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martes, 1 de noviembre de 2022

HAZMERREÍR EN EL MINISTERIO


 


 

Por Carlos Valdés Martín

La crisis entre los osos se tornaba preocupante. Después de un comienzo prometedor el descontento campeaba en las provincias, antes sonrientes y agradecidas ante la prodigalidad del monarca. Dos sublevaciones fueron sofocadas por su guardia y el motivo, por extraño que parezca, estaba relacionado con raros cuestionamientos. Resulta que en esas provincias los osunos súbditos estaban convencidos que los gobernaba un imbécil.

Este rey era astuto, sin el don de la elocuencia, pero de ocurrencias divertidas y capaz de imponer el temeroso silencio entre sus colaboradores. La inquietud no le permitió dormir al rey, Plantígrado I. “Un nuevo nombre para un siglo prometedor”, le dijo el rey al Santo Obispo, cuando eligió su nombre dinástico. El Obispo de los osos, movió la cabeza y advirtió que esa selección no agradaría ni a sus amigos. En efecto, el nombre provocó desconcierto: ¿Se imaginan a un rey de las personas coronándose como “Humano Primero”?.

Como las agitaciones osunas estaban causando estragos, el rey recordó a su anterior asesor a quien había despedido por comportarse en exceso sincero y provocar disputas en su gabinete. Después de un año ya había olvidado el motivo exacto de su despido, así que lo llamó de nuevo.

Recordó los buenos servicios de su asesor, un Grisly llamado el Descarado. Antes de que llegara el nuevo asesor las cosas se pusieron más desagradables en el reino. Durante una ceremonia en la que el rey oso pronunció un discurso las cigarras comenzaron a reírse de su manera de hablar. Fue extraño porque las cigarras no suelen reír, simplemente chirrían por cualquier motivo, pero su risa es contagiosa. Después de ellas las ranas se reían y al rato cundía un alboroto. Durante el discurso el rey oso perdió la paciencia y comenzó a regañar a los presentes, muchos de los cuales se dieron por aludidos, cuando las palabras se dirigían únicamente contra los alborotadores:

—Esos insectos resentidos.

El rey señaló con su gran mano-garra de oso intentando seguir los saltos de unas cigarras, cuando brincaron chapulines y grillos acompañándolas. Reunión de insectos brincando y revoloteando que para este caso son imposibles de distinguir a la distancia.  Al mover la extremidad alternativamente, el rey olvidó el hilo de su discurso y repitió lo mismo:

—Esos insectos resentidos.

Siguió agitando su mano-garra de rey, por lo que varios guardias interpretaron que había que detener a alguien, cuando el corazón de oso no albergaba tales intenciones. Desde el día que se coronó de soberano él había prometido ser diferente a sus antecesores, quienes mantuvieron una reputación de villanos y represores. Sin comprenderlo del todo, el rey oso miró más agitación, por lo que intentó retomar su discurso, escuchando un griterío de desagrado. Entonces intentó volver al regaño y lo sintetizó mientras señalaba:

—Esos resentidos…

Un instante después crecía una trifulca en la plaza frente al Palacio, que resultó en estampida. Una desbandada mezclando animales grandes y diminutos siempre resulta con heridos.

Al día siguiente los noticieros dieron a entender que el rey oso había lanzado a la guardia contra el pueblo animal provocando el zafarrancho y la estampida. Por más que el rey oso acudió a los hospitales para saludar a los heridos y prometer que investigaría hasta atrapar al culpable. Dijo “caiga quien caiga”, mientras los heridos y sus familiares agachaban las orejas cuando lo escuchaban, signo inequívoco de que desconfiaban.

El asesor de Rey era tan astuto que propuso contratar un hazmerreír para su equipo de colaboradores. ¿Cómo un imbécil notorio entre los dirigentes del reino?

De entrada, al rey esa propuesta le pareció absurda.

—Así serán menos notorias vuestras faltas. Sus espías han descubierto que entre el pueblo cundió el rumor de que vos sois inepto. Para colmo de problemas, vuestros hermanastros asechan en la oscuridad.

