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domingo, 11 de octubre de 2009

HUELLAS DE ZARATUSTRA APROXIMÁNDOSE A LA CUMBRE 2a Parte


Por Carlos Valdés Martín

EL MAYOR PODER: ÉTICA
Dice Zaratustra que el mayor poderío terrestre se encierra en la vara de la ética: "Ningún poder ha encontrado en la tierra Zaratustra mayor que las palabras bueno y malo"[1]. Esta medida ética es un sistema de valoraciones, que cada pueblo posee en variedad propia, pero siempre invariablemente configura un sistema robusto al que denomina “tabla de valores”. El hombre otorga la medida del valor y cada pueblo emplea su máxima específica. Pero así están las cosas y Zaratustra quiere dirigirse al corazón, al inicio y a la fuente: "Valorar es crear -¡oídlo, creadores! El mismo valorar es el tesoro y la joya de todas las cosas valoradas"[2]. La fuente primera de la acción, o el secreto motor de cada acción lo ubica ahí, en la ética, y así esa establece la verdadera fuerza productiva de la humanidad. Más todavía, para Nietzsche el eje del mundo son los valores y no eventos; se desinteresa por la historia entendida como los grandes acontecimientos registrados (Revoluciones, Guerras, Estados, Imperios...) a los cuales moteja como "ruidos nuevos", porque cree que "El mundo no gira alrededor de los inventores de ruidos nuevos, sino en torno a los inventores de nuevos valores"[3]. Digamos que para él, el valorar se antepone y contrapone con el hacer, pues antes del cúmulo de hechos la existencia humana teje un tramado de valores, el tamiz que define la existencia de los hechos[4]. Para este concepto, la historia de la humanidad consiste en la crónica (con saltos, súbita y no continua) de la fundación de valores, los nuevos valores que sustituyen y entierran a los anteriores.

LA CREACIÓN ÉTICA
Los valores se codifican, se institucionalizan expresando condiciones materiales de la vida. Algunos valores representan relaciones muy generales, como el respeto a la vida; pero también se fosilizan los valores y defienden ciertas tradiciones o instituciones sin validez para la existencia posterior, por eso la renovación de la ética está presente en los tiempos cambiantes. Gran parte del interés de Nietzsche radica en las condiciones adecuadas para formar una nueva ética, entonces opuesta a la moral represiva dominante de la iglesia cristiana europea hasta el siglo XIX.
El primer discurso de Zaratustra, llamado De las tres transformaciones encierra una explicación de la relación general de la re-fundación de la moral, plantea el panorama. Dice que el espíritu manifiesta tres transformaciones, que en su primera figura aparece como un camello, y este animal resulta adecuado para cargar, para soportar enormes pesos, los cuales se acumulan con el deber (la ética tradicional); el lema adecuado del camello es “tu debes”. La filosofía kantiana elevó al máximo rango ese deber como base y sustento de la ética. El peso de la obligación es mortificante y por eso estima existe gran fuerza en este animal, ofreciendo la metáfora del espíritu abnegado. Pero luego el espíritu se transforma en león para convertirse en amo y señor en su desierto, y el valor del león sirve para negar esos anteriores deberes, que ahora se le presentan como un dragón enemigo. Finalmente, se transita hacia una última transformación del espíritu, cuando habrá de realizar una hazaña. Para culminar su faena se presenta el niño, "pues para el juego divino del crear se necesita un santo decir "[5]. Se requiere de afirmación, de planteo y posición, de la Génesis para re-fundar la ética, crear valores nuevos y para eso brilla la imagen simbólica del niño. La sucesión aparente vincula dos momentos de fuerza (la pasiva del camello y la agresiva del león) para superarlos frente a una aparente debilidad extrema (el infante) que encierra nueva fuerza (la creativa del niño, la fuente del deseo). Pero esa interpretación de Nietzsche del avance ético parece incompleta, pues no está entendida la relación entre la continuidad de los valores y su ruptura, no indica desde donde ha nacido la exigencia de nuevos valores sino que Nietzsche siente personalmente ha sonado la hora de romper y crear nuevos valores.
