta sobre si una
creación mecánica debe considerarse arte y el ego del artista. El resultado de
que un arte sublime resulte hasta antisocial, porque los habitantes
conmocionados quedan inutilizados, nos guiña sobre las pretensiones estéticas.
EXPEDICION SEGUNDA, O LA OFERTA DEL REY CRUELIO
Los inventores se las ingenian para promoverse, creando un
letrero con estrellas y atraer la atención de lejanas regiones. Se presentó el
emisario del rey Cruelio para contratarlos y los condujo a su planeta. La
afición de monarca era dar caza a bestias fantásticas y peligrosas, estando ya
aburrido por la falta de resistencia debido a que él es formidable y posee un
arsenal de armas increíble. Al contratarlos el rey les advierte que si fallan
en darle gusto sufrirán consecuencias fatales, pues está harto de recibir
bestias “enclenques”. Los inventores quedan atrapados entre complacer al rey y
crear algo tan mortífero que lo dañe, con lo cual también serían castigados.
Empleando todo su ingenio optan por una bestia fuera de serie, capaz de
enfrentar al rey, pero que el desenlace incluya secuestrar a Cruelio. Un
aleccionador paseo entre los “trofeos de caza” mostrando la enormidad y
ferocidad de las bestias cazadas, deja pequeña cualquier narración de Transformers
o Jurassic Park. La construcción misma resulta una proeza de ingenio para crear
un ser resistente a embates y capaz de reorganizarse, ocultando su centro de
mando; además del diseño, está la creación del segundo plan para lograr
esquivar la maldad del rey, quien los mandaba a espiar constantemente.
Los inventores confeccionan un cibermonstruo, que no
intimida al rey; por principio resulta fácil de decapitar y partir pero se
recompone; resiste embates cada vez mayores; el ingrediente secreto de ese invento
es que fue fabricado con “cerebro” para no depender de un mando único en un
cerebro autómata que fuera vulnerable. Luego el monstruo crea el prodigio de
convertirse en policías que detienen al rey frente a la sorpresa de sus
ayudantes y desaparecen con él capturado. La búsqueda de los cortesanos para rescatar a su rey resulta
inútil y los inventores imponen sus condiciones de retribución, reconocimiento
y medios de huida. Para terminar, el monstruo intenta rebelarse contra sus
creadores y no devolver al rey, pero es aniquilado.
La reflexión de fondo está en las posibilidades de control y
el autocontrol (y avance) de la mente, lo cual se explica en la construcción
del monstruo terrible, que para ser invulnerable debe evitar un centro de mando
único y fabricarlo completo con "cerebro". Esto se combina con la charada para eludir
al gobernante abusivo y el juego de ingenios, que también termina rompiendo el
dominio del mando único.
EXPEDICION TERCERA, O LOS DRAGONES DE LA PROBABILIDAD
Jugando con la variedad y terror de distintos tipos de
dragones, el cuento nos divierte explicándonos algo de la probabilidad, tal
como se concibe en el mundo cuántico y exponiéndonos algo de lo imaginario, tal
como lo especulan las altas matemáticas. Al principio, los dragones parecieran
sacados de los números imaginarios, que se materializan; luego, juegan a ser
partículas virtuales y traviesas que aterrorizan al mundo material sin
pretenderlo; al final, también se mezclan con la noción de milagros provocados
por una “probabilidad amplificada”. El juego mental posee un trasfondo, ¿qué
sucede si los eventos infinitesimalmente improbables pasan a ser muy probables?
La existencia de los dragones son tratados desde esa óptica, cuando la
probabilidad amplificada se argumenta capaz de producir dragones
(imposibilidades) que causan grandes problemas en los planetas. El cuento
también amplifica sus jocosidades al multiplicarse los tipos de dragones y
surgir algún competidos desvergonzado que crea y desaparece dragones,
provocando un implícito desprestigio en la estirpe de los inventores; para
concluir la narración con una estratagema divertida de Trurl que finge un
dragón para cobrarse el pago escamoteado.
La reflexión de fondo está del lado de la frontera entre la
probabilidad matemática y física, con la probabilidad fantástica, porque más
allá del límite físico se levanta el milagro, tan amado por nuestra fantasía.
Empero, la física teórica y la lógica pura de las matemáticas deben tomar muy
en serio las pequeñas probabilidades, que al incrementarse dan resultados
sorprendentes; los cuales, hasta donde sabemos, no son manipulables en el
sentido de la jocosa “dragonística”.
EXPEDICION CUARTA, O COMO TRURL SE SIRVIO DE UN MUJEROTRON
PARA LIBERAR AL PRÍNCIPE PANTARCTICO DE LAS TORTURAS DEL AMOR, Y COMO LUEGO
TUVO QUE USARSE UN LANZANIÑOS
Esta narración expone uno de los escasos fracasos directos
de los inventores prodigiosos, cuando Trurl es contratado para curar el amor de
un príncipe. Resulta que el amorío es imposible pues está perdidamente
enamorado de la hija de un rey vecino, que niega hostilmente el matrimonio. El
príncipe languidece y su padre contrata al inventor para despojarlo del
enamoramiento. Para solucionar el caso inventa una máquina erótica, que brinda
placeres mecánicos y objetivos, violentando al príncipe de mil modos, sin
lograr arrebatar su pasión. Tras muchos jocosos intentos, el inventor decide
cambiar de objetivo y propone al reino someter a sus vecinos con una agresión
que no traiga la guerra; la original idea es una máquina lanzador de bebés que
se aparecen entre los vecinos, causando un caos tal, que doblegan la voluntad
del rey enemigo, así el príncipe logra la mano de su amada original.
EXPEDICION QUINTA, O LAS TRAVESURAS DEL REY BALERION
Un reino languidece por la afición excesiva de su monarca a
los juegos y bromas. De los entretenimientos posibles prefiere las
escondidillas, deseando siempre el mejor escondite, entonces contrata a los
inventores. Los reta a lograr el mejor escondite de todos los posibles y, en
respuesta, ellos presentan un intercambiador de personalidades en forma de unos
cuernos portátiles. Balerión toma el invento y lo prueba en son de broma
intercambiándose con Trurl, lo cual inicia una divertida carrera de
confusiones, porque los protagonistas no están preparados para el asunto. De
pronto el rey intercambiado ha huido, con el agravante de que accidenta al
cuerpo robado y opta por seguir cambiando de sitio su personalidad. Es
Clapaucio quien está obligado a seguir al monarca fugitivo con cuerpo cambiado
antes de que ocurra una desgracia, por el acto imprudente. Para complicar la
situación Balerión ha pasado su mente a un jefe de guardia y quiere encerrar a
Clapaucio, quien debe engañarlo para recuperar el invento
cambia-personalidades, y resolver el problema. Ante la traición del rey, los
inventores deciden restablecer la situación utilizando la personalidad de un
marinero honesto para dejarla definitivamente en el cuerpo del rey, para evitar
su venganza y mal gobierno.
EXPEDICIÓN QUINTA "A", O LA CONSULTA DE TRURL
Los eventos acontecen en un planeta por entero artificial,
donde habitan gente de ojos de acero que depende de su máquina-artificial-planeta
y presumen de no temerle a nada. Su existencia transcurre sin sobresaltos e
indiferente al resto del cosmos, pero se les aparece un fantasmón que los
espanta y desafía. Los habitantes de ojos acerados intentan de todo para acabar
con ese espanto, atacándolo con máquinas y tecnología sin lograr nada;
desesperados recurren a Trurl, quien se ingenia en una dirección inesperada.
Enterado de las fallas anteriores, el inventor se esmera creando un modelo de
oficina burocrática para hacer un amenazador e incomprensible escrito legal que
presentan al fantasmón, quien se va enredando en contestarlo, con lo cual
pierde su fuerza, hasta desaparecer con el acoso legal. Además del éxito, el
inventor toma la precaución de destruir sus recursos burocráticos, no vaya a
ser que también dañen sin remedio a ese
planeta maquinal.
El fondo de esta narración posee un tinte social, de ironía
manifiesta en contra de la operación burocrática que intimida a los ciudadanos
y acorrala a cualquiera, por lo que está fuera de la lógica de la tecnología
mecánica; asimismo se declara su peligrosidad y preferencia por no utilizarle.
Pero piense el lector que esto se escribe en un país bajo un sistema de mando
central, con un Estado que controla la vida entera de los ciudadanos y, la disidencia
declarada, es un delito peligroso; así, el autor se estaba jugando el pellejo,
al fantasear con temas tan delicados en su país. Por lo mismo, emplea los hilos
de la fantasía para ocultar la crítica social.
