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lunes, 1 de marzo de 2021

POSIBILIDAD DE CONSERVAR EL MANÁ

 

 



Los israelitas llamaron maná a lo que recogían. Era blanco, como semilla de cilantro, y dulce como hojuelas con miel.” Éxodo 16:31.

Por Carlos Valdés Martín

Una característica del maná bíblico llama la atención: la imposibilidad de conservarlo, pues se corrompía demasiado rápido. Ese rasgo compartido por productos del “reino vegetal y animal” que es su condición perecedera, queda acentuado al extremo, pues aparecía con el rocío de la madrugada y, en unas horas, el calor del sol lo descomponía.  

Cuando se intentaba acaparar, el maná se descomponía y agusanaba de inmediato, con excepción del sexto día para preparar el descanso. Resulta curioso ese producto imposible de guardar en vasijas para devorarse después, pues se “agusana”. ¿Qué desaparece al intentar atraparlo? Sí hay objetos de tal característica, por ejemplo, el tiempo imposible de atrapar y el conocimiento cuando no se estudia con la propia cabeza. Atrapar el tiempo es una quimera en la que creía el candoroso Marx.[1] Es una ilusión intentar el guardar conocimientos sin usar el razonamiento.

El propio Éxodo señala que el pueblo tenía la tentación de guardar el maná, que en el texto es una desobediencia al mandato divino, pero aquí se mira simbólicamente, como la vanidad de atrapar un “alimento espiritual” en contra de sus propiedades. Aunque el Éxodo marca dos excepciones. La primera honra al ciclo semanal y a un día de descanso, el Sabbath religioso; por ello el maná se conserva un día adicional. ¿Qué indica? Ese alimento cuando posee una finalidad justa interrumpe su caducidad, sin embargo, eso es una prórroga y no cambia la ley del consumo forzoso. La excepción definitiva es la testimonial, pues Moisés fue autorizado para guardar una muestra el maná en una vasija consagrada, para preservar el testigo del milagro. La copa con maná se guarda en el Arca de la Alianza y sigue su mismo destino, que es (a la fecha) la desaparición.

Si repensamos la historia llegamos a la conclusión que el “maná simbólico”, es decir, la obra específica que nutre directamente al espíritu sí es posible conservarla, pero de manera peculiar. Hasta que los pueblos descubrieron la escritura lograron transmitir sus pensamientos, desde los más sublimes hasta los más atroces.[2] La vasija mágica que logró conservar el maná para testimonio que perdurara por miles de años no está en un Arca perdida, sino en los textos que las generaciones han transmitido. La Biblia y los todos libros —que interpretamos con corrección— forman esa vasija sagrada que es capaz de conservar el maná.  



[1] Teoría del valor trabajo, no fue inventada por él, sino que provenía de la corriente “clásica” de los economistas ingleses como Smith y Ricardo, sin embargo, él la radicalizó como una cristalización del tiempo en la mercancía mediante el concepto de valor de cambio. Véase El capital.

[2] Los vestigios de pueblos primitivos indican herramienta y muestras de reverencia a los muertos, las pinturas rupestres también son antiquísimas. Todos dan muestra de alguna representación desde el despertar del ser humano, sin embargo, hasta que hay escritura se logra transmitir el mensaje para conservarlo de su corrupción en el tiempo.

 

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