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martes, 30 de septiembre de 2025

MAMUT RECUPERA A SU MANADA

 


 

Por Carlos Valdés Martín

 

Una amiga contó que fue una sensación increíble descubrir que ella no estaba sola, sino que había una manada completa de personas con sus mismos gustos y hasta habilidades. Descubrir a la manada no es una tarea fácil, los adolescentes con frecuencia se enganchan con la primera socialización en su escuela y la llaman “los amigos”. Al final resulta que los amigos iniciales fueron personas antagónicas y hasta de ahí aparece el “enemigo de clase” (escolar), al que ahora llamamos el bully o buleador. Encontrar al grupo adecuado es una gran fortuna o una paciente elección. Un extraordinario grupo de amigos es un tesoro incalculable, que únicamente se comprueba con el transcurso del tiempo o en las situaciones difíciles de la vida.

En La Era del Hielo 2 (Ice Age 2: The Meltdown), el protagonista Manny perdió a su familia y está convencido de que él es el último de su especie. Suceden aventuras y Manny queda muy sorprendido al descubrir que sí hay más mamuts como él, y encuentra a la encantadora Ellie, quien está convencida de que ella misma no es mamut. La trama de la caricatura crece entre lo tierno y lo cómico, hasta que la mamut, Ellie, se convence de que ambos pertenecen a la misma especie y quieren permanecer unidos. Basta salvar a otro individuo para que su especie quede salvada.

En El libro de la selva (o de las tierras vírgenes) gran parte de la narración está centrada en la complicada integración de un niño humano, Mowgly, dentro de la manada de los lobos y con otros animales superiores. Esa narración se interpreta como una excelente metáfora sobre la fraternidad humana y las vías correctas para lograrla, por eso está reflejada en la organización de los Boy Scouts.

Una de las tareas imprescindibles de cada vida es encontrar la propia fraternidad y, en estos tiempos, además no confundirse con la red social. La red social fácilmente sirve como sustituto para una necesidad esencial de convivencia e integración sinceras, pero no satisface esa cuestión vital. Encontrar la propia manada es un gran logro que no acepta sustitutos.

 

domingo, 7 de septiembre de 2025

CURIOSIDAD 3, 2, 1... DESPEGUE

 

                Por Carlos Valdés Martín 

La curiosidad surge en la infancia, aunque casi siempre se va diluyendo con la edad, cuando decrece ese vigor de los primeros años. Muchísimos pueblos y religiones han castrado ese impulso de la curiosidad, por ejemplo, el dicho de que “la curiosidad mató al gato” muestra cómo se inhibe agresivamente ese sentido de investigación. Algunos lograron la afortunada canalización de la curiosidad cuando se refinó y se convirtió en escuelas, investigación, libros, etc. Las naciones más prósperas se han caracterizado por patrocinar a su talento científico mediante laboratorios de investigación en todas las materias.

Con el internet y sus maravillas, resulta habitual que la curiosidad se enrede en tareas inútiles, cuando el ímpetu curioso “quema su pólvora en infiernitos” enfocándose en la simple morbosidad por divagar. La curiosidad hay que hacerla más fuerte y no desperdiciarla con búsquedas frustradas que no concluyen. Dedicar tiempo en hacer preguntas interesantes y dedicar un tiempo suficiente para responderlas y anotar los resultados, es un buen hábito para fortalecer la curiosidad y conservar beneficios.

Una curiosidad vigorosa y bien canalizada se convierte en una virtud, que siendo impulsada con método y estudios se consolida en saberes. Así, la curiosidad bien cultivada es motivo digno de elogio y la semilla de la ciencia. La curiosidad es una luz entre las tinieblas.  

 II

En una misión espacial de la NASA, se diseñó un “astromóvil” para explorar el planeta rojo, denominado “Mars Science Laboratory” (abreviado como MSL). A través de un concurso infantil y juvenil, se seleccionó el nombre Curiosity (Curiosidad en español). La elección del nombre fue brillante, resultado de un proceso participativo. El nombre ganador vino acompañado de una emotiva explicación escrita por su autora, Clara Ma, de 12 años: “La curiosidad es una llama eterna que arde en la mente de todos. Me hace levantarme de la cama por la mañana y preguntarme qué sorpresas me deparará la vida ese día…”.  

Una definición filosófica de esta cualidad es la de “hambre de conocimiento”. Este singular apetito no se satisface con facilidad, debido a cierto reflejo de humildad entre quienes saben mucho y, por lo mismo, citan a Sócrates con frecuencia: “Sólo sé que nada sé”.  Esa modestia del hambriento por obtener más conocimiento es un ardid para no interrumpir un diálogo recién comenzado.

Quien ha perdido esa hambre de conocimiento está en riesgo de que envejezca su cerebro y su proceso de aprendizaje se paralice. Quien recupera, por alguna circunstancia afortunada, esa sed de saber más está en camino de ser más productivo y quedar más satisfecho.

El inglés posee la ventaja de que la palabra “wonder” aplica tanto al preguntar como al encontrarse con algo maravilloso. Lo mejor que sucede al curioso es tropezar con aquello que le asombra tan positivamente. El propio Einstein consideró esta cualidad como su única notoria, cuando dijo: “No tengo talentos especiales. Sólo soy apasionadamente curioso.”