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domingo, 22 de noviembre de 2009

ECOS DE LAS PALABRAS, REFLEJOS DE LAS COSAS: SOBRE LAS PALABRAS Y LAS COSAS DE MICHEL FOUCAULT. 1a Parte


Por Carlos Valdés Martín

En primer lugar, conviene reconocer méritos a una reflexión cuando engloba, integra, engalana y seduce simultáneamente, en efecto, Foucault es uno de los principales seductores del pensamiento del final del siglo XX, quien con estilo desafiante e innovador retó las tendencias y las inercias del pensamiento para proponer nuevos rumbos. Por mi parte, me confieso, casi he sido alérgico a su tendencia de pensamiento y a pesar de mis propios disgustos, centrados en algunas temáticas puntuales como su “abatir al sujeto (hombre)” y su filiación (inicial) estructuralista debo reconocerlo como un pilar de las reconsideraciones teóricas, con denso fondo teórico para las construcciones pos-modernistas. En fin, esta evaluación me resulta difícil, ya que viajar por los entretelones del pensamiento de varios siglos resulta casi extenuante, pero también alegre por la amplia recuperación de visiones, discursos e integraciones, entonces al final de la jornada Foucault me parece el creador de un museo propio, a la manera como también lo haría un Elías Ashmole, precursor temprano de una museografía de inquietud intelectual.

El tema de las Meninas y el orden de las cosas
Este inicio me encanta y entusiasma, asimismo indica el estilo del pensamiento. Las Meninas representan una pintura cumbre de la tendencia barroca del arte, el arte también es pensar, entonces el arte de Velásquez también no atrae hacia el pensamiento barroco. ¿Es una metáfora el cuadro de las Meninas o resulta ya una revelación? En este caso, supongo es una revelación, porque la perspectiva teórica de Foucault me parece perfectamente barroca, no en estricto sentido, sino en la complejidad buscada, porque en cada punto de vista, emplea uno distinto para entrelazarlos, y ese entrelazamiento continuo de los modos discusivos, le permite acceder a una nueva plataforma y coronar su propia perspectiva teórica. Asimismo, no integra una obra de antigüedades sino de novedades, su motivo explícito fue la admiración causada por una anotación de Jorge Luis Borges cuando relata el modo de integrar cosas dispares dentro de una “enciclopedia china”. Conviene indicar estos contrapuntos: ficción literaria fantástica en Borges, arte barroco en Velásquez y teoría del pensamiento dentro de Foucault. Su pretensión es mostrarnos el modo como se forja el pensamiento, la creación de una “episteme” donde se establecen las posibilidades el pensamiento. La instauración del “orden de las cosas” marca el primer tema de Foucault ¿cómo se ordenan las cosas? Esa es una pregunta esencial y ofrece una amplia respuesta, atravesando los siglos y las mentalidades, mostrando los modos de discursos teóricos, científicos y literarios. Este concepto de orden (para pensar, para aprender, para decir, para captar…) de las cosas resulta clave en la visión de Foucault. Nos indica “El orden es, a la vez, lo que se da en las cosas como su ley interior, la red secreta según la cual se miran en cierta forma unas otras, y lo que no existe sino a través de la reja de una mirada, de una atención, de un lenguaje” Entonces le parece que tal orden para relacionar las cosas y generando una percepción fabrica el signo y el medio privilegiados, así “encapsulan” a las personas y entonces “Los códigos fundamentales de una cultura (…) fijan de antemano para cada hombre los órdenes empíricos con los cuales tendrá algo que ver y dentro de los que se reconocerá.”[1] Sin embargo, le parece que el fundamento del orden se encuentra en una región media justamente donde estima Foucault aparece dicho orden, la cual “entrega el orden en su ser mismo” y “existe en toda cultura, entre el uso de lo que pudiéramos llamar los códigos ordenadores y las reflexiones sobre el orden, una experiencia desnuda del orden y sin modos de ser”, y siendo esta la zona más fundamental y al existir “anterior a las palabras, a las percepciones y los gestos” resulta ser “más sólida, más arcaica, menos dudosa, siempre más ‘verdadera’ que las teorías que intentan darle forma explícita”[2] Este extraño reino medio donde Foucault coloca la creación espontánea del orden mental de cada época, corresponde en otras visiones a la ideología (o más precisamente a su fuente) o bien a los “espíritus de época”, un reinado de lo social para Marx, un reinado del inconsciente para Freud, de tal modo se integra una plataforma que nos permite entender el porqué de los resultados intelectuales de cada periodo. Y los resultados intelectuales, las obras de teoría y de pensamiento son la materia de la evidencia, así se requiere de justificar la génesis relativamente homogénea de cada periodo. Por tanto Foucault presenta “un estudio que se esfuerza por reencontrar aquello a partir de lo cual han sido posibles los conocimientos o teorías; según cuál espacio de orden se ha constituido el saber”, por tanto no le interesa el valor racional de las teorías, ni su progreso, sino “sino sacar a luz el campo epistemológico”[3] o lo que también llama reiteradamente descubrir “las condiciones de posibilidad”. Bajo esa óptica no plasma una historia de la continuidad de las ideas teóricas o el progreso de su objetividad, sino una operación por estratos, lo que él denomina una arqueología, para colocar cada tiempo del pensamiento dentro de una “episteme” o condición de posibilidad. Ciertamente, aunque en otros aspectos resultara confrontable el enfoque de Foucault su visión daría lugar a una profundización cualitativa de cada periodo del pensamiento, permitiendo mostrar su estructura de operación, zurciendo lateralmente entre la formación de cada periodo, estableciendo los vínculos entre una modalidad de biología y de filosofía, entre una gramática y una economía, entre una geografía y una economía, etc. Esa posibilidad de una apreciación cualitativa genera sus frutos reales en la obra de Foucault y se le debe reconocer su mérito, sin embargo, no siempre permanece fiel a su premisa, y durante diversos tramos de su texto ignora la especificidad. Si por un momento comparamos los logros de Foucault con los de Frances Yates[4] sobre el mismo periodo, descubrimos que otra historiadora con menos pretensión en su trascendencia teórica y simplemente amando la materia de estudios y bajo los procedimientos tradicionales del historiador, realiza descubrimientos tan sorprendentes al mostrarnos una filosofía oculta dentro de autores muy importantes. De manera puntual me parece que algunas de las “estructuras de pensamiento” o piezas de la epistemología del periodo, de manera clara quedan achatadas durante la interpretación de Foucault, ya que esas piezas deben encajar dentro del orden de la episteme definida, como acontece con el tema del microcosmos y su función clave para el pensamiento renacentista.

