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jueves, 13 de junio de 2019

RESUMEN: AUGUSTO COMTE Y SU POSITIVISMO INCOMPRENDIDO







Por Carlos Valdés Martín

Motivos de incomprensión

El positivismo fue incomprendido por el pensamiento progresista del siglo XX y Augusto Comte quedó marginado cual si fuese un enemigo declarado, lo cual enmascaraba sus orígenes y contexto. En México lo marcó una reputación irónica, al acompañar a la élite gobernante durante el periodo porfirista. Aunque algunos herederos intelectuales de Comte y su positivismo difundieron una obra reconocida, como Justo Sierra.[1] Incluso Justo Sierra no quedó etiquetado en la tendencia positivista, porque su enfoque se apega a la historia real y hasta profetiza el cambio revolucionario de 1910. El texto de Leopoldo Zea sobre el positivismo mexicano no destierra los prejuicios comunes, por más que sea una obra objetiva y bien documentada.[2] En el vox populi de las estimaciones superficiales, hay una ingenua asociación entre “positivismo” con la falta de crítica ante la realidad, lo cual resulta inexacto, incluso por mera asociación terminológica se entendía que el positivismo era una visión optimista y debía ser la apología del estatus quo, y que esta ausencia de crítica era rasgo esencial del positivismo o Filosofía Positiva, como se denominó al inicio. Lo anterior fue una caricatura del positivismo inicial y sirva el siguiente resumen para un balance más preciso.

Radicalización de las diferencias en las ciencias sociales

En contraste con las ciencias naturales, las sociales tienen una tendencia espontánea a incrementar las diferencias teóricas de autores, escuelas o corrientes disidentes que analizan el mismo tema, generando “abismos” entre planteamientos afines. Siendo Comte uno de los creadores de un campo para las ciencias sociales del siglo XIX, su efecto de generación de su propio canon ortodoxo y reflejo en una diversificación, resulta notorio. Debido a las implicaciones de las ciencias sociales, que afectan a los propios sujetos teorizantes, auto-definiéndose (tanto en lo individual como en lo colectivo), en las ciencias sociales se tiende a magnificar cualquier diferencia alrededor del mismo campo, creando su tendencia “abismal”.[3] Esta tendencia hacia la radicalización de cada diferenciación teórica es extraordinariamente importante para entender el curso del pensamiento social durante los últimos siglos. Por tanto, la creación de una ciencia social comienza por marcar una radical diferencia frente al entorno intelectual y eso lo comprendió el joven Augusto Comte al definir que el objetivo era crear un campo de pensamiento, al que denominó novedosamente sociología y, con preferencia, “filosofía positiva”.[4]
Debido a que el campo de comprobación experimental es reducido, si es comparado con el campo de valoración de hechos (unidad de los simples juicios con las comprobaciones de hechos), entonces en las ciencias sociales la modificación de un único aspecto teórico afecta al conjunto de un sistema de pensamiento y la diferencia del sistema de pensamiento tiene consecuencias prácticas. Un curioso ejemplo de esto es la teoría de la plusvalía en la economía política marxista, donde el armado de este concepto resulta tan básico que una variación altera dramáticamente al sistema y de ahí surge un cisma teórico. Por ejemplo, en una desafortunada variación teórica sobre el origen de la ganancia empresarial propuso que la causa clave de la plusvalía provenía del “ejército industrial de reserva”, por lo que la desaparición del desempleo acarrearía el final del capitalismo.[5]
De la modificación de un único aspecto teórico empiezan a despuntar en serie  consecuencias dentro del puro armado teórico, entonces por meras consecuencias de armado lógico de una teoría se avanza hacia un cisma. Lo que parecía una pequeña diferencia va creciendo hasta convertirse una fosa abismal, y entonces finalizan siendo teorías distintas. Frente a los revolucionarios rusos que inyectan el “empiriocriticismo” como “complemento” de método para el marxismo,  Lenin se alarma con un razonamiento político, porque advierte que bajo la inyección de un elemento extraño  se abría el camino para una diferenciación total de teorías. Independientemente del contenido táctico de la polémica entre Lenin y los empiriocriticistas[6] era cierto que el sentido de que una pequeña diferencia politizada se hace grande, de ahí que las ortodoxias acosen a las heterodoxias, sobre todo cuando minan los cimientos de la teoría.

Esta separación radicalizada de teorías no señala un rasgo exclusivo de las elaboradas con tintes políticos. Si observamos la psicología y lo acontecido con la escuela freudiana nos encontramos con el mismo fenómeno: el paso de una diferencia parcial hacia una diferenciación completa. Los discípulos de Freud, por principio son ortodoxos seguidores de su maestro, pero algunas variaciones iniciales de la visión sicológica, por naturaleza del asunto se convierten en separaciones más completas, en nuevas tendencias o escuelas sicológicas. Para quien mira el psicoanálisis a distancia, las variaciones dadas por los discípulos son poco significativas, pero el mismo Freud tendió a intolerar ante divergencias de sus seguidores más brillantes y convirtió en anatema las desviaciones de sus enseñanzas, incluso sentía una hostilidad de muerte, cual lo manifestó ante Jung y las divergencias posteriores han de interpretarse en este sentido, para volver enormes las diferencias.[7]

En casi invariablemente, si escuchamos a los autores de las ciencias sociales sus diferencias frente a opositores son enormes y abismales. Pero quizá les hemos creído textualmente, cuando la repetición de un tema, que sin ser comprobado, nos puede hablar de una tendencia que emerge de un campo distinto al que originalmente creímos. Pero este sonido repetitivo es, al mismo tiempo, la mera expresión de la citada tendencia “abismal”.

