Por Carlos Valdés Martín
Motivos de incomprensión
El positivismo fue incomprendido
por el pensamiento progresista del siglo XX y Augusto Comte quedó marginado
cual si fuese un enemigo declarado, lo cual enmascaraba sus orígenes y contexto.
En México lo marcó una reputación irónica, al acompañar a la élite gobernante
durante el periodo porfirista. Aunque algunos herederos intelectuales de Comte
y su positivismo difundieron una obra reconocida, como Justo Sierra.[1]
Incluso Justo Sierra no quedó etiquetado en la tendencia positivista, porque su
enfoque se apega a la historia real y hasta profetiza el cambio revolucionario de
1910. El texto de Leopoldo Zea sobre el positivismo mexicano no destierra los
prejuicios comunes, por más que sea una obra objetiva y bien documentada.[2] En
el vox populi de las estimaciones
superficiales, hay una ingenua asociación entre “positivismo” con la falta de
crítica ante la realidad, lo cual resulta inexacto, incluso por mera asociación
terminológica se entendía que el positivismo era una visión optimista y debía
ser la apología del estatus quo, y
que esta ausencia de crítica era rasgo esencial del positivismo o Filosofía
Positiva, como se denominó al inicio. Lo anterior fue una caricatura del
positivismo inicial y sirva el siguiente resumen para un balance más preciso.
Radicalización de las diferencias en las ciencias sociales
En contraste con las ciencias
naturales, las sociales tienen una tendencia espontánea a incrementar las
diferencias teóricas de autores, escuelas o corrientes disidentes que analizan
el mismo tema, generando “abismos” entre planteamientos afines. Siendo Comte
uno de los creadores de un campo para las ciencias sociales del siglo XIX, su
efecto de generación de su propio canon ortodoxo y reflejo en una
diversificación, resulta notorio. Debido a las implicaciones de las ciencias
sociales, que afectan a los propios sujetos teorizantes, auto-definiéndose
(tanto en lo individual como en lo colectivo), en las ciencias sociales se
tiende a magnificar cualquier diferencia alrededor del mismo campo, creando su
tendencia “abismal”.[3]
Esta tendencia hacia la radicalización de cada diferenciación teórica es extraordinariamente
importante para entender el curso del pensamiento social durante los últimos
siglos. Por tanto, la creación de una ciencia social comienza por marcar una
radical diferencia frente al entorno intelectual y eso lo comprendió el joven
Augusto Comte al definir que el objetivo era crear un campo de pensamiento, al
que denominó novedosamente sociología y,
con preferencia, “filosofía positiva”.[4]
Debido a que el campo de
comprobación experimental es reducido, si es comparado con el campo de
valoración de hechos (unidad de los simples juicios con las comprobaciones de
hechos), entonces en las ciencias sociales la modificación de un único
aspecto teórico afecta al conjunto de un sistema de pensamiento y la
diferencia del sistema de pensamiento tiene consecuencias
prácticas. Un curioso ejemplo de esto es la teoría de la plusvalía en la
economía política marxista, donde el armado de este concepto resulta tan básico
que una variación altera dramáticamente al sistema y de ahí surge un cisma
teórico. Por ejemplo, en una desafortunada variación teórica sobre el origen de
la ganancia empresarial propuso que la causa clave de la plusvalía provenía del
“ejército industrial de reserva”, por lo que la desaparición del desempleo acarrearía
el final del capitalismo.[5]
De la modificación de un único
aspecto teórico empiezan a despuntar en serie
consecuencias dentro del puro armado teórico, entonces por meras
consecuencias de armado lógico de una teoría se avanza hacia un cisma. Lo
que parecía una pequeña diferencia va creciendo hasta convertirse una fosa
abismal, y entonces finalizan siendo teorías distintas. Frente a los
revolucionarios rusos que inyectan el “empiriocriticismo” como “complemento” de
método para el marxismo, Lenin se alarma
con un razonamiento político, porque advierte que bajo la inyección de un elemento
extraño se abría el camino para una
diferenciación total de teorías. Independientemente del contenido táctico de la
polémica entre Lenin y los empiriocriticistas[6] era
cierto que el sentido de que una pequeña diferencia politizada se hace grande, de
ahí que las ortodoxias acosen a las heterodoxias, sobre todo cuando minan los
cimientos de la teoría.
Esta separación radicalizada de
teorías no señala un rasgo exclusivo de las elaboradas con tintes políticos. Si
observamos la psicología y lo acontecido con la escuela freudiana nos
encontramos con el mismo fenómeno: el paso de una diferencia parcial hacia una
diferenciación completa. Los discípulos de Freud, por principio son ortodoxos
seguidores de su maestro, pero algunas variaciones iniciales de la visión sicológica,
por naturaleza del asunto se convierten en separaciones más completas, en
nuevas tendencias o escuelas sicológicas. Para quien mira el psicoanálisis a
distancia, las variaciones dadas por los discípulos son poco
significativas, pero el mismo Freud tendió a intolerar ante divergencias
de sus seguidores más brillantes y convirtió en anatema las desviaciones de sus
enseñanzas, incluso sentía una hostilidad de muerte, cual lo manifestó ante
Jung y las divergencias posteriores han de interpretarse en este sentido, para volver enormes las diferencias.[7]
En casi invariablemente, si
escuchamos a los autores de las ciencias sociales sus diferencias frente a
opositores son enormes y abismales. Pero quizá les hemos creído
textualmente, cuando la repetición de un tema, que sin ser comprobado, nos
puede hablar de una tendencia que emerge de un campo distinto al que
originalmente creímos. Pero este sonido repetitivo es, al mismo tiempo, la mera
expresión de la citada tendencia “abismal”.
Dos modos de ver la ciencia social: dogmática y comprobable.
