Por Carlos Valdés Martín
Un análisis correcto de los factores esenciales conserva su validez después de realizado y permite observar lo esencial sin confundirse con partidarismo efímeros, tal como sucede con la contraposición entre proteccionistas y sus oponentes de “libre mercado”. Esa contraposición apela a principios fundamentales, siendo que corresponde a dos caras de la misma moneda, al operar alternativamente las palancas del mercado y el Estado. En el esquema de los principios de “libre mercado” y el proteccionismo se presentan como antagónicos y entonces sus partidarios aparecen como enemigos irreconciliables, sin embargo, a lo largo de la historia esas posturas económicas no siempre quedan contrapuestas. La manera en que los principios y propuestas de esas dos políticas económicas son antagónicos es evidente. El proteccionismo con su propuesta de crear, incrementar o ampliar aranceles contra la competencia extranjera se presenta como adalid de la industria y producción nacionales, incluso como defensor de la nación en abstracto, por la implicación de que quien protege al capital nacional, defiende a la economía nacional y quien cuida a la economía nacional protege a la patria. El proteccionismo es conservador en su meta y en su práctica, opera con la intención de cerrar a un país y delimitar un espacio económico exclusivo. El “libre mercado” (también llamado librecambismo o liberalismo económico) con su propuesta de abatir los aranceles y las demás trabas comerciales se presenta como el adalid del desarrollo y mercado mundial, las puertas abiertas que intensifican la competencia entre los capitales y los países, la disputa más intensa en pos de los mercados y su creencia en la autorregulación de los privados. El liberalismo con su propuesta de libertad comercial es transformador en su meta, indica la intención de integrar a cada país dentro de un gran mercado mundial, espoleando al capital nacional con la competencia externa, y en esa medida obligándolo a modernizarse. Por eso los liberales se presentan como los modernizadores en abstracto y los partidarios del cambio. Pero el veredicto real sobre si el proteccionismo es eficientemente nacionalista o el liberalismo es modernizador depende de la práctica, de los resultados de esas políticas que, como veremos, muchas veces son contrarios a lo que se pretende.
La práctica común de los diversos Estados tomada en su conjunto no es ni proteccionismo puro ni liberalismo intransigente, sino mezclas diversas de acuerdo al predominio transitorio de los diversos intereses o acciones pragmáticas en pugna,[1] que se manifiestan en esas posiciones. Incluso los promotores de un proteccionismo nacional extremo suelen ser partidarios de un libre cambio de mercancías al interior de cada país; si se evita la competencia entre naciones es para permitir el desenvolvimiento de la competencia interna. Pero el óptimo desarrollo de una competencia interna significaría que los capitales nacionales llegarán a ser tan poderosos para embarcarse en aventuras de expansión sobre el mercado planetario. Así, una afortunada política proteccionista significaría que después el capital nacional esté capacitado para emprender un librecambio internacional.
Lo que mencionamos no es una especulación ni un ejercicio abstracto, más bien la entera historia de las grandes naciones demuestra cómo la mutación del proteccionismo en librecambismo o viceversa ha tenido un itinerario histórico bastante bien delineado. Ese itinerario donde el proteccionismo y el librecambismo se intercambian posiciones a lo largo de grandes periodos se podría señalar así: 1) Periodo renacentista del siglo XV al XVII. Manufacturas tempranas, creadas sobre perfeccionamiento del artesanado medioeval. Teoría de la economía metalista. Inicios de un proteccionismo manufacturero, bajo auspicio del Estado. Las aduanas no están centradas sobre las fronteras nacionales, sino que se distribuyen azarosamente entre los puntos del tránsito comercial interior y exterior. Primer desarrollo de la navegación interoceánica por medio de la vela. Explotación de metales preciosos y comercio de especias. Extensión cuantitativa de la forma dineraria de moneda metálica. Primeras operaciones crediticias como descuento de letras que consolidan en Europa. Inicios del sistema bancario, como simple atesoramiento. 