EXPEDICIÓN SEXTA, O CÓMO TRURL Y CLAPAUCIO CREARON UN
DEMONIO DE SEGUNDA ESPECIE PARA VENCER AL PIRATA MORRÓN
Uno de los inventores siente una gran curiosidad por algunas
leyendas de regiones galácticas extrañas, jugando al símil, con las narraciones
de los viajes de barcos naufragados y los cementerios marinos se dirigen hacia
el Desierto de los Velos negros. Además de la bella narración del viaje y los
sitios misteriosos, la aventura se encuentra con un pirata gigante y
monstruoso. El pirata es una especie de gigante abusivo que busca lo más valioso
del universo: conocimientos. Ante el temor de ser dañados por dar los
conocimientos y también de ser ultrajados después de darlos, los inventores
encuentran una salida perfecta ante el hambre de saber del pirata. La salida
pareciera imposible porque el enemigo no es lerdo, sino un comedor de saberes,
ávido de más y más, que no se conforma con poco. La salida es un juego de
especulación científica, pues inventan un “Demonio de Segunda Generación”, que
emparenta este relato con la ficción casi filosófica de Borges. La
característica de ese demonio es una emanación de las teorías de la entropía,
pues se supone que el escape caótico de átomos por un extremo de un sistema, de
modo casual, genera conocimientos aleatorios, sobre cualquier tema extraño y disperso.
Ese Demonio retoma los átomos y los convierte en mensajes escritos que recibe
el pirata Morrón, satisfaciendo su hambre de saber, pero de modo aleatorio, sin
que se detenga nunca el flujo. Eso entretiene y paraliza al contrincante,
entonces los inventores se dan tiempo de escapar del sitio.
De manera burlona, Lem nos invita a pensar en el gusto por
acumular conocimientos, lo cual también empezará a generar su basura
informativa. El fenómeno en nuestro mundo todavía está en ciernes, pero si se
deja crecer esa tendencia ¿no es otro modo de crear basura? Además está la
cuestión del saber y el poder; cuando el mando es despiadado, agregarle saber
se convierte en una amenaza.
EXPEDICIÓN SÉPTIMA, O CÓMO SU PROPIA PERFECCIÓN PUSO A TRURL
EN UN MAL TRANCE
Un rey exiliado se encuentra con el inventor y le suplica su
auxilio, Trurl siente compasión y desea ayudar al rey, pero es consciente de
que es un personaje cruel y de sevicia. No acepta ayudarlo a recuperar el
reino, en cambio, decide crearle un pequeño mundo artificial donde él será el
amo absoluto. Fabrica un pequeño reino formado de átomos vibrantes, que
manifiesta todas las cualidades exteriores de las personas, en términos
modernos, Stanislaw Lem previó la ficción tipo videojuegos como “Second Life” o
“Sim City” con enorme anticipación. En principio, el rey está reticente pero al
observar el detalle y perfección del invento queda cautivado, dedicándose a
gobernar tiránicamente al pueblo en miniatura. Como el tipo es malo, pues los
castiga sin motivo y les impone penas crueles. Eso molesta al inventor, pero
piensa que es pura fantasía. Cuando informa a su colega Clapaucio de su logro,
el amigo lo regaña pues estima que no existe una diferencia entre gente de
ficción formada de átomos eléctricos y ellos como robots reales.
La reflexión regresa a los inventores para intentar remediar
el sufrimiento del pueblo artificial de Trurl. Grande es la sorpresa cuando
descubren que los habitantes diminutos han progresado y se han liberado por
ellos mismos de su monarca gigante (en proporción a ellos) y lo han lanzado
cual satélite artificial convertido en Luna de los pequeños seres llamados
Microminiantos.
La cuestión de fondo es la conversión de la existencia en
fantasía y viceversa por los medios electrónicos. ¿Eres un fantaseador
inocente? ¿Te devora el mundo de los electrones? Llevado a su extremo, también
es un tema de Borges, donde la ficción adquiere cuerpo y se subleva.
