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miércoles, 12 de diciembre de 2012

HACIA UN INGRESO UNIVERSAL: LA DONACIÓN MULTIMILLONARIA



Por Carlos Valdés Martín


Equivalencia de una actividad y el call-center global
En la Biblia el trabajo se distingue como actividad desagradable, que requiere el sudor de la frente; una dificultad intrínseca detectada en el esfuerzo físico se relaciona directamente con el premio del trabajo. En el capitalismo, el trabajo se liga más hacia la retribución económica, como labor remunerada, profesión lucrativa y condición de asalariado. Este premio al trabajo diferencia la actividad del “cuida-perros” que pasea a una pequeña jauría al parque, para sustituir a los amos de perros. La actividad misma no se distingue del cuidado que el amoroso dueño prodiga a su perro en persona. Cargar bultos de cemento para una construcción no se suele encontrar entre las actividades de consumo, y se supone siempre como una situación laboral. Con la evolución de los medios técnicos, las actividades insalubres y físicamente ruinosas se están reduciendo en favor de actividades más ligeras, aunque aburridas y, quizá, hasta embrutecedoras como el hablar se convierte en un monólogo dentro de un “call-center”. Así, como el capitalismo industrial reunía masas de manos (actos musculares donde predomina la extensión final de la mano) para mover tuercas en gestos mecánicos, el capitalismo post-industrial reúne una masa de bocas y mentes (actos mentales donde predomina la extensión de la boca y los dedos) para hablar mecánicamente en promociones masivas. Cuando con el siguiente paso de la tecnología, esta acumulación mecánica de gestos humanos también entrará en decadencia, y ¿qué quedará? En el próximo paso de la sociedad surge al ritmo de nuevas tecnología, las actividades se descentralizan y los actos se diversifican, se mantiene la necesidad de un equilibrio entre lo que se hace (la entrega de un tiempo y una actividad de “trabajo”) y lo que se recibe. En la sociedad industrial, el obrero asalariado debía ser vigoroso y disciplinado, con fuerza para soportar un esfuerzo repetitivo en ocho horas (al menos). En la sociedad post-industrial el cognitario debe ser ágil de mente, rápido de boca y fino de dedos, para procesar una actividad conectado al ciber-sistema durante ocho horas, cuando menos. El obrero entró en decadencia como figura social, y descendió del protagonismo político del movimiento socialista, a formar una base de sindicalismo, que ocasionalmente logra magníficas prestaciones, pero ya no protagonista central[1]. El cognitario, difuso y masivo, es el protagonista disperso de la democracia moderna, que bajo su gorra de ciudadano crítico y participativo, presiona de modo constante hacia una sociedad mejor. Sin embargo, todavía el cognitario carece de una estrategia propia y de horizonte de cambios deseables que sea preciso; como grupo difuso presiona con eficacia hacia la sociedad de libertades y diversidad versión 2.0, o quizá más allá. En este periodo del capitalismo postindustrial, la fragilidad de las empresas (con boom y cracks económicos de los sectores de punta) la estabilidad en el empleo parece más una utopía. Con la expansión de los sistemas tecnológicos, el campo de lo social se mueve y difunde de manera constante. El manejo de la computadora (en versiones cada día más miniaturizadas, como teléfonos inteligentes e ipods) está en el corazón del trabajo socialmente necesario (en términos de Marx) y por tanto la contribución de cada persona al bienestar comunitario está al acceso de sus dedos. La diferencia entre la preparación en el cómputo (el tiempo de estudio) se minimiza, y la diferencia entre las habilidades utilidad en el trabajo y la inutilidad (el videojuego como límite) se reduce. Los servicios de call-center corresponden a un enorme videojuego bien estructurado y pagado, donde las relaciones de servicio se median por sistemas de juegos (relaciones de input-output con peripecias y un resultado, que debe ser victorioso o agradable). Está cercano el día cuando se encuentre el modo para sacarle provecho económico inmediato a casi cualquier videojuego, quizá sacando estadísticas de los patrones de consumo y comunicación; de hecho el gran juego de las redes sociales ya es un negocio inmediato donde los patrocinadores pagan a facebook sumas por obtener un fragmento de la pantalla de los usuarios. ¿Por qué no se retribuye a los ciudadanos cibernautas de manera inmediata durante su participación dentro de la red de redes? En tema no es imposible, al contrario, existen los medios técnicos para que los ciudadanos sean retribuidos y de hecho Google ya implementa estos sistemas mediante Adwords.

