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miércoles, 5 de agosto de 2009

“LUIS XIV” COMPARADO EN RAGNHILD HATTON Y PERRY ANDERSON










En lo que sigue comparo las visiones de dos historiadores importantes sobre el reinado de Luis XIV, que son Ragnhild Hatton y Perry Anderson, finalizando con una breve reseña de las concepciones de estos autores a nivel borrador. El personaje y el periodo son importantes pues él fue el rey absolutista “central” de Francia y en ese periodo se forjó esa nación. El motivo inicial surge de la eminente calidad del relato de Hatton,[1] quien desmenuza los diversos aspectos de la historia de Francia y Europa en ese contexto dinástico, por lo que la autora ha sido elogiada como la mejor intérprete sobre el periodo. El segundo, está en la calidad de la obra y amplio horizonte de Anderson sobre el Estado absolutista, la cual constituye un hito en la historiografía europea sobre el devenir de una nueva forma política y que complementó con una teorización sobre las transiciones entre los modos de producción.[2] En lo que sigue salté el panorama general, donde se define la naturaleza del Estado absolutista para dejarlo en otro escrito, de tal manera que vamos directamente al aspecto ameno del caso histórico del país y reinado de Luis XIV.[3]

BALANCE ENTRE VISIONES DE ANDERSON Y HATTON SOBRE LUIS XIV Y EL ABSOLUTISMO

Esencia del Estado absolutista y del modo de producción
El rey y la aristocracia, la institución cortesana de Versalles. El rey y la burguesía. El rey y el pueblo.
Para Anderson la esencial de clase del Estado absolutista resulta el reto teórico principal por su interés para demostrar el acierto del marxismo, aplicado a un periodo previo al capitalismo industrial. Ciertamente el periodo del Estado absolutista está ligado con al instante previo al nacimiento del periodo industrial, pues impulsó el desarrollo del mercado y las manufacturas, por tanto aparece en distintas fases en El capital. Sin embargo, con sentido rigorista Anderson no da las hipótesis como demostradas, sino que analiza a detalle el periodo, incluso el tema económico estricto queda en un segundo plano centrándose en el tema de las clases dominantes. En esencia, para Anderson esta etapa corresponde al emerger de un nuevo feudalismo, describiendo un feudalismo modificado, y bajo tal ambiente crecen las fuerzas del capital a distintos niveles como la monetización de la vida rural (la conversión de la renta en especie en la renta dineraria) y expansión de mercados. Esa dimensión del análisis económico que fundamenta no aparece como un contenido para Hatton, a quien basta con estimar como un ambiente y cronología, justamente cuando emergen una serie de hechos, dentro de los cuales no importa una totalización “feudal”. Cuando ella emplea en término “feudal” no adquiere ese énfasis de modo de producción esencial ofrecido por Anderson, sino como una descripción del periodo, es decir, Hatton arranca desde una visión menos estructurada bajo hipótesis, entonces justamente le resultan mejores “totalizadores” colectivos los pueblos y los reinados, sin presuponer una legalidad que empuje hacia un sistema nuevo, entonces la casualidad adquiere redoblada fuerza en los acontecimientos, así los azares matrimoniales, sentimentales y bélicos deciden los bandos y los conflictos. 
En el tema del cambio de bando por los cabecillas aristócratas lo refleja Hatton como temas emotivos y de enconos personales, como lo ejemplifica en las actitudes de los líderes Turena y Condé durante las luchas de la Fronda.[4] Este tipo de consideraciones tan individualizadas y azarosas no resultan pertinentes para Anderson, para quien los movimientos de los líderes aristocráticos revela un carácter clase y “trascendencia encapsulada” (juego con la ambigüedad: trascender es romper el encapsulado, encapsular significa no trascender) por el mensaje de clase social contenido en sus actos.
Con tales preámbulos debe aparecer la pregunta clave del periodo ¿quién es el rey? Porque en la persona del monarca se condensan los temas de la personificación.[5] Nosotros diríamos (rebasando a Anderson) que no existirá persona más personificada que un monarca, como representante del Estado completo y de la aristocracia entera, o hasta de Dios y la Nación entera, pero luego discutiremos esto. La persona más determinada por la historia, por la carga del poder, por el fardo de los intereses creados, por las miradas convergentes de los encumbrados y los desheredados, únicamente puede ser el rey. Esta sobre-determinación del rey la imaginamos como el cargamento de cadenas de las determinaciones sociales, económicas, culturales y políticas de una época en un espacio-tiempo exacto, resulta enmascarada por el exceso del poder concentrado en unas solas manos. La superficie luminosa invita a creer en la libertad absoluta del monarca, mientras sus súbditos yacen cargados con cadenas de opresión. La máscara del poder absoluto se debe compensar con el estudio detallado de las presiones sobre el gobernante, las presiones hacia la maquinaria del Estado, y esto se hace evidente durante los periodos de crisis, cuando se manifiesta también la fragilidad del imperio monárquico. Afortunadamente la biografía de Luis XIV nos revela esa fragilidad, en especial, su juventud marcada por la rebelión de los aristócratas y hasta los burgueses durante la Fronda revela luminosamente las restricciones y amenazas galopando sobre el monarca. La huida del rey dibuja el episodio más patético de su fragilidad, y se repite tres veces[6]. Justamente, esa fragilidad revelada se convierte en afán de acrecentar su poderío, amurallarse contra las desgracias, acrecentar las riendas del poder y esa voluntad se convierte en el destino de Luis XIV. Por su parte, Anderson se interesa por el largo plazo, así mira las oscilaciones del ascenso del Estado de los monarcas franceses, pasando de la crisis a la centralización, como un episodio de mecánica física del poder, lo cual desde un punto de vista más general resulta aceptable; de tal manera, para Anderson el caso Luis XIV es un ejemplo de ascensos monárquicos provenientes desde crisis de separación de regiones. Así, con Anderson la voluntad centralista del monarca surge como el despliegue global de la oscilación entre una crisis y una recomposición del Estado, dejando de lado la voluntad del gobernante, aleccionado por una experiencia traumática de amenazas aristocráticas y persecuciones por sublevados, y decidiendo recuperar las riendas del poder completamente, usando la violencia y la cautela, la riqueza o la legalidad. El segundo aspecto emerge con el relato de Hatton interesado en la persona del monarca, decidiendo un largo proyecto político centralizador a partir de sus experiencias directas, y encontrando en el entorno los elementos utilizables, ya sea en las personas de los burgueses ministros o contentando a la plebe al repartir pan gratuito durante las hambrunas[7]. Con Hatton predomina lo anecdótico y no resulta clara la existencia de una causalidad, cuando el modelo absolutista se repite, simplemente pareciera operar una imitación sobre un acontecimiento exitoso. Sin embargo, el grado de imitación o divergencia sobre la monarquía absoluta sale del rango de las consideraciones de Hatton, y en ese sentido hasta resulta extraña una afirmación de Anderson que lo singulariza, indicando que el resultado del gobierno prolongado de Luis XIV fue un “culto a la autoridad real”[8] sin comparación en ningún otro reino de Europa durante esa misma época. La afirmación de Anderson singulariza saliendo de su pauta usual, cuando su enfoque personifica como ejemplo de una tendencia estructural.
La relación clave entre el rey y la aristocracia debe demostrar el vínculo efectivo entre la representación y la clase, para no derrumbar su hipótesis teórica. Anderson se  enfrenta a la paradoja de la representatividad-conflicto-abierto mediante una larga argumentación, en cierto sentido, su obra entera argumenta la sustentación de su tesis básica: la monarquía sí representa a la clase aristocrática aunque lucha encarnizadamente contra ella. Los sangrientos conflictos entre monarcas y aristócratas cuestionan su argumento crucial, sin embargo, su revisión de Europa afirma que mantienen un sistema cerrado donde el monarca enseñorea la cúspide de la aristocracia y ésta se conforma como el estamento bajo el manto monárquico (por más que se subleve contra un rey en particular), sin embargo algunos monarcas sí traspasan la frontera de esa estructura. En el caso de Luis XIV amagó con la amenaza para “deshacerse” de la aristocracia insumisa, pero el mismo Anderson señala casos cuando la lógica última del absolutismo (el centralismo jerárquico del Estado), rompe las amarras de su supuesta lógica social, como indica en su ejemplo de Suecia con el ocaso de Gustavo III hacia 1792, cuando su autocracia dictatorial impulsó a la nobleza resentida hacia el ideario republicano y terminó con su asesinato, pero ese salto de papeles en contra de la hipótesis del predominio de las clases, lo desestima Anderson como una “infra-determinación” (una menor determinación de la debida) entonces “Un Estado optativo acabó en una contingencia aparentemente total.”[9] Con lo cual se violenta la legalidad y la causalidad históricas, creando excepciones contrapuestas al método que defiende, es decir, su materialismo unitario.[10]