CUENTOS DE LAS TRES MAQUINAS FABULISTAS DEL REY GENIALON
El emisario de este rey requiere a Trurl para que asista a
su amo, quien está retirado del bullicio mundano y habita en una humilde cueva,
buscando sabiduría y entretenimiento. Al inventor le solicitan que invente tres
máquinas que entretengan al monarca de modo diferenciado: “que la primera
contara historias intrincadas pero apacibles, la segunda, ingeniosas y
traviesas, y la tercera, profundas y aleccionadoras”[3], por
tanto este cuento implica varios relatos procedentes de las tres máquinas
fabulista, siendo el más largo relato de Ciberiada,
y remata con otro desenlace ingenioso.
El primer cuento incluido es sobre el país de los
multiplistas, un planeta donde importaba mucho el número (existían por entero
hacinados) y su rey Mandrillón que presionó par a construir un Consejero
Perfecto. El inventor cumple el trato de modo excelso, pero el rey no desea
hacer retribución, así que confabula al Consejero para echar a Trurl sin pago
alguno, simulando un atentado. El inventor no se queda contento y trama
vengarse, pero el Consejero un valladar inexpugnable, así que primero debe
deshacerse de él. Utiliza un ingenio de otra categoría al despertar la
suspicacia policíaca sobre su artefacto, para que sea repudiado por el rey; el
ingenio consiste en mandar un mensaje inocente, pero interceptado por la
policía secreta destila un mar de suspicacias y aceita el mecanismo de las
envidias palaciegas. Al final, el Consejero Perfecto es repudiado por el rey y
destruido. Sin la defensa del Consejero, regresa Trurl a exigir su justo pago y
a regañar al monarca quien no tenía la inteligencia para recibir consejos.
El segundo cuento incluido narra las lecciones que da el
inventor al rey Torturán que desea obtener el perfeccionamiento “no-lineal”,
para lo cual presenta unos cuentos aleccionadores.
Llamemos cuento A al encuentro con unos robots que vejan y
maltratan a otro, por una complicada razón, se trata de una reconstrucción de
Malapucius, un reformador de la sociedad robótica que comenzó una peripecia de
modificaciones en ese mundo, comenzando por convencerlos de compartir la
corriente eléctrica; lo cual da pie a una serie de reacciones y modificaciones
graciosas que recuerdan las fallas del “socialismo perfecto”[4],
comenzando por la desidia de los robots para producir su propia energía al
conectarse en serie entre todos, pues la mitad se tiró bajo la mesa negándose a
cargar. Un nuevo cambio pretende remediar al anterior, en una sucesión de
disparates. La serie de reformas terminó mal, en una guerra civil generalizada,
pero eso los vejadores de Mapucius lo reconstruyen cada noche para vengarse de
lo sucedido en un lejano pasado. El
inventor Trurl desea terminar con la vejación, pues estima que el reconstruido
no es el personaje originario, pero como al sentirse liberado el Malpucius
declara que reiniciará con sus reformas para otorgarle el “paraíso terrenal” a
sus congéneres, el inventor abandona su defensa.
Llamemos cuento B al viaje a una tierra de gran abundancia,
Bobalacia, la tierra de los felices, donde retrata a una sociedad perfectamente
hedonista (que ya no es sociedad) donde cada quien está rodeado de implementos
robóticos dedicados a la satisfacción extrema. Cada bobalicio o, mejor dicho,
feliz, vivía en un palacio de su propiedad, fabricado para él por una
automatoria (así llaman ellos a sus esclavas de rodamientos rutilantes),
rociado con aromas, incensado con inciensos, amado eléctricamente, en oro y
plata envuelto, revolcándose en joyas, paseando por las cámaras del tesoro, de
brocados centelleante, de doblones tintineante, con guardia en el jardín y un
harén de postín, de brillantes y rubíes recamado, y a pesar de todo esto,
malhumorado y dado poco a la alegría.”[5] En la
descripción, esa felicidad resulta en una especie de embotamiento, porque el
entorno mecánico persigue a cada quien hasta una saciedad extraña. Al curioso
barullo de máquinas que regalan oro, medallas, perfumes y dulces, únicamente ha
escapado un sabio recluido en una cueva, que solicita el auxilio de Trurl para
arreglar ese mundo sobrecargado de favores. Porque tanta abundancia placentera
se ha vuelto en su contrario: “¿Acaso no equivale el tenerlo todo a no tener
nada? ¿Y cómo se puede decidir y escoger cuando el ser racional, rodeado de
todos los paraísos del mundo, se vuelve indiferente ante la posibilidad
automática de ver cumplidos todos sus deseos?”[6] Ante esa
situación planean crear máquinas “complicadoras”, pero no lo implementan, pues
sería darle una vuelta de tuerca a la situación; observan que muchos intentan
destruir máquinas y riquezas por hartazgo, sin resultados. Sin llegar a una
salida, el único sabio del sitio cae embelesado por una jauría de máquinas
placenteras y termina el relato.