Si la ciencia social consiste en
configurar un único cuerpo de doctrina que abarca el campo de la verdad por
mera ampliación de su coherencia argumental,
entonces nos encontramos ante un extraño fenómeno bíblico, mediante el cual basta un solo texto extraordinario para establecer
la medida verdadera de todo lo conocido.[8]
Este modo extremo es aceptado por enamorados de El capital y algunos teóricos fundamentalistas, en el sentido de manifestarse
felices con sólo recurrir a su autor o texto clave.[9] La
coherencia es una exigencia y la Filosofía Positiva se planteó el reto de
unificar las ciencias humanas y elaborar un corpus
que agregara el saber social.
En el segundo caso, la
confrontación con hechos externos a la teoría (filtrados por ésta, pero
inicialmente ajenos a su configuración) implica que el campo de la ciencia
social está constantemente reformulándose, incluso aunque muestre partículas
incoherentes. La incoherencia que infunde el hecho externo levanta el reto
de reformulación parcial o completa de cada teoría. En este segundo caso, la
existencia de elementos de “divergencia teórica” puede y debe corresponder con
el desafío del “hecho externo”, nunca antes bien considerado en la teoría de la
ciencia social. En su caso, la Filosofía Positiva buscó salirse de la
especulación inútil y apegarse a los hechos, rechazando las nociones de causa,
para mantenerse en la línea de lo comprobado por datos.
Por ejemplo, el marxismo había
considerado la centralidad del proletariado (a su vez, enfocado sobre la clase
obrera industrial) como el sujeto colectivo ascendente, destinado a reemplazar
al capital decadente, tachado cual freno de las fuerzas productivas pujantes.
Sin embargo, el curso histórico muestra cambios en sentidos divergentes. El
mero hecho empírico demuestra el crecimiento superior del sector servicios por
arriba de la industria, de tal modo, que el eje ascendente no señala hacia el
“obrero industrial”. Esta constatación de hecho, desafía a la teoría pero la
interpretación “dogmática” impide que se le ofrezca algún campo de alojamiento
dentro ortodoxia. Si alguien se aferra con fuerza a este nuevo “hecho” del
sector terciario puede y debe quedar “exiliado” del marxismo tradicional. El
“hecho” del crecimiento del sector terciario es “comprobable”, pero esto no
interesa para una interpretación “dogmática”, porque el dato no encaja en el
cuerpo de conceptos previo. Aunque esta falta de “adaptación de los hechos” a
la teoría no debería desanimar al pensamiento, sino lograr la serenidad que
tiene la ciencia natural ante acontecimientos no explicados, mediante la
“falsación” continua.
La paciencia de la ciencia natural ante los hechos inexplicados y que no “encajan bien”
La ciencia natural se demuestra
paciente, mientras la ciencia social se desespera frente a hechos
desconcertantes; en ese sentido el término “Positivo” ofreció un llamado a la
sensatez, para desechar las quimeras y mantenerse ligados a los datos.[10]
En la ciencia natural, a los “hechos desconcertantes” se les mantiene en un
lugar privilegiado mientras sean fruto de una observación exacta. Los “hechos
desconcertantes” son el motor para la nueva teorización, para las nuevas
hipótesis. La ciencia natural no trata de ocultar los “hechos desconcertantes”,
ni les exige que se retracten, los mantiene en sus nichos definidos hasta que
los integra en una nueva teorización. Por ejemplo, la ciencia natural creyó en
el siglo XIX que una buena explicación del universo era considerarlo como
eterno, sin principio ni final, y de extensión infinita. Pero unos astrónomos
se preguntaron porqué el cielo se veía estrellado en la actualidad, si habiendo
transcurrido una cantidad suficiente de tiempo (una eternidad) el cielo no
debería verse estrellado sino parejamente iluminado en las noches.[11] Este
“hecho desconcertante”, era asombroso como fruto de una reflexión que descubrió
una paradoja y de un cálculo que la sustentaba. Esto no fue desterrado de la
astronomía, sino que muchos años después se integró en las estimaciones de que
el universo posee edad y dimensión determinadas, única respuesta imaginable (hasta
ahora) para que no exista una dispersión de luz generalizada en el universo. Fue
fructífero mantener esa paradoja viva en la astronomía, pero muchos años
después se tuvo el resultado esclarecedor, mientras tanto quedó como un
rompecabezas para los astrónomos. En la ciencia social pocas veces hay
paciencia para los rompecabezas.
El parecido resulta ofensivo en las ciencias sociales
Como ocurre con las “familias de
abolengo”, que los hijos de una señora decente se parezcan al lechero resulta
ofensivo y nunca se asumirá tal parentesco, también la semejanza entre las
teorías de las ciencias sociales resulta ofensiva. Que el positivismo de Comte contenga
parecidos con el marxismo resulta ofensivo para el marxismo y quizá para el
positivismo. Desde mi escenario el parecido resultó asombroso, pero después de
la pasma viene la calma. Porque existen similitudes extremas entre el
positivismo de Comte y el “materialismo histórico y dialéctico” de Marx. Reitero
que las similitudes dentro de las ciencias sociales (más aún dentro de las
teorías políticas sociales) resultan ofensivas, por la tendencia espontánea
hacia la creación de abismos teóricos. Por principio el positivismo y el
marxismo son diferentes y antagónicos, revelar una asociación de estas
interpretaciones teóricas es una operación de “heterodoxia” o de “eclecticismo”
y ambas son amenazas terribles, que por principio paralizan al pensamiento. El
positivista se debe escandalizar de parentesco con Marx y el marxista deberá
gritar contra el más mínimo parecido con Comte. Estas corrientes están
separadas por un foso de vacío y una trinchera de enemistades. El positivismo
se erigió como un sistema de pensamiento adaptado y adaptable a los regímenes
burgueses ascendentes y el marxismo como la ideología revolucionaria del
proletariado. Cada teoría tomó un campo de batalla práctico opuesto, separado
por enfrentamientos sangrientos en los siglos XIX y XX. Pero cada teoría creció
bajo un horizonte histórico único, un conjunto de realidad semejante, el mismo
suelo europeo de mediados del siglo XIX, pletórico de cambios y tensiones. Si
el enfrentamiento político y práctico entre el marxismo y el positivismo resonó
tan fuerte, solamente pudo ocurrir en el campo de la cercanía: la lejanía
radical no permite las batallas.