Dos modos de ver la ciencia social: dogmática y comprobable.

Si la ciencia social consiste en configurar un único cuerpo de doctrina que abarca el campo de la verdad por mera ampliación de su coherencia argumental, entonces nos encontramos ante un extraño fenómeno bíblico, mediante el cual basta un solo texto extraordinario para establecer la medida verdadera de todo lo conocido.[8] Este modo extremo es aceptado por enamorados de El capital y algunos teóricos fundamentalistas, en el sentido de manifestarse felices con sólo recurrir a su autor o texto clave.[9] La coherencia es una exigencia y la Filosofía Positiva se planteó el reto de unificar las ciencias humanas y elaborar un corpus que agregara el saber social.  
En el segundo caso, la confrontación con hechos externos a la teoría (filtrados por ésta, pero inicialmente ajenos a su configuración) implica que el campo de la ciencia social está constantemente reformulándose, incluso aunque muestre partículas incoherentes. La incoherencia que infunde el hecho externo levanta el reto de reformulación parcial o completa de cada teoría. En este segundo caso, la existencia de elementos de “divergencia teórica” puede y debe corresponder con el desafío del “hecho externo”, nunca antes bien considerado en la teoría de la ciencia social. En su caso, la Filosofía Positiva buscó salirse de la especulación inútil y apegarse a los hechos, rechazando las nociones de causa, para mantenerse en la línea de lo comprobado por datos.
Por ejemplo, el marxismo había considerado la centralidad del proletariado (a su vez, enfocado sobre la clase obrera industrial) como el sujeto colectivo ascendente, destinado a reemplazar al capital decadente, tachado cual freno de las fuerzas productivas pujantes. Sin embargo, el curso histórico muestra cambios en sentidos divergentes. El mero hecho empírico demuestra el crecimiento superior del sector servicios por arriba de la industria, de tal modo, que el eje ascendente no señala hacia el “obrero industrial”. Esta constatación de hecho, desafía a la teoría pero la interpretación “dogmática” impide que se le ofrezca algún campo de alojamiento dentro ortodoxia. Si alguien se aferra con fuerza a este nuevo “hecho” del sector terciario puede y debe quedar “exiliado” del marxismo tradicional. El “hecho” del crecimiento del sector terciario es “comprobable”, pero esto no interesa para una interpretación “dogmática”, porque el dato no encaja en el cuerpo de conceptos previo. Aunque esta falta de “adaptación de los hechos” a la teoría no debería desanimar al pensamiento, sino lograr la serenidad que tiene la ciencia natural ante acontecimientos no explicados, mediante la “falsación” continua.

La paciencia de la ciencia natural ante los hechos inexplicados y que no “encajan bien”

La ciencia natural se demuestra paciente, mientras la ciencia social se desespera frente a hechos desconcertantes; en ese sentido el término “Positivo” ofreció un llamado a la sensatez, para desechar las quimeras y mantenerse ligados a los datos.[10] En la ciencia natural, a los “hechos desconcertantes” se les mantiene en un lugar privilegiado mientras sean fruto de una observación exacta. Los “hechos desconcertantes” son el motor para la nueva teorización, para las nuevas hipótesis. La ciencia natural no trata de ocultar los “hechos desconcertantes”, ni les exige que se retracten, los mantiene en sus nichos definidos hasta que los integra en una nueva teorización. Por ejemplo, la ciencia natural creyó en el siglo XIX que una buena explicación del universo era considerarlo como eterno, sin principio ni final, y de extensión infinita. Pero unos astrónomos se preguntaron porqué el cielo se veía estrellado en la actualidad, si habiendo transcurrido una cantidad suficiente de tiempo (una eternidad) el cielo no debería verse estrellado sino parejamente iluminado en las noches.[11] Este “hecho desconcertante”, era asombroso como fruto de una reflexión que descubrió una paradoja y de un cálculo que la sustentaba. Esto no fue desterrado de la astronomía, sino que muchos años después se integró en las estimaciones de que el universo posee edad y dimensión determinadas, única respuesta imaginable (hasta ahora) para que no exista una dispersión de luz generalizada en el universo. Fue fructífero mantener esa paradoja viva en la astronomía, pero muchos años después se tuvo el resultado esclarecedor, mientras tanto quedó como un rompecabezas para los astrónomos. En la ciencia social pocas veces hay paciencia para los rompecabezas.

El parecido resulta ofensivo en las ciencias sociales

Como ocurre con las “familias de abolengo”, que los hijos de una señora decente se parezcan al lechero resulta ofensivo y nunca se asumirá tal parentesco, también la semejanza entre las teorías de las ciencias sociales resulta ofensiva. Que el positivismo de Comte contenga parecidos con el marxismo resulta ofensivo para el marxismo y quizá para el positivismo. Desde mi escenario el parecido resultó asombroso, pero después de la pasma viene la calma. Porque existen similitudes extremas entre el positivismo de Comte y el “materialismo histórico y dialéctico” de Marx. Reitero que las similitudes dentro de las ciencias sociales (más aún dentro de las teorías políticas sociales) resultan ofensivas, por la tendencia espontánea hacia la creación de abismos teóricos. Por principio el positivismo y el marxismo son diferentes y antagónicos, revelar una asociación de estas interpretaciones teóricas es una operación de “heterodoxia” o de “eclecticismo” y ambas son amenazas terribles, que por principio paralizan al pensamiento. El positivista se debe escandalizar de parentesco con Marx y el marxista deberá gritar contra el más mínimo parecido con Comte. Estas corrientes están separadas por un foso de vacío y una trinchera de enemistades. El positivismo se erigió como un sistema de pensamiento adaptado y adaptable a los regímenes burgueses ascendentes y el marxismo como la ideología revolucionaria del proletariado. Cada teoría tomó un campo de batalla práctico opuesto, separado por enfrentamientos sangrientos en los siglos XIX y XX. Pero cada teoría creció bajo un horizonte histórico único, un conjunto de realidad semejante, el mismo suelo europeo de mediados del siglo XIX, pletórico de cambios y tensiones. Si el enfrentamiento político y práctico entre el marxismo y el positivismo resonó tan fuerte, solamente pudo ocurrir en el campo de la cercanía: la lejanía radical no permite las batallas.
Pero después de la batalla y muerto el combatiente, el balance de la lucha cambia. Debemos observar el terreno común y afinidades que estaban ocultas bajo el fuego escandaloso, ocultas bajo el partidismo intencionado.

El positivismo propone “orden social genuino” mediante una razón que prevalecerá

En esta exposición Comte define el papel de sus teorías en el reordenamiento del campo intelectual del Occidente: “En cuarto lugar, la filosofía positiva ofrece la única base sólida para esa nueva organización social que debe imponerse a la situación crítica que la mayoría de las naciones civilizadas hoy día están viviendo.
“No es necesario probarle al que lee esta obra que las ideas gobiernan al mundo, o lo llevan al caos; en otras palabras, todos los mecanismo sociales se apoyan en opiniones. La gran crisis moral y política que hoy día está viviendo la sociedad se muestra en el rígido análisis que surge de la anarquía intelectual. Aunque la estabilidad en las máximas fundamentales es la condición primera del orden social genuino, estamos sufriendo un desacuerdo extremado que puede llamarse universal (…)
“Si esto es verdad, sólo tenemos que determinar cuál de las filosofías debe, en la naturaleza de las cosas, prevalecer; y, después de que se determina esto, los hombres, sin importar cuáles hayan sido sus anteriores puntos de vista, no pueden dejar de contribuir a su triunfo. El problema después de ser reconocido no puede continuar mucho tiempo sin resolverse; porque todas las consideraciones señalan que la filosofía positiva está destinada a prevalecer.[12].
Las diferencias son tan evidentes, que las similitudes se escapan. Mientras el marxismo es materialismo aplicado a la vida social, el positivismo cree firmemente en la fuerza de las ideas, el mismo “estadio social positivo” se caracteriza por un tipo de pensamiento predominante, el pensamiento positivo que escapa de las tinieblas de la metafísica religiosa y de la abstracción de los meros principios sin aplicación. En el marxismo los estadios sociales se marcan por la determinación de las relaciones de producción, que enlazan la técnica productiva con las condiciones sociales generales, por lo que el estadio social presente es el capitalismo, que debe ser superado por un periodo socialista correspondiente a fuerzas productivas objetivamente socializadas y manejadas por una clase ascendente y objetivamente socializada, que es el proletariado.
La correspondencia entre ambas teorías está en la crisis de la sociedad presente, la necesidad de cambiarla, la posibilidad de cambiarla, el mensaje de que esta teoría social está llamada a cambiarla, y la advertencia que este proceso del cambio está destinado a triunfar.
Existe la crisis de la sociedad presente, aunque para el marxismo esta crisis tiene un sentido más agudo, porque la radicaliza como una crisis total, como una disyuntiva que arrastra hasta la esencia de la civilización hacia el peligro de un holocausto. Sin embargo, la enfermedad es un factor opuesto al conjunto social, en Comte una cierta “anarquía” que provoca decaimiento y problemas, en Marx un caos y explotación que genera miseria y desigualdad. De modo explícito el conjunto es en esencia bueno y basta liberarlo del factor decadente o caótico para que salga a la luz su vitalidad armónica (como orden en Comte, como comunidad en Marx).
La sociedad que está en crisis merece ser cambiada, por lo tanto el positivismo propone una “reorganización”, menos dramática, que la “revolución social” que propone el marxismo. El positivismo es partidario de la reforma, mientras que el marxismo es partidario de la revolución.
La sociedad además de merecerlo puede cambiar conforme a su esencia. Para el positivismo no existen mediaciones complejas, porque la misma teoría positiva de la ciencia social es el medio para el cambio social, si las ideas rigen al mundo, su corrección es ya la acción política que las arregla.[13] Para el marxismo el camino es más complejo y mediado, porque la teoría debe de encarnar en las masas proletarias, que por definición práctica suponían un agente no-teórico, por lo que la conversión de la teoría en masas proletarias revolucionarias implica un complejo camino que pasa por la vida política, es decir, la conversión de la teoría en práctica.[14]
Tanto el marxismo como el positivismo se definieron como agentes de un cambio social, si bien el positivismo por esto entiende, que directamente afecta las ideas y lo que siga es ganancia. El marxismo maneja una compleja operación de deber activo para transformar a la sociedad mediante la acción consciente de las vanguardias que moldean a las masas proletarias.[15]
Tanto el marxismo como el positivismo irradian el optimismo de teorías convencidas de que su misión triunfará. El positivismo vive en la convicción de que el tercer estadio positivo de la sociedad ya ha arribado, que únicamente falta por consolidar y ampliar su triunfo.[16] El marxismo mira más lejos, hacia un estadio social que no ha llegado y espera su llegada mediante la acción voluntariosa. En ese sentido, el positivismo ya habita su hogar dentro de esta sociedad, mientras el marxismo espera viajar a su lejano nuevo hogar. Pero en ambos la convicción señala de que el rumbo de la historia habrá de corregirse, que la verdad implicada en esas teorías devendrá en mundo.

