Música


Vistas de página en total

jueves, 19 de noviembre de 2009

CURAR AL ABISMO, EL “LAGO CURCIO” EN LA LEYENDA






Por Carlos Valdés Martín


Sin previo aviso una enorme grieta se abrió en mitad del Foro de Roma, la antigua zona comercial y pública más popular. ¡Qué nervios, una fosa insondable en mitad de la capital! El alboroto era enorme y los albañiles nada podían, se enviaban materiales que nada mejoraban la situación. Incluso los edificios aledaños empeoraban. El famoso socavón de la carretera resultaba nada comparado con este agujero impactando el corazón de la entonces joven Roma Eterna. El oráculo dijo algo extraño que nadie entendió, pero un joven general se adelantó y se precipitó con su cabalgadura por ese precipicio. Fue un sacrificio y calmó a los dioses, en señal de reconciliación crecieron tres árboles alrededor y, con facilidad, se rellenó el agujero para tranquilidad de toda la urbe. Desde entonces se rumora que ese espacio poseía una conexión con el Hades, pero el sacrificio de un inocente lo selló. En lo que sigue daremos dos versiones de este acontecimiento y una secuela. 
 
La más socorrida
Una versión, la más gustada en la literatura es esta: “Según nos cuenta Tito Livio en su Ab Urbe Condita, en el año 362 a. C se abrió en el centro del Foro, un gran agujero que amenazaba con tirar abajo los edificios cercanos. Los romanos intentaron taparlo, arrojando a su interior enormes cantidades de arena pero nunca terminaba por llenarse. Como no sabían qué hacer recurrieron a un oráculo,[1] el cual les dijo que tendrían que sacrificar “lo que constituía la mayor fuerza del pueblo romano”. A pesar de ello, y  como es normal en la antigüedad, nadie comprendía el significado de estas palabras. Pero hubo un joven ciudadano que sí las entendió. Se llamaba Marco Curcio y era uno de los generales de aquella reciente República. Así pues, portando sus mejores armas y montado a caballo, no dudo en arrojarse dentro de la sima demostrando a todo el mundo que el bien superior de los romanos residía en su sacrificio bajo el signo de las armas y el valor. Nada más hacerlo el gran agujero pudo ser rellenado formándose allí un lago (pozo), que tomó el nombre de su héroe: El Lago Curcio (Lacus Curtius).[2] En sus orillas nacieron tres árboles, una higuera, una viña y un olivo, símbolos de la cultura romana. Y además en algunas festividades los romanos arrojaban a su interior monedas para que el genio mágico del lago estuviera contento.”[3]
 
Versión que indica uno origen más natural
Tras los sucesos de famoso “rapto de las sabinas”,[4] los pueblos vecinos de los romanos de la Colina Palatina, decidieron tomar venganza y se organizó una guerra, siendo el encuentro principal en la zona baja que marcaba la confluencia entre las colinas Capitolio y Palatina, sitio que era lago y cenagoso, llamado Lago Curcio. El motivo para la denominación de esta zona se explica en esa misma batalla y como antecedente para el siguiente relato.
“Plutarco cuentan algunos sucesos curiosos en el curso de la batalla: El comandante sabino, Mezio Curzio, un hombre de coraje altivo, que se encontraba a caballo, lejos de su ejército, logró escapar, de milagro luego que su caballo fuera tragado por un limo oscuro de ese lugar, que en virtud de este suceso fue llamado Lago Curcio.”[5]