La donación de los multimillonarios
El bolsista, Warren Buffet anunció que donaría el 99% de su fortuna para obras filantrópicas y esta es superior a 42 mil millones de dólares. Para darnos una idea de esa cantidad, observamos que corresponde al producto interno bruto anual de países como Panamá y El Salvador en 2010. Después a iniciativa suya y de Bill Gates, un grupo de los mayores multimillonarios accedió a donar parte de sus fortunas para causas benéficas. Desentonó Carlos Slim, pero él argumentó no lo hizo por motivos avariciosos, sino que la legislación fiscal mexicana no le permitía entregar directamente un porcentaje grande de su fortuna; aún sin tener un gesto tan espectacular, el mexicano ha dedicado grandes cantidades a obras filantrópicas. En ningún periodo anterior, la élite económica mundial había parecido tan dispuesta a suplir la función justiciera del Estado, la cual se había castrado en este aspecto por las políticas neoliberales, tan insensibles a la obligación redistributiva del gobierno. En números globales la donación propuesta es tan espectacular, que rebasó el producto interno de algunas naciones. Sin embargo, parece un rayo en cielo sereno, pues el sistema global de desigualdad no resulta afectado por ese flujo de recursos por vía de la donación.
Una donación masiva de este tipo nos habla ¿de fuerza o debilidad del sistema capitalista? Cualquiera de las dos respuestas pareciera viable. El capitalismo postindustrial parece debilitado en su aspecto ético, pues sus líderes económico dicen que es hora de torcer la vara en otro sentido, saltarse las barreras del sistema donde cada cual mira para sí mismo y no se ocupa por nada más. Pero en el aspecto material este capitalismo parece un sistema fuerte, que no se trastoca con gestos dramáticos de sus jefes económicos. Precisamente, en la dispersión de objetivos y su canalización encontramos la fuerza del sistema capitalista.

El principio utilitarista de Bentham y la función del Estado post-neoliberal
Ya que el capitalismo manifiesta fuerza (pero no perfección) el Estado es el agente recurrente que ha operado la contraparte para compensar las distorsiones del sistema. En los años 30 del siglo XX la operación gubernamental como Estado Benefactor, Fascista y Comunista marcó la encrucijada de la historia. En el siguiente periodo, la disputa por el mejor modelo quedó dominada por los sistemas de economía mixta en Occidente y economía estatista en el Bloque Comunista. Hacia los ochentas el modelo economía mixta empezó a sufrir ataques, y tras la caída del muro del Berlín, la euforia capitalista fue tanta que se creyó que un capitalismo químicamente puro sería más satisfactorio, para las cabezas financieras y políticas del Consenso de Washington, y empezó el periodo del Estado débil y el neoliberalismo predominó. Como argumento ideológico la economía neoliberal juró que las crisis se debían (casi exclusivamente) a que el mercado estaba ahogado por la intervención ineficiente del Estado. El argumento neoliberal de la perfección del mercado chocó contra la pared de la realidad con la crisis del 2008, al mismo tiempo que la reconstrucción capitalista del Oriente no pareció satisfactoria. Ante las catástrofes del mercado no queda otra alternativa que el regreso del Estado, pero ¿solamente se requiere del Estado como paramédico durante un atropellamiento del sistema y para darle respiración artificial y analgésicos? Solamente los neoliberales por inercia esperan que el “paramédico” le otorgue unas aspirinas al “mercado perfecto” y que éste vuelva a caminar a la perfección. Pero los hechos desprestigiaron a la ideología del mercado puro y buscan nuevos modelos. Latinoamérica mira hacia gobiernos de izquierda, y algunas intervenciones heterodoxas (poco respetuosas del mercado) parecen obtener un resultado muy superior a la ortodoxia neoliberal.  Entonces el Estado vuelve a la cargada, actúa una y otra vez sobre la economía, pero ¿en base a qué principios? Los neoliberales, con terror gritan que la intervención sea breve y que vuelvan los capitales a actuar en completa libertad. La otra mayoría desconcertada y hasta indignada (una masa confusa intentando ocupar Wall Street) busca un mejor principio rector, y viene a la mente ese sencillo principio filosófico propuesto por Bentham: la mayor felicidad para el mayor número posible. El mismo viejo principio se puede aplicar a los actos del Estado. Y este principio del viejo “utilitarismo” adquiere nueva luz cuando observamos la donación de Warren-Gates y sus pares multimillonarios. La teoría económica del consumo, indica que la dotación progresiva de un bien se va tornando cada vez menos satisfactoria, agregar más millones a la cúspide de los súper ricos ya no les da satisfacciones. En este caso los incrementos en las fortunas amasadas no están generando más felicidad en sus poseedores. Por ejemplo, en Estados Unidos la gestión republicana tuvo como uno de sus ejes no incrementar los impuestos a los ricos; pero el gesto de los supermillonarios norteamericanos indica tanto el éxito práctico de esas medidas (pues las fortunas crecieron) como el desenlace ético: tanto dinero termina por volverse ocioso y poco deseable para sus dueños. Bajo la vieja idea de Bentham, la tarea del Estado neoliberal para hacer más ricos a las ricos, resulta por completo inútil, pues ellos mismos dejan de sentir utilidad en esa vocación de acopio financiero. La bandera neoliberal puede sustituirse por principios más nobles, y que sean más eficaces; pues ya se ha vuelvo a mostrar la limitación del capitalismo, cuando una nueva oleada de crisis afecta los centros económicos del planeta.