La prédica moral de Zaratustra permanece completamente paradójica, y en ese tenor se mantiene a lo largo del texto, aunque únicamente sirva para mantener el nivel de inteligencia, sin resolver las preguntas. La base misma de la paradoja pareciera acontecer cuando rechaza la separación canónica entre bien y mal, sino al suponer su unidad, enfoque que presentaba pocos antecedentes en Occidente[6] "Ocurre con los hombres lo mismo que con los árboles. Cuanto más intentan erguirse hacia la altura y hacia la luz, tanto más profundamente hunden sus raíces en el suelo, hacia lo oscuro, hacia lo hondo -hacia el mal"[7]. En lo anterior, cuando la intención buena se intensifica reaparece el contragolpe de maldad, concepto opuesto a las principales corrientes religiosas y morales del Occidente cristiano, las cuales esperan acudir al camino del bien y la salvación. El planteamiento refleja una idea de relativo equilibrio, donde la dualidad bien/mal está en correspondencia, de tal modo nunca se elimina un único componente (el mal), y en ese sentido, nunca puede lograse la "victoria del bien" pues su sombra lo acompaña.

SENTIDO DEL CUERPO, DE LA TIERRA Y DEL PLACER.
La obra de Nietzsche va en el mismo sentido de la reacción ante un curso milenario de represión cultural y emocional, aunque sus concepciones se pudieran considerar a medio camino[8]. No olvidemos que el curso básico de la forma de civilización cristiana, respecto del tema de cuerpo, fue esencialmente negadora de las necesidades concretas, y este curso no se detuvo en el siglo XIX sin posiblemente en el siguiente. A diferencia de los pueblos antiguos, el cristianismo en sus versiones medievales rechaza que Eros sea un dios (parte de lo sagrado), y lo asocia con las tentaciones de la carne. El cristianismo feudal opera un proceso de institucionalización y de represión sexual creciente, que se va enfrentando con una nueva oleada de costumbres y de necesidades luego del Renacimiento y la Revolución Industrial. El siglo XIX marco nuevos hitos y es pionero en estas tendencias, algunos de sus autores tienen indicaciones importantes, que permitirán forjar nuevas teorías e ideologías de nuevo cuño.
En Así habló Zaratustra existe una oposición a la destrucción del cuerpo, como centro de necesidades concretas, por la vía de cuestionar la moral tradicional anti-corpórea: "Enfermos y moribundos fueron los que despreciaron el cuerpo y la tierra, e inventaron las cosas celestes, y las gotas de sangre redentora ¡Y hasta esos sombríos venenos los sacaron del cuerpo y de la tierra!"[9]. En esta reinterpretación el cuerpo queda en el origen, pero también vincula al nivel más alto del espíritu. Con Nietzsche tenemos una orientación de pensamiento anti-trasmundano, que desea regresar a la inmanencia, para lo cual gusta de oponerse constantemente al sentido religioso del cielo con el "sentido de tierra" y el "reino de la tierra"[10]. Propugna por evitar trascendencia espiritual y volver al centro. Pero tampoco, debemos entender esto como una afirmación concreta del cuerpo, existen golpes y contragolpes, porque su ideal habita entre la montaña, viaja en la soledad y el frío, pues anda el camino de subida que pasa por sangrar cada gota; no implica un renacimiento del cuerpo mediante la totalidad de los sentidos y las facultades[11], sino que propone tomar unas cualidades contra otras, como el subir contra el caer, el bailar contra el caminar, el pelear contra el apaciguar, el ascender contra el trabajar, el instante contra el discurrir, etc. Así, es una proyección del goce en las alturas, una imagen literaria en la imaginación, lo que cumple el designio de Zaratustra, lejano a hombres y mujeres ordinarios, distante de muchos y pocos, separado de naturaleza espontánea y lujos artificiosos; por lo mismo, propone un disfrute intelectualizado, poetizado, imaginado, que escapa al sentido de la tierra de cuerpo y fuego.