Blasón literario
A su vez Borges retoma un pasaje de una novela norteamericana del siglo XIX de Nathaniel Hawthorne. Ahí interroga y elogia a una metáfora sobre la gran grieta que se abrió en el Foro de Roma,  donde se sacrificó un soldado con todo y su caballo, anécdota que se plasmó en una página del Marble Faun.[6] Esa novela especula con la imagen de un abismo tenebroso:
“Resolvamos —dijo Kenyon— que éste es precisamente el lugar donde la caverna se abrió, en la que el héroe se lanzó con su buen caballo. Imaginemos el enorme y oscuro hueco, impenetrablemente hondo, con vagos monstruos y con caras atroces mirando desde abajo y llenando de horror a los ciudadanos que se habían asomado a los bordes. Adentro había, a no dudarlo, visiones proféticas (intimaciones de todos los infortunios de Roma), sombras de galos y de vándalos y de los soldados franceses. ¡Qué lástima que lo cerraron tan pronto! Yo daría cualquier cosa por un vistazo.
“Yo creo —dijo Miriam— que no hay persona que no eche una mirada a esa grieta, en momentos de sombra y de abatimiento, es decir, de intuición.
“Esa grieta —dijo su amigo— era sólo una boca del abismo de oscuridad que está debajo de nosotros, en todas partes. La sustancia más firme de la felicidad de los hombres es una lámina interpuesta sobre ese abismo y que mantiene nuestro mundo ilusorio. No se requiere un terremoto para romperla; basta apoyar el pie. Hay que pisar con mucho cuidado. Inevitablemente, al fin nos hundimos. Fue un tonto alarde de heroísmo el de Curcio cuando se adelantó a arrojarse a la hondura, pues Roma entera, como ven, ha caído adentro. El Palacio de los Césares ha caído, con un ruido de piedras que se derrumba. Todos los templos han caído, y luego han arrojado miles de estatuas. Todos los ejércitos y los triunfos han caído, marchando, en esa caverna, y tocaba la música marcial mientras se despeñaban...”
Se observa la metáfora del abismo creciendo a ritmo hipnótico, como despeñadero universal para convertirse en la guadaña de Cronos, amenazando con devorar todo, para recaer en el Caos. Después Borges, justifica el pasaje, un tanto contrahecho pero denso en significados: “Hasta aquí, Hawthorne. Desde el punto de vista de la razón (de la mera razón que no debe entrometerse en las artes) el ferviente pasaje que he traducido es indefendible. La grieta que se abrió en la mitad del foro es demasiadas cosas. En el curso de un solo párrafo es la grieta de que hablan los historiadores latinos y también es la boca del Infierno “con vagos monstruos y con caras atroces” y también es el horror esencial de la vida humana y también es el Tiempo, que devora estatuas y ejércitos, y también es la Eternidad, que encierra los tiempos. Es un símbolo múltiple, un símbolo capaz de muchos valores, acaso incompatibles. Para la razón, para el entendimiento lógico, esta variedad de valores puede constituir un escándalo, no así para los sueños que tienen su álgebra singular y secreta, y en cuyo ambiguo territorio una cosa puede ser muchas. Ese mundo de sueños es el de Hawthorne.”[7]

A manera de desenlace
El abismo en el corazón del Foro —centro tradicional del Poder en la Roma clásica— provocó amplias repercusiones, para sintetizar nos concentraremos con la idea deslumbrante y romántica de que basta un gesto único y poderoso para salvar a la Ciudad Eterna. Esta idea del sacrificio que salva se repite a lo largo de la historia y adquiere dimensiones universales con el cristianismo, por tanto, los augures romanos habían adivinado lo que vendría, incluso siglos antes de que surgiera su ocaso. La narración de Horacio Cocles, anterior en siglo y medio a la de Curcio, posee el mismo sentido, pues bastó la determinación portentosa de un único soldado para convertir la catástrofe en una reconciliación con el destino. El sacrificio en el puente de Horacio Cocles, al parecer, dio paso a la profesión de los “pontífices” antes de que fueran una casta sacerdotal. La entrega de un joven jinete de estirpe Curcio invocó al mismo argumento y el hambre infinita del vacío cesó por su conjuro. ¿Qué gesto sanará a la grieta abismal del siglo XXI?

NOTAS


[1] Los dos oráculos más respetados por los romanos era la adivinación por pájaros y los “Libros sibilinos”. Los sacerdotes augures miraban el cielo mediante una celosía y según las partes que cruzaban las aves daban sus adivinaciones. La máxima estima correspondía a los Libros sibilinos, que una antigua profetisa del pueblo de Cumas había elaborado y quedaron atesorados; pues en ellos se describía la historia futuro de Roma, por lo que únicamente en caso de necesidad extrema se deberían consultar.
[2] El motivo porque se llama a esto “Lago” es que en la zona existió un viejo lago y zona pantanosa entre las colinas de la ciudad, que luego se desecaron y sobre esa zona se extendió el Foro romano.
[4] Según las narraciones legendarias, durante el primer gobierno de Roma, los hombres no conseguían mujeres, así que idearon una estratagema para apoderarse de las mujeres de los vecinos del pueblo llamado sabino. Después los ofendidos tomaron venganza en una guerra, pero el desenlace fue impedido por las mujeres sabinas que ya habían concebido hijos con los romanos, incitando a reconciliarse por el parentesco resultante.
[5] Plutarco, Vida de Romulus, parágrafo 18, 5.
[6] Borges, Otras inquisiciones. El título de la novela se traduce como El fauno de mármol.
[7] Otras inquisiciones, p. 43.

No hay comentarios: