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domingo, 30 de marzo de 2025

CLASISTA NO ES EXPLICACIÓN, ES ANDAMIO

 

 

Por Carlos Valdés Martín

 

En el discurso sobre “clasismo en X temática” hay un elefante en la sala. ¿Cuál elefante metafórico? Asume como un criterio de verdad, el término "clasista", que no pasa de ser un disfraz ideológico para realidades complejas. El discurso sobre "disculpar" al pobre y acusar al rico de TODO, porque entonces... El término "clasista" aplicado como criterio es una especie de hijo ilegítimo del Manifiesto Comunista de Marx, donde comienza popularizando la noción de que la historia hasta nuestros días es, cito textual, la "historia de la lucha de clases"... Lo cual abrió la puerta a dimensionar a las clases como la REALIDAD suprema, y pretexto principal para someter a todos (pobres, ricos y medianos) a una tiranía del Estado. Que, por cierto, esa no era la pretensión de Marx, quien estaba ilusionado que los proletarios sí apropiaban al todo en sus manos directamente, lo cual la tragedia posterior demostró falaz. Con las elaboraciones de Marx, sucede lo mismo con la Inquisición, que utiliza a Cristo como pretexto banal... Usar el término CLASISMO como la clave es aceptar que hay unas BRUJAS burguesas que hechizan personas y que a la mala hay que perseguirlas por ser heréticas. Mientras es irrelevante el emplear coloquialmente clasismo, para indicar alguna ventaja de ricos y desventaja de pobres, muy distinto que convertirlo en la CLAVE INTELECTUAL de cualquier asunto. El estalinismo de carne y hueso mostró el disparate y la crueldad que se alcanza al tomarse en serio y como dictado del Estado, términos tales como ”clasista” y “pequeño burgués”.

En la actualidad, el término clasista irrumpe como moneda de cambio devaluada, que mientras menos valor posee más circula. ¿Cómo que esto vale menos? La teoría económico política de Marx sufrió una devaluación cruda durante el ascenso estalinista, cuando una filosofía social, elaborada en una mente independiente, se convirtió en una especie de religión oficial soviética. El segundo proceso devaluatorio surgió tras la caída de la “Cortina de Acero” en 1989, cuando Europa del Este y la URSS abandonaron la ideología oficial marxista, mostrando además el fracaso de un experimento social colosal. Así, como culpar a los judíos (empezando por Soros) de todo es mimetismo con los hornos de Hitler; el uso devaluado del “clasismo” es jugar a los gulags de Stalin. Se requiere un poco de esclarecimiento conceptual para esquivar y no pisar tumbas tan trágicas.

¿Dónde está la falla conceptual del clasismo? Que las clases sociales son una simplificación de la relación efectiva de los grupos con la producción y el poder económico. El intelectual enciclopédico Escohotado señala con ironía, que Marx en el cuarto tomo de El capital, llamado Historia crítica de las teorías de la plusvalía, todavía estaba empezando a definir las clases sociales, y encontraba dificultades para descartar a los médicos, como una clase social específica[1]. El argumento es correcto, paradójicamente, la obra teórica de Marx por más que comienza con una intuición de clases sociales, la correlación exacta entre las relaciones de producción y las clases, termina en una complicación infinita, de una obra teórica imposible de acabar en sus múltiples determinaciones dialécticas. Por misteriosos caminos del intelecto, la crítica radical del fenómeno estalinista y sus ramificaciones totalitarias, está obligado a intentar definir a la élite dirigente como una clase o enfrascarse en un debate infinito[2].