2) Era moderna del siglo XVII al fin del XVIII. Producción de la manufactura consolidada, grandes talleres integrados y descomposición del trabajo manual artesanal. Teoría de la economía mercantilista. Estados absolutistas proteccionistas e inicio del librecambismo interno, con libre tránsito de mercancías dentro de los países, que es completo por el triunfo de revoluciones burguesas en Holanda e Inglaterra. Desarrollo de vanguardia de la manufactura inglesa. Perfeccionamiento de la comunicación marítima y terrestre. Comercio internacional de materias primas a gran distancia como algodón y textiles manufacturados. Viajes en todo el planeta. Inicios del sistema bancario como forma crediticia y de interés. Primeros desarrollos del dinero fiduciario público. Predomino absoluto del dinero metálico. 3) Revolución industrial, desde fines del siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX. Se establece la gran industria, principalmente en los ramos textiles y del hierro. Teoría de la economía política clásica. Primera política librecambista completa en Inglaterra, cuando el monopolio técnico industrial y de transportación marítima se conjuga con la apertura del mercado interior para el grano y las materias primas. En general es el momento del triunfo mundial del liberalismo manchesteriano. Aplicación del motor de vapor a la comunicación marítima y primeros transportes ferroviarios. Intercambio creciente de materias primas y productos industriales de consumo. Consolidación de formas bancarias en el área industrializada, generalización de las operaciones crediticias y del dinero fiduciario. Inicios de una desmonetizacion del dinero metálico. 4) Desde mediados del siglo XIX hasta su final. Mezcla de librecambismo con proteccionismo planetario. Instauración imperial de colonias en todo el globo. Los pujantes trust y carteles emplean protecciones arancelarias para sacar ventaja del consumidor nacional. Generalización de los sistemas de transporte terrestre movidos por motor, ferrocarriles europeos y norteamericanos. Expansión del comercio las materias primas para medios de producción y partes de maquinaria. Inicios del motor de combustión interna para mover transportes. Primeras telecomunicaciones por vía del telégrafo. Estructuración del sistema bancario y de la moneda fiduciaria publica. Inicio de otras formas financieras como la bolsa y aseguradoras. 5) Principios del siglo XX hasta la 2a. Guerra. Ocurre la segunda revolución técnica industrial. Agudización del proteccionismo, empleo de medios militares para saldar la contradicción de intereses. La crisis de 1929 indica un periodo de decadencia del mercado mundial, que se desestructura más con el desgajamiento de la URSS y China. Generalización del transporte terrestre motorizado, sistemas carreteros nacionales. Sustitución del vapor por la combustión interna como principal medio propulsor del transporte, auge de la explotación petrolera. Comercio y competencia mundial en todo tipo de ramas industriales y agropecuarias. Rápidos avances en la comunicación alámbrica e inicio de la radiocomunicación inalámbrica. Avance hacia una desmetalización de la moneda en el planeta, acompañada de mayor regulación estatal de la moneda y la banca. Establecimiento universal de la inconvertibilidad de la moneda a metal. Abaratamiento universal de los costos del sistema circulatorio, por la desaparición del contenido metálico del dinero. Necesidad de la regulación estatal de los tipos de cambio. Auge y crisis de la bolsa especulativa mundial. 6) Postguerra hasta el comienzo del siglo XXI. Restablecimiento del mercado mundial bajo hegemonía de EUA. Tercera revolución industrial liderada por la microelectrónica, la computación y sus aplicaciones en las telecomunicaciones. Automatización computarizada del proceso de producción y de circulación. Se establecen marcos organizados para el comercio mundial GATT, CEE, etc. Paulatino restablecimiento del liberalismo económico a escala planetaria, con el colapso de la URSS y el Este de Europa en 1989, junto con la posterior integración al mercado de China. Ampliación del sistema de transportes del comercio mundial. Desarrollo de la transportación aérea de carga y pasaje. Telecomunicaciones televisivas y vía satélite. Reestructuración del mercado mundial con proliferación de Tratados de Libre Comercio, empujando zonas de mercado intensivo como TLCAN (TMEC) y la UE. Predominio del comercio industrializado y de creciente composición tecnológica. Integración de los sistemas financieros a nivel planetario, banca internacional y organismos reguladores como FMI, BM y BID. Generalización del crédito para el consumo privado con el llamado "dinero plástico". 7) Desde 2010 y tendencias recientes. Mayor diversidad de los competidores internacionales, diversos desajustes en los mercados internacionales. Amagos proteccionistas, conflictos entre las grandes potencias, juegos oscilantes entre libre mercado y proteccionismo en EUA y otras potencias.
A manera de clarificar este análisis presentamos un cuadro sinóptico, que nos permita relacionar los principales signos distintivos de estos periodos en los que se modifica el debate de proteccionismo y librecambismo:
TIPO DE PRODUCCIÓN: MEDIO DE TRANSPORTE: MEDIO DE CIRCULACIÓN:
Manufactura simple Barco de vela Dinero metálico
Manufactura compleja Barco y carreta Metálico y crédito
Primera industria Barco de vapor y Metálico, fiduciario y
hierro, etc. ferrocarril bancos
Grandes industrias Motor a gasolina Fiduciario y crédito
Automatización y fordismo Autotransporte Inconvertibilidad
Cervocontrolados y Aeronáutica y Crédito universal
robótica telecomunicación
Asimismo, es viable relacionar el tipo de producción, la fuerza productiva principal con la característica general de las mercancías que son objeto del comercio mundial, donde observamos un desenvolvimiento acorde a esta misma periodización. En la cual partimos de un comercio centrado en objetos de poco volumen y alto valor, como las especias y los metales preciosos, para avanzar hacia las materias primas tropicales y los bienes de consumo manufacturados, pasar a toda clase de productos de consumo y materias primas, para luego generalizarse hacia un comercio mundial de medios de producción y de consumo, y finalmente indicarnos dentro de ese comercio mundial un predominio de los bienes más industrializados y con incorporación de tecnología sobre las materias primas y los productos de consumo. El conocimiento del objeto del comercio mundial es muy importante para vincularlo con la historia de las disputas entre liberalismo y proteccionismo, pues en la disputa entre estas dos políticas lo determinante puede ser la naturaleza de los objetos del comercio mundial y la conexión con su producción. En ese sentido ha ocurrido una relativa pérdida histórica de la llamada ventaja comparativa o monopolio sobre diversas fuentes naturales de la división internacional del trabajo. Invariablemente la amenaza sobre la perdida de esas ventajas naturales o monopolios tecnológicos ha generado procesos proteccionistas. De gran interés es el triunfo de las políticas proteccionistas durante los periodos 4 y 5, correspondientes al imperialismo clásico y las guerras mundiales.
Pero la pérdida o conquista de ventajas o monopolios naturales y técnicos solamente tiene sentido dentro del mercado si se liga a la naturaleza intima de la empresa competitiva, que es la ganancia y la acumulación subsecuente. Al llegar al punto de la ganancia media y extraordinaria estamos en el terreno de las finalidades, porque ella es el motivo impulsor necesario y suficiente para el comercio mercantil mundial. En este punto la diferencia decisiva entre las naciones esta en el tipo de producción predominante, que contrasta entre una metrópoli industrial y una región agrícola atrasada. Esta diferencia se liga con el tipo de ganancia predominante, si surge de la capacidad técnica, de dones naturales o de las diferencias en la explotación de la fuerza de trabajo. La ganancia en general posee un origen común en la productividad, pero las rentas superiores de la extraordinaria poseen fuentes específicas en esas tres fuentes mencionadas. En general, la mano de obra no ha presentado una morfología histórica propia, sino dependiente de la acumulación de capital y de las luchas entre las clases, con el mercado laboral resultante. En ese sentido, el acaparamiento de la fuerza laboral no esta en la raíz de las disputas proteccionistas de las naciones. Los distintos monopolios naturales de riqueza en materias primas en definitiva sí han influido sobre la configuración de la distribución planetaria, pero en la medida en que se trate de monopolios naturales suficientes para sostener por si mismos ganancias extraordinarias no requerirán de protección especializada para su sostenimiento. En cambio, con facilidad provoca el proteccionismo activo de los países que carecen de tales recursos y buscan compensar a sus empresas (o consumidores locales en general) que deben pagar sobreprecios por comprar artículos clave en el extranjero y se desearía sustituirlo en el interior con las ramas afines. En definitiva el monopolio absoluto o relativo de fuentes naturales de riqueza nos habla de que la división internacional del trabajo esta siendo forzada por la naturaleza misma, y en ese sentido el debate de proteccionismo y librecambismo queda relegado por la fuerza de los hechos; porque ante la complementariedad natural es inviable la competencia entre productores. El debate del librecambismo y el proteccionismo, la discusión de ambas políticas como opciones depende de una existencia real: la competencia entre productores de mercancías iguales, semejantes o sustitutas. Consideradas todas las posibilidades de ganancias extraordinarias, solamente nos queda examinar si la existencia del monopolio o ventaja tecnológica del capital puede incidir en este terreno, y no cabe duda que aquí es donde parece encontrarse el meollo de las disputas. El proteccionismo partirá de la desventaja competitiva de su infraestructura nacional, desventaja basada principalmente en su capitalización y desarrollo tecnológico de sus empresas connacionales. La protección arancelaria significará evitar el drenado de recursos hacia extranjeros, que no se conforman, sino que buscan incorporar utilidades extraordinarias. En ese sentido, el proteccionismo significa luchar por conservar la ganancia media dentro de un país o fantasear por alcanzar alguna extraordinaria. Por su lado el librecambismo dentro de un país significa asumir políticamente que la ganancia media está garantizada, dado el nivel de productividad (tecnología), y que una parte significativa de la burguesía de ese país luchará hasta lograr las extraordinarias a nivel mundial. Pero la relación entre las ganancias medias y extraordinarias es cambiante, como ley de forzosa obligatoriedad los capitales fluyen hacia los ramos donde esperan mayores niveles, por lo que los sectores de ganancia superior caen sucesivamente en la sobreacumulación y en la crisis. Lo cual significa, por ejemplo, que la industria automotriz pasa por sucesivas tentaciones librecambistas y proteccionistas, de acuerdo al interés implicado en la conservación de mercados nacionales o conquista de los mundiales. Por lo mismo, ninguna nación ni el gran capital ha entregado definitivamente y para la eternidad su alma a alguna de estas deidades, porque no van a renunciar a ninguna de las dos. Ningún capital con suficiente tamaño y claridad de ideas se dará el lujo de renunciar definitivamente al mundo, ni siquiera originándose entre los países atrasados. Ningún empresariado en su conjunto permanecerá siempre en tal nivel de pureza e inocencia para dedicarse a jugar limpio siempre, por colocarse un grillete ideológico aceptando un librecambismo indiscriminado, con facilidad el grupo empresarial mirará hacia la protección adicional del Estado.
