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viernes, 21 de octubre de 2022

HOSPITALIDAD EJEMPLAR

 



 

Por Carlos Valdés Martín

 

La hospitalidad creció entre los nómadas como un valor, que es apreciado en la Biblia y en otras religiones como un deber de primera línea. El relato de Filemón y Baucis lo muestra cuando los únicos sobrevivientes ante la inundación en una población (la catástrofe colectiva) quedan benditos porque ellos fueron los únicos hospitalarios sin ninguna intención de ventaja.[1] Ellos representan el servir por el servir mismo; el bien ajeno por el bien mismo. La pareja de ancianos Filemón y Baucis reciben a dos mendigos desconocidos y los colman con sus mejores alimentos y comodidades caseras. Los viajeros anónimos son los dioses supremos Zeus y Hermes, quienes fingen ser miserables[2] para ingresar como huéspedes.

Los hospedadores simbolizan a una variedad de marginados, pues una vejez sin hijos —para esa lejana época sin instituciones de seguridad social ni jubilaciones— parecía una condena absoluta, pues los hijos eran quienes se ocupaban de los padres; asimismo, la pobreza resultaba una limitación abrumadora, pues nada externo la compensaría.

Aunque la antigüedad no es abundante en relatos de romances,[3] la narración de esta pareja de ancianos Filemón y Baucis sí desliza miel del corazón. Las simples acciones de hospitalidad muestran el sentimiento, que más allá de lo generoso resulta amoroso y reúne lo extremos de la lejanía en un abrazo cálido. Los dioses quedan impresionados, por lo que corresponden con una gracia, prolongando la vida en pareja al salvarlos de la inundación;[4] alivian la miseria al establecerlos como guardias de un santuario; y dan figura perpetua a su amor. El amor de los viejos en lugar de descansar en un túmulo, los dioses van a convertirlos en dúo de árboles[5], como último acto de su existencia terrenal, para dar una señal de su eternidad.  

En ese mismo relato salta a la vista la unidad entre la hospitalidad con los viajeros desconocidos junto con el cultivo de un hogar. La humilde morada de Filemón y Baucis destaca como un hogar sencillo para compartirse: el sitio para anclar el corazón y calentarlo. Por la misma motivación que la fogata se simboliza como el centro del hogar en muchas culturas, son los “troncos viejos” los aptos para emanar esa calidez.

La condición nómada desplaza a la ausencia del hogar, pero no reduce la necesidad de regresar a la ciudad de Ítaca, sin embargo, el camino del viajero resulta riesgoso. En la Odisea, el protagonista encuentra la perfecta falsificación del hogar, cuando Circe finge dar un banquete de bienvenida para los náufragos, pero su brebaje los convierte en animales inferiores, en especial, recordamos a los cerdos.[6] Desde la reinterpretación occidental se miró a Circo como a una hechicera, lo más plausible es que fuera una divinidad, que en ese relato representa la alteración del hogar. La recepción de los náufragos es fingida, el banquete resulta envenenamiento y la trasmutación en animales implica su caída hacia una figuración baja del deseo. Mientras la espera de Penélope representa la suavidad del hogar, aguardando el regreso de Odiseo; la recepción de Circe implica una lucha de los instintos y las dominaciones envueltas en engaños,[7] penúltima etapa de la purificación para regresar al hogar.

Entonces, la auténtica hospitalidad es el valor que convierte una casa en hogar, así como transforma la espera en amor. Entonces, quien cultiva una autentica hospitalidad, edifica un hogar.   

 

NOTAS:



[1] Las metamorfosis es el clásico poema de Ovidio, versos 611 a 724. Estas cualidades enlazan bien esta narración con las virtudes más elogiadas durante el cristianismo medieval de la caridad y humildad.

[2] En la tradición grecolatina, los dioses acostumbran engañar a diestra y siniestra, son parte integral de sus atributos; en este relato piden alojamiento y las mil casas de la región se los negaron, firmando así sus condenas. La justificación es como una prueba, pues ahí deciden salvar a los ancianos de la inundación, especie de investigación sobre “Sodoma” en la Biblia, cuando los ángeles buscan a los únicos justos en la ciudad.

[3] Por eso Denis de Rougemont exagera cuando sugiere que hasta el final de la Edad Media se inventó el amor romántico, en El amor y Occidente, porque sí hay algunos relatos de amoríos antiguos bajo otras figuras.

[4] El pasaje que llamó la atención a Goethe y lo incorporó a su Fausto como visión de una máxima felicidad posible, para contrastarlo contra la pasión de Fausto por Margarita, que se frustra.

[5] Un tilo y encina, con posibles variaciones a un roble. Las metamorfosis de Ovidio.

[6] Por la interpretación psicológica y sensual de Circe con los náufragos olvidamos a los otros animales fieros como lobos o tigres. Ese desliz se repite en la literatura, por ejemplo, el cuento Circe de Cortázar.

[7] Es el dios Hermes quien protege a Odiseo de Circe, neutralizando un bebedizo mágico con una planta de efecto contrario. Ese dios es mensajero entre el mundo terrestre y los otros, por tanto, es fuente del “hermetismo” y de lo mágico. Homero, Odisea.

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