El ingreso universal
Ya que en la cúspide el dinero en exceso parece un sobrante, su complemento está en la base de la pirámide social. Desde la Revolución Industrial el tema de la pobreza no había sido tan cuestionado; cada vez más existe una amplia conciencia que la pobreza es un mal artificial, producto de fallas del sistema social. La solución marxista salió de la moda intelectual del final del siglo XX, pero el problema de la desigualdad y la pobreza se ha mantenido. El problema es el mismo de antes, pero las soluciones se requieren renovar. Miro con interés que una idea sencilla, pero antaño impracticable, se ha renovado, pues la ministra italiana del trabajo Elsa Fornero[2] propugna por un ingreso universal básico, como sustento de la pirámide social. La idea proviene desde el viejo igualitarismo, desde las comunas primitivas y del reparto de los bienes en el comunismo agrícola. La vieja idea igualitaria se reconvierte bajo un complejo análisis de su factibilidad económica y pareciera pasar desde el bando utopista al escenario de lo posible.
Una propuesta del tipo ingreso universal puede evaluarse desde muchos puntos de vista. ¿Pero cuál punto de vista es el superior para analizar una propuesta de este tipo? Y si se está de acuerdo con su principio ¿cómo modularlas para que no caiga en el irrealismo y la imposibilidad financiera? Es una evidencia de base que el ingreso social debe mantener una contrapartida en una producción social, de lo contrario, el ingreso se vuelve tinta mojada o papel monedad devaluado, como ya ha sucedido. En este caso concreto, la ministra Fornero busca un balance con la factibilidad económica, no se contenta con la simple idealidad ética de lo bueno que sería repartir ingresos. Además existe experiencia histórica con las crisis capitalistas, algunas de sus modalidades son perniciosas y dejan a la población sin empleo ninguno, generando una masa frustrada y explosiva. El incremento del desempleo invita a buscar una salida integradora de población dentro del sistema de producción/consumo. De entrada, el desempleo implica falta de empleo productivo de parte de la gente. La misma aceleración del cambio dificulta la reinserción, y una de las facetas de esta propuesta, es la importancia de un ingreso mínimo para que la población reaprenda lo necesario y reinsertarse en un nuevo empleo. En el corto plazo, cualquier política económica no debe ser tan costosa que arruine el funcionamiento del Estado, una redistribución fiscal mediante un ingreso garantizado debe mantenerse en un límite de operación viable: esto toca a la continuidad y las consecuencias de esta idea.
Para redondear el examen de esta idea del ingreso mínimo universal, conviene recurrir al principio de Bentham de la expansión de la felicidad aplicado a una política pública. Esta opción para garantizar el ingreso mínimo quizá no agrade a unos pocos, en especial a quienes ya poseen un ingreso que sienten inamovible por su acceso a propiedades, empresas o profesiones exitosas. Quien no tenga esa garantía de ingreso mínimo (a menos que sea un aficionado al riesgo extremo) añoraría adquirir ese beneficio público. En ciertos grupos desprotegidos ya se emplea un procedimiento similar al ingreso mínimo garantizado, por ejemplo, cuando existen adultos mayores en condición de desamparo. Tomando otro ejemplo, vemos que, incluso, los reos del Estado son mantenidos en sus necesidades básicas: ellos reciben un ingreso mínimo en especie  mediante ropa, comida, alojamiento, salud. Si los prisioneros de una sociedad reciben el beneficio de una manutención mínima, entonces ¿por qué no la reciben los ciudadanos ordinarios? ¿Los ciudadanos merecen un derecho inferior al delincuente? El ingreso, cuando llega en situación de penuria y satisface las primeras necesidades, resulta muy satisfactorio y otorga una contribución hacia la felicidad quitando el hambre, la enfermedad o la falta de vivienda. Quizá esta idea del ingreso universal garantizado, aunque nunca generará una felicidad pareja (incluso habrá la excepción de quien no desea esta dádiva y será menos feliz que antes), al menos reduce la infelicidad de los más desprotegidos o quienes sientan una mayor libertad pues no están atados a un modo de ingreso indeseable.
La sombra que oscurece esta idea feliz es la nube negra de una satisfacción sin esfuerzo alguno. La tendencia al “mínimo esfuerzo” no es un ideal a escala social, aunque vende mucho a nivel comercial. A nivel de ideal social el cuidado de la niñez corresponde al mínimo esfuerzo, a crear condiciones de mínima hostilidad ambiental para el infante; aunque luego la etapa adolescente marca una difícil transición entre el periodo de incubación y el de enfrentamiento con un mundo externo. Entonces la idea de un ingreso mínimo universal, debe combinar ese afán redistributivo con la motivación personal para obtener metas. La cantidad de este ingreso no debería ser tan cuantiosa que paralice el esfuerzo individual y el incentivo para buscar mejoría económica y cultural. A nivel práctico, es casi imposible un Estado benefactor tan rico que produzca un ingreso garantizado tan jugoso que erosione la motivación para el trabajo o emprendimiento[3].

