Por
Carlos Valdés Martín
Los mitos
no son pueriles, algunos poseen un diseño estratégico que nos revela
la actuación de un pueblo y almacenan el secreto de sus éxitos. Los aztecas
triunfantes fueron motivados por las leyendas de Huitzilopochtli, el dios del Sol[1] que fue el hilo conductor
de sus narraciones desde Aztlán hasta la fundación de Tenochtitlán y presidió su
principal Templo. En lo que sigue más que explicar sutilezas de creencias remotas, mostraremos un diseño que demuestra el comportamiento integrador de
un pueblo, lo que en términos modernos se ha llamado “proyecto de nación”.
Comprenderemos el relato de este dios solar nos descubre ese diseño
interior del éxito azteca; además entenderemos que una dimensión mítica es imprescindible para la formación
nacional.
Geometrías:
El compás sirve para representarse el
círculo de la Luna o el Sol, el cual en su dispositivo usual contiene una punta
para fijarlo y un elemento de dibujo. En otros periodos bastó amarrar una
cuerda a una estaca para cumplir la misma función dibujante de círculos. Los
pueblos antiguos eran grandes geómetras,[2] aunque no siempre quedaba
claro que la Tierra formase una esfera, pero sí diáfana la redondez de la Luna y el Sol, los hermanos
celestes. Asimismo, las complejas relaciones de esos dos hermanos divinos han
sido interpretadas de varias maneras; casi siempre masculino el Sol y femenina
la Luna.
Se afirma
que el círculo es una figura perfecta por dos cualidades: que su línea no
presente principio ni fin, por haber cumplido a cabalidad lo que representa la
serpiente Ouroborus de atrapar su cola para no acabar jamás. Los antiguos que
representaban al Sol y la Luna con reverencia utilizaban con destreza el compás
o un dispositivo más modesto.
Ombligo
lunar: Progresivamente avanza la aceptación de que México
significa “en el ombligo de la Luna”.[3] Esto se debe a que se
relaciona nuestra lengua náhuatl donde se unen los términos ombligo y Luna. Sin
embargo, ¿a cuál Luna se refieren? ¿Por qué el ombligo? Si nos quedamos únicamente
en las raíces de las palabras pareciera que la elección es bastante arbitraria.
La
explicación geográfica corresponde al Gran Lago
de Texcoco, que en su forma semejaba al “conejo de la Luna”, con
Tenochtitlán en su ombligo imaginario. Esta vista geográfica resulta bastante
extraña al considerar que la más exacta “visión de Anáhuac” se efectuaba desde
las montañas aledañas y no era común obtenerla, de tal modo que debió
inventarse alguna cartografía prehispánica. Pero esa “cartografía azteca” aún nos resulta desconocida y entonces se
revela una hipótesis audaz, pues desconocemos sus preceptos y técnicas, no hay
referencias precisas. Sin embargo, la explicación de la congruencia remite hacia el mito fundacional de Huitzilopochtli
derrotando a la Luna y sus 400 hermanos para defender a la madre tierra, Coatlicue,
que debe interpretarse en la clave de la formación nacional.
Línea y
escalón: La geometría dice que el camino más corto entre
dos puntos es la línea recta; la
ciencia física asevera que la velocidad
límite en nuestro universo pertenece a la luz. Ahora bien, la línea recta
no es tan común en la naturaleza, pues los cuerpos biológicos tenemos sutiles
curvaturas y la orografía es sinuosa. Una línea recta trazada a la velocidad
límite la presenciamos a diario, pero ya no comprendemos su maravilla, pues un
simple rayo de luz posee cualidades únicas que solemos olvidar. En el pasado la
línea recta ha requerido de ingenios para trazarse; en especial, los arquitectos
y albañiles emplearon la plomada,
donde se aprovecha la fuerza de gravedad para dibujar la vertical. El poema se
permite la alegoría de un rayo-serpiente de luz para indicar esa recta lanzada
en cualquier dirección, por el primer rayo del amanecer.[4]
Por lo
común, las ancestrales pirámides
imitaron a los cerros como centros ceremoniales. ¿Qué sitio más sacro
imaginaban los antiguos sino la punta del monte donde nacía su
dios-niño-guerrero? La sensibilidad de las antiguas religiones la empujaba a
elevarse y descubrir su espíritu en los parajes más cimeros y cada escalón de las antiguas pirámides
marcaba la conjunción de vertical con horizontal. Sobre ellos, paso a paso, los
sacerdotes de las religiones de los pueblos originales se aproximaban a
reverenciar a sus dioses, como sucedía en el Templo Mayor, adoratorio de
Huitzilopochtli y dejando a los pies a la diosa lunar vencida y desmembrada.