Sociología es ciencia del conjunto y solamente el conjunto importa

A diferencia de las tendencias a la especialización, las tesis de Comte siempre apuntan hacia la generalización. No fomenta la intención de una nueva especialidad, no intenta ver los fenómenos sociales más de cerca, sino que intenta de abarcarlo todo al ofrecer una tendencia enciclopédica, mediante una compilación del conjunto, que no segmenta sino que reúne.[17] En su propuesta de una nueva ciencia, es el conjunto de la sociedad lo que se estudia, por lo que “sociología” aborda el estudio de la sociedad completa, incluyendo sus dimensiones estáticas y dinámicas, con su política, su economía y su historia, sus pensamientos y sus materiales, sus fuerzas y sus clases, sus poderes militares e intelectuales, etc. En ese aspecto tiene gran parecido con la forma clasificatoria emanada del marxismo, que no acepta una especialización por “materias”, sino que intenta agrupar el conjunto del conocimiento de la historia social dentro del “materialismo histórico” que trata desde la antropología de los tiempos prehistóricos hasta el futurismo de las teorías comunistas, desde la economía política hasta la filosofía, y dentro de cada campo se abarca el conjunto más amplio posible. Dentro de la economía política el verdadero horizonte es la integridad de los procesos económicos con su implicación política y social, el mercado mundial es el horizonte de la expansión económica y sobre ello se estudia. Respecto del enfoque metodológico de la economía política marxista sigo estando completamente de acuerdo, porque aplica la integridad de un enfoque hacia la totalidad concreta, de acuerdo a reglas metódicas, y, debo decir, precisas pero flexibles reglas metodológicas.[18] Este enfoque sobre la totalidad como el correcto horizonte de la ciencia social lo pone en claro y en alto Georg Lukács, y lo enarbola como la “propiedad privativa” del marxismo ante la visión burguesa. Este tema ya lo habían indicado Marx y Engels, pero lo desarrollan los sucesores más perspicaces, entre los que quiero destacar a Sartre con su “razón dialéctica”.
Entonces sí hay la intención de captación correcta de la totalidad humana, no sólo como intención sino también en el eje metódico, en una perspectiva que ha permeado en varios autores. Poco conocido el caso de Toffler que este interesante futurólogo es, cierto sentido, una puesta al día del marxismo, porque él se inició dentro de esa perspectiva de izquierdas[19]. Aquí Comte, un autor con bandera opuesta y hasta con toque de ingenuidad graciosos, pero su horizonte empuja decididamente hacia la totalidad y la superación de las especializaciones. No es casual que Marx, por lo poco que conoció de Comte lo comparara con Hegel, aunque de modo desfavorable para este francés ante el gigante de la filosofía clásica alemana. En fin, este intelectual anclado dentro del horizonte burgués queda apasionado con la totalidad.[20]
Por si fuera poco, Comte no se interesa en la totalidad estática, sino que intenta darle una dinámica para observar el movimiento del cambio, lo que en lenguaje de izquierdas sería un aliento “revolucionario o dialéctico”. De nuevo debo aclarar que su “cambio” descansa dentro de confines delimitados, pero no dejemos de lado un mérito por principio. Por principio, la “sociología” se funda con una dimensión de dinámica y de leyes del cambio inmanentes. Evidentemente, no se trata de leyes tan “revolucionarias”, porque los extremos le disgustan a Comte, y él a la revolución la compara con la insania mental, con lo cual quizá se inaugura una tendencia de encasillar el radicalismo dentro de la patología psicológica. Si embargo, el cambio está siempre presente bajo diferentes formas, y de preferencia bajo la optimista figura del “progreso”, que para Comte es el faro que ilumina el camino de avance de la humanidad.[21]

La fragilidad, a caso, huye de la tensión

La tragedia persona y los desvaríos contrarios a sus tesis originales, provocaron un anticlímax del positivismo; cabe afirmar que Comte creador de su propia religión llevó al desprestigio la doctrina positivista. De tal modo, la trayectoria posterior del positivismo se desvinculó de su persona. Casi siempre la febrilidad de la mente especulativa corre riesgos, pero el extremo de la insania mental lleva hacia la desgracia, abriendo la sospecha por principio y la refleja contra la teoría del autor. Parece que a menudo, la inteligencia no tiene recursos para escapar de sus trampas interiores. En contraste Marx, el adalid de las causas revolucionarias fue presumido cual modelo de solidez y salud mental.[22] Jugando a lo inexplicable, pareciera que una mente síquicamente más centrada se embelesa con las situaciones sociales extremas, especialmente con la revolución como un esfuerzo a modo de clímax dramático que lleva hacia un desenlace feliz, mientras que la mente síquicamente menos centrada se espanta de las tensiones ambientales extremas. De alguna manera, lo emocional y lo intelectual parecen enlazarse, pero en sentido contrario, la fragilidad de la mente huye de las tensiones, busca una armonía sin caer en estrépitos, mientras que la solidez de la mente abraza las tensiones y conflictos, busca una armonía por medio del mayor estrépito (la manera dramática para alcanzar una utopía).

Tres periodos de la humanidad y llegada al periodo positivo

Para Comte, su fundamento con claridad es idealista, pero de un modo idealista-materialista, al jugar con la mezcla de opuestos, donde procede a establecer su periodización histórica.[23] Su teoría general afirma una sucesión de estadios basados en la comprensión de la mente humana y su “Línea del Tiempo” señala que la humanidad pasa del estado teológico, al metafísico y luego al positivo.[24] La afirmación del estado positivo de evolución de la humanidad representa su tesis central, de tal modo que ahí está el eje de su teoría y el nombre de la misma. Su esquema para la evolución de la humanidad depende del avance en el enfoque del conocimiento general. La teológica comienza cuando los fenómenos se quieren explicar por principios sobrenaturales, apelando a dioses, milagros, intervenciones divinas, magia, hechicería, etc. La época metafísica ya no recurre a lo milagrería como la explicación del mundo, pero está en una fase intermedia, porque trata de remitirse a principios, esencias o naturalezas, lo cual fue una avance pero cae en un tipo de remisión a esencias sin fuerza explicativa. La etapa positiva, que él observa abriéndose paso en ese entonces, ocurre cuando la mente humana se explica el mundo por leyes naturales, estableciendo claramente las relaciones entre causa y efecto particulares, observa el mundo en su desenvolvimiento sin preocuparse por intervenciones divinas ni en principios metafísicos.[25] Por lo mismo, en la era positiva se dejan de lado cuestiones como el origen y el final del mundo, por escapar al curso de las explicaciones dentro de leyes naturales, porque indagar sobre inicio y final sale del campo acotado de leyes naturales. Comte argumenta que delimitándose a leyes naturales se desarrolla la ciencia con toda su fuerza, dejando de lado algunas preocupaciones pero avanzando con la fuerza de la comprobación de lo afirmado. Aquí establece una clara alianza con la ciencia natural prevaleciente, que servirá como el modelo único de cientificidad, modelo al que aspirará la ciencia social.[26] La alianza entre la ciencia natural y la sociología es evidente, de forma clara se aspira a un nivel de cientificidad en la vida social, similar al obtenido por la ciencia natural. Claro, que los métodos de los científicos naturales no se copian íntegramente, porque existen divergencias, que son tomadas en cuenta para fundar un método sociológico.

Lleva hacia la “política intelectual” y la educación

Para cada teorización de amplias miras, la acción consecuente exige la transformación con la verdadera medida del cambio. Así como cada teoría entronca con su práctica, por fuerza la sociología conduce hacia la política, de tal modo que aplique lo descubierto. La interpretación Comte —fundador de la sociología— implicaba un peculiar tipo de política práctica basada en la intelectualidad. Para él los estados evolutivos de la humanidad se basan en el tipo de ideas dominantes,[27] entonces el cambio político se basa en las ideas dominantes, porque éstas arrastran al conjunto.
El objetivo social de Comte fue facilitar el camino a la dominancia más clara del periodo positivo, el cual luchaba contra los rezagos teológicos y metafísicos. Este progreso se basa en el avance de las ideas, por lo tanto su poderío está apegado al futuro de las ideas, de tal modo que la variación de los pensamientos establece el siguiente paso y la meta.
El corolario lógico de tal planteamiento, (siendo la ignorancia y las ideas atrasadas los enemigos entonces al toro se le toma por los cuernos) empuja la educación, por lo que esto implicaría el tipo de política, basado en tal teoría debe fomentar la educación, apoyar capas intelectuales y de científicos, etc. En contraste con un obrerismo del marxismo con el positivismo tendremos un “intelectualismo”, donde la clase llamada al cambio serían los intelectuales.[28] En el periodo positivo, entonces el campo de batalla serían las universidades y colegios, donde las armas más eficaces deberán ser libros y periódicos, análisis y estudios, cursos y academias, descubrimientos y divulgaciones, profesionalización y enseñanza.[29]

El eje estratégico de Comte es ofensiva de la nueva época

La clave de empujar con militancia hacia una nueva época: tal es la estrategia aguda de Comte; un posicionamiento que se manifestará como la trascendencia de las corrientes socialistas y comunistas en el periodo siguiente. Convertirse en profetas de la historia terrena, que se abre ante los propios pies representa una herramienta poderosa para el positivismo. Al igual que el positivismo clásico, el socialismo y comunismo se definen partidarios de una etapa histórica precisa, donde la ofensiva militante por un nuevo periodo (adalides del futuro o del progreso) implica que se agrupa una fuerza social en nombre de la causa en favor de un periodo histórico “definitivo”. Así como el periodo positivo afirma que se logra un periodo definitivo, representando el arribo a la verdadera época civilizada, el socialismo suponía que alcanzaba una etapa de justicia, era la llegada a la meta y al periodo efectivamente civilizado, donde imperan las “sencillas reglas de la moral”, según la Declaración inaugural de la Primera Internacional de Trabajadores atribuida a Marx.[30]
Afirmar un periodo inminente como eje estratégico de la acción colectiva encuentra antecedentes en las herejías mesiánicas, que mediante el advenimiento de la Redención, organizaron diversos movimientos político-religiosos.[31] El advenimiento del futuro inminente es una motivación para agitar grupos y masas, pues ofrece una guía para la acción, al condenar los poderes presentes como entidades caducas o condenadas a morir. Pero, a diferencia de los grupos religiosos denominados milenarios, con Comte y luego también el marxismo, el advenimiento del futuro también opera como un eje estratégico para el análisis de la sociedad, que ya no se observa a modo de objeto estático, sino entidad dinámica. La diferencia con Comte es que la nueva época ya comenzó, entonces únicamente resta consolidar el triunfo del mundo neonato.