La responsabilidad del Estado
Y para darle un sentido “políticamente correcto” al ingreso universal, conviene colocar entre las obligaciones del Estado el ser garante del ingreso del ciudadano. De manera recurrente el Estado cae en una posición de fiscalista, que se contenta con buscar cómo extraer la riqueza del ciudadano, para luego regresarla a cuenta gotas, como si fuera una limosna. Pero la acción del Estado debe empezar en el momento de la producción de la riqueza, procurando un marco normativo y de incentivos que no se contraponga con el ciudadano. El Estado debe ser aliado del ciudadano en la creación de ingresos, y hasta se debería plantear con claridad que esa es obligación de Estado respaldar el derecho del ciudadano a tener ingresos, por cualquier vía lícita. El Estado debe romper el círculo de hostilidad hacia el ciudadano; la hostilidad aparece en una fiscalización punitiva y una dura carga fiscal que ha impuesto. El modo para romper ese círculo hostil es con una responsabilidad muy clara para favorecer el ingreso de los ciudadanos, mediante su marco legal y de fomento. Conforme el Estado sea eficaz para facilitar el ingreso de todos, le resultará más sencillo (y será legítimo) cobrar impuestos.
En el caso mexicano, tenemos un tejido mal armado entre una gran capa social de fuera del fisco (llamada economía informal) y una capa menor perseguida en exceso. El sector formal de la economía recibe muchos desincentivos, siendo constantemente amenazado con sanciones y con sistemas complicados de recaudación. Conforme el sector formal sea mejor protegido y reciba un marco legal que le facilite su labor de crear riqueza, entonces el Estado estará menos atareado “tapando” los baches que se crean en el sistema capitalista. Tal como está la organización del sistema actual no queda más que “tapar los baches”, y un problema fundamental es garantizar la subsistencia de los ciudadanos, sin importar su origen ni destino.

NOTAS:


[1] Conforme aparece como proletariado organizado puede ocupar papeles estratégicos y protagónico, pero eso es distinto de ser el sujeto protagónico; funciona de manera táctica y estratégica, con peticiones legítimas, a veces logrando resultados superiores a su número. Eso es muy diferente a ser el “sujeto del cambio” para ser otro protagonista, como sucedía con algunas ciudades-Estado comerciales en el periodo medioeval y renacentista, cuando el Estado absolutista ascendía y esas ciudades-Estado (como Venecia) lograban posiciones importantes. Cf. ANDERSON, Perry, El Estado absolutista.
[2] Entrevista a Elsa Fornero, publicado en internet, Espaguetis y surf: razones para una renta básica universal en la crisis actual del capitalismo. Revista electrónica “www.sinpermiso.info”.
[3] La única posición para esto surgiría desde un Estado privilegiado con acceso a algún recurso natural valioso y con pocos habitantes, como los emiratos petroleros. 

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