Por Carlos Valdés Martín
El lugar sería común si no fuera extraordinario, porque el relato de Carlos Castaneda se inicia en un terreno de simples descripciones, casi sin maña ni literatura ni pretensiones de estilo, porque la trampa de la telaraña debe tenderse invisible, para atrapar al insecto cuando se ha adentrado. La fórmula llana, sin adornos, arma la carta de entrada para una pretensión de realidad absoluta, que jamás se comprobaría; porque el escrito, corresponde a la literatura pero ofrece ese género extraño de literatura-realidad, ese entramado que mezcla las pretensiones de “diario estricto de hechos” con ficciones elaboradas; de tal manera que el “hambre de realidad del lector” se entrampa con esa mezcla (¡alucinógena!) de realidad a ras de suelo atada con el antagónico de lo cotidiano: los estados alterados, la sicodelia del más allá, “la otra realidad”. La fuente auténtica (el chamanismo, la brujería en general) y supuesta (una persona particular, Don Juan) define lo antagónico al proceso de conocimiento claro y distinto que abrió el camino del progreso técnico de Occidente; es decir, la fuente es el manantial del oscurantismo, el mundo arcaico, el mundo en vías de extinción a golpes de chimeneas y cemento. La materia del relato señala también el antagónico al proceso racional y lógico, es la realidad alterada, el desafío completo a las leyes de la razón, el terreno propio de la magia (que paradójicamente se describe como no-magia); es decir, la materia del relato escapa a la razón y a la lógica. Sin embargo, a pesar de la fuente y la materia antagonistas con el saber y la razón, el conjunto del relato, de principio a fin y de manera metódica en sus apéndices, nos guía hacia la conclusión de que entrega un proceso de conocimiento “especial”, manifestándose mediante sujetos que buscan un “conocimiento” como la meta más elevada, y casi única por su entera existencia. El chamán yaqui se convierte en la figura del sabio, el sujeto dedicado al conocimiento. La primera edición de este libro marca el año 1968 y en Estados Unidos; lo cual indica una empresa, paradójica pero consistente, de reapropiación de lo irracional (por antonomasia, por excelencia) mediante una operación literario-racionalista. Castaneda frente a Lukács Con el libro de Carlos Castaneda se comprueba y se rebate simultáneamente la tesis de Lukács ; este autor húngaro sostiene que el irracionalismo asalta la Occidente, que la decadencia burguesa generalizada provoca que la razón clásica decaiga y se acepte lo antirracional como la guía. Este libro significa literatura-estudio, curiosa mezcla y ya por ese lado es irracionalista, pero también es una clara muestra de una fórmula para dominar un terreno que había sido dejado de lado por el racionalismo occidental, abandonado como si existiera una rendición de antemano ante los “poderes” de lo irreal. Lo que no había intentado la filosofía occidental, de dominar y explicar el chamanismo como “otra racionalidad y un aprendizaje” lo intenta Carlos Castaneda. En cuanto tentativa, independientemente del juicio de si Carlos Castaneda logró su meta, el esfuerzo por mostrar al chamanismo como una educación lo convierte en una avanzada del racionalismo, en el mismo sentido que la sicología freudiana es la avanzada para que la razón penetre en la irracionalidad sicológica. Así, en cuanto tentativa Carlos Castaneda rebate a Lukács, y todavía más, permite cuestionar los motivos por los que el campo de la razón que acepta Lukács no se había propuesto codificar “desde el interior” al chamanismo. La respuesta a la pregunta del racionalismo de Lukács implica un formalismo: su fórmula de la razón es poderosa, pero estrecha, porque solamente una forma de la razón de occidente, le parece verdaderamente racional, porque su fe en el marxismo como la única expresión verdadera de la continuidad de la filosofía clásica (y demás fuentes) debido a que enraíza en una clase social revolucionaria, convertida en un “punto de vista de clase”, como consciencia de clase (unidad de cuerpo y mente en verdad absoluta) resultaría definir la única variedad acertada de razón, frente a la cual lo demás dibuja una pseudo-razón. La definición de seudo razón (o racionalismo fetichista y cosificado) es una interpretación del marxista Lukács que se enfoca para combatir las creaciones mentales de la burguesía y del capitalismo, pero también las formas previas; entonces las emanadas del precapitalismo no salen bien libradas, están en el terreno de la ideología y no merecen siquiera un estudio interior, ni significan vías de acceso alternativas a (ni un mínimo de) verdad. En fin, para Lukács como clásico del marxismo, el tema chamanismo ni siquiera