Como si se estuviera intuyendo la interpretación freudiana del “ello”, indica la relación entre placer y eternidad. "¡Mas todo placer quiere eternidad!"[12]. La energía del placer viaja hacia los rincones atemporales de la conciencia, donde yace la fuente de energía para revivir al deseo. Esta energía libidinal, al contrario del principio de realidad, ignora el sentido del tiempo, mantiene las imágenes placenteras fijas y grabadas desde la primera infancia, listas a regresar, incluso cuando se les ha reprimido (retorno de lo reprimido). Y no únicamente el placer desea perpetuarse pues también es la percepción misma de la eternidad, el hoy convertido en absoluto. De tal modo, la Eternidad misma también se transforma con el velo de la Amada: "¡Jamás hallé mujer de quien yo quisiera tener hijos a no ser esta mujer a quien amo: pues yo te amo eternidad!"[13]. Entonces la doctrina del eterno retorno resuena como un fruto del placer, un vástago del deseo: "el placer no quiere herederos ni hijos: el placer se quiere a sí mismo, quiere eternidad, quiere retorno, quiere todo-idéntico-a-sí-mismo"[14]. El momento cumbre de la dicha, la montaña más elevada del gozo (lo sublime en la definición de los románticos) solamente contiene una petición adicional: ¡detente momento sublime, no escapes, eres tan bello…!
Adicionalmente el principio del placer, en Nietzsche también muestro otro lado paradójico, pues abarca a su contrario, incluye al dolor, que se retuerce contra sí. El dolor representa un estado emocional inestable, porque suplica terminar, se exige terminar con el dolor, para pasar a su contrario. Pero el placer todo lo abarca, se desborda: "El dolor es también placer, la maldición es también bendición, la noche es también sol. Alejaos: de lo contrario aprenderéis que un sabio es también un loco"[15]. La sed del placer se revela como sed por lo contrario: mundo, que significa dolor, odio, vergüenza...

LO QUE AMA ZARATUSTRA
Ese amor tan extraño es una pasión atravesada de vacíos y soledades, difícil de comprender. Muy diferente de los poetas cimeros de su siglo que amaban a la mujer (al fin hombres) o al deseo (así sea en forma desconcertante o diabólica como Baudelaire) o a la belleza (así sea también racionalmente como Novalis). A ratos quiere el querer y alaba al niño del corazón, esa fuente perpetua de los deseos, pero prefiere la refinación del desconcierto y siempre apuntar hacia lo alto, las cumbres inaccesibles. Nietzsche, semejante a los filósofos de la identidad entre sujeto y objeto (de Hegel a Lukács), considera que el amor habita en el espejo (por eso la filosofía es especulativa: especular significa espejear) y en sus variaciones, las imágenes inalcanzables. Dice Zaratustra: "Pues radicalmente sólo amamos al propio hijo y a la propia obra: y donde hay un gran amor a sí mismo, allí hay señal de preñez: esto es lo que he hallado"[16]. Solamente se ama lo propio, lo apropiado, que implica lo idéntico a lo generado, fruto de la preñez; el círculo de sujeto-objeto se ha simplificado, se convierte en espejo del espejo. Sin embargo, Zaratustra es la figura del desconcierto y la tensión. El pasaje citado se refiere al párrafo De la bienaventuranza no querida, refiriéndose a la felicidad producida cuando Zaratustra obtuvo a sus hijos espirituales, y eso le ha traído felicidad; sin embargo, ese sentimiento no le resulta tan querido, y le solicita a la bienaventuranza que se aleje, pues "Aquí aguardo de buen grado mi dolor más profundo". La felicidad no escucha el rechazo, regresa a Zaratustra. Concluyamos, en la propuesta filosófica y literaria Nietzsche propone no amar su felicidad, sino apuntar la flecha con una mirada más alto.
Subir, subir, subir: esa es la obsesión de Zaratustra; quisiera poder arrojarse al abismo del cielo para alcanzar las alturas como se cae veloz hacia el precipicio. ¿Esa altura no implica ya al superhombre? En muchos pasajes parece que esa cumbre es el superhombre, pues la cima es más que el profeta, más que cualquiera, ahora bien, esto sería ofrecerle a Zaratustra un cuerpo preciso para amar, pero el personaje no reposa en ningún lecho, ni se duerme en ningún ocaso. Prefiero reconocer a Zaratustra como el gran solitario, porque esa es la posición de la montaña. Ese permanecer en el amor al superhombre, sería como reconciliarse con la vida, y ese no parece representar el destino (trágico) de la voluntad de poder de Nietzsche. Si la felicidad surge de la apropiación de lo creado, de la preñez del mundo, esto se enfrenta con el sentido de la voluntad de poder. Dice Zaratustra: "Cualesquiera cosas que yo crea, y las ame como las ame, pronto tendré que ser su adversario, y el adversario de mi amor: así lo quiere mi voluntad" [17]. Esta interpretación de devenir, como lucha agónica del yo con el mundo, presenta la peculiar reinterpretación trágica de la dialéctica, reinterpretación que falla al considerar importante a un único punto, el polo del creador (el fundador moral) como la estrella solitaria de ese firmamento.