Nacimiento
prodigioso: El nacimiento
humano, en su sentido biológico, es el más desvalido
de los partos. Por regla las especies nacen adaptadas para su lucha contra el
medio ambiente, así las pequeñas tortugas surgen del huevo impetuosas para
lanzarse hacia el bravo mar y comenzar su existencia autosuficiente. En el
extremo está nuestra especie: inmadura y dependiente durante años. Los bebés
expuestos a los peligros dependen por completo de su progenitora y requieren de
ese medioambiente social que protege y completa la madurez.
El niño
que nace adulto es un prodigio que jamás
acontece en el plano material, sino un dibujo trazado en el cielo de los mitos:
es una negación cruda de nuestra condición biológica. Planteando un extremo
opuesto del niño-dios que nace armado, su utilidad está en los significados,
para comprender algo, una situación y procesarla en una creencia.
Huitzilopochtli
fue el dios que trajeron los aztecas durante su mítica peregrinación por los semi desiertos del Norte. El Sol, a
diferencia del humano, tiene el privilegio de nacer completo y renovado cada
amanecer. Desde el primer instante de su destello
matutino no requiere de ayudas ni está limitado en su esplendor.[5]
Primero
es amenazado siendo un inocente y nonato; por eso su respuesta es una venganza ante el crimen cometido sobre
la inocencia; pero no en el sentido de vendetta
humana sino de acto objetivo, como desplazamientos de la naturaleza.[6] La leyenda del
niño-guerrero que nace desafiante del seno de la madre tierra, desde el punto
de vista astronómico es sumamente comprensible. Huitzilopochtli dicen que nació armado y que con su dardo de fuego mató a su hermana
belicosa, persiguiendo a sus malos hermanos.
El gesto
horrible de la Luna: La hermana Luna fue representada en un aspecto
terrible, con motivo de una enorme afrenta. El hijo dios protege a la madre
contra un matricidio potencial, pues
Coyolxauhqui pretendió herir a la tierra; su derrota simplemente restableció el
orden cósmico.[7]
Las
leyendas más relevantes son poli-sémicas:
con muchos significados. Siendo una leyenda central no solamente nos habla de
la lección elemental de astronomía, sino del nacimiento del último pueblo que arribó al Valle de
México. Hasta donde sabemos es cierto que los Aztecas fueron los últimos
parientes en arribar al paradisíaco Valle de México y, además, su alianza con
el dios Sol poseía otro significado.
Visto
desde el punto formador de naciones, la Luna acaudillaba a 400 hermanos-estrellas que son representación de la multitud del pueblo que surca la noche. Esa unión
entre la lideresa con su pueblo queda cuestionada cuando pretenden atacar un
fundamento mayor, a la madre-tierra representativa del conjunto final, en ese
ámbito, a la patria. Esa tentativa es un pecado superlativo; en términos de esa época rebasa cualquier transgresión
e inmoralidad concebible, bajo el reproche del matricidio.[8] En esta perspectiva se
integra un mito nacional, donde se agrega un elemento de violencia justiciera,
práctica e instantánea, representada por el rayo de luz del hermano Sol.
El
castigo para la Luna: En este ciclo, la hermana no muere del todo, queda
a los pies de la montaña. Su derrota
es relativa, permanece como un círculo al pie de Cuautepec. Recordemos que en
los siglos del esplendor de los aztecas, cada noche de luna, ésta se reflejaba en los lagos que besaban los pies de las
islas y montañas del Valle de México. El desmembramiento
de la diosa Luna no debe verse como un castigo excesivo sino como la representación
de las caras del satélite que se muestra en fases, o sea, partido. Para la
mente mítica, la separación del cuerpo de un dios no es un final, recordemos a
Osiris reintegrado para presidir la ultratumba.