valdría la pena tomarlo en cuenta, entonces en esa perspectiva lapidaria más bien, la consideración del tema es una muestra clarísima de la decadencia ideológica y el irracionalismo de quien abordarse el tema. Claro, aunque esta discusión cae en el campo de las suposiciones porque Lukács no tenemos noticia que haya discutido el chamanismo. Cuando las referencias al chamanismo parecen por el campo de la “antropología”, el mero hecho de que quien integra el estudio sea un antropólogo, ya implica una desviación del campo del marxismo estricto, pues la antropología ahí no tenía ninguna cabida, sino describe una actividad trazada sobre una materia prima (en bruto o “empiria”) no presupuesta por el marxismo, por tanto inaceptable. ***
El chamanismo como práctica
Para Carlos Castaneda el chamanismo es conocimiento práctico, para lo cual el regreso a las descripciones nos muestra una diligencia mental asombrosa, porque ofrecen una colección detallada e impresionante, si la observamos como mera práctica, como simples reglas detalladas de una acción y no lo etiquetamos (de antemano) como magia. En mitad del relato Castaneda explica con detalle la preparación de un tabaco con hongos, en forma minuciosa y operacional. El escéptico debe entender que los detalles implican la superstición, que el exceso ritual saca al evento de la práctica operativa, pero debemos recordar que las oportunidades de acción están delimitadas en el espacio y tiempo. En ese pasaje que vale la pena recordar, desde un inicio se aclara que presenciamos una enseñanza de Don Juan para que el alumno aprenda a preparar una mezcla. La meta no desemboca en el objeto (el tabaco mezclado), no pretende producción directa sino aprendizaje. Reconoce el personaje chaman al objeto natural, las matitas y los hongos, para lo cual indica un tiempo absoluto, exactamente el día de las ánimas (quizá el exceso o la justeza en la fecha). El alumno aprende a reconocer, a manipular en cortes y a preparar, dejando secar esos productos. Como procedimiento cuenta con varias etapas. Después acontece el encuentro, el juntar las partes. Existe la acotación del peligro mortal con el producto, que no se minimiza como detalle pintoresco, sino que debe verse como un elemento crucial de esa práctica: su rango también lo confiere su peligrosidad. En el riesgo se aquilata correctamente al saber, porque con un error de cálculo aparecería la muerte. Esa supuesta práctica cala hondo para cambiar al sujeto, porque da libertad y permite ver. Mediante un proceso tan rústico y sencillo (en apariencia) en el relato se afirma un prodigio, pues ocurre un cambio para la totalidad del practicante, entonces el alumno se puede iniciar como un “hombre de conocimiento”, que se caracteriza por conquistar su límite, accediendo hasta el filo último donde se encuentran los secretos del poder y el conocimiento. ***
Segundo round: Lukács contra Castaneda
Si comparamos la circunvalación implicada en ese proyecto chamánico transitando desde el alumno ignorante hasta el “hombre de conocimiento” o chamán nos encontramos con un símil (microcósmico, personal) con la entera historia de Occidente, que describe el avance de las fuerzas productivas, el ascenso desde la impotencia al poder (entendido como práctica total, la transformación de la materia según fines subjetivos) por medio del paso desde la ignorancia al saber (porque el conocimiento constituye la principal herramienta en el avance de las fuerzas productivas). Resulta curioso que la meta individual del chaman, el individuo no occidental y no práctico, resulta resumiendo la meta del gran progreso. En vez de individuo caprichoso y fantasioso, según este relato y otros más , el chaman se convierte en lo contrario, en personificación de la necesidad histórica. Esta elevación del chamanismo marginal e incomprendido hasta una práctica de saber y poder resulta esencial en la obra de Carlos Castaneda, porque es la reinterpretación del “otro” (marginal, indígena, no occidental) en “lo mismo” (o incluso lo mejor), sin que esta conversión pretenda implicar una conquista y una negación de chaman, sino todo lo contrario, el seductor y el conquistador es el chaman. El chaman en el relato realista representa un mundo alterno, otro cosmos rechazado por el mundo cotidiano, la para-realidad del chaman es un mundo existente y no únicamente como estado de consciencia, sino también como vehículo entre las práctica humanas. El chaman irrumpe en la ideología occidental desde los ’60 como seductor y conquistador, pareciera que la mentalidad de Occidente se cansa de su cotidianeidad y anhela el vehículo para escapar , ese mundo alterno posee sus propias leyes que delimitan en la fantasía, pero