El tema del sujeto o del hombre, y un vacío en el lugar del rey
Como subtema de fondo, en el método propuesto por Foucault su planteamiento no revela que conduce hacia la desaparición del Hombre o del Sujeto, combatiendo contra un tema fundamental de la estructuración del pensamiento filosófico y teórico. Sin ahondar en este punto demasiado, Foucault nos afirma que se trata de una posición relativamente novedosa, propia del pensamiento moderno, definiéndolo “sólo como un desgarrón en el orden de las cosas” y para él “reconforta y tranquiliza el pensar que e hombre es sólo una invención reciente, una figura que no tiene ni dos siglos, un simple pliegue en nuestro saber y que desaparecerá en cuanto éste encuentre una forma nueva”[5] Como el tema no está explicado, parecería que combate a la realidad empírica de las personas lo cual resultaría un disparate, y la objeción de Foucault corresponde al eje filosófico, al centro de la creación del pensamiento.
Y ya que el arte nos permite una interpretación libre nos permite comprender el cuadro de las Meninas de una manera opuesta a Foucault, para el teórico francés un resultado es la desaparición del sujeto real dentro del cuadro, porque los focos originales fueron el pintor (creado) y el rey (motivando, solicitando la obra), sin embargo en mi opinión Velásquez con esta precisa obra cumple un reto impresionante y hasta ejemplar al colocar al espectador ante el cuadro de las Meninas, y sucede lo mismo con cada humilde espectador, que termina colocado en la posición del rey. Curiosamente Foucault estima que esta obra singular revela la supresión del sujeto, pasando hacia a pura representación, y por el contrario mis reflexiones indican que el resultado es convertir al simple espectador (la sencillez de la mirada pasiva) en un soberano (los atributos del poder absoluto).
[1] FOUCAULT, Michel, Las palabras y las cosas, p. 5.
[2] FOUCAULT, Michel, Las palabras y las cosas, p. 6.
[3] FOUCAULT, Michel, Las palabras y las cosas, p. 7.
[4] YATES, Frances, La filosofía oculta en la época isabelina y El iluminismo rosacruz.
[5] FOUCAULT, Michel, Las palabras y las cosas, p. 9.

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