“No
me conformo con que digan:
'su forma es ésta; vedada otra estructura'.
¡Qué débil consistencia de doctrina!
Recordad que Dios es el espejo
más contradictorio y bifurcado,
acomodado a todas las pupilas.
Yo lo esculpo a mi modo y le doy forma.”
'su forma es ésta; vedada otra estructura'.
¡Qué débil consistencia de doctrina!
Recordad que Dios es el espejo
más contradictorio y bifurcado,
acomodado a todas las pupilas.
Yo lo esculpo a mi modo y le doy forma.”
Enriqueta
Ochoa, Las urgencias de un Dios.
Por Carlos Valdés Martín
Un
corazón sincero lanzando su íntimo lamento lloró y lo hizo
con lágrimas secas, al colocar su oído en el silencio… ¿Qué buscaba ese oído? En este Poema del librepensador Alfonso Sierra Madrigal se lamenta:
Pasó un
cuervo, tan lento, que pareció un momento
inmóvil en la
vasta quietud del firmamento.
Su graznido
agorero me saludó al pasar:
-"Meditas vanamente,
hombre meditabundo,
yo he
meditado mucho: tengo la edad del mundo .. . ''
—"¿Dónde
está Dios…? —le dije. Se fue sin contestar.
De la azul y
calmada perspectiva remota,
batiendo el
ala blanca, se acercó una gaviota:
-"¡Qué
cansancio! Conozco los secretos del mar;
yo vi los
continentes que hoy yacen ·sumergidos
y mi madre,
la Historia, se adormeció en mis nidos… "
—"¿Dónde
está Dios…? —La dije. Se fue sin contestar.
Haciendo
encajerías de portentosa espuma,
llegó una
lenta ola rodando entre la bruma
y un momento
en la playa echóse a descansar:
—"Del
mar hacia las nubes y del cielo a los mares,
ir y volver
me han visto los ojos seculares… ''
—"¿Dónde
está Dios…? —La dije. Se fue sin contestar.
Y el fantasma
de un muerto se condensó a mi lado:
—"Yo soy
el primer hombre que murió en el pasado…"
Me murmuró al
oído con misterioso hablar.
—"¿Dónde
está Dios… ? —¡Responde!
—gritóle mi
quebranto
el alma de
aquél muerto, bañándome con llanto
la
atormentada frente... ¡Se fue sin contestar![1]
Medio
siglo después ese triste poema tuvo un lector, que recordó lo mismo sucedido con su padre, un judío perseguido durante la Segunda Guerra Mundial, quien anhelaba que sus hijos ya no fueran fugitivos.
Antes
hubo un silencio, más oscuro que la Nada, cuando la Causa de las Causas sintió
la orfandad infinita y colocó tanto ruido en el mundo, incluso el de las
Palabras con Sentido. Cómo Él no podría contar su propia Causa por lo tanto Él
fue el Primer Huérfano, uno que clamaba en un vacío más inexistente que la
Nada, más silencioso que el olvido de las tumbas destruidas.
Una
poetisa supo de “Las urgencias de un Dios”
y ninguna de ellas implicaba la vivacidad de hablar claramente a los humanos…
esparció su Verbo junto a la Creación, dejándolo encriptado en las Rocas de
Ágata, entre esos diseños caprichosos, imposibles de descifrar hasta en la
vigilia; ahogando sus Palabras entre las aguas cuando son abismales y cuando
levantan Diluvios; calcinando su Pronunciación entre el fuego de los incendios
volcánicos, para que el más atemorizante de los rugidos siga perteneciendo a
este mundo; enterrando sus Significados para que osados buscadores se adentren,
atados a sogas, para deslumbrarlos con un brillo inexplicable mientras una
caverna artificial y novena los arropa con Silencio.
¿Existe
un oído humano capaz de captar el sonido del Universo entero completo y a la
vez en un instante, condensando también el tiempo transcurrido, para que entre sus huecos de 15 mil millones de años sintetice el único y gran
Silencio? No lo hubo, no lo hay, no lo habrá… Dejemos la quimera del poder
sobrehumano para observar la mínima fracción bajo este cielo a cada silencio le
sigue un sonido vibrante y lejano, que proviene de alguna causa, que a
su vez proviene de otra… y cuentan los sabios astrofísicos que al principio hubo una
explosión, un Big Bang.