suponen un mundo exclusivo, accesible por medio de la más estrecha de las puertas y el chamán dice poseer la llave. Si seguimos con las comparaciones y volvemos con Lukács, donde el relato de Carlos Castaneda nos trae a la mente dos dimensiones: totalidad, mundo cósico y acceso al punto de vista privilegiado. La analogía de la separación del chamán frente a la realidad ordinaria y el discurso de Lukács parece sorprendente. Para conquistar la visión de la: 1) totalidad del mundo (única posición verdadera) es menester romper con la visión, 2) visón enajenada del mundo (la ideología ordinaria capitalista) y entonces se llega por medio de una única vía, que debe pasar por arduo y ortodoxo aprendizaje del marxismo, para llegar a una 3) posición de clase privilegiada y radical (el punto de vista de la clase revolucionaria ), que cuando se tiene se logra un punto de vista que rebasa lo aparente, llega a la realidad, y abraza la totalidad. Esta estructura de la crítica radical del mundo y la conquista de una posición para abrazar la totalidad verdadera está también presente en el relato del chaman, la pretensión es similar, aunque de muy diferente y opuesto calibre: 1) la totalidad del mundo es la unidad de esta realidad con la otra, donde la otra realidad no es simple fantasía sino un mundo con reglas, entonces 2) el camino es solamente el que tiene corazón, se logra por manipulaciones precisas y un aprendizaje riguroso, dominio de las plantas con sus aliados, y después del aprendizaje se arriba a 3) ser hombre de conocimiento, el chaman, que domina, el saber y el poder, quien usa en exclusiva los secretos de ese trasmundo para dominar también éste. Estableciendo esta curiosa analogía entre Lukács el marxista materialista y Castaneda el literato fantasioso del chamanismo es porque ambos describen un proceso de conocimiento crítico, en contra de la presencia dominante, aunque sus métodos y metas son radicalmente diferentes. Entonces un “punto de vista” anteriormente inexistente es generado mediante una construcción. ***
El tipo de cognitario contenido en el chaman
Utilizo este término de “cognitario” para designar al individuo sostenido por su conocimiento, antes que cualquier otra propiedad o herramienta . A pesar de las diferencias radicales, entre las sociedades agrícolas y las actuales, queda en evidencia que el chaman aparece como un congnitario, y no tanto por el relato de Carlos Castaneda, sino desde tiempos inmemoriales, el chaman aparece en una posición entre el sacerdote y el médico, entre el farmacólogo y el mago. Esta convergencia de cualidades implica un conjunto de técnicas decisivas en la formación de la existencia individual y de la figura social de los pueblos. El antiguo chaman corresponde a sociedades agrícolas en extinción, pero su figura ha trasmutado, especializándose como el sacerdote y el médico, figuras tan cargadas de autoridad y esenciales para la organización social concreta de los pueblos civilizados. Este recordatorio nos permite observar que el punto decisivo está en que el concepto cognitariado (el poseedor moderno del saber) no debe entenderse tan racional como parecerá que se interpreta. El cognitariado configura la “clase” que maneja el saber de una sociedad dada, pero el conocimiento es muy diverso, no delimitado a saberes racionales, claros y distintos como los quería Descartes, sino que incluye saberes de hecho, incluso opuestos a la misma racionalidad (el instrumento universal por excelencia) y dedicados a la devoción religiosa, la percepción del trasmundo, la visión del propio cuerpo (la salud, la belleza). Los saberes de hecho se comprueban con su mera existencia y hasta por su resultado, pero esto no significa que su trama (diseño, motivo, esencia, estructura) de eficacia esté clara y distinta para sus mismos actores, los portadores del saber. El artesano cuando elabora una vasija quizá cree que la dureza del material la garantiza por su ritual de veneración al barro y no por la temperatura del horno que emplea; el médico brujo cree que la curación del enfermo proviene de la invocación de espíritus curativos sin importar las propiedades químicas de la hierba suministrada (incluso ignora la existencia de componentes químicos). Pero el ejemplo del chaman aparece el más problemático, porque el término conocimiento (cogni) en nuestro tiempo ha tomado el sentido laico y terrenal como su esencia; de manera instintiva asociamos el conocer con una situación más racional y operativa. Si el medio y el objeto del saber no son racionales, de entrada rechazamos la presencia de algún tipo de conocimiento. Por lo mismo, Carlos Castaneda insiste demasiado que su Don Juan Matus es un maestro, que esa experiencia elabora un aprendizaje, que la brujería chamánica integra un saber, pues las dificultades y la rareza de ese saber no esconden su verdadera naturaleza; más aún, la meta del chamanismo es “el conocimiento” tal cual y quien busca esa meta resulta un “hombre de conocimiento”. ***