Nacimiento sincrónico  
La matriz del tiempo, le parece a Anderson como únicamente adecuada cuando se refiere a la creación de los objetos teóricos; llama su atención la simultaneidad de la emergencia de los despotismos absolutos, es decir, el parto conjunto de los monarcas absolutos Isabel y Fernando de Castilla y León, Enrique VII de Londres y Maximiliano de Baviera. Ese tipo de nacimiento-estructura no parece interesar a Hatton, quien está mirando la situación personal del monarca, intrigada por la fragilidad de la vida, pues luego de dos abortos, la reina Ana de Austria parecía condenada a la esterilidad y Luis XIII le rehuía, sin embargo, lo improbable emerge, para cimbrar al destino, pues nacería el rey más influyente en la cronología de las dinastías francesas. La fortaleza descollante emerge desde ese entreverado de fragilidades personales. Entonces Hatton rescata los eventos con frontera en lo mítico y nos describe la hazaña de un vástago para salvar a Francia, de la posibilidad de una emigración dinástica pues se perdería la línea de sangre real, si fallaba tal eventualidad del nacimiento del delfín. En el caso de Anderson debe contentarnos la eficacia de la simultaneidad (sombra de la ley forzosa, que alinea a las casualidades), en Hatton nos sobrecoge el milagro de la singularidad, donde el tiempo sigue la sencilla línea de la sucesión cruzada con la coordenada de la sincronía.[11]

Sobre el carácter de las instituciones absolutistas
Para Hatton no interesa tanto el carácter preciso de la “institución absolutista” como género, sino las innovaciones aparecidas durante Luis XIV, la posible generalización emerge sobre el plano de la comparación, y por el acoso recíproco de Estados en lucha; así, hace suponer que emergen al imitar durante los conflictos (un sistema de fuerzas antagónicas, en una guerra intermitente). En otro sentido, el avance singular del Estado de Luis XIV parece nacer de situaciones únicas (semejante cuando Daniel Cosío Villegas, un historiador mexicano denominó un “estilo personal de gobernar”)[12] como el afán centralizador nacido de una preocupación de fragilidad del reinado y como el esfuerzo de fronteras seguros colocado en una perspectiva defensiva de estrategia militar, aunado a una especie de racionalismo creciente en la operación del Estado, sus mejoras continuas en la organización y las medidas tomadas. Sin embargo, a pesar de un enfoque tan distinto, sobre las modificaciones en sí, la descripción de Anderson coincide. El fondo de Anderson siendo generalizador, convierte su descripción en una totalidad de casos que corresponden con la misma “ley histórica”, una reorganización del aparato feudal, mediante su centralización, nuevo sistema legal, etc. Pasemos a observar los diferentes aspectos.

Burocracia
Hatton divide en dos esferas a la burocracia. Una parte es la élite de grandes burgueses ennoblecidos, arropando al rey, en un consejo de ministros muy estrecho, pues para efectos de biografía este nivel resulta interesante, ya  que muestra personas, con fortuna y desgracias, como sucede con el ministro de finanzas condenado a prisión. La otra parte es la masa, que corresponde con la estructura cambiante del aparato de Estado, indicando las principales líneas de poder entre el centro y las provincias, mediante los intendentes y poderes locales. Los llamados “parliaments” (las asambleas con aristócratas y hasta con burgueses) donde se acudía a negociar el incremento de impuestos merecen una mención especial; la tendencia fue a convocarlos de manera puntual por conveniencia del rey, para anularlos cuando se muestran como una potencia autónoma o hasta rebelde.
En cada caso merece una atención especial la utilización de la venta de cargos y el impuesto sobre el puesto, en especial de recaudadores de impuestos, modalidades que resultan desconcertantes en una perspectiva moderna.
Para Anderson, las varias modificaciones avanzan en un único sentido: la centralización del aparato estatal, pero la conservación de un poder aristocrático. En particular, le parece que la intervención de la burguesía en el Estado, como burócratas medios o hasta principales, no cambia la situación estructural,  que no se instaura el nuevo régimen propio del Estado capitalista.
El tamaño del aparato burocrático de Estado francés comparado con la modernidad resulta minúsculo, el cuerpo de funcionarios civiles era sumamente reducido, 1000 responsables contando la corte y las provincias, pero estaban apoyados sobre el ejército, que para la época fue una impresionante máquina coactiva, entre 50 mil a 300 mil soldados regulares.

Legislación
Para Hatton el sistema legislativo se moderniza y se racionaliza, como impulsado por un viento modernizador y por un estilo inteligente del rey sol. De nuevo pareciera obra de la casualidad, que el rey no usara ampliamente el sello absolutista entonces incrementándose en el Estado. Algunas de las leyes resultan claramente despóticas, pero Hatton insiste en su no empleo, incluso argumenta las situaciones donde ofreció el perdón a sus enemigos, promulgando generosas amnistías. 
La importancia del derecho romano reinterpretado corresponde a una visión de Anderson, donde el “factor Renacimiento” resulta importante para explicar el avance continuo hasta alcanzar la etapa capitalista.