El concepto de clases sociales no fue un invento del marxismo, sino una evidencia cotidiana de la modernidad, cuando los estamentos dejaron de servir como referencia, y adquirió más importancia el agrupamiento mental de las personas según su riqueza o sus actividades productivas. En el tiempo de la revolución industrial y de las revoluciones políticas europeas ya resultaba usual el empleo de la noción de clases sociales, aunque no implicaba una teorización específica. En todas las metrópolis de principios del siglo XIX ya la referencia era la confrontación de ricos y pobres, las luchas entre burgueses y aristócratas, la inquietud para destruir privilegios, derrocar o reformar sistemas políticos; y sobre tal evidencia, la teorización de Marx, propone una interpretación específica a partir de su materialismo histórico, basándose en el eje de la economía, mediante las coordenadas de fuerzas productivas engarzadas en relaciones de producción, donde se definen las clases fundamentales. La intención científica se desbarranca por la totalización fantasiosa y su utilización por grupos facciosos y hambrientos de poder, agrupados en partido político, dispuestos a destruir cualquier condición previa, bajo el talismán de una visión autonombrada revolucionaria. Bajo el curso de los acontecimientos, a partir de la Revolución Rusa, las pretensiones de análisis radical de clases sociales se convirtieron en un Frankenstein incontrolado, que demolió al prestigio del marxismo y sus esperanzas. En el proceso se reveló que la teoría angelical de una utopía comunista enmascaraba a una práctica dictatorial de opresión ilimitada contra el proletariado y contra cualquiera que no sirviera al dictador en turno.

Cuando asumimos que las clases sociales siguen siendo un concepto más ideológico y cotidiano que un concepto real, comprendemos la broma de la misma clasificación novelesca, y cómo cambia con las preferencias cambiantes del gobernante. En sentido de juego, Ibargüengoitia reseña los cambios históricos, en la percepción de “clases”, según recuerda: “Cuando llegaron los españoles, como de costumbre, todo se echó a (…) Destruyeron además la sociedad azteca, que estuvo dividida en las siguientes clases: nobles, sacerdotes, guerreros, mercaderes, macehuales y esclavos; e hicieron una nueva división: vencedores y vencidos, que se conservó, aunque con otros nombres, hasta el tiempo de Porfirio Díaz, en el que estas dos clases sociales se llamaron, respectivamente, "la gente decente y los pelados". En la actualidad, conviene agregar, existe una división que se parece más a la azteca que a la que fue fruto de la Conquista, y es la siguiente: funcionarios, millonarios, exfuncionarios millonarios, parientes de los funciona-ejecutivos, empleados públicos al servicio particular de los funcionarios, burócratas, empleados particulares, jubilados, policías —bancarios, etc.—, obreros, artesanos, vendedores de lotería, repartidores de "ofertas", gente que canta en los camiones, campesinos, y gente que ni da golpe, ni cobra, pero que forma una de las clases más humildes, más numerosas, de nuestra sociedad.”[3] Esta descripción aplicable a las preferencias de México, señalan la transición arbitraria en la existencia de “clases sociales” que se desplazan entre modas, conveniencias y visiones casi legendarias, donde la distinción entre lo abstracto de la clase y la peculiaridad del oficio pierden pertinencia. En ese sentido, el novelista mexicano tiene su punto de razón, pues la “clase” únicamente debe considerarse un “andamio” para el pensamiento, no como un fundamento radical de la visión social en sí misma. En ese mismo sentido, el término de CLASISMO no rebasa la humilde posición de un término del cotilleo político y el devaneo de los conceptos sin definir, por lo mismo, con facilidad se estira para pegarse junto con otras nociones, al servicio de lo “políticamente correcto”.

 NOTAS:



[1] Antonio Escohotado, Los enemigos del comercio. El capítulo de Marx quedó inconcluso. Los partidarios del Marx consideran que basta con las amplias definiciones económicas desde el tomo I de El capital, pero eso abre otro debate; que en el argumento señalo únicamente el reduccionismo, pero el argumento implica que las personas se reducen a agentes que personifican una relación económica abstracta. Bajo la simplificación queda abierto el camino a la deshumanización, según notaron los críticos en Europa del Este, incluso los partidarios de izquierda críticos como Sartre, Marcuse, etc.

[2] León Trotsky, La revolución permanente; Wittfogel, Despotismo Oriental, Kuron y Modzelezki, Revolución política o poder burocrático; Marcuse, El marxismo soviético, Rudolph Bahro, La alternativa, etc.  

[3] Jorge Ibargüengoitia, Canción de Gesta, Así fueron nuestros antepasados, (10-12-71), recopilado en Instrucciones para vivir en México.

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