Los físicos apuntan su “Big Bang”, para el sacerdote hindú su divino Brahama regresó
con el Ohm, su sonido primordial.[2] Tan portentoso resulta el
estallido de los orígenes que ha garantizado ese sonido múltiple que reaparece en
los Desiertos y hasta en los espacios casi Vacíos sigue presente un ruido de
fondo de la explosión primordial… La cuestión que nuestro oído no es capaz de
escuchar cualquier sonido, el rango humano está definido en una precisa
longitud de onda para no quedar ensordecido por los retumbos de las Estrellas
Supernovas explotando ni agobiarse por el perpetuo vibrar del Primer Segundo. Más bien, nuestro oído carnal está
protegido mediante un “silencio falso”, que simula el perfecto silencio
mientras millones de partículas se agitan a nuestro alrededor y los incansables
rayos cósmicos atraviesan nuestra tierra a cada segundo. Lo que creemos
Silencio es una cápsula artificial que nos protege del ensordecedor Ruido que
viaja por el Universo.
Sin
embargo, es tan fácil rodearse de Silencio, como sencillo sitiarse de
Soledad. Por eso se lamentaba el elocuente y solitario Alfonso Sierra cuando en
su corazón buscaba un Dios personal que le respondiera con Palabras humanas al
enigma clavado desde el principio de los Tiempos.
¿Qué
buscó el poeta sino reducir el tamaño de lo inmenso achicando el diámetro de
las Galaxias de Galaxias para caber en breves cuatro palabras como esa frase de
la montaña del Éxodo: “Soy el que
Soy”? ¿Qué pretendió en su poesía el corazón de Enriqueta cuando redujo
—incluso son saberlo— los misterios del sentimiento a cuatro letras hebraicas?
Él pretendió saltar el muro de la Soledad, ella logró el abrazo sincero con el
Principio y cualquier Futuro.
Sus
voces interiores —de poeta desconocido o de poetisa reconocida— resonaban en
palabras humanas, que tras el foso de las décadas seguimos leyendo y convirtiendo en
Sonidos del Silencio. ¿En qué pliegue del primer micro-segundo de la Creación
estaba ya contenido el latido de ese lamento que buscaba en la Soledad saltar
la barrera que impone el Silencio de Dios? Los teólogos no cuentan con la
sagacidad de los astrofísicos y entre los dos no lograrían sacar una respuesta
a esa pregunta.
Sin
embargo, ahí estuvo Enriqueta Ochoa para dar el oído a Las urgencia de un Dios y se regocijó por un instante, después
lloró porque millones de congéneres únicamente escuchaban Silencio, mientras
que dentro de ella resonaban coros metafísicos y ecos de una Palabra que
únicamente calificaba de Divina. En especial ella lloró por Alfonso (a quien
nunca conoció) y se lamentó de esa alma solitaria que navegaba en su propia
soledad, sitiada por la muralla de los razonamientos, quien clamaba “Atrás de
la muralla está la Nada y su Silencio”. Ella se preguntaba, rodeada de
poemas, ¿por qué habrá almas tan tercas que golpeen con su cabeza en la
pared y prefieran no saltar la muralla sino hasta que el Arcano los arrastre
hacia el último aliento?
Ella
misma se respondió que la Palabra que brota al interior de la Conciencia es la
melodía divina y la respuesta a cualquier interrogante. Esa Palabra que surge
después de un Silencio, cuando es diáfana... cuando es
sincera y entonces irrumpe la Palabra
divina, tan breve o larga como la pregunta, tan certera como la velocidad del
rayo.
Quizá
Alfonso siguió preguntándose por qué únicamente escucha su propia voz en la
mitad de su cerebro. Anticipando cualquier objeción, la voz interior de
Enriqueta responde que el Silencio obliga a la búsqueda, que el silencio
motiva esa búsqueda y a continuarla más allá de la vida, porque hay una Voz que
no se forma con gargantas ni recuerdos, porque… siempre hay un por qué más allá
de cada Silencio.
Antes del tiempo y del Big Bang, en el Principio
fue un Huérfano, uno para Quien ni siquiera la Nada aparecía a sus espaldas… Y un
Huérfano sintió esa soledad para llenarla en el infinito de los tiempos
venideros, ahora tan plenos de Enriqueta, Alfonso, sus fantasmas y sus poemas.
NOTAS:
[1] "Poema del Meditabundo". Alfonso SIERRA MADRIGAL.
Citado en Instructivo para el Gr:. 13, por Alfonso Sierra Partida.
[2] Para Goethe en principio no fue el Verbo, sino que “en el
Principio fue la Acción”, siendo que en esa perspectiva es lo mismo, pues la
fuerza de tal sonido primordial crea el Universo.
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