Impuestos
El tema del crecimiento del Estado en Francia, sin duda proviene del incremento de ingresos, provenientes tanto de una mejor producción, más población y mejore procedimientos recaudatorios. En este periodo existen tres tipos de impuestos, dos tradicionales del feudalismo, tomados directamente por el señor feudal aristócrata y por la iglesia, luego el propio impuesto cobrado para el Estado. En el periodo de Luis XIV la toma de tal impuesto estatal resultaba la punta de lanza del conflicto con la aristocracia, y las subordinadas regiones subordinadas. En ocasiones los impuestos parecen determinase como simples saqueos, indicado en la virulencia del diezmo, establecido como una toma del décimo de los bienes, de manera indiscriminada. Asimismo, la buena acogida monarca para el comercio y la manufactura se relaciona con la fuente para adquirir ingresos para el Estado. De nuevo, para Anderson resulta interesante el crecimiento del Estado y del ejército sostenido por los impuestos, es decir el perfil global.

Estados políticos en conflicto
La creación del “sistema de Estados” europeos en conflicto con su perfil preciso, con su esquema de nacionalidades en tensiones, Anderson lo estima como una innovación venturosa del periodo absolutista. El resultado Hatton lo juzga proveniente de una oposición de estrategias que conducían hacia un punto de empate final, pues siempre que un contendiente amenazaba con alcanzar un poderío excesivo (el imperio universal sobre toda Europa) sufría el contrataque de sus vecinos celosos, procurando abatirle lo suficiente para frustrar su supremacía temporal. El resultado funciona por oposiciones, pero también lo considera Hatton como efecto de una prudencia episódica de los participantes, por ejemplo, una explícita pauta defensiva de Luis XIV quien sacrificó enormes derechos de su dinastía, nacidos del testamento del monarca español, con tal de evitar confrontaciones con vecinos recelosos de su supremacía.[13]
Por su parte, Anderson ofrece una mejor explicación sobre la situación de guerras permanentes entre los Estados absolutistas. En cambio, Hatton indica una situación de hecho, donde la inestabilidad ser repite y cada gran acuerdo de paz contiene semillas de su final, además de la precariedad de las sucesiones dinásticas y las ambiciones de los monarcas (especialmente Leopoldo de Austria). En este caso, parece facilitarse una combinación entre la causa estructural y las contingentes, sin que parezca existir una contradicción importante.
Únicamente, bastaría considerar que la confrontación entre Francia y las potencia marítimas, Anderson la estima como un signo de renovación de época, pues las potencias más netamente capitalistas resultan robustas en su estructura interna, y capaces de derrotar a Luis XIV, no por coyuntura sino por esencia. Claro, que para Hatton no existe tal horizonte, y en su relato, las diferentes guerras de Luis XIV dan la impresión de empates sucesivos, intercambios de posesiones y territorios, los cuales finalmente permiten la coherencia territorial anhelada por el rey.

Diplomacia
Para Anderson la diplomacia tiene el aspecto de una institución renovadora, integradora de las relaciones entre los Estados a un nuevo nivel, expresión y fuente el nuevo tramado institucional de las relaciones entre los Estados. Para Hatton las mejoras diplomáticas aparecen como avances de situación, resultado de una racionalización del Estado y casi un mérito personal del rey Luis XIV. Resultaría curioso, comparar tales valoraciones con la enorme estimación concedida por Marx a las maniobras de la diplomacia exterior de Rusia en su estudio especializado[14].

El ejército y la guerra
Una gran parte de los procesos modernizadores y de cambio social del periodo están relacionados con los cambios en la técnica militar. Para Hatton principalmente resulta interesante la profesionalización creciente del ejército y su nacionalización, además de los grandes proyectos de sistemas de fortalezas defensivas, ligadas con la casi obsesión estratégica de fronteras defendibles, planteada por Luis XIV. Anderson plantea el panorama completo de los cambios del sistema militar y sus dramáticas repercusiones en los equilibrios de fuerzas.
El tema de la profesionalización y la nacionalización creciente de los ejércitos aparece en ambos autores, sin embargo, para Anderson tienen un sentido más trascendente. En principio, Anderson ofrece la explicación sociológica de la importancia de los mercenarios en el final del feudalismo, porque establecían una fuerza militar más confiable que los campesinos armados. Al mismo, tiempo la profesionalización del ejército implicaba una creciente carga fiscal, imposible antes de la centralización administrativa. La estimación del ejército francés oscila entre 50 mil a 300 mil soldados, lo cual era una enorme máquina militar para ese periodo.  
Al mismo tiempo, debo comentar que las variaciones de la técnica militar implicaban una especie de carrera armamentista en ese siglo, pues se competía por mejores armas y artillería, fuertes mejorados, barcos más veloces y artillados, etc. Esto generaba constantes conflictos, donde aparecían nuevas potencias militares en rápida sucesión.

Dinastía o nación
Por otra parte, observo que Hatton no enfatiza la aguda contradicción entre dinastía y nación, como un tema esencial del periodo del Estado absolutista, debido a su predilección para quedarse en lo anecdótico. Las dinastías europeas del periodo emparentaban vía matrimonio y se desplazaban mediante los pactos de sangre o por la fortuna de las constantes guerras. El desplazamiento territorial de los nuevos herederos al trono era una costumbre, así no importaba que Carlos de Habsburgo haya nacido en Flandes y se criara en alemán, cuando su abuelo Fernando VII lo toma como la mejor sucesión, entonces se instala en Madrid sin hablar castellano y el nuevo rey Carlos V construye sistemáticamente el imperio a partir de la península, con lo que se dibujará el Imperio Español.

La trama del conflicto dinástico, diplomático, militar y proto-nacional entre París y Madrid es tremendamente compleja, finalmente la dinastía salta las fronteras en mitad de guerras sucesorias. Anderson muestra más claridad, indicando el antagonismo esencial entre dinastía y nación, aceptando que casi es una casualidad que la dinastía parezca nacional, como el apareamiento que identifica a la casa Borbón y Francia. Conviene estudiar estas situaciones en detalle, para no pecar de abstracto, y observar cómo emerge, por ejemplo, Francia nacional moderna paso a paso, y desde qué punto los reyes Borbón la usan o asumen, considerando la compleja retro-alimentación histórica entre la persona y su circunstancia, forjadora de las naciones antiguas, a su vez, plataforma de las naciones modernas.

