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domingo, 15 de noviembre de 2020

JUAN BAUTISTA SU SIGNIFICADO ENTRE LA PURIFICACIÓN Y PSICOLOGÍA DE CASTRACIÓN

 

 



Por Carlos Valdés Martín

La tragedia del predicador Bautista y los Juanes

La trágica muerte de Juan Bautista ejemplifica la injusticia cometida por los tiranos en contra de varones justos y líderes populares.[1] Según el relato bíblico, el Bautista restableció la purificación mediante el agua e invitó el pueblo a recuperar las virtudes religiosas de modo sencillo y honesto. Esa disposición de Juan Bautista disgustó al tirano Herodes Antipas y según ese relato el santo despertó un deseo lujurioso en Salomé,[2] quien solicitó la cabeza de ese predicador a cambio de un baile sensual. Si bien vale descreer del motivo anecdótico de una petición de Salomé, para mantener la culpa en el tirano; pues las mismas narraciones bíblicas e históricas lo colocan como modelo de depravación al desposar con la esposa de su hermano, de manera ilegítima; por lo que resulta cuestionable que mantuviera su palabra en contra de sus caprichos.

 

Con el estudio de las virtudes cardinales, una de ellas es la templanza y su función es dominar los apetitos, convirtiendo energías salvajes (sexuales) en energías sublimes, es decir, estableciendo una alquimia que cambia el plomo del burdo deseo en el oro del amor. El Bautista había derribado el dominio del deseo (o mejor aún: el deseo de dominio) metamorfoseándolo por el amor al pueblo, sin condición. El tirano contrataca al método sublime de dar abluciones gratuitas y restablece el apetito carnal como ley impuesta, con ironía Herodes derriba la cabeza superior para que impere su apetito. Sustituyendo el sublime sacrificio voluntario del instinto por la regresiva carnicería del mártir, el tirano muestra su intención cortando la cabeza: lanzando a los pies aquello que se había elevado.

 

También sabemos que los Santos Juanes representan a los fenómenos astronómicos, siendo los herederos de del dios romano Janos, por tanto personifica a los guardianes del tiempo. Asumiendo que el tirano Herodias Antipas fue el auténtico autor del crimen contra el Bautista, entonces con su brutalidad intentó detener al destino, pero es imposible y el cielo sigue su marcha. La memoria del Bautista obtiene su condición de profeta perene tras el sacrificio.

Entonces las causas verdaderas de la muerte de Juan el Bautista, están en el sentido humano y de poder, donde la tiranía entierra la verdadera ética, para satisfacer los bajos instintos del gobernante. Mientras la rueda de la existencia astronómica mueve las estaciones, para sustituir la plenitud del Solsticio de verano hacia la temporada otoñal.

 

 

Psicología de la decapitación

La decapitación en psicología simboliza a la separación extrema, ya que rompe la unidad entre la mente (la personalidad, el Ego, el Yo) con el cuerpo completo (la materia, el sentimiento, Eros, el Carácter). Esta separación representa la situación esquizofrénica en el sentido de separación entre los sentimientos encontrados de una psique. Aquí por esquizofrénico no significa una enfermedad psicológica, sino en el sentido de una tendencia psíquica a la separación.[3] Implica la separación radical entre el pensar y el sentir, entre idealidad y materialidad, entre moralidad y cuerpo, entre Tánatos y Eros, convertida en una modalidad (más o menos) violenta. Por esa misma radicalidad de la separación fue que los reyes utilizaban la decapitación para sus enemigos extremos, como el dispositivo punitivo, para dramatizar un daño extremo y humillante, mediante el cual se pretende que su enemigo jamás vuelva a reunirse, por eso reduciéndolo a la impotencia perpetua. En especial, para la psicología freudiana (la fundadora) tan cargada de significados sexuales se relaciona con un impulso de castración, aunque desplazado hacia otra zona. Incluso sin espacio para una argumentación mayor cabe señalar una ecuación freudiana, donde “castración = decapitación” y viceversa.[4] 

Para el simbolismo psíquico la relación entre castración y decapitación no siempre resulta tan clara, incluso podrían contraponerse o disociarse para quedar sin revelar. La reflexión sobre la castración estricta no resulta tan común, por más que hubo alguna institución de eunucos al servicio del Gobierno, en especial del harén del Sultán. Incluso la relación simbólica del harén pareciera ser de transición, donde la pérdida de virilidad de los eunucos complementa una sobre masculinidad del gobernante, como si aconteciera un desplazamiento mágico de las potencias perdidas de los eunucos.

 

La santidad del Bautista

En la leyenda de Juan el Bautista, donde se relaciona la decapitación con la lascivia del Poder, acaparado por el rey Herodes, aunque delegado en la de Salomé, a modo de una complicidad, para mancillar la santidad de Juan. Existe un argumento más usual para el machismo, de que la santidad provoca una lascivia en quien la contempla, así se imagina que la santidad del Bautista excitó a Salomé (o a su madre). El argumento de la leyenda elabora una paradoja, si el Bautista actuase cual pecador normal correspondiendo para satisfacer a Salomé entonces no habría castigo, pero como restringe el impulso abajo, se le martiriza arriba.