Hambre de realidad y aprendizaje
El hambre de realidad aparece como la necesidad manifiesta del éxito de Carlos Castaneda. Esta peculiar hambre resulta muy comprensible en una época con excesivos mensajes, desmedidas fantasías, abrumadoras creencias destrozadas, sutiles falsificaciones perfectas, multitudinarios engaños masivos, frecuentas ilusiones rotas, portentosas escenificaciones estéticas pero falaces y descorazonadores equívocos sutiles. Gran parte de la experiencia vital cotidiana del capitalismo queda plagada de apariencias seudo-reales, especialmente porque el sistema de comunicación permanece cruzado por un sistema de mensajes de comercio, espectáculos públicos y despliegues políticos que se adivinan como desviando la cruda situación. De entrada, por principio y de antemano el consumidor-espectador-ciudadano se reconoce consumiendo por medio de productos-shows-discursos conteniendo sesgos de falacia, que distorsionan su percepción y sensación de realidad. De alguna manera resulta perceptible (o hasta evidente) que el comercial y la envoltura sirve para desviar la atención del producto mismo; el grado de materialidad del producto está alterado por el entorno y proceso que lo vende y esta operación se repite en el conjunto del sistema. Sobre cualquier producto hay una capa tan densa de publicidad, logística, mercadotecnia, envolturas, mensajes y consideraciones que la materialidad del producto mismo se minimiza. Por eso emerge una sensación de irrealidad, una percepción sutil de que los individuos están separados del mundo por una cortina de mercadotecnia, glamour y de espectáculos . Un mérito enorme de Carlos Castaneda es ofrecer el consumo de una ficción pero aparentando una realidad llana, especialmente, cuando describe la ficción de otro mundo, que se percibe como trasmundo invadiendo nuestro presente. La cotidianeidad misma se ha desdoblado en el relato , para irse abriendo camino, poco a poco, la nueva realidad, la densa evidencia reservada a los iniciados, a los metódicos del aprendizaje de una sicodelia privada (por inaccesible al público). Entonces la literatura descubre el cosmos de lo oculto, tan oculto como un tesoro inaccesible para el ignorante, accesible por un aprendizaje metódico (¿pero esta dificultad para alcanzar la verdadera realidad no estaba ya preparado por la figura de la ciencia, figura de un saber arduo y especializado, fuera del alcance?). Precisamente, los lectores no conocen esa “realidad aparte”, ellos son los consumidores ávidos de ese otro mundo, guardado bajo las llaves del brujo yaqui. Así, los lectores urbanos y ajenos al pueblo yaqui y sus chamanes leen extasiados; así, el libro es vehículo de una fantasía del aprendizaje abreviado, ensueño de la fórmula mágica para presenciar las transmutaciones más fantásticas (¿pero este acceso acelerado a otras realidades por medio de un objeto sencillo y manipulable, no está presente ya en todo la estructura tecnológica del capitalismo, que con la adquisición de ciertos bienes se puede llegar a los diferentes confines de lo asombroso?). ***
El suelo fértil para la semilla del chaman
Son los lectores del año 1968 en adelante quienes manifiestan la necesidad de saber, de encajar el diente en ese trasmundo chamánico, asimilándolo como un tipo especial de discernimiento. El interés (extraordinario) de los lectores modernos sobre el texto de un brujo yaqui y su aprendiz son una confesión de la modernidad paradójica. Después de muchos siglos el chamanismo vuelve a aceptarse seriamente como un aspecto del saber y como una operación mental válida. Durante siglos el chamanismo estuvo condenado como entre brujería y como antagonista de la religión y del racionalismo. Aunque los motivos racionalistas y los motivos religiosos del ataque contra la brujería eran diametralmente opuestos, el resultado era el mismo: el anatema contra la brujería resultaba unánime entre las buenas consciencias del occidente cristiano. La brujería de los pueblos indios mostraba un resabio del pasado, una costumbre arcaica destinada a desaparecer, la cual no merecía ninguna atención. Únicamente, después de muchos siglos de racionalismo, parece posible que el chamanismo sea aceptado dentro del campo de los saberes alternativos, estimado dentro de las experiencias humanas que incluyen algún grado de conocimiento.
1 comentario:
Un ensayo ambicioso y muy logrado, Carlos, te felicito.
Publicar un comentario