REFLEXIONES DE LA MORAL
Sin que sea indispensable el tocar la perspectiva superadora de Nietzsche, sus ideas de más allá del bien y el mal, conviene hacer una pequeña colección de sus brillantes saltos de los polos, la correcta comprensión de la unidad de los contrarios, la reflexión de las polaridades (Hegel: la fase reflexiva entiende de los contrarios, pero no el paso de unos a otros y su movimiento, lo cual sería el primer nivel hacia la dialéctica). En El canto de la noche indica "¡Ay, solamente vosotros los oscuros y nocturnos, extraéis calor de lo que brilla, solamente vosotros bebéis la leche y consuelo de las ubres de la luz!"[18]. En este punto reflexiona sobre la relación entre el dar y el recibir; el impulso de la generosidad del profeta Zaratustra busca donde entregar sus dones, pero desespera. Demuestra que sin los necesitados de sus dones no emanarían generoso, por ello agradece; pero, en el mismo cántico, se subleva: "Entre el dar y el aceptar media un abismo: el abismo más pequeño es el más difícil de salvar". El círculo no cesa, y el dar se repite, luego del hartazgo se termina la generosidad inicial cuando el profeta solitario dice: "yo quisiera dañar a aquellos a quienes ilumino (...) Mi gozo de dar murió a fuerza de dar!".
El péndulo oscilando entre el dar y el recibir resuena próximo al vaivén del amar y odiar de Nietzsche, cuando indica "A fondo, yo sólo amo la vida: ¡y cuando más la amo es cuando la odio!"[19]. Antes de empezar con la cantaleta del sadomasoquista embozado, en este punto solamente se muestran los extremos y acontece la boda de las pasiones opuestas, la radical afirmación de la vida y su rechazo, la destrucción de la misma; porque el objeto en cuestión refiere a la vida misma, no el odiar esto o aquello, sino a la entera vida misma.
"Así, para realizar el mayor bien hay que cometer el mayor mal: ésa es la bondad creadora"[20]En este pasaje Nietzsche se refiere a que la creación se sustenta en una destrucción; específicamente, la creación de valores, se basa en una destrucción de valores anteriores. Esta dialéctica negativa de los procesos ya la había demostrado Hegel, como una dialéctica general, digamos universal[21]. Aquí, con Nietzsche quedan como oposiciones, porque permanecen en los extremos: el mayor bien y mal cohabitando. Este sentido cimero de Nietzsche genera sus deslumbrantes metáforas y la falta de consecuencias prácticas, porque el círculo nunca se completa, carece de términos medios, no posee herramientas para cumplirse. La cima, el mayor bien, se condiciona por la existencia del abismo, el mayor mal, pero la relación entre extremos más allá de la mutua repulsión condicionante (uno extremo respecto del otro) no quedará resuelta. Como observa Bachelard sobre la estructura poética, sí hay dinamismo y un dinamismo activo[22], porque se salta en el vacío, el proceso poético implica acenso hasta la cumbre con el peligro de caer al vacío, y existe una tremenda tensión en los argumentos, una tensión con un sentido dramático (de oposiciones irresolubles).

LA GUERRA COMO ESTÉTICA
La guerra para Nietzsche ofrece un sentido de belleza especial, aliada con la tensión dramática de las transformaciones. Él se declara en contra de las aspiraciones pastorales a una paz, así sea perpetua. El odio y la envidia son las fuentes de la guerra, y como cree no se pueden evitar, Nietzsche acepta las consecuencias; pero en Así habló Zaratustra no tanto en el sentido material, sino como guerra de ideas, para hacerla "por vuestros pensamientos". Pero la guerra misma la eleva como una beatificación, como elevación y santificación de una causa, expresión que resulta teóricamente criticable, pero encierra sus motivos como proceso ideológico (por ejemplo, entre las guerras y revoluciones aparece el momento de fundación de los Estados, el natalicio de los pueblos diferenciados). Aunque Nietzsche ensalza al guerrero, también le indica con el dedo literario en dirección del suelo, pues se trata del nivel inferior del espíritu, pues su divisa corresponde al "yo debo", la obligación cual emblema del camello unido al león.
De hecho, el tema bélico se convirtió rápidamente en una lacra para la humanidad europea del final del siglo XIX, pues las aplicaciones tecnológicas multiplicaron el nivel de las matanzas. En descargo, se puede indicar que Nietzsche no conoció las carnicerías de las Guerras Mundiales del siguiente siglo, pues murió antes, pero ya ciertos acontecimientos bélicos, que sí conoció como la Guerra Franco-Prusiana, ya habían puesto en situación de alerta la conciencia de muchos contemporáneos. La guerra es, en sí, presencia del exterminio, el desbocarse de los caballos de la destrucción, y jugar con paradojas, como Así habló Zaratustra sobre la guerra, permitiéndose exaltar la belicosidad, con las atenuantes posibles que existen, colabora con las tendencias del regreso hacia la barbarie. Con ligereza el autor se permite cantarle a la guerra por la guerra misma: "¿Cómo es que decís que una buena causa santifica incluso la guerra? Yo os digo: ¡la buena guerra santifica toda causa!"[23] Jugueteando con las parábolas del pensamiento, deja espacio suficiente para las tristes interpretaciones de su genio literario, abre la interpretación hasta el nivel ínfimo del militarismo ordinario.

NI MONSTRUO FRÍO NI MOSCAS.
En las prédicas del Zaratustra se grita el desprecio al Estado, el cual merece llamarse el "más frío de todos los monstruos fríos"[24]. Como la prédica de Nietzsche, esencialmente, no es política entonces esa su aversión contra el Estado debe radicar en otro lado, en esa posición donde la designación de "nuevo ídolo" coloca al Estado. Si nos retiramos un poco del texto y observamos el proceso ascendente del Estado en el capitalismo europeo del siglo XIX, descubrimos un proceso de expansión, que le otorga continuidad a un proceso manado desde el absolutismo; registramos el crecimiento material del Estado, como órgano general encargado de resolver contradicciones sociales, de atender intereses generales. Pero la filosofía hegeliana ya se había encargado de atribuirle un papel cumbre y filosófico, para la resolución de las particularidades en un sentido universal, un papel de realización del Espíritu Absoluto. Ahí, la confrontación de Nietzsche con el ídolo del Estado cobra su completa dimensión, es la confrontación con una propuesta de universalidad, que él repele tensando sus fuerzas, crítica que también le vale enfrentar a la Iglesia[25]. Para abreviar, en Nietzsche la universalidad solamente se valorará y encontrará en la individualidad iluminada, en la inspiración enardecida por tanto resulta imposible como atributo del Estado o de cualquier institución.
Por un lado, Nietzsche critica al Estado por erigir un falso representante del pueblo, pues miente cuando afirma representarlo[26], sin embargo, el pueblo no recibe una mejor consideración. La muchedumbre, la multitud, el populacho, el gentío en el mercado, la masa expectante, el grupo de seguidores o cualquier conjunto humano numeroso no recibe consideraciones sino desprecio. De entrada el pueblo aparece comparado con las "Moscas del mercado", un enjambre atolondrado e ignorante que no reconoce lo grande, sino que "Posee en cambio gran olfato para todos los actores y comediantes que simulan cosas grandes"[27], pues el pueblo se arremolina en torno a los comediantes (o políticos), alabando a quienes únicamente simulan para provocar la candidez del creer. Su orientación de espíritu la comparte con muchos intelectuales que se sublevaron contra las pretensiones de las masas y satirizaron las pretensiones de "invadirlo todo", como lo hace Ortega y Gasset[28]; pero éste sopla un suave viento crítico comparado con el corrosivo acento irónico de Nietzsche: "Fuente de alegría es la vida: Mas donde la chusma va a beber, todos los pozos quedan envenenados. (...) Y el bocado más difícil de tragar no es saber que la vida impone hostilidad, y muerte y crucifixión. Sino que una vez pregunté, casi me sofoqué con mi pregunta <¿Cómo? ¿La vida necesita también de la chusma?>"[29]. Con ese epitafio sobre la tumba literaria del pueblo, no creo que ninguno imagine a Nietzsche como "amigo del pueblo".
La enemistad de Nietzsche contra la chusma y el Estado es complementaria, haciendo vértice en la figura del político. Ya vimos cómo al político lo designa como un cómico, dedicado a embaucar a las moscas del mercado, ahora se insiste: "Volví la espalda al que domina cuando descubrí a qué llaman dominar: regatear y chalanear por el poder - ¡con la chusma!"[30]. Especialmente, antipáticos le resultan a Zaratustra los predicadores de la igualdad -los defensores de la chusma, los socialistas, los comunistas, los anarquistas, los demócratas consecuentes- a los que llama "Tarántulas", pues ¡vosotros predicadores de la igualdad! ¡Tarántulas sois para mí, vengativos y ocultos!"[31]. Percibe embozados y escondido tras el igualitarismo a la sed de venganza, al deseo de convertirse en jueces, y una "concupiscencia tiránica"[32]. Reconozcamos, en gran parte ha tenido razón Nietzsche respecto de la mascarada de igualdad que entroniza verdugos y tiranos embozados bajo la bandera fascista o comunista.

LA SOLEDAD DE LA MONTAÑA
Si el pueblo, como multitud bulliciosa y sin sentido, no agrada ni sirve, entonces Nietzsche recomienda seguir sobre el camino del asceta, el eremita, el retiro solitario para que el espíritu crezca y alumbre a los nuevos valores. "Todo lo grande se aparta del mercado y de la fama. Apartados han vivido, sin excepción, los inventores de nuevos valores"[33].
La soledad física proporciona el alambique adecuado para la maduración del espíritu. "¡Huye hacia la altura, hacia donde soplan vientos ásperos y recios!"[34]. La huida exige alejarse de la multitud y del personaje ordinario, escapar -digamos en nuestros propios términos- de la vida cotidiana y acceder al escenario de lo sagrado, de lo único y la creación, entonces el escenario solitario se convierte en su patria[35]. En ese alpinismo imaginario Nietzsche teme la envidia de los sencillos: "Tú caminas por encima de ellos; pero cuanto más alto subes, tanto más pequeño te ven los ojos de la envidia. El más odiado de todos es el que vuela"[36].
La imaginación poética completa de Nietzsche resulta adoradora de las cumbres y enemiga de la tierra plana donde vive la chusma, los humanos ordinarios. El discurso de Zaratustra sirve para elevarlo hacia la montaña, su verdadero hogar, desde donde predica a sus anchas, mientras la planicie lo asfixia con sus moscas. La proeza lírica de Zaratustra exige ascender, mientras el abismo se levanta ante sus pies, cada vez más profundo y amenazante. Su emblema animal es un ave de presa, quizá un águila intrépida despreciando a los animales terrestres. El árbol, como el pino muy erguido, indica la única dirección espiritual aceptable. Su clima adecuado es el frío, clima de las cumbres nevadas. Su aire es el frío y puro, lejano a los olores, viento sobre las velas de un bote flotando por sobre las nubes.
Desde arriba siente Zaratustra la fuerza para gritar, pues a sus pies existe el gran vacío sobre el cual lanzar el rayo espiritual, con el sentimiento de una gloria instantánea lo invade todo[37]. También se vale lanzar rocas, las palabras convertidas en máximas, en imprecaciones, en condenación eterna, duras para desbaratar los tímpanos de los entes chatos del abismo. Asimismo desde lo alto, las afiladas garras del ave de rapiña se enfilan contra la presa; emerge la ebriedad de la voluntad de acción y sin embargo ninguna mano alcanza a los entes chatos del abismo, solamente la palabra ruge potente, así habla Zaratustra.
[1]Ahz, p. 77.
[2]Ahz, p. 78.
[3]Ahz, p. 154.
[4] Procedimiento valorativo que nos recuerda a la “episteme” del primer Foucault en Las palabras y las cosas.
[5]Ahz, p. 43.
[6]Un antecedente notable está en William Blake con las Bodas de cielo e infierno.
[7]Ahz, p. 59
[8]Marcuse considera este medio camino, que luego se convierte en una traba de la liberación completa, presente en la sociedad de consumo; cierto hedonismo sin llegar a una completa des-represión psicológica. Cf. MARCUSE, Herbert, Eros y civilización.
[9]Ahz, p. 49.
[10]Ahz, p. 346 "no queremos entrar al reino de los cielos. Nosotros hemos llegado a ser hombres" por eso queremos el reino de la tierra". Algunos teóricos creen que en la trascendencia se esconde el enemigo de la existencia, Cf. Hardt y Negri, Imperio.
[11]Concepción expresada por Norman Brown en Eros y Tanatos, donde se indica que hasta las limitaciones fatales del tiempo y la muerte pueden ser superadas (no anuladas) por un renacimiento de la totalidad de los sentidos, integrados en un Eros infinito.
[12]Ahz, p. 257.
[13]Ahz, p. 258.
[14]Ahz, p. 353.
[15]La interpretación de Gibrán Jalil sigue estas huellas y su sabiduría se reconoce como la propia de un loco. Cf. El loco.
[16]Ahz, p. 183.
[17]Ahz, p. 135-137.
[18]Ahz, p. 127.
[19]Ahz, p. 128.
[20]Ahz, p. 137. Otro muy claro ejemplo, de esta paradoja del crecimiento paralelo del bien y el mal está casi al final del texto: "¡El hombre tiene que hacerse mejor y más malo! Eso es lo que yo enseño. Un mal mayor para el mayor bien del superhombre", p. 317. Es evidente, que espíritus ignorantes de la dialéctica, han de interpretar al Nietzsche como simple amoralidad, exaltación maligna de la bajeza.
[21] HEGEL, G.W.F., Enciclopedia de las ciencias filosóficas.
[22]BACHELARD, Gastón, "V. Nietszche y el psiquismo ascensional", en El aire y los sueños, Ed. FCE.
[23]Ahz, 65.
[24]Ahz, p. 66. En otro pasaje: "Un perro hipócrita es el Estado" p. 155.
[25]"[26]Ahz, p. 67.
[27]Ahz, p. 70. Este fragmento está acorde con una visión teatral de la política, donde la farsa de los comediantes políticos, atrapa al pueblo. La virtud de los comediantes políticos es hacer que el pueblo crea en ellos, pero esa creencia es volátil. "Mañana tendrá una nueva fe, y pasado mañana otra nueva. Al igual que el pueblo, el comediante tiene sentidos rápidos y presentimientos mudables. Derribar.- A eso llama demostrar. Enloquecer a las gentes: a eso llama convencer. Y la sangre es, para él, el mejor de los argumentos". Sobrecogedoramente, esto prefigura una sátira del fascismo y su mecánica política
[28] ORTEGA Y GASSET, José, en La rebelión de las masas.
[29]Ahz, p. 116.
[30]Ahz, p. 117.
[31]Ahz, p. 119.
[32]Ahz, p. 120.
[33]Ahz, p. 71.
[34]Ahz, p. 71.
[35]Ahz, p. "¡Oh, soledad, patria mía, soledad! ¡Cuán dulce y tiernamente me habla tu voz!", p. 208. "Ahora mis bienaventuradas narices respiran de nuevo el aire libre de la montaña: ¡al fin se han librado del olor de todo ser humano!", p. 210.
[36]Ahz, p. 83.
[37]En Ahz el apetito por la altura no acepta fronteras: "Pero tú Zaratustra has querido ver el fondo y el trasfondo de todas las cosas: por ello tienes que subir por encima de ti mismo, arriba, cada vez más alto, hasta que puedas ver a tus pies las estrellas. ¡Sí, bajar la vista hacia mí mismo, e incluso hacia las estrellas! ¡Esa sí sería mi cumbre, eso es lo que me queda como última cumbre!", p. 175.

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