De entrada el rey rechazó la propuesta, pero Grisly el Descarado no se dio por vencido. Para la siguiente sesión del Gabinete del reino contrató a un cómico y a un carterista, advirtiendo al rey de lo que se proponía, para que los guardias no molestaran su en su demostración. Un espectáculo se ofreció en una sesión ordinaria, y el cómico hizo su papel diciendo y actuando con tonterías que arrancaron sonoras carcajadas.

Mientras los ministros reían el carterista vació los bolsillos y carteras de los asistentes. Cuando terminó el cómico, el público aplaudió. Después el carterista continuó la instrucción de seguir robando y de inmediato un ministro orangután se dio cuenta de que sacaban su cartera. En cuanto los guardias prendieron al truhan, el asesor explicó al gabinete que presenciaban un experimento para diversión de los presentes.

Lo demostrado convenció al rey oso.

Una jirafa fue elegida como hazmerreír, siendo de sangre azul y primeriza en administración, quedando encargada para el Ministerio de Minería, el cual incluye hormigueros, hoyos de tuzas, conejos y demás madrigueras subterráneas. Bastaba mirar la manera en que doblaba las patas para agacharse y el auditorio se reía sin control. Además, la larga lengua de la jirafa no ayudaba para hablar con los reporteros, al contrario. Su primera tarea, en apariencia la menos exigente, fue visitar los hormigueros en el norte del reino. La primera inspección a los hormigueros resultó desastrosa como lo anticipó el asesor Grisly.

Al intentar inspeccionar la jirafa no distinguía los promontorios y pisoteaba los hormigueros. Cuando se daba cuenta que le reclamaban, entonces intentaba agacharse para disculpase, provocando esa torsión de patas que tanto divertía a los demás animales.

Al día siguiente ese incidente en los hormigueros fue llamado por la prensa el Gran Pisotón. El rey oso alarmado por los comentarios negativos de los periodistas estaba listo para desandar la recomendación del asesor, quien le respondió lleno de confianza:

—Se ha dejado de hablar mal de su majestad, ahora los ojos del reino estarán criticando a la jirafa. De alguna manera, hay otro problema, pero si usted la retira del cargo no habrá consecuencias y esa decisión podrá esperar. Ahora láncela a la ronda de periodistas para que ella pida disculpas torpemente. Seguirá en el foco de las críticas, mientras los ánimos olvidan el incidente de la plaza real. Le recomiendo agregar al papagayo Fidencio, recuerde la manera tan ridícula como se dirige en público. Será el siguiente foco de las burlas.

El rey Plantígrado movió la cabeza y comenzó a reír:

—Por fin empiezo a disfrutar esto de gobernar. Me acabas de quitar un enorme peso de encima, antes desde que amanecía sentía miedo de cometer un error, pero esto de anticipar que mis ministros quedarán en ridículo… ¿Cómo describirlo? Anticipar que las críticas estarán sobre los hombros de una jirafa o un papagayo colgarse una borrachera en calidad de anónimo. No imagino que entiendan esta nueva diversión “esos resentidos”.

Siguió con el rey carcajeando como poseído. El asesor Grisly entendió el motivo de tanta risa. Desde el incidente de la plaza, el rey oso no se había atrevido a repetir la frase “esos resentidos”, pues había representado el fracaso más estrepitoso de su gobierno, que precipitó la estampida en la plaza.  

El rey Plantígrado I, señaló con la mano para que se retirara su asesor y seguirse riendo en privado.

El asesor Grisly se retiró pensativo: “¿Y si el rey no aplica el axioma de que los torpes son fachada para darle un circo divertido al reino animal? Bajo la fachada de los ministros bobos la obligación es infundir el profesionalismo. El buen reinar es como la buena cocina, las tonterías son granos de sal para condimentar el guiso, subir la dosis provocará un vomitivo que arruinaría a cualquier reino.”

Sus pasos se perdieron entre los ecos del pasillo.

 

 

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