Las clases sociales interpretan la sociedad e implican definiciones políticas

Resulta cierto que el concepto de clases sociales en Comte da la impresión de perder su foco, sin una definición sistemática que infiera un significado trascendente; aun así dichas clases habían irrumpido de modo espontánea en la conciencia europea desde el siglo XVIII y levantan un tema esencial de su nueva sociología. Las clases sociales ya definen los grupos de interés, pero no se definen sobre un único eje, tendiendo a variar, y sirviendo de clasificador general de grupos. Así, las clases sociales de Comte no siempre se basan en afinidades de intereses materiales, sino que reúnen diferentes agrupaciones. De cualquier forma, la clase social es el agrupador estratégico para interpretar la dinámica operada entre los grupos humanos. Resulta perfectamente conocido el papel estratégico que juega el término clases sociales para la política y concepción social de Marx, a partir del Manifiesto Comunista, siendo que su obra completa le fue dando un mayor fundamento económico. Aquí únicamente hago notar que existe una leve afinidad respeto de este tema, pues la separación en grupos es parte de la dinámica social y sus conflictos.  

Lo importante es definir las fuerzas que operan

En otra curiosa similitud entre Comte y Marx, el francés habla también de la importancia de las “fuerzas” para la formación de la sociedad. Uno de los aspectos esenciales para definir la sociedad según la filosofía positiva son sus “fuerzas”, y una vez definidas las fuerzas que operan en una sociedad el análisis avanza. Esta forma de apelar a las fuerzas sociales, que marca una importancia similar a los tejidos en la biología, define el interés científico de Comte. Es curioso que el término de las fuerzas productivas, que es más acotado y preciso en Marx tenga un papel tan crucial en la generalización superior del devenir histórico, porque en el nivel más global las sociedades se mueven mediante su contradicción esencial entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción (en carnadas por las clases sociales).
El concepto de fuerza empleado posee un cariz filosófico, al expresar la diferencia entre la manifestación y su esencia, la cual opera activamente, cual motor de las transformaciones. Cabría asumir que el término fuerza aplicado a la sociedad es una herencia de Hegel, que no se “puso de cabeza”,[32] sino que tradujo la física de Newton, cual “fuerza de gravedad” transportada a lo humano. En este aspecto como en muchos otros de la inauguración de la sociología se apunta a una afinidad esencial del positivismo con el marxismo, tal lo empezaron a señalar Foucault y los posmodernos,[33] aunque, al mismo tiempo, las diferencias son enormes, incluso en cada concepto.

Algunas conclusiones

En cierto sentido, aunque con las salvedades del caso, Augusto Comte representa una especie de Marx francés, quizá menos sofisticado y contrapuesto la “posición social”, pero con similitudes tan significativas que resultan sorprendentes. Existen afinidades de la “necesidad de sistema”, porque el armado de una ciencia social en el contexto histórico del siglo XIX exigía enfoques e implicaba opciones básicas, por lo tanto la coincidencia resulta indispensable. Sin embargo, asusta la tesis de Foucault de que este tipo de autores son “peces en el agua del siglo XIX”, por lo que fuera de las aguas de la Era Victoriana (el siglo XIX como centuria de la Reina Victoria de Inglaterra) muere ese pensamiento. Y no espanta por la conexión entre el pensamiento y su contexto de época, que confirma una exigencia del rigor para los estudios históricos de las ideas, sino por el sentido biológico y reductivo de su tesis, mediante la cual atando el autor con su tiempo se le vacía de validez a sus ideas originales.[34] Entonces con esta reducción, ningún autor de anterior conserva la mínima validez póstuma, porque se ahoga en el mar de la insignificancia atado al ancla de su actualidad. El maridaje entre el autor y su tiempo se convierte en un certificado de caducidad absoluta, bajo la insignia de un relativismo, que no acepta ninguna continuidad universal en la historia. La precisión señala que la relatividad, está ligada a un grado de absoluto histórico, por lo que la validez relativa de cada teoría no la desconecta de su grado de verdad (su absoluto relativo en la sucesión del pensamiento), que no se reduce a una narrativa de acontecimientos únicos, que deben encerrarse en el frasco de su circunstancia, cual insectos de colección con marbetes privativos.

Al establecerse relaciones repetitivas entre cada una de estas tesis, entonces nos encontramos con un cuadro de sistema. Bajo riesgo de reducir el panorama, pero más bien con interés de generar una amplificación, anudamos el cuadro de elementos básicos interrelacionados, y nos podremos preguntar si algo importante escapa o existe algo secundario, que no merezca tal intención.