Recordemos que Juan Bautista es una figura específica del Nuevo Testamento, más adecuada a la narrativa del Cristo donde el martirio y la redención se unifican.  Asimismo, para la figura del Bautista la separación de la cabeza simboliza la unidad espiritual, entonces señala el paso del sacerdote al santo; donde la santidad se concibe como la unidad del espíritu, atravesando la fragmentación del cuerpo. En ese sentido, es tan frecuente el martirio, mutilación y decapitación en las aventuras de los santos cristianos, incluso cabría señalar una aspiración al martirio.[5] Para la imaginación colectiva judía de la antigüedad el pueblo entero era el mártir, para el cristianismo ese rasgo corresponde al Mesías (torturado en la Cruz) y a sus elegidos, los santos que transitan por el martirio.

 

La energía mutada de la castración y pérdida, hacia la osadía y la educación.

Para la psicología freudiana el sentimiento masculino de castración se liga en un horror de la mente infantil al percibir con ingenuidad que la mujer representa un cuerpo castrado, por tanto, sentir una angustia irracional en el niño varón. En paralelo, para la niña implica un miedo y sentimiento de pérdida descubrir que los varones poseen un extra de carne, por tanto ellas se imaginan ya castradas y entonces el fundador de la psicología afirma la llamada envidia inconsciente del pene.[6] Claro que el desarrollo sano de ambos género supera tales terrores infantiles y canalización de emociones hacia un espacio manejable. El miedo masculino trasmuta positivamente en osadía (audacia, valor, arrojo bajo cualquier impulso conquistador, viajero y expansivo) y la envidia femenina sublima con éxito en educación (cuidados, crianza maternal, el “care” del inglés con su sentido tan amplio), con la educación que es el saber en actividad y su expansión.

 

La energía sexual siendo la más briosa en la psique, esa tendencia espantosa a percibir una castración inconsciente requiere de una canalización constructiva y convertirse en algo distinto al miedo. La misma leyenda del sacrificio de Isaac y la costumbre judía de la circuncisión, para quitar el prepucio muestran cómo canalizar los miedos centrados en los genitales. En esa tradición, al hijo no se le sacrifica, a cambio se entrega una ofrenda de prepucio para garantizar que la virilidad se encause y esté “bendita”, según la acepta esa cultura. Por su parte, las leyendas de santos bordean entre la mutación positiva en bondad, efecto del medioevo como un “sangrado” permanente sobre la vitalidad de los bárbaros germanos.[7] Como sea algunas pocas anécdotas de castración voluntaria son excepcionales, incluso la famosa de Orígenes, ha sido cuestionada. En cambio, la canalización de las energías genitales para su aprovechamiento aparece de manera regular en las más diversas culturas.[8]

 

Disculpa de Salomé y las argucias

Culpar a la mujer del pecado representa una típica argucia patriarcal, que se volvió en una bandera ideológica para el occidente cristiano. Basta un poco de perspicacia para observa que la muerte del Bautista era un objetivo del tirano Herodes Antipas, que requería de algún pretexto (por risible que parezca a la distancia), para matarlo. Resulta tan grotesco como pueril el argumento de Herodes: “Es que me emocioné con el baile de mi hija o ahijada, por eso tuve que cumplir un caprichito como poner una cabeza en bandeja de plata”.

El santón aunque despertase la lascivia de una doncella,[9] el deseo es inocuo sin la violencia del rey y el relato bíblico dejó entrever que era un pretexto para desviar la atención y la responsabilidad hacia un personaje secundario. Si Salomé no manda en el reino y su palabra no es decreto, entonces no posee capacidad de decidir en el reino.

Sin embargo, la herencia cristiana y la narrativa literaria de pasajes bíblicos se traga el pretexto del cruel Herodes, lo cual deriva de la ingenuidad, aunque sí nos muestra una estructura psíquica profunda. Quedan dos aspectos notables: la mujer como chivo expiatorio y el interés por la lujuria como un actor autónomo del relato. El personaje Salomé se convierte en un “chivo expiatorio” del acto del autócrata y la narrativa con facilidad traga ese anzuelo. El “chivo expiatorio” forma parte de las narrativas del autoritarismo y las justificaciones falsarias, como cuando se culpa a los judíos de cualquier tragedia. La narrativa se repite en el personaje emblemático de Mata Hari, quien canaliza la ira y frustración de los franceses durante la Primer Guerra Mundial, por lo que exigen el máximo castigo, para una actriz irrelevante, al parecer manipulada por los bandos militares.

 

La purificación por agua y el simbolismo de la mujer

Las actividades del Bautista quedaron selladas como un novedoso ritual donde el agua purifica a la persona, pues basta la inmersión con una intención sacramental para limpiar los pecados. En lugar de la limpieza material, tan importante para la higiene, se escenifica una limpieza del espíritu, que es aceptada también en mucha culturas. Por ejemplo, entre los hindús resulta indispensable sumergirse en el Ganges para purificarse y no fueron el único pueblo con rituales de inmersión.[10]  

De manera armónica, la representación de la mujer se relaciona con las aguas y ésta con su facultad de fertilidad.[11] La contraposición y asociación psíquica de ideas entre un santo varón controlando la magia de las aguas regeneradoras y la doncella deseosa es evidente en su contenido; lo cual nos invita a pensar en que hay un motivo para dramatizar ambos personajes. Por tanto, en el relato el simbolismo de la mujer presenta la máxima tensión, donde en lugar de fructificar resulta un pasaje a la muerte, en lugar del lecho de procreación se dibuja una “charola de plata” fatal. En ese sentido, el relato completo insinúa un fracaso de la purificación por agua (al menos relativiza su eficacia) para anunciar el venidero evangelio donde se bautiza por espíritu y fuego.[12]  

 

 

PD: Etimología de Bautismo

De la etimología de Bautizar, Baptizar o Batear, encontramos que  Las palabras castellanas bautizar, baptizar y batear proceden del idioma griego a través de la lengua latina. Las dos primeras (bautizar, baptizar) vienen del latín baptizare y el último (batear) se deriva del latín baptidiare. Los verbos latinos baptidiare y baptizare proceden del griego de1verbo (baptizein =sumergir, anegar, empapar, bautizar, estar hundido, ahogado) y este del v (baptein =sumergir, introducir, hundir, empapar, remojar). Encontramos el verbo (w con el significado "ahogarse" desde el siglo V a.C. en la obra "Epidemias" de Hipócrates de Cos: "ávtrrvtev W<; ÉK TOO Jk~o9al". "respiraba como uno que se está ahogando” y en Mateo 28:19 con el significado actual: "Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".”[13]

 

 



[1] Mateo 14. “Herodes, que quería matar a Juan, tenía miedo de la gente, porque todos creían que Juan era un profeta.”

[2] O en su madre, que se supone la aconseja, Mateo 14, “Ella entonces, aconsejada por su madre, dijo a Herodes: —Dame en un plato la cabeza de Juan el Bautista.” La Biblia no da el nombre de Salomé, pero por oras fuentes históricas se conservó como el adecuado.

[3] Véase Deleuze Kafka por una Literatura menor, Lógica del sentido, etc.

[4] Zanchettin, Joceline Fátima, El horror en Freud, Revista V Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 2013. Dice “la Cabeza de Medusa es el símbolo del horror en la mitología griega y en sus paralelos en otras mitologías (Freud, 1940 [1922]). Freud va a plantear la horripilante cabeza decapitada de medusa como metáfora de la castración. “Decapitar=castrar. El terror a la Medusa es entonces un terror a la castración, terror asociado a una visión.” Freud, S. (1940 [1922]) La cabeza de Medusa. Obras Completas, Vol. 18.

Buenos Aires: Amorrortu Editores (2005).

[5] Ana Basarte, Cuerpos fragmentados: mutilaciones y decapitaciones en la literatura medieval europea, Revista Signum, 2011, vol. 12, n. 1.

[6] Concepto que se ha cuestionado como anticuado de Freud, pero lo sostienen otros teóricos como Deleuze en Lógica del Sentido.

[7] Ortega y Gasset señala este sentido del cristianismo como una “sangría” para modelar la vitalidad desbordada y peligrosa de los bárbaros germanos que arribaron a Europa. Cf Ortega y Gasset, El tema de nuestro tiempo y otros.

[8] Las más conocidas son las de procedencia china e hindú, pero están extendidas en todo el mundo. Véase Eva Wong, Taoísmo, Jolan Chang, Tao del amor y el sexo.

[9] Es cierto, que en sí el deseo despierta porque el santón está vedado para el sexo, es en sí interesante. El argumento está presente en la literatura posterior, como en Wilde y su Salomé. El atractivo de la virginidad está plasmado en el Diario de un seductor de Kierkegaard.  

[10] De hecho, la costumbre de consagrar con agua a los niños fue común entre los romanos, que consideraban esa purificación con agua lustral y después el cristianismo se fusionó con esa costumbre, estableciendo una única costumbre del ritual católico de bautizar al infante en lugar del adulto.

[11] Eliade, Tratado de historia de las religiones, T 1, p. 223. “La inmersión en el agua simboliza la regresión a lo preformal, la regeneración total, el volver a nacer, porque la inmersión equivale a una disolución de las formas, a una reintegración en el modo indiferenciado de la preexistencia;”

[12] Mateo 3:11. Afirma que el propio Juan Bautista predice la llegada de un futuro bautismo en “Espíritu y fuego”, complemento simbólico de su dotación lustral.

[13] Etimologías grecolatinas, http://etimologias.dechile.net/?bautizar

1 comentario:

Lucia Gual dijo...

El personaje con una perspectiva novedosa, que promueve una reflexión interesante.