Pero después de la batalla y
muerto el combatiente, el balance de la lucha cambia. Debemos observar el
terreno común y afinidades que estaban ocultas bajo el fuego escandaloso,
ocultas bajo el partidismo intencionado.
El positivismo propone “orden social genuino” mediante una razón que prevalecerá
En esta exposición Comte define
el papel de sus teorías en el reordenamiento del campo intelectual del
Occidente: “En cuarto lugar, la filosofía
positiva ofrece la única base sólida para esa nueva organización social que
debe imponerse a la situación crítica que la mayoría de las naciones
civilizadas hoy día están viviendo.
“No es necesario probarle al que lee esta obra que las ideas gobiernan
al mundo, o lo llevan al caos; en otras palabras, todos los mecanismo sociales
se apoyan en opiniones. La gran crisis moral y política que hoy día está
viviendo la sociedad se muestra en el rígido análisis que surge de la anarquía
intelectual. Aunque la estabilidad en las máximas fundamentales es la condición
primera del orden social genuino, estamos sufriendo un desacuerdo extremado que
puede llamarse universal (…)
“Si esto es verdad, sólo tenemos que determinar cuál de las filosofías
debe, en la naturaleza de las cosas, prevalecer; y, después de que se determina
esto, los hombres, sin importar cuáles hayan sido sus anteriores puntos de
vista, no pueden dejar de contribuir a su triunfo. El problema después de ser
reconocido no puede continuar mucho tiempo sin resolverse; porque todas las
consideraciones señalan que la filosofía positiva está destinada a prevalecer.”[12].
Las diferencias son tan
evidentes, que las similitudes se escapan. Mientras el marxismo es materialismo
aplicado a la vida social, el positivismo cree firmemente en la fuerza de las
ideas, el mismo “estadio social positivo” se caracteriza por un tipo de
pensamiento predominante, el pensamiento positivo que escapa de las tinieblas
de la metafísica religiosa y de la abstracción de los meros principios sin
aplicación. En el marxismo los estadios sociales se marcan por la determinación
de las relaciones de producción, que enlazan la técnica productiva con las
condiciones sociales generales, por lo que el estadio social presente es el
capitalismo, que debe ser superado por un periodo socialista correspondiente a
fuerzas productivas objetivamente socializadas y manejadas por una clase
ascendente y objetivamente socializada, que es el proletariado.
La correspondencia entre ambas
teorías está en la crisis de la
sociedad presente, la necesidad de cambiarla, la posibilidad de cambiarla, el mensaje de que esta teoría social está
llamada a cambiarla, y la advertencia
que este proceso del cambio está destinado
a triunfar.
Existe la crisis de la sociedad presente, aunque para el marxismo esta
crisis tiene un sentido más agudo, porque la radicaliza como una crisis total,
como una disyuntiva que arrastra hasta la esencia de la civilización hacia el
peligro de un holocausto. Sin embargo, la enfermedad es un factor opuesto al
conjunto social, en Comte una cierta “anarquía” que provoca decaimiento y
problemas, en Marx un caos y explotación que genera miseria y desigualdad. De
modo explícito el conjunto es en esencia
bueno y basta liberarlo del factor decadente o caótico para que salga a la
luz su vitalidad armónica (como orden en Comte, como comunidad en Marx).
La sociedad que está en crisis merece ser cambiada, por lo tanto el
positivismo propone una “reorganización”, menos dramática, que la “revolución
social” que propone el marxismo. El positivismo es partidario de la reforma, mientras que el marxismo es
partidario de la revolución.
La sociedad además de merecerlo puede cambiar conforme a su esencia.
Para el positivismo no existen mediaciones
complejas, porque la misma teoría positiva de la ciencia social es el medio
para el cambio social, si las ideas rigen al mundo, su corrección es ya la
acción política que las arregla.[13]
Para el marxismo el camino es más complejo y mediado, porque la teoría debe de encarnar en las masas proletarias, que
por definición práctica suponían un agente no-teórico, por lo que la conversión
de la teoría en masas proletarias revolucionarias implica un complejo camino
que pasa por la vida política, es decir, la conversión
de la teoría en práctica.[14]
Tanto el marxismo como el
positivismo se definieron como agentes de
un cambio social, si bien el positivismo por esto entiende, que directamente afecta las ideas y lo que
siga es ganancia. El marxismo maneja una compleja operación de deber activo
para transformar a la sociedad mediante la acción consciente de las vanguardias
que moldean a las masas proletarias.[15]
Tanto el marxismo como el
positivismo irradian el optimismo de
teorías convencidas de que su misión
triunfará. El positivismo vive en la convicción de que el tercer estadio
positivo de la sociedad ya ha arribado, que únicamente falta por consolidar y
ampliar su triunfo.[16]
El marxismo mira más lejos, hacia un estadio social que no ha llegado y espera
su llegada mediante la acción voluntariosa. En ese sentido, el positivismo ya
habita su hogar dentro de esta sociedad, mientras el marxismo espera viajar a
su lejano nuevo hogar. Pero en ambos
la convicción señala de que el rumbo de la historia habrá de corregirse, que la
verdad implicada en esas teorías devendrá en mundo.