El cuento C narra la conspiración encabezada por Lístulo para
perder al rey Braguetano en un mundo de sueños. Los conspiradores intentan colocarle
varias trampas para que el acto sea un autoregicidio y no cargar con las culpas
o volverlo mártir. La mejor opción parece ser provocar sus excesos y
lubricidades mediante una máquina de sueños, que presenta tentadores deseos
impropios. Ese rey va probando diferentes sueños donde comete atropellos e
indecencias, pero no cae en la trampa completa pues su desconfianza lo regresa
a la vigilia antes de llegar al punto sin retorno. Braguetano recorre y escapa
de las trampas de varios sueños. Hasta que se embarca en uno titulado “Monalisa
o el laberinto de la dulce infinidad”, donde el rey se conectaba y buscaba ese
sueño en vano, entonces estaba en el mismo sitio y se conectaba… el sueño se va
duplicando, hasta perder al rey que no distingue entre vigilia y sueño, así que
cuando despierta supone estar soñando. La desgracia de ese rey fabulado,
entristece y alecciona al otro rey del relato (Torturán) que se da por
satisfecho, cerrando el ciclo de tres narraciones; lo cual satisface al rey
Genialón con el episodio presentado por la segunda máquina narradora.
La tercera máquina presenta el relato bufo de cómo una
cazuela potenciada de Trurl por accidente, al rebotar en un vertedero cósmico,
generó un ser pensante pero limitado. El personaje llamado Yonomas y surgido
por un accidente improbable adquiere un tono de reflexión egoísta, religiosa y
filosófica. Ese robot casual permanece aislado en el basurero cósmico y su
andanza se limita a descubrimiento de sí y a las reflexiones que surgen de su
situación en el largo lapso entre su creación y destrucción por la misma
cazuela que lo originó. La reflexión oscila alrededor del ego y sus ideas
espontáneas sobre la propia perfección y su vínculo cósmico.
Ya que el anterior relato causó tristeza, se embarca en la
narración del encuentro de Clapaucio con Cloriano, un curioso filósofo que está
frustradísimo y colérico porque sus contemporáneos lo ignoran. Empezó
escribiendo sobre la necesidad de que las civilizaciones superiores inventaran
dioses, la importancia de esto y la culminación en una deidad suprema: “Comenté
en mi libro la necesidad de inventar dioses a posteriori, ya que no los hubo a priori, y dije que toda civilización
dedicada a la inteléctrica no tenía otro fin que el de construir una
Originadora Universal Ultimativa de Omnipotencia, es decir, un rectificador del
mal, o bien un enderezador de las sendas de la Razón.“[7] Pero el
pensador no recibe ningún reconocimiento y mantiene su obra en crecimiento, la
siguiente la dedica a cuestionar la Razón y su obra en el cosmos, para
convertir estrellas en camas y cloacas, es decir, convertir lo natural en
artificio. Luego se compara con otros pensadores y sigue su loca carrera por
construir hipótesis y desarrollar sistemas de pensamiento, incrementando su
amargura por no ser reconocido; especie de Schopenhauer galáctico. Ya en su
madurez plantea la existencia de los Efesedas la civilización cima del cosmos,
la cual ha conquistado la Fase Superior de Desarrollo, tema que dará pie al
siguiente relato. Después elabora una teoría para explicar el dilema ¿qué fue
primero el robot o el rostropálido (humanos)? Lo cual también es ignorado. Al
explicar también que no desea que la posteridad lo relacione con los otros
supuestos genios de su tiempo, sufre un sobrecalentamiento y fallece, dejando
en manos del inventor, su Testamento. La lectura de ese legado, causa tanto
interés y turbación a Clapaucio que no se decide a destruirlo ni a publicarlo.
El amanecer interrumpe las narraciones, y el rey Genialón
satisfecho con las máquinas narradoras ofrece el mejor precio que le viene a la
mente, ofreciéndole a Trurl “la salud y la vida”. El cuento termina con este
diálogo donde se observa la agudeza y sagacidad de Lem: “—Majestad —dijo Trurl,
estupefacto— ¿es que vuestra primera intención fue la de privarme de la vida?