La persona del rey en la casualidad y la causalidad en la historia.
Ahora bien, una ley esencia de la dinastía (justa y exactamente conforme la persona se identifica con el gobierno absoluto) implica el azar de la vida individual (su fragilidad, su duración biográfica, su salud y enfermedad, sus cualidades o torpezas de gobernante), del matrimonio y la herencia (las alianzas matrimoniales y destino de los reinos en base a nacimientos). Ese aspecto lo describe ampliamente Hatton, incluso sin insistir demasiado en ello, porque resulta una evidencia. La misma narrativa del nacimiento del Luis XIV, después de dos abortos y del conflicto entre su padre y su madre, muestra completamente la fragilidad del destino del reino en ese punto[15].  De nuevo aparece esta fragilidad en las sucesiones, con el tema de que un monarca longevo hereda el reino de España a un nieto suyo, Felipe, y que su propio reino debe saltar una generación para recaer en ese nieto. Ambos casos indican la fragilidad de la línea sucesoria, mediante el salto de generaciones. El caso de España resulta más complejo, por los conflictos de intereses y militares entre los dos reinos, y las posibilidades político-militares desatadas por la sucesión de un Borbón en España.
Evidentemente, el tema de fondo resulta muy importante en descripción de la historia. Para la herencia de la materialista marxista, el lado de la causalidad es más importante y las características de la persona no resultan tan importante comparadas con las posibilidades de la época. Este punto no lo hace tan explícito Anderson, pero es la esencia en su método. Para el materialista marxista la personas es una personificación de las relaciones sociales que encarna, así el monarca importa como representación de la aristocracia; sin embargo, en el relato histórico, el mismo choque de fuerzas y su conflicto con su “clase social madre” implica su mayor juego de libertades, un protagonismo enorme de los monarcas para el movimiento concreto de la historia. La marxista nos indicaría, que por muchas variaciones personales de los monarcas, al final de cuentas el resultado de la evolución histórica será más o menos el mismo, que el proceso de consolidación de Estado absolutista, terminaría similar si muere un príncipe brillante y entra uno incapaz. Por el lado de la historia concreto, esta variación de las personas-personificaciones peca de exceso de abstracciones y no permite observar lo particular del acontecimiento. La buena o mala personificación de una relación social no es suficiente, porque la relación social no contiene todas las determinaciones de la vida misma; creer que las relaciones sociales contienen todas y cada una de las determinaciones es fantasear sobre una enajenación absoluta de la historia, un determinismo más que absoluto. Entonces sí interesa la persona y sus azares, además también implica las posibilidades concretas de los grupos, como la relación del monarca con el país, y el perfil de las nuevas naciones y su cultura.

Mercantilismo
Conviene revisar las interpretaciones de Anderson que limitan en mercantilismo a una expresión de las clases aristocrática que se ha adaptado a la existencia del mercado y busca beneficiar al Estado. Para Anderson el mercantilismo era la doctrina dominante de la época; pugnaba por libre comercio interno, alentar la exhortación de bienes y prohibía la de metales preciosos y moneda, en la creencia de que existía una cantidad fija de riqueza y comercio disponible en el mundo. El Estado era el sujeto y objeto de la política económica mercantilista. Sus creaciones características fueron en Francia, las manufacturas reales y los gremios regulados por el Estado, y en Inglaterra, las compañías privilegiadas. El mercantilismo antecesor y opuesto al laissez faire fue una teoría de la intervención coherente del Estado absolutista sobre el funcionamiento de la economía.

El aspecto ilustrado, avance de cultura
Desde el punto de vista de Hatton aquí está un resultado evidente e ineludible del absolutismo. Su línea causal no es demasiado marcada, pero al encontrarnos en el terreno de la biografía, el apoyo a la cultura del rey parece resultar de una infancia educada, es decir, la esmerada educación del rey se convierte en el patrocinio nacional de la educación, cultura, ciencia y artes para todo el país. Así, emerge una ecuación maravillosa: el individuo educado se convierte en el educador del país; que siendo el gobernante salta el terreno arenoso de una paradoja de las Tesis sobre Feuerbach: el educador debe ser educado[16]. En este caso, Luis XIV fue educado y su recepción de una cultura universal (aunque sesgada hacia su encargo, incluso hacia la guerra) permite dispersar sobre el país entero, una emanación cultural nunca antes vista. En ese sentido, ante la pregunta de por qué el despotismo de Luis XIV fue ilustrado, la respuesta sería porque recibió una esmerada educación desde niño y la continuó la vida entera; entonces esto nos conduce hacia una “educación de príncipes” encierra el fenómeno de la ilustración y la escuela pública, etc.
Esa entera línea biográfica no contiene ninguna importancia para Anderson, sino que el fondo opera con el crecimiento del capitalismo dentro del feudalismo. Conviene revisar su argumento, pero no concuerda con una interpretación del incremento autónomo del conocimiento muy evidente en cualquier investigación de la cultura o el fenómeno educativo como eventos autónomos,[17] aunque el comercio sí contribuya para su efecto y preservación mediante el “capitalismo impreso”.[18] El crecimiento del racionalismo filosófico y la expansión del método científico en el periodo se puede considerar una serie histórica que rodea y fertiliza el periodo del Rey sol, sobre lo cual adquiere mucho más sentido que impulsara la educación y las artes, favoreciendo el crecimiento productivo de su país.