Sociología es ciencia del conjunto y solamente el conjunto importa
A diferencia de las tendencias a
la especialización, las tesis de Comte siempre apuntan hacia la generalización.
No fomenta la intención de una nueva especialidad, no intenta ver los fenómenos
sociales más de cerca, sino que intenta de abarcarlo todo al ofrecer una
tendencia enciclopédica, mediante una compilación del conjunto, que no segmenta
sino que reúne.[17] En su
propuesta de una nueva ciencia, es el conjunto de la sociedad lo que se
estudia, por lo que “sociología” aborda el estudio de la sociedad completa,
incluyendo sus dimensiones estáticas y dinámicas, con su política, su economía
y su historia, sus pensamientos y sus materiales, sus fuerzas y sus clases, sus
poderes militares e intelectuales, etc. En ese aspecto tiene gran parecido con
la forma clasificatoria emanada del marxismo, que no acepta una especialización
por “materias”, sino que intenta agrupar el conjunto del conocimiento de la
historia social dentro del “materialismo histórico” que trata desde la
antropología de los tiempos prehistóricos hasta el futurismo de las teorías
comunistas, desde la economía política hasta la filosofía, y dentro de cada
campo se abarca el conjunto más amplio posible. Dentro de la economía política
el verdadero horizonte es la integridad de los procesos económicos con su
implicación política y social, el mercado mundial es el horizonte de la expansión
económica y sobre ello se estudia. Respecto del enfoque metodológico de la
economía política marxista sigo estando completamente de acuerdo, porque aplica
la integridad de un enfoque hacia la
totalidad concreta, de acuerdo a reglas metódicas, y, debo decir, precisas pero
flexibles reglas metodológicas.[18]
Este enfoque sobre la totalidad como el correcto horizonte de la ciencia social
lo pone en claro y en alto Georg Lukács, y lo enarbola como la “propiedad privativa”
del marxismo ante la visión burguesa. Este tema ya lo habían indicado Marx y
Engels, pero lo desarrollan los sucesores más perspicaces, entre los que quiero
destacar a Sartre con su “razón dialéctica”.
Entonces sí hay la intención de
captación correcta de la totalidad humana, no sólo como intención sino también
en el eje metódico, en una perspectiva que ha permeado en varios autores. Poco
conocido el caso de Toffler que este interesante futurólogo es, cierto sentido,
una puesta al día del marxismo, porque él se inició dentro de esa perspectiva
de izquierdas[19]. Aquí
Comte, un autor con bandera opuesta y hasta con toque de ingenuidad graciosos,
pero su horizonte empuja decididamente hacia la totalidad y la superación de
las especializaciones. No es casual que Marx, por lo poco que conoció de Comte
lo comparara con Hegel, aunque de modo desfavorable para este francés ante el
gigante de la filosofía clásica alemana. En fin, este intelectual anclado
dentro del horizonte burgués queda apasionado con la totalidad.[20]
Por si fuera poco, Comte no se
interesa en la totalidad estática,
sino que intenta darle una dinámica para observar el movimiento del cambio, lo
que en lenguaje de izquierdas sería un aliento “revolucionario o dialéctico”.
De nuevo debo aclarar que su “cambio” descansa dentro de confines delimitados,
pero no dejemos de lado un mérito por principio. Por principio, la “sociología”
se funda con una dimensión de dinámica y de leyes
del cambio inmanentes. Evidentemente, no se trata de leyes tan “revolucionarias”,
porque los extremos le disgustan a Comte, y él a la revolución la compara con
la insania mental, con lo cual quizá se inaugura una tendencia de encasillar el
radicalismo dentro de la patología psicológica. Si embargo, el cambio está
siempre presente bajo diferentes formas, y de preferencia bajo la optimista
figura del “progreso”, que para Comte
es el faro que ilumina el camino de avance de la humanidad.[21]
La fragilidad, a caso, huye de la tensión
La tragedia persona y los
desvaríos contrarios a sus tesis originales, provocaron un anticlímax del
positivismo; cabe afirmar que Comte creador de su propia religión llevó al
desprestigio la doctrina positivista. De tal modo, la trayectoria posterior del
positivismo se desvinculó de su persona. Casi siempre la febrilidad de la mente
especulativa corre riesgos, pero el extremo de la insania mental lleva hacia la
desgracia, abriendo la sospecha por principio y la refleja contra la teoría del
autor. Parece que a menudo, la inteligencia no tiene recursos para escapar de
sus trampas interiores. En contraste Marx, el adalid de las causas
revolucionarias fue presumido cual modelo de solidez y salud mental.[22]
Jugando a lo inexplicable, pareciera que una mente síquicamente más centrada se
embelesa con las situaciones sociales extremas, especialmente con la revolución
como un esfuerzo a modo de clímax dramático que lleva hacia un desenlace feliz,
mientras que la mente síquicamente menos centrada se espanta de las tensiones ambientales
extremas. De alguna manera, lo emocional y lo intelectual parecen enlazarse,
pero en sentido contrario, la fragilidad de la mente huye de las tensiones,
busca una armonía sin caer en estrépitos, mientras que la solidez de la mente
abraza las tensiones y conflictos, busca una armonía por medio del mayor
estrépito (la manera dramática para alcanzar una utopía).
