Música


Vistas de página en total

domingo, 30 de octubre de 2022

MITO DEL GENERAL INVIERNO EN UCRANIA



 

Por Carlos Valdés Martín

 

La briza congelada del invierno ruso azota un costado de la frontera con Ucrania; y una vecina recuerda al joven Zima Semonovich recluta enviado al otro lado. Mientras ella mira al horizonte en dirección a los vientos de guerra, su vecino con aliento de vodka barato da traspiés, agitando sus pelos grises, calva disimulada y nariz enrojecida por años alcohólicos. Sin embargo, este borrachín le simpatiza a la señora. Ella pregunta si la guerra duraría más allá del invierno, porque él presume sus contactos en la policía secreta. Él abre los ojos espantados y responde:

—No digas “guerra” que eso es un delito, a nuestro Putin no le gusta esa palabra.

Ella le responde que es un tonto, que ni ella ni él confesarían eso a otras personas, pero que si se detienen a utilizar eufemismos como “operación militar especial para rescatar a los hermanos del Dombas” jamás terminarán una plática amigable. Ella le insiste sobre el recluta Sergei, porque la familia sigue preocupada por falta de noticias.

El vecino agitó la mano como para atrapar una mosca en el aire, guiñó un ojo y prometió un “investigaré, si bailamos el sábado”. Ella recuerda que él la ha pretendido repetidas veces, pero que al final se queda dormido sin cumplir con sus galanteos. Ella asiente con la cabeza y le promete regalarle un trozo de pastel de remolacha en caso de que las noticias sean buenas.

Al otro lado de la Península, un exmilitar farisaico (don Próspero Fosfeno, su bautismo fue con grafía de bufonada) olisquea una invitación de la Embajada Rusa en la ciudad de la osa entre madroños. Estatura media, canas pintadas con un tinte marrón; facciones romas y sin brío; lentes gruesos para mitigar la miopía combinada con difracción astigmática (bajo una ligera afección estrábica). Él acerca el cartoncito que conserva el perfume a caviar y le vienen recuerdos de cuando el señor embajador le palmeó a un costado y el guiño de la asistente. A la distancia del tiempo y los hechos, resulta extraño que la asistente Andrómeda Ivanova estuviera tan insistente para mirar la luna desde un rincón oscuro, favoreciendo un rato de caricias sin compromiso. Ella enarbola una defensa tan protuberante que los despistados jurarían alimentada por silicona reforzada; el pelo trigueño y la mirada traviesa. El susodicho Próspero Fosfeno continúa casado, pero (otra vez) no se privó de los escarceos con la asistente diplomática. Ella, para engatusarlo en la red de la complicidad, le elogiaba por su elocuencia sobre sinfín de temáticas, todas abordadas con superficialidad alrededor de las estrategias disruptivas en el contexto internacional. En esa plática privada todo es “geoestratégico” para no desdeñar el clisé de los ignorantes, que desean empaparse de todas las actualidades, sin dominar ni la más mínima partícula del “Pantone” mundial. Por su parte, la chica eslava finge interés, mientras adosa guiños seductores. La piel arrugada del militar se excita imaginando escalar las curvas de una piel juvenil y lejana. Ella finge hasta que se detiene para inventar una urgencia y huir del acoso.

El tal Fosfeno acepta un tomo de información bilingüe, ella le ha convencido que resulta muy confidencial, sobre las intenciones futuras de Occidente para acosar a la “Madre Rusia”. Poco después el funcionario consular le ofrece financiar un viaje para una conferencia en la capital alemana.  El viejo Fosfeno sale entusiasmado de la sede diplomática, con una gruesa carpeta bajo el brazo.

 

En la misma ciudad, Belindazka, una universitaria que ha emigrado desde Polonia, mira un tuiter enviado por el jubilado Fosfeno y se enoja. La cara de ella mezcla un pelo negrísimo y ojos verdes, labios carnosos y mejillas de brillo propio. Las bobas justificaciones sobre la invasión a Ucrania le hacen hervir la sangre, pues ella ha mirado las filas con civiles que huyen desesperados de la invasión. Dos de sus tías en Varsovia han asilado a niños que están separados de su familia, motivados por la movilización obligada. Los polacos, desde antes de la invasión, desconfiaban de Putin y ahora lo descubren el peor villano. La estudiante revisa la línea del tiempo en tuiter y se sorprende de las opiniones donde Fosfeno afirmaba que el ejército ruso destrozaría a los ucranianos en tres días, tomando la capital Kyiv (Kiev) sin dificultades; además no encuentra ninguna denuncia sobre las atrocidades contra la población civil. Ella busca algo para molestar al interfecto, mandar una respuesta, en el tuiter se encuentra con las caricaturas de los NAFO-Fellas, y se alegra. Le agradan las imágenes con caricaturas de perritos para burlarse de quienes sirven o colaboran con Vladimir Putin. Se apura para mandar unos tuits, mientras llega su cita al bar.