El simbolismo de la monarquía, el código del poder
Final, pero no intrascendente, surge el tema de los símbolos. El símbolo inicial del Luis XIV ya posee el signo de la grandeza, —como en adivinanza, el Sol sobresaliendo en los cielos—, advirtiendo que su reinado trascendería el periodo y lanzaría su modelo por Europa entera. Nos puede desagradar, pero este reinado luego resultaría ejemplar del despotismo ilustrado para Europa entera, siendo seguido en los confines, como la lejana Rusia, con su absolutismo arcaico pero afrancesado, de hecho el francés se convertiría en el idioma cosmopolita durante el siguiente periodo.
Ahora bien, un símbolo también es un jeroglífico de época y el discurso de las artes nos debe revelar (lo que para la mirada ignorante simplemente vela) de tal modo, que esta simbología nos indica las características políticas del gobierno absoluto. Este tipo de gobierno, aristocrático pero centralista, gobernando con la aristocracia pero enconado con los nobles, exige un discurso del poder majestuoso, justamente la majestad (deslumbrar con el lujo, la teatralidad de la monarquía) es el complemento del derecho divino (justificación religioso-política) centralizado, de tal modo que Luis XIV fue un precursor brillante, quien entendió esto: sin brillo el reino se tambalea. Había vivido la fragilidad de su gobierno mediante las rebeliones de la Fronda, entonces debía acorazarlo y amurallar la jerarquía de su centro. El complemento de las fortalezas defensivas en las fronteras lo constituía Versalles (como palacio y como corte, dos dispositivos esenciales del mando monárquico) y el retrato de su propia persona, la cual se convertía el sol. Así, el sol debe deslumbrar para evitar ser alcanzado, Luis XIV resultó un maestro en el arte de deslumbrar, mediante las obras palaciegas y artísticas, así como la organización cortesana.
Después del sol como símbolo del rey, vienen las alegorías de Apolo y su carro de fuego, como vehículo que trae el conocimiento a la humanidad, una plástica expresión de su lado ilustrado. Finalmente, conviene comentar el gusto por los símbolos de la abundancia, como las frutas, los niños, las espigas y mazorca, incluso el afamado cuerno de la abundancia que conservaría ampliamente en la iconografía francesa. Así, el lenguaje simbólico absolutista indica la expansión solar y la venida de la abundancia. En este aspecto, las alegorías van de la mano con la política económica naciente, sustentada por teorías mercantilistas, la monarquía se ocupa de fomentar el comercio y las manufacturas, durante un periodo en el que el comercio es un instrumento de poder. Entonces su gobierno favorece la riqueza del país, y las instituciones de alivio, como repartir el pan durante las hambres periódicas, cuando un rudo invierno destruye las cosechas.
Por último, convendría estudiar el paulatino avance del simbolismo nacional, del conjunto del país emergiendo como una plataforma maternal. Este punto debe discutirse, porque con la retrospectiva se cree en una Francia inmortal, plataforma sólida de cualquier gobierno, sin embargo, creo que esa realidad en el siglo de Luis XIV todavía resultaba frágil. La referencia a la comunidad imaginada o entidad maternal (proto-patria) complementaba la utilidad del monarca, y en el relato de Hatton se insiste en la creencia personal del rey para servir a su país, sin embargo, en ese periodo la mayoría de los príncipes podían mostrarse como propietarios fríos de los territorios y permutarlos por una lejana provincia, si las circunstancias y su gusto lo permitían; en ese sentido no existían las dinastías patrióticas por esencia sino por excepción. Parece que Luis XIV resulta ejemplar como una excepción, en su voluntad de aferrarse a un país, y mantenerse seguro dentro de él, perfilando el símbolo de una tierra-madre con la cual identificarse irremediablemente. Las supuestas palabras finales del rey Luis XIV también merecen un comentario respecto de la cuestión nacional, pues se le atribuye en su lecho de muerte “Yo me marcho, Francia permanece”, sin embargo, esta versión resulta un tanto dudosa para Hatton, quien indica “según parece”.[19] Con seguridad una posteridad nacionalista dio tintes más patrióticos a este emperador, ya que objetivamente contribuyó a la consolidación de Francia, y en lo que aquí comentamos su periodo también contribuye a la imaginería simbólica de una comunidad mediante una patria en representación maternal.

LA CONCEPCIÓN DE PERRY ANDERSON SOBRE EL REINADO DE LUIS XIV

Las anotaciones originales conteniendo el tema presentado por Anderson aparecen en azul, surgieron desde el año 1978, durante un seminario. Conviene refrescar su lectura inicial para tener la visión completa del objeto teórico.
Perry Anderson, El Estado absolutista: Capítulo 14.- Francia.
- Antecedentes. Permanencia de la monarquía de los Capeto, ofrecía una continuidad de la dinastía en un largo plazo (sobre el territorio centrado en París, de tal manera se generaba una identidad monarcas-territorio, que para el sistema feudal resulta casual, porque los gobernantes aristócratas se desplazan según la suerte de la guerra y los destinos sucesorios, por otro lado resulta forzosa en cuanto ese lazo entre el poseedor y su posesión, vínculo demostrado cuando se colocaba el nombre del gobernante sobre el territorio conquistado, como se denomina una provincia como Luisiana desde la costa del Golfo de México hacia la rivera del Mississippi). Además no existió por largo tiempo una dinastía rival fuerte, ni las diferencias regionales en la región francesa resultaban tan marcadas ni conflictivas (por tanto, esta dinastía tendió a identificarse con la extensión completa del suelo de lo que llegó a ser Francia).
-En esa época el volumen demográfico de Francia generaba una dificultad formidable a la unificación administrativa por sus 20 millones de habitantes (pues para la escala feudal, resultaba demasiado poblado y extenso).
- El progreso de la centralización monárquica de la región fue convulsivo, mediante “jalones” hacia el centralismo y recaídas en la “anarquía regionalista”, marcados por las grandes guerras que afectaron internamente a esta región. Este proceso centralizador se compone de tres etapas.
-La guerra de los cien años. En fin, esta guerra solamente terminó ganada abandonando los servicios de caballería, y creando un ejército regular pagado. Para levantar ese ejército regular se concedió un impuesto nacional de la monarquía. Pero esas medidas fiscales y administrativas al comenzar el proceso no opacaban de ninguna manera a los Estados Locales (periodo de Carlos VII).
Luis XI centralizó más aún el poder, derrotando a los aristócratas borgoñeses, únicos contendiente de peso regional para ocupar la corona. Pero París no reina aún un Estado centralizado. Francia quedó dividida en “gobernadurías”, regidas por príncipes o grandes  nobles, quienes poseían “una amplia gama de derechos reales “, y entonces lograban actuar como autoridades autónomas, hasta  bien entrado el siglo XVII. Además crecieron en número y en importancia los parlamentes locales: la dinastía no alcanzaba a imponer un aparato eficaz de gobierno monárquico “en el marco de una economía sin mercado unificado ni un moderno sistema de transporte y en lo que aún no se había alcanzado, la disolución de las relaciones primarias de tipo feudal”[20].
Se intentó construir “”Estados Generales”, la figura de una especie de democracia aristocrática, pero como en esas reuniones los monarcas no lograban impuestos (para ellos mismos) se dejaron de convocar.
Periodo de Francisco I y Enrique II. Los funcionarios jurídicos extendieron gradualmente derechos legales de la monarquía y los parliaments podían ser intimidados por secciones especiales en presencia del rey. Pero aún no eran reyes autocráticos, respetaban los tradicionales privilegios nobiliarios.
Guerras civiles y religiosas. La muerte de Enrique II precipitó cuarenta años de luchas internas. Ahí se sintetizaron todos los conflictos políticos de esa transición. Originando el conflicto nobiliario, produjo la radicalización urbana y levantamientos campesinos no religiosos. Eso reunificó a la clase dominante, ante el peligro la nobleza se reunió en torno al Estado. Enrique IV sube al trono. A partir de ese momento histórico el absolutismo se encamina rápidamente a la madurez. En 1604 la venta de cargos se estabilizó haciéndolos hereditarios a cambio de un pequeño porcentaje anual sobre su valor de compra. Pero la Guerra de los Treinta Años volvió a desestabilizar esos sistemas fiscales. A pesar de todo, curiosamente entrelazado con esa burocracia venial, Richelieu y sus sucesores construían una maquinaria administrativa racionalizada, que hiciese posible por primera vez el control y la intervención reales directos en toda Francia. Richelieu aplastó las conspiraciones aristocráticas, derribó castillos y suprimió los Estados (asambleas de nobles o provinciales) donde pudo hacerlo. Por encima de todo, creó el sistema de intendants, funcionarios enviados con poderes omnímodos a las provincias, nombrados por el rey, sus cargos eran revocables y no se podían comprar, representaban el poder del nuevo Estado. Pero coexistían con officers y palements. La estructura adquiere una extrema y florida complejidad.
Análisis: dualismo económico, de cargos particulares y impuestos generales, “esta duplicación se reproducía en las estructuras del absolutismo francés”[21].
No sólo el Estado absolutista integraba a la nobleza, la venta generalizada de cargos integró también a la burguesía que tendía a asimilarse con la aristocracia. Además el Estado absolutista propiciaba negocios útiles a la clase burgués. El resultado político fue llevar a una vía muerta la evolución política de la burguesía  francesa durante 150 años.
Desde aquí empieza la parte más directamente relacionada con Luis XIV.
Fronda: el peso del aparato del Estado cayó sobre los pobres. La guerra de Treinta Años fue el bautizo de fuego para el Estado absolutista. El éxito de Francia contra España en esa guerra. Pero las presiones fiscales eran salvajes contra la población. Llegaron las rebeliones desesperadas de las masas. La Fronda fue la cresta más alta de la oleada de rebeliones populares “una vez más, el país pareció caer en pedazos a medida que las provincias se desvinculaban de París”[22]. Ocurrió la toma popular del poder político en las ciudades de Burdeos y París. Ante el peligro popular las clases propietarias, luego de tantos conflictos, finalizaron más unificadas.
Cuando terminó la guerra con España ya estaba preparada una selecta élite burocrática para el próximo reinado. En adelante la aristocracia “sentaría cabeza” bajo el absolutismo consumado y solar de Luis XIV. En 1661, una vez que el poder ejecutivo y la autoridad real se reunieron el absolutismo alcanzó rápidamente su clímax: los parlamentos fueron silenciados, los tribunales soberanos fueron reducidos a la obediencia, la autonomía municipal fue embridada; la nobleza tuvo que residir en Versalles (1682) y quedó separada del señorío efectivo sobre sus dominios territoriales. Se reforzó el poder de los llamados intendants, los representantes locales del Estado. El cuerpo de funcionarios civiles era sumamente reducido, 1000 responsables contando la corte y las provincias, pero estaban apoyados sobre una impresionante máquina coactiva (50 mil a 300 mil soldados).
Su cultura francesa se convertirá en un modelo para las demás noblezas.
El objeto de este Estado absolutista era la expansión militar. La guerra de la Liga de los Habsburgos alineó a toda Europa occidental contra de Francia. El resultado de esta guerra fue nulo.
Paradoja: el mayor esplendor y dominio interno del Estado no coincidió con la mayor expansión. Razón: ahora se enfrentaba (Luis XIV) a Estados capitalistas, de Inglaterra y Holanda, es decir, socio-económicamente más potentes. Entonces el éxito del esfuerzo interno fracasó en el terreno del ámbito externo.
Un resultado del reino prolongado de Luis XIV fue un “culto a la autoridad real”[23] sin comparación en ningún otro país de Europa durante esa misma época.
El legado posterior a Luis XIV.
Regencia: La llegada de la Regencia en 1715 anunció la reacción social ante el fracaso; la alta aristocracia reapareció. El soberano pasó a manos de los pares. El carácter clasista: se reforzó el carácter noble (de clase) del Estado absolutista, los altos puestos volvieron a ocuparse exclusivamente por nobles.
Condición de eficacia como Estado absolutista residía en la distancia estructural respecto de la clase que defendía.
Después de Luis XIV no aumentó la racionalización del sistema político, ni tarifa aduanera, ni sistema de impuestos ni código legal uniforme, ni administración local uniformes.
Contradicciones objetivas del absolutismo: éste exigía impuestos, pero la aristocracia a cambio exigía controles políticos.
Siglo XVII. Desarrollo burgués. Separación de éstas respecto del Estado absolutista, prosperaron fuera de éste y ya no hubo “integraciones”.
Ante la deuda financiera del Estado surgen variados conflictos entre Estado absolutista y nobleza. Finalmente sobre la estructura de los “Estados generales”: la misma rigidez del vínculo precipitó la caída de tal forma de representación, abatida por el Estado absolutista.

RESUMEN DE LA INTERPRETACIÓN DE RAGNHILD HATTON SOBRE LUIS XIV

El texto en verde corresponde a la reseña de las principales aportaciones de Hatton al tema del rey Luis XIV.
Nace en 1638 y muere en 1715. Su reinado fue muy largo, heredando el reino a partir de los cinco años, y durante su minoría de edad la regencia la tuvo su madre, la reina Ana de Austria (en realidad española de la dinastía Habsburgo), la cual confió el gobierno a Mazarino (quien adquirió el título de cardenal). Hasta 1661 asumió personalmente el poder pleno y se convertiría en el prototipo del monarca absoluto, la personificación de una modalidad de acción política y administración Estatal. También se caracterizó por su tipo de monarquía ilustrada, mentora del desarrollo económico y de las ciencias y artes.
Sus ministros fueron principalmente burgueses, que heredaron hasta sus cargos a los hijos, formando una especie de aristocratización, comprando matrimonios nobles, pero todo lo debían al rey. En cambio, a la nobleza la mantenía el rey “alejada de la política”[24] en el sentido de las altas decisiones, pero integrada en la corte y en el ejército. De manera más radical existen testimonios de que el rey “había expresado a menudo su afán de conseguir erradicar la nobleza de Francia, pero ignoramos si lo consideraba practicable”[25] Con esto se valdría ahondar en la contradicción entre Estado y aristocracia en el periodo.
Las continuas guerras del periodo, y las preguntas en torno a su carácter inevitable.
La anécdota de su nacimiento, después de un matrimonio muy joven su madre la reina había abortado dos veces. El rey la evitaba, por temor a nuevas situaciones adversas. En una breve reconciliación de una sola noche, la reina volvió a quedar embarazada. En esa época resultaba estratégica la sucesión dinástica, por lo mismo se creó una gran expectativa por el nacimiento del príncipe, por eso se recibió como asunto de gran importancia. Se le bautizó públicamente con el título completo de “Louis le Dieu-Donné”, Luis la donación de Dios; además se le representó simbólicamente como un sol saliendo detrás de una nube, para indicar el renacimiento de la esperanza tras el tiempo nublado. Nació con dos dientes ya formados, por lo que se contrataron ocho nanas para amamantarlo. Luego de dos años, nació el hermano Felipe, con quien la madre guardó especial cuidado, para evitar una rivalidad peligrosa hacia la sucesión de la corona.
La educación del rey estuvo centrada en su capacitación militar y en la cultura general. Aprendió a montar a caballo, se le inculcaron los juegos de guerra, tuvo al ejército de Francia en miniatura para su educación y ya mayor usó flotas en miniatura para reproducir las batallas navales[26], le enseñaron equitación los mejores maestros, fue un experto tirador. Desde pequeño le leyeron en voz alta, antes de dormir, capítulos de historia, considerados más adecuados, resulta prominente una Historia de Francia por Mézeray[27] (lo cual resulta sumamente interesante por la figuración de la idea nacional francesa), y durante su vida entera conservó el gusto por escuchar lectura en voz alta. Desde el punto de vista teórico, alcanzó a dominar el arte de la guerra, especializándose en el sito y la logística. Las ciencias le agradaron. La geografía el interesó por el estudio de los mapas. Desde joven aprendió a no decir demasiado por cuanto representaba un riesgo político. Aprendió el arte de la política de manos de Mazarino, de quien se afirma le inculcó a Luis XIV la convicción de que los intereses de Francia estaban “sobre las inclinaciones personales del rey”[28]. Creyó que debía desligar sus creencias religiosas católicas a favor de mantener la unidad del Estado[29], evitando un conflicto mayor con lo protestantes, y aunque abolió el Edicto de Nantes, bandera de la tolerancia religiosa europea, no lo sustituyó con obligaciones confesionales y mantuvo libertad religiosa para los protestantes[30], mientras no atentaran políticamente contra su gobierno.
La Fronda resultó el mayor desafío para el reinado de Luis XIV significando, el riesgo completo, presentando tanto fases “semirepublicanas” en Burdeos y Marsella, como una revuelta de la nobleza. El joven rey debió huir hasta de París por las turbulencias. Una parte de estos episodios giraban en torno al odio aristocrático y popular contra Mazarino, una especie de xenofobia contra un extranjero atrás del trono, quien debió retroceder hacia un segundo plano, dando el protagonismo a un joven rey. En parte la Fronda terminó mediante delicadas negociaciones y el rey otorgó una amnistía como medio de conciliación. Temiendo a la nobleza, el rey tuvo como aspiración alcanzar un gobierno personal que evitara de raíz los conflictos con facciones rebeldes[31].
Hacia 1650-1660 la familia real padecía falta de dinero.
La enorme actividad como constructor, incluyendo Versalles y multitud de obras.
Comitivas para promover que el rey fuera visto en la zona central y otras ciudades[32]. Este aspecto de “mostrar” al rey y su majestad posee otros matices. Por ejemplo, una “política de puertas abiertas” en Versalles para que los visitantes acudieran al lugar, con la condición de estar bien vestidos[33]. Claro, la gente común no se podía acercar al rey. En cambio, de manera masiva la aristocracia concentrada en la corte miraba o vislumbraba constantemente al rey. Por tanto, apareció una lucrativa actividad de los cortesanos aristócratas para presentar peticiones de solicitantes dentro del círculo del rey, ejerciendo una especie de gestoría informal.
Su aprendizaje sobre las finanzas, descubrió que su primer ministro de finanzas Fouquet se enriquecía a costa del reino, por lo que lo investigó pacientemente hasta desenmascararlo y arrestarlo en una oscura fortaleza. Los grandes ministros eran tan influyentes que al rey le pareció atinado crear oposición entre sus familias. Por el aumento notable de la burocracia se incrementó el número de ministros hasta alcanzar 16, una cantidad enorme para entonces. Los intendants pasaron a convertirse en gobernadores permanentes[34]. Descripción de las actividades del rey, en asuntos de Estado,  desvirtúa la imagen de un festival palaciego permanente; las reuniones eran diarias, con informes detallados y resoluciones continuas. Reuniones con diplomáticos, y recepción de informes detallados, preparación de las negociaciones.
Dentro de sus atribuciones este rey absoluto manifestaba respeto por las leyes, y como ejemplo paradójico pone Hatton el diezmo, el cual fue consultado con la Facultad de Leyes de la Sorbona antes de aplicarse y se retiró en cuanto terminó la situación de emergencia extrema. Asimismo, hacia 1680 cesaron los procesos por brujería en el país. Los atributos del rey para encarcelar no se utilizaron indiscriminadamente[35]. Pero bajo presión de riesgo para su Estado Luis XIV cometió enormes crueldades como el bombardeo de ciudades indefensas ejemplificado en Génova, arrasar un territorio cuando se aproximaba el enemigo para evitar su utilización como pasó con el Palatinado
Como anécdota la llegada de la embajada de Siam (ahora Tailandia) en 1687 causó revuelo por la lejanía del sitio.
La promoción del rey hacia las manufacturas y comercio, implicó que los nobles no perdieran su título por dedicarse al comercio[36], a diferencia de lo sucedido en otras regiones.
En el periodo se reestructuró al ejército en un sentido de profesionalismo, para “crear un ejército suficientemente disciplinado a nivel de oficiales”[37] Hacia 1660 todavía un tercio de los 120 mil alistados al ejército eran tropas alquiladas o mercenarias. La tendencia posterior fue a integrar un ejército compuesto principalmente por franceses. Durante las mayores hostilidades se integraron hasta 350 mil pero luego se desmovilizaba la mayor parte. Rápido crecimiento de la marina de guerra, insignificante al inicio del reinado.
Este rey mostró vivo interés en promover la cultura, ciencias y artes en el país. En 1653 fundaron la Academia Francesa. Hacia 1663 creó la Pequeña Academia de Inscripciones y Medallas, un tanto ridiculizada después por su empeño tan especializado. Uno de los propósitos fue realzar la importancia del idioma francés. Existió censura sobre los escritos, pero es estima que era menos rigurosa de lo que se debería de esperar en un contexto absolutista. La Academia de Ciencias se creo en 1666 y sus quince miembros recibían magníficos emolumentos. Además creó otras Academias como la de Pintura y Escultura (1655) la Francesa en Roma (1666) y de Arquitectura (1671). Asimismo las enormes labores arquitectónicas y de decoración por parte del gobierno promovieron empleo para los talentos de las ciencias y artes.
El tema de la política exterior le parece del mayor interés a Hatton, y la centra en base a un par de ejes estratégicos. El  primero es el “cerco Habsburgo”, por cuanto las dos poderosas dinastías descendientes de la casa Habsburgo flanqueaban al reino de Luis XIV, si bien con el lado español existía una relación de parentesco estrecha por el lado materno, el mismo parentesco resultó motivo de enormes conflictos, justamente por la guerra de Sucesión Española. Bajo ese contexto del “cerco externo” le parece a este autor la línea de conducta del rey como orientada completamente para crear fronteras seguras, sobretodo la oriental[38], moldeando un territorio viable para la guerra defensiva y un espacio adecuado al mantenimiento del reino. Sin embargo, también existieron otras consideraciones (las comerciales[39], religiosas[40] y territoriales) porque también este rey lanzó guerras ofensivas.
Ahora bien, a insistencia de alcanzar una coherencia territorial pareciera en una retrospectiva que se liga con un matiz nacionalista, pero también resulta viable interpretar en un sentido completamente contrario, pues las permutas territoriales son un sello de la nobleza, intercambiando tierras y poblaciones cual si fueran mercaderías sencillas y no “suelo patrio sagrado”[41]. Obsérvese la febril actividad de intercambio de territorios y tratados donde se modifican fronteras y soberanías a lo largo de esos años.  Las supuestas palabras finales del rey Luis XIV merecen un comentario respecto de la cuestión nacional, pues se le atribuye que dijo en su lecho de muerte “Yo me marcho, Francia permanece”, sin embargo, esta versión resulta dudosa para Hatton, quien indica “según parece”[42].
En su reinado se interesó por dejar un testimonio de sus obras, comisionando a escritores para realizar la narración histórica, y también encargó establecer sus memorias, incluyendo sobre las cuestiones militares. Sin embargo, próximo a la muerte Luis XIV destruyó una parte de sus archivos con las cuestiones más personales.
El simbolismo de la monarquía ya estaba listo desde el nacimiento con el sol emergiendo tras la nube. A esto se agregó una colección de interpretaciones mitológicas, donde el rey se asociaba con Apolo. En el gusto por las artes creció un neopaganismo de estilo renacentista, adornando las fuentes de Versalles o los rincones de los palacios, donde el rey aparecía como emperador romano o dios griego[43]. Existía gusto por los símbolos de la abundancia como mazorcas de maíz, frutas y niños.

 NOTAS:



[1] HATTON, Ragnhild Marie, Luis XIV.
[2] ANDERSON, Perry, Transiciones de la antigüedad al feudalismo.
[3] ANDERSON, Perry, El Estado absolutista.
[4] HATTON, R. op. cit., p. 47-48.
[5] La hipótesis de personalización significa que el individuo personifica un papel que le es impuesto, para el marxismo lo imponen las relaciones de clase basadas en un fundamento económico, por tanto, inconscientes. Por ejemplo, Marx en El capital o La guerra civil en Francia.  
[6] HATTON, R. op. cit., p. 47
[7] HATTON, R. op. cit., p. 186-187, Ilustra el reparto de pan gratuito en 1662.
[8] ANDERSON, Perry, El Estado absolutista, p.82. Como historiador que ahonda también en procesos revolucionarios, el parámetro del culto a la personalidad del líder (religión de Estado), debe ser más vistoso que al no interesado en tales parámetros. Véase Trotsky, Stalin.
[9]ANDERSON, Perry, El Estado absolutista, p.192. Quizá el ejemplo de los polacos y su igualitarismo nobiliarios, las muchas islas de democracia como los cantones suizos y las ligas comerciales, apuntan hacia la ruptura de la causalidad propia del marxismo. Alrededor de lo cual batalla hábilmente Anderson para evitar ese colapso teórico, sin traicionar la evidencia empírica. Lo cual queda más claro en su obra conexa Las transiciones de la antigüedad al feudalismo.
[10] En sentido opuesto, algunas variedades de estructuralismo, plantean regiones separadas, ya sean los cortes horizontales de la arqueología de Foucault (de Las palabras y las cosas) o bien los segmentos separados con lógicas distintas de Levi-Strauss en muchas obras o Daniel Bell, en Las contradicciones culturales del capitalismo.
[11] La causalidad de una línea de hechos como el nacimiento del delfín parecería rigurosa ley, pero que se cruce con una larga simultaneidad nos hace recordar los azares imposibles, por tanto hundirse en lo misterioso de la libertad. Véase la introducción de Sartre en Crítica de la razón dialéctica.
[12] Daniel Cosío Villegas, El estilo personal de gobernar.
[13] Recuerda la teoría de juegos de Nash, cuando los participantes cambian de opciones conforme se modifican las fuerzas relativas y terminan alcanzando un equilibrio.
[14] MARX, Karl, Historia de la diplomacia secreta. La enorme valoración concedida a la diplomacia está relacionada con su posición estratégica antagónica con el zarismo ruso.
[15] HATTON, Ragnhild, Luis XIV, p. 30, “Un segundo embarazo, en 1630, acabó también en aborto y a partir de esa fecha Luis XIII evitó el lecho de su esposa (…)” Volverían ellos  a tener un encuentro hacia 1637 y entonces fue el embarazo afortunado.
[16] MARX, Karl, Tesis sobre Ludwig Feuerbach. En su periodo de superación de este filósofo alemán Feuerbach anteriormente aceptado, Marx escribe estas tesis, afamadas por su prefiguración de una filosofía radical.
[17] Incluso un estudio horizontal, como la arqueología epistemológica de Foucault no favorece una hipótesis lineal entre el conocimiento con el capital mercantil del periodo. Véase Las palabras y las cosas.
[18] Expresión de Benedict Anderson para indicar la importancia de la industria edituria para la formación de la conciencia nacional moderna, en Comunidades imaginadas.
[19] HATTON, R. op. cit., p. 190.
[20] ANDERSON, Perry, El Estado absolutista, p.87.
[21] ANDERSON, Perry, El Estado absolutista, p.93
[22] ANDERSON, Perry, El Estado absolutista, p.
[23] ANDERSON, Perry, El Estado absolutista, p.82.
[24] HATTON, Ragnhild Marie, Luis XIV. p. 11.
[25] HATTON, R. op. cit., p. 185. Con lo cual convendría investigar si resultaba una consideración de “cruce histórico”, ya que amenazaría la teoría normal de operación de las clases sociales. 
[26] HATTON, R. op. cit., p.122.
[27] HATTON, R. op. cit., p.37
[28] HATTON, R. op. cit., p.43
[29] HATTON, R. op. cit., p. 40
[30] HATTON, R. op. cit., p.154. Edicto de Fontainebleu donde se respeta el derecho de conciencia de los hugonotes franceses.
[31] HATTON, R. op. cit., p.56. “ejercería un gobierno personal”
[32] HATTON, R. op. cit., p. 78 “la ruta a París fue elegida expresamente para que el rey pudiera ser ver –y ser visto” p. 79 “Se puso gran esmero en mostrar al rey aureolado por toda su autoridad en poblaciones otrora dominadas por los frondeurs
[33] HATTON, R. op. cit., p.161.
[34] HATTON, R. op. cit., p. 113.
[35] HATTON, R. op. cit., p. 179
[36] HATTON, R. op. cit., p.114.
[37] HATTON, R. op. cit., p.116.
[38] HATTON, R. op. cit., p. 134-135
[39] HATTON, R. op. cit., p. 145. Aunque reconoce un conflicto de aranceles entre Francia y la República Unida (Holanda) como motivo de la guerra, le parece que el conflicto no resultaba de envergadura.
[40] HATTON, R. op. cit., p. 142. Luis llegó a apoyar secretamente a los turcos en contra de Austria, causando remordimientos de conciencia y luego provocando una operación para “borrar huellas” en el sentido contrario.
[41] HATTON, R. op. cit., p. 136. En ese sentido, las opiniones de este historiador resultan ambiguas, ya que cree existía interés por integrar a la región Lorena  para “unirse en cuero y alma a la nación”, cuando el medio son los intercambios territoriales continuos.
[42] HATTON, R. op. cit., p. 190.
[43] HATTON, R. op. cit., p. 164-168.

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