Tres periodos de la humanidad y llegada al periodo positivo
Para Comte, su fundamento con
claridad es idealista, pero de un modo idealista-materialista, al jugar con la
mezcla de opuestos, donde procede a establecer su periodización histórica.[23]
Su teoría general afirma una sucesión de estadios basados en la comprensión de
la mente humana y su “Línea del Tiempo” señala que la humanidad pasa del estado
teológico, al metafísico y luego al positivo.[24]
La afirmación del estado positivo de evolución de la humanidad representa su
tesis central, de tal modo que ahí está el eje de su teoría y el nombre de la
misma. Su esquema para la evolución de la humanidad depende del avance en el
enfoque del conocimiento general. La
teológica comienza cuando los fenómenos se quieren explicar por principios
sobrenaturales, apelando a dioses, milagros, intervenciones divinas, magia,
hechicería, etc. La época metafísica ya no recurre a lo milagrería como la
explicación del mundo, pero está en una fase intermedia, porque trata de remitirse
a principios, esencias o naturalezas, lo cual fue una avance pero cae en un
tipo de remisión a esencias sin fuerza explicativa. La etapa positiva, que él
observa abriéndose paso en ese entonces, ocurre cuando la mente humana se
explica el mundo por leyes naturales, estableciendo claramente las relaciones
entre causa y efecto particulares, observa el mundo en su desenvolvimiento sin
preocuparse por intervenciones divinas ni en principios metafísicos.[25]
Por lo mismo, en la era positiva se dejan de lado cuestiones como el origen y
el final del mundo, por escapar al curso de las explicaciones dentro de leyes
naturales, porque indagar sobre inicio y final sale del campo acotado de leyes
naturales. Comte argumenta que delimitándose a leyes naturales se desarrolla la ciencia con toda su fuerza,
dejando de lado algunas preocupaciones pero avanzando con la fuerza de la
comprobación de lo afirmado. Aquí establece una clara alianza con la ciencia
natural prevaleciente, que servirá como el modelo único de cientificidad,
modelo al que aspirará la ciencia social.[26]
La alianza entre la ciencia natural y la sociología es evidente, de forma clara
se aspira a un nivel de cientificidad en la vida social, similar al obtenido
por la ciencia natural. Claro, que los métodos de los científicos naturales no se copian íntegramente, porque existen
divergencias, que son tomadas en cuenta para fundar un método sociológico.
Lleva hacia la “política intelectual” y la educación
Para cada teorización de amplias
miras, la acción consecuente exige la transformación con la verdadera medida del cambio. Así como cada
teoría entronca con su práctica, por fuerza la sociología conduce hacia la
política, de tal modo que aplique lo descubierto. La interpretación Comte —fundador
de la sociología— implicaba un peculiar
tipo de política práctica basada en la intelectualidad. Para él los estados
evolutivos de la humanidad se basan en el tipo de ideas dominantes,[27]
entonces el cambio político se basa en las ideas dominantes, porque éstas
arrastran al conjunto.
El objetivo social de Comte fue
facilitar el camino a la dominancia más clara del periodo positivo, el cual
luchaba contra los rezagos teológicos y metafísicos. Este progreso se basa en
el avance de las ideas, por lo tanto su poderío está apegado al futuro de las
ideas, de tal modo que la variación de los pensamientos establece el siguiente
paso y la meta.
El corolario lógico de tal
planteamiento, (siendo la ignorancia y las ideas atrasadas los enemigos
entonces al toro se le toma por los cuernos) empuja la educación, por lo que
esto implicaría el tipo de política, basado en tal teoría debe fomentar la
educación, apoyar capas intelectuales y de científicos, etc. En contraste con
un obrerismo del marxismo con el positivismo tendremos un “intelectualismo”,
donde la clase llamada al cambio serían los intelectuales.[28] En
el periodo positivo, entonces el campo de batalla serían las universidades y
colegios, donde las armas más eficaces deberán ser libros y periódicos,
análisis y estudios, cursos y academias, descubrimientos y divulgaciones,
profesionalización y enseñanza.[29]
El eje estratégico de Comte es ofensiva de la nueva época
La clave de empujar con militancia
hacia una nueva época: tal es la estrategia aguda de Comte; un posicionamiento que
se manifestará como la trascendencia de las corrientes socialistas y comunistas
en el periodo siguiente. Convertirse en profetas de la historia terrena, que se
abre ante los propios pies representa una herramienta poderosa para el positivismo.
Al igual que el positivismo clásico, el socialismo y comunismo se definen
partidarios de una etapa histórica precisa, donde la ofensiva militante por un
nuevo periodo (adalides del futuro o del progreso) implica que se agrupa una
fuerza social en nombre de la causa en favor de un periodo histórico
“definitivo”. Así como el periodo positivo afirma que se logra un periodo
definitivo, representando el arribo a la verdadera época civilizada, el
socialismo suponía que alcanzaba una etapa de justicia, era la llegada a la
meta y al periodo efectivamente civilizado, donde imperan las “sencillas reglas
de la moral”, según la Declaración inaugural de la Primera Internacional
de Trabajadores atribuida a Marx.[30]
Afirmar un periodo inminente como
eje estratégico de la acción colectiva encuentra antecedentes en las herejías
mesiánicas, que mediante el advenimiento de la Redención, organizaron diversos
movimientos político-religiosos.[31]
El advenimiento del futuro inminente es una motivación para agitar grupos y
masas, pues ofrece una guía para la acción, al condenar los poderes presentes
como entidades caducas o condenadas a morir. Pero, a diferencia de los grupos
religiosos denominados milenarios, con Comte y luego también el marxismo, el
advenimiento del futuro también opera como un eje estratégico para el análisis
de la sociedad, que ya no se observa a modo de objeto estático, sino entidad
dinámica. La diferencia con Comte es que la nueva época ya comenzó, entonces únicamente
resta consolidar el triunfo del mundo neonato.
Las clases sociales interpretan la sociedad e implican definiciones políticas
Resulta cierto que el concepto de
clases sociales en Comte da la impresión de perder su foco, sin una definición
sistemática que infiera un significado trascendente; aun así dichas clases habían
irrumpido de modo espontánea en la conciencia europea desde el siglo XVIII y levantan
un tema esencial de su nueva sociología. Las clases sociales ya definen los
grupos de interés, pero no se definen sobre un único eje, tendiendo a variar, y
sirviendo de clasificador general de grupos. Así, las clases sociales de Comte
no siempre se basan en afinidades de intereses materiales, sino que reúnen
diferentes agrupaciones. De cualquier forma, la clase social es el agrupador
estratégico para interpretar la dinámica operada entre los grupos humanos.