Sí, su reunión es con Zima Semonovich quien ha desertado de la guerra. ¿Para qué se han reunido? El desertor ruso busca apoyos en cualquier país de la Unión Europea que crea en su inocencia, que ha desertado de Putin y que merece una residencia legal. Las ojeras cenizas dominan la cara de Semonovich, enmarcadas por tez blanca y pelo castaño, algo grasoso y revuelto. El cuerpo es delgado, como un alambre nervioso, dispuesto a saltar por los aires ante cualquier amenaza; mientras sus palabras oscilan entre la timidez y una energía firme que busca escapar. Ella está acostumbrada a que su rostro hechice por igual a jóvenes y viejos; que este desertor parezca lento para subir de tono la cita le resulta curioso. Siente aprecio por cualquier enemigo del “putinismo”, que heredó lo peor para los polacos. Le resulta curioso que el prófugo no sea un militar ignorante, sino que domine el tema de las estrategias muy por encima del promedio. Belindazka saca a colación una opinión tuitera del susodicho Fosfeno para criticarla con fiereza, pues el español ha sostenido que el “General Invierno” jugará las cartas a favor de la invasión de Rusia. Ella pregunta a Semonovich y él le responde con tono doctoral:

—El invierno dentro de Ucrania lo conocen los ucranianos mejor que nadie; ellos crecieron en sus estaciones lluviosas y en el tiempo de las nevadas, qué tanto cae nieve y el tipo de ropa suficiente para cuidarse. Que si los motores de dañan o los neumáticos se inutilizan en invierno ¿quién lo sabe mejor? Quien lo vive, resuelve los problemas. El factor de invierno contra Napoleón o contra Hitler también fue en favor de Ucrania, pues en la distancia no distinguían la diferencia entre cara A (Rusia) y cara B (Ucrania); una moneda que gira en el aire dando volteretas vertiginosas no permite distinguir. Afirmar que el General Invierno jugará en favor de Rusia contra Ucrania es una completa idiotez. Mi nombre es por mi padre que nació en el invierno de la guerra patria. Entonces los de todas las partes de la URSS se juntaron contra el invasor extranjero. Por eso mi padre me puso Zima, así fue su sobre apodo, porque perdió el dedo meñique durante las nevadas.

La plática se prolonga y Semonovich intenta de otras maneras demostrar su lealtad a Belindazka, hasta que ella exige una prueba irrefutable:

—Un tatuaje con la bandera de Polonia.

—Se me ocurre algo mejor, sería capaz de disparar a la Embajada.

Ella le reprocha y objeta que es pacifista, que no busca matar ni herir a nadie. Él insiste que debe demostrar que ha roto cualquier vínculo con la tiranía del Kremlin y que unos disparos sobre cielo consular serían la demostración indubitable. Ella vuelve a objetar. Él afirma tirará con balas de salva, únicamente para espantar. Ella objeta que hay cámaras alrededor de la embajada. Él dice que guardó una máscara de plástico de un lobo y que viene el Halloween. Pronuncia en voz alta para imaginar un titular:

—Hombre lobo ruso arrepentido dispara sobre el cielo del Kremlin.

Semonovich la arrastra de la mano, trotando con alegría hasta un vehículo cercano donde está la máscara y un revolver con salvas. Vaya casualidad, resulta que la Embajada está en el perímetro y en diez minutos están en las afueras de la representación.

A esa misma hora, Fosfeno sale de la embajada con un grueso tomo de informes bajo el brazo. Sale distraído, sigue pensando en las prominencias de la asistente diplomática, aunque por su mente pasan otras divagaciones como las acometidas en redes sociales protagonizadas por unas caricaturas con carita de perro, son los NAFO-Fellas. Su mirada distraída se colapsa hacia su lado derecho cuando mira a una persona con una máscara de lobo, para el caso su cabeza no hace diferencias entre lobos y perros. El champaña de la recepción ha hecho demasiado efecto, de momento Fosfeno está atónito y siente la sangre helada. El frío de la noche le estaría jugando una alucinación; así, que él desconfía de su vista. Temiendo un sueño intenta increpar al enmascarado y le grita, mientras sujeta una pequeña pistola oculta bajo el pantalón.

—¡Maldito NAFO, lárgate de aquí!

El desertor Semonovich le clava la mirada y siente un reto ante su hombría. Está ansioso de demostrar su hombría para impresionar a Belindazka, quien permanece a una cuadra de distancia, según un acuerdo de prudencia. La distancia entre Semonovich y Fosfeno es de unos pocos metros, que a toda carrera el desertor la supera y lanza un golpe con la cacha de su pistola. El jubilado Fosfeno cae sin darse cuenta de qué ha sucedido; mira estrellas (fosfenos, digamos) sin quedar desmayado, aunque sí bastante confundido. Un instante después se sabe tirado en el piso y con la cabeza adolorida, no tiene fuerzas para levantarse ni para hablar. Encima de éste, Semonovich se ríe y agita una pistola de salvas sobre la reja de la embajada. Fosfeno vagamente recuerda que oculta consigo una pistola. Al trote, con un paso alegre, se aleja Semonovich enmascarado, convencido de una doble victoria: contra un anciano insolente y sobre una reja hostil. Fosfeno siente junto a él su pistola, una garantía de protección o de agresión, según sea el caso y vuelve la fuerza a sus manos. A la distancia Semonovich ya no es un buen blanco para tiro, por lo que Fosfeno vacía su pistola por amedrantar o ganar en la venganza. Una bala alcanza a atravesar un hombro del hombre-lobo de disfraz, quien continúa su escapada. Es un rozón que no afecta órganos y sale la bala, queda el dolor insignificante, pero marca una pequeña punzada y el goteo de la sangre comienza.

Mientras auxilia a su hombre lobo, Belindazka lo regaña y la nueva pareja se extravía en la oscuridad de un callejón despoblado.

Los policías de la embajada demoran en reaccionar ante el ruido de disparos, pues los hechos no ocurren frente a la entrada principal sino en la calle lateral. Cuando los guardias encuentran a Fosfeno levantándose con torpeza del piso, de inmediato lo detienen. Retiran la pistola descargada de su mano y creen que él atentó contra su sede diplomática, aunque ninguna edificación muestra rastros de balazos. Fosfeno grita sus explicaciones raras e insulta a los guardias, quienes se ofenden y lo detienen por más que insiste en que:

—Fue un perro NAFO que ha disparado su pistolete, que yo lo he repelido, que juro es un ataque de la contra. Si no me creéis vosotros sois unos gilipollas y descerebrados.

Cuando el diplomático ruso lo reconoce señala que no supone que él haya atacado, pero que está cometiendo un delito si mató a un perro de la calle. El embajador ama a los canes con pasión. La insistencia de Fosfeno en que ha sido un auténtico perro humano disparando molesta a los diplomáticos, quienes concluyen que ha colapsado de nervios y llaman a Sanidad para que lo canalice hacia el siquiátrico en vez de la comandancia. Unos minutos después Fosfeno insiste ante los de enfermeros de Sanidad:

—Me ha golpeado un perro con la cacha de su pistola.

El jefe de los enfermeros solicita una ambulancia destinada al hospital siquiátrico.

Post Data: Una vez aclarada la diferencia entre cretinismo y demencia, lo echan del hospital siquiátrico al día siguiente. De regreso en su casa Próspero Fosfeno ojea el grueso tomo de una biografía de Napoleón Bonaparte, con olor añejo, con las orillas recordadas a mano y polvo de una biblioteca provinciana. El libro fue regalado por un desconocido a las puertas del programa de un influencer, donde ha dado peroratas sobre los conflictos de Europa. Abre la parte donde explica la retirada de Rusia por el invierno. Los ejércitos habían ocupado Moscú, pero los graneros quedaron vacíos. Los soldados locales han desalojado los alrededores y tampoco hay comida. Son más de medio millón de soldados franceses sin alimentos ni ropa adecuada con las primeras nevadas y en caso de encontrar alguna comida oculta no alcanzará. El hambre se extiende por el enorme ejército, conforme las propias reservas de alimentos se han terminado…  Imagina en los alrededores de Moscú hombre lobo y perro asechando al ejército. Se acepta que es tiquismiquis y jala una manta para estar más caliente en el sillón. Cae la noche y los aullidos se multiplican. Al anochecer a Próspero Fosfeno le pesa su libro entre manos y, entonces, sentado en el sillón de su sala, queda rendido por el cansancio, mientras unos perros aúllan sobre las azoteas y lo sobresaltan.   

 

No hay comentarios: