Por Carlos Valdés Martín
La película comercial resultó un reflejo pálido y endulzado de la novela Breakfast al Tiffany's. El término falsificación no es exagerado para este caso, porque el eje de la narración sufre alteraciones para adaptarla de tal tamaño que resulta una película rosa, sobre una novela de intensidades. Por desgracia sucedían esas falsificaciones en el circuito comercial del cinematógrafo. Esta película se metamorfosea en el romance entre un chico normal encantado por una chica extravagante y nada más. En especial, las características de inmoralidad, violación de la ley y temeridad Holly Golightly quedan reducidas a un caramelo sin azúcar y simple narrativa tradicional. Al parecer, la casa productora hollywoodense ejerció una “censura previa” alrededor del “qué dirán” en torno a esta novela, de tal manera que saliera una película apta para todo público. Mientras el autor, —un narrador joven y talentoso que disimula sus preferencias sexuales para adaptarse al medio y buscar la ruta más directa al éxito— subraya los temas escandalosos para presentarlos con la mayor estética y elegante resolución viable en la Norteamérica de los años cincuentas del siglo XX, en cambio la película, se esfuerza en ajustar la narrativa al promedio del gusto y la moralidad imperante. Los aspectos disruptivos quedan tan deslavados en la película que terminan por desparecer, situación que tuvo la venia del autor[1]. En ese sentido el referente de la película protagonizada por Audrey Hepburn resulta un entretenimiento que no honra la densidad y sutileza de la novela, retomando la narrativa principal y alterándola por completo de sentido. En la película se desarrolla un romance normal entre el narrador, como un joven que aspira a escribir y se enamora perdidamente de la vecina. La novela señala otro tipo de amor, más de admirador y amigo, que únicamente por un instante cae en la provocación del deseo, sin embargo, esa no es su línea principal, sino la insinuación de que él resulta gay y que “ama” todo tipo de personajes. Dejando de lado por completo las impresiones de la película, hay que mantenerlas como referente pues ya han generado prejuicios que se repiten en la narrativa. La protagonista de manera semejante encarna todo tipo de “afectos” al límite: desde dejarse integrar a una familia y por gratitud aceptar un matrimonio siendo menor de edad; preferentemente colocada como mantenida de señores mayores que babean por sus favores; pasar por deslizarse entre la proximidad y el enfrentamiento con “lesbianas”; ocasionalmente es una amante de apariencia dócil; ilusionada por un matrimonio convencional con un extranjero católico y brasileño; ocasional cómplice con un mafioso anciano; etc. La mezcla de actitudes resulta difícil de controlar y mantener unida, pero en la novela funciona a la perfección y el personaje destaca como realista y convincente. La película quita las aristas problemáticas y genera una protagonista entre dulce y ocurrente, que se aleja de lo que ahora se califica de “disruptivo”. Sus excesos se limitan a travesuras juveniles.
Ese cambio del guion fue conocido y consentido por el autor Truman Capote, quien estaba más ansioso por ganar que orgulloso de su texto original. En ese trance, el autor ganó más espacio como un triunfador, capaz de cautivar a distintos públicos; que las audiencias de la película y los lectores de la novela resultaban distintas. Con el autor contento, la modificación de Breakfast al Tiffany's no fue ningún escándalo y aceptada como cualquier adaptación. Para el presente, esa variación de la novela resulta bochornosa, pues el criterio de su alteración se basa en prejuicios que después han resultado pueriles e irrelevantes. Con la versión cinematográfica la novela perdió credibilidad y no tuvo una recepción de culto, para bajar al nivel de los artículos de consumo desechables. A la distancia, pese a la traición de la película, la novela muestra cualidades que siguen siendo interesantes.
[1] La novela tuvo un éxito rápido en 1958 y tan pronto como en 1961 se estrenó la película. Al parecer, la productora revisó varias versiones hasta que aceptó la narrativa tan endulzada y adaptada al medioambiente norteamericano de los espectadores cinematográficos.
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