Resulta perfectamente conocido el papel estratégico que juega el término clases
sociales para la política y concepción social de Marx, a partir del Manifiesto Comunista, siendo que su obra
completa le fue dando un mayor fundamento económico. Aquí únicamente hago notar
que existe una leve afinidad respeto de este tema, pues la separación en grupos
es parte de la dinámica social y sus conflictos.
Lo importante es definir las fuerzas que operan
En otra curiosa similitud entre
Comte y Marx, el francés habla también de la importancia de las “fuerzas” para
la formación de la sociedad. Uno de los aspectos esenciales para definir la
sociedad según la filosofía positiva son sus “fuerzas”, y una vez definidas las fuerzas que operan en una
sociedad el análisis avanza. Esta forma de apelar a las fuerzas sociales, que marca
una importancia similar a los tejidos en la biología, define el interés
científico de Comte. Es curioso que el término de las fuerzas productivas, que es más acotado y preciso en Marx tenga un
papel tan crucial en la generalización superior
del devenir histórico, porque en el nivel más global las sociedades se mueven
mediante su contradicción esencial entre las fuerzas productivas y las
relaciones de producción (en carnadas por las clases sociales).
El concepto de fuerza empleado
posee un cariz filosófico, al expresar la diferencia entre la manifestación y
su esencia, la cual opera activamente, cual motor de las transformaciones. Cabría
asumir que el término fuerza aplicado a la sociedad es una herencia de Hegel,
que no se “puso de cabeza”,[32]
sino que tradujo la física de Newton, cual “fuerza de gravedad” transportada a
lo humano. En este aspecto como en muchos otros de la inauguración de la
sociología se apunta a una afinidad esencial del positivismo con el marxismo,
tal lo empezaron a señalar Foucault y los posmodernos,[33] aunque,
al mismo tiempo, las diferencias son enormes, incluso en cada concepto.
Algunas conclusiones
En cierto sentido, aunque con las
salvedades del caso, Augusto Comte representa una especie de Marx francés, quizá
menos sofisticado y contrapuesto la “posición social”, pero con similitudes tan
significativas que resultan sorprendentes. Existen afinidades de la “necesidad
de sistema”, porque el armado de una ciencia social en el contexto histórico
del siglo XIX exigía enfoques e implicaba opciones básicas, por lo tanto la
coincidencia resulta indispensable. Sin embargo, asusta la tesis de Foucault de
que este tipo de autores son “peces en el agua del siglo XIX”, por lo que fuera
de las aguas de la Era Victoriana (el siglo XIX como centuria de la Reina Victoria de
Inglaterra) muere ese pensamiento. Y no espanta por la conexión entre el
pensamiento y su contexto de época, que confirma una exigencia del rigor para
los estudios históricos de las ideas, sino por el sentido biológico y reductivo
de su tesis, mediante la cual atando el autor con su tiempo se le vacía de
validez a sus ideas originales.[34]
Entonces con esta reducción, ningún autor de anterior conserva la mínima
validez póstuma, porque se ahoga en el mar de la insignificancia atado al ancla
de su actualidad. El maridaje entre el autor y su tiempo se convierte en un
certificado de caducidad absoluta, bajo la insignia de un relativismo, que no
acepta ninguna continuidad universal en la historia. La precisión señala que la
relatividad, está ligada a un grado de absoluto histórico, por lo que la
validez relativa de cada teoría no la desconecta de su grado de verdad (su absoluto relativo en la sucesión del
pensamiento), que no se reduce a una narrativa de acontecimientos únicos, que
deben encerrarse en el frasco de su circunstancia, cual insectos de colección
con marbetes privativos.
Al establecerse relaciones repetitivas
entre cada una de estas tesis, entonces nos encontramos con un cuadro de
sistema. Bajo riesgo de reducir el panorama, pero más bien con interés de
generar una amplificación, anudamos el cuadro de elementos básicos
interrelacionados, y nos podremos preguntar si algo importante escapa o existe
algo secundario, que no merezca tal intención.
Como se observa a simple vista,
el conjunto de similitudes implica exigencias argumentales y de
interpretación. Las afinidades entre Comte y Marx no parece que se remitan
a una condición de “medioambiente”, aunque los factores de un contexto
unificado sean importantes, porque el medioambiente no es factor
suficientemente “activo” sobre estos personajes. En cambio, resulta más
fructífero analizar el asunto desde la óptica de la obligación de enlace de
estos temas, por lo cual autores distintos y con intereses opuestos engarcen en
tantos niveles de argumentación tan parecidos. Con esta afinidad ocurre como
con la sucesión de los inventos tecnológicos, cuando la exigencia de la
búsqueda e investigación empujan hacia soluciones similares. Si retomamos
premisas significativas, se desprende el sentido de una siguiente, de tal modo
que el armado entre el conjunto es consistente y necesario:
Dado lo indicado en E de que un
futuro mejor es premisa, entonces se desprende la importancia de la
periodización en C, porque se periodiza para pronosticar el futuro.
El racionalismo en A se debe
convertir en periodización en C, porque el sentido del tiempo se especifica
mediante los argumentos que buscan ser científicos.
Ya que el conjunto domina a las
partes en B, entonces el conjunto está dividido en partes superiores a los
individuos, como en G en clases sociales.
Las clases G son tanto historia D
como fuerzas sociales I, entonces son los elementos definitorios de la política
H.
Ya que se trata de Razón en A, la
explicación debe ser inmanente como en G, fuerzas propias.