Como se observa a simple vista, el conjunto de similitudes implica exigencias argumentales y de interpretación. Las afinidades entre Comte y Marx no parece que se remitan a una condición de “medioambiente”, aunque los factores de un contexto unificado sean importantes, porque el medioambiente no es factor suficientemente “activo” sobre estos personajes. En cambio, resulta más fructífero analizar el asunto desde la óptica de la obligación de enlace de estos temas, por lo cual autores distintos y con intereses opuestos engarcen en tantos niveles de argumentación tan parecidos. Con esta afinidad ocurre como con la sucesión de los inventos tecnológicos, cuando la exigencia de la búsqueda e investigación empujan hacia soluciones similares. Si retomamos premisas significativas, se desprende el sentido de una siguiente, de tal modo que el armado entre el conjunto es consistente y necesario:
Dado lo indicado en E de que un futuro mejor es premisa, entonces se desprende la importancia de la periodización en C, porque se periodiza para pronosticar el futuro.
El racionalismo en A se debe convertir en periodización en C, porque el sentido del tiempo se especifica mediante los argumentos que buscan ser científicos.
Ya que el conjunto domina a las partes en B, entonces el conjunto está dividido en partes superiores a los individuos, como en G en clases sociales.
Las clases G son tanto historia D como fuerzas sociales I, entonces son los elementos definitorios de la política H.
Ya que se trata de Razón en A, la explicación debe ser inmanente como en G, fuerzas propias.
Si las clases G  son las fuerzas sociales I. entonces hacen su política H, por tanto la teoría deviene en práctica J.[36]
Si la razón A elabora una política H, entonces la teoría deviene práctica J.
Si el modo en que se organiza la sociedad es esencia F, entonces la política H se convierte en política social, a modo de una teoría deviniendo a práctica J.
Si la teoría deviene práctica J y la periodización es esencial C, entonces la política H debe promover la llegada de un nuevo periodo mejor E.
El periodo mejor E promovido por la política H debe ser esencialmente un nuevo modo de organización social F.
Como el conjunto domina sobra las partes B, entonces la política H enfocada al conjunto de una nueva organización social F debe dominar la transformación de la teoría en práctica J.
La política H solamente puede operar mediante una fuerza propia I, pero esa fuerza propia debe contener el nuevo modo de organización social F.
La fuerza social propia I, debe cumplir con la realización de la teoría en práctica J, de tal forma que debe ser una “clase racionalista”[37] con el contenido de A, la razón.
La política H actúa sobre el medio social, el cual es entendido mediante la operación racional A, por tanto la política misma debe ser racional A, de tal modo que sea un caso de la J, conversión de la teoría en práctica.
Si el conjunto domina a la parte B en el caso de la periodización C esto es cumple por ser el periodo el conjunto temporal ante los tiempos singulares, en el caso de la forma social F esto se cumple y para J se cumple por cuanto la teoría es una parte de conjunto social en su devenir.
Si la sociedad es historia D, entonces la política H se debe fundamentar en la comprensión racional A de la historia, el futuro E se funda sobre el pasado. En fin, bastan las correlaciones señaladas para anotar que hay una exigencia de coherencia en el cuadro de las perspectivas sociales emanadas del positivismo y el marxismo.

A manera de conclusión, señalemos que ambos sistemas, positivismo y marxismo, se convirtieron en la guía de políticos y de gobiernos, inspiradores de cambios notables en el curso de los siglos XIX y XX.[38] El positivismo tuvo su fulgor y caída más pronto que el marxismo, pero su huella en las transformaciones de nuestra historia siguen ahí, definidas bajo los pliegues del siglo XXI. Las oportunidades para recuperar lo valioso y superar de estas teorías sociales del siglo XIX dependen de que esclarezcamos su legado, para establecer con claridad cuáles son los nuevos elementos que debe generarse en este siglo XXI a partir de las contradicciones detectadas por los filósofos de la posmodernidad y las perspectivas que señala la llamada “sociedad del conocimiento”.