De modo
práctico, el hermano Sol permanecía
como residente permanente en el recinto superior del Templo Mayor y, cada
amanecer recibía el primer rayo de luz en esa región. Simultáneamente, la
hermana Luna derrotada quedaba a los pies de la pirámide en un gesto de
sometimiento perpetuo y ligada a los rituales de guerra y ciclos periódicos.[9]
Efecto en
la visión de la Nación: Ahora hay la aceptación de que México significa
“en el ombligo de la Luna”. La observación resultaría bastante extraña si no recordamos la centralidad
que tuvo la leyenda de Huitzilopochtli en la cultura azteca y qué sencillo es
relacionarla con la formación de una
nación.[10]
El Ombligo es el sitio de la génesis del
cuerpo y la huella de que nacimos de madre, así es recordatorio del origen,
asimismo motivo para observar esa debilidad original. El compás que se apoya en
una punta, quizá deja una sutil huella
que recuerda el centro originario.
El
término nación se refiere al origen,
a los que han venido desde el mismo manantial. El ombligo nos recuerda
exactamente lo mismo.
Reordenamiento
luminoso: La luz es una representación usual de la
inteligencia o razón, siendo el Sol y la Luna dos modalidades de tal concepto.
La débil luminosidad lunar se ha
asociado con la intuición y lo inconsciente; la fuerte luz solar expresa la claridad de la razón y el dominio del
logos. La leyenda de Huitzilopochtli no evoca a una rebelión fracasada, porque levantar la mano contra la tierra misma,
que para la formación nacional llamamos la Patria, resulta un sinsentido que
rebasa la definición de rebeldía. Volver a encausar a las fuerzas de la
rebelión equivocada en otro esfuerzo requiere de un elemento clave: la luz de la razón que permite reordenar a
las 400 estrellas que son el pueblo. Más que un sinsentido, bajo la apariencia
de una rebelión e intento matricida, lo principal es un cambio de sentido:
desde el movimiento periférico hacia el interior de los hermanos y la Luna
aproximándose hacia la Tierra pasiva; viene el cambio instantáneo desde la
Tierra mediante el Sol que se expande usando un rayo-serpiente, que evoca la
luz solar expansiva.
Dos
movimientos y dos ritmos: Cualquier comunidad la describimos entre dos
movimientos opuestos —uno dirigido al interior y otro al exterior— que no
siempre armonizan. En el drama del nacimiento del dios Sol hay dos movimientos
contrapuestos: el ataque paulatino y multitudinario contra la madre Coatlicue,
que va hacia el interior; el contra-ataque desde el dios-niño, en sentido
expansivo, perseguir a los hermanos-estrellas.
Hay dos
ritmos lentos (la gestación en la madre y el lento avance de las estrellas) que
remiten al tiempo oculto, una discurrir orgánico y bajo un manto (uno de piel,
otro la noche). Hay dos velocidades en el relato: el pausado acoso contra la
madre y el lento embarazo, el acelerado ataque del Sol. Mientras es obvio que
el Sol nace completo, la nación no resulta obvio que surge entera; el primer
rayo hace obvia la unidad del Astro Rey. La primera manifestación no vuelve
evidente a la nación; a menos que sea una evidencia recordada, entonces sí, la separación es diáfana y rápida,
cuando se acepta que la nación nació con una declaración, una insurrección o
cualquier acontecimiento notable.
El rayo
implacable: La velocidad del rayo de Huitzilopochtli rebasa la
noción de movimiento y nos invita a percibir un Absoluto que representado por
la velocidad límite (de rayo) conduce hacia un más allá del tiempo: ruptura
del Cronos que traerá otro resultado. Los griegos adoraron al Rayo de tormentas
bajo la figura de Zeus (de donde viene etimológicamente nuestra palabra Dios)
cuya hazaña fue destronar a Saturno-Cronos (el Rey del tiempo que devora a sus
Hijos); nuestros ancestros adoraron al Rayo de Luz bajo este dios-niño solar
que ataca su familia (Luna y estrellas) para defender a su familia (Madre tierra
y los despojos de estrellas). Esa ambigüedad radical del amor-odio es la
justificación de una guerra relámpago (jamás estuvo mejor aplicado ese término
militar) y pretexto para la instauración de un nuevo poder, el reino Solar.
La
estrategia formando una Nación y lo que sí sucedió:
Todo el relato encaja perfectamente en una estrategia
para formar la nación azteca, uniendo belicosamente a sus hermanos nahuas tras “guerras
floridas” hasta su asimilación en una nueva unidad: la nación alrededor de
Tenochtitlán. Según algunas interpretaciones, el nuevo dios que los aztecas
cargaban a cuestas (literalmente en costal de huesos sagrados) era a
Huitzilopochtli. Una pequeña cantidad de aztecas llegó a la región del Lago de
Texcoco y se asentó en el pequeño islote, porque eran pocos. En el trayecto,
desde 1325 hasta su esplendor de la triple alianza, no fue el crecimiento
poblacional la clave de su triunfo, sino una fusión de pueblos vecinos
acaudillados por una nueva “luz” azteca que deslumbró la región: eso es formar
nación, fusionar bajo una “retotalización”
superior, para mantener una reproducción en nivel superior.
Lo más
deslumbrante del mito de Huitzilopochtli es que simboliza la trayectoria histórica de la joven nación
azteca. Una explicación del mito como evento del Sol naciente es muy sencilla y
casi textual, donde el amanecer corresponde casi uno a uno con los personajes.
Dada la interpretación astronómica cabe preguntarse ¿por qué argumentar la
sedición de los hermanos y explicar la guerra con un vencedor? Ese texto de la
guerra no aparece en la astronomía desnuda (nadie ha visto al sol hacer una
guerra), ese discurso es una parte muy humana que se sobrepone al relato
divino: los astros se hacen antropomorfos.
El
movimiento histórico real de los aztecas fue hacia el exterior y muy veloz. Ese modelo de la pequeña tribu que integra a
sus parientes lo encontramos en otros ejemplos de éxito comprobados: la tribu
romana y la tribu mongola. El movimiento hacia el exterior implica nacionalizar
espacios y, sobre todo, gente exterior; que en ese contexto únicamente puede
ser de parientes. La persecución de las estrellas rebeldes representa la
metáfora de la asimilación de los vecinos-malos-hermanos.
En la
fundación la posición del Centro es…: Para el
movimiento interior-exterior del proceso nacional (de cualesquiera pueblos, no
únicamente el azteca) la frontera es un punto relativo; el punto absoluto es su
centro. Por eso seguimos tan orgullosos por el sitio de la Fundación, aunque
tan preocupados si efectivamente había una serpiente
en el primer símbolo del Centro,
respecto de lo cual el Códice Mendoza ilustra con maestría esa posición
relativa al rodear de tiempo (signos
de calendario) y agua, además de
establecer una cruz (tipo X) formada con agua para coincidir con al sitio del
águila.[11] Dada la fundación, la periferia es abordada
desde el centro en el proceso expansivo. Una nota concluyente es que Centro es un término geográfico para
denotar al Poder, con su estructura integradora y dominante, que terminó
llamándose capital, proveniente del término “cabeza”.
Lo que
hoy está de moda en la fantasía de una Muralla planteada por el candidato
Republicano Donald Trump, implica la detención del movimiento expansivo. ¿Qué
pensar de un imperio que detiene su movimiento expansivo pues se siente
acosado? El único gran ejemplo fue la China imperial, que dio señal de su
decadencia, aunque fuera esplendorosa e indomable. Quien sueña con murallas es
porque percibe un temblor de reversa, dirección hacia una reversión de su
pasado expansivo. Por su lado, la rústica muralla de la fundación de Roma sí
pretendía rodear un centro y se levantó en su comienzo, también legendario
aunque modesto. El problema es que tras una larga expansión, el erigir el muro
denota que ha terminado la expansión. Los aztecas no llegaron a tal previsión
de un muro, aunque sí hubo guarniciones en su frontera nómada con los
chichimecas. El agua del Lago de Texcoco servía de fortín natural para
Tenochtitlán, no se requerían de muchas otras disposiciones, bastando vigilar
bien las grandes calzadas; entonces no se imaginaban la construcción de
bergantines con cañones; de ese modo, la ventaja estratégica del gran lago se
convirtió en debilidad.