Si las clases G son las fuerzas sociales I. entonces hacen su
política H, por tanto la teoría deviene en práctica J.[36]
Si la razón A elabora una política
H, entonces la teoría deviene práctica J.
Si el modo en que se organiza la
sociedad es esencia F, entonces la política H se convierte en política social,
a modo de una teoría deviniendo a práctica J.
Si la teoría deviene práctica J y
la periodización es esencial C, entonces la política H debe promover la llegada
de un nuevo periodo mejor E.
El periodo mejor E promovido por
la política H debe ser esencialmente un nuevo modo de organización social F.
Como el conjunto domina sobra las
partes B, entonces la política H enfocada al conjunto de una nueva organización
social F debe dominar la transformación de la teoría en práctica J.
La política H solamente puede
operar mediante una fuerza propia I, pero esa fuerza propia debe contener el
nuevo modo de organización social F.
La fuerza social propia I, debe
cumplir con la realización de la teoría en práctica J, de tal forma que debe
ser una “clase racionalista”[37]
con el contenido de A, la razón.
La política H actúa sobre el
medio social, el cual es entendido mediante la operación racional A, por tanto
la política misma debe ser racional A, de tal modo que sea un caso de la J,
conversión de la teoría en práctica.
Si el conjunto domina a la parte
B en el caso de la periodización C esto es cumple por ser el periodo el
conjunto temporal ante los tiempos singulares, en el caso de la forma social F
esto se cumple y para J se cumple por cuanto la teoría es una parte de conjunto
social en su devenir.
Si la sociedad es historia D,
entonces la política H se debe fundamentar en la comprensión racional A de la
historia, el futuro E se funda sobre el pasado. En fin, bastan las
correlaciones señaladas para anotar que hay una exigencia de coherencia en el cuadro de las perspectivas sociales
emanadas del positivismo y el marxismo.
A manera de conclusión, señalemos
que ambos sistemas, positivismo y marxismo, se convirtieron en la guía de
políticos y de gobiernos, inspiradores de cambios notables en el curso de los
siglos XIX y XX.[38] El positivismo
tuvo su fulgor y caída más pronto que el marxismo, pero su huella en las
transformaciones de nuestra historia siguen ahí, definidas bajo los pliegues
del siglo XXI. Las oportunidades para recuperar lo valioso y superar de estas
teorías sociales del siglo XIX dependen de que esclarezcamos su legado, para establecer
con claridad cuáles son los nuevos elementos que debe generarse en este siglo
XXI a partir de las contradicciones detectadas por los filósofos de la
posmodernidad y las perspectivas que señala la llamada “sociedad del
conocimiento”.
NOTAS
[1] Conocida
como texto de referencia, denominado La
evolución política del pueblo mexicano de Justo Sierra.
[2] Leopoldo
Zea, El positivismo en México:
nacimiento, apogeo y decadencia. Ed. FCE, Primera ed. 1943.
[3] El
fenómeno fue bien observado en la actuación desde las religiones dominantes que
atacaban con furia las heterodoxias convirtiéndolas en herejías, tal cual lo
descubrió el pensamiento de la Ilustración, como Voltaire en su Tratado de la tolerancia.
[4] Entre
1830 y 1842 Comte publicó los 6 tomos de su Filosofía positiva, donde proponía
el remedio a la “enfermedad de la sociedad”.
[5] Lo
pintoresco del concepto original de Marx de un “ejército industrial de reserva”
hizo que solamente sus partidarios acérrimos prestaran atención; para la
mayoría se trata de un simple desempleo. La variación proviene del poco
conocido autor sueco Strindberg. Para Marx véase El capital y en especial el llamado tomo IV, de Historia crítica de las teorías de la
plusvalía.
[6] Lenin en
su obra Materialismo y empiriocriticismo,
escrito en 1908.
[7] Carl G.
Jung, El hombre y sus símbolos. En
especial, Jung primero se esforzó por acercarse al maestro del psicoanálisis
para luego tomar la vía de mayores divergencias.
[8] Desde el
punto de vista de las “referencias circulares” resulta tentador direccionar las
referencias hacia un único texto, pues genera una auto-comprobación mecánica;
lo cual arrastra a la convicción pero nos aleja de la comprobación de hechos.
Esto implica la lógica limitada de las comprobaciones circulares, véase Deleuze
La lógica del sentido.
[9] En
Althusser ocasionalmente observamos esta tendencia llevada al absurdo de
colocar a un solo concepto como la clave universal. Así, en Para entender a El capital, plantea que
toda comprensión depende de aceptar el concepto de “estructura” como lo
fundamental, cuando no existió en esa obra sobre la cual hace su exégesis.
[10] “la
palabra positivo designa lo real, por oposición a lo quimérico”, Comte, Curso de filosofía positiva.
[11] Asimov,
Introducción a la ciencia.
[12] Filosofía Positiva de Augusto Comte, cit. en THOMPSON, Kenneth, Augusto Comte, México, Ed. FCE. p. 86-87
[13] La
relación de Marx hacia la historia de las ideas resulta bastante ambigua, pues
mientras niega que posean un desenvolvimiento propio en La ideología alemana, se dedicó a estudiar minuciosamente su
precesión en su inacabado Tomo IV de El
capital, como “Historia crítica de las teorías de la plusvalía”.
[14] En
Sánchez Vázquez está la amplia justificación Filosofía de la praxis.
[15] Si
bien, el énfasis en el aparato corresponde más a Lenin. Véase Los cuadernos de la cárcel de Gramsci.
[16] Un
ejemplo claro de esa estructura de visión, aparece en La Tercera Ola de
Toffler, quien afirma que la tecno-estructura industrial ya está perdiendo
terreno ante la nueva sociedad, con una nueva tecnología y relaciones humanas
que la acompañan.