Ya hemos definido los medios y la finalidad envuelta en el conflicto entre las políticas librecambistas y proteccionistas, ahora únicamente falta considerar el momento de la verdad: las decisiones. Las decisiones sobre proteccionismo y librecambismo se basan en las luchas políticas dentro de los Estados, y esas luchas se resuelven por los intereses y la fuerza relativa de los contendientes. Todavía a mediados del s. XIX en los países más importantes de Europa gravitaba con gran peso el sector de los terratenientes, para influir en las decisiones del Estado, pero desde entonces la influencia determinante para cualquier disputa en torno al asunto ha quedado en manos de los grupos empresariales, frente a los cuales, las clases medias y el proletariado no presentan un interés especifico propio, sino que oscilan y se subordinan a la lucha de intereses viables. Las particularidades de los intereses proletarios se ubican en torno al salario y el empleo, sin embargo, cualquier repercusión al respecto del cierre o apertura de aduanas se subordina a la dinámica comercial y de la acumulación del capital. El sector obrero no tiene un interés autónomo al respecto de las polémicas proteccionistas, pues los efectos que le incumben como el resultado salarial o de empleo dependen solamente del impacto que tengan los cambios aduaneros en la ganancia y en la marcha de los negocios.
La fuerza objetiva de las facciones empresariales proviene de la potencia del capital que detentan, que concreta la acumulación, competitividad y ganancias en cada sector. Claro que esa fuerza objetiva de grupos y facciones económicas depende de varios elementos en la arena política, que no vamos a detallar. ¿Cómo ligar en general la fuerza de las facciones económicas frente a la opción del librecambismo o proteccionismo? De manera abstracta cabe correlacionar que el proteccionismo es defensivo, con una estrategia para mantener cierto nivel de ganancias frente a una competencia a la que se teme, mientras que el librecambismo es ofensivo, una estrategia para incrementar la competencia internacional y para espolonear la eficiencia de los capitales, por vía de la lucha a muerte, en la que se espera que el capital propio saldrá adelante. En ese sentido, la ofensiva está del lado de los capitales más poderosos, los que confían en triunfar en la competencia internacional. Por eso a mediados del siglo XIX los ingleses eran los más fervientes partidarios del librecambismo, y recurrían frecuentemente a los medios militares, agresivos e intervencionistas para imponer esa opción en el extranjero. Actualmente en esa lógica ofensiva se encuentra Estados Unidos imponiendo activamente el tratado de libre comercio con sus vecinos. Ese tratado implica una gran atracción, pero incluye restricción económica hacia México y Canadá; asimismo, el anterior TLC y el nuevo TMEC trilateral implica un trasfondo defensivo para Estado Unidos ante la competencia de China, Japón y Europa. En general los capitales más poderosos buscando apoderarse de las mayores tajadas del mercado mundial son los que están imponiendo el liberalismo aduanal, de todas formas, la concreción de las medidas depende de las ganancias, del frío cálculo para cada empresa y también de los efectos macroeconómicos en las naciones dominantes.