Amanecer
el Acontecimiento que re-significa: El
amanecer cambio todo, esa irradiación transforma por entero el ambiente y la
situación de los seres humanos, definiendo los nuevos significados y
estableciendo las jerarquías. Esa situación natural de la salida del sol es el
mejor paradigma de cómo un acontecimiento (positivo, potente, arrasador) cambio
el universo entero. De modo negativo, la guerra es otro acontecimiento que
arrastra a los pueblos enteros hacia una dirección y trastorna el entorno
completo; por eso generar un gran acontecimiento es un atributo del Poder.[12] En sentido positivo,
Ortega y Gasset lo interpretó como la capacidad de ciertos reinos para empujar hacia
grandes “empresas”, en el sentido de un involucramiento colectivo en las
grandes expediciones y colonizaciones del periodo expansionista del reino
español.[13] Con
el Poder lo que importa es el Acontecimiento colectivo para movilizar las
fuerzas enteras.
El hilo
de las tres leyendas fundamentales: Aunque
las leyendas remitan a un tiempo singular y único (el nihil tempo) como instante de la fundación y a un espacio singular
(el Centro absoluto), ellas mismas son organizaciones plurales que aceptan
plácidamente la cohabitación de sus leyendas complementarias. En este caso, la
narración del Sol naciendo armado se complementa con la salida de Aztlán y la
Fundación de Tenochtitlán. La parte indígena que narra la formación de la
nación mexicana se complementa con estos tres episodios y, para redondear, basta
adosarles la leyenda de Quetzalcóatl que sirve como bisagra para explicar el
tema de la Visión de los Vencidos
sobre la Conquista.[14] El hilo de las tres
primeras leyendas es el mismo Huitzilopochtli, por lo que ha resultado clave
comprender a este personaje-dios-dinamo.
De modo
astronómico el tema de la salida de Aztlán ocurre antes del amanecer, remite a
la oscuridad de las cavernas y la indefinición (desértica). El relato del
nacimiento del dios define el amanecer mismo de ese pueblo. La fundación de
Tenochtitlán apunta a la representación del mediodía, por eso se empleó una
fecha de solsticio de verano para ubicarlo y su emblema fue el águila, el
animal que más se acercaba a la altura solar. En los tres casos, el mismo
personaje, dios solar, es el hilo rojo de estas tres narraciones.
Una
estrategia de unión: Concluimos que entre los significados que vitales
en las leyendas de Huitzilopochtli, el relato de su nacimiento pinta completo
el procedimiento. Durante los servicios y conflictos con sus vecinos-hermanos
(la gran familia de origen náhuatl) los aztecas supieron integrarlos mediante
una nueva luz, que combinaba su capacidad política y de liderazgo, junto con su
empuje bélico. Su facultad de integración se muestra en la estabilización de la
llamada Triple Alianza, que unió a las otras ciudades importantes de la
región para levantar su poderío. Su ventaja guerrera fue patente durante dos
siglos de ascenso. En fin, sus vestigios en piedra siguen maravillando en el
presente; aquí reinterpretamos el mito para asociarlo con la inteligencia para
elaborar una ruta que los impulsó hasta la cima. Estos grandes mitos aztecas,
filtrados por los siglos, todavía traslucen la clara huella de una inteligencia
colectiva que los llevó a la cumbre.
NOTAS:
[1] Sin embargo, habría que
aclarar que este no es el único dios solar entre los aztecas. Existen diversas
representaciones, cuando se refieren a otras facetas, como la leyenda del
Quinto Sol o las representaciones de Tonatiuh. En la modalidad, de
Huitzilopochtli el sol se presenta especialmente dinámico y activo,
metamorfoseando en un colibrí para algunas apariciones.
[2] Trazar figuras es la facultad de los geómetras, quienes dominan en su
mente el espacio y lo recrean en la imaginación material.
[3] Una antigua alternativa
le daba al dios solar ese atributo, deriva de Mexictli, nombre dado al dios
Huitzilopochtli, "el colibrí del sur" o izquierdo que condujo a los
mexicas hacia la región lacustre de centro de México. Mexictli se compone de
las raíces metl (maguey), xictli (ombligo) y el locativo co, su traducción
sería "en el ombligo del maguey".
[4] Se le nombra Xiuhcóatl,
siendo un atributo principal del dios, este es un rayo-serpiente-quemante, a
modo de una alegoría bélica pero tomada del “dardo solar”. La misma arma se ha
atribuido a otros dioses solares en distintas culturas: las flechas de Apolo.
[5] Para comprender la
morfología de los mitos, anotemos el paralelismo con el relato de Apolo, quien
debió defender a su madre Leto a los pocos días de nacido; por lo que, con la
ayuda de arco y flechas divinas, mató a la serpiente primordial Pitón y luego
enfrentó a un Gigante. La diferencia está en que su hermana melliza Artemisa le
ayuda; así, no hay una batalla fratricida.
[6] El potencial del pecado
en los hijos es superior al bíblico, pues están atentando directa y
descaradamente contra la madre y el neonato inocente. Esa sublevación
para-edípica merece un castigo según esta leyenda.
[7] Aquí no consideramos los
atributos de la Luna, pero su nombre significa “adornada de cascabeles”, lo
cual evoca la Belleza; en ese sentido, nos transporta a la atracción entre las
polaridades femenina y masculina. Aquí la unión entre los polos de Fuerza y
Belleza se convierte en un Candor trágico, por la conversión en violencia
guerrera; por tanto es silogismo falaz, pues su resultado lleva al callejón sin
salida de la muerte.
[8] El arquetipo justiciero
de la defensa del Inocente, aquí
queda desplazado desde el infante hacia la madre, a la cual suponemos inocente
por partida doble; pues se embaraza milagrosamente y el enojo de los hijos es
injustificado. En el mismo, acto quedará vengada la inocencia con la sangre de
quienes pretenden mancillarla.
[9] Cabe preguntarse si otro
sentido polisémico de esta leyenda sería un recordatorio del derrocamiento de
antiguo matriarcado, para reubicar la posición social de la mujer en una
posición hogareña, fuera de toda participación en el Poder. Véase alguna
especulación en El origen de la familia,
la propiedad privada y el Estado de Engels.
[10] “Y cuando Huitzilopochtli
les hubo dado muerte, cuando hubo dado salida a su ira, les quito sus atavíos,
sus adornos, su anecúyotl, se los puso,
se los apropió, los incorporó a su destino, hizo de ellos sus propias
insignias.” Códice Florentino, Lib. III. Cap. I Traducción directa del náhuatl
hecha por el Dr. Miguel León-Portilla)
[11] La famosísima imagen del
Códice Mendoza no trae la serpiente, en cambio otorga gran fuerza a la
piedra-glifo que está bajo el nopal, quizá en representación del Corazón de Copil, que es otro gran tema,
pues Copil sería un hijo de Huitzilopochtli y de otra hermana Luna que lo odia
y se rebela para matarlo, pero fracasa y es matado por el padre.
[12] El término acontecimiento
lo maneja Deleuze de un modo semejante a como Sartre emplea la
retotalizaciones, los eventos colectivos que arrastran al conjunto completo. En
la Lógica del Sentido.
[14] En la narración de la
Conquista también resalta el traspaso de las cualidades de las divinidades
aztecas hacia los invasores, mediante el mismo gesto de muerte. En especial, durante
una festividad para Huitzilopochtli y Tezcatlipoca resalta la matanza del
Templo Mayor dirigida por el capitán Alvarado, a quien los indígenas habían identificado
con la otra figura solar, Tonatiuh.
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