[17] Aunque
cabría la objeción que más que sintetizar, Comte sigue acumulando partes,
recorriendo desde la aritmética y las ciencias naturales, a manera de un
renacentista.
[18] Hubo
grandes discusiones sobre el método de Marx y la trama teórica bajo El capital
en el siglo XX, como la de Rosdolsky en Génesis,
estructura y método de El capital.
[19] También
tengo impresión similar con Ortega y Gasset, quien se preocupa constantemente
por el conjunto de la reflexión, aunque a él lo justificaba por la clara
influencia Hegeliana.
[20] Lukács
lo consideraba una imposibilidad metódica, pues el pensamiento capitalista está
fragmentado estructuralmente, según argumentó en Historia y consciencia de clase.
[21] La
función de la idea de Progreso resultó
clave desde la Ilustración, la cual luego fue insistentemente sustituida por la
noción de Revolución en el marxismo, pero recurrentemente se vuelve al Progreso
como un eje conceptual. Por ejemplo, en los debates sobre el modernismo, a
partir de Berman y su Todo lo sólido se
disuelve en el aire.
[22] La
biografía de Karl Marx por Franz
Mehring.
[23] Ya
desde el pensamiento mitológico se establecían periodizaciones, como la griega
que divide en periodo de oro, plata y bronce de la humanidad. Lo antiguos tendían
a establecer una sucesión decadente, según señala Eliade en su vasta obra Tratado de historia de las religiones.
[24] Si
bien, el marxismo suele emplear más divisiones en base a los periodos de la
producción, también vale emplear una división simplificada entre
pre-capitalista, capitalista y post-capitalista (socialista o comunista). La
división más precisa en el marxismo la señaló Engels en El origen de la familia… mediante este esquema: comunismo
primitivo, esclavismo, feudalismo, capitalismo, socialismo y comunismo.
[25] Hay un
evidente sesgo de la filosofía positivista de Comte contra las dos fuerzas
gravitatorias del pasado, a saber, la Iglesia y la Monarquía, sin embargo, su
argumentación sutil no lo enfrenta con las grandes potencias terrenales y en la
actualidad subestimando la fortaleza de esas dos instituciones a mediados del
siglo XIX. Cf. Anderson, El Estado
absolutista.
[26] Para el
marxismo, el corazón de la locomotora social son las “fuerzas productivas”,
dentro de las cuales el papel del conocimiento queda como velado, por la misma
importancia señalada hacia lo “material” y lo “social”.
[27] Este
conjunto “ideas dominantes” fue señalado en sentido negativo por Marx, a partir
de La ideología alemana, donde la
dominancia de ideas adquirió un tinte negativo, como emanación del estatus quo,
conforme requería de un velo falsificador de la realidad.
[28] Hasta
después de las interpretaciones de Grasmci, la izquierda retomó la importancia
de los intelectuales.
[29] En
algunos países, en efecto, el positivismo tuvo alentó la expansión de la
educación, como en varios de América Latina. Leopoldo Zea, El positivismo en México.
[30] En
cuanto una proclama de organización carece de firma, pero la tradición la
atribuye a la influencia preponderante de Marx, aunque no hay garantía de una
exclusividad de autor. La apelación de a la moral causó una seria objeción en
Marcuse, quien afirmó el arribo de una moral represiva, vía Lenin y la URSS, en
su El marxismo soviético.
[31] Hobsbawm,
Rebeldes primitivos. Donde hace notar
el milenarismo campesino como antecedente a las rebeliones de corte social en
Europa.
[32] En
general, la inversión de Hegel por Marx, resulta un mito de los marxistas; en
sentido estricto, resulta imposible voltear al revés el idealismo hegeliano.
Siendo más estrictos, el discurso de Marx y Engels se detiene bruscamente en el capítulo de la Fenomenología del espíritu llamado la dialéctica del amo y el
esclavo (o señor y siervo), justo antes de que la cultura comience a resolver
las contradicciones. Además retoman aspectos clave del arsenal de Hegel como el
ritmo universal de la dialéctica y la organicidad del Todo, como guías metodológicas
para comprender la historia. Cf. Ernest Bloch, Sujeto-objeto, el pensamiento de Hegel.
[33] De modo
explícito, Foucault en Las palabras y las
cosas, señala que Marx es un pez que solamente puede respirar en el aire de
la Era Victoriana, que el siglo XX escapa a esa “episteme” o sistema de
pensamiento que lo posibilitaba. Lytord señala que la época de los grandes
relatos desapareció y, con ellos, se terminó el espacio para el comunismo y el
fascismo. Cf. La posmodernidad explicada
a los niños.
[34] Se
quejaba Sartre del método reduccionista que provoca síntesis demasiado rápidas,
donde el autor rebajado a su época se convierte en una antigualla sin valor.
Sartre, Introducción a la Crítica de la
razón dialéctica.
[35] El
nivel en que el conjunto “predomina” sobre las partes es un gran tema de
discusión, signo de su importancia fue la definición de la corriente
estructuralista. Cf. Perry Anderson, Tras
las huellas del materialismo histórico y, sobre todo, Consideraciones sobre el marxismo occidental.
[36] Algunos
marxistas creen haber superado la separación entre el ser y el deber ser,
promulgado con tanta claridad en Kant. Cf. Sánchez Vázquez, Filosofía de la praxis.
[37] Esto lo
intenta fundamentar Lukács con el argumento de que el “punto de vista
revolucionario” como el único capaz de captar la realidad; de alguna manera
Marx lo planteó, pero al exagerarse se convierte en una forzada identidad
sujeto-objeto, con una metafísica proletaria. Cf. Cosificación y conciencia del proletariado.
[38] En el
siglo XXI, la izquierda ha perdido su cariz de ideología marxista de modo
bastante dramático, herencia de la caída de la URSS, aunque sigue habiendo un
referente extendido.
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