Por último, nos quedaría examinar los resultados en la aplicación del proteccionismo y el liberalismo. Para evaluar los resultados existe cierta finalidad común de ambas políticas económicas en la búsqueda de un mayor desarrollo debido al crecimiento de industrias, agricultura o servicios en los lugares del mundo donde se aplican esas políticas. El proteccionismo aparece como exclusivamente patriótico, pues se centra completamente en los resultados benéficos para una economía, dejando los efectos sobre el mercado mundial como un asunto irrelevante. El éxito en las metas proteccionistas se mide exclusivamente por el resultado que se obtenga por el crecimiento o bienestar de las ramas productivas nacionales protegidas bajo aranceles. En la historia encontramos los triunfos y los fracasos de esta línea proteccionista de acción económica. El proteccionismo es también cuestión de medida, pues no es lo mismo atenuar el efecto de competencia internacional que anularlo, pero en cuanto la práctica arancelaria evita efectivamente la competencia exterior, se presenta un proceso que va del fortalecimiento de la industria nacional a su anquilosamiento. Las protecciones generan un fortalecimiento de las ramas simplemente en cuanto vemos que se sostiene o incrementa la tasa de ganancia y se mantiene o incrementa la acumulación de capital en el sector. Pero también y de forma necesaria conducen al anquilosamiento, porque una industria que debe protegerse arancelariamente significa que no es competitiva ante el extranjero, y contando con la protección estatal evita el acicate para alcanzar al nivel competitivo externo. De esa manera la protección arancelaria al capital nacional crea un incentivo para el atraso, para desacelerar el paso del cambio tecnológico de las industrias nacionales y así hacerlas más obsoletas. De esa forma el proteccionismo exitoso llega a convertirse en su contrario. Ese ciclo se cumplió durante un largo plazo en México, donde el inicio del proceso de un proteccionismo exitoso lo podemos ubicar en los años treinta y su efecto negativo se presenta en la década de 1980, con el agotamiento del modelo de acumulación, manifestado en crisis recurrentes, baja productividad y desequilibrio de sectores.
Por su parte, el librecambismo claramente implica la cuestión de "desmedida", porque el Estado que pierde la medida de la competitividad nacional permite que el extranjero lo diezme masivamente. Un librecambismo aplicado de modo equivocado no estimula la producción nacional con el acicate de la competencia, sino que la destruye. Un librecambismo desmedido no trae una mayor disponibilidad de bienes dentro del mercado nacional debido a la presencia de mercancías baratas de importación, pues la pérdida de ingreso no es compensada. En ese sentido, el librecambismo tropieza cuando pierde su medida, que es la capacidad competitiva del capital. Si nos remontamos al siglo XIX en México, sin duda, el triunfo del liberalismo comercial permitió una invasión de textiles ingleses, que condujo a una ruina temprana del sector textil local, que había sido el ramo más importante de la época. En cambio, cuando el librecambismo queda adecuado a su medida entonces resulta una pauta sana para su empresariado nacional pues lo mantiene competitivo y capaz para conquistar áreas del exterior.
Pasadas tres décadas del primer tratado de libre comercio en Norteamérica vale hacer un rápido balance, señalando que comenzó con un trauma para la economía mexicana, que colapsó en la crisis de 1994-95, pero que al recuperarse México y Canadá se adaptaron a una gran integración.[2] El escenario mundial del siglo XXI está cambiando al modificarse la correlación de fuerzas entre las principales naciones y al transformarse las situaciones de competitividad, la tecnología, etc. En un escenario cambiante los principios del proteccionismo y el librecambismo siguen siendo considerados banderas puras, útiles para entablar pequeñas y grandes batallas, pero la realidad del mercado sigue siendo un terreno movedizo donde los éxitos de ayer se convierten en los fracasos de mañana y viceversa, por lo que el juicio exacto sobre la viabilidad de esas políticas económicas no se funda sobre una partidismo general que defina lo patriótico o lo moderno de las medidas, sino que debe examinar sobre la dinámica mundial de capitales y en particular sobre cada rama.
[1] La hipótesis de la aplicación de respuestas pragmáticas bajo los mantos de tales ideologías es tan evidente que no se toma en cuenta. Un repaso de Joseph E. Stiglitz El malestar en la globalización me sugiere que las medidas también están en la órbita de lo “practicable”, por tanto, los polos de librecambismo y proteccionismo dependen de que sean aplicables. Por ejemplo, un Tratado regional de libre comercio, puede implicar un efecto proteccionista superior hacia la región que está fuera y asimismo resultar incompleto o torpe en el contrato entre partes.
[2] Hace 30 años señalé: “Creer que hoy en día el capital mexicano está suficientemente maduro para entablar la competencia bajo reglas del librecambismo con Estados Unidos y Canadá es un pecado de optimismo, y no es posible saber si dentro de 15 años las cosas serán distintas.” Después de 30 años las cosas son distintas.
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