 NOTAS


[1] Conocida como texto de referencia, denominado La evolución política del pueblo mexicano de Justo Sierra.
[2] Leopoldo Zea, El positivismo en México: nacimiento, apogeo y decadencia. Ed. FCE, Primera ed. 1943.
[3] El fenómeno fue bien observado en la actuación desde las religiones dominantes que atacaban con furia las heterodoxias convirtiéndolas en herejías, tal cual lo descubrió el pensamiento de la Ilustración, como Voltaire en su Tratado de la tolerancia.
[4] Entre 1830 y 1842 Comte publicó los 6 tomos de su Filosofía positiva, donde proponía el remedio a la “enfermedad de la sociedad”.
[5] Lo pintoresco del concepto original de Marx de un “ejército industrial de reserva” hizo que solamente sus partidarios acérrimos prestaran atención; para la mayoría se trata de un simple desempleo. La variación proviene del poco conocido autor sueco Strindberg. Para Marx véase El capital y en especial el llamado tomo IV, de Historia crítica de las teorías de la plusvalía.
[6] Lenin en su obra Materialismo y empiriocriticismo, escrito en 1908. 
[7] Carl G. Jung, El hombre y sus símbolos. En especial, Jung primero se esforzó por acercarse al maestro del psicoanálisis para luego tomar la vía de mayores divergencias.
[8] Desde el punto de vista de las “referencias circulares” resulta tentador direccionar las referencias hacia un único texto, pues genera una auto-comprobación mecánica; lo cual arrastra a la convicción pero nos aleja de la comprobación de hechos. Esto implica la lógica limitada de las comprobaciones circulares, véase Deleuze La lógica del sentido.
[9] En Althusser ocasionalmente observamos esta tendencia llevada al absurdo de colocar a un solo concepto como la clave universal. Así, en Para entender a El capital, plantea que toda comprensión depende de aceptar el concepto de “estructura” como lo fundamental, cuando no existió en esa obra sobre la cual hace su exégesis.
[10] “la palabra positivo designa lo real, por oposición a lo quimérico”, Comte, Curso de filosofía positiva.
[11] Asimov, Introducción a la ciencia.
[12] Filosofía Positiva de Augusto Comte, cit. en THOMPSON, Kenneth, Augusto Comte, México, Ed. FCE. p. 86-87
[13] La relación de Marx hacia la historia de las ideas resulta bastante ambigua, pues mientras niega que posean un desenvolvimiento propio en La ideología alemana, se dedicó a estudiar minuciosamente su precesión en su inacabado Tomo IV de El capital, como “Historia crítica de las teorías de la plusvalía”.
[14] En Sánchez Vázquez está la amplia justificación Filosofía de la praxis.
[15] Si bien, el énfasis en el aparato corresponde más a Lenin. Véase Los cuadernos de la cárcel de Gramsci.
[16] Un ejemplo claro de esa estructura de visión, aparece en La Tercera Ola de Toffler, quien afirma que la tecno-estructura industrial ya está perdiendo terreno ante la nueva sociedad, con una nueva tecnología y relaciones humanas que la acompañan.
[17] Aunque cabría la objeción que más que sintetizar, Comte sigue acumulando partes, recorriendo desde la aritmética y las ciencias naturales, a manera de un renacentista.
[18] Hubo grandes discusiones sobre el método de Marx y la trama teórica bajo El capital en el siglo XX, como la de Rosdolsky en Génesis, estructura y método de El capital.
[19] También tengo impresión similar con Ortega y Gasset, quien se preocupa constantemente por el conjunto de la reflexión, aunque a él lo justificaba por la clara influencia Hegeliana.
[20] Lukács lo consideraba una imposibilidad metódica, pues el pensamiento capitalista está fragmentado estructuralmente, según argumentó en Historia y consciencia de clase.
[21] La función de la idea de Progreso resultó clave desde la Ilustración, la cual luego fue insistentemente sustituida por la noción de Revolución en el marxismo, pero recurrentemente se vuelve al Progreso como un eje conceptual. Por ejemplo, en los debates sobre el modernismo, a partir de Berman y su Todo lo sólido se disuelve en el aire.
[22] La biografía de Karl Marx por Franz Mehring.
[23] Ya desde el pensamiento mitológico se establecían periodizaciones, como la griega que divide en periodo de oro, plata y bronce de la humanidad. Lo antiguos tendían a establecer una sucesión decadente, según señala Eliade en su vasta obra Tratado de historia de las religiones.
[24] Si bien, el marxismo suele emplear más divisiones en base a los periodos de la producción, también vale emplear una división simplificada entre pre-capitalista, capitalista y post-capitalista (socialista o comunista). La división más precisa en el marxismo la señaló Engels en El origen de la familia… mediante este esquema: comunismo primitivo, esclavismo, feudalismo, capitalismo, socialismo y comunismo.
[25] Hay un evidente sesgo de la filosofía positivista de Comte contra las dos fuerzas gravitatorias del pasado, a saber, la Iglesia y la Monarquía, sin embargo, su argumentación sutil no lo enfrenta con las grandes potencias terrenales y en la actualidad subestimando la fortaleza de esas dos instituciones a mediados del siglo XIX. Cf. Anderson, El Estado absolutista.
[26] Para el marxismo, el corazón de la locomotora social son las “fuerzas productivas”, dentro de las cuales el papel del conocimiento queda como velado, por la misma importancia señalada hacia lo “material” y lo “social”.
[27] Este conjunto “ideas dominantes” fue señalado en sentido negativo por Marx, a partir de La ideología alemana, donde la dominancia de ideas adquirió un tinte negativo, como emanación del estatus quo, conforme requería de un velo falsificador de la realidad.
[28] Hasta después de las interpretaciones de Grasmci, la izquierda retomó la importancia de los intelectuales.
[29] En algunos países, en efecto, el positivismo tuvo alentó la expansión de la educación, como en varios de América Latina. Leopoldo Zea, El positivismo en México.
[30] En cuanto una proclama de organización carece de firma, pero la tradición la atribuye a la influencia preponderante de Marx, aunque no hay garantía de una exclusividad de autor. La apelación de a la moral causó una seria objeción en Marcuse, quien afirmó el arribo de una moral represiva, vía Lenin y la URSS, en su El marxismo soviético.
[31] Hobsbawm, Rebeldes primitivos. Donde hace notar el milenarismo campesino como antecedente a las rebeliones de corte social en Europa.
[32] En general, la inversión de Hegel por Marx, resulta un mito de los marxistas; en sentido estricto, resulta imposible voltear al revés el idealismo hegeliano. Siendo más estrictos, el discurso de Marx y Engels se detiene bruscamente en el capítulo de la Fenomenología del espíritu llamado la dialéctica del amo y el esclavo (o señor y siervo), justo antes de que la cultura comience a resolver las contradicciones. Además retoman aspectos clave del arsenal de Hegel como el ritmo universal de la dialéctica y la organicidad del Todo, como guías metodológicas para comprender la historia. Cf. Ernest Bloch, Sujeto-objeto, el pensamiento de Hegel.
[33] De modo explícito, Foucault en Las palabras y las cosas, señala que Marx es un pez que solamente puede respirar en el aire de la Era Victoriana, que el siglo XX escapa a esa “episteme” o sistema de pensamiento que lo posibilitaba. Lytord señala que la época de los grandes relatos desapareció y, con ellos, se terminó el espacio para el comunismo y el fascismo. Cf. La posmodernidad explicada a los niños.
[34] Se quejaba Sartre del método reduccionista que provoca síntesis demasiado rápidas, donde el autor rebajado a su época se convierte en una antigualla sin valor. Sartre, Introducción a la Crítica de la razón dialéctica.
[35] El nivel en que el conjunto “predomina” sobre las partes es un gran tema de discusión, signo de su importancia fue la definición de la corriente estructuralista. Cf. Perry Anderson, Tras las huellas del materialismo histórico y, sobre todo, Consideraciones sobre el marxismo occidental.
[36] Algunos marxistas creen haber superado la separación entre el ser y el deber ser, promulgado con tanta claridad en Kant. Cf. Sánchez Vázquez, Filosofía de la praxis.
[37] Esto lo intenta fundamentar Lukács con el argumento de que el “punto de vista revolucionario” como el único capaz de captar la realidad; de alguna manera Marx lo planteó, pero al exagerarse se convierte en una forzada identidad sujeto-objeto, con una metafísica proletaria. Cf. Cosificación y conciencia del proletariado.
[38] En el siglo XXI, la izquierda ha perdido su cariz de ideología marxista de modo bastante dramático, herencia de la caída de la URSS, aunque sigue habiendo un referente extendido.

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