¿Este debía ser mi premio?
“Tienes la libertad de interpretar mis palabras a tu antojo
—contestó el rey—. En cuanto a mí, te diré cómo las entiendo yo: si sólo me
hubieras divertido, mi generosidad no hubiera tenido límites. Pero has hecho
más que esto. Por tanto, ninguna riqueza puede tener el mismo valor que tu
obra. Dándote la posibilidad de continuarla, te ofrezco en pago el premio más
alto de que dispongo...”[8] Con ese
hermoso final, resulta prudente, evitar más análisis de este cuento tan
complejo, donde están metidos relatos dentro de relatos, hasta el límite, con
un estilo espiral y caleidoscópico que luego repitió con maestría Ende en su Historia sin fin.
ALTRUICINA, O UNA HISTORIA VERDADERA DONDE SE CUENTA COMO EL
ERMITAÑO BONIFACIO QUISO HACER FELIZ AL COSMOS Y CUALES FUERON LOS RESULTADOS
Este cuento final, el lastimoso Ermitaño Bonifacio, cuenta
su historia al conocer al Trurl, pues resulta que antes había participado con
Clapaucio, en la secuela del “filósofo” Cloriano, pues le ha dejado intrigado
con los hipotéticos seres de la Fase Superior de Desarrollo. El inventor curioso
se decide a buscar a tales seres, pero
la búsqueda resulta muy difícil pues debe encontrar la pista de algo
cósmicamente inconcebible. Obtiene pistas sobre el asunto y encuentra una
estrella cuadrada, alrededor de la cual giran planetas cúbicos y uno de ellos
tiene grabadas las iniciales obvias de FSD. Localizado el sitio, la visita
resulta por entero desconcertante, pues los habitantes semejan entidades
surrealistas que plácidamente se desprenden de partes de sí, descansan sobre la
arena planetaria y manifiestan varios
portentos, pero son por entero indiferentes al intrigado Clapaucio. El recurso del
inventor para lograr su atención es molestarlos, pero la tarea resulta muy
difícil, pues esa molestia directa significó que lo lanzaran a distancias
siderales del planeta, en un instante y colmado de regalos cursis. Regresar
sería imposible, así que Clapaucio optó por hacer una máquina suprema que
reprodujera la evolución cósmica hasta alcanzar la FSD, la compleja tarea
implicaba crear una especie de Diostrón o Ultimador Ontogenérico. Creado este
principio absoluto, el inventor le solicitó crear un habitante de FSD con
tendencia a platicar, para contestar sus preguntas. En el interrogatorio el FSDinano
(o Efesedas como se traduce) contesta las preguntas últimas (¿humanos o
robots?, da el argumento sobre los jorobados enderezados, etc.) y explica su
mundo súper adelantado con términos paradójicos, por ejemplo afirma: “¡El
desierto de nuestro planeta no es un desierto, sino un Superdiosotrón, millones
de veces más poderoso que esta caja primitiva que habéis fabricado! Nuestros
antepasados lo han creado, porque como todo ya les parecía demasiado fácil, quisieron
convertir en ideas los granos de arena. Se lo propusieron por pura megalomanía,
sin ninguna necesidad, ya que cuando se puede hacer todo, no es posible añadir
a ello nada más (…)Nosotros podemos, si se nos antoja, cuadricular las
estrellas, apagar una mitad de ellas e incendiar la otra, construir seres
habitados por otros seres, más pequeños, de modo que los pensamientos de los
gigantes fueran bailes de los enanos; estar en un millón de lugares a la vez,
cambiar de sitio las galaxias para que compongan dibujos agradables para la
vista; sin embargo, dime, por favor, ¿qué razón hay para que emprendamos esos
trabajos? ¿Acaso el Cosmos mejorará si sus estrellas son triangulares o tienen
ruedas?”[9] Una vez
radicalizada la perspectiva, la discusión se dirige hacia el tema de la
felicidad y el emisario del FSD opina que no es posible inducir a la felicidad
a los demás, pues regalarles máquinas para cumplir deseos se convierte en un
fracaso, incluso operando milagros la solución termina en fatalidad: “—Dar la
felicidad con la ayuda de milagros es la técnica más llena de riesgos que
conozco —contestó con severidad la voz de la máquina—. ¿Cómo quieres que la
apliquemos? ¿Individualmente? El exceso de belleza rompe los lazos
matrimoniales, el de la inteligencia trae la soledad, la riqueza exagerada
conduce a la locura. ¡No, no! ¡No se puede dar la felicidad a los individuos, y
menos todavía a las sociedades! Cada sociedad ha de seguir su propio camino,
subir de manera natural los peldaños del progreso y deberse a sí misma todo el
bien y el mal que consigue. Nosotros, los de la Fase Suprema, no tenemos nada
que hacer en el Cosmos”[10] , por
tanto pregona para sí una doctrina de no-acción. Pero el inventor no está convencido y desea
ganar la discusión obligando al FSDiano a que entregue un remedio para la
felicidad acelerada que todavía no se ha probado, llamado “Altruicina”,
sustancia psicoactiva para provocar un espíritu de fraternidad y amor, con empatía
instantánea y un intenso deseo de ayudar al prójimo. La sustancia debe probarse
en un planeta de hombres, por lo que el Ermitaño Bonifacio es convertido en uno
para encargarse de la parte práctica, descendiendo al planeta. Por accidente se
cae una maleta de Altruicina al abastecimiento de agua por lo que el experimento
se realiza de golpe afectando a la ciudad entera. Por efecto del producto, las
personas sienten tan intensamente al prójimo, que un evento de dolor de
cualquiera las enloquece y provoca acciones descontroladas, incluso las más
viles y violentas. El producto va enloqueciendo a la población y hasta los
animales y otros seres son afectados. Para vergüenza además Bonifacio es
descubierto y maltratado, terminando sus ganas de promover la felicidad ajena
por métodos acelerados.
Con un literato tan extremo como Lem, resulta congruente
terminar preguntándonos por las fronteras del desarrollo de especies (biológicas
y maquinales) y si existe un atajo hacia la felicidad colectiva. El primer tema
es bastante ambicioso y, no queda otra, debe recurrir al reinvento de Dios,
para que engendre a su súper ser (más allá de Nietzsche, sin duda). Aunque el
resultado plástico de los habitantes de FSD deja el deseo de algo mejor, su
presentación argumentando la obligación de la no-acción es muy convincente. Las
objeciones y parodia final sobre la felicidad acelerada resulta bastante
convincente, sobre todo, si consideramos el ambiente del “socialismo real”
donde se pregonaba la aceleración para alcanzar la felicidad colectiva; lo cual
deja un agridulce sabor de boca para reflexionar.
NOTAS:
[1]
“Lo que ocurre es que, superado un cierto límite, el militarismo, fenómeno
puramente local, se convierte en civilismo, por la sencilla razón de que el
Cosmos en su esencia es absolutamente civil. Y, precisamente, ¡el espíritu de
ambos ejércitos había alcanzado ya las dimensiones cósmicas! Aunque por fuera
brillara el acero, corazas, obuses y mortíferas lanzas, por dentro se
levantaron olas de un doble océano de serenidad tolerante, amistad universal e
inteligencia perfecta “ LEM, Stanislaw, Ciberiada,
p. 10.
[2]
LEM, Stanislaw, Ciberiada, p. 16.
[3]
LEM, Stanislaw, Ciberiada, p. 71.
[4]
La parodia sobre el “socialismo real” es muy completa, iniciando desde los
simples gestos de resistencia sindical (robots echados porque no reciben
suficiente corriente), método de igualitarismo radical (conectar en serie a
todos los habitantes robots), hasta la frustración belicosa (guerras entre
“países socialistas” como China y Vietnam). Curiosamente el periodo de fértil
producción de Lem se redujo tras la caída del muro.
[5]
LEM, Stanislaw, Ciberiada, p. 86.
[6]
LEM, Stanislaw, Ciberiada, p. 86.
[7]
“Incluí, además, un plano del primer Diosotrón, así como las características de
sus capacidades, medidas en diosonas. La diosona es la unidad de omnipotencia
que determina el equivalente de la posibilidad de hacer milagros en el radio de
mil millones de parsecs.” LEM, Stanislaw, Ciberiada,
p. 102
[8]
LEM, Stanislaw, Ciberiada, p. 105.
[9]
LEM, Stanislaw, Ciberiada, p. 113.
[10]
LEM, Stanislaw, Ciberiada, p. 116. A
manera de una conclusión del sabio en el